Vergüenza atómica | Nadie dijo que esta mujer descubrió la fisión nuclear - XL Semanal

Vergüenza atómica Lise Meitner Nadie dijo que esta mujer descubrió la fisión nuclear

Trabajó en el sótano y sin salario. Para ir al baño, debía cruzar la calle. La propusieron 46 veces para el Premio Nobel... sin éxito. Su descubrimiento, la fisión nuclear, cambió el mundo, pero hasta Christopher Nolan olvida mencionarla en su película Oppenheimer. Es la historia de Lise Meitner.

Por Carlos Manuel Sánchez

Viernes, 13 de Octubre 2023

Tiempo de lectura: 6 min

El elemento químico 109 de la tabla periódica se llama 'meitnerio' y no sirve para nada. Ni siquiera está en la naturaleza (fue sintetizado en un laboratorio en 1982) y su vida dura menos de ocho segundos. Sin embargo, este efímero y radiactivo material tiene una razón de ser: hacer justicia. Tarde y mal. Fue bautizado meitnerio en honor de la física teórica austriaca Lise Meitner (Viena, 1878-Cambridge, 1968), que por entonces ya llevaba 14 años muerta. El nombre de ninguna otra mujer está en la tabla periódica, excepto diosas mitológicas (como el paladio, que viene de Palas) y Marie Curie, aunque el curio también honra a su esposo, Pierre. Meitner, por su parte, fue propuesta 46 veces al Nobel, nunca se lo dieron. Sin embargo, quizá no sea esta la mayor de las injusticias que se le ha hecho a esta mujer. O, por lo menos, no es la más dolorosa.

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La gran traición de un amigo. Lise compartió sus descubrimientos sobre la fisión con su colega Otto Hahn. Él publicó los resultados sin nombrarla y ganó el Premio Nobel.

A Meitner la prensa estadounidense la bautizó 'la madre de la bomba atómica'. Eso le molestó mucho más que el ninguneo de la Academia sueca. Es cierto que ella descubrió cómo dividir el átomo. Y vislumbró que esa fractura a escala microscópica podía proporcionar cantidades inconcebibles de energía, pero nunca quiso que sus conocimientos sirvieran para fabricar un arma. De hecho, fue tentada para participar en el Proyecto Manhattan y no quiso tener nada que ver. A pesar de su negativa, y tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los medios sensacionalistas publicaron que la fórmula de la bomba atómica la había sacado Meitner de la Alemania nazi escondida en su bolso. Un disparate que atestigua que siempre hubo fake news.

Einstein la consideraba «nuestra Marie Curie»

Desde joven, Meitner rompió 'techos de cristal'. Nacida en el seno de una familia judía, era la tercera de ocho hermanos. A pesar de las dificultades de la época para que una mujer accediese a la educación superior (en Austria lo tuvieron prohibido hasta 1897), sus padres la apoyaron; estudió en una academia privada y completó su doctorado. Se trasladó a Alemania y consiguió que Max Planck, el fundador de la mecánica cuántica, que en 1907 seguía vetando la asistencia femenina a sus clases, hiciera una excepción con ella. Fue en la Universidad de Berlín donde conoció a Otto Hahn, un químico con el que formó equipo durante casi treinta años.

Hahn tenía casi su misma edad y una actitud algo más progresista que los científicos de la generación anterior. Sin embargo, a Meitner no se le permitía entrar en el laboratorio. Trabajó en el sótano y sin salario. Cuando necesitaba ir al baño, cruzaba la calle. En 1912, Meitner y Hahn se trasladaron al Instituto Káiser Guillermo de Química. Juntos descubrieron un nuevo elemento, el protactinio. Solo cuando muchos de sus colegas varones fueron reclutados durante la Primera Guerra Mundial, Meitner pudo dirigir su propio laboratorio. Fue la primera mujer que logró ser profesora titular de Física en Alemania. Albert Einstein la admiraba: «Es nuestra Marie Curie», decía.

Los americanos la llamaron 'la madre de la bomba atómica'. Eso le indignaba. Ella nunca quiso que sus hallazgos sirvieran para fabricar un arma. Rechazó participar en el Proyecto Manhattan

En 1933, Adolf Hitler fue nombrado canciller. Hubo una diáspora de científicos judíos (Einstein incluido), pero Meitner se quedó, confiando en la protección de su pasaporte austriaco. «Amo la física con todo mi corazón; no puedo abandonar ahora», le escribió a una amiga. Pero, en 1938, Alemania se anexionó Austria, y Meitner perdió su condición de extranjera. Otro pionero de la física cuántica y premio Nobel, Niels Bohr, organizó su huida a Holanda con documentos falsos. Meitner acabaría recalando en Suecia.

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Pionera. En 1919 se convirtió en la primera mujer en conseguir una plaza como profesora de Física en la Universidad de Berlín. A la derecha, con sus alumnas en Bryn Mawr College (Pensilvania).

Estaba hundida por dejar atrás el trabajo de toda su vida, pero continuó colaborando con Hahn por correo. Este y Fritz Strassmann, que había cubierto la vacante de Meitner, realizaban experimentos, y la científica exiliada interpretaba los resultados. Un hallazgo los tenía perplejos: cuando los átomos de uranio eran bombardeados con neutrones, se esperaba que los núcleos los absorbieran, obteniendo así un elemento aún más pesado. En cambio, lo que habían encontrado era bario, que es mucho más ligero. «Tal vez puedas idear alguna explicación fantástica de las tuyas», le retó Hahn en una carta a Meitner.

En Suecia, Meitner analizó los resultados con su sobrino Otto Frisch, también físico. Un día nevado, durante un paseo, se detuvieron para sentarse en un tronco y garabatear cálculos en pedazos de papel. Meitner cayó en la cuenta de que el uranio era muy inestable y podría fracturarse al recibir el impacto de los neutrones. Esos átomos se separarían violentamente. Meitner calculó la energía que se podía liberar usando la famosa ecuación de Einstein, E = mc². Con unos pocos kilos de uranio se podía producir electricidad para alimentar ciudades enteras…

Meitner informó a Hahn en una misiva. Este y Strassmann publicaron los resultados provisionales en 1938. No incluyeron a Meitner como autora ni hicieron mención alguna de su contribución. Tampoco en 1939, cuando publicaron los resultados definitivos en la revista Nature. Si usted ha visto la película Oppenheimer, recordará la escena en la que un físico de California se está cortando el pelo mientras lee el periódico y, de repente, sale corriendo. «¡Oppie! ¡Oppie!», grita. «Lo han logrado. Hahn y Strassmann, en Alemania. Han dividido el núcleo de uranio. ¡Han dividido el átomo!». El descubrimiento fue clave para el Proyecto Manhattan, el esfuerzo secreto liderado por Robert Oppenheimer para desarrollar las primeras armas nucleares. Es una escena inventada, pero a Christopher Nolan, el director, se le reprocha que tampoco él se acordase de Meitner.

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Entre colegas.Meitner posa durante un encuentro de físicos en Gotinga (Alemania) junto con algunos de sus compañeros como Albert Einstein y Otto Hahn.| Getty Images.

Cuando la científica le pidió explicaciones a su amigo Hahn, este le respondió que recibía muchas presiones por trabajar con ella por ser judía. «No le doy mucha importancia a estas cosas, pero prefiero no confesar que eres la que lo descubrió todo», le escribió en 1939. Ese mismo año comenzó la Segunda Guerra Mundial. Y también la carrera por construir la bomba atómica. Aunque un solo átomo dividido no generaba suficiente energía para ser utilizado en un arma, algunos especularon que una reacción en cadena podría hacer el trabajo. Meitner, a pesar de haber sido invitada, se negó a unirse. «¡No tendré nada que ver con una bomba!», zanjó.

«Querido Otto». La carta definitiva

Hahn acabaría recibiendo el Premio Nobel de Química por la fisión nuclear. No pudo asistir a la ceremonia de entrega, realizada en 1945, porque estaba en un campo de prisioneros. Los historiadores de la ciencia llegaron a una conclusión en los años noventa, después de estudiar las deliberaciones del jurado del Nobel, que permanecen en secreto durante cincuenta años: «Meitner se quejó muy poco y perdonó mucho». Marisa Moss, su biógrafa, discrepa: «Estaba muy muy herida». En especial, con Hahn. Siguieron siendo amigos durante décadas, pero algo se había roto entre ellos

En 1945, tras la derrota de Alemania, Meitner le escribió: «Querido Otto: Puedes imaginar lo ansiosa que he estado por recibir noticias tuyas. Todos vosotros trabajasteis para la Alemania nazi. Y solo ofrecisteis una resistencia pasiva. Para calmar vuestra conciencia, ayudabais a alguna persona perseguida aquí y allá, mientras que millones de seres humanos inocentes eran asesinados sin que protestaseis. Tengo que decirte esto porque que reconozcáis lo que permitisteis que ocurriera significará mucho tanto para Alemania como para vosotros mismos [...]».

Y le pedía que publicase una declaración para reconocer su responsabilidad. Hahn murió en 1968, a los 89 años, sin haberse mostrado arrepentido o haber pedido disculpas. Meitner murió apenas tres meses después, también a los 89. Su tumba está en un pequeño cementerio inglés situado en mitad de la campiña. Sobre una lápida descolorida y cubierta de maleza, de vez en cuando, algún visitante deja una piedra, una práctica judía para honrar a los muertos.