F. Uribe: La Fraternidad en la forma de vida propuesta por san Francisco

DIRECTORIO FRANCISCANO

Espiritualidad franciscana


LA FRATERNIDAD EN LA FORMA DE VIDA
PROPUESTA POR FRANCISCO DE ASÍS
[*]

por Fernando Uribe, OFM

 

Una de las formas concretas a través de las cuales Francisco se propuso llevar a cabo el seguimiento de Jesucristo fue la vida de y en fraternidad. El concepto de fraternidad es de suyo muy amplio, en cuanto no solo se reduce a las relaciones interpersonales de dos personas, o de un conjunto de personas que siguen una determinada forma de vida, sino que se aplica también a la relación con otros grupos de personas (fraternidad entre las familias franciscanas), con toda la comunidad de la Iglesia (fraternidad eclesial), con todos los seres humanos (fraternidad universal) y aún con todos los seres de la creación (fraternidad cósmica). En las últimas décadas ha resultado un concepto ambiguo, en cuanto el vocablo es aplicado también a determinadas instituciones (una Fraternidad local, una Provincia religiosa, una Orden o Congregación religiosa...).[1] El tema de la fraternidad ha sido estudiado durante los últimos años desde los más diversos puntos de vista, por lo cual resulta difícil pretender decir algo nuevo al respecto.[2] No siendo ésta nuestra intención, aquí nos limitaremos a estudiar el significado de la fraternidad como actitud de vida en las relaciones que se suelen dar o que se deben dar entre las personas que siguen un determinado proyecto de vida religioso con inspiración franciscana. Nuestra reflexión parte exclusivamente de los datos que ofrecen los escritos de san Francisco de Asís.

J. Segrelles: Cap�tulo de las Esteras

�FRATERNITAS� Y �COMUNITAS�

La palabra fraternitas [fraternidad] aparece sólo diez veces en los opúsculos de Francisco y siempre es empleada para designar a la Orden como tal, es decir, al grupo de los hermanos que profesan la misma Regla y que persiguen el mismo ideal;[3] a la luz del contexto en que aparece, el término fraternitas no significa la virtud relacionada con el mandamiento del amor, sino el grupo de hermanos concretos y específicos. En esas diez veces la fraternitas se puede equiparar a los vocablos Ordo o Religio, usados también con una cierta frecuencia en los mismos escritos del santo[4] con el significado jurídico proprio de la terminología eclesiástica y monástica de la época y que progresivamente se impuso en el vocabulario de los documentos del franciscanismo primitivo. Es sintomático que la palabra fraternitas, no siendo de carácter jurídico, aparezca cuatro veces en la Regla bulada, documento que fue sometido a la revisión de los juristas de la Curia romana;[5] y dos veces en el Testamento, sobre cuya importancia y autenticidad no es necesario insistir; esto indica que para Francisco dicho término tenía un significado especial al cual no quería renunciar. Téngase en cuenta que de suyo la palabra fraternitas implica un concepto abstracto, pero el gran sentido de concretez del santo le impedía darle un tal significado; para Francisco la fraternitas era la Orden de los Hermanos Menores.

Se debe notar además que en los escritos de Francisco no aparece nunca el vocablo comunitas [comunidad], a pesar de que era muy usado en el Medioevo para designar las relaciones y el comportamiento dentro de la vida monástica y de las formas que de ella se derivaron, como la de los Premostratenses o de los Canónigos Regulares. Esto indica que para el santo de Asís las relaciones al interior de la Orden de los Hermanos Menores no se guían por el régimen de la comunitas, sino por el de la fraternitas.

Tanto la comunitas como la fraternitas se inspiraron en el precepto evangélico de la caridad. Ambas buscan poner en práctica el mandamiento de Jesús de �amarse los unos a los otros�, pero cada uno lo hace desde perspectivas diversas. En efecto, dentro de la concepción monástica la comunitas se inspira en el mandato evangélico de la unidad y va orientada a salvar las relaciones armónicas entre los monjes (a veces llamados �hermanos�) y a fomentar el orden del monasterio; es el ejercicio de la caridad orientado con predilección hacia el conjunto de una institución. En el Código de Derecho Canónico de 1917, cuando se hablaba de vida común de los religiosos, se acentuaba casi de forma exclusiva esta dimensión,[6] dado que insiste sobre los elementos exteriores de la vida común, como la uniformidad del estilo de vida de todos los que habitan bajo el mismo techo y llevan el mismo hábito.

Por su parte, la concepción franciscana de la fraternitas toma como punto de partida la persona de cada hermano dentro de su peculiaridad y se orienta a fomentar el amor recíproco y espontáneo entre todos los hermanos; en este caso predomina el ejercicio de la caridad orientado con predilección a la situación de cada uno. Se puede decir que esta concepción es la que predomina en el nuevo Código de Derecho Canónico, el cual insiste en la dimensión espiritual de las relaciones y en los vínculos de caridad que deben unir a los miembros de una familia religiosa. Algunas de las expresiones empleadas por el Código para designar el fenómeno son ya de suyo bastante elocuentes: �vida fraterna�, �comunión fraterna�, �comunidad fraterna en Cristo�.[7]

Comparando ambas concepciones, se podría decir que la comunitas insiste más en los aspectos externos y jurídicos, como habitar en la misma casa religiosa legítimamente constituida y bajo la autoridad del superior regular; enfatiza la necesidad de observar las mismas normas (los estatutos de la Comunidad), de participar en los actos comunes como la oración, la refección y la recreación, de colaborar en los servicios comunes y de trabajar para la Comunidad. Por su parte en la fraternitas prevalecen los aspectos espirituales que animan la comunión fraterna y que construyen la mutua caridad; se subraya la comunión de vida, la relación interpersonal, la convicción de que todos los miembros han sido reunidos en Cristo como una especial familia, en la cual cada uno realiza su propia vocación. La comunitas es más estática en tanto que la fraternitas es más dinámica; la comunitas es más eficaz en tanto que la fraternitas es más vital.

Es evidente que desde ciertos aspectos, ambas concepciones pueden conciliarse, en cuanto las estructuras de la vida comunitaria constituyen como el esqueleto que adquiere la vida comunicada por el espíritu de fraternidad, pero debe quedar claro que la comunión fraterna no se puede construir con las solas estructuras, ni con la observancia de las normas comunes, ni con la habitación bajo un mismo techo, ni la ejecución de un trabajo común. Sería como pretender que un cuartel militar o una empresa bien organizada fuesen por sí mismos �fraternidades�.

Para designar de manera oficial a su fraternitas, Francisco adopta el nombre de �Orden de los Hermanos Menores�. Ya desde los primeros años de su experiencia evangélica, poco después de la llegada de los primeros compañeros, optó por un nombre para identificar a la Religio. Se trata en verdad de un nombre que no está ligado a una actividad determinada (hospitalarios, predicadores, misioneros, educadores...), sino a una manera de ser. Es un nombre que de suyo implica todo un programa de vida. El primer elemento �hermanos� (fratres) da origen al término fraternitas entendida sea como la institución (Fraternidad), sea como la actitud de vida que se expresa en las relaciones con los otros (fraternidad). Casi siempre que en sus opúsculos el santo se dirige a los miembros de su Fraternidad los llama �hermanos� (fratres). El sustantivo �hermano� (frater) es uno de los más usados en el vocabulario de Francisco; en efecto, aparece 306 veces, el segundo en frecuencia después del sustantivo �Señor� (Dominus), el más usado, que se encuentra 410 veces en sus escritos.[8] Esto indica que el término fraternitas para identificar a la Orden conlleva también una actitud del alma en la relación que se debe dar entre sus miembros. Dado el carácter ocasional de los opúsculos del santo, no se puede pretender en ellos una definición de la fraternidad, tanto más que, como se sabe, esta palabra no aparece empleada en sentido abstracto; por el mismo motivo tampoco es posible encontrar una exposición sistemática. No obstante, ni su lenguaje simple ni su forma asistemática impiden descubrir a través de ellos el amplio horizonte del pensamiento del Pobrecillo sobre la fraternidad, en particular los presupuestos teológicos de la misma y sus principales características.

J. Segrelles: Cristo entre los hermanos

PRESUPUESTOS TEOLÓGICOS

Un punto de partida necesario para comprender la concepción que tuvo Francisco sobre la fraternidad es su fe fundante en la paternidad de Dios. La frecuencia del nombre �Padre� aplicado a Dios en el conjunto de sus escritos (97 veces)[9] es ya un indicio de la importancia que tenía para él este título divino. Se trata de un apelativo que adquiere un sentido pleno en cuanto es �el Padre de nuestro Señor Jesucristo�; en otros términos, es desde el contexto de las relaciones Trinitarias de donde arranca el sentido de Dios como Padre para Francisco. Esto explica por qué uno de los centros neurálgicos de su oración era la alabanza al �Padre santo�.[10] En una de las más importantes exhortaciones de la RegNB [= 1 R] (cap. 22) encontramos expresada dicha fe con palabras encendidas que invitan a orar al �Padre nuestro que está en los cielos� y en las que de forma reiterada se dirige a Dios como un Padre (al menos 9 veces de forma explícita); uno de los puntos culminantes de dicha exhortación es precisamente la siguiente frase del evangelista san Mateo (Mt 23,9), que Francisco hace suya: �Todos vosotros sois hermanos; y entre vosotros no llaméis a nadie padre sobre la tierra, pues uno es vuestro Padre, el que está en los cielos�.[11]

Otro de los presupuestos teológicos del concepto sanfranciscano de fraternidad se deduce de las relaciones que se dan entre las tres personas de la Trinidad, al interior de las cuales Francisco encuentra un puesto privilegiado a través del Hijo Jesucristo, de quien se puede llegar a ser �esposos, hermanos y madres�. En las dos redacciones de la Carta a los Fieles hay un pasaje emblemático en el que el Pobrecillo expresa de manera elocuente y original su pensamiento con estas palabras: �Y sobre todos aquellos y aquellas mientras hicieren tales cosas y perseveraren hasta el fin, descansará sobre ellos el Espíritu del Señor (Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (Jn 14,23). Y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras hacen. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo. Somos esposos cuando, por el Espíritu Santo, se une el alma fiel a Jesucristo. Somos ciertamente hermanos cuando hacemos la voluntad de su Padre, que está en el cielo; madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo por el amor y la conciencia pura y sincera; lo damos a luz por la santa operación, que debe iluminar a los otros con el ejemplo. �Oh, cuán glorioso y santo y grande, tener en los cielos un Padre �Oh, cuán santo, tener un esposo consolador, bello y admirable �Oh, cuán santo y cuán dilecto, placentero, humilde, pacífico, dulce y amable y sobre todas las cosas deseable es tener tal hermano y tal hijo que dio su vida por sus ovejas y oró al Padre por nosotros diciendo: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado (Jn 17,11)� (2CtaF 48-56; cf. 1CtaF 1,5-14). Se trata de un texto de elevado tono místico, que bien merecería un análisis más detenido, del cual aquí nos limitamos a llamar la atención sobre el tipo de relación que alcanzan quienes logran llegar a poseer �el Espíritu del Señor�, meta dorada y punto de partida necesario para comprender la espiritualidad de Francisco; las relaciones en él mencionadas toman como referentes las situaciones humanas en las que el amor adquiere los mayores grados de intensidad y de pureza: los esposos, los hermanos, las madres.

En estrecha relación con cuanto precede, otro de los principios que fundamentan el concepto sanfranciscano de fraternidad es la concepción del otro como un �hermano espiritual�. En el capítulo central de la RegB [= 2 R], dedicado en su segunda parte a las relaciones fraternas, Francisco usa una frase que ha llegado a ser clásica en el mundo franciscano: �Si la madre nutre y ama a su hijo carnal, �cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual?� (2 R 6,8). La analogía de la madre, que ya había sido usada en la RegNB,[14] es tomada en ambos textos como un término de comparación, pero en la RegB adquiere una mayor claridad en cuanto establece un evidente contraste entre �hijo carnal� y �hermano espiritual�. Esto significa que según el texto, los destinatarios de la Regla son �hermanos espirituales�, es decir, �hermanos en el Espíritu�, puesto que se parte del supuesto de que todos abrazaron esta vida �por divina inspiración� (cf. 1 R 2,1) y que todos entran en la dinámica de anhelar �poseer el Espíritu del Señor y su santa operación� (2 R 10,9). Cuando se tiene la convicción de que quienes siguen el mismo proyecto evangélico de vida son �hermanos espirituales�, entonces las relaciones fraternas se colocan en un punto alto, de modo particular por cuanto se refiere a la valoración y al respeto mutuo.

El espíritu de fraternidad según Francisco tiene otro de sus puntos teológicos de apoyo en la concepción del hermano como un don de Dios. Cuando el santo hace memoria en su Testamento de los primeros pasos de la Fraternidad, expresa la llegada de los primeros hermanos como un regalo de Dios: �...y después de que el Señor me regaló hermanos ...� (Test 14). Esto indica que según su convicción, la fraternidad no es un simple proyecto humano sino que forma parte del proyecto de Dios. Según esto, en el origen de la vida fraterna está la comunicación de la vida divina, que es amor, y su construcción se debe a la acción del Espíritu Santo, que es amor. La concepción del hermano como un don de Dios es la que le da solidez teológica a la relación fraterna, la cual en algunos casos impide que degenere en una simple relación de simpatía y, en otros, contribuye a superar las divergencias temperamentales o ideológicas que se experimentan en la convivencia diaria. Desde esta convicción es posible la comunión fraterna entre seres humanos de diversas razas, edades, culturas y lenguas.

Dibujo franciscano: Barriendo

CARACTERÍSTICAS Y EXPRESIONES DE FRATERNIDAD

Los escritos de Francisco nos ofrecen, ante todo, expresiones concretas de fraternidad, es decir, manifestaciones de la misma en distintas dimensiones de la vida. Tales expresiones contribuyen a darle el matiz específico a este elemento fundamental del carisma franciscano. Una investigación a través de los escritos del santo nos permite identificar algunas manifestaciones de la fraternidad que tienen una gran importancia en la vida práctica.

1) Una primera característica es la igualdad: Francisco quiso una Orden compuesta por hermanos. Como ya se ha dicho antes, el término �hermano-hermanos� (frater-fratres) es el más empleado en sus escritos para dirigirse a los miembros de su Fraternidad.[18] En uno de los estratos más primitivos de la RegNB, que corresponde por cierto al momento en que los primeros hermanos sintieron la necesidad de identificarse, se encuentra una frase que en forma implícita declara el principio de la igualdad: �y nadie sea llamado prior, sino que todos sin excepciones sean llamados hermanos menores� (1 R 6,3).

Este principio aparece expresado de forma mucho más explícita en otro texto que forma parte del capítulo 5 de la misma Regla dedicado al tema de la fraternidad y que aquí dividimos en tres secciones con una finalidad metodológica:

[A] �9Igualmente todos los hermanos no tengan en cuanto a esto potestad o dominio, máxime entre ellos. 10Pues como dice el Señor en el Evangelio: Los príncipes de las naciones las dominan, y los que son mayores ejercen el poder en ellas (Mt 20,25). 11Y todo el que quisiere hacerse mayor entre ellos, sea su ministro (cf. Mt 20,26b) y siervo; 12Y el que es mayor entre ellos hágase como el menor (cf. Lc 22,26).

[B] 13Y ningún hermano haga mal o hable mal al otro. 14Sino más bien, por la caridad del espíritu, voluntariamente se sirvan y obedezcan unos a otros (cf. Gál 5,13). 15Y esta es la verdadera y santa obediencia de nuestro Señor Jesucristo.

[C] 16Y todos los hermanos, cuantas veces se aparten de los mandatos del Señor y vagaren fuera de la obediencia, como dice el profeta (cf. Sal 113,21), sepan que son malditos fuera de la obediencia mientras permanecieren en tal pecado a sabiendas. 17Y cuando perseveraren en los mandatos del Señor, que prometieron por el santo Evangelio y por su vida, sepan que están en la verdadera obediencia y sean bendecidos por el Señor (1 R 5,9-17).

Leído en clave de igualdad, este texto indica, en la sección [A] que la corrección fraterna de los hermanos y la ayuda espiritual que se brinda a los que han pecado, no crea como consecuencia ninguna jerarquía en la Fraternidad ni ninguna supuesta superioridad de �los perfectos� sobre �los imperfectos�. Esto quiere decir que el cuidado pastoral que se hace de los hermanos no entra en las categorías del dominio y la manipulación de quienes gobiernan a las naciones; es ante todo un servicio, un ministerio, que lleva a todos a actuar y a ser en verdad menores.

La sección [B] se refiere a una de las posibles reacciones que se dan en cualquier grupo humano ante el pecado o la defección de alguno de sus miembros: la murmuración. En este caso Francisco vuelve al tema del servicio enriqueciéndolo con un nuevo concepto, el de la obediencia mutua. Tal concepto parte del principio implícito de la igualdad de todos los hermanos, por lo cual ninguno tiene derecho de juzgar a nadie.

La sección [C] desarrolla el concepto de obediencia desde su significado más profundo, como es el que tiene en la RegB 2,11. En efecto, estar �vagueando fuera de la obediencia� es salirse del ámbito de la obediencia, al que fueron recibidos los hermanos como consecuencia de su profesión. Pecar es salirse de la �ob-audientia� de Dios y esto es causa de la maldición de Dios; por el contrario, perseverar en la obediencia, es decir, �en los mandatos del Señor, que prometieron por el santo Evangelio...�, produce la bendición del Señor y crea la verdadera igualdad entre los hermanos.

A la luz de este texto aparece claro que el principio de la igualdad se rige por criterios teológicos y no sociológicos, es decir, se basa en las convicciones que emergen de la fe y no de las exigencias que impone la convivencia con los hombres. Según esto, la igualdad franciscana no se puede confundir con el �igualitarismo�, es decir, la uniformidad, puesto que no pretende nivelar a los componentes de la Fraternidad en función de un objetivo común, sacrificando en aras de él las diferencias personales que presenta cada individuo. Al contrario, parte de cada uno en cuanto persona enriquecida por la fe, a fin de que desde allí pueda también él contribuir a la construcción de la vida fraterna y a la comunión entre todos los seres humanos.

Las estructuras de gobierno ideadas por Francisco para su Orden responden a cabalidad al concepto de igualdad que debe reinar entre los hermanos, pues todas están concebidas en función del servicio. Los mismos nombres escogidos por el santo para designar a los que ejercen la autoridad al interior de la fraternidad son una demostración de cuanto hemos dicho.[21]

2) Otra característica de la fraternidad para Francisco es la reciprocidad. Si leemos con atención sus escritos, notaremos que, cuando se refiere a las relaciones entre los hermanos, emplea con mucha frecuencia expresiones como mutuamente, recíprocamente, unos a otros, entre sí.[22] Así, por ejemplo, en el Testamento de Siena, donde fueron recogidas las más importantes recomendaciones que Francisco, casi moribundo, dejó a sus hermanos, se encuentra en primer lugar la siguiente: �Que en señal de recuerdo de mi bendición y de mi testamento siempre se amen recíprocamente� (TestS 3). Si nos preguntamos sobre el origen de esta forma de hablar, no hay duda de que en el lenguaje de Francisco se refleja el del mandamiento evangélico del amor: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado (Jn 15,12);[24] en este caso él no sigue la tradición de los fundadores de las comunidades monásticas que se inspiraron casi todos en el cor unum et anima una ("un solo corazón y una sola alma") de la primitiva iglesia cristiana de Jerusalén descrita en los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,32-35). Con su lenguaje Francisco enfatiza que para él la fraternidad era una realidad interpersonal y no tan sólo una yuxtaposición de personas; es una fraternidad que tiene su punto de referencia en el Cenáculo. Es aquí donde se encuentra uno de los elementos clave para comprender por qué el fundador de la Orden de los menores quería una Fraternitas y no una comunitas. En la Comunitas cuenta la relación de cada uno con el conjunto que constituye la comunidad, mientras que la Fraternitas se construye a partir de la relación de cada uno con cada uno.[25]

Dentro de la Fraternitas las relaciones con los otros hermanos se deben guiar por el principio de la reciprocidad. Esto significa que no son relaciones secundarias o funcionales, sino primarias. Las relaciones primarias se basan en la comunicación interpersonal, es decir, tienen en cuenta todas las dimensiones de la persona del hermano; lo valoran por lo que es y no por lo que hace o por lo que sabe, o por lo que tiene. Por eso en ellas no cuentan los cargos, ni el aspecto externo, ni los títulos académicos, ni otros factores de esta clase, sino la persona misma con sus características.

La reciprocidad va más allá de las palabras y tiene en cuenta los sentimientos, los hechos, las cualidades y aún las limitaciones de los hermanos. Es una tarea que supone salir de sí y entrar en el otro, pero a la vez crear un espacio para el otro y abrir la puerta para que pueda entrar. Es aprender a conocer al otro y dejar que los otros me conozcan. Es compartir mi vida, mis sentimientos, mis temores, mis ideales con el otro, y saber acoger los suyos. Es presentarme ante el otro sin máscaras; es dejar que el otro vea que no todo lo que hay en mí es perfecto y permitir que contribuya a mi perfeccionamiento. El verdadero amor fraterno se manifiesta, ante todo, a través de los hechos de amor, según esta bellísima exhortación de Francisco, compuesta con textos de san Juan: �Y ámense mutuamente como dice el Señor: Este es mi mandamiento, que se amen mutuamente, como yo los amé (Jn 15,12). Y muestren con las obras el amor que se tienen mutuamente, como dice el Apóstol: No amemos de palabra y de boca, sino de obra y de verdad (1 Jn 3,18)� (1 R 11,5-6).

En estrecha relación con lo que precede está lo que podríamos llamar la permanencia y la ubicuidad. Con esto queremos decir que para Francisco no hay restricciones ni de tiempo ni de lugar para expresar y fomentar el amor fraterno, como lo expresan estas palabras: �Y donde quiera estén los hermanos y en cualquier lugar en que se encontraren, espiritual y diligentemente se deben volver a ver y honrarse mutuamente sin murmuración (1 Pe 4,9)� (1 R 7,15). Estas disposiciones se entienden mejor si tenemos en cuenta que en los orígenes la forma de vida franciscana no supone lugares fijos, ni casas estables, ni conventos permanentes. Francisco funda una Orden en constante itinerancia misionera, una Fraternidad en misión. Por ello se explica que en sus escritos, cuando se refiere a los encuentros de los hermanos, use con tanta frecuencia apóstrofes como: donde quiera que, o en cualquier parte, etc.[28] Dado que la evangelización constituye uno de los puntos centrales de la vocación franciscana, el precepto evangélico de la caridad no puede circunscribirse a unos lugares o a unos momentos, porque la fraternidad como actitud es omnipresente, no tiene tiempos ni lugares.

3) En tercer lugar las relaciones entre los hermanos deben estar regidas por el principio de la subsidiaridad, la cual a su vez se basa en la confianza mutua. Como la Fraternidad está compuesta por hermanos que escogieron la pobreza, cada uno tiene sus propias necesidades que deben ser satisfechas por los otros hermanos, aunque siempre sin detrimento de la pobreza profesada. Los hermanos menores pertenecen a una misma familia y por eso debe existir entre ellos una grande confianza, de tal manera que puedan manifestarse mutuamente sus necesidades: �Y manifieste confiadamente el uno al otro su necesidad, para que le encuentre lo necesario y se lo suministre� (1 R 9,10), como lo harían con la propia madre. Según esto, la fraternidad como actitud es sentir la necesidad del otro y acudir con prontitud a remediarla, pero supone también de parte del necesitado saber manifestar con simplicidad al otro la propia necesidad. En este contexto se entienden mejor las disposiciones sobre el salario que reciben algunos hermanos por su trabajo, quienes como miembros de la misma familia, deben ponerlo al servicio de los demás: �y como precio del trabajo reciban para sí y sus hermanos las cosas necesarias al cuerpo� (2 R 5,3).

De la mano de la subsidiaridad está la oblatividad, la cual tiene un doble ámbito aplicativo: uno externo y otro interno. El externo (dar cosas) tal vez es el más fácil y en verdad tiene un valor significante, pero no es el más importante, pues la dádiva de cosas sin el don de sí mismo no puede construir la verdadera comunión fraterna. El ámbito de la oblatividad tiene a su vez un doble movimiento: el donarse a los hermanos y el recibir a los hermanos. Este doble movimiento es uno de los factores que construyen la fraternidad, frente al individualismo fomentado y aplaudido por la sociedad moderna.

El doble ámbito de la oblatividad y el doble movimiento que ella implica hacen que los miembros de una Fraternidad se acerquen a la comunión fraterna no con espíritu consumístico, sino constructivo. Desde la perspectiva de la oblatividad se contribuye a la cualificación de la vida fraterna, la cual a su vez incide en la fidelidad de cada uno de los miembros de una Fraternidad. En efecto, así como la baja calidad de vida fraterna ha sido el motivo de abandono de no pocos hermanos, así mismo una vida rica de comunión fraterna es un válido punto de apoyo para la perseverancia. En otros términos, una auténtica vida de fraternidad hace a los unos responsables de la fidelidad de los otros y obliga a cada uno a crear un clima propicio de comprensión y de ayuda mutua.

4) La misericordia debe ser otra de las notas distintivas de la fraternidad franciscana. Francisco sabía muy bien que uno de los mayores obstáculos para la comunión fraterna procede de la debilidad moral del ser humano frente a los demás, la cual se expresa en la interpretación incorrecta de sus acciones, en las presunciones calumniosas, en la difamación, en los altercados, etc. Por ello exhorta a sus hermanos con estas palabras del Evangelio: �Y hagan entre sí como dice el Señor: Todo lo que quieran que les hagan los hombres, háganlo también ustedes a ellos (Mt 7,12) y: Lo que no quieras que te hagan, no lo hagas a los otros (Mt 20-28)� (1 R 4,4-5). Según esto, el hermano menor no debe hacer ni decir nada malo contra los otros, no debe calumniar, ni litigar, ni juzgar, ni condenar a ninguno, a pesar de que sufra evidentes persecuciones (cf. 1 R 5,13-14; CtaM 2-8; 2CtaF38). La verdadera caridad lleva a profesar al hermano ausente un amor semejante al que le expresa en su presencia (cf. Adm 25), pero, sobre todo, se manifiesta a través de la misericordia frente a sus debilidades espirituales (cf. Adm 28,1). Por ello, los hermanos �deben guardarse de airarse y conturbarse por el pecado de alguno, porque la ira y la conturbación impiden en sí y en los otros la caridad� (2 R 7,3; cf. 1 R 5,7-8 Adm 11); al contrario, deben ayudar de la mejor forma posible al que ha pecado, especialmente a través de la corrección fraterna (cf. 1 R 5,3-6). Más aún, la misericordia en las relaciones fraternas lleva a asumir al otro tal como es y no como quisiéramos que fuese. En este sentido las recomendaciones que le da Francisco a un cierto ministro son de una gran altura no sólo humanística, sino, sobre todo, evangélica; se trata de un ministro que estando en dificultades con algunos de sus hermanos, recibe del santo varias orientaciones, entre las cuales le dice: aun en caso de que te azotaren �ama a aquellos que te hacen esto. Y no quieras otra cosa de ellos sino cuanto el Señor te diere. Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos [...] Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si hicieres esto, a saber, que no haya algún hermano en el mundo, que haya pecado todo cuanto haya podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, nunca se retire sin tu misericordia, si busca tu misericordia. Y si no busca misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. Y si pecara mil veces delante de tus ojos, ámalo más que a mí, para esto, para que lo atraigas al Señor; y que siempre tengas misericordia de los tales�.[37]

5) No podemos dejar pasar desapercibido otro distintivo, reconocido por todos, de la fraternidad franciscana: la alegría. Sobre este particular, una de las exhortaciones de la Regla no bulada es bastante elocuente cuando dice: �Y cuídense de manifestarse tristes externamente e hipócritas sombríos; sino que se manifiesten gozosos en el Señor (cf. Flp 4,4), y de buen humor y convenientemente agradables� (1 R 7,16). Es evidente que cuando Francisco usa las palabras �hipócritas sombríos�, está fustigando de manera indirecta ciertas formas de espiritualidad, en especial la taciturnitas, que seguramente él conoció en los monasterios o en los representantes de algunos movimientos laicales de su época, de modo particular entre los cátaros. Su alma juglaresca, su amor a la vida y a lo bello pero, sobre todo, su convicción de poseer el Espíritu del Señor, lo llevaban a comunicar a los demás el gozo que inundaba su alma.

El verdadero espíritu de fraternidad sabe sembrar alegría en el ambiente en que se encuentra cada uno de los hermanos. Comunicar la alegría no es otra cosa que dejar que se transparente el gozo que hay en el corazón y saber compartir ese don del Espíritu con los demás. El fomento de la alegría es una acción dinámica que implica una doble dirección, es decir, no sólo comunicar sino también dejar que los otros me comuniquen su gozo; es alegrarse con el que está alegre. La comunicación serena y jovial entre los hermanos, el buen humor sin palabras ociosas ni vacías, no solamente es una expresión de la vida fraterna, sino que la edifican, en cuanto llevan a los demás al amor de Dios (cf. Adm 20). Por ello en realidad no existen normas franciscanas sobre el silencio, a diferencia de las muchas que aparecen en la legislación monástica; a excepción de las escasas y no muy rígidas que se encuentran en la Regla para los eremitorios (REr 3.4.8.9). Francisco sólo insiste en guardar silencio y saber refrenar la lengua para evitar la calumnia (cf. 1 R 11,1-2).

Dibujo franciscano: Razas

RECAPITULACIÓN

A la luz de todo lo anterior, vemos que la fraternidad como actitud es encuentro y diálogo, es comunión divina y humana a un tiempo. Es una vida más que una estructura; sin esa vida, las estructuras de la vida fraterna carecerían de sentido. Entendida como institución, la Fraternidad es el lugar y la �forma de vida� que propicia el encuentro y el diálogo con los otros, pero a su vez es tarea común asumida ante Dios y no ante una ley. Es una �Ecclesia� en miniatura en la cual cada uno se siente llamado junto con los otros para construir todos juntos un bien común, para caminar juntos hacia la misma meta, para cumplir todos juntos una común tarea: contribuir a la edificación del Reino de Dios.

Además de los fundamentos teológicos, hemos querido resaltar las más importantes expresiones de la fraternidad por un doble motivo: en primer lugar porque, tomadas en su conjunto, nos ayudan a entender mejor uno de los elementos-clave del carisma de Francisco, quien, como decíamos, no nos dejó una definición de la fraternidad; en segundo lugar, porque configuran una específica manera de ser y crean una especie de sello indeleble en cada hermano menor y en todos los hermanos como conjunto, hasta el punto que se constituye en uno de los elementos distintivos que los hacen (los deben hacer) perceptibles cuando �van por el mundo�. Siendo hermanos a la luz de tales signos manifestativos de la fraternidad, los hermanos se convierten por el mismo hecho en testigos y anunciadores del amor que el Padre Dios nos tiene, en evangelizadores de la caridad.

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N O T A S:

[*] En esta versión digital, incorporamos al texto del artículo algunas citas breves, a la vez que mantenemos la numeración de las notas].

[1] Por ejemplo, las Constituciones Generales de la Orden de los Hermanos Menores comienzan así: �Ordo Fratrum Minorum, a S. Francisco Assisiensis fundatus, est fraternitas ... � (art. 1 � 1). En este caso se ha retomado la terminología usada por muchos grupos religiosos del Medioevo (Fraternidades al servicio de los pobres, de los huérfanos, de los enfermos...), que poco después fue adoptada también por determinados grupos de artesanos (Confraternidad de los zapateros, de la lana, etc.) o por grupos dedicados a prácticas piadosas.

[2] Entre la abundante bibliografía existente sobre el tema de la fraternidad desde el punto de vista franciscano, nos limitamos a indicar solamente algunos estudios: F. De Beer, La Gènese de la Fraternité Franciscaine (selon quelques sources primitives), en Franziskanische Studien 49 (1976) 350-372; S. López, Familiares entre sí en la obediencia del Hijo, en Selecciones de Franciscanismo 4 (1975) 216-226; S. López, Francisco, un hombre de comunión�, en Verdad y Vida 33 (1975) 75-89; M. Vovk, Die franziskanische Fraternitas als Erfüllung eines Anliegens der hochmittelalterlichen Zeit, en Wissenschaft und Weisheit 39 (1976) 75-89; F. Iozzelli, La vita fraterna nell'Ordine francescano primitivo, en Studi francescani 74 (1977) 259-313; S. Núñez, Relaciones fraternas en el espíritu de San Francisco�, en Verdad y Vida 35 (1977) 137-156; M. Steiner, La experiencia de la fraternidad en S. Francisco de Asís, en Selecciones de Franciscanismo 7 (1978) 97-115; D. Flood, The Domestication of the Franciscan Movement, en Franziskanische Studien 60 (1978) 311-327; Th. Desbonnets, Dalla Fraternità all'Ordine�, en Temi di vita francescana: La Fraternità, Roma 1983, 73-95; G. Odoardi, Fraternità e servizio: Le strutture della fraternità francescana, en Temi di vita francescana: La Fraternità, Roma 1983, 173-189; J.-B. Auberger, La fraternidad franciscana, en Selecciones de Franciscanismo 18 (1989) 206-225; J. Micó, Hijos de Dios, hermanos de los hombres, en Selecciones de Franciscanismo 18 (1989) 391-428; A. Pompei, La Fraternità negli scritti di S. Francesco e nel primo secolo francescano, en Miscellanea Francescana 93 (1993) 3-63; S. López, El seguimiento de Jesucristo hermano en la experiencia cristiana de Francisco y de Clara. La fraternidad-sororidad-relación, en Selecciones de Franciscanismo 24 (1995) 40-70; E. Doyle, St. Francis and the Song of Brotherhood and Sisterhood, The Franciscan Institute, St. Bonaventure N.Y. 1997, 233 pp.; M. A. Lavilla, La misericordia en San Francisco de Asís, en Selecciones de Franciscanismo 26 (1997) 263-283.

[3] Cf. Regla bulada [2 R] 8 (título); 8,1; 9,2; 12,3; Regla no bulada [1 R] 5,4; 18,2; 19,2; Testamento [Test] 27.33; Carta a toda la Orden [CtaO] 2.

[4] El término Ordo aparece 11 veces y el término Religio 19 (cf. Corpus des Sources Franciscaines, V: J.-F. Godet - G. Mailleux, Opuscula sancti Francisci, Scripta sanctae Clarae, Concordance, Index, Listes de fréquence, Tables comparatives (CETEDOC, Louvain 1976, 169-195).

[5] Por lo mismo quizás no hay que dramatizar demasiado, al menos en este caso, la acusación de �institucionalización� que algunos le hacen a esta Regla.

[6] En efecto, parece que, además de la observancia de los mismos votos y de la misma legislación (cf. can. 593), para este Código la comprensión de la �vida común� se reduce a tres elementos: la comida, el vestido y los utensilios: �In quavis religione vita communis accurate ab omnibus servetur etiam in iis quae ad victum, vestitum et ad supellectilem pertinent� (can. 594,l).

[7] Cf. Codex Iuris Canonici, actoritate Ioannis Pauli PP. II promulgatus, Lib. Editrice Vaticana 1983, can. 602; 607,2; 619; en algunos casos conserva la terminología de �comunidad religiosa� (can. 608) o se refiere a la �observancia de la vida común� (can. 665).

[8] Cf. Corpus des Sources Franciscaines, V, respectivamente 118-122, 98-102

[9] Cf. Corpus des Sources Franciscaines, V, 174-175.

[10] Cf. Alabanzas al Dios altísimo [AlD] 2; Oficio de la Pasión [OfP] 1,5.9; 2,11; 3,2; 4,9.15; 6,12; 7,3.12; 14,1; 15,3-4...

[11] 1 R 22,34. Para una visión más amplia sobre la concepción de Dios como Padre en san Francisco cf. Th. Matura, François d'Assise �auteur spirituel�. Le message de ses écrits, 95-102; [Th. Matura, �Mi Pater Sancte�. Dios como Padre en los Escritos de san Francisco, en Selecciones de Franciscanismo, vol. 13, núm 39 (1984) 371-405]; J. Freyer, Dios Padre en los escritos y vivencias de San Francisco� en Cuadernos Franciscanos 30, n. 126 (1999) 80-90.

[14] �Cada uno ame y nutra a su hermano, como la madre ama y nutre a su hijo� (1 R 9,11).

[18] Es importante ver el contraste entre las 306 veces del vocablo frater (es uno de los términos más usados) y las 15 veces de la palabra religiosus.

[21] La igualdad de los hermanos en el proyecto franciscano es presentada en las fuentes hagiográficas de modo claro. Ver 1 Cel 31 y 2 Cel 191 y 193.

[22]Invicem� aparece 5 veces en los escritos de Francisco y 3 en los de Clara (cf. Corpus de Sources Franciscaines, V, 139); �Vicitudinaliter�, 1 vez en la REr 10. �Inter se� aparece 4 veces, �alter alterius�, 4 veces, y la frase �debent ei servire sicut vellent sibi serviri� aparece 8 veces (cf. F. De Beer, La Gènese de la Fraternité Franciscaine, 352).

[24] Cf. 1 R 11,5-6; 9,10-11; 7,15; 2 R 6,7-8; TestS 3; Fragmenta RegNB I, 30; Adm 24; 25. Para el análisis de estos textos a la luz del texto joaneo cf. W. Viviani, L'Ermeneutica di Francesco d'Assisi. Indagine alla luce di Gv 13-17 nei suoi Scritti, Roma 1983, 196-203.

[25] Cf. A. Pompei, La fraternità negli scritti di S. Francesco, 20-21.

[28] Ordinariamente se encuentra expresada con el adverbio latino �ubicumque�, cf. 2 R 3,14; 6,7; 8,2; 10,4; 1 R 3,5; 7,15; 8,1; 9,13; 10,1; 14,1; 18,1; Test 18.25.31.

[37] CtaM 5-7.9-11. Para un comentario más amplio de esta carta cf. M. A. Lavilla, La misericordia en San Francisco de Asís, en Selecciones de Franciscanismo 26 (1997) 276-280.

[En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXXII, núm. 95 (2003) 236-249]

 


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