Un guerrero profesional

El Cid Campeador, el señor de la guerra del siglo XI

Ya fuera en combates singulares, en batallas en campo abierto o en asedios a ciudades, Rodrigo Díaz de Vivar hizo justicia al sobrenombre de Campeador, el victorioso, que recibió en su juventud.

02 asalto valencia cid. Foto. Bridgeman.ACI

02 asalto valencia cid. Foto. Bridgeman.ACI

La conquista de Valencia en 1094 fue la empresa militar de mayor envergadura que acometió Rodrigo Díaz. 

Foto: Bridgeman / ACI

"Por las torres de Valencia todos han salido armados, / mio Cid a sus vasallos muy bien los ha amonestado: / dejan a las puertas hombres de gran cuidado. / Salió mio Cid en Babieca, su caballo, / de todas sus guarniciones muy bien está equipado. / La enseña sacan fuera, de Valencia se han marchado, / cuatro mil menos treinta de mio Cid van al lado, / a los cincuenta mil van a embestir con agrado; / Álvar Álvarez y Álvar Fáñez les acometieron por el otro lado. / Así lo quiso el Creador y hubieron de derrotarlos . / Mio Cid empleó la lanza y de la espada echó mano, / a tantos moros mata que no pueden ser contados, / por el codo abajo la sangre goteando".

Cronología

La vida del Cid

1048

En torno a esta fecha nace Rodrigo Díaz en la aldea castellana de Vivar, próxima a Burgos.

1066

Sancho II de Castilla nombra armiger a Rodrigo Díaz, que pronto es apodado el Campeador.

1081

Desterrado por Alfonso VI de León, el Cid pasa al servicio de los Beni Hud, la taifa de Zaragoza.

1094

Tras un largo asedio, Valencia se rinde al Cid, quien se convierte en señor de un ampio territorio.

1099

Muere el Cid en Valencia. Tres años más tarde la ciudad cae en manos de los almorávides.

Este pasaje del Cantar de mio Cid es uno de tantos en que se representa a Rodrigo Díaz de Vivar entregado a la actividad más determinante en su vida: la guerra. El Cantar exagera un tanto el poderío del Cid, a fin de exaltarlo como gran héroe de la lucha de los cristianos contra los musulmanes.

Pero otras fuentes confirman que Rodrigo tuvo excepcionales capacidades bélicas, sin las cuales nunca habría alcanzado la fama imperecedera de la que aún goza hoy en día. Ya fuera mientras combatía al servicio de los reyes de León y Castilla, o cuando, tras su destierro en 1081, se convirtió en guerrero a sueldo de señores de taifas y príncipes cristianos, el Campeador demostró su dominio del arte de la guerra de su tiempo en todas sus modalidades, desde la cabalgada devastadora hasta la guerra de asedios y la batalla campal.

Tras su destierro en 1081, el Cid se convirtió en guerrero a sueldo de señores de taifas y príncipes cristianos.

Estatua del Cid Campeador a lomos de su caballo.

Estatua del Cid Campeador a lomos de su caballo.

En 1961 se erigió en Burgos esta estatua, obra de J. C. González-Quesada, que representa a Rodrigo Díaz sobre su caballo Babieca, empuñando su espada Tizona y camino del exilio.

Foto: Alamy / ACI

Siempre victorioso

Las fuentes de la época destacan las destrezas del Cid como combatiente individual. En ellas se nos presenta a un Rodrigo Díaz especializado en duelos de campeones. El Carmen Campidoctoris, un poema inacabado que constituía un panegírico de Rodrigo, quizá compuesto cuando el Cid se convirtió en príncipe de Valencia, afirma que el sobrenombre de Campeador le fue otorgado por haber derrotado, siendo un adolescente, a un campeón navarro en un duelo singular: "Esta lid singular fue la primera, / cuando, muchacho aun, venció a un navarro; / por ello “Campeador” dicho es por boca / de hombres mayores".

Este duelo con el pamplonés Jimeno Garcés es un ejemplo de los combates individuales que en el siglo XI servían para dirimir pleitos judiciales, actuando a modo de ordalías o juicios de Dios; en este caso, se trataba de determinar si cierta villa pertenecía a Navarra o al reino de León.

Una crónica contemporánea, la Historia Roderici, alude a varios combates cuerpo a cuerpo protagonizados por el Cid. Uno tuvo lugar durante el cerco de Zamora del año 1072, cuando fue atacado por sorpresa por varios caballeros de la ciudad sitiada: "Cuando el rey Sancho puso cerco a Zamora, se dio el caso que Rodrigo Díaz luchó solo contra quince soldados del bando contrario que le atacaban, siete de los cuales iban armados con lorigas; de éstos mató a uno, hirió y derribó en tierra a dos, y a todos los demás los puso en fuga con ánimo decidido". En otro combate, el Cid "luchó también con igual suerte con un sarraceno en Medinaceli al que no sólo venció sino que mató".

Dibujo del rey Sancho de Castilla.

Dibujo del rey Sancho de Castilla.

Sancho II de Castilla. Miniatura. Biblioteca Bacional, Madrid.

Foto: Album
Escena de una de las batallas en las que luchó victorioso el Cid Campeador.

Escena de una de las batallas en las que luchó victorioso el Cid Campeador.

Esta escena bélica está en la Biblia de Ripoll, copiada en el siglo XI en el monasterio de esa localidad catalana.

Foto: Prisma / Album

El caudillo militar

Lo más destacable del Rodrigo Díaz histórico no es, sin embargo, su destreza para alzarse con la victoria en ese tipo de combates singulares, sino su capacidad para conducir hombres, actuando como avezado comandante capaz de alcanzar grandes logros militares gracias a su liderazgo.

Siempre dispuesto a aprender y adaptarse, el Cid demostró un gran conocimiento de la psicología de sus propios hombres y de sus enemigos. En una época de conflicto, pero también de estrecho contacto con al-Andalus, el Cid se distinguió por aglutinar numerosos conocimientos y tácticas de los dos mundos en los que se movió, el cristiano feudal y el musulmán andalusí, entremezclados en ese espacio de confrontación y contacto llamado frontera. Así articuló un ejército híbrido, en el que se combinaban los efectivos musulmanes y los cristianos, siendo los primeros incluso superiores en número.

Donación Cid

Donación Cid

Escritura de una donación realizada por el Cid al obispo de Valencia en 1098.

El Cid formó una hueste permanente y relativamente profesionalizada, más eficiente que los contingentes de caballeros feudales que actuaban como querían y se retiraban cuando les placía. Su capacidad para mantener constantemente operativo su ejército, e incluso para incrementar sus fuerzas en momentos clave, convertiría a Rodrigo el Campeador en un auténtico señor de la guerra, un profesional de las armas que vive por y para sus tropas, y, gracias a ello, consigue logros excepcionales.

Los líderes militares medievales normalmente trataban de eludir las batallas, pues era mucho lo que se podía perder y relativamente poco lo que se podía ganar.

Los líderes militares medievales generalmente trataban de eludir las batallas. Era mucho lo que se podía perder en una sola jornada, y relativamente poco lo que se podía ganar. En cambio, parece claro que Rodrigo Díaz buscó en varias ocasiones este tipo de enfrentamientos y obtuvo de ellos rendimientos indudables. Las batallas raramente servían para conquistar territorios. Rodrigo Díaz, sin embargo, supo aprovecharlas para neutralizar a enemigos propios y a los adversarios de los reyes de la taifa de Zaragoza, a los que sirvió como comandante mercenario durante cinco años.

03 Morella Cid Campeador. Foto. Getty Images

03 Morella Cid Campeador. Foto. Getty Images

En 1084, el Cid atacó esta fortaleza de la taifa de Lérida. Una crónica dice que subió hasta la puerta «e hizo gran daño».

Foto: Getty Images

En el fragor de la batalla

Cada batalla ganada por el Campeador como comandante fue ejecutada de manera distinta, lo que demuestra su capacidad para adaptarse a distintas circunstancias y condiciones, así como su versatilidad para improvisar con éxito en distintos escenarios. El Cid demostró que conocía muy bien las formas de combatir no sólo de los cristianos, sino también de los musulmanes, y así no dudó en adoptar tácticas propias del mundo andalusí, como el ataque rápido a caballo seguido por un inmediato repliegue.

Las primeras batallas en las que el Cid actuó como comandante –las de Cabra (1079), Almenar (1082) y Morella (1084)– no nos son demasiado conocidas a causa de la parquedad de las fuentes. Mejor documentadas están las tres últimas: las de Tévar (1090), Cuarte (1094) y Bairén (1097). En la primera, que lo enfrentó a Berenguer Ramón II de Barcelona y las tropas islámicas de la taifa de Lérida, se alzó con la victoria gracias a su inteligente uso del agreste y boscoso escenario de lucha que él mismo eligió, y también a la división que introdujo en la hueste adversaria mediante la propagación de rumores.

aljafería de zaragoza

aljafería de zaragoza

El nombre de este palacio procede de Abu Yafar al-Muqtadir, rey de la taifa de Zaragoza que acogió al Cid.

Foto: Gonzalo Azumendi / Age Fotostock

La batalla de Cuarte fue un intento por parte del Cid de romper el asedio puesto a Valencia por un potente ejército almorávide. Rodrigo Díaz logró derrotar a sus enemigos dividiendo su hueste en dos partes, ayudándose de nuevo de la difusión de rumores en las filas enemigas. En esta ocasión, además, empleó la táctica islámica ya mencionada del ataque rápido a caballo y la huida inmediata, para dividir así a un enemigo numéricamente más poderoso que el suyo.

En la batalla de Bairén, finalmente, alcanzó el triunfo, junto a su aliado Pedro I de Aragón, gracias al lanzamiento de una potente carga de caballería en las playas de Gandía, una oleada que destrozó las filas de un ejército almorávide que les cerraba el paso y les hostigaba desde diferentes flancos.

Castillos y fortalezas

Además de la batalla campal, Rodrigo Díaz dominó también la guerra de asedios, que de hecho era más determinante para la conquista y dominio de territorios, porque en esta época quien controlaba castillos y ciudades fortificadas era dueño del espacio que las rodeaba.

Aunque participó como vasallo en el cerco de Zamora en 1072, fue veinte años más tarde, en el asedio a Valencia de 1094, cuando desplegó toda su pericia en este tipo de combate. Ordenó el asalto directo a las puertas de la ciudad para entrar en ella por la fuerza, acción en la que estuvo a punto de perder la vida. Recurrió a máquinas de guerra para quebrar las murallas y crear una brecha por la que penetrar, y fomentó la lucha de facciones en el interior de la urbe a fin de que un grupo aliado se alzara con el poder.

Estableció asimismo un bloqueo total de la ciudad, impidiendo salidas y entradas a la población para colapsar el abastecimiento y dejar que el hambre atroz, «más poderosa que la espada», según el tratadista romano Vegecio, hiciese su trabajo desde dentro y precipitara la rendición final.

Tizona es el nombre de la famosa espada del Cid Campeador.

Tizona es el nombre de la famosa espada del Cid Campeador.

Foto: AKG / Album
Duelo Cid

Duelo Cid

En una crónica del siglo XIV se narra que el Cid mató en una lid singular al aragonés Martín Gómez. Miniatura.

Foto: DEA / Album

Guerra psicológica

El Cid también puso en práctica métodos de guerra psicológica: en los arrabales de Valencia creó prósperos mercados y él mismo gobernaba allí a la manera musulmana, anunciando así a los sitiados, víctimas de las penurias y el hambre, cómo sería su gobierno sobre la ciudad una vez se rindieran. En sentido opuesto, no dudaba en torturar y ejecutar a los que abandonaban Valencia en busca de alimento.

Durante el asedio de Valencia, la presencia musulmana en las tropas del Cid fue más numerosa y necesaria que nunca. Bloquear una gran ciudad amurallada constituía un reto estratégico, táctico y logístico. Además era necesario disponer combatientes en distintas ubicaciones para proseguir con razias y cobro de tributos en los alrededores de la capital. También era imperativo prepararse para afrontar un posible ataque de los almorávides, deseosos de socorrer la plaza asediada.

La presencia musulmana en las tropas del Cid fue esencial en el asedio de Valencia, pues bloquear una gran ciudad amurallada constituía un reto estratégico, táctico y logístico.

Los combatientes musulmanes que engrosaron la hueste cidiana procedían de la taifa de Zaragoza, su principal aliado en aquellos momentos, así como de otras taifas y señoríos menores que rodeaban Valencia, sometidos a tributo y vasallaje por el Cid, y también contó con disidentes procedentes de la propia ciudad. Entre estos últimos cabe destacar a los denominados dawair, guerreros musulmanes que se pasaron a las filas del Campeador para combatir a sus correligionarios, y que jugaron un papel destacado en el uso del terror y de la tortura como arma.

La crónica de Ibn al-Kardabús, un autor tunecino del siglo XII, refleja la pésima opinión que tenían los musulmanes de quienes a sus ojos eran unos combatientes renegados: "En ese tiempo se juntaron al Campeador [...] un gran número de musulmanes malvados, viles, perversos y depravados, y otros así que obraban como ellos, llamados “los ambulantes” [dawair], que contra los musulmanes lanzaban algaras, entraban a sus harenes, mataban a los hombres y robaban a las mujeres y a los niños. Muchos de ellos renegaban del Islam y abandonaban la Ley del Profeta [...] hasta llegar a vender a un musulmán cautivo por un pan, una medida de vino o un arrelde [unos dos kilos] de pescado, y a quien no podía rescatarse le cortaban la lengua, le vaciaban los ojos y le soltaban a los perros de presa que lo destrozaban".

Escultura a color de Rodrigo Díaz, el Cid Campeador.

Escultura a color de Rodrigo Díaz, el Cid Campeador.

El Cid. Escultura en la Sala de Reyes del Alcázar de Segovia.

Foto: Oronoz / Album
rodrigo y el conde

rodrigo y el conde

Aunque resultó herido, el Cid venció en Tévar a Berenguer Ramón II, conde de Barcelona. Óleo por José Garnelo. 

Foto: Juan García Aunión / Age Fotostock

Las cabalgadas

Si hubo una modalidad bélica fundamental para el Campeador ésa fue la cabalgada, la razia lanzada en territorio enemigo para destruir, saquear y extorsionar. En esas cabalgadas también tuvieron un protagonismo notable los combatientes musulmanes al servicio del Cid que acabamos de mencionar. Gracias al saqueo y la destrucción de cosechas y aldeas, Rodrigo logró establecer un sistema tributario en torno a Valencia; con los tributos arrancados bajo la amenaza del saqueo y la devastación, sumados a los botines de las cabalgadas, pudo mantener un ejército permanente y operativo.

Gracias al saqueo y la destrucción de cosechas y aldeas, Rodrigo logró establecer un sistema tributario en torno a Valencia.

Sagunto

Sagunto

En 1098, el Cid completó el dominio de Valencia con la toma de Murviedro (antiguo nombre de Sagunto).

Foto: Shutterstock

Pero esas cabalgadas podían dirigirse contra cualquier adversario del Cid, con independencia de que fuera musulmán o cristiano. Así, en 1092, contrariado por el intento de Alfonso VI de conquistar Valencia, el Cid le obligó a levantar el asedio lanzando contra tierras riojanas bajo la soberanía del rey una devastadora campaña de destrucciones, depredaciones y matanzas.

La cabalgada, esa forma de hacer la guerra tan poco romántica y caballeresca, pero esencial para que los ejércitos del momento pudieran mantenerse sobre el terreno, fue lo que permitió que Rodrigo Díaz se convirtiera en un señor de la guerra al frente de un ejército profesional y permanente.

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La España del Cid

La España del Cid

Imagen: mb creativitat

La España del Cid

En la segunda mitad del siglo XI, la península ibérica formaba un mosaico de reinos, tanto en la parte cristiana como en la musulmana. Rodrigo Díaz inició su carrera de caballero en un clima de tensiones entre castellanos, leoneses y navarros. Tras ser desterrado por Alfonso VI de León, buscó fortuna en la taifa de Zaragoza y se enfrentó con aragoneses y catalanes. Convertido en señor de Valencia, debió hacer frente a la invasión almorávide.

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05 guerrero caballo cid. Foto. Oronoz. Album

05 guerrero caballo cid. Foto. Oronoz. Album

La Pila de Játiva está decorada con escenas de caza y otras diversiones propias de la nobleza andalusí. 

Foto: Oronoz / Album

Bandidos sin patria en las tierras de frontera

En el mundo de frontera en el que se desenvolvió Rodrigo Díaz, actuaban partidas de bandidos sin patria ni bandera, agrupados en torno a un líder para vivir de la rapiña y el botín de la guerra. En el contexto castellano-leonés de principios del siglo XII se empezó a hablar de «caballeros pardos» para designar esta mezcla de mercenarios y ladrones que actuaban por cuenta propia subsistiendo y lucrándose con el bandidaje, o bien incorporándose a las huestes de algunos reyes y señores. Es posible que en la hueste de Rodrigo Díaz se integraran algunos de estos caballeros pardos, que podían ser tanto cristianos como musulmanes.

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Armas del Cid

Armas del Cid

Foto: Oronoz / Album

Las armas del Cid

Siendo aún adolescente, Rodrigo Díaz fue armado caballero por el infante Sancho, futuro rey de Castilla. Por entonces, este rito se limitaba a ceñir la espada. Rodrigo heredaría de su padre la panoplia propia de un guerrero del siglo XI. Sus componentes se pueden ver en este relieve en marfil del arca de San Millán de la Cogolla, que representa al rey visigodo Leovigildo con los arreos del momento en que se hizo la obra, en 1067. El caballero monta un caballo de combate («del diestro»), sobre una lujosa silla morzerzel. Protege su cuerpo con una loriga, una túnica de cuero cubierta con escamas o anillos de metal y que se prolonga en una capucha que tapa incluso la boca. Encima lleva un yelmo de hierro y empuña una espada. Aunque aquí no se refleja, podía sostener un escudo o adarga.

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10 duelo cid campeador. Foto. Oronoz.Album

10 duelo cid campeador. Foto. Oronoz.Album

Un «hombre bueno» de León es hecho prisionero. Miniatura de las Cantigas de Santa María. Siglo XIII.

Foto: Oronoz / Album

El Cid, maestro de los bulos de guerra

En el curso de sus campañas, el Cid recurrió a un arma no convencional que le reportó beneficios indudables: la difusión de falsas noticias entre las filas enemigas. Al menos en dos ocasiones se alzó con la victoria en el campo de batalla infiltrando en las huestes de sus rivales a hombres propios que transmitieron información falsa. En un caso, falsos desertores se dejaron capturar para informar sobre varios lugares por donde supuestamente se fugarían Rodrigo y los suyos, lo que consiguió dividir a la hueste enemiga. En el otro, el Cid propagó a los cuatro vientos la inminente llegada de un poderoso ejército comandado por Alfonso VI en su socorro. Los bulos fueron clave para que el Campeador se alzara con la victoria en las batallas de Tévar (1090) y Cuarte (1094).

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17 caballeros edad media Cid. Foto. DEA. Album

17 caballeros edad media Cid. Foto. DEA. Album

Esta miniatura del siglo XIII refleja el tipo de caballería imperante en Europa en la Baja Edad Media. 

Foto: DEA / Album

Una nueva arma: la carga de caballería

A mediados del siglo xi surgió en Normandía una nueva forma de luchar a caballo que revolucionó los métodos de combate: la carga de caballería. Caballeros forrados de cota de malla metálica de la cabeza a los pies, protegidos con yelmo cónico y escudo y encajonados en sillas de montar de arzón alto para no salir despedidos en el choque, portando una larga y pesada lanza, se lanzaban en cargas que rompían las filas enemigas. Este nuevo modo de combatir apareció en la península Ibérica por primera vez en 1097, en la batalla de Bairén, en la que Rodrigo Díaz y Pedro I de Aragón vencieron a los almorávides en las playas de la actual Gandía.