Las mejores escapadas por España (según Viajes National Geographic)

Bocaditos viajeros

Las mejores escapadas por España

En Viajes National Geographic hemos escogido los mejores destinos y planes para pasar un fin de semana intenso y dar la bienvenida al buen tiempo.

Sierra de Cazorla
Foto: Adobe Stock

La riqueza de España es indiscutible. Entre una costa de más de 8.000 kilómetros que atesora algunas de las playas más bonitas del mundo y los espectaculares y diversos paisajes de interior, a España no le faltan opciones naturales para escaparse este verano. A este muestrario hay que sumarle la creatividad de las civilizaciones que han pasado por aquí y el legado de la cultura actual, una herencia que salpica a los pueblos más bonitos de España y que ha hecho que nuestro país sea uno de los que más Patrimonios de la Humanidad atesora. Ya sea en grandes ciudades o en remotos rincones, estas son las escapadas de fin de semana por España más deseadas. 

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Ribadesella y Llanes

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Ribadesella y Llanes

El hedonismo puro se despliega entre estas dos localidades asturianas. Cualquiera que ame la buena vida no necesita más: playas vírgenes y serpenteantes, pueblos marineros sin tonterías y chigres donde los cachopos no atosigan. Una combinación con las montañas de fondo, que aligeran cualquier horizonte, y con la que se podría considerar como mayor concentración de belleza litoral de todo el Principado. 

Javier Zori del Amo, director digital de Viajes National Geographic.

 

Las Villuercas (Cáceres)

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Las Villuercas (Cáceres)

La comarca de Las Villuercas, un dédalo de pequeños valles al sudeste de Cáceres, es una de las áreas naturales más valiosas de Extremadura. En este rincón donde las serranías se tapizan de castaños, robles, rebollos, alcornoques y encinas, miles de aves migratorias encuentran su hogar cada invierno. Las Villuercas son pródigas en pinturas rupestres, ermitas e iglesias mudéjares (Humilladero, Santa Catalina), pueblos famosos por su artesanía o sus alimentos (Alía, Cañamero) o sus necrópolis, castros y fortalezas (Berzocana, Cabañas del Castillo). El enclave más famoso y emblema de la comarca es Guadalupe, con su monasterio fortificado del siglo XIV y su virgen negra, que daría nombre a una isla del Caribe y a la virgen más venerada de México.

Josan Ruiz, director de Viajes National Geographic.

Selva de Oza (Huesca)

Foto: Selva de Oza

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Selva de Oza (Huesca)

En la Boca del Infierno, la garganta que forma el río Aragón Subordán al norte del pueblo de Siresa (Huesca), hay espacio para el río y poco más. Las hayas, abetos y pinos que se encaraman por el desfiladero son la antesala de uno de los bosques más notables de Aragón. Al ensancharse el valle se llega al refugio y la zona de acampada de la Selva de Oza. De aquí parten dos excursiones memorables: la que lleva al ibón de Acherito (un lago a 1870 m) y la de Aguas Tuertas. Esta última puede acortarse remontando en autómovil el valle de Guarrinza por una pista. Luego el sendero trepa hasta un inmenso circo glaciar, donde el Aragón Subordán traza fantasiosos meandros en una pradera a 1615 m. Un dolmen añade más trascendencia al paraje, por si su belleza no bastara. Estamos en el lugar con más monumentos megalíticos del Pirineo, como se explica en el Centro de Interpretación del Megalitismo Pirenaico y de la Val d'Echo, junto al cámping de Oza.

Josan Ruiz, director de Viajes National Geographic.

Los Arribes del Duero (Zamora y Salamanca)

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Los Arribes del Duero (Zamora y Salamanca)

Al oeste de Salamanca y Zamora, las dehesas de la penillanura que se despliega hasta la frontera con Portugal se ven cortadas súbitamente por los amplios cañones que el Duero y sus afluentes (Águeda, Esla, Huebra, Tormes, Uces) han excavado en el zócalo de rocas graníticas. El desnivel puede alcanzar los 400 m y en ocasiones el agua se precipita bramando por saltos extraordinarios, como el del río Uces en el Pozo de los Humos. Navegar por el Duero en esta zona o recorrer sus orillas por el sendero GR-14 es la mejor forma de apreciar estos paisajes primigenios del “Far West” peninsular. A poca distancia del agua hay aldeas donde el tiempo parece detenido, ideales para el turismo rural

Josan Ruiz, director de Viajes National Geographic.

El Bierzo y Ribeira Sacra

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El Bierzo y Ribeira Sacra

El Sil es un río terco y caprichoso, de ahí que haya sido capaz de excavar dos de las comarcas más asombrosas del país y unirlas con una ribera rica y espectacular. Un viaje que comienza en Ponferrada, que se pierde entre los peregrinos que aún tienen fuerzas para encarar el Poio y que se desvía para descubrir las impresionantes Médulas. Y que continúa a través de los cañones profundos de este río y del Miño donde la viticultura heroica aseguró la prosperidad a decenas de monasterios silenciosos y remotos que hoy están más atractivos que nunca. 

Javier Zori del Amo, director digital de Viajes National Geographic.

 

Rioja Alta y Rioja Alavesa

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Rioja Alta y Rioja Alavesa

Sí, el vino define la Península Ibérica como ningún otro cultivo, pero en esta zona ubicada entre la Sierra Cebollera y la de Cantabria su cultura se ha sublimado hasta la perfección. Viñedos que ondulan burlando al Ebro, aldeas horadadas por decenas de calados y bodegas que han liderado la revolución enoturística del país son sus principales reclamos visuales. pero aquí lo que impera es el sentido del gusto, de ahí que sea un pecado obviar los pintxos en Ezcaray, las chuletillas asadas al sarmiento en cualquier viñedo o los restaurantes modernos que, ya sea en Haro, Briones, Laguardia o en Elciego, sofistican a un vino que cada vez es más vanguardista. 

Javier Zori del Amo, director digital de Viajes National Geographic.

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La Catedral de Málaga desde su tejado. Foto: iStock

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Málaga, Ronda y Costa del Sol

No importa la época del año en la que se visite esta ciudad, Málaga siempre es una buena opción. Y es que la capital y su provincia lo tienen todo: un clima cálido, el binomio perfecto entre mar y montaña, cultura a espuertas – con el Museo Picasso, el Carmen Thyssen Málaga o el Centre Pompidou- y una gastronomía que deja con ganas de más, desde la fritura malagueña o los espetos hasta el salmorejo o la sopa mondeña. Tampoco se quedan atrás la mayoría de sus pueblos, algunos ya archiconocidos como Ronda, del que es imprescindible la vista que deja el Puente Nuevo con la bonita cascada que crea el río Guadalevín; Marbella y su casco histórico plagado de callejuelas y lleno de flores y desde el que los días claros se puede ver la silueta de África al fondo; o Filigrana, con ese clásico encanto andaluz que recorre sus calles.

Lucía Díaz Madurga. Colaboradora de Viajes National Geographic. 

P.N. Ordesa y Monte Perdido

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P.N. Ordesa y Monte Perdido

Desde la aragonesa población de Torla ya se percibe el ambiente montañero del cercano Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Este parque es uno de los abuelos de España, fue creado hace más de 100 años y junto al Parque Nacional de los Picos de Europa sentaron las bases del sistema de Parques Nacionales de nuestro país. El recorrido más habitual es el que acaba en el refugio Góriz tras recorrer la caída del río y superar la famosa “cola de Caballo” y las Gradas de Soaso. Los montañeros más expertos suelen explorar sus vertiginosas “fajas” que recorren el cañón, acercarse a la brecha de Rolando desde la que admirar el francés circo de Gavarnie e incluso subir el punto más alto del parque, el Monte Perdido, con 3.355 metros de altura.

Bilbao

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Bilbao

La metrópolis vizcaína debería de estar prescrita por los médicos. Aunque sea, una visita anual para recargar pilas, comer en sus barras y alimentarse en sus museos. No en vano, esta ciudad ha protagonizado el mayor milagro urbanístico de la España contemporánea, transformando todos sus rincones en paseos agradables y estimulantes. De hecho, se trata de la única ciudad del diseño en España según la UNESCO... 

Javier Zori del Amo, Director Digital de Viajes National Geographic.

 

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Sierra de Guara (Huesca)

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Sierra de Guara (Huesca)

Este macizo agujereado por la acción de los ríos emerge como una isla a medio camino de los picos y valle pirenaicos que asoman por el norte, y las extensiones de campos que anuncian los Monegros por el sur. El Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara es un paraíso para los aficionados al descenso de barrancos. Los hay de distinta dificultad, con más o menos agua, pero todos requieren de un guía experto que conozca los secretos de cada río. El otro tesoro de Guara lo ofrecen sus pueblos, enroscados en torno a una iglesia o a la orilla de un río, aprovechando el frescor del agua, a la sombra de los olivos y con las viñas dorando las uvas con las que luego se elaborarán sabrosos vinos del Somontano. Las localidades de referencia para disfrutar de actividades en el río son Alquézar, con su fortaleza morisca transformada en colegiata colgada de un acantilado que se asoma al río Vero, y Rodellar, sobre el espectacular barranco de Mascún y el valle del río Alcanadre. 

Sandra Martín, redactora jefe de Viajes National Geographic

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P.N. de Somiedo

Asturias tiene en este parque uno de sus espacios naturales mejor preservados. Declarado Reserva de la Biosfera, Somiedo se considera un ejemplo de la convivencia entre la actividad humana y la fauna salvaje. Los cuatro valles del parque (los de los ríos Somiedo, Pigüeña, Valle y Saliencia) reúnen aldeas donde aún perviven viejos oficios y donde empiezan numerosas rutas hacia lagos y prados con cabañas de pastores o brañas. Y también recorridos guiados para observar osos, ciervos y urogallos, que han hallado en Somiedo un hogar magnífico y exuberante.

Sandra Martín, redactora jefe de Viajes National Geographic

San Sebastián-Donosti

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San Sebastián-Donosti

El mar ha modelado la historia y el carácter abierto de esta ciudad, famosa por su vida cultural y su buen comer. Incrustada en el corazón del golfo de Bizkaia, San Sebastián o Donosti en euskera respira ese aire aristocrático que tienen las ciudades asomadas al mar, con su largo paseo bordeando la playa de la Concha, su casino ahora Consistorio, su recoleto puerto y, claro, sus palacios. Y a cualquier hora del día, aunque preferentemente por la tarde, no hay nada como perderse por la Parte Vieja en busca del pintxo más atrevido y del más clásico, acompañado de una sidra o de una cerveza bien fría. Y antes o después, acercarse a contemplar el Peine del viento o subir al monte Igeldo y contemplar la ciudad desde su centenario parque de atracciones. 

Sandra Martín, redactora jefe de Viajes National Geographic

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Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici


Con más de 200 lagos, ríos, cascadas y praderas inundadas, el agua es el protagonista del Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici, en el Pirineo central. Una extensa red de senderos se adentra por sus múltiples valles y asciende entre bosques de pinos y abetos hasta alcanzar los lagos y prados de las zonas altas. Allí empieza una segunda ronda de caminos que salvan collados, conectan refugios (la ruta Carros de Foc pasa por los 9 refugios del parque) y permiten coronar cuatro cumbres de más de 3000 m y otras menos altas pero emblemáticas, como el Gran Tuc de Colomèrs (2933 m) o el doble pico de Els Encantats (2748 m). Se puede acceder desde las comarcas leridanas del Val d’Aran, la Alta Ribagorça, el Pallars Jussà o el Pallars Sobirà. Entre las rutas más sencillas y accesibles para familias con niños pequeños destaca la vuelta al lago de Sant Maurici (se llega en taxi todoterreno desde Espot), en el sector oriental, y la subida al lago y refugio de Colomèrs, accesible desde el valle de Arán.
 

Sandra Martín, redactora jefe de Viajes National Geographic

Triángulo castellano: Salamanca, Ávila y Segovia

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Triángulo castellano: Salamanca, Ávila y Segovia

Ávila, Segovia y Salamanca pueden configurar una escapada de fin de semana que funda monumentos, paisaje, gastronomía e historia, mucha historia. 

 

  1. Ávila conserva la muralla medieval más completa de la Península. Edificada en el siglo XI, desde la distancia impresiona por sus dimensiones, con casi 2,5 km de perímetro y muros de 12 m de alto. Hasta 2000 hombres trabajando durante 9 años fueron necesarios para levantarla. Y cuándo hoy se contempla uno se pregunta qué tuvo esa ciudad en el pasado para precisar ser tan protegida. En la Edad Media, sus torres garantizaban la defensa cuando la ciudad tenía que repeler los ataques moriscos. Sus murallas se traspasaban por puertas que también servían para precintarla en caso de epidemias o para controlar el comercio de víveres, como revela el nombre de la Puerta del Peso de la Harina. Otras también muestran con su nombre la función que tenían, como la Puerta de la Cárcel o la de los Malaventurados, por la que salían los condenados a muerte. Hoy el principal acceso al casco histórico de Ávila se realiza por la robusta Puerta del Alcázar, muy próxima a la Catedral. El templo, con aspecto de fortaleza, está adosado a la muralla, sobre la que además discurre un paseo de adarve desde el que se contempla el casco antiguo y varias iglesias románicas construidas extramuros, como la de San Vicente. Santa Teresa nació en la provincia de Ávila y vivió muchos episodios de su vida en la ciudad, por lo que su figura se recuerda constantemente en puertas, plazas, monumentos, tiendas, mesones y hasta el guisos y dulces como las deliciosas yemas de Santa Teresa.
     
  2. Al este de Ávila se sitúa Segovia, otra capital con famoso monumento. Se trata de su Alcázar, residencia de los reyes castellanos entre los siglos XII y XVIII, y el edificio más relevante y elevado de la ciudad medieval. Se dice que desde una de sus torres el rey Alfonso X estudiaba el firmamento. El centro de Segovia se extiende a los pies de su Alcázar, como un museo al aire libre de arquitectura. La obra más antigua del conjunto es el Acueducto romano, con más de veinte siglos de historia, cuya parte más elevada y famosa es la que cruza la Plaza de Azoguejo, rodeada de mesones tradicionales. Un dédalo de calles medievales serpentean entre el Alcázar y el Acueducto, donde se pueden visitar la Cátedra gótica y las iglesias románicas de San Esteban y San Andrés sobresaliendo sobre los tejados.
     
  3. Cerrando el trío por el oeste se llega a Salamanca, una de las ciudades más ilustradas de la Península. La Plaza Mayor ha sido fiel testigo de las distintas etapas vividas. Considerada ejemplo de arquitectura civil barroca, a lo largo de su historia ha tenido varias funciones, desde coso taurino a patíbulo hasta escenario teatral y sede del Ayuntamiento. Hoy sentarse en una de las terrazas de los bares y mesones tradicionales que se cobijan bajo sus pórticos es el mejor modo de conocer el pulso de esta ciudad de alma juvenil por su Universidad, la más antigua de España, fundada en el siglo XIII. La plaza suele ser el inicio de muchos paseos que no dejan de pasar junto a rincones famosos, como la Casa de las Conchas renacentista o el Convento de las Dueñas, obra cumbre del plateresco salmantino. En cualquier caso, todo paseo debe dirigirse a sus catedrales, sí, en plural, porque Salamanca tiene dos: la Vieja, del siglo XII, y la Nueva, del XVI.

Asun Luján, redactora de Viajes National Geographic

Baix Empordà

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Baix Empordà

La comarca del Baix Empordà es un mosaico de pueblos medievales, calas intactas, playas y arenales de dunas, masías reconvertidas en pequeños hoteles y restaurantes, de interior o con vistas al mar. De todo su territorio, lo que el escritor Josep Pla llamaba l’Empordanet es la joya guardada en el cofre. Un triángulo imaginario que tendría en un vértice su pueblo natal, Palafrugell, y en los otros la Vall d’Aro y las Gavarres, con dos archipiélagos fijos en el mar, las islas Formigues al sur frente al cabo de Cap Roig, y las Medes al norte. El literario l'Empordanet hay que descubrirlo a ritmo lento, por carreteras secundarias que se encuentran con pueblos medievales que emergen entre campos de girasoles, trigo o arroz, o a pie siguiendo el Camino de Ronda, el sendero que bordea toda la Costa Brava desde Blanes a Portbou, y va asomándose a miradores y calas recogidas entre acantilados, donde solo algunos pinos atrevidos se vuelcan a besar el mar. En el litoral del l’Empordanet también se encuentran enclaves que preservan su esencia marinera, en su fisonomía y en la gastronomía, como Tamariu, Sa Tuna o Calella de Palafrugell, una antigua aldea de pescadores donde las barcas aún reposan junto a la orilla o sobre la arena, y en la que se siguen cantando nostálgicas habaneras en las tabernas.

Asun Luján, redactora de Viajes National Geographic

 

Sierra de Cazorla (Jaén)

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Sierra de Cazorla (Jaén)

El wadi Al-Kabir, el “río grande”, nace a casi 1400 m en Cazorla y recibe la ofrenda del Aguamulas, el Hornos y el Borosa antes de abrirse camino hacia Córdoba, Sevilla y Sanlúcar. En el siglo XVIII los robles y encinas de la imponente Sierra de Cazorla fueron talados para abastecer a los astilleros de Cartagena. Luego se repoblaron con pino laricio y el territorio fue declarado coto nacional de caza en 1960. Rodríguez de la Fuente popularizó Cazorla con sus documentales de las cabras montesas y sobre todo de la berrea de los ciervos, que cada otoño cautiva a los naturalistas en el embalse del Tranco o la laguna de Valdeazores. Cazorla da para muchas excursiones. Caminar por el río Borosa y el Madera o aventurarse por los Campos de Hernán Pelea (la mayor altiplanicie peninsular, a 1600 m altitud) se cuentan entre las más inolvidables.

Josan Ruiz, director de Viajes National Geographic.

Sierra Norte de Guadalajara

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Sierra Norte de Guadalajara

La España vacía no está así por su patrimonio natural ni por sus encantos rurales. Y quizás el mejor ejemplo de ello sea esta comarca que, sin tener un nombre marketiniano, es delimitada a la perfección por el Henares. Al otro lado de este río esperan hayedos, pinares, picos amables y hoces inesperadas. Pero, sobre todo, un conjunto de localidades como Atienza o Sigüenza donde el arte y las gastronomía sorprende en cada esquina. Y eso sin hablar, aún, de los pueblos negros, el epítome de un ruralismo pobretón... que está más de moda que nunca. 

Javier Zori del Amo, director digital de Viajes National Geographic.

Toledo

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Toledo


Toledo respira historia. Se percibe especialmente cuando se recorren los callejones de su barrio antiguo, algunos tan solitarios que al traspasarlos hacen sentir escalofríos al rememorar mil y una leyendas. Aquí pervive la herencia de árabes, judíos y cristianos que lo habitaban en el pasado y por los que Toledo fue conocida como la Ciudad de las Tres Culturas. Aquel crisol cultural también se plasma en la arquitectura, con mezquitas, sinagogas e iglesias conviviendo de forma ejemplar. Para atestiguarlo ahí están la mezquita del Cristo de la Luz, las sinagogas del Tránsito y la de Santa María la Blanca, la Catedral coronada por una de las agujas más intrépidas de la arquitectura religiosa o el Monasterio de San Juan de los Reyes, edificado en 1746 por los Reyes Católicos para conmemora la victoria en la batalla de Toro. Otros enclaves han transformado su función original, como el Hospital de Santa Cruz, que nació en el siglo XIV para dar cobijo a los huérfanos y hoy exhibe objetos arqueológicos, esculturas y pinturas. En Toledo también vivió El Greco, del que se puede seguir una ruta que discurre por su casa-museo y enclaves donde ver algunos de sus cuadros, sobresaliendo El entierro del señor de Ordaz, en la parroquia de Santo Tomé. Dejando atrás el silencio del barrio histórico uno se topa con el ajetreo de bodegas y mesones tradicionales y un sinfín de tiendas donde se venden armas y armaduras, cerámicas y recuerdos. Un buen lugar para pulsar el ritmo actual de la ciudad es la Plaza Zocodover, con sus calles colindantes. Pero también vale la pena salir del centro urbano, por ejemplo por la Puerta de Bisagra, construida en 1550 como entrada principal de la ciudad, para recorrer el Paseo del Tajo, un camino que sigue la orilla del río, desde el que se contemplan vistas de la ciudad dominada por el Alcázar, un sobrio edificio que hoy acoge un museo del ejército. 

Asun Luján, redactora de Viajes National Geographic

Córdoba

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Córdoba

La gran ciudad califal se levanta majestuosa a orillas del Guadalquivir y a los pies de Sierra Morena. Lo mejor es acceder a ella por el Puente Romano, una pasarela de 16 arcos que ha sido entrada desde tiempos inmemoriales. Nada más cruzar a la otra orilla se abre el barrio de la Mezquita-Catedral, culminación del legado que romanos, judíos, musulmanes y cristianos dejaron en esta ciudad andaluza. La Mezquita fue el centro político y religioso del Califato de Córdoba desde el inicio de su construcción el año 780. Tras cruzar el Patio de los Naranjos donde se realizaban las abluciones, se entra en la Sala de la Oración, un hito arquitectónico que hace enmudecer, donde un millar de columnas se unen por arcos dobles de herradura. En su centro fue erigida en 1523 la Catedral cristiana. En torno a este emblemático monumento se abre un dédalo de callejuelas, muchas encaladas y animadas por tabernas y patios cuajados de flores. Que Córdoba es una ciudad de aromas también se aprecia en el cercano Alcázar de los Reyes Cristianos, un recinto fortificado construido en tiempos de Alfonso X, donde los Reyes Católicos recibieron en audiencia a Cristóbal Colón en 1485. Su visita discurre entre salas decorada con mosaicos romanos y jardines con hierbas aromáticas, arbustos de azaleas y albercas mudéjares. Pero la visita a Córdoba estaría incompleta sin incluir sus bares, confiterías, bodegas y restaurantes, como los cercanos a la plaza del Potro y la calle Lineros.
 

Asun Luján, redactora de Viajes National Geographic

Granada

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Granada


La Alhambra es una maravilla refinada de la arquitectura. Para admirarla antes de conocerla, lo mejor es subir al barrio de muros y casas blancas del Albaycín, y allí buscar miradores como el de San Nicolás, con una vista del monumento con el marco natural de Sierra Nevada al fondo. Otra opción es buscar rincones escondidos con perspectivas menos conocidas, como las que se encuentran mientras se pasea por el empinado barrio del Sacromonte, lleno de cuevas donde antes se vivía y hoy se acude para cenar en restaurantes o para ver espectáculos y algún museo de flamenco. La fortificada Alcazaba es la parte más antigua y austera del conjunto, de gran contraste con los delicados palacios nazaríes, que fueron creados pensando en el deleite de los sultanes, con estancias decoradas con filigranas de estuco y patios refrescados por fuentes como la de los Leones. De esa época son también los jardines del Generalife, donde los juegos cantarines de agua acompañan al visitante –en verano son el escenario de un festival de música y danza–. Es cierto que Granada no se entiende sin su Alhambra, pero la ciudad reclama envidiosa que descubramos sus otros atractivos: la Catedral, en cuyo interior se halla el mausoleo de los Reyes Católicos, los baños árabes convertidos en spa donde relajarse, alguna de las teterías moriscas de la calle Calderería, las casas con «carmen» o jardín donde cenar bajo las estrellas, sin descuidar coquetear con la tradición del tapeo, una práctica que, como en el resto de Andalucía, en Granada resulta inolvidable.

Asun Luján, redactora de Viajes National Geographic

Bahía de Cádiz

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Bahía de Cádiz

La riqueza cultural, natural e histórica de la zona solo es comparable con la belleza y longitud de sus interminables playas. Coronada por la capital de la provincia, Cádiz, una de las urbes más antiguas de Europa, el resto de la zona de la bahía y sus alrededores esconde playas de la talla de el Palmar, Caños de Meca o Camposanto, ciudades históricas como San Fernando y pueblos encantadores de casas blancas encaladas y amplios porches con hamacas y tumbonas. Relax made in Andalucía

P. N. Guadarrama

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P. N. Guadarrama


Tras años de papeleos, reclamaciones, declaraciones de Impacto Ambiental se creo en 2013 el último de los Parques Nacionales de España, el PN de la Sierra de Guadarrama. Este paraíso natural situado al norte de Madrid y maltratado durante años por el urbanismo voraz goza ahora mismo de la máxima figura de protección en España. La maliciosa, la bola del mundo o el pico más alto del parque, el Peñalara, con 2.428 metros de altura son algunos de los enclaves donde pasear, correr, esquiar o recoger moras silvestres. Mención especial merece la Pedriza del Manzanares, edén para los escaladores, donde las rocas conforman extrañas figuras que permiten ser nombradas y reconocidas sin problemas: el pájaro, el casco, el elefante son algunas de ellas. Una apuesta segura para los amantes de la naturaleza que visiten el centro de España.
 

P.N. Delta del Ebro

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P.N. Delta del Ebro

El Delta del Ebro es un parque natural único creado por el río más caudaloso de España que deposita todos sus sedimentos en la costa mediterránea para crear un enclave natural sin parangón en la Península. Las playas sin fin como la del Trabucador o la Punta de la Banya dan paso a los arrozales del interior que son a su vez fuente de recursos para sus habitantes y hábitat natural para miles de especies de aves. Uno de los mejores planes es montar sobre la bicicleta y dejarse perder por los llanos caminos que transitan entre lagunas, casetas-observatorio de aves y pueblos de belleza serena y calmada.

 

El Matarraña

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El Matarraña

La comarca aragonesa del Matarraña permite sentir la auténtica vida de campo, donde aldeas y pueblos transmiten esa sensación de que el tiempo se detuvo años atrás. Las carreteras transitan entre suaves colinas conectando localidades como Calaceite, Valderrobres o Beceite estratégicamente situadas en una elevación defensivas y cuyas calles exigen un esfuerzo extra de piernas. Algo que puede verse recompensado con una ruta de trekking por alguno de los paraísos naturales que crea el agua del río en los cañones, pozas y saltos que salpican toda la zona.

 

Cabo de Gata

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Cabo de Gata

Tomar como campo base cualquiera de sus pueblos blancos como Mojácar, Níjar, San José o Carboneras es una de las mejores decisiones para lanzarse a descubrir un Parque Natural que regala paisajes de película. La playa de los Genoveses, la de los Muertos o la playa de Mónsul son algunos de los ejemplos de su belleza natural, cuya guinda puede contemplarse en el Arrecife de las Sirenas, junto al faro del Cabo de Gata. El origen volcánico del parque le dota de un aspecto salvaje acentuado por las llanuras desérticas que lo rodean. Un cóctel inolvidable.

 

Rías Baixas

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Rías Baixas

Las Rías Baixas son tradición, naturaleza, paisajes y buen comer a partes iguales. Las dos ciudades de referencia son Vigo y Pontevedra, ambas a orillas de ría y con vitales cascos antiguos entre los que se esconden las mejores barras donde saborear el producto del mar. Pero además, en los pequeños pueblos pesqueros aún puede sentirse la esencia de un litoral que podría recorrerse saltando de faro en faro hasta terminar en las Islas Cíes, parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas.

 

Soria

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Soria

Para cualquier persona no iniciada en el turismo soriano esta opción puede parecer, a priori, secundaria. Nada más lejos. Los campos de Soria que cantó Machado así como las animadas calles de su ciudad tienen un sinfín de ofertas para los viajeros: desde un salto en el tiempo hasta la Antigüedad romana y la resistencia de los numantinos frente al gran Imperio hasta una ruta enológica por la ribera del Duero, pasando por fortalezas medievales como el espectacular castillo de Gormaz o rutas senderistas por el Parque Natural del Cañón del Río Lobos. Una delicia de destino que combina naturaleza, cultura y gastronomía. ¿Qué más se puede pedir?

 

Costa Quebrada (Cantabria)

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Costa Quebrada (Cantabria)

Es de carácter montañés; y sin embargo, Cantabria puede sacar pecho sin complejo de tener uno de los litorales más bellos de España. Diríase que su especial morfología tiene un origen mítico: hace unos 100 millones de años, la Península Ibérica rotó con relación al continente abriéndose espacio así para el mar Cantábrico y dando lugar a los característicos pliegues de este litoral. Se podría decir que el paisaje excepcional de la Costa Quebrada es el testimonio de la eterna lucha entre el mar y la tierra. El Parque Geológico de Costa Quebrada se desarrolla a lo largo de unos 20 kilómetros, en los que se encuentran playas escénicas como la de Arnía con sus espectaculares flysch, o playa del Madero, mucho más recóndita, acantilados de horizontes tremendos, yacimientos prehistóricos y afloramientos rocosos que parecen lienzos.

José Alejandro Adamuz, editor colaborador digital de Viajes National Geographic.

 

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León

Hay un punto en el callejero que define exactamente lo que es la ciudad de León. Se trata de la confluencia entre Avenida Ramón y Cajal y la Calle Ruíz de Salazar, en pleno centro. Allí, aparecen de un solo vistazo para el visitante cerca de dos mil años de historia: al norte, en primer término, la torre románica de San Isidoro (S. XI y XII), un poco más lejos, el mejor tramo conservado de la segunda muralla romana (S. III); Al sur, el Palacio de los Guzmanes (S. XVI) y la fantasía medieval de la Casa Botines (S. XIX) que diseñó Gaudí para León. Y a esta lección magistral, hay que sumarle todo lo bien que se come y se bebe, el ambiente pausado de las calles del barrio Húmedo o del Romántico y la mirada al presente, y al futuro, del barrio Era de Renueva con ejemplos de arquitectura contemporánea, como el colorido Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC).

José Alejandro Adamuz, editor colaborador digital de Viajes National Geographic.

Sevilla

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Sevilla

Sevilla sorprende y tiene mucho color… Y no es un tópico. Es difícil conjurar todos los lugares comunes que van del flamenco, las tapas o los naranjos a la arquitectura mudéjar, pero lo cierto es que hay vida más allá de todo eso. La visita a la Catedral y el Real Alcázar y a la Plaza España siguen siendo imprescindibles, pero ahí están también otros muchos planes para ir descubriendo poco a poco todas las ciudades que hay en realidad en Sevilla: las vistas a la Giralda desde la peatonal plaza de la Alianza al caer la noche, las icónicas Setas del arquitecto alemán Jürgen Mayer, una cerveza artesanal con altramuces o un paseo por el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo para ver la Alicia de Cristina Lucas rompen con los clichés más oxidados de la ciudad.

José Alejandro Adamuz, editor colaborador digital de Viajes National Geographic.

Priorat

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Priorat

Pocos paisajes del vino en los que la voluntad haya vencido tantos problemas como este rincón del interior de la Costa Daurada. Se podría decir que con los monjes que llegaron de Provenza para fundar la Cartuja de Escaladei llegó el vino a esta región de orografía escarpada. Precisamente, el secreto de esta denominación de origen está en sus viñas en pendientes que parecen querer tocar el cielo y que hacen madurar la uva en un clima extremo. Son vinos tan personales que muchos enólogos pueden llegar a diferenciar de que viña exacta es cada uno de los caldos. Por toda esta cultura, su entorno natural, los bellos pueblos, los hoteles con encanto y el lujo gastronómico, es una de las eternas candidatas catalanas a Patrimonio de la Humanidad.

José Alejandro Adamuz, editor colaborador digital de Viajes National Geographic.

Gijón

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Gijón

En cualquier época del año, aún con la fina lluvia que es tan habitual por el norte, apetece un delicioso paseo junto al mar. Pasar por la conocida playa de San Lorenzo, entre la iglesia de San Pedro y el yacimiento de la antigua ciudad romana de Gigia, y acabar en el Cerro de Santa Catalina, desde donde disfrutar de unas espectaculares vistas a los pies de la enorme escultura de Eduardo Chillida, el Elogio del Horizonte. El barrio de Cimadevilla, el más antiguo de Gijón, ofrece multitud de sidrerías y tabernas en las que degustar de su rica gastronomía y de un culín, o más de uno, de la bebida más conocida de Asturias.

Sandra Domènech, coordinadora editorial de Viajes National Geographic.

 

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Mazarrón

El destacable patrimonio arqueológico y la asombrosa naturaleza de Mazarrón son importantes alicientes para considerar este municipio de la costa murciana como un destino para este verano. Claro que también están los 35 kilómetros de playa, la maravillosa vida marina y una gastronomía basada en los productos de la huerta y el mar. Y aún hay más: las erosiones de Bolnuevo, en la playa de mismo nombre, unas caprichosas formaciones de roca talladas y moldeadas por el agua y el viento que configuran un paisaje único. Además, en la bahía de Mazarrón se halla la última almadraba del levante español, un sistema antiquísimo de pesca sostenible.

Sandra Domènech, coordinadora editorial de Viajes National Geographic.

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Valencia

A orillas del Mar Mediterráneo y con kilómetros de playas, Valencia es un destino en sí mismo y un excelente campo base para recorrer el resto de la Península. Hay tantas cosas para hacer y ver en la ciudad que no está de más organizarse un poco y, si se viaja en familia, aún con más razón. Más allá de la imprescindible visita al conjunto que forman la Ciutat de les Arts i les Ciències y el Oceanogràfic y que recorre el antiguo cauce del río Túria, merece mucho la pena desplazarse al Parc Natural de l’Albufera, a tan solo diez kilómetros de Valencia. Rodeado de arrozales y bosques, está considerado como el lugar donde se inventó la paella.

Sandra Domènech, coordinadora editorial de Viajes National Geographic.

iStock-458288215. Tierras de Javier

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Tierras de Javier

Los espacios naturales y el patrimonio cultural se dan la mano en Tierras de Javier. Enclavada al abrigo de los imponentes Pirineos y en la Zona Media de Navarra, se erige como una tierra milenaria, testimonio incansable de la historia. Al recorrer sus caminos, por el que pasan los fieles rumbo a Santiago, hay que detenerse en el Castillo de Javier, la iglesia Santa María la Real de Sangüesa y el Monasterio de Leyre, un enclave envuelto de paz y serenidad que sirvió como refugio de reyes y obispos. Flanqueado por la Sierra de Leyre y el embalse de Yesa, el monasterio cuenta con numerosos senderos para recorrer a pie o en bici. A unos 20 kilómetros, se halla una de las perlas de Navarra: la Foz de Lumbier. Los túneles que se suceden a lo largo del sendero cuentan que por allí pasó el primer tren eléctrico de pasajeros de la Península Ibérica, mientras buitres y otras aves sobrevuelan esta hoz.

Meritxell Batlle Cardona. Redactora de Viajes National Geographic.

 

iStock-636429940. Antequera

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Antequera

Conocida como la encrucijada de Andalucía, por Antequera han pasado muchos viajeros. Pero solo los que se han quedado han podido descubrir la belleza e importancia de esta ciudad, que cuenta con más de 30 iglesias y destaca por su opulento estilo barroco español. Sin embargo, no se concibe Antequera sin sus dólmenes, el quinto monumento megalítico europeo en colarse en la lista de la Unesco. Entre ellos se encuentran el dolmen de Menga, el de Viera y el de ‘tholos’ de El Romeral, con una antigüedad de unos 6000 años. En sus alrededores, se erigen imponentes la Peña de los Enamorados y El Torcal, una de las muestras más representativas del paisaje cárstico de Europa. Cuenta con dos rutas que permiten al visitante hacer volar su imaginación entre esculturas naturales como el Tornillo, el Cáliz o el Sombrerillo, a parte de adentrarse en cuevas y simas.

Meritxell Batlle Cardona. Redactora de Viajes National Geographic.

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Valles Pasiegos

Si lo que se busca es un destino de naturaleza en el norte de España, los Valles Pasiegos son una opción ideal, además, están a un tiro de piedra de Santander y las playas de la costa cántabra. Imprescindibles las pinturas rupestres de más de 30.000 años de antigüedad de cuevas prehistóricas como la de El Castillo y la de Las Monedas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El Parque de la Naturaleza de Cabárceno, que acoge a más de un centenar de especies animales, es un acierto seguro si se viaja con niños. Y claro, las quesadas y los sobaos pasiegos, como para no probarlos.

Sandra Domènech, coordinadora editorial de Viajes National Geographic.

iStock-1129571336. Marina Alta

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Marina Alta

De Denia (en la imagen) a Calpe, el litoral de la Marina Alta de Alicante seduce con calas de agua cristalina, una gastronomía a base de arroces y un legado histórico que muestra la importancia de sus principales ciudades. Y es que, por la Marina Alta pasaron íberos, fenicios, griegos y romanos, entre otros pueblos, que dejaron un legado que se entremezcla con vestigios musulmanes y cristianos. Prueba de ello es el Castillo de Denia, la capital de la Marina Alta, que ofrece extensas playas de arena como Les Marines o Les Deveses y calas de roca como Les Rotes y la Cova Tallada. Pasado el Cabo de San Antonio y al otro lado del imponente Montgó, se encuentra Jávea con un casco histórico, un puerto y una zona de playa con planes para todos. Merece la pena detenerse en el faro del Cabo de la Nao para continuar por la cala del Moraig de Benitatxell y por la pequeña y encantadora Moraira antes de alcanzar Calpe, siempre vigilada por el peñón de Ifach.

Meritxell Batlle Cardona. Redactora de Viajes National Geographic.

shutterstock 1027732606. La Garrotxa (Girona)

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La Garrotxa (Girona)

La comarca de La Garrotxa es tierra de volcanes por excelencia. Localizada al sur de los Pirineos y al norte de Girona, se encuentra encavada en un paisaje de absoluta belleza. La naturaleza se desborda por todos sus costados y el visitante se encuentra con un territorio verde en el que se enclavan 42 volcanes dentro del Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, extensos hayedos y acantilados de cuyo borde nacen pueblecitos y villas medievales. Entre ellos, Besalú -en la imagen-, famoso por su judería y su puente fortificado; Castellfollit de la Roca, ubicado sobre un imponente risco basáltico de 50 metros de altura y de un kilómetro de largo; y Hostalets, un pequeño pueblo del siglo XVIII que surgió a raíz de un hostal ubicado en uno de los laterales de un camino real.

Lucía Díaz Madurga. Colaboradora de Viajes National Geographic. 

iStock-538778772. Costa Vasca

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Costa Vasca

Desde Bilbao a Hondarribia cada punto es una parada obligada, incluyendo cruzar la frontera hacia el sur de Francia. Esta ruta, que está llena de salitre y vegetación, pasa por maravillosos pueblos pesqueros en los que las playas solitarias y salvajes, los acantilados y el mar son sus principales atractivos. En esta ruta no puede faltar la visita a la anteiglesia de Mundaka, al ya hiper conocido islote de San Juan de Gaztelugatxe (en la imagen) localizado en Bermeo ni al Bosque de Oma, una obra artística que fusiona la naturaleza con la creatividad del escultor y pintor Agustín Ibarrola. Un lugar basado en el Land Art que traslada a los visitantes a un paisaje mágico a través de 61 conjuntos artísticos.

Lucía Díaz Madurga. Colaboradora de Viajes National Geographic. 

shutterstock 551388583. Gredos

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Gredos

Al sur de la provincia de Ávila, en pleno Parque Regional Sierra de Gredos, se encuentran dos lugares marcados por la erosión glaciar, la Laguna Grande de Gredos y el Circo de Gredos: dos paraísos que en cualquier época del año convierten su visita en un must. Tampoco se queda atrás Candeleda, el pueblo que le da vida a toda esta naturaleza y que es fundamentalmente conocido por su microclima. Pero esta tierra que se rodea de Ávila, Cáceres y Salamanca tiene mucho más que visitar: Hoyos del Espino y su iglesia parroquial gótica, Cuevas del Valle por sus piscinas naturales y su bosque jardín frente al río Pasaderas y Mombeltrán, en donde da la bienvenida el imponente Castillo de los Duques de Albuquerque.

Lucía Díaz Madurga. Colaboradora de Viajes National Geographic. 

iStock-1011982760. Santiago de Compostela

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Santiago de Compostela

Hay mucho más allá de la energía que desprende la Plaza del Obradoiro, la belleza de la Plaza de Quintana y la tranquilidad que se encuentra recorriendo las callejitas de Santiago de Compostela. Esta ciudad, a la que se le aplica el calificativo de magnética, centra sus pilares en la historia, la naturaleza y la buena la gastronomía. Ya desde el núcleo urbano surgen diferentes recorridos, para hacer a pie o en coche, que trasladan al visitante a otra época. Ejemplo de ello son el Camino a Finisterra, con el final que otorga acabar en el finis terrae -el fin del mundo- o el paseo fluvial del río Sarela, a que recorre desde el interior los paisajes gallegos que rodean su ribera.

Lucía Díaz Madurga. Colaboradora de Viajes National Geographic.