Si cruzáis el Canal, veréis que los salarios en dinero son mucho más bajos que
en Inglaterra, a pesar de lo cual en Alemania, en Italia, en Suiza y en Francia éstos
se ponen en circulación mediante una cantidad mucho mayor de dinero
circulante. El mismo soberano no va a parar tan rápidamente a manos del
banquero, ni retorna con tanta prontitud al capitalista industrial; por eso, en lugar
del soberano necesario para poner en circulación cincuenta y dos libras esterlinas
al año, para abonar un salario anual que ascienda a la
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suma de veinticinco libras se necesitan tal vez tres soberanos. De este modo,
comparando los países del continente con Inglaterra, veréis en seguida que
salarios en dinero bajos pueden exigir, para su circulación, cantidades mucho
mayores de dinero circulante que los salarios altos, y que esto no es, en realidad,
más que un problema puramente técnico, que nada tiene que ver con el tema que
nos ocupa.
Según los mejores cálculos que conozco, los ingresos anuales de la clase obrera
de este país pueden cifrarse en unos 250 millones de libras esterlinas. Esta enorme
suma se pone en circulación mediante unos tres millones de libras. Supongamos
que se produzca una subida de salarios del 50 por loo. En vez de tres millones, se
necesitarían cuatro millones y medio en dinero circulante. Como una parte
considerable de los gastos diarios del obrero se cubre con plata y cobre, es decir,
con simples signos monetarios, cuyo valor en relación al oro se fija
arbitrariamente por la ley, al igual que el valor del papel moneda no canjeable,
resulta que esa subida del 50 por 100 en los salarios en dinero supondría, en el
peor de los casos, el aumentar la circulación, digamos, en un millón de soberanos.
Se lanzaría a la circulación un millón, que ahora está reposando en los sótanos del
Banco de Inglaterra o en las cajas de la Banca privada, en forma de lingotes o de
moneda acuñada. E incluso podría ahorrarse, y se ahorraría efectivamente, el
gasto insignificante que supondría la acuñación suplementaria o el adicional
desgaste de ese millón, si la necesidad de aumentar el dinero puesto en circulación
produjese algún rozamiento. Todos sabéis que el dinero circulante de este país se
divide en dos grandes ramas. Una parte, consistente en billetes de banco de las
más diversas clases, se emplea en las transacciones entre comerciantes, y también
en las transacciones entre comer-
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ciantes y consumidores, para saldar los pagos más importantes; otra parte de los
medios de circulación, la moneda de metal, circula en el comercio al por menor.
Aunque distintas, estas dos dases de medios de circulación se mezclan y
combinan mutuamente. Así, las monedas de oro circulan, en una buena
proporción, incluso en pagos importantes, para cubrir las cantidades fraccionarias
inferiores a cinco libras. Pues bien: si mañana se emitiesen billetes de cuatro
libras, de tres o de dos, el oro que llena estos canales de circulación, saldría en
seguida de ellos y afluiría a aquellos canales en que fuese necesario para atender a