Fernando Botero - Kiosco de la historia

Fernando Botero

Fernando Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, Colombia, forjó un camino en el arte en contra de las expectativas de su familia. A la temprana edad de 15 años, vendía sus dibujos en las puertas de la plaza de toros La Macarena, desafiando las convenciones de la época. En sus propias palabras, “Cuando yo empecé, esta era una profesión exótica en Colombia, no era aceptada ni tenía ninguna perspectiva. Cuando le dije a mi familia que me iba a dedicar a la pintura, respondieron: ‘Bueno, está bien, pero no le podemos dar apoyo’. Lo hice igualmente y afortunadamente”, confesó.

Su viaje lo llevó a Europa, donde descubrió el arte clásico en España, Francia e Italia, influenciando profundamente su trabajo. Además, el arte mural de México dejó una huella indeleble en su obra. Sin embargo, fue en la década de 1970 cuando su carrera despegó de manera meteórica gracias a su encuentro con el director del museo alemán de Nueva York, Dietrich Malov, con quien organizó exitosas exposiciones que lo catapultaron a la fama. Como Botero lo describió, “Pasé de ser un completo desconocido, que ni siquiera tenía una galería en Nueva York, a ser contactado por los más grandes marchands del mundo”.

Su estilo caracterizado por las formas desbordantes se hizo patente en su obra de 1957, “Naturaleza muerta con mandolina”, donde un pequeño detalle en una mandolina creó una nueva dimensión volumétrica y extravagante. Botero se autodenominó “defensor del volumen” en el arte moderno, enamorado del renacimiento italiano y siempre buscando la monumentalidad en su trabajo.

A pesar de que sus figuras a menudo eran etiquetadas como “gordas”, Botero rechazó esta caracterización. Sus obras eran una celebración del volumen y la generosidad en el arte. Su fascinación por el arte clásico y su amor por la escultura lo llevaron a establecerse en Pietrasanta, Italia, donde creó muchas de sus obras más icónicas.

A lo largo de su vida, Botero mantuvo una relación cercana con Colombia, donde regresaba cada enero a su hacienda en las afueras de Medellín. Siendo un testigo de los tormentos que su país enfrentaba debido a un conflicto armado de más de medio siglo, su obra también reflejaba estas realidades, con escenas de guerrillas, atentados y matanzas.

Uno de los momentos más impactantes en la vida de Botero fue el atentado con una bomba en el centro de Medellín en 1995, que mató a 23 personas y destruyó parcialmente una de sus esculturas, “El Pájaro”. Los restos de esta escultura aún permanecen en el lugar, recordando la fragilidad de la vida y el arte en medio de la violencia.

Aunque solía afirmar que la política no era el oficio del pintor, Botero hizo una excepción con una serie sobre los carceleros de la prisión estadunidense de Abu Ghraib, en Irak, utilizando su arte para denunciar la brutalidad y la injusticia.

El legado de Botero va más allá de su arte. Fue un mecenas generoso, con donaciones estimadas en más de 200 millones de dólares. Sus regalos a los museos de Medellín y Bogotá llevaron a que sus obras fueran declaradas bienes de interés cultural por el gobierno en 2012. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, lo describió como “el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz”.

Botero también revolucionó la manera en que el arte se exhibe al público al abrazar exposiciones al aire libre. Esta idea la puso en práctica en 1992 en París con una muestra en los Campos Elíseos y posteriormente en el gran canal de Venecia y frente a las pirámides de Egipto. En 2015, sus icónicas figuras de curvas inmensas llegaron a China, cumpliendo uno de sus sueños.

A pesar de su éxito y fama mundial, Botero llevaba una vida personal marcada por la tragedia. Sufrió la pérdida de su última esposa, la escultora griega Sophia Vari, en mayo, y tuvo que enfrentar el dolor de perder a uno de sus hijos en un accidente de tránsito cuando tenía solo cuatro años. Más tarde, otro de sus hijos se vio envuelto en un escándalo de corrupción.

El legado de Botero, que incluye más de 3 mil pinturas y 300 esculturas, está impregnado de una sed creativa insaciable. En sus últimos años, trabajaba incansablemente durante 10 horas diarias, y la idea de dejar los pinceles le aterraba más que la muerte, como él mismo expresaba.

Fernando Botero falleció el 15 de septiembre de 2023 en un hospital de Mónaco por complicaciones derivadas de una neumonía, según informó su hija, Lina Botero. El artista colombiano tenía 91 años.

Vía Excélsior.

Fotografía El País.

Scroll to Top