La dama desconocida (1944), de Robert Siodmak

Después de una fuerte discusión con su mujer, Scott, muy deprimido, se va a un bar a tomar unas copas. Coincide en el bar con una desconocida, tocada con un curioso sombrero, y tan deprimida como él. Deciden hacerse mutua compañía esa noche, primero en el bar, y luego en un local de variedades; la única condición por parte de ella es no decirse sus nombres. Cuando Scott vuelve a casa, le espera una desagradable sorpresa: su esposa ha sido estrangulada, y la policía le considera el principal sospechoso del crimen. Todas las pistas apuntan a su culpabilidad, pues nadie recuerda haberle visto la noche de autos con la misteriosa dama. Condenado a la pena capital, su fiel secretaria Kansas investigará por su cuenta, para demostrar su inocencia.

Estupenda cinta de cine negro con mucha dosis de intriga, rodada por el maestro Robert Siodmak. Contiene un buen puñado de escenas memorables, prueba de su enorme talento, con estupenda fotografía de fuerte sabor expresionista. Destacan, por ejemplo, el modo en que concibe el juicio de Scott, donde sólo muestra al público y las notas de la taquígrafa, nunca el rostro de la acusación o la defensa; o cuando Kansas sigue por la noche a un barman por callejones solitarios, donde apenas se escucha otra cosa que el ruido de sus pisadas. Ella Raines compone de modo magistral a Kansas, sobre toda cuando seduce al batería del espectáculo de variedades al que acudió Scott con la dama, lo que conduce a una escena de gran intensidad de él con los platillos, que transmite toda su lascivia. Mientras que Franchot Tone, inquieto por las palabras del inspector acerca de la probable locura del asesino, también raya en esa escena a gran altura.