Conozco a Eugenia Martínez de Irujo, como a muchas otras personas, por seguir su vida, bastante detalladamente desde que nació. Siempre detecté una personalidad única. Distinta. El día que la conocí, hace ya 20 años, me sorprendieron su educación y su mirada. Ambas cosas las asocié a la historia, el sitio de donde proviene y la vinculación de su familia con eso que, para muchos, es una materia escolar y no una cuestión cotidiana. Sus ojos conectan con siglos anteriores, por lo mucho que han admirado y aprendido en su entorno. Y entonces esa mirada suya dejó de ser inteligente, penetrante, para ser como una especie de conducto con los tiempos, el pasado y el presente, y descubrí que el futuro era uno, el que recibía la mirada y a quien ella entregaba ese enigma. Para convertirse en elegido de su confianza, su cariño, su deseo de compartir lo que sabe y piensa.
Creo que ese deseo se ha visto plasmado en esta sesión y en esta colaboración con un artista que conoció, como siempre sucede en su inquebrantable curiosidad, de manera fortuita. Raúl Rosillo y Eugenia hablaron de cosas que les interesaban y surgió, ¡cómo no!, la relación de Francisco de Goya con la Casa de Alba.
El artista propuso una 'experiencia' donde Eugenia, la única hija de Cayetana Fitz-James Stuart, la anterior duquesa de Alba (y por su presencia en la cultura popular española del siglo XX, la más pop de ellas), serviría de vehículo para acercar todo esto al siglo XXI.
"Mi idea era hacerle un homenaje a los artistas que han tenido contacto con la familia de Alba, empezando por Goya y acabando por los grandes fotógrafos que retrataron a su madre, Cayetana", Raúl Rosillo.
Eugenia aceptó, un poco siguiendo la tradición familiar de apoyar discretamente con su presencia ejercicios creativos que les atraen. Esto se ha convertido en un ejercicio frecuente para Eugenia y así lo ha manifestado, asistiendo al primer desfile en París de Teresa Helbig, cuyos diseños luce en ocasiones especiales, como a los premios Grammy en Sevilla el pasado noviembre o apoyando la música en general, y el flamenco en particular.
En esta misma idea, Eugenia aceptó la propuesta, trasladándola a La Pizana, su residencia sevillana, otorgada por su madre tras su matrimonio en 1998. Sólo he estado una vez en esa casa y es una especie de refugio familiar, con las sillas versión miniatura de las butacas y asientos normales en una casa importante que, a su manera, demuestran el sentido de humor aplicado a la decoración. Un comedor inmenso, para familia numerosa, pegado a una cocina igual de espaciosa y repleta de alimentos, utensilios, historia pequeña rodeada de historia grande... Fuera, habita una gran fauna ibérica: cerdos, algunos devenidos en mascotas, los perros que Eugenia adopta en refugios de adopción y burros. La noche que estuve allí, Eugenia me llevó a conocer uno de ellos. Pregunté si no le fastidiaríamos a esa hora con la visita y Eugenia me informó que los burros no duermen demasiado. Me enamoró ese instante y vi al animal mirarnos con sus enormes ojos líquidos, acercarse hacia nosotros como si nos reconociera parecidos.
"Ha sido muy mágico. Eugenia me dio toda la libertad del mundo, nos abrió su casa en Sevilla, La Pizana, y trabajamos de una forma muy íntima. Se entregó muchísimo al proyecto y es precioso ver cómo lo daba todo a cambio de apoyar el arte", Raúl Rosillo.
Imagino que durante la sesión, "el disparo", como en Harper’s Bazaar llaman a estos momentos fotográficos, Eugenia habrá invitado a Raúl y al equipo de la revista a vivir este 'Momento Burro' y los habrá entusiasmado con esa pequeña magia entre la aristocracia y la naturaleza. A lo mejor, diálogos de ese tipo también embrujaron a Goya con sus duquesas de Alba. Y esa es mi explicación a la magia de Eugenia. En su vida, que en el presente atraviesa por su mejor, más plena y feliz etapa, la historia es suya y nuestra. Compartirla es su compromiso.
Producción: Beatriz Martínez Velasco. Retoque: Guille Sotelo. Asistente de estilismo: Diego Serna.