Contribuciones desde el post-estructuralismo lacaniano al debate epistemológico sobre la objetividad y la neutralidad valorativa

SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.27 número63La Espiral Epistémica de las Relaciones Internas: El conflicto social como cambio de AspectoAcercamiento al pensamiento de Jorge Quintero y su vinculación al proceso dialéctico universal índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista de Filosofía

versión impresa ISSN 0798-1171

RF v.27 n.63 Maracaibo dic. 2009

 

Contribuciones desde el post-estructuralismo lacaniano al debate epistemológico sobre la objetividad y la neutralidad valorativa

Contributions from Lacanian post-structuralism to the epistemological debate about valuative objectivity and neutrality

Hernán Fair

Universidad Nacional de San Martín Argentina

Resumen

En este trabajo se intenta elaborar una indagación epistemológica crítica que contribuya a enriquecer al debate sobre la posibilidad o imposibilidad de abordar los fenómenos de las ciencias sociales y humanísticas de una manera neutral y/o objetiva.. A partir de un enfoque centrado en la teoría post-estructuralista francesa y, más específicamente, en los aportes brindados por el psicoanálisis lacaniano, se concluirá que el psicoanálisis, en su vertiente lacaniana, y retomado de un modo distinto por otros autores, como Zizek, ha mostrado de una manera consistente que este supuesto objetivismo no es más que un imposible. La realidad objetiva no puede ser más que una utopía, en tanto toda realidad es construida por un lenguaje, un orden simbólico, que es contingente y, por lo tanto, relativo. Sin caer en un mero relativismo de los actuales enfoques “posmodernos”, que no exista la Verdad con mayúscula no implica que no existan verdades a medias, “minoradas”, como las denomina Lacan en su obra.

Palabras clave: Objetividad, neutralidad valorativa, pos-estructuralismo lacaniano, ciencia sociales y humanísticas.

Abstract

This work tries to elaborate a critical epistemological inquiry that enriches the debate about the possibility or impossibility of approaching social and human science phenomena in a neutral and/or objective way. Starting from a view based on French post-structuralist theory, and more specifically, on contributions from Lacanian psychoanalysis, conclusions will be that psychoanalysis, at least Lacanian psychoanalysis, taken up again in a different way by other authors such as Zizek, has consistently shown that this supposed objectivism is impossible. Objective reality can be no more than a utopia, because all reality is constructed by a language, a symbolic order which is contingent, therefore relative. Without falling into postmodern relativism, the fact that there is no Truth with a capital letter does not imply that there are no truths.

Key words: Objectivity, valuative neutrality, Lacanian post-structuralism, social and human sciences.

Recibido: 05-12-08 • Aceptado: 07-10-09

Los hechos de los que les hablo son hechos del discurso, de un discurso cuya salida buscamos en el análisis, ¿en nombre de qué?: de dejar plantados a los demás discursos Jacques Lacan, Seminario XX: Aun

1. Introducción

Una de las discusiones más antiguas dentro de las ciencias en general y las Ciencias Sociales y Humanísticas en particular, versa sobre la posibilidad o imposibilidad de tratar al objeto de estudio de una manera neutral y/o objetiva. En efecto, toda investigación que pretenda obtener cierto grado de legitimidad debe presentar sus postulados y, sobre todo, desea hacerlo, desde una visión científica y objetiva. El siguiente trabajo se propone realizar una indagación epistemológica crítica que contribuya a enriquecer este debate a partir de un enfoque centrado en la teoría post-estructuralista francesa y, más específicamente, en los aportes brindados por el psicoanálisis lacaniano. Creemos que el post-estructuralismo, y especialmente la vertiente de análisis desarrollada por Jacques Lacan a lo largo de sus seminarios y escritos, ha logrado trascender con éxito ciertos reductos “cientificistas” observables en teorías previas. En ese contexto, sus aportes resultan sumamente pertinentes y enriquecedores para contribuir a una reflexión teórica y epistemológica más amplia e integral de un largo y apasionante debate que no pierde trascendencia en la actualidad. Colocando el eje en el conflictivo campo de las Ciencias Sociales, pretendemos responder a las siguientes preguntas: ¿es posible la objetividad dentro de esta disciplina?, ¿y la neutralidad valorativa?, ¿existe una verdad independiente de la teoría?, ¿se puede, en ese sentido, describir de una manera adecuada la realidad observada?, ¿qué puede decirnos el psicoanálisis lacaniano sobre este tema?

2. El eterno debate sobre la objetividad y la neutralidad valorativa en las Ciencias Sociales

Como hemos mencionado en la introducción, uno de los aspectos centrales que se plantea dentro de la discusión epistemológica del conocimiento trata acerca de la posibilidad (o bien la imposibilidad) de acceder a un saber objetivo y neutral. Para iniciar este análisis debemos comenzar distinguiendo, sin embargo, entre ambos conceptos. Por objetividad entendemos la posibilidad de tratar el tema de estudio como un objeto que puede ser observado, y sobre todo comprobado, por cualquier miembro de la comunidad académica, como así también por cualquier particular que desee hacerlo, con independencia de quienes elaboran las teorías. En este marco, y nótese que suele referirse a la noción de “objeto de estudio”, lo que de por sí denota objetividad, se suele acudir a diferentes métodos racionales que permiten su validación y comprobación empírica y teórica1. Entre los diversos métodos existentes, las Ciencias Sociales han distinguido a grandes rasgos la metodología cualitativa, basada en entrevistas, encuestas en profundidad, análisis del discurso, historias de vida, trabajo de campo y observación participante, de la metodología cuantitativa, basada en estadísticas, econometría aplicada, ecuaciones, etc. Cada uno de estos métodos, aunque coexisten discusiones acerca de la pretendida superioridad de algunos sobre otros2, pretende erigirse desde un tipo de metodología comprobable empíricamente y sobre todo, de manera objetiva, lo que le daría un aire de cientificidad3.

Este ideal de objetividad, que se encuentra desde los primeros teóricos de la sociedad y la cultura moderna, desde Durkheim y Mannheim hasta Weber, pasando por Marx y Parsons, entre otros, se da la mano con otro ideal que se relaciona con la neutralidad valorativa. Por este concepto, que muchas veces se confunde con el anterior, debemos entender la posibilidad del investigador de desligarse de sus valores para describir la realidad tal como ella es. Del mismo modo que con la noción de objetividad, desde tiempos inmemoriales, que nos remontan a los inicios de lo que se conoce como la civilización occidental, se pretende acceder a un tipo de análisis político, económico y social que podría, mediante diversos métodos, acceder a las verdades eternas, para citar a Platón, el iniciador de esta utopía que llegaría a su apogeo a partir de la modernidad. En el próximo apartado, comenzaremos por analizar este último particular, para luego hacer lo propio con el tema de la objetividad. En una segunda etapa, discutiremos dos enfoques teóricos contemporáneos que, pese a sus valiosísimos esfuerzos, consideramos que no han logrado trascender del todo ciertos reductos objetivistas derivados de su herencia marxista. Nos referimos a las teorías del sociólogo francés Pierre Bourdieu y ciertos trabajos del filósofo esloveno Slavoj Zizek. A partir de un análisis de algunos de sus textos más representativos, pretendemos dar cuenta de ciertas falencias observables en sus teorías que les impiden, a nuestro juicio, trascender del todo el objetivismo que, sin embargo, ambos critican. Finalmente, en una tercera y última etapa, nos centraremos en las críticas del psicoanálisis de Jacques Lacan a este tipo de enfoques teóricos derivados del positivismo y en la propuesta epistemológica del autor. Para ello, incorporaremos, además, diversos ejemplos de la realidad cotidiana que creemos que pueden contribuir a una mayor comprensión y clarificación de su enfoque teórico-epistemológico.

3. La neutralidad en cuestión

A diferencia del tema de la objetividad, el debate sobre la posibilidad/imposibilidad de la neutralidad valorativa en las Ciencias Sociales resulta más fácil de discutir, ya que existe cierto consenso colectivo en el “campo académico” en que no es más que una utopía. Como dijimos en el párrafo anterior, ya desde Platón y su supuesta posibilidad de acceder, mediante el conocimiento superior y desinteresado de los “filósofos rey”, a lo Bello en sí, a lo Bueno en sí y a lo Verdadero en sí, se cree posible tener acceso directo a un tipo de conocimiento que pueda desligarse completamente de los valores del investigador. A partir de Descartes y toda la corriente de la Ilustración4, es decir, con el nacimiento de lo que se conoce como la Modernidad5, esta aparente neutralidad valorativa continuó su marcha ascendente. Es el caso, por ejemplo, del positivismo lógico inglés del siglo XIX, que pretendía llevar los métodos de las ciencias naturales al estudio de la sociedad6, pero también de sus herederos de la teoría económica neoclásica del siglo XX (especialmente Friedrich Von Hayek y Milton Friedman) y su fe en las leyes invariantes del mercado7 y también el marxismo clásico, con su fe en las Leyes objetivas de la Historia8.

Sin embargo, a partir de mediados del siglo pasado, esta presunta neutralidad valorativa comenzó a ponerse en cuestión. Aunque existen antecedentes previos significativos en teóricos de la talla de Nietzsche, Husserl, Heidegger y Freud, desde ese entonces, tanto desde el campo del psicoanálisis francés, en particular a partir de la teoría postestructuralista de Jacques Lacan, como desde la semiología, a partir de teóricos como Saussure, Jakobson, Searle, Voloshinov, Austin y Barthes, entre otros, e incluso dentro de la filosofía política, con el estructuralismo de Foucault, Wittgenstein, Lyotard, Derrida y la fenomenología hermenéutica de autores como Schutz, Gadamer y Ricoeur, comenzarían a ser criticados fuertemente los postulados acerca de la posibilidad de acceder a una presunta neutralidad valorativa9.

En ese contexto, estos teóricos harán hincapié, algunos con mayor énfasis, otros más contradictoriamente, en la imposibilidad de acceder a un tipo de conocimiento libre de los valores del investigador. Podemos citar, en ese sentido, la importancia crucial de la noción de inconsciente por parte del psicoanálisis, la idea del “sujeto de la enunciación” por parte de la semiología, y la noción de “construcción del objeto” por parte de la fenomenología. El primero de ellos, desarrollado por Lacan a partir de los aportes fundamentales de Freud, sostiene la imposibilidad de la neutralidad valorativa a partir de la presencia del inconciente que, al estar “estructurado como un lenguaje”, al decir de Lacan, contiene un desequilibrio que lo altera10. Resulta conocido, en ese sentido, el llamado “Estadío del Espejo”, donde Lacan11 muestra la imposibilidad de acceder a un tipo de conocimiento puramente neutral a partir de la presencia del deseo inconsciente del sujeto12. En cuanto a la noción de sujeto de la enunciación, aunque sus antecedentes nos remontan a los trabajos de Benveniste13, Ducrot14 y Maingueneau, han sido abordados en detalle por semiólogos como Eliseo Verón y Octave Mannoni en reemplazo de la noción de enunciador. Lo que sostienen estos pensadores, de una manera similar al psicoanálisis, al que mucho le deben, es que el sujeto no es dueño de sus acciones, pensamientos e intenciones. Por el contrario, lo que existe en realidad es una “pluralidad de voces que hablan”, una “polifonía” de la enunciación (y también de sus efectos), por lo que difícilmente podría alcanzarse un conocimiento puramente objetivo y neutral15. Finalmente, desde la fenomenología derivada del existencialismo, Alfred Schütz señalaría que resulta imposible desligarse de los valores, ya que se encuentran implícitos en el nombramiento de las cosas. En su crítica hermenéutica al positivismo lógico de matriz iluminista, cuyos antecedentes ya se encuentran en los trabajos de Popper, Kuhn, Hesse, Toulmin, Feyerabend y Winch, afirmará este autor que la neutralidad se ve impedida en las Ciencias Sociales en razón de que el investigador se encuentra inserto en el campo de significatividades que estudia16. En sus palabras, el mundo de la naturaleza, tal como lo explica el especialista en ciencias naturales, no significa nada para las moléculas, átomos y electrones, pero “el campo observacional del científico social, la realidad social, tiene un significado específico y una estrategia de significatividades para los seres humanos que viven, actúan y piensan dentro de él”17. Como lo han destacado también teóricos como Gadamer18 y Giddens19, entre otros, el científico social, a diferencia del científico que analiza moléculas en un laboratorio, se dirige a un mundo que replica, es decir, a sujetos activos. Esta evidente interacción con la sociedad le impide, por lo tanto, desligarse de su objeto y tratar a los hechos sociales como si fueran cosas, para parafrasear el sueño imposible de Durkheim de realizar una sociología libre de valores20. En ese contexto, como puede apreciarse, la presunta neutralidad resulta imposible por definición21. En el próximo apartado examinaremos una cuestión vinculada con este tema, pero mucho más sensible para la “academia”, el ideal de objetividad.

4. La objetividad en cuestión

Al igual que el ideal de neutralidad, el ideal de objetividad acompaña como una sombra el pensamiento social22. En ese contexto, ambos términos suelen ir de la mano. Sin embargo, creemos que los mismos deben separarse, al menos analíticamente. En efecto, como lo ha destacado Weber, mientras que la neutralidad valorativa resulta imposible, el ideal de objetividad puede ser posible mediante la aplicación de los métodos sociológicos23. Así, según el sociólogo alemán, se podría acceder a un tipo de pensamiento objetivo, sin ser necesariamente neutral. Ello se debe básicamente a la definición que nos da de objetividad. Según él, la objetividad es la posibilidad de probar empíricamente y de manera objetiva los postulados científicos. En el caso de su enfoque comprensivista, este ideal se alcanzaría mediante la asignación en casos concretos de los diversos “tipos ideales” (con arreglo a fines, con arreglo a valores, tradicionales y afectivas)24. Para otros, en cambio, la objetividad se alcanzaría mediante la recolección y análisis de fuentes primarias y secundarias de diarios y revistas, o bien mediante entrevistas, lo que permitiría comprobar y controlar, con una simple revisión, los datos objetivamente utilizados. Esta pretensión objetivista nos lleva a examinar las formas históricas que ha tenido la legitimación de los enunciados considerados como científicos, y aquí entra en juego nuevamente el dilema de la objetividad.

Si a partir de la modernidad la objetividad ha sido un ideal constante que se cree posible de poder alcanzarse, y este ideal se ha visto fortalecido por los constantes avances científicos y tecnológicos, el principal método que han hallado las denominadas Ciencias Sociales, herederas del positivismo lógico del siglo XIX, para garantizar sus enunciados, se basa en la presunta superioridad de la “Ciencia matemática”. Más específicamente, se ha insistido desde Platón y Descartes en adelante sobre la presunta superioridad intrínseca de las ecuaciones matemáticas y las estadísticas derivadas de las denominadas Ciencias Exactas o Ciencias Formales por sobre las Ciencias Sociales o Fácticas. Así, desde la matriz racionalista heredera del conductismo estadounidense se afirma que nada es más objetivo que un número, ya que todo aquel que lo desee puede observar “en la práctica cotidiana” que 2 más 2 es igual a 4. En ese contexto, la utilización de estos métodos cuantitativos que “hablan por sí mismos” y no admiten contradicción, garantizarían la presunta objetividad “científica” de la ciencia de los números25.

Mientras que en la psicología los antecedentes de este enfoque objetivista derivado del conductismo nos remontan a autores como Skinner, Watson, Thotndike y Pavlov26, en el campo de la teoría sociológica el enfoque que tomaría el nombre de positivista tiene su origen en la sociología de Augusto Comte, aunque adquirirá preeminencia a partir de la noción mítica de adecuación objetiva del estructural-funcionalismo de Talcot Parsons, y sobre todo a partir de la teoría funcionalista del sociólogo francés Emile Durkheim. Este último, como se sabe, creía posible tratar a los “hechos sociales” como si fueran “cosas”. Para ello, partía de la base de que los hechos sociales poseen dos características ineludibles que lo harían objetivable. En primer lugar, que se trata de hechos externos al individuo. Y segundo, que se le imponen al individuo de manera coercitiva27. Así, las características de exterioridad e imposición externa estarían demostrando la posibilidad de situarse por fuera del objeto de estudio para abordar, digamos, su “naturaleza”.

Este ideal positivista, como veremos luego con más detalle, ha sido criticado como una utopía por la semiología y la filosofía política, sobre todo las derivadas del estructuralismo y la semiótica de la escuela francesa e inglesa. Del mismo modo, ha sido criticado también por la fenomenología analítica heredera del pensamiento de Husserl y Heidegger, que señala que no existe una realidad externa al sujeto y que lo social no es más que una construcción intersubjetiva. En ese contexto, en el que el investigador interactúa con su “objeto” de estudio, y no es posible, por lo tanto, acceder a una realidad simbólicamente estructurada sólo a través de la observación, el problema de la comprensión ha cobrado una creciente importancia metodológica en las Ciencias Sociales. En dichas circunstancias, teóricos como Alfred Schütz destacan que no puede alcanzarse un tipo de conocimiento puramente neutral, ya que el investigador forma parte de la propia sociedad que analiza28, y a similar resultado arriba Weber con su método comprensivista de los tipos ideales29.

El problema con estos últimos pensadores, que no desmerece su esfuerzo contra la primacía de las teorías herederas del positivismo, es que continúan pensando que todavía existe la posibilidad de acceder, a pesar de todo, a métodos de verificación puramente objetivos. Si bien ya desligados del ideal cientificista de la ciencia matemática, y de ahí a que se refieran al “dualismo metodológico” en oposición al “holismo metodológico” del positivismo lógico del siglo XIX30, continúan pensando que resulta posible acceder objetivamente a la realidad (construida) del objeto. Así, Weber señala que la construcción por parte del investigador de los “tipos ideales” (racionales, valorativos o tradicionales) le permite aprehender empáticamente el accionar de los individuos, mientras que Schütz señala que la “tipificación” de “sentido común” realizada por el investigador hace posible acceder de manera objetiva a la realidad intersubjetiva a partir de compartir un marco de referencia común31. Del mismo modo, la teoría habermasiana cree posible acceder a un tipo de realidad objetiva a partir de una metodología basada en la aplicación de ciertas pretensiones racionales de validez que consisten en la verdad proposicional, la rectitud normativa, la veracidad y la autenticidad32.

4.1. La sedimentación objetivista en Bourdieu

Señalamos en el apartado anterior las características que definen al enfoque positivista y las críticas de la corriente comprensivista e interpretativa, también conocida como hermenéutica, a partir del dualismo metodológico. Dijimos que a pesar de sus fuertes críticas a la concepción “cientificista” de los primeros, estos últimos no habían logrado sobreponerse del todo al legado objetivista que se hallaba en su origen. En ese contexto, en los últimos años han surgido algunas teorías que han intentado, por distintos caminos, trascender el puro objetivismo del positivismo y el enfoque comprensivista derivado de la teoría weberiana. Sin intentar agotar el amplio campo posible de análisis, a continuación nos centraremos en dos de sus principales exponentes: la teoría del sociólogo Pierre Bourdieu y la del filósofo Slavoj Zizek.

Creemos que, el sociólogo francés Bourdieu, no ha logrado sobreponerse del todo, a pesar de su valiosísimo esfuerzo, a este tipo de enfoque objetivista derivado de la teoría weberiana33. Considerado, no sin razón, como uno de los máximos representantes de la sociología contemporánea, y sin desmerecer por ello sus cruciales aportes al análisis y comprensión de la sociedad y la cultura, creemos que su método epistemológico pretende erigirse en una presunta objetividad (no así en una neutralidad valorativa, fuertemente criticada por el autor) que permitiría acceder a la realidad, nuevamente construida, y no total, de las cosas. En efecto, aunque ya no se trata de acceder la Cosa en sí, y Bourdieu critica enfáticamente esta utopía del cientificismo positivista tanto marxista como liberal34, el gran sociólogo francés cree posible tener acceso a un tipo de conocimiento, a una nueva concepción de la ciencia, que investiga objetivamente los fenómenos sociales. Así, en su clásico trabajo Sociología y cultura se pregunta: “¿por qué es necesario que el discurso sociológico sea científico?” y responde, porque “hay sistemas coherentes de hipótesis, conceptos, métodos de verificación, todo aquello que se suele vincular con la idea de ciencia”35. Sin embargo, valga la aclaración, con ello no pretende regresar al positivismo decimonónico. En efecto, como agrega, “la sociología es una ciencia especialmente difícil, especialmente indemostrable”36. Sin embargo, su teoría cree posible acceder, y lo coloca como su objetivo principal, a lo que se encuentra oculto detrás de las ideologías dominantes. Así, señala que la sociología “revela cosas ocultas y a veces reprimidas” y “sus objetos son lo que se pone en juego en las luchas; las cosas que se ocultan, que se censuran, por las cuales uno está dispuesto a morir”37.

Desde el enfoque de Bourdieu, que toma estos ideales de Marx, Weber y sobre todo Durkheim, sus principales referentes, existe, entonces, la posibilidad de un conocimiento en última instancia objetivo. Sin embargo, en este punto creemos que es de Marx de quien se aferra, o al menos de cierta visión de su pensamiento. Más específicamente, del método de “materialismo histórico” derivado de El Capital. Allí, como se sabe, Marx se refería a que la igualación (por supuesto, meramente formal) de todas las mercancías alrededor de la mercancía denominada moneda (el equivalente general), oculta en realidad su dominación intrínseca de clase38. Esta noción de “fetichismo”, también presente en Sartre39, entre otros, resulta importante para tener en cuenta la influencia de su obra en los pensadores digamos menos “economicistas”40. Se trataría de un análisis cognitivo que debería centrarse en la investigación de aquello que se encuentra “detrás” de lo que se observa en lo que parece ser la “realidad” y que, en última instancia, permitiría acceder a la verdad objetiva “oculta”, el conocimiento “científico” y objetivo de los fenómenos sociales. En palabras de Bourdieu:

En el caso de las ciencias sociales ¿acaso el interés, el apasionamiento o el compromiso no pueden conducir a la ceguera, lo cual daría razón a los defensores de la neutralidad? De hecho, y esto es lo que constituye la dificultad particular de la sociología, estos intereses, estas pasiones, nobles o bajas, solo llevan a la verdad científica en la medida en que vienen acompañados por un conocimiento científico de lo que los determina y de los límites que imponen al conocimiento41.

Seguramente se nos dirá que Bourdieu era todo menos objetivista. En efecto, el propio autor señala en varias oportunidades que su teoría no debe considerarse puramente objetiva, como lo era el marxismo ortodoxo, ni tampoco puramente subjetiva42, como pretendería cierta visión que luego abordaremos con más detalle. De lo que se trataría, en realidad, desde este enfoque, es de una especie de intersección que señalase el componente de construcción social y valorativo del objeto de estudio y su inherente politicidad, en el sentido de relaciones de fuerza que lo determinan (o bien condicionan)43. Sin embargo, si “observamos” con más detalle su teoría, Bourdieu termina señalando que el objetivo final de su “ciencia”, su “método sociológico”, consiste en la comprensión de los mecanismos ocultos detrás de las ideas dominantes que contribuirían, a su vez, a la “reproducción” del sistema44. Este tipo de postulados teórico-epistemológicos, ya presentes desde diferentes enfoques en la obra Roland Barthes, a partir de su análisis de los mitos “objetivadores” y “naturalizadores” de la dominación burguesa45, y en el análisis de Althusser46 acerca de los mecanismos de dominación de la ideología burguesa47, cree posible poder revelar aquello que se encontraría “detrás” de las teorías que se sitúan como verdaderas. Aunque el método de por sí resulta más que pertinente para el análisis de las “condiciones sociales de producción” de los discursos colocados como “científicos”, es decir, de aquellos discursos que se sitúan desde una postulación libre de valores y de intereses políticos subyacentes, tal como los reveladores análisis del propio Bourdieu, Foucault, Lyotard y, más recientemente, los análisis semióticos de Eliseo Verón sobre el discurso de la ciencia, han puesto de manifiesto48, creemos que este tipo de enfoque epistemológico termina cayendo en Bourdieu en una metodología objetivista que no logra alejarse de su par marxista, al garantizarse un supuesto acceso a la realidad oculta, a la verdad fetichizada detrás de las apariencias naturalizadas del orden burgués. Así, el propio Bourdieu afirma que “el sociólogo enseña a remitir los actos o los discursos más puros, los del sabio, el artista o el militante, a las condiciones sociales de su producción y a los intereses específicos de sus productores”49. En efecto, como dirá más adelante, aunque la sociología “no es socialmente neutra”, algo que aquí no discutimos, como ya señalara mucho antes la hermenéutica, “el sujeto de la ciencia forma parte de su objeto”, de lo que se trata según Bourdieu es de investigar “los mecanismos en los cuales se funda” el mundo social50. Y, como dijimos, es precisamente esta metodología de análisis la que garantizaría el acceso al “conocimiento científico”51.

En esta misma línea de análisis del pensamiento bourdiano, el trabajo crítico de Juan Pecourt señala, por ejemplo, que en su libro Homo Academicus, donde Bourdieu diferencia entre los poseedores de poder académico y los portadores de poder científico, este sociólogo francés afirma que:

El poder académico controla los instrumentos legítimos para la producción y difusión del conocimiento, defendiendo, en consecuencia, la ortodoxia y las tradiciones ancestrales que definen el mundo académico. El poder científico, por el contrario, expulsado de los centros de poder, participa en la creación de estilos de pensamiento revolucionarios, promoviendo la heterodoxia y la rebeldía cognitiva. Epistemológicamente, en su momento de mayor confrontación, Bourdieu asocia el poder académico con la violencia simbólica, o lo que los marxistas tradicionales llamarían ideología. Por el contrario, el poder científico promueve un conocimiento universal y liberador52.

En ese mismo contexto, agrega que:

Aunque probablemente está muy lejos de sus intenciones… El activista científico de Bourdieu, siguiendo la noción weberiana del profeta, se sitúa en contextos sociales específicos, pero, gracias al poder simbólico del conocimiento científico, tiene la capacidad de trascender el contexto institucional en el que se inserta y las determinaciones sociales que restringen su trabajo, difundiendo formas de conocimiento universales y racionales a través del espacio social53.

El análisis precedente lo lleva a concluir, entonces, que “el científico crítico de Bourdieu, en una especie de inexplicable acto de magia, disuelve la violencia simbólica que se ha apoderado del mundo mediante la propagación de los descubrimientos científicos”54 (Pecourt, 2007: 38).

4.2. La realidad fetichizada del enfoque de Zizek

Según creemos, el mismo problema teórico metodológico que, repetimos, no debe dejar de lado los valiosísimos aportes de ambos pensadores a la comprensión de aquello que llamamos lo social, se encuentra presente en ciertos trabajos recientes del filósofo esloveno Slavoj Zizek. En efecto, especialmente en su artículo Lucha de clases o posmodernismo. Sí, por favor, este teórico de origen marxista señala que la realidad oculta lo Real de la lucha de clases como antagonismo primordial55. Según afirma Zizek en este texto, polemizando con lo que denomina los enfoques “posmodernos de la pluralidad de subjetivaciones políticas”56, estos trabajos dejan a un lado lo que considera es el “problema de la dominación dentro del capitalismo”. En efecto, según sostiene, “la estructura de clase y producto del capitalismo no es un fenómeno sólo limitado al ámbito particular de la economía, sino el principio estructurante que sobredetermina la totalidad social, desde la política hasta el arte y la religión”58. Es decir, que para este enfoque, que retoma en este punto la noción de “sobredeterminación” material de Althusser y su análisis supuestamente “científico” (en oposición a lo “ideológico”) de su método centrado en el “materialismo histórico”59, la verdad “objetiva” de la “lucha de clases” como antagonismo Real busca ocultarse detrás de la ideología fetichizada del capitalismo y la dominación clasista.

En ese contexto, puede notarse que ambos autores, cada uno a su manera, no logran terminar con la supremacía del campo económico en última instancia60, un reduccionismo que ya se hallaba desde un enfoque diferente en autores tan diversos como Miliband, Poulantzas y Althusser61. Pero sobre todo, creen posible la existencia de una realidad objetiva que se encuentra fetichizada por lo que podríamos denominar las estrategias de objetivación del sistema capitalista.

Según entendemos, para dar cuenta de una crítica más profunda y consistente al objetivismo, presente de manera incompleta y muchas veces contradictoria en estos pensadores, debemos pensar el análisis desde lo que se conoce como el post-estructuralismo y, mas específicamente, desde quien, a nuestro juicio, fue el que llevó más lejos sus efectos y potencialidades: Jacques Lacan.

5. El psicoanálisis lacaniano, o la construcción simbólica y relativa de la objetividad

En los inicios del psicoanálisis freudiano, la crítica a la neutralidad valorativa y a la idea de objetividad se encuentra presente, quizás por el contexto histórico en el que escribía, de una manera contradictoria62. Así, aunque Freud insistía en promover la “abstinencia”, en varios de sus trabajos afirmaba la posibilidad de acceder a un tipo de conocimiento neutral de su objeto. En ese pasaje, apelaba a metáforas como la del cirujano que “opera” sobre su objeto o a la realidad como “descubrimiento” o bien como “espejo” que se refleja63.

A partir de la década del 60 del siglo XX, con las críticas a la Asociación Psicoanalítica Internacional, este tipo de pensamiento “cientificista” comenzó a ser cuestionado ampliamente. En ese contexto, a partir de los aportes del psicoanálisis desarrollados por la vertiente post-estructuralista de Jacques Lacan en adelante, la crítica a la idea de objetividad fue puesta en cuestión de una manera drástica y feroz. Aunque ya mucho antes, pensadores como Nietzsche y Heidegger habían sido los precursores de esta crítica a los valores de la Ilustración, y el propio Freud acompañaría, si bien con ciertas contradicciones, esta crítica, al postular la presencia del inconsciente y del deseo como inherentes al sujeto, será recién a partir de Lacan que este tema será desarrollado en toda su magnitud. En efecto, al decir que el inconsciente se “estructura en un lenguaje” coherente y revelador, se impone un enfoque que niega la posibilidad de objetivar la realidad social de una manera plena y transparente64. Pero sobre todo, lo que señalaría con mayor énfasis el psicoanálisis lacaniano es la primacía que adquiere la palabra, el significante, por sobre la economía y, llegado el caso, la sexualidad. Desde este enfoque, a partir de que el sujeto se comunica, es decir, desde que está atravesado por el lenguaje, es un “ser que habla”, para citar a Lacan, no existe ninguna posibilidad de acceder a verdades últimas tales como la Cosa en sí65. Sin embargo, tampoco es posible acceder desde esta perspectiva a supuestas realidades ocultas objetivas detrás de los discursos que se colocan, por ejemplo, como la encarnación de la Ciencia, la Verdad, etc66. Podemos decir que si el primer paso fue dado por el estructuralismo francés y sus variantes semiológicas, sociológicas y filosóficas, y aquí se sitúa entre otros a Bourdieu, este segundo paso se encuentra ausente en estas perspectivas67.

En efecto, si la realidad, como destaca el lacanismo, es una pura construcción discursiva, si “No hay Otro del Otro”68, no puede ser posible el análisis de una supuesta realidad objetiva oculta o fetichizada que se encuentra ubicada detrás de los fenómenos observables, ya que ello implicaría un fundamento objetivo de lo social, una ontología pasible de ser conocida69. En ese contexto de crítica a toda ontología que trascienda el discurso, se entiende la crítica de Laclau a Zizek70, quien pretende que la lucha de clases, es decir, la economía en última instancia, es el antagonismo “clave” que es desplazado por el sistema capitalista mediante diversas estrategias de ocultamiento de las desigualdades “reales” tales como las leyes burguesas, el consumo de mercancías, etc.71 De lo que se trata más bien desde la corriente post-estructuralista iniciada por Lacan, y aquí podemos hallar también varios puntos en común con la “perspectiva discursiva” de la psicología social72, es de una realidad que es construida por el lenguaje y, por tanto, de una construcción simbólica y siempre relativa de la objetividad, como la hemos denominado en el subtítulo de este apartado. Es una construcción simbólica, en tanto está determinada íntegramente por el discurso73. Una objetividad relativa, pues, como señala Lacan en Aun, su “verdad” no responde más que una contingencia siempre amenazada74.

Ahora bien, este enfoque lacaniano no debe llevarnos a pensar, como pretende cierta visión nihilista heredera del pensamiento nietzscheano75, que no existe ningún punto de apoyo para pensar el conocimiento. En efecto, este tipo de visión nos llevaría a un puro relativismo que dejaría de lado la posibilidad de una ciencia con pretensiones de obtener una cierta legitimidad. Como destaca Lacan, si caemos en el nihilismo puro que iguala toda interpretación como símbolo de valor, no sólo se igualaría a las Ciencias Sociales con la religión o la pura filosofía, sino que se le haría el “juego” a las ideas dominantes derivadas del conductismo estadounidense, quienes pretenden ingenuamente, como dijimos, que existe alguna posibilidad de acceder al conocimiento puramente objetivo y neutral de la realidad. Pero entonces, ¿qué puede hacerse? Por lo pronto, retomar a Lacan. Como señala este brillante pensador, muchas veces (mal)interpretado libremente, no es que no exista la verdad, como parece desprenderse de cierto análisis reduccionista de su obra, sino que la verdad existe como una construcción social contingente y sobre todo, determinada por un discurso que lo forma, conforma y limita76.

Para entender mejor lo que queremos decir, quizás podemos pensar, por ejemplo, en una manifestación como la que representaría el movimiento de piqueteros en Argentina77. El hecho, en tanto depende de una situación contextual, existe, es decir, que ha pasado y no puede negarse. Sin embargo, su constitución sólo puede entenderse dentro de un discurso determinado. Así, y es sólo una entre muchas posibilidades, para algunos sujetos la protesta piquetera puede ser una “protesta indignante de grupos armados con palos y caras tapadas que no quieren trabajar y viven a costa del Estado”, lo que puede llevar a pensar que son “delincuentes que impiden el paso de la gente y el derecho a transitar libremente” y que, por lo tanto, deben ser reprimidos por el Estado en tanto no cumplen con las leyes objetivas y universales delimitadas por la Constitución Nacional”78. Sin embargo, tranquilamente puede decirse también, desde otro enfoque de análisis, que la protesta es una manifestación de movimientos sociales que luchan por sus derechos sociales frente a un Estado ausente que naturaliza la pobreza. De esta perspectiva, se puede agregar que “tienen todo su derecho a protestar, ya que la Constitución señala que el derecho a un salario digno y a un trabajo son derechos humanos universales e imprescriptibles”79.

Un nuevo ejemplo quizás pueda contribuir a entender mejor a lo que queremos llegar cuando afirmamos que el discurso constituye la objetividad. Supongamos, por ejemplo, algo que podemos pensar que representa la más pura objetividad como es el hecho de que la luna existe80. A diferencia del nihilismo, la corriente discursiva que seguimos aquí no afirma que la luna no existe, sino más bien que forma parte de una estructura discursiva que la constituye y le da su sentido. Así, para algunos sujetos, ya sea de épocas anteriores o culturas diferentes a la Occidental dominante, la luna tranquilamente puede ser entendida como una diosa, o bien como una masa de queso. La objetividad, entonces, sólo puede entenderse desde determinado discurso.

Ahora bien, estos ejemplos, repetimos que no son más que un par de ejemplos particulares abordados para graficar lo que pretendemos decir, no debe hacernos caer, sin embargo, como dijimos anteriormente, en el puro relativismo nihilista. En efecto, que no exista una realidad independiente de su construcción discursiva y, por tanto, contingente, no quiere decir que todos los valores sean iguales. Está el riesgo, en ese sentido, de decir, por ejemplo, que el Holocausto del nazismo y la muerte de millones de personas en las cámaras de gas, no es más que una construcción relativa y contingente, y de ahí el riesgo inmediato de negarlo en el puro relativismo de valores.

5.1. La verdad a “medias”

Para trascender este peligro de caer en un reduccionismo que nos lleve al puro relativismo, quizás sea pertinente retomar a Lacan. Como señala este pensador, no es que no exista una verdad, sino que existe una verdad a medias. En efecto, en su Seminario XX, titulado Aun, Lacan se propone criticar toda aquella teoría que, desde Aristóteles en adelante, pretende constituirse en la Verdad universal. Señala, en ese sentido, que la Ciencia (con mayúscula) reemplaza a Dios como el nuevo método de acceso a la objetividad social, al “saber de la naturaleza de las cosas”.81 Sin embargo, como se sabe, no existe para este enfoque una realidad estructurada por fuera del lenguaje. El sujeto está determinado por una imposibilidad de nombrar las cosas tal como son, de acceder a la verdad toda.

Esta imposibilidad de decir “toda la verdad”, de corroer la pura contingencia inscripta en el discurso, no quiere decir, sin embargo, que haya que extremar el discurso del relativismo. En efecto, aunque el deseo, instaurado por el significante, impide hablar de un sujeto plenamente constituido como tal, la verdad, dice Lacan, puede decirse “a medias”82. En otras palabras, aunque la objetividad no es más que un sueño que, como la pura realidad del ser, siempre fracasa, ello no implica que no tenga ciertos “efectos de verdad”83. Como señala el psicoanalista francés, lo verdadero es, en realidad, creer que esta Verdad existe para que el mismo “ande” a pesar de ser puramente imaginario. En sus palabras:

Que ande, en suma, por el buen camino, nos haría tomarlo por un ser, con el pretexto de que aparentemente en efecto algo es. Pero sólo se resuelve, a fin de cuentas, en su fracaso, en no poderse sostener en el abordaje a lo real. Lo verdadero, entonces desde luego, es eso. Con la salvedad de que nunca se alcanza sino por vías retorcidas. Apelar a lo verdadero, como nos vemos llevados a hacer corrientemente, es sencillamente, recordar que no hay que engañarse y creer que ya se está siquiera en el semblante84.

En esta cita, algo críptica, parecería que existe nuevamente una realidad oculta que mostraría los verdaderos intereses que se encuentran escondidos detrás de las ideologías dominantes. Sin embargo, a lo que se refiere Lacan85 no es a la verdad de la lucha de clases o a la verdad de la dominación objetiva de la clase capitalista sobre el obrero, sino a la verdad de lo Real, a la verdad de la imposibilidad de la “relación sexual”, de la “verdad toda”. A pesar de confundir en varios de sus trabajos lo Real con la “lucha de clases”, es el propio Zizek quien nos muestra, paradójicamente, a lo que quiere llegar Lacan, cuando señala que “la lección final de Lacan no es la relatividad y pluralidad de las verdades, sino el hecho duro, traumático, de que en toda constelación concreta la verdad debe necesariamente emerger en algún detalle contingente”86.

Desde esta perspectiva, parece quedar claro que no es que no exista la verdad como tal (aunque es cierto que no existe la Verdad con mayúscula), sino que esa verdad (minúscula) es un efecto Real de creer que existe una realidad objetiva. En otras palabras, la única verdad es la verdad de que no existe una verdad objetiva por fuera del discurso. Cada vez que se intenta alcanzar esta verdad de la “naturaleza de las cosas”, se choca con el “hueso” de lo Real87, con aquel límite insondable que muestra que la realidad objetiva no existe, que no hay un “metalenguaje”88.

Quizás podemos entender todavía mejor este enfoque desde la teoría del discurso de Ernesto Laclau. Según señala este pensador postestructuralista, precursor de la denominada Teoría de la hegemonía, lo Real lacaniano, que denomina la “heterogeneidad”, debe entenderse como el “límite de toda objetividad”. Es decir, que se trata de aquello que muestra que la objetividad parcialmente sedimentada no es más que una pura contingencia89. Desde este enfoque, no hay nada “detrás” del discurso, ni el proletariado, ni la clase en sí y/o para sí, ni sus leyes objetivas de la Historia, ni nada que garantice la objetividad pura y transparente. La objetividad, entonces, es una construcción social, tal como fue observado por la fenomenología existencialista, pero nunca puede ir más allá de una contingencia indeterminada, una “indecidibilidad” en los términos de Derrida.90 En esta misma línea de pensamiento, concluye Laclau, que no exista una “objetividad absoluta” en última instancia, que toda objetividad esté siempre “amenazada” por su “reverso negativo”, no quiere decir, no obstante, que pueda afirmarse que exista una “contingencia total”. Lo que encontramos, por el contrario, es un doble juego en el que la objetividad está parcialmente constituida, pero también “parcialmente amenazada”91.

Es precisamente en esta ausencia de Verdades absolutas que Lacan señala que “para postular un existente, hay que poder construirlo”. Sin embargo, a diferencia de lo que creía Nietzsche, no es que la Verdad (con mayúscula) no exista, sino que “sólo se puede decir a medias, mal-decirla”92.

6. A modo de conclusión

En el transcurso de este trabajo nos propusimos indagar brevemente acerca de un viejo debate en las Ciencias Sociales y Humanísticas: la idea acerca de la posibilidad/imposibilidad de la objetividad y de la neutralidad valorativa. Para ello, diferenciamos entre la neutralidad, en tanto posibilidad de desligarse de los valores en la práctica científica, y la objetividad, en tanto posibilidad de comprobar de una manera objetiva aquello que es investigado por el científico social. Como vimos, cada uno de estas pretensiones ha acompañado a las Ciencias Sociales desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, ambas resultan imposibles. La primera, en tanto el investigador forma parte del objeto que estudia, es decir, que integra la sociedad, que a su vez, replica sobre sí. Por otra parte, el saber está atravesado por el deseo inconsciente, por lo que resulta imposible evitar incorporar los valores en la práctica académica en una especie de separación del objeto. En cuanto al segundo de los ideales, vimos que es el que tiene mayor peso en la actualidad, siendo posible, según algunos teóricos, el acceso a este postulado mediante diversas técnicas y metodologías cualitativas y cuantitativas garantes de la objetividad científica. En ese contexto, como lo hemos destacado, históricamente se ha buscado y creído encontrar el garante de su posibilidad en la superioridad de las ciencias exactas y, más específicamente, en la presunta superioridad cognitiva que brindarían las ecuaciones matemáticas y las estadísticas. Aunque en las últimas décadas este ideal neo-positivista heredero del positivismo lógico y el conductismo estadounidense ha sido fuertemente criticado desde diversos ámbitos de las Ciencias Sociales y Humanísticas, incluyendo la semiótica, la teoría post-estructuralista francesa y el psicoanálisis, entre otras, aún se mantiene el deseo de poder alcanzar el ideal de objetividad científica mediante los métodos comprensivistas derivados de la teoría weberiana, o bien desde la teoría de la ideología fetichizada derivada del marxismo que permitiría dar cuenta de aquello que es “ocultado” por el sistema capitalista para permitir su reproducción y dominación clasista. En ese contexto, tanto el enfoque epistemológico del sociólogo francés Pierre Bourdieu, como algunos trabajos del filósofo esloveno Slavoj Zizek, no han logrado sobreponerse, pese a sus valiosísimos esfuerzos, a ciertos reductos objetivistas que pretenden superar.

Como vimos, el psicoanálisis en su vertiente lacaniana, que es retomado de un modo diferente en otros textos de Zizek, ha mostrado de una manera consistente que este supuesto objetivismo no es más que un imposible. Desde este enfoque, la realidad objetiva no puede ser más que una utopía, en tanto toda realidad es construida por un lenguaje, un orden simbólico, que es contingente y, por lo tanto, relativo. Sin embargo, ello no quiere decir que hubiere que caer en el puro relativismo nietzscheano de los actuales enfoques “posmodernos”. En efecto, que no exista la Verdad con mayúscula no implica que no existan verdades a medias, “minoradas”, como las denomina Lacan en su Seminario XX. En ese contexto, redefiniendo la famosa y controvertida frase de Nietzsche, no es que los hechos no existan, y que la realidad sea una pura interpretación ficcional que sirva para la supervivencia de la especie. Los hechos existen, pero son, a su vez, como hemos puesto en evidencia con el ejemplo de los piqueteros en Argentina, producto de interpretaciones contingentes, en tanto se construyen y redefinen discursivamente. Por ello, su objetividad no puede ser más que relativa, en tanto se encuentra amenazada por el acecho de lo Real, de aquel eterno retorno que, como bien señala Laclau, muestra la imposibilidad de toda objetividad, los límites de toda teoría que se pretende objetiva, pero que en realidad dependen de una indecidibilidad contingente.

Notas

1 CAMPAGNA, María Cristina, “Orden, progreso y objetividad científica”, en: DÍAZ, E. (edit.), La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As. 1998. p. 123.

2 En particular, se suele afirmar desde algunos sectores dominantes de la “comunidad científica”, que los métodos cuantitativos son más “rigurosos” que los cualitativos. A su vez, se afirma, especialmente desde el neopositivismo derivado de la corriente conductista y desde la sociología política marxista, que el método de análisis del discurso carece de rigor objetivo y científico, siendo, por tanto, inferior a otras alternativas cualitativas, como pueden ser, por ejemplo, las entrevistas. Para un análisis más profundo de las características y discusiones teóricas entre los métodos cualitativos y cuantitativos de investigación puede verse VASILACHIS, Irene, Métodos cualitativo I. Los problemas teórico-epistemológicos, Centro Editor de América Latina, Bs. As. 1992.

3 Por “cientificismo” entendemos una concepción acerca de la ciencia que se caracteriza por restringir la idea de lo que es científico a un solo tipo de teoría y práctica de la ciencia, basada en el modelo de la física moderna y el establecimiento de leyes universales, formalización de los fenómenos, experimentación y predicción. Cfr. LASO, Eduardo, “La clasificación de las ciencias y su relación con la tecnología”, en: La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As. 1998.

4 Con la excepción parcial de Kant, quien no creía poder acceder a la Cosa en sí (el noúmeno) más allá de pensar el fenómeno tal como se presenta subjetivamente. De todos modos, su indisimulable fe en la razón y la ciencia, expresada en textos posteriores a la Crítica de la razón pura, en particular en Historia universal en sentido cosmopolita y Hacia la paz perpetua, lejos estaban de situarlo en un tipo de pensamiento crítico de la neutralidad y la objetividad científicas. Más bien permiten situarlo como un iniciador de lo que se conocería como el Iluminismo idealista. Sobre la teoría filosófico-política de este pensador, véanse COLELLA, Juan José y MAESO, Silvia D, “El conocimiento en Kant”, en: La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As. 1998. pp. 76-86. y ROSSI, Miguel Ángel, “Aproximaciones al pensamiento político de Immanuel Kant”, en: La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx, CLACSO, Bs. As. 2000. pp. 189-212.

5 GIDDENS, Anthony, Consecuencias de la modernidad, Alianza, Madrid, 1993. p. 23.

6 Este modelo de conocimiento, influenciado fuertemente por el empirismo lógico del “Círculo de Viena” (Rudolf Carnap, Moritz Schlick, Hempel y otros), se basaba en un consenso ortodoxo que expresaba el predominio absoluto de los métodos supuestamente objetivos de las ciencias naturales, y que dominó la sociología, la política y grandes sectores de las ciencias sociales en general a partir de la posguerra (GARCÍA, María Elena, LASO, Eduardo y TOCCO, Amalia, “El empirismo y la inducción”, en La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As., pp. 138-151, pp. 142-145, 1998; RIVERA, Silvia, “La influencia del giro lingüístico en la problemática de las ciencias sociales, en La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As., pp. 209-212, 1998).

7 GÓMEZ, Ricardo, Neoliberalismo globalizado. Refutación y debacle, Macchi, Bs. As. 2003.

8 LACLAU, Ernesto, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Bs. As. 1993.

9 FOLLARI, Roberto, “Sujeto, lenguaje y representación”, Filosofía práctica e historia de las ideas, Vol. 1, Nº1, 2000. URL: http://www.cricyt.edu.ar/estudios/index2.htm

10 Desequilibrio que se expresa en actos fallidos, chistes y sueños que muestran que el deseo inconsciente es parte constitutiva del hablar y que, peor aún, estas fallas de las que “nada quiere saberse”, forman parte inerradicable del “ser que habla” (véase LACAN, Jacques, Seminario XX: Aun, Paidós, Bs. As., 2008).

11 LACAN, Jacques, El Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Texto establecido por Jacques Alain Miller, Paidós, Bs. As., 1987.

12 El denominado estadio del espejo hace referencia a la experimentación imaginaria del cuerpo del hombre como distinto al del semejante. Esta relación imaginaria es la que permite constituir fantasmaticamente al sujeto como tal. Sin embargo, muestra al mismo tiempo, a través de un gráfico basado en un ramillete (objeto de deseo) y un florero (sujeto), la imposibilidad de la plena correspondencia entre el objeto y el sujeto, que a partir de allí estará mediado por el orden del lenguaje (espejo). En otras palabras, lo que simboliza el espejo, en tanto orden simbólico, es la imposibilidad de que el sujeto pueda ver las cosas “tal como son” en su realidad “objetiva” (véase LACAN, Jacques, “Tópica de lo imaginario”, en Seminario I, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As., pp. 128-129 y ss., 1982 y Escritos I, Siglo XXI, Bs. As., 2003).

13 BENVENISTE, Emile, Problemas de lingüística general. México, Siglo XXI, 1980.

14 DUCROT, Oswald, “Esbozo de una teoría polifónica de la enunciación”, en El decir y lo dicho. Polifonía de la enunciación, Paidós, Barcelona, 1986. p. 183.

15 Como señala Ducrot, no existe un sujeto autor que “habla”, sino un acto de producir un enunciado Cfr. DUCROT, Oswald, “Esbozo de una teoría polifónica de la enunciación”, en El decir y lo dicho. Polifonía de la enunciación, Paidós, Barcelona, 1986. p. 183. En efecto, “el que emite la enunciación (locutor o narrador) lo hace como responsable de él, pero el discurso puede ser atribuido a enunciadores de los que él se distancia” (op. cit. p. 213). En ese contexto, dado que el lenguaje es polifónico, la enunciación es, en realidad, “la instancia de la instauración del sujeto de la enunciación (el sujeto productor del discurso, quien no debe ser confundido con los sujetos de estado y de hacer actualizados en la sintaxis narrativa) que abarca dos posiciones actanciales: la del enunciador y la del enunciatario”. Cfr. GREIMAS, Algirdas J. y COURTÉS, Joseph, Diccionario razonado de teoría del lenguaje, Gredos, Madrid, 1990, p. 79. Inmerso en este marco de análisis, Verón señala que el objetivo de la semiótica no consiste en analizar enunciados emitidos por un supuesto autor coherente, sino los actos de enunciación que se desprenden de sus enunciados (por definición polifónicos). Véase VERÓN, Eliseo, “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”, en El discurso político. Lenguaje y acontecimientos, Hachette, Bs. As. 1987 pp. 13-26, y Semiosis de lo ideológico y el poder, UBA, Bs. As., 1995. Para un análisis teórico de los principales lineamientos de este enfoque, puede verse FAIR, Hernán, “Laclau y Verón: discusiones teóricas y contribuciones para la praxis en dos teorías del discurso”, en: Estudios de Filosofía práctica e Historia de las ideas, 2008, en prensa.

16 SCHÜTZ, Alfred. “Formación de conceptos y teorías en ciencias sociales”, en: El problema de la realidad social, Amorrortu, Bs. As. 1974.

17 SCHÜTZ, Alfred. Ob. Cit. p. 79.

18 GADAMER, Hans George. Verdad y método, Sígueme, Salamanca, 1984.

19 GIDDENS, Anthony. “Hermenéutica y teoría social, en Profiles and Critics in Social Theory, UCP, Los Ángeles, 1982.

20 DURKHEIM, Emile. Las reglas del método sociológico, La pléyade, Bs. As. 1979.

21 Por otra parte, debemos considerar, tal como fue observado por autores como Foucault y Bourdieu, que la ciencia (no sólo la social) se integra necesariamente en la lógica capitalista de maximizar ganancias al menor costo, lo que impide el desarrollo de una ciencia neutral que sólo busca incrementar el conocimiento. Véase: LASO, ob. cit. pp. 36-37.

22 Véanse, sino, teorías ya clásicas, como la de la Teoría de la Acción Comunicativa de HABERMAS. Teoría de la Acción Comunicativa, Cátedra, Madrid, 1994, quien pretende realizar una comunicación “no distorsionada” por el poder y la Teoría de la Justicia de RAWLS. A theory of Justice, Clarendon Press, Oxford, 1972, quien pretende un equilibrio puramente objetivo y equitativo de la distribución de justicia. Una crítica a ambas teorías se encuentra en MOUFFE, Chantal. En torno a lo político, FCE, Bs. As., 2007.

23 WEBER, Max. Economía y Sociedad. Esbozos de una sociología comprensiva, FCE, México DF. 1984.

24 Si bien Weber señala que estos tipos ideales no son tipos “puros”, sino que pueden darse de manera mezclada, lo relevante de su método comprensivista radica en la posibilidad de alcanzar la objetividad por parte del investigador mediante la aplicación de las acciones sociales subjetivamente “mentadas” a partir de este tipo de metodología. Cfr. WEBER, Max. Economía y Sociedad. Esbozos de una sociología comprensiva, FCE, México DF. 1984.

25 Tanto Platón como Descartes han acudido a su modo a la superioridad de las ecuaciones matemáticas como una forma de garantizar la objetividad de los razonamientos. En el caso de Platón, se llegará incluso a exigir por un gobierno basado en el saber superior de los filósofos (el famoso “filósofo rey”), ideal utópico de objetividad y neutralidad valorativa que comparte con teorías como la de Saint Simón y el discurso tecnocrático del neoliberalismo, entre los más destacables. Sobre estas utopías de la antipolítica véanse, entre muchos otros, LYOTARD, Jean Francoise, La condición postmoderna, Amorrortu, Bs. As. 1992 y RANCIERE, Jacques, El desacuerdo. Política y filosofía, Nueva Visión, Bs. As., 1996. Hemos trabajado también este particular en FAIR, Hernán, “La política del psicoanálisis frente al discurso de la racionalidad cientificista. Lucha desigual, más no imposible”, en A Parte Rei. Revista de Filosofía, Nº60, Noviembre, Madrid, 2008.

26 TENUTTO, Marta. “Un tejido hecho de significantes y significados”, en Los significados otorgados por los profesores de profesorados al constructivismo, Tesis de Maestría en educación con especialización en Gestión, Universidad de San Andrés, Capítulo 6, mimeo, Bs. As. 2005. p. 92.

27 DURKHEIM, Emile. Las reglas del método sociológico, La pléyade, Bs. As. 1979.

28 SCHÜTZ, Alfred. “Formación de conceptos y teorías en ciencias sociales”, en El problema de la realidad social, Amorrortu, Bs. As. 1974.

29 WEBER, Max. Ob. Cit. p. 12.

30 En la nueva concepción del mundo la comprensión de lo que Weber llama la acción con sentido social, es distinta de la explicación de eventos en la naturaleza. De esta manera, el anterior monismo metodológico es reemplazado por un dualismo metodológico, lo que implica la separación entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Para un análisis más detallado de esta crítica al enfoque “reduccionista” de la ciencia, véanse HOROWITZ, I., Historia y elementos de la sociología del conocimiento, EUDEBA, Bs. As., 1964 y RIVERA, Ob. cit.

31 SCHÜTZ, Alfred. Ob. cit. p. 79.

32 HABERMAS. Teoría de la Acción Comunicativa, Cátedra, Madrid, 1994.

33 Cabe aclarar nuevamente que este enfoque no agota todos y cada uno de los enfoques derivados de la teoría weberiana. Así, dentro de este tipo de enfoque interpretativo podemos situar también, además de Giddens y Habermas, a Cicourel, Goffman, Touraine y Ricoeur. Cfr. VASILACHIS, Ob. cit. pp. 26-30.

34 BOURDIEU, Pierre, Sociología y cultura, Grijalbo, México DF. 1984. pp. 285-286.

35 BOURDIEU, Pierre. Ob. cit. p. 287.

36 BOURDIEU, Pierre. Ob. cit. p. 81.

37 BOURDIEU, Pierre. Ob. cit. p. 80.

38 Ello se debe a que oculta la desigualdad real generada por la plusvalía, el plus de valor generado por el proletario, que es apropiado por el capitalista para garantizar su acumulación y, por tanto, su plena dominación clasista.

39 Al respecto, véase ARIAS, Cora C. y DELFINO, Paula, “Humanismo y revolución. Reflexiones acerca del proyecto utópico marxista”, en Utopía. Raíces y voces de una tradición extraviada, Altamira, Bs. As. 2008. pp. 125-141.

40 Es el caso, como luego veremos, de ciertos trabajos teóricos de Slavoj Zizek.

41 BOURDIEU, Pierre. Ob. cit. p. 83.

42 En su trabajo Sociología y cultura señala Bourdieu que su teoría se opone al “relativismo nominalista que anula las diferencias sociales reduciéndolas a meros artefactos teóricos”. Sin embargo, rechaza también la “tradición marxista”, que “identifica sin más trámite la clase construida con la real” o bien, cuando “hace la distinción contraponiendo la clase en sí, definida sobre la base de un conjunto de condiciones objetivas, con la clase para sí, guindada en factores subjetivos”. Cfr. BOURDIEU, Pierre, Sociología y cultura, Grijalbo, México DF. 1984. p. 285 En su monumental obra La Distinción señala, por su parte, que “se trata de superar la oposición entre las teorías objetivistas que identifican las clases sociales con unos grupos discretos, simples poblaciones que pueden contarse y que están separadas por unas fronteras objetivamente inscriptas en la realidad, y las teorías subjetivistas que reducen el orden social a una especie de enclasamiento colectivo obtenido por la agregación de los enclavamientos individuales”. Cfr. BOURDIEU, Pierre, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Taurus, Madrid, 1999. p. 493. De un modo similar, véase también BOURDIEU, Pierre Bourdieu, El sentido práctico, Taurus, Madrid, 1991. p. 91.

43 Para un análisis más detallado de la defensa de Bourdieu del “intelectual crítico” y el compromiso político incapaz de desligar sus valores de la práctica de su obra, véase PECOURT, Juan, “El intelectual y el campo cultural, Una variación sobre Bourdieu”, Revista Internacional de Sociología, Vol. 65, Nº 47, mayo-agosto, pp. 23-43, 2008. URL: http://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/viewFile/51/51). Además, puede consultarse el libro Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal, compilado de diferentes artículos periodísticos y análisis sociológicos del pensador francés en donde critica ferozmente al neoliberalismo y defiende la movilización social contra sus efectos perversos. Cfr. BOURDIEU, Pierre. Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal, Anagrama, Barcelona, 1999.

44 BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. Ob. cit. p. 56.

45 Sobre todo en el primer Barthes, ya que en sus trabajos desarrollados a partir de S/Z BARTHES, Roland, S/Z, Du Seuil, Paris, 1970, existe un cambio de visión hacia una perspectiva más subjetivista. Cfr. BARTHES, Roland. Mitologías, Siglo XXI, Bs. As., 1991.

46 ALTHUSSER, Louis. “Contradicción y sobredeterminación”, en: La revolución teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1968.

47 Incluso podemos hallar este error en el enfoque hermenéutico de Giddens. Si bien alejado del análisis puramente objetivo, es decir, “científico”, de Althusser, este autor toma una definición de “ideología” que es entendida como “aquella asimetría de dominación que conecta una significación con la legitimación de intereses sectoriales”. Cfr. GIDDENS, Anthony. La constitución de la sociedad, Amorrortu, Bs. As. 1995. p. 62. Es decir, nuevamente la verdad que se encuentra “oculta” detrás de la aparente realidad.

48 Nos referimos a la particularidad del discurso científico o tecnocrático de situarse por fuera de los intereses políticos para describir una verdad neutral y objetiva legitimada y objetivada en el supuesto saber otorgado por los títulos académicos y el conocimiento “científico” de la “ciencia matemática”. Al respecto, véanse los trabajos citados de Verón, Lyotard y Bourdieu.

49 BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. Ob. cit. p. 56. Cursivas nuestras.

50 BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. Ob. cit. p. 87.

51 BOURDIEU, Pierre. Sociología y cultura. Ob. cit. p. 83.

52 PECOURT Juan. Homo Academicus. 2007. p. 37.

53 PECOURT Juan. Ob. Cit. p. 38.

54 PECOURT Juan. Ob. Cit. p. 39. Una crítica similar al objetivismo de la teoría de Bourdieu, derivada en gran medida de su influencia del pensamiento durkheimiano y materializada en su noción de “campo” (en oposición a su noción subjetivista de “hábitus”), se encuentra presente también en DE LUQUE, Susana, “Pierre Bourdieu: las prácticas sociales”, en La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As. 1998. pp. 191-202 y GUTIÉRREZ VERA, Daniel, “La textura de lo social”, en Revista Mexicana de Sociología, Año 66, Nº2, abril-junio. p. 2004.

55 En realidad, ya en trabajos previos ZIZEK. El goce como factor político, Paidós, Bs. As. 2006 afirmaba que “la lucha de clases es Real en un estricto sentido lacaniano: un obstáculo, un impedimento que da origen a nuevas simbolizaciones por medio de las cuales tratamos de integrarlo y domesticarlo (…) pero simultáneamente condena esos esfuerzos a un fracaso final”. Ob. cit. p. 139. Cabe reconocer, de todos modos, el esfuerzo de Zizek por alejarse de la ontología del ser que se encuentra presente en otros enfoques derivados del marxismo y que, según creemos, sólo logra hacerlo con éxito el teórico esloveno cuando se aleja de su particular interpretación del racionalismo hegeliano en clave post-estructuralista. Cfr. ZIZEK, Slavoj, El sublime objeto de la ideología, Siglo XXI, Bs. As., 1992.

56 En particular, la crítica se dirige al pensamiento de Ernesto Laclau, a quien acusa, entre otras cuestiones, de defender el “pluralismo” de la “plena contingencia”. Cfr. ZIZEK, Slavoj, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en Contingencia, hegemonía y universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, FCE, México, 2003. p. 101. Sin embargo, como veremos más adelante, esta acusación resulta, a nuestro entender, inadecuada.

57 ZIZEK, Slavoj. “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en Contingencia, hegemonía y universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, FCE, México, 2003. p. 104.

58 ZIZEK, Slavoj. Ob. Cit. p. 102.

59 En efecto, en La filosofía como arma de la revolución Althusser realiza una separación entre el análisis “científico” del “materialismo histórico”, basado en la objetividad que se desprende del texto El Capital de Marx, y el análisis del “materialismo dialéctico”, centrado en el análisis de la ideología como “falsa representación” o “representación imaginaria”, en “última instancia” determinado por la lucha de clases. En ese contexto, existe una frontera de demarcación entre el análisis “cientificista” de la dominación de clase y el análisis subjetivista de las ideologías. Cfr. ALTHUSSER, Louis, La filosofía como arma de la revolución, Cuadernos de pasado y presente, México DF., 1988.

60 Mientras que ZIZEK. “El espectro de la ideología”, en Ideología: un mapa de la cuestión, FCE, México, 2006. Señala que las clases sociales no existen como tales, pero que juegan el papel del Real lacaniano que emerge siempre del sistema para mostrar los límites de su propia imposibilidad (en palabras de Zizek, “no hay lucha de clases en la realidad: la lucha de clases designa el antagonismo que impide a la realidad social objetiva constituirse como una totalidad encerrada en sí misma (…) En otras palabras, la lucha de clases es real en el sentido lacaniano estricto: un obstáculo, un impedimento que hace surgir simbolizaciones siempre nuevas por medio de las cuales se intenta integrarlo y domesticarlo (…) pero que simultáneamente condena estos intentos al fracaso final. La lucha de clases no es otra cosa que un nombre para el límite insondable que no se puede objetivar, ubicado dentro de la totalidad social, puesto que él mismo es un límite que nos impide concebir la sociedad como una totalidad cerrada”. Cfr. ZIZEK, Ob. cit. p. 32. Bourdieu señala que las clases sociales no existen (tal como las pensaba el marxismo ortodoxo) “como grupos reales”, pero que, sin embargo, se encuentran presentes como “clases en el papel” que tienen “probabilidad de reunir real o nominalmente un conjunto de agentes” en tanto “más próximos estén en el espacio social y cuanto más restringida y entonces más homogénea sea la clase construida a la que pertenecen” Cfr. BOURDIEU. Ob. cit. p. 285. Estas semejanzas de “clase” son las que permiten la formación de lo que Bourdieu denomina “hábitus”. Para una crítica al determinismo económico a priori de las luchas político-sociales, que encuadra a ambos enfoques, véase especialmente el análisis inicial de Laclau y Muoffe. Cfr. LACLAU, Ernesto y MOUFFE, Chantal, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, FCE, Bs. As. 1987. La primacía que adquiere el campo de la economía en la obra de Bourdieu como determinación en última instancia ha sido destacada también por DE LUQUE. Ob. cit. p. 197.

61 Precisamente, la denominación de la ideología como “falsa conciencia” de Althusser, en el sentido de “representación imaginaria” de un mundo “científico” u objetivo. Cfr. ALTHUSSER. Ob. cit. Es similar a la que se encuentra en Bourdieu en su famoso trabajo La distinción. Allí, el sociólogo francés señala que “entre la posición realmente ocupada y las posturas que se toman se interpone una representación de aquélla que, aunque esté determinada por la misma, puede estar en desacuerdo con las posturas que dicha posición parece implicar para un observador exterior (esto es lo que a veces se denomina “falsa consciencia”) Cfr. BOURDIEU. Ob. cit. p. 464. Respecto a la noción de “falsa conciencia” presente en la obra de Althusser, véase el referido trabajo de LACLAU, Ernesto, Debates y combates. Por un nuevo horizonte de la política, FCE, Bs. As. 2008.

62 BRAUNSTEIN, Néstor. El goce. Un concepto lacaniano, Siglo XXI, Bs. As. 2006.

63 VAINER, Alejandro. “Neutralidad y abstinencia: una introducción, en: Topía, Nº52, Abril, Bs. As. 2008.

64 VAINER, Alejandro. Ob. Cit. p. 19.

65 LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Paidós, Bs. As. 2008. p. 90.

66 LACAN, Jacques. “La ciencia y la verdad” en: Escritos 2. Siglo XXI editores. 1996.

67 Debemos reconocer, sin embargo, que, como dijimos, algunos trabajos de Zizek, e incluso algunas partes de sus libros, en especial los primeros, trascienden convincentemente el reduccionismo de lo Real como una fetichización de la lucha de clases. Sin embargo, la fuerte impronta marxista, por un lado, y la decisiva influencia hegeliana, por el otro, creemos que lo llevan a contradicciones insalvables, al menos para una visión que pretende situarse, ya que así lo expresa, dentro del campo de la teoría del posfundamento o del postestructuralismo.

68 LACAN, Jacques. El Seminario XX, Aun. Ob. Cit. p. 98

69 Respecto a las características que definen a la teoría psicoanalítica lacaniana, véanse especialmente los trabajos de GUTIÉRREZ VERA (ob. cit.) y ÁLVAREZ, Alicia, La teoría de los discursos de Jacques Lacan. La formalización del lazo social, Letra Viva, Bs. As., 2006.

70 La crítica de Laclau al enfoque zizekiano se encuentra presente en sus tres artículos publicados en el libro Contingencia, hegemonía y universalidad (FCE, México, 2003) y se extiende en La Razón populista, donde, además de señalar la importancia crucial que adquiere la lucha económica en el capitalismo, le critica a Zizek si incapacidad de diferenciar entre la lógica del antagonismo, inherente a toda lucha política, y la lógica de la contradicción de “clases”, producto de un análisis contextual no determinado de manera a priori (véase LACLAU, Ernesto, La Razón populista, FCE, Bs. As., pp. 289-297, 2005).

71 ZIZEK, Slavoj, “¿Lucha de clases o posmodernismo? ¡Sí, por favor!”, en: Contingencia, hegemonía y universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda, FCE, México, 2003.

72 GARAY, Ana, IÑIGUEZ, Lupicinio y MARTÍNEZ, Luz, “La perspectiva discursiva en psicología social, Subjetividad y procesos cognitivos, UCES, Nº7. Bs. As. 2005.

73 Tal como lo señalaría Derrida en su clásica definición, “no hay afuera del lenguaje”. Retomando las palabras de Lacan, “no hay ninguna realidad prediscursiva. Cada realidad se funda y se define con un discurso”. Cfr. LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Paidós, Bs. As. 2008. p. 43.

74 LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Ob. cit. p. 56.

75 Por nihilismo nos referimos a la carencia de sentido (nihil=nada). Como señalan Chechetto, Genise y Pardo. Cfr. CHECCHETTO, Ana María, GENISE, Gabriel y PARDO, Rubén H. “Nietzsche y los sujetos históricos de conocimiento”, en La ciencia y el imaginario social, Biblos, Bs. As. 1998. p. 193, desde este enfoque, cuyo precursor fue efectivamente Nietzsche, “ya no se trata de dudar, como lo hace el escéptico, sino de negar, de desconocer y derribar todo aquello en lo que hasta ahora se había creído”. Ob. Cit. p. 102. En otras palabras, el nihilismo va más allá de una crítica a la racionalidad científica para dar cuenta, más bien, de una “crítica a todo sistema”. Ob. cit. p. 94.

76 LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Paidós, Bs. As. 2008. p. 105.

77 Nos referimos al movimiento de protesta social de desocupados que, originado en 1996 al calor de las reformas neoliberales del gobierno del presidente argentino Carlos Menem (1989-1999), toma ese nombre en razón de su metodología basada en cortes de ruta o “piquetes” en protesta por los efectos generados por las políticas de mercado. Sobre las características de este movimiento, véase DELAMATA, Gabriela. Los barrios desbordados. Las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires, Eudeba, Bs. As., 2004. Para un análisis del particular desde una visión post-estructuralista, véase FAIR, Hernán. “Los piqueteros como síntoma espectral emergente del orden policial menemista”, E-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, Vol. 6, Nº22, enero-marzo, Bs. As. 2008. pp. 13-29. URL: http://www.iigg.fsoc.uba.ar/hemeroteca/elatina/elatina22.pdf.

78 DELAMATA, Gabriela. Los barrios desbordados. Las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires, Eudeba, Bs. As. 2004. p. 15.

79 FAIR, Hernán. Ob. cit. p. 18.

80 Tomamos este ejemplo de Barros. Cfr. BARROS, Sebastián, Orden, democracia y estabilidad. Discurso y política en la Argentina entre 1976 y 1991, Alción, Córdoba. 2002, quien lo retoma, a su vez, de Wittgenstein.

81 LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Paidós, Bs. As. 2008. p. 105.

82 LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Ob. cit. p. 113.

83 LACAN, Jacques, El Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Texto establecido por Jacques Alain Miller, Paidós, Bs. As. 1987.

84 LACAN, Jacques, El Seminario XX, Aun. Ob. Cit. p. 115

85 Principalmente a partir de lo que se conoce como su tercera etapa, que podemos ubicar a partir del Seminario XVII y hasta el Seminario XX y otros posteriores. Cfr. GUTIÉRREZ VERA, ob. cit. p. 120. Autores como Mariana Gómez, sin embargo, señalan que no puede hablarse de diferentes etapas en la obra de Lacan, en tanto cada etapa se encuentra anudada a la posterior. Así, aunque suele hablarse de tres etapas en su obra, en realidad la primera es condición de posibilidad de la segunda y la segunda de la tercera. Véase GÓMEZ, Mariana. “La cuestión de los tiempos y el problema del autor en el discurso lacaniano”, en: Astrolabio, Nº3, Noviembre, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 2006.

86 En un trabajo más reciente, Zizek continúa en esta lógica contraria a la ontología de la “lucha de clases” observada en varios de sus textos previos, al afirmar que “Lo Real en tanto imposible es la causa de la imposibilidad de alcanzar jamás la visión neutral, carente de perspectiva, del objeto. Hay una verdad, no todo es relativo; pero esta verdad es la verdad de la distorsión de perspectiva en cuanto tal, no la verdad distorsionada por una visión parcial desde una perspectiva unilateral”. Cfr. ZIZEK, Slavoj. “El viraje de lo Real: Hegel, Nietzsche, Kant”, Imago agenda, Nº114, Octubre, Bs. As. 2007. URL: http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=112).

87 LACAN, Jacques, El Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ob. Cit. p. 25.

88 Cuando Lacan afirma que “hay que “mostrar adonde va la formalización, ese metalenguaje que no es, y que hago ex-sistir”. Cfr. LACAN, J. Seminario XX. Ob. Cit. p. 145. Se refiere, si bien no con estas palabras, a que, aunque persiste como un deseo, no existe nada más imposible de ser posible que cuando uno dice ahora me voy a situar por fuera del lenguaje (“ahora en serio”).

89 Aunque en algunos trabajos de Laclau se hace una breve referencia a esta cuestión. Cfr. LACLAU, Ernesto. Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Bs. As. 1993. Ha sido Aboy Carlés quien ha insistido con más detenimiento sobre esta cuestión, al señalar que toda identidad se constituye sobre la base de prácticas que siempre se encuentran “parcialmente sedimentadas y objetivadas”. Véase: ABOY CARLÉS, Gerardo. Las dos fronteras de la democracia argentina. La reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem, Homo Sapiens, Rosario, Argentina, 2001.

90 DERRIDA, Jacques, Fuerza de ley. El fundamento místico de la autoridad, Tecnos, Madrid, 1997. Un excelente resumen de la perspectiva teórica del discurso de Ernesto Laclau se encuentra en BARROS Ob. cit. pp. 19-29. En cuanto a las similitudes entre las nociones de lo Real en Lacan, la heterogeneidad en Laclau y la lógica de la indecidibilidad en Derrida, véase el texto reciente de ABOY CARLÉS, Gerardo. “Las paradojas de la heterogeneidad”, Studia Politicae, Vol. 11, Córdoba, Argentina, 2007.

91 LACLAU, Ernesto. Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Nueva Visión, Bs. As. 1993. p. 44.

92 LACAN, J. Seminario XX. Ob. Cit. p. 125.