El cine ruso compite por un Oscar por tercera vez en cinco años | Cultura | EL PAÍS
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El cine ruso compite por un Oscar por tercera vez en cinco años

La calidad de algunas películas contrasta con la miseria industrial

Pese a estar en crisis, el cine ruso ha colocado tres películas en los últimos cinco años entre las candidatas al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Pável Chujrái, de 52 años, intentará repetir con El ladrón -una historia de los años cincuenta con la que mira a la cruda realidad de los noventa- el éxito logrado en 1994 por Nikita Mijalkov con su espléndida Quemados por el sol. El año pasado, otro filme ruso, El prisionero de las montañas, dirigido por Serguéi Bodrov, estuvo a punto de llevarse también el gato al agua.

El protagonista de una de las cuatro películas a las que tendrá que enfrentarse Secretos del corazón es también un niño, de seis años, que viaja por la Unión Soviética, todavía no recuperada de los estragos de la II Guerra Mundial, acompañado de su madre y el amante de ésta, que se dedica a robar los apartamentos de gente cuya amistad se gana previamente. En palabras de Chujrái, se trata de un intento de "pensar en el pasado comparándolo con el presente".Ya se han vendido unas 300.000 copias en vídeo de El ladrón, una difusión probablemente mucho menor que la que termine logrando Titanic, la película del año, que ya se puede encontrar, en copias pirata, por apenas 800 pesetas, en algunos quioscos callejeros de Moscú. Por esta vía es por la que se ve cine en Rusia, ya que las salas de todo el país, cuyo número desciende en picado, suelen estar casi vacías, y en muchas de ellas ni siquiera hay calefacción, lo que obliga a los espectadores a quedarse con el abrigo y el gorro puestos. Si Lenin resucitase sería difícil que repitiera una de sus frases más famosas especialmente reseñable en el año en que se conmemora el centenario del nacimiento de Eisenstein: "De todas las artes, la que más nos interesa [a los comunistas] es el cine".

Dificultades económicas

Pese a las dificultades de financiación, el cine ruso se las arregla para sobrevivir con filmes de bajo presupuesto, pero no exentos de imaginación y creatividad, que suelen tener una buena acogida en los festivales internacionales. El ladrón, por ejemplo, ganó un premio especial en la Mostra de Venecia del pasado septiembre, y su director y su protagonista adulto, VIadímir Mashkov, obtuvieron sendos galardones en el certamen de Kinoshk, en el que participaron películas de los países de la antigua URSS. Pero la muestra de Moscú corre peligro de muerte por el contrasentido que supone invertir en él cerca de 1.000 millones de pesetas cuando la industria cinematográfica está al borde del colapso.Otra película de festival es La tierra de los sordos, de Valeri Todorovski, que representa a Rusia en la Berlinale, que se celebra estos días. En el filme, dos mujeres, una de ellas sorda, desarrollan una intensa amistad entre mafiosos, unos que oyen y otros que no, mientras intentan conseguir lo que todo el mundo busca hoy a la desesperada en Rusia: diengui (dinero). No hizo falta mucho diengui para realizar la película, unos 150 millones de pesetas, 200 veces menos que Titanic y la mitad que una producción española media.

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