Guillermo de Aquitania: cruzado y trovador

    Guillermo IX de Aquitania es considerado como el primer trovador de la historia. Compuso más de 500 madrigales, odas y canciones. En sus creaciones habla sobre todo de sus “asuntos de faldas”, tratados con exquisita sensibilidad algunos, y con un peculiar sentido del humor el resto.

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    Guillermo de Poitiers o Guillermo IX de Aquitania.
    Guillermo de Poitiers o Guillermo IX de Aquitania.

    De todas las Cruzadas que hubo –según quien lo cuente oscilan de siete a nueve- sólo la primera fue exitosa. Dirigida por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la conquista de Jerusalén, Nicea, Antioquia, Edesa y Tripoli. Fue también conocida como la “Cruzada de los Barones”, ya que en ella participaron un buen número de nobles europeos con ansias de grandeza.

    Es fácil imaginar el talante de estos tipos rudos sin más oficio ni beneficio que guerrear, cazar y disfrutar de los placeres que mesa y cama les podían proporcionar. Sin embargo, uno de ellos destacó sobre los demás, por cuanto llegó a ser el primer y más grande trovador de la historia. Precisamente su historia, la de Guillermo IX de Aquitania, está a caballo entre el mito y la realidad de alguien con una vida absolutamente excepcional.

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    El duque Guillermo era corpulento, rubio y de ojos azules. Desde los ocho años sabía latín griego y hebreo. Además, tocaba el laúd a la perfección lo que, unido a una especial simpatía, le hacía irresistible a las féminas. Bueno, eso y que sus dominios eran aún más extensos que los de propio rey de Francia; todo ayuda. El caso es que los padres del joven Guillermo tuvieron que reconvenirlo en más de una ocasión cuando éste comenzó a dar el paso de la pubertad a la adolescencia, dados sus ardores amatorios. No hubo criada ni doncella en su castillo occitano que se librase de las apetencias del joven duque.

    Sin embargo, Guillermo de Aquitania poseía muchas más inquietudes. Amante de la naturaleza, desde niño se rodeó de todo tipo de mascotas, por lo que era frecuente ver corretear entre los muros de su residencia a gallinas, cerdos, gansos, zorros y hasta jabalíes. No era lo único que correteaba por allí. A Guillermo le gustaba perseguir a sus amantes por todo el castillo, entre grandes risotadas.

    El escudo en cuestión, con el que participó en la Primera Cruzada, era de todo menos serio, ya que en su envés estaba decorado con un retrato de cuerpo entero de su mujer… desnuda

    Es de imaginar que un comportamiento así no gustase a su primera esposa, Ermenengarda de Anjou, un matrimonio de conveniencia que acabó en divorcio a los dos años. Se desconoce si fue por las juergas de Guillermo, por lo estirado del carácter de doña Emenengarda, por el nombrecito de marras de la buena señora o por una conjunción de todo lo anterior.

    El caso es que Guillermo se volvió a casar, esta vez con Felipa Matilde de Toulouse, quien tampoco pudo obtener de su esposo la dedicación esperada. No obstante, el duque intentó congraciarse con ella: la convirtió en madre de su descendiente, Guillermo X, y en protagonista de su escudo de armas en el campo de batalla.

    Bien es verdad que el escudo en cuestión, con el que participó en la Primera Cruzada, era de todo menos serio, ya que en su envés estaba decorado con un retrato de cuerpo entero de su mujer… desnuda. Lo llaman ardor guerrero. El mismo ardor que, durante una justa con su amigo Aymerico I, vizconde de Chateauferrault, le hizo enamorarse perdidamente la mujer de éste, llamada Dangereuse -“Peligrosa” en francés-. Se convertiría en el amor de su vida, aunque siguió casado con su siempre enfadada -es comprensible- Felipa Matilde, y alternó a ambas con otras múltiples conquistas, algunas de nombre tan sugerente como la dama Maubergeon.

    Pero por lo que ha pasado a la posteridad Guillermo IX no ha sido por sus dotes donjuanescas, bélicas ni culinarias -era frecuente verle entrar en las cocinas del castillo para crear numerosos platos, alguna de cuyas recetas aún se conserva-, sino literarias. Y es que Guillermo es considerado como el primer trovador de la historia. Compuso más de 500 madrigales, odas y canciones, de los que apenas una veintena han llegado hasta nuestros días. En sus creaciones habla sobre todo de sus “asuntos de faldas”, tratados con exquisita sensibilidad algunos, y con un peculiar sentido del humor el resto -se autodefinía como “trinchador de doncellas”; sobran las palabras-. Fue también el abuelo de Leonor de Aquitania, madre de Ricardo Corazón de León y de Marie de Champagne, la primera mujer poetisa de Francia.

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