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Más Allá del Juego

Summary:

⤕Los Marryat/Gray son los apellidos de una familia de vencedores del distrito 8, que los convierte en unas de las personas más poderosas de Panem, ganándose así el cariño del Capitolio y del presidente Snow. Pero, todo cambia cuando Salacia nace por accidente en el distrito 4, lo que le trae problemas al presidente Snow.

⤕Él accede a que Salacia crezca con su familia en el distrito 8, pero al cumplir los 16 años, debe mudarse al distrito 4 para ser cosechada, en donde conoce al vencedor y ahora su mentor, Finnick Odair.

⤕Dos personas atrapadas en una vida llena de peligro y trágicos desenlaces.

⤕Un solo objetivo, mantenerse vivos.

 

〖Finnick Odair x fem〗

Chapter 1: 1. Sueños

Chapter Text

1. Sueños

 

Artemisa Marryat

El olor a rosas blancas inundaba la entrada de mi casa. Un hermoso ramo de rosas estaba encima de la mesa donde se dejaban las llaves para entrar. Revise lenta y meticulosamente el enorme arreglo de flores, esperando ver una nota del presidente Snow.

Al no encontrar nada mi estomago se revolvió.

—¿Graham? —llame a mi marido, preguntándome si había llegado a casa, yo pasaba la tarde con mi hermano hasta después de la cena y él pasaba la tarde con mi padre.

—¡En la cocina! —respondió, su tono de voz no era con el que solía hablarme.

Graham, mi esposo, tenía la costumbre de hablarme con voz aterciopelada, tan suave que casi parecía un susurro.

Al saber que algo andaba mal, me dirigí rápidamente a la cocina. Esperaba verlo comiendo o en el mejor de los casos cocinándole algo a nuestro hijo, Silvano.

Nuestro hijo tenía apenas 2 años, todavía se tropezaba al caminar, pero era sumamente amado por la familia.

—¿Esta todo bien, cariño? —pregunte al notar que Graham estaba tembloroso.

En sus manos tenía un pedazo de papel.

La carta del presidente, pensé.

Rápidamente me puse a su lado para leer el contenido de dicha carta.

Querida familia Gray:

Es de mi agrado enterarme de tan dichosa noticia de un nacimiento nuevo en su familia, un nuevo tributo y, espero, un nuevo vencedor para seguir el legado de esa excelente sangre guerrera que corre por sus venas.

Es un honor para Panem tener a la familia Marryat Gray en nuestra lista de vencedores, es por eso que, al ser ustedes la única familia existente de vencedores, deseamos que su próximo vencedor nazca en la Mansión Presidencial.

Después de la llegada del bebé se realizará una fiesta en honor al nacimiento, y pronto partirán a su hermoso y querido Distrito 8 para bautizarle como hijo o hija de los textiles.

Esperamos con ansias su confirmación de la llegada de esta carta para dar comienzo a los tan ansiados preparativos.

Cordialmente, presidente Snow.

En ese momento mi mundo se cayó en pedazos, solo pude sentir como las lágrimas salían apresuradamente y mojaban mis mejillas, mis piernas se debilitaron y caí de rodillas en el piso. Los brazos de Graham me rodearon rápidamente, podía sentir sus lágrimas y su aliento entrecortado chocar contra mi cuello.

Esa carta era la confirmación de que nuestros hijos irían a los Juegos del Hambre, al igual que mi padre, Graham, mi hermano y yo habíamos ido. Para el Capitolio éramos un linaje de vencedores que debía seguir la tradición que una vez mi padre había creado sin idea alguna.

Hermes, mi padre, había ganado los 21° Juegos del hambre, a los 15 años.

Artemis, mi hermano, había ganado los 42° Juegos del hambre, a los 15 años.

Graham, mi esposo, había ganado los 44° Juegos del hambre, a los 17 años.

Yo, Artemisa, había ganado los 46° Juegos del hambre, a los 15 años.

Solo habían pasado 8 años desde mis juegos, y las pesadillas seguían constantes. Cuando gane eran sobre como asesinaba a los 8 tributos a sangre fría, luego de que me case mis sueños eran sobre perder a Graham. Y los peores han sido desde mi primer embarazo, que a pesar de que fue hace 2 años, sigo soñando con que yo entraba embarazada a esa arena y me asesinaban a mí al igual que a mi hijo.

Los sueños sobre Graham los supere, no había forma de que él volviera a la Arena. Verlo todos los días bebiendo su respectiva taza de café en el sofá mientras leía un libro sobre el mar, me convencía de que él estaría a mi lado por siempre, y no volvería a sufrir de esa forma.

Ahora, mis sueños con mis hijos se harían realidad en algún momento. Esas mismas pesadillas las compartía con Graham, con mi padre y con Artemis. Pensábamos que al ser tan queridos por el Capitolio gracias a las masacres que cometimos, el presidente nos daría el derecho de que nuestro apellido ya no saliera en la cosecha.

Al parecer, había pasado todo lo contrario.

Al sentir unos pequeños bracitos unirse a nuestro tembloroso abrazo, me separe lentamente de Graham. Silvano estaba ahí, su naricita estaba roja de preocupación y sus ojos denotaban miedo.

—El bebé nacerá en el mismo sitio en el que naciste tú, amore mio —dije con voz suave para no asustarlo más.

Acerque una de sus manos a mi enorme vientre, ya tenía 7 meses de embarazo.

Algo que sintió lo hizo sonreír con muchas ganas y abrazo mi gran panza. Eso hizo que Graham y yo soltaremos una risa nerviosa.

—Tenemos que avisarle a mi padre y a Artemis, será mejor si solo vamos nosotros dos. Silvano ya no puede ir al Capitolio de nuevo, no lo permitiré —le dije a Graham mientras me sentaba de forma más cómoda en el piso y cargando a mi hijo que estaba tratando de no dormirse en mis brazos.

—No creo que sea buena idea que Hermes...—empezó a decir.

—La muerte de mi madre no es impedimento para que nos ayude —interrumpí—. Estoy segura de que nos ayudara encantado, adora a Silvano y además eso lo ayudaría a distraerse un poco.

Graham asintió, dándome la razón.

Salió en busca de Artemis en la aldea de los vencedores, no sin antes dejarme en el gran sofá que teníamos en la sala de estar. Silvano dormía con su cabeza apoyada en mi vientre.

Mi madre había muerto 2 meses atrás, no iba a poder ver nacer a su próximo nieto o nieta.

Mi padre había empezado a entrenarnos a Artemis y a mí a los 7 años, primero había empezado Artemis, yo tan solo tenía 3 años cuando me escabullía para admirar los ágiles movimientos que mi padre trataba de enseñarle a mi hermano.

Ese mismo día vi como Artemis asesinaba un conejito blanco con tan solo un rápido movimiento de su muñeca, haciendo que la pequeña daga diera justo en el centro de la cabeza del conejo, manchando su pelaje blanco de un líquido carmesí.

La imagen permanecía en mi cabeza desde entonces, cuando me di cuenta de que en los juegos de Artemis ya no eran dagas dando en la cabeza de un conejo, ahora eran cuchillos en el pecho de un ser humano.

Los juegos de Artemis fueron casi igual de sangrientos como los de nuestro padre, al igual que los míos. Todos habíamos asesinado alrededor de 8 personas, todos nuestros aliados. Sin embargo, lo hacíamos casi al final, cuando ya no habían más mutos ni sabotajes de los vigilantes, lo hacíamos solo cuando estábamos obligados a hacerlo para poder salir.

Graham había ganado sus juegos ocultándose y matando tributos a la distancia, recuerdo que siempre iba de árbol en árbol lanzando dagas en la cabeza de los tributos, tan rápido que ellos no se daban cuenta de que ya estaban muertos. Aun así, los vigilantes y los mutos ya habían hecho todo el trabajo, dejándolo libre de más peso por cargar a más muertos.

Mi entrenamiento fue incluso más duro que el de Artemis, él me ganaba en altura y musculatura, yo solo era rápida y podía evitar sus ataques de forma ágil. Lanzaba cuchillos y era casi tan buena como él, pero no se nos podía comparar, él tenía más ventaja gracias a su fuerza.

Era delito tener armas en algún otro lugar que no fuera la Arena, pero al ser los hijos del tributo favorito del presidente, que además iban a formar una dinastía, era necesario que fuéramos profesionales y practicáramos con las mejores herramientas que se nos pudieran dar al no tener una academia como el distrito 1 y 2.

Sentí una patada en mi vientre, iba a ser ágil y rápida. Estaba segura de que era una niña la que llevaba en mi vientre, me hacía ilusión tener a una parejita de niño y niña corriendo por todo el salón.

Aunque había sido egoísta de mi parte traer a dos niños al mundo cruel en el que vivía, yo los añoraba. Esos bebés eran lo único que me mantenían cuerda y de no cometer ninguna locura, como suicidarme.

Llevar tantas muertes en tu espalda no es fácil, y saber que tú y tu esposo serán los causantes de que dos almas inocentes también las cargarán era el doble de difícil. Pero Graham y yo estaríamos allí siempre, aunque no podremos detener las pesadillas, al menos cuando despierten sabrán que estarán acompañados.

Otra patada, sentía que a través de mis pensamientos ellas conversaban, y yo trataba de explicarle que la vida no sería fácil, pero que al menos no iba a dejarla sola.

Me levanté del sofá con cuidado de no despertar a Silvano y me dirigí hacia la biblioteca de mi esposo. Solo había libros con respecto al mar, el bosque, la luna y el sol. Todos habían sido regalos de mi padre, para que Graham no se consumiera en sus pensamientos y se alejara lo más lejos de la realidad a través de las páginas.

Había una sección especial, que sabía que Graham nunca leía, pero por alguna razón había dos libros mal puestos. Abrí el primero y leí la página marcada.

Dios romano Silvano, considerado dios de la fertilidad, bosque y campo. Se decía que le gustaban los pájaros, así que es común ver representaciones de Silvano con un gorrión posado en su mano.

Sonreí, era la sección favorita de mi padre. Sabía que a él le encantaban los nombres relacionados con otras culturas ya extintas, y Graham deseaba continuar esta especie de tradición que le gustaba tanto a mi padre.

Junto al primer libro, había un segundo. Tenía una página doblada a la mitad, sabía que lo había hecho porque había pasado algo ya que Graham cuidaba mucho los libros. Decía que una hoja de papel es tan delicada como la piel de un bebé.

Desdoblé la página con cuidado y leí.

Salacia era la diosa romana del océano, las corrientes y los ríos. Salacia y Neptuno se casaron después de que este se enamoró de ella. Salacia era una diosa misteriosa y retirada, y se representaba como una doncella muy bella.

—Entonces... ¿Salacia? —sonreí con ternura. Graham también pensaba que sería una niña.

La mejor decisión que había tomado en mi vida había sido casarme con Graham, él hacía mis días más llevaderos al igual que yo lo hacía con los suyos. Éramos un equipo, una familia completa.

Era probablemente el pilar que mantenía mi vida entera, sin él yo no era nada. Y aunque suene exagerado, podría dar mi vida entera solo para que él estuviera a salvo. Y si en algún momento yo fracasaba en mi tarea de cuidarlo, y el riesgo que él corría era morir, entonces yo moriría con él.

Me dirigí de nuevo al sofá en donde estaba dormido Silvano, mi hermoso hijo. Su pelo negro y ondulado caía suavemente sobre sus mejillas rosadas, Graham se empeñaba en que dejáramos su pelo largo para ver de qué forma debíamos cortarlo correctamente y además tener más opciones.

Personalmente, me gustaba así.

Lo cargue y subí las escaleras, camine silenciosamente para no despertarlo y así poder acostarlo de nuevo, pero ahora en su cama. Una vez hecho esto fui a ponerme la ropa de dormir para acostarme, dispuesta a esperar a Graham para poder dormir tranquila.

Unos minutos después, como si lo hubiera llamado con mis pensamientos, atravesó la puerta de nuestra habitación. Me miro con una sonrisa tranquilizadora y luego de cambiarse la ropa se acostó junto a mí.

—Artemis y Hermes están de acuerdo con quedarse con Silvano los días que estemos en el Capitolio...—dijo, estaba pensando en si decir algo más o si era mejor guardárselo.

Lo mire de forma alentadora, para que fuera sincero y me contará todo lo hablado en casa de mi padre.

—Hermes se siente sumamente culpable por esto, dice que es injusto que un niño que apenas tiene consciencia de lo que hace y otro bebé que ni siquiera ha nacido ya tengan un destino escrito del cual no tengan salida ni libertad alguna —terminó por decir.

Solté un bufido mientras acariciaba mi panza.

—Él no es culpable de lo que está pasando, él no eligió que Silvano y Salacia tengan ese futuro, lo mejor que podemos hacer todos ahora es entrenarlos de la mejor forma —sonreí al decir el nombre de nuestra niña—. Me encargare de que Snow nos dé un número aproximado de los juegos a los que podrían ir y los entrenaremos de la forma más exigente posible, y ganaran los dos.

Graham suspiró.

—Si ganan, será difícil. Incluso más difícil que entrenarlos durante años —me miró, serio.

—Tienen una familia que los ama, aunque los hagamos pasar por eso.

Una leve sonrisa se asomó en sus labios, acto seguido colocó una mano encima de la mía, la cual seguía dejando leves caricias en mi vientre.

—Entonces tú los entrenaras para ser los mejores actores y encantar al Capitolio, Artemis les enseñara a luchar y yo les enseñare todo sobre supervivencia —cerro sus ojos, mientras acomodaba su almohada para dormir—. Me encargare de aprender muchas cosas para enseñarles a Silvano y Salacia.

Sonreí por la mención del nombre de la que esperaba fuera mi hija.

—Esta inquieta, ¿Crees tener fuerzas para cantarle un poco? —pregunte, preocupada por si estaba muy cansado.

Él sonrío sin abrir los ojos.

—Déjame pensar en alguna canción bonita —respondió.

Me acomode en posición fetal, dispuesta a dormir. Graham me atrajo hacía él y su brazo rodeó mi cintura.

Cuando crees que estás sola, te envolveré y te llevaré a casa... —empezó a cantar, sonreí al darme cuenta de era la canción que me cantaba cuando había llegado de mis juegos.

No importa lo que estés pasando, yo te cuidaré —suspiró, podía sentir las lágrimas corriendo por sus mejillas —. Cuando te derriban y ya has tenido suficiente. Oh, estaré ahí para desempolvarte.

Un pequeño sollozo salió de mi boca.

Cuando no sabes lo que vas a hacer, yo te cuidaré. Y si alguna vez pierdes la esperanza, sigue mi luz desde lejos —canté junto a él, mi voz estaba rota —. Cuando no sabes a dónde vas, yo te cuidare, yo te cuidare.

Me odiaba al saber que mis dos pequeños bebés tendrían que pasar por la arena, asesinar personas y luego vivir con ese peso en sus espaldas.

—Estarán bien, haremos todo lo necesario para que no sufran más de la cuenta —susurró Graham contra mi cuello.

Me aferre a su brazo, con fuerza, pensando que quizás así podría proteger mi enorme panza.

Algún día vendré a ti, necesitaré que me cuides —termine la canción, con voz temblorosa.

—Buenas noches, mi amor, que tengas los mejores sueños. Sueña con Silvano y Salacia teniendo la mejor vida que puedas imaginar —dijo, dejo un suave beso en mi cuello y se acomodó mejor para dormir.

Silvano y Salacia...

Mi dulce y pequeña diosa, y mi hermoso y pequeño dios.