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Dirección: Mathieu Kassovitz
Reparto: Dominique Sanda, Jean Reno, Karim Belkhadra, Nadia Farés, Vincent Cassel
Título en V.O: Les Rivières pourpres
Nacionalidad: Francia Año: 2000 Duración: 103 Género: Thriller Color o en B/N: Color Guión: Jean-Christophe Grangé, Mathieu Kassovitz Fotografía: Thierry Arbogast Música: Bruno Coulais
Sinopsis: El mismo día y a 300 kilómetros de distancia dos policías investigan dos casos. A Niémans (Jean Reno), detective veterano y escéptico, le asignan un crimen en una selecta villa universitaria en la que ha aparecido un cuerpo mutilado. Por su parte el impetuoso poli de provincias Max Kerkérian (Vincent Cassel) se encarga de investigar la profanación de la sepultura de una niña muerta en 1982. Pronto ambos casos confluirán y dos métodos de trabajo contrapuestos deberán unirse.

Crítica

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Lo inmediato que se puede pensar según asiste uno a los minutos iniciales de esta inesperada tercera película del ex enfant terrible del celuloide galo es que nos hallamos ante una desvergonzada clonación europea de cuantos manierismos han caracterizado el moderno film noir macabro hollywoodiense en la estela de El silencio de los corderos o Seven. No obstante, según transcurren las escenas, lo que de entrada iba pareciendo un mero ejercicio de mímesis, ampulosa y superproducida, con el simple gancho comercial de unir a los dos principales machotes del reciente cine galo, va adquiriendo los suficientes tintes demenciales, en trama, atmósfera y puesta en escena, como para, finalmente, hacernos llegar a la conclusión de que nos hallamos ante un producto con personalidad propia; para ser más exactos, ante el primer polar granguiñolesco del moderno cine francés. Sucesión de momentos cumbre en la cual lo importante es la variedad de escenarios y el amontonamiento narrativo de naturaleza puramente utilitaria antes que la plasmación de un desarrollo dramático mesurado, coherente, Los ríos de color púrpura será un chasco considerable para quienes esperen un ejercicio, digamos autoral, por parte del director de El odio y Asesino(s). Por contra, aquellos conocedores de ese paradigma de ficción continental acotado por el suspense de raíces folletinescas en las fronteras mismas del pastiche surreal, la investigación detectivesca más bien bravucona y el fantastique salpicado de autoironía y humor negro, disfrutarán de seguro con esta insólita producción, que, a poco que se preste atención, rezuma por todos sus poros singularidad genérica francobelga. Para espectadores con una visión del thriller tenebroso más allá de Expediente X. Lo mejor: la vacilona (y muy pulp) forma en que se encuentran los dos polis protagonistas. Lo peor: la banda sonora, a veces anticlimática y molesta.