(Publicada originalmente el 24/12/2023)

Hay múltiples elementos que hacen de La garra de hierro / The Iron Claw una película fascinante en varios pasajes de sus algo más de 130 minutos. Que se trate de una historia real llena de situaciones extremas, que esté ambientada en el popular y “grasa” universo de la lucha libre, que actores como Zac Efron (sí, el de pibe de High School Musical) y Jeremy Allen White (el Carmy de la serie El Oso / The Bear) hayan “anabolizado” sus cuerpos hasta quedar casi irreconocibles (en la comparación el Robert De Niro de Toro salvaje es un alfeñique), que el look conseguido en fílmico por el director de fotografía húngaro Mátyás Erdély (colaborador de su compatriota László Nemes en El hijo de Saúl y Sunset, y del propio Durkin en El refugio) nos transporte a aquellos tiempos analógicos (sobre todo a fines de los años '70 y comienzos de los '80)... Una extraña y casi siempre lograda mixtura entre la tragedia familiar, el humor negro y el morbo matizada por buenas escenas de lucha sobre el ring.

Durkin no es el primer realizador (ni será el último) seducido por el universo de los peleadores. Haciendo un veloz recorrido solo por tiempos recientes aparecen desde El luchador / The Wrestler (2008), de Darren Aronofsky, hasta las flamantes Cassandro, de Roger Ross Williams; y Bottoms / El club de las peleadoras, de Emma Seligman; pasando por Foxcatcher (2014), de Bennett Miller. La fórmula del ascenso, esplendor y derrumbe a los golpes, con sangre, sudor y lágrimas, nunca deja de funcionar.



La garra de hierro tiene un prólogo en blanco y negro en el que en plenos años '60 vemos peleando sobre el ring a Fritz Von Erich (el gran Holt McCallany). Aunque no consigue triunfar del todo, este paterfamilias logra inculcarle la pasión y un rigor casi patológico a sus hijos Kevin (Zac Efron), David (Harris Dickinson), Mike (Stanley Simons) y Kerry (Jeremy Allen White). Aunque algunos tienen más talento y vocación para la música o el fútbol americano, terminarán sometiéndose a los dictados de ese padre dominante que maneja el negocio familiar en la conservadora Texas ante la mirada por momentos azorada de la madre Doris (una poco aprovechada Maura Tierney). El otro personaje femenino con algo de desarrollo es el de Pam (la inglesa Lily James), quien se convierte en la esposa y compañera de aventuras (y desventuras) de Kevin.

La obsesión de Fritz porque alguno de sus hijos logre el cinturón de campeón de la National Wrestling Association lo lleva a concretar todo tipo de manipulaciones con resultados trágicos que no conviene adelantar en este espacio (vayan a Wikipedia si la ansiedad los carcome). Durkin, siempre interesado en las relaciones humanas más densas y hasta con ciertos tintes perversos, se maneja con ductilidad, profundidad y potencia dramática en su doble función de guionista y director. El resultado es un film que se percibe ligero y fluido en sus zonas más oscuras y ominoso en la cotidianeidad aparentemente más banal de la dinámica de una familia marcada por un sino trágico. Un mérito doble y no menor.



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