A la manera de quién | Tierra Adentro
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Frank S. Por Irasema Fernández.
Frank S. Por Irasema Fernández.

 

Hoy 14 de marzo de 2019 cumple 50 años “My way”, una de las canciones legendarias de Frank Sinatra. Para conmemorar el acontecimiento reproducimos uno de los ensayos de Strauss quería pastel (FETA, 2018) de Adrián Chávez, ganador del Premio Nacional de Ensayo Joven José Luis Martínez 2018.


 

 

De Donald

Cuando a Nancy Sinatra le preguntaron en Twitter qué opinaba de que Donald Trump hubiera elegido “My Way” para inaugurar el baile en la celebración de su toma de protesta, la hija de La Voz contestó: “Nada más acuérdense del primer verso de la canción”. And now the end is near (Y ahora, el final está cerca).

Tocará a mi generación la responsabilidad de contar a las siguientes la noche del 8 de noviembre de 2016, cuando los noticieros mexicanos dieron parte, en tiempo real, de cómo el colegio electoral norteamericano, a través de su cuestionable método de conteo, inclinó de pronto la balanza hacia el candidato republicano, ante la absoluta incredulidad del planeta entero, que durante semanas de campañas y debates daba por ganadora a la secretaria de Estado y ex Primera Dama Hillary Clinton.

Pero quien obtuvo los votos suficientes para sentarse en el Despacho Oval fue su contrincante, el errático magnate inmobiliario, misógino y racista, escéptico del cambio climático, un hombre cuyo vocabulario es al idioma inglés lo que la morralla que traigo en el bolsillo al producto interno bruto del país; pero, sobre todo, modelo aspiracional de millones.

Aunque no hayamos perdido detalle de esa noche en la que se hicieron patentes los mecanismos del Apocalipsis, con toda probabilidad olvidaremos esa otra noche en que el neopresidente y su esposa Melania perpetraron el calco torpe de un baile, el primero de su mandato, al ritmo de “My Way” o, como la conocemos en español, “A mi manera”.

Mal haremos en olvidar ese episodio. No me refiero al balanceo arrítmico de la first couple —un setentón con insuficiencia estética y su esposa-presa, arqueada hacia atrás como para sortear el aliento acre de Trump—, sino al momento en que Trump, seguro de una victoria que quizá nunca se le ocurrió poseer, mira hacia el público del Centro de Convenciones de Washington y abre los labios para llenarse la boca de la contundencia con que decide seguir la letra de la canción. “I did it my way”, pronuncia sonriente.

 

De Gorbachov

En 1968 Leonid Brézhnev, Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, instauró lo que después pasó a llamarse la Doctrina Brézhnev, y que partía del mismo principio que la Doctrina Monroe: “Cuando hay fuerzas hostiles al socialismo y tratan de cambiar el desarrollo de algún país socialista hacia el capitalismo, se convierten no sólo en un problema del país concerniente, sino un problema común a todos los países comunistas”.

La Unión Soviética se adjudicaba el derecho de actuar militarmente contra cualquier fuerza exterior al socialismo que lo amenazara, y de paso contra cualquier miembro del Bloque del Este que quisiera salir de él. Entre ese momento y la caída del Muro de Berlín median más o menos veinte años, después de los cuales la URSS se desplomaría. Justo unos días antes de la caída del muro, el jefe de Estado soviético Mijáil Gorbachov, declaró que su gobierno no tenía intenciones de entrometerse en los asuntos internos de las repúblicas del Pacto de Varsovia, frente a las señales de apertura y reestructuración que estaban dando Polonia y Hungría, señales a las Brézhnev les habría fruncido el ceño.

Gorbachov, uno de los hombres más poderosos de su época, concedía simbólicamente aflojar las riendas, quizá decidido a hacer las paces con lo inevitable. A esta postura la llamó la Doctrina Sinatra. Sí, ese Sinatra. Polonia, Hungría y los demás eran libres de hacer las cosas a su manera, y la canción fungió como emblema de la traslación del poder.

 

De Sinatra

Frank Sinatra grabó “My Way” en 1969. Podemos imaginar el silencio acolchonado del estudio de grabación en el instante previo a la primera frase, pronunciada tersa y profunda por La Voz: And now the end is near (Y ahora, el final está cerca). Ese sería el comienzo de la canción que con las décadas transmutaría en himno, en símbolo, en combustible musical. La letra, escrita por Paul Anka, es la reivindicación de una vida al acercarse su final.

 

I’ve lived a life that’s full
I’ve traveled each and every highway
And more, much more than this
I did it my way.

He vivido una vida plena.
He recorrido todos los caminos,
y más, mucho, mucho más,
a mi manera.

 

Cantar “A mi manera” es ejercer el histrionismo terapéutico y, en ocasiones, si se es muy joven, un optimismo de pretensiones proféticas. Suenan los primeros acordes en el karaoke y el humano al micrófono usurpa la personalidad de ese hombre mayor que ha llorado, que ha reído, que ha viajado y que ha amado; ese hombre que cuenta algunos arrepentimientos, pero no demasiados. La recompensa para el cantante aficionado es el milagro que se opera en forma de una satisfacción ajena que por minuto y medio le ajusta a la medida.

Antes que nada, “A mi manera” es una terapia, un curso intensivo de bajarse las estrellas por medio de una ficción diseñada para autoseducirse. Paul Anka ya intuía esto cuando la concibió, consciente de la estructura progresiva de la música que le daría soporte, una máquina de compases que se alimentan de sí mismos, una batería que se carga sola y despliega su energía en el final, un esqueleto musical que traducido a la literatura sería un cuento de Poe. Anka quería escribirle a Sinatra un hit, dado que el cantante ya consideraba abandonar su carrera, y lo logró echando mano de argucias narrativas caladas a fuego.

El Cervantes narrador del Quijote no necesita más de dos líneas para proveer al lector de las coordenadas necesarias para adentrarse en el universo que propone: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”. No hemos siquiera llegado al tercer renglón cuando ya estamos atrapados entre el tiempo y el lugar de la historia, sumergidos en el mundo que apenas comienza a prometer. “A mi manera” funciona de forma parecida. And now the end is near, and so I face the final curtain (Y ahora, el final está cerca, y así me enfrento al telón final. No solo, como en la gran novela aurisecular, nos presenta al narrador —uno que no quiere acordarse, en el primer caso, y otro muy dispuesto a hacerlo, en el segundo—, sino que nos arroja a un futuro que es  simultáneamente tiempo y lugar, convenientemente ambiguos. No hay forma de no tragarse ese cuento.

Aunque tarde, el éxito previsto por Anka llegó, y se desbordó, a pesar de que el propio Sinatra le profesaba franco aborrecimiento a la canción. La razón por la que la detestaba era que Frank Sinatra no era Donald Trump.

First public appearance for Frank Sinatra and Ava Gardner since Sinatra's wife granted him a divorce

First public appearance for Frank Sinatra and Ava Gardner since Sinatra’s wife granted him a divorce

De Milošević

Durante la dolorosa desintegración de Yugoslavia, el presidente serbio Slobodan Milošević se ganó entre sus enemigos y buena parte de la opinión pública el apodo de El Carnicero de los Balcanes, por la responsabilidad que se le atribuía en ataques dirigidos a la población civil. En 2002, el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia lo llevó a juicio por crímenes de lesa humanidad. Fue un proceso largo cuya conclusión Milošević no alcanzó a ver, pues murió en su celda, de una falla cardíaca, en 2006.

A lo largo de los años que el expresidente pasó detenido, solía dejar correr la grabación de “A mi manera”  en la celda, a un volumen lo suficientemente alto para que quienes estuvieran cerca pudieran escucharla.

 

Del homo economicus

Al igual que Trump, Gorbachov y Milošević, el protagonista de “A mi manera” —que no nos quepa duda— es hombre.

En su lúcido ensayo ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, la periodista sueca Katrine Marçal diagnostica una enfermedad que Occidente ha confundido con órgano vital: la economía (al menos la economía neoliberal) se sustenta en el mito del hombre económico. Nos presenta a un viejo conocido, del cual no obstante desconocemos la cara: un sujeto racional, piedra angular del funcionamiento de El Mercado, cuyas decisiones se basan en la obtención de beneficio y que existe aislado de cualquier contexto.

El hombre económico, está claro, no es mujer, dado que históricamente a ella se le han encomendado las actividades improductivas —por igual aquellas que por su repetitividad no generan más ganancia que satisfacer la obligatoriedad de hacerlas (entiéndase, el trabajo doméstico), y aquellas que involucran el sentimiento y el vínculo, características incompatibles con el hombre económico enajenado.

Nadie parece (o nadie quiere) advertir que el hombre económico es una ficción equívoca, inalcanzable ya no digamos para su concepto de lo femenino —y Marçal es aún más lapidaria al identificar la liberación de la mujer del siglo xx no con una asimilación del modelo tradicional femenino, sino con la aspiración de convertirse también ella en el homo economicus—, sino incluso para los propios hombres de carne y hueso, inevitablemente inflados de contexto, experiencias, configuración moral, emociones y vísceras.

Este mito ha servido para justificar toda clase de injusticias y ha legitimado la asimetría de género durante años, pero también ha logrado colarse en otros aspectos de la vida no económicos sensu stricto, como el amor romántico y esa perversidad que algunos han dado en llamar “branding personal”.

Decía antes que Sinatra no era Donald Trump. Según palabras de la otra hija del cantante, Tina, Sinatra confesó que consideraba “A mi manera” egoísta y autocomplaciente. Mas los apremios del mundo han cambiado desde la época en que Sinatra expresara su opinión. El tufo de arrogancia y autocomplacencia que La Voz percibía en cada frase de su símbolo y cruz se transformaron con el tiempo en éxito selfmade. Por supuesto que el texto de Anka está bañado en petulancia, sin embargo eso, en la era del hombre económico, es poco menos que aceptable.

La razón por la que tanta gente votó por Donald Trump en las elecciones de 2016 es que no conciben la posibilidad de que un millonario sea una mala persona. La ética laboral del capitalismo vende la idea de que sólo aquellos que trabajan duro acceden a la riqueza; ergo, si no tienes dinero, es porque no trabajaste duro. La lógica del homo economicus es perfecta porque deja fuera el contexto social de origen, y a ella se suma el trabajo convertido en dogma moral: trabajar te hace rico al mismo tiempo que te hace bueno, y la pobreza se explica por lo tanto no en términos sociales sino de incapacidad y mezquindad individual. En este modelo, con su esqueleto de aspiraciones, quien ha llegado a la cima es la encarnación del hombre económico, y se ha ganado el derecho a cantar:

For what is a man, what has he got?
If not himself, then he has naught
To say the things he truly feels
And not the words of one who kneels.
The record shows I took the blows
And did it my way.

¿Qué es un hombre?, ¿qué es lo que tiene?
Sí no es él mismo, entonces no tiene nada.
Decir las cosas que realmente siente
y no las palabras de aquel que se arrodilla.
Mi historia muestra que he recibido los golpes
y lo hice a mi manera.

 

De Schröder

En septiembre de 2005, la candidata conservadora a la cancillería alemana, Angela Merkel —quien, a pesar de ser mujer, encarna bien el modelo del homo economicus—, le ganó una apretada elección a Gerard Schröder. Este había ejercido el puesto ya por dos periodos y, antes de ceder la estafeta del país germánico, uno de los pilares de la Europa contemporánea, protagonizó una ceremonia de despedida.

Ese día Schröder desfiló, con lágrimas en los ojos, frente a la mirada de los presentes y de casi ocho millones de telespectadores, mientras una banda de guerra lo acompañaba al ritmo de “A mi manera”.

 

De Cloclo

Paul Anka no escribió la música.

Entre los años sesenta y setenta, hubo en Francia un cantante y compositor de música pop llamado Claude François, famoso entre otras cosas por morir en su infructuoso intento de cambiar un foco en la tina. Pero no era ésta la primera desventura que le ocurría. En 1967 terminó su relación con la cantante y modelo France Gall, lo que lo llevó a componer —en colaboración, según otras versiones— una canción ejemplarmente triste: “Comme d’habitude”, cuya traducción podría ser “Como de costumbre” o “Como siempre”; incluso, con más desparpajo, “Para variar”.

La pieza narra la jornada de un hombre cuya existencia se parece más a un estanque enverdecido, a causa en buena medida a la relación comatosa que mantiene con una mujer. La composición de Cloclo, así se le conocía al intérprete, tuvo un éxito nada despreciable —existe, de hecho, una película dedicada a su vida, que cierra con la conocida melodía— aunque limitado a Francia, donde Paul Anka la escuchó por primera vez y decidió adaptarla, si el verbo no le queda muy ajustado a la taxidermia musical que le practicó en honor de Sinatra y, sin querer, del rumbo entero de Occidente.

Nuestra cotidianidad prohíbe de facto la tristeza; se la intuye hermana del fracaso, y por lo tanto de la iniquidad. Ser feliz se nos presenta, más que como una meta, como un imperativo moral (igual que no ser pobre). “Comme d’habitude” tiene su lugar seguro en el olvido. Igual que la intuición de Sinatra. “A mi manera” es hoy de otra voz, una voz masculina [“for what is a man (¿Qué es un hombre?)”], privilegiada [“I’ve lived a life that’s full (He vivido una vida plena)”], comprobadamente dañina, aunque poco le importe y pueda de hecho culpar del daño al prójimo [“regrets, I’ve had a few, but then again, too few to mention (remordimientos, he tenido, pero muy pocos como para mencionarlos)”]. Es el himno del hombre económico que una orquesta le toca para que baile en la celebración de su poder. Ya otros, deslumbrados por la ficción de karaoke, votaron en las urnas para ponerlos ahí, con la fantasía de también ellos mirar a los demás desde arriba y cantarles que sí; que, como es natural, I did it my way.

Frank Sinatra 1945 - Fotografía por Ted Allan.

Frank Sinatra 1945 – Fotografía por Ted Allan.


Autores
(Estado de México,1989), escritor y traductor, es autor de Señales de vida (Fá Editorial, 2015). Fue editor de la revista digital La Hoja de Arena y, en el periodo de 2013 a 2014, becario del Programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en el área de novela. Alterna la escritura y la traducción con la docencia.

Ilustrador
Irasema Fernández
(Ciudad de México, 1990). Es escritora, ilustradora y feminista. Ha publicado su obra escrita en diversas antologías, revistas y semanarios. En 2017-2018 fue becaria del Fonca en la categoría de cuento. De manera autogestiva, y en compañía de otras artistas, pinta murales y hace intervenciones en la calle con mensaje de género en diferentes partes de la Ciudad de México y el Estado de México.