Predicciones terroríficas

Nostradamus, el profeta del siglo XVI que sigue estando de actualidad

Retrato de Michel de Nostradamus pintado por su hijo, César de Nostradamus, alrededor de 1614.

Retrato de Michel de Nostradamus pintado por su hijo, César de Nostradamus, alrededor de 1614.

Retrato de Michel de Nostradamus pintado por su hijo, César de Nostradamus, alrededor de 1614.

PD

En 1555 salió a la luz en Lyon un libro titulado Las profecías del señor Michel Nostradamus. La obra estaba compuesta de 353 cuartetas, poemas de cuatro versos escritos con términos enigmáticos que pretendían anunciar los sucesos del futuro próximo en Francia y en toda Europa.

El éxito de las Profecías fue espectacular y dio a su autor, un médico provenzal conocido ya por sus almanaques –un tipo de calendario con datos astronómicos y astrológicos muy popular en la época– y algunos pronósticos, una fama a escala europea. Sobre todo después de que en 1559 se produjera un acontecimiento trágico que Nostradamus supuestamente había pronosticado en 1555: la muerte del rey Enrique II en el curso de un torneo.

Sucesivas ediciones

En los años siguientes, Nostradamus publicaría sucesivas ediciones de sus Profecías, ampliadas cada vez con nuevas cuartetas, de manera que la última edición contaba con 942 cuartetas agrupadas en un total de diez centurias –de ahí que la obra se conozca también con el nombre de Centurias–. Tras su muerte en 1566, y hasta hoy en día, se le ha recordado siempre como astrónomo y adivino por antonomasia y sus obras han atraído a una legión de lectores en busca de supuestas predicciones de sucesos históricos ocurridos siglos más tarde; por lo general, un ejercicio de charlatanería desbocada que ha dado lugar a manipulaciones tanto políticas como mercantiles. 

Tras la muerte de Nostradamus en 1566, y hasta hoy en día, se le ha recordado siempre como astrónomo y adivino.

Grabado de un artista anónimo en el que se muestra el fatal percance sufrido por el rey Enrique II de Francia en el transcurso de una justa.

Grabado de un artista anónimo en el que se muestra el fatal percance sufrido por el rey Enrique II de Francia en el transcurso de una justa.

Grabado de un artista anónimo en el que se muestra el fatal percance sufrido por el rey Enrique II de Francia en el transcurso de una justa.

PD

Para comprender quién fue realmente Nostradamus y el sentido de sus profecías hay que situarse en el momento histórico en que vivió. El siglo XVI fue una época recorrida por toda suerte de crisis y tensiones –guerras, carestías, epidemias, revueltas– que los contemporáneos vivieron con auténtica angustia, y es a la luz de este clima de conmoción y temores colectivos como hay que entender las Profecías y los Pronósticos de Nostradamus.

Por ejemplo, el Nuevo pronóstico para el año 1558 detallaba la visión de la "resplandeciente y eterna espada de Dios" que golpearía por la peste y el hambre, por mutaciones de reinos y guerras. En los albores de 1558, una epidemia proveniente de África sería tan "horrible y lamentable", que "la mayor parte del mundo acabará por menguar" e incluso serían pocos los pájaros que burlarían a la muerte. Un movimiento casi perpetuo traería terremotos, enfermedades, mares teñidos de sangre, muerte, ruina, tierra seca, ventiscas, actos crueles, rupturas de lealtades, discordias y venenos mortíferos. Nostradamus aseguraba también que se produciría una rebelión popular contra una reina. 

Cuadro de un autor desconocido en el que se representa la llegada de la peste negra.

Cuadro de un autor desconocido en el que se representa la llegada de la peste negra.

Cuadro de un autor desconocido en el que se representa la llegada de la peste negra.

Shutterstock

Para el año 1560, el astrólogo provenzal aseguraba que se producirían divisiones, sectas, conspiraciones y facciones políticas, a lo que seguiría un tiempo de gran carestía y luego una gran hambruna, mientras la peste se propagaría de una región a otra. Y el rosario de noticias nefastas continuaba: furor, rabia, rebelión, conspiración, edictos incumplidos, bondad fingida que se tornará crueldad, cometa que tendrá efectos dañinos, fiebre ardiente, peste, hambruna, luto, fuego y calor ardiente que jamás terminarán. 

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Predicciones terribles

Los males pronosticados por Nostradamus no serían más que el comienzo. Lo peor no es lo peor –escribía a un amigo alemán–, es algo que prepara siempre al lector para el colmo de lo peor: "Nuestros problemas no terminan aquí y todavía no hemos tocado fondo…". Las desgracias, en los presagios de Nostradamus, parecían no tener límite. Del cielo vendrían el fuego –con ese "dardo del cielo" que golpeará–, lluvias de sangre, rayos que entrarían en el templo "cerrado"… La llegada de un extraño pájaro iría acompañada de una terrible hambruna, tan grande "que el hombre será antropófago".

Los males pronosticados por Nostradamus no serían más que el comienzo. "Lo peor no es lo peor", escribía a un amigo alemán.

Grabado publicado en el año 1849 en la revista Le Magasin Pittoresque en el que puede verse a Nostradamus consultando un espejo para predecir el futuro de Catalina de Médicis.

Grabado publicado en el año 1849 en la revista Le Magasin Pittoresque en el que puede verse a Nostradamus consultando un espejo para predecir el futuro de Catalina de Médicis.

Grabado publicado en el año 1849 en la revista Le Magasin Pittoresque en el que puede verse a Nostradamus consultando un espejo para predecir el futuro de Catalina de Médicis.

Kharbine-Tapabor (Shutterstock)

Del cielo también se abatirían lluvias de sangre y de leche, tempestades que traerían consigo ruina y destrucción, saltamontes que invadirían cultivos y mares y devorarían todo a su paso; en la tierra, una hambruna se añadiría a otra, las crecidas de los ríos inundarían campos y ciudades. Ningún lugar de la tierra escaparía, desde Babilonia hasta África, ni siquiera "Americh" (como llamaba al continente americano), aunque Europa, sobre todo Francia e Italia, sería la más castigada.

La naturaleza, en los pronósticos de Nostradamus, era fuente de toda suerte de monstruos y maravillas. Nostradamus advertía que, en una orilla arenosa, después de un terrible diluvio, se descubriría un horrible monstruo marino venido de mares lejanos. Después de que en Sevilla se hubiera visto un "monstruoso buey", un ejército abriría fuego antes de dar la orden de atacar. En Sajonia, un monstruo nacido de la unión de un oso y de una cerda presagiaría el hundimiento de una gran flota en el golfo Pérsico. Cuando nacieran en Roma dos monstruos bicéfalos, habría "sangre, fuego y diluvios, los más grandes de todos los tiempos". 

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La estrategia del miedo

Nostradamus mencionaba también un monstruo con dos cabezas y tres brazos, el cual sería el encargado de anunciar que una "gran urbe", Roma quizá, pronto sería aniquilada por las aguas. Un arcoíris aparecería de noche en el cielo de Nantes, señal de fuertes lluvias. También se vería en junio un cometa en el norte, cerca de la constelación de Cáncer, y fallecería un célebre romano, sin duda el papa.

Cabe preguntarse qué pretendía Nostradamus al acumular presagios tan espantosos. Sin duda, no hay que interpretarlos como profecías de hechos concretos que debían producirse en un futuro más o menos inmediato. El astrólogo provenzal, más que anunciar desgracias concretas que luego pudiera verificarse si habían tenido lugar, pretendía asustar a sus lectores, arrastrarlos a lo más profundo de un mundo imaginario terrorífico, un mundo todavía más angustioso que la realidad. De ahí su tendencia a exagerar los desastres futuros y presentarlos de forma hiperbólica. 

¿Qué pretendía Nostradamus al acumular presagios tan espantosos? Sin duda, no hay que interpretarlos como profecías de hechos concretos.

Grabado que muestra a Nostradamus realizado por el escritor Hippolyte Bonnelier en el siglo XIX. Biblioteca de Artes Decorativas, París.

Grabado que muestra a Nostradamus realizado por el escritor Hippolyte Bonnelier en el siglo XIX. Biblioteca de Artes Decorativas, París.

Grabado que muestra a Nostradamus realizado por el escritor Hippolyte Bonnelier en el siglo XIX. Biblioteca de Artes Decorativas, París.

Gianni Dagli Orti (Shutterstock)

La fuente de todas estas desgracias se encontraba, para empezar, en el mal que habita en el hombre, esa capacidad que tiene el ser humano de ser un lobo para su prójimo. Participando de la visión pesimista de la naturaleza humana propia de la tradición agustiniana, iniciada por Agustín de Hipona en el siglo IV d.C., Nostradamus ponía constantemente ejemplos de cómo un hijo se vuelve contra su padre, el padre manda asesinar al hijo, el sobrino ejecuta al tío... Fratricidios, parricidios, matricidios e infanticidios pautan el futuro de forma inexorable. 

Según Nostradamus, la misma tendencia al mal y a la destrucción desgarraba el orden político de las comunidades y las naciones. En sus pronósticos, los pueblos se rebelaban contra los gobernantes, mientras que el tirano extranjero o el bárbaro atacaba y destruía al príncipe pacífico. Conspiraciones, masacres, traiciones, suplicios horribles y crímenes espantosos se concatenaban y arrasaban con todo. Los palacios serían devastados, las ciudades aniquiladas por los terremotos, los puentes destruidos, las fortalezas serían pasto de las llamas y la paz sería cada vez más precaria.

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La visión de nostradamus

En la visión de Nostradamus, las pasiones eran el futuro del hombre: lujuria desenfrenada, adulterios e incestos, terribles venganzas, ingratitud excesiva, insaciable ambición, hipocresía, avaricia, ira, odio, engaño y astucia. Para los inocentes no había más futuro que el de ser asesinados o perseguidos, mientras que la santidad de los hombres de Iglesia sería "demasiado falaz y seductora". Ninguna alianza o paz sería duradera.

En la visión de Nostradamus, las pasiones eran el futuro del hombre: lujuria desenfrenada, adulterios e incestos.

Imagen de Épinal (estampas e imágenes populares hechas en Francia en el siglo XIX) que representa a Nostradamus como un mago.

Imagen de Épinal (estampas e imágenes populares hechas en Francia en el siglo XIX) que representa a Nostradamus como un mago.

Imagen de Épinal (estampas e imágenes populares hechas en Francia en el siglo XIX) que representa a Nostradamus como un mago.

PD

En lo que Nostradamus definía como "el orden fatal sempiterno de cadenas" que "se instaurará por fuerza" solo se oirían vociferaciones aterrorizadas: "Lloros, gritos y llantos, terror / Corazón inhumano, cruel, negro y entumecido". Para Nostradamus, el mundo se había convertido en un infierno, y los hombres sufrirían suplicios infernales, como el de treinta hombres que serán "asados en un espetón". 

Nostradamus hablaba, pues, como un profeta de la Biblia que anunciaba las mayores calamidades que afligirían al pueblo de Dios, a fin de intentar devolverlo a la fidelidad. Su propósito era asustar mediante enigmas tan aterradores, que a menudo no podían descifrarse. De este modo esperaba que sus lectores recapacitasen sobre su propia conducta y no se dejaran arrastrar por la espiral de violencia del mundo real en el que vivían.

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Antídoto contra la guerra civil

La razón de ser de las profecías de Nostradamus, sin embargo, no se limitaba a una lección moral general. Los años en que empezó a publicar sus libros constituyen un momento crítico de la historia francesa del siglo XVI, en el que se estaba gestando el terrible conflicto que desgarraría al país durante más de tres décadas: las guerras de religión (1562-1598).

Los grupos protestantes se mostraban cada vez más activos y desafiantes pese a la represión organizada por las autoridades civiles y religiosas, decididas a extinguir la "herejía" y a imponer el catolicismo como única fe. A diario surgían noticias de conspiraciones, arrestos y ejecuciones, mientras en el interior mismo de los pueblos y ciudades de numerosas regiones de Francia se producían tensiones y enfrentamientos abiertos. Era un ambiente enrarecido, con un cielo cada vez más nublado que amenazaba tormenta.

Los grupos protestantes se mostraban cada vez más activos y desafiantes pese a la represión organizada por las autoridades civiles y religiosas.

La masacre se San Bartolomé, cuadro pintado por el artista francés François Dubois hacia 1572. Museo Cantonal de Bellas Artes, Lausana.

La masacre se San Bartolomé, cuadro pintado por el artista francés François Dubois hacia 1572. Museo Cantonal de Bellas Artes, Lausana.

La masacre se San Bartolomé, cuadro pintado por el artista francés François Dubois hacia 1572. Museo Cantonal de Bellas Artes, Lausana.

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En sus Profecías y sus Pronósticos, Nostradamus se hizo eco de estas angustias por la cuestión religiosa. De hecho, los Pronósticos para 1562, el año en que estalló la primera de las ocho guerras de religión, eran particularmente ominosos: "Súbito y repentino espanto cercará a los hombres, tanto desconocerán la causa de tal espanto que lo atizarán a ultranza, y tales serán la emoción y tumulto que pelearán con los unos e infectarán a los otros y entonces, antes de finalizar la Primavera, señales altamente espantosas o cometas en el cielo se verán y aparecerán antorchas ardientes en los aires que harán temblar la tierra, las aguas casi volverán a su cauce al final de la Primavera […]".

El panorama de 1563 no era más halagüeño: la furia de los hombres, de la naturaleza y de las plagas enviadas por Dios alcanzaría un nivel sin precedentes, como expresa en una de las cuartetas de sus Profecías: "[…] Asesinatos en cadena, cautivos, muertes, prisioneros / Tanta agua y peste […] / Tanta muerte, tantas armas estremecerán / Ningún pacto, el Jefe será capturado: / Todo será sangre humana, rabia, ira: / Tardío penitente, peste, motivo de guerra".

El saqueo de Lyon por los calvinistas en 1562, obra de un artista desconocido. 1565. Museo de Historia, Lyon.

El saqueo de Lyon por los calvinistas en 1562, obra de un artista desconocido. 1565. Museo de Historia, Lyon.

El saqueo de Lyon por los calvinistas en 1562, obra de un artista desconocido. 1565. Museo de Historia, Lyon.

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Más adelante, durante el otoño, aparecerían "un puñado de nuevos sectarios que sembraron ciertos errores descabellados en el pueblo, tantos que varios de ellos en pos de su diversidad generarán grandes guerras, disputas acerbas, debates, discordias y altercados […]". Además, en el transcurso del invierno, entre otros acontecimientos siniestros, tendría lugar la expoliación y profanación de varios templos dedicados al culto.

En algunas profecías posteriores aparecía un hereje profanador de santuarios y la tierra se describía cubierta de cuerpos de inocentes o de religiosos cuya sangre «al ser tan abundante brota como el agua». Otro texto decía: "El anticristo debe pronto aniquilar, / y su guerra veinte y siete años durar, / los heréticos muertos, cautivos, exilados, / sangre de cuerpo humano el agua enrojecerá y granizo en la tierra se abatirá".

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Un humanista frente a la barbarie

Nostradamus vivió esta confrontación religiosa como una terrible tragedia. Había recibido una educación humanista, marcada muy especialmente por la lectura de lo que lo había inclinado a una visión de la religión como una experiencia interior, propia de cada individuo, alejada de todo dogmatismo. Del humanismo había tomado también el talante pacifista. Para él, las exclusiones o las divisiones religiosas que enfrentaban a católicos y protestantes en guerras religiosas eran un pecado de soberbia y arrastraban a la cristiandad a un terrible y sanguinario callejón sin salida.

Para Nostradamus, las exclusiones o las divisiones religiosas que enfrentaban a católicos y protestantes en guerras religiosas eran un pecado de soberbia.

Retrato del humanista Erasmo de Róterdam, pintado por el artista alemán Hans Holbein el Joven. Galería Nacional, Londres.

Retrato del humanista Erasmo de Róterdam, pintado por el artista alemán Hans Holbein el Joven. Galería Nacional, Londres.

Retrato del humanista Erasmo de Róterdam, pintado por el artista alemán Hans Holbein el Joven. Galería Nacional, Londres.

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Por ello, con sus profecías se proponía mostrar los peligros que aguardaban a la humanidad y que precisamente podían hacerle olvidar para siempre el mensaje de amor y paz de Cristo. El terror por las catástrofes del futuro próximo podía servir de advertencia a todos los cristianos para que no se enfrentaran por sus diferencias confesionales y para que comprendieran que debían guardar las distancias con todos aquellos que pretenden conocer toda la verdad sobre la fe, aquellos dispuestos a desgarrarse, a perseguir y a matar al prójimo en nombre de su propia idea de Dios.