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Javier y los pajaritos valientes


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, un niño llamado Javier.

Javier era conocido por todos en el pueblo por sus cabellos rizados y dorados que parecían la melena de un león, y también por su particular estilo al vestir: siempre usaba calcetas de colores locos y combinaciones extravagantes. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo con sus calcetas a rayas verdes y amarillas, Javier escuchó unos susurros provenientes de detrás de los arbustos.

Decidió acercarse con curiosidad y descubrió a una familia de pajaritos que estaban tratando de construir un nido para resguardarse del frío invierno que se acercaba. "¿Hola? ¿Puedo ayudarles en algo?" -preguntó Javier con una sonrisa.

Los pajaritos lo miraron con sorpresa al ver a alguien tan amable dispuesto a ayudarlos. Le explicaron que necesitaban ramitas y hojas para terminar su nido, pero no sabían cómo conseguirlos tan rápido.

"¡No se preocupen! Yo les ayudaré", dijo Javier decidido. Y así, Javier pasó toda la tarde buscando ramitas y hojas secas por todo el parque, mientras los pajaritos iban armando su pequeño hogar.

Al finalizar el día, el nido estaba listo y los pajaritos felices cantaban agradecidos a Javier. A partir de ese día, los pájaros se convirtieron en amigos inseparables de Javier. Siempre lo acompañaban en sus aventuras por el pueblo e incluso le enseñaron melodías nuevas que él tarareaba feliz mientras caminaba.

Una mañana soleada, cuando Javier salió a dar su habitual paseo matutino con unas calcetas rosadas con lunares azules, encontró a los pájaros muy agitados cerca del lago del pueblo.

Descubrió que uno de ellos estaba atrapado entre las ramas de un árbol caído dentro del agua turbia. Sin dudarlo ni un segundo, Javier se quitó las zapatillas y las calcetas locas antes de zambullirse valientemente en el lago para rescatar al pajarito atrapado.

Con todas sus fuerzas logró sacarlo sano y salvo antes de nadar hasta la orilla exhausto pero feliz. Los pájaros revoloteaban emocionados alrededor de él mientras secaba sus cabellos dorados al sol.

En ese momento entendieron que aunque las calcetas locas hacían reír a algunos en el pueblo, lo más importante era la nobleza y valentía que había en su corazón.

Desde entonces, cada vez que veían a Javier luciendo unas calcetas nuevas y coloridas por las calles de Villa Alegre, todos recordaban la historia del niño valiente con cabellos como león que tenía un corazón aún más grande que su apariencia extravagante.

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