El consentimiento (2023), de Vanessa Filho

1985. Vanessa es una jovencita parisina con 14 años recién cumplidos, a la que le encanta leer, y que vive con su madre, que le anima a que tenga con ella toda la confianza del mundo. En una de las reuniones sociales que organiza la progenitora acude el conocido escritor Gabriel Matzneff, que queda cautivado por Vanessa, por sus intereses culturales y la madurez que muestra a su edad... y porque le atraen las menores de edad. Le escribirá más tarde una carta halagadora, en la que manifiesta su apasionado amor, y concertarán un encuentro. Cuando la madre se entera, le indicará la fama de pedófilo de Matzneff, pero la pareja sigue viéndose, e incluso mantienen relaciones sexuales.

Película basada en hechos reales, que Vanessa Springora documentó en un libro. Gabriel Matzneff, nacido en 1936 y que vive cuando se escriben estas líneas, era un nombre conocido en el mundo intelectual. El film detalla la insana relación de la pareja, y la nula capacidad de la madre para orientar a su hija: ella, divorciada, está saliendo con un hombre casado, y no parece desde luego la más adecuada para dar consejos. Define bien la situación de egos narcisistas que pinta el film la alusión en una escena que se desarrolla en el colegio de Vanessa, donde la profesora le sugiere a su inteligente alumna que se entere qué significa el concepto griego “hibris”, a la que la respuesta “zasca” de ella es una perfecta muestre de orgullo desmedido, que afecta a los distintos personajes, ya sea por la obsesión enfermiza, irresponsable y manipuladora del escritor, por el descuido de las obligaciones educativas de la madre, o por la inmadurez ingenua de Vanessa.

Vanessa Filho entrega una película francamente desagradable. Quizá pretende ser una denuncia y un relato de advertencia ante los depredadores sexuales que rondan, pero cabría decir que para tal viaje no necesitábamos esas alforjas, no parece que éste sea un film educativo, apropiado para proyectar a menores de edad incautos. Aunque se nos diga que la actriz protagonista Kim Higelin es mayor de edad, o que todo se ha filmado con la mayor de las delicadezas, no dejan de ser coartadas para lo que no deja de ser una cinta malsana en la que el espectador tiene la sensación de ser un “voyeur”, testigo que encuentra incómodo ante lo que disfrazan los protagonistas de “amor”, cada uno se engaña a su manera, ella y Jean-Paul Rouve, con la actitud de convidada de piedra del personaje materno de Laetitia Casta, donde no hay alegría ni castidad, me temo.