The Possession (El origen del mal) (2012), de Ole Bornedal

Clyde y Stephanie llevan separados unos pocos meses, situación difícil para sus hijas adolescentes Emily y Hannah. Y aún va a ser más difícil la cosa cuando Emily se encapricha en un mercadillo con una vieja caja. Ignora que en su interior se encuentra encerrado un espíritu diabólico con ganas de poseerla.

Nueva muestra de cine diabólico, donde ya es difícil distinguir entre unos títulos y otros, pues todos incluyen las palabras “posesión”, “mal”, “espíritu”, “exorcista”, o sus equivalentes en inglés, que eso de traducir es muy complicado. La novedad en The Possession (El origen del mal) consiste en que el demonio es un dibbuk, de modo que en vez del tradicional exorcismo católico para expulsarlo, al que estamos acostumbrados, aquí tenemos a un rabino judío ejerciendo el ritual para combatir al maligno.

Detrás de The Possession (El origen del mal) se encuentra Ole Bornedal, un director danés especialista en dar miedo, que empezó su carrera en cine de modo prometedor en 1994 con El vigilante nocturno y su remake hollywoodiense La sombra de la noche, pero que luego ha ido cayendo en el olvido. Sam Raimi le apadrina con la producción de este film, que funciona inicialmente en la creación de atmósferas y ración de sustos, con un buen manejo de la banda sonora, punteada con repentinos silencios; pero que también está sembrado de incoherencias y elementos que en el último tramo resultan risibles, véase el rabino moderno frente a sus mayores algo anquilosados, o el impasible novio dentista del que todo el mundo se olvida.

Resulta además curioso que, en una película sobre el demonio, la fe y la oración tengan tan poco presencia; casi hay más confianza en internet, a ver qué nos ofrece Google sobre demonios y cajas misteriosas para ponerse en marcha, de modo que acudir a un exorcista viene a ser algo así como seguir el manual de instrucciones de un smartphone, más que una actitud verdaderamente comprometedora.