Un libro al día

jueves, 23 de mayo de 2024

Stephen King: El fugitivo

Idioma original: inglés
Título original: The running man
Traducción: Hernán Sabaté Vargas
Año de publicación: 1985
Valoración: Recomendable si no esperas una historia de terror

Antes de nada, comentar que esta novela fue una de las que Stephen King sacó bajo el pseudónimo de Richard Bachman, quizá en un intento de alejarse de las novelas de terror que tanto éxito le han proporcionado.

¿Y qué nos propone aquí el archiconocido autor? Bueno, es cierto que no es este un “libro de miedo” en la línea de Misery o It, pero también es verdad que el bueno de King no hace mucho por ocultar su verdadera identidad: el mundo de la novela es un escenario agónico y moribundo donde no cabe sitio para la esperanza.

Nos alejamos de horrores sobrenaturales y nos ubicamos en un futuro distópico en el que la televisión (librevisión) se ha erigido como tótem de las falsas esperanzas y única vía de escape para el sucedáneo de vida que lleva la mayoría de la gente. Pero claro, no una televisión como la conocemos nosotros: una versión maligna, pervertida y morbosa que juega con la vida de los concursantes para regodeo de los pobres diablos televidentes; aunque visto así, la verdad es que sí que suena como la nuestra... en fin.

Ben Richards - interpretado por Arnold Schwarzenegger en una adaptación para el cine, probablemente el actor con el físico que peor podría encajar con el personaje - es un pobre hombre con una mujer obligada por las circunstancias a prostituirse y una pequeña niña enferma a la que no puede costear los fármacos; el clásico estereotipo de fracasado (en el “buen” sentido, una persona que jamás tuvo posibilidades) que nos remite a las obras más reconocibles de King. Apremiado por las circunstancias, y rozando un nihilismo ya bastante acusado, decide presentarse a uno de los concursos más salvajes pero también con más retribución de la librevisión: El fugitivo.

Este programa es una especie de Battle Royale un poco desnivelado: Todos contra uno. El concursante debe mantenerse el mayor tiempo posible con vida mientras toda la sociedad lo persigue. Cuanto más tiempo libre, más dinero para la familia - se da por hecho que ningún concursante puede sobrevivir -.

Pues bien, Ben, hastiado, cabreado con el mundo, conocedor de que no va a salir vivo de la prueba, decide dar el todo por el todo: comienza una aventura suicida que le lleva a batir los récords de duración del concurso y a un inesperado final (no tan inesperado, si tienes un poco de intuición) que dejará huella en la historia de la librevisión.

Una vez esbozado el argumento, creo que los temas a tratar están más que claros: la más evidente, el presunto alienamiento producido por la televisión y medios de comunicación (King no fue capaz de prever Internet, no le culpo), la lucha de clases, la conspiración, y la rebelión del antihéroe que busca justicia en un mundo donde no hay – no puede haber – lugar para ella. Nada nuevo bajo el sol, pero eso no significa que sea malo; es muy  difícil ser original. 

Es una novela rápida y corta, sin mayor trascendencia, interesante para aquellos que quieran ver a Stephen King fuera de su ámbito habitual – aunque como digo, no tan fuera como para no reconocerlo – e interesante, claro que sí. Pero no es ninguna maravilla. Solo se la puedo recomendar a aquellos fans del geniecillo malvado de Maine a los que no les importe salirse por un breve espacio de tiempo del género de terror, pero no muy lejos.


Todo lo de Stephen King reseñado en ULAD aquí.

miércoles, 22 de mayo de 2024

Yasmina Khadra: Los virtuosos

Idioma original: Francés
Título original: Les vertueux
Año de publicación: 2022
Traducción: Wenceslao-Carlos Lozano
Valoración: Recomendable

Es curioso. Pese a ser Yasmina Khadra uno de los escritores árabes más leídos y traducidos (si no el que más), hasta ahora solo hemos reseñado una de sus novelas. Enmendamos en parte el "error", extensible por cierto a la literatura árabe, con la reseña de su última novela, esta Los virtuosos localizada en la Argelia natal del autor y ambientada entre los años 1914 y 1950, aproximadamente.

Protagonizada por Yacin, una suerte de Ulises de las arenas del desierto argelino sometido a pruebas que a veces entroncan con las del héroe homérico, Los virtuosos no puede tener un comienzo más prometedor: el citado Yacin, pastor más pobre que las ratas y más inocente que un recién nacido, es "convocado" por el caid, una especie de caudillo local, para que sustituya al hijo de este en el ejército francés que combatirá en la Primera Guerra Mundial. Promesas y amenazas mediante, al bueno de Yacin no le quedará más remedio que embarcarse en el horror.

Terminado el periplo europeo, Yacin regresa a su Argelia natal y la novela pasa de ser una novela de "formación" a ser más una novela de "aventuras" en la que sucesivos destierros y reencuentros, búsquedas y hallazgos, violencias y remansos de paz, nos harán acompañar a Yacin y a algunos de sus compañeros de armas en su particular odisea y nos acercarán a la historia argelina de la primera mitad del siglo XX.

Pese a ese prometedor punto de partida inicial, creo que a esa primera parte de la novela le cuesta despegar. En particular, las escenas bélicas me remiten a películas ya vistas, a libros ya leídos y a historias más y mejor contadas (me vienen a la cabeza testimonios directos como El miedo de Chevalier, Sin novedad en el frente de Remarque o películas como la inolvidable Senderos de gloria). Esto no significa que sea una mala primera parte de la novela, ojo. Su integración en el todo de la novela es más que correcta y cumple su función como introducción de personajes que luego serán fundamentales en el desarrollo de la novela y como presentación del personaje de Yacin. 

A partir de ahí, creo que la novela crece. La historia trágica y, al mismo tiempo ridícula, de Yacin se convierte en la historia de sucesivas búsquedas, interiores o no, en una exploración por las contradicciones del ser humano en un contexto histórico y geográfico muy determinado pero bastante universal. 

Así, Los virtuosos resulta ser un texto en el que ternura y crudeza se complementan, en el que el destino juega un papel clave y que, pese a cierta desproporción entre el peso de unas escenas y otras (por ejemplo, los más de 10 años de cárcel de Yacin se despachan en un puñado de páginas mientras otros períodos más breves y más de "transición" ocupan mucho más espacio) y algunas expresiones algo chirriantes (desconozco si venían ya de serie o son cosas de la traducción), acaba dejando un buen sabor de boca.

También de Yasmina Khadra en ULAD: El loco del bisturí

martes, 21 de mayo de 2024

Daniel Saldaña París: El baile y el incendio

 
Idioma original: español
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable

Como uno más entre los (muchos) espíritus libres que escriben en este blog, la elección de mis lecturas responde a los mecanismos más erráticos y azarosos, dándose la casualidad de que en los últimos tiempos he reseñado muchos libros de Sexto Piso y todavía más de Anagrama. No pondré a prueba la paciencia de los lectores asiduos con la repetición cansina de los motivos de mi enorme cariño por esta editorial, hasta el punto de perdonar su insistencia en publicar la insufrible entrega anual de la Nothomb (la equivalencia literaria del primo pesado que se presenta en todas las celebraciones familiares cuando nadie lo quiere a su lado). Pero sí que os haré partícipes de esta curiosa casualidad: los dos últimos libros han sido, la portada lo proclama con cierta discreción levemente condescendiente con los eternos subcampeones (por favor, no hagamos símiles futbolísticos), finalistas de sendos Premios Herralde.

Hasta aquí la analogía con mi anterior reseña con la que esta brillante novela tiene bien poco que ver. Y no voy a establecer comparaciones que solo pueden rezumar odio e injusticia. Mi patrón oro establecería que Estrella distante es el 10 absoluto - certera, breve, densa, mortífera - y (aquí la elección se hace más huidiza) Ordesa es el 0 ejemplar - ñoña, estúpida, repetitiva, irrelevante. 

Y quizás el párrafo anterior tenga más de preámbulo de lo que parece, ya que esta El baile y el incendio es una novela de obvios regustos bolañescos, desde la elección de México (en este caso, la ciudad de Cuernavaca) como escenario hasta la estructura con cambios de narrador, la existencia de los amigos unidos desde la infancia, la evocación con discontinuidades temporales de los vínculos, quebradizos pero perseverantes, generados en la adolescencia y la juventud.

Natalia es una coreógrafa a la que le sale una oportunidad que le ha posibilitado su emparejamiento con Argoitia, pintor de cierta celebridad, mayor que ella: ha de organizar un baile en unos jardines públicos, Erre, amigo y anterior pareja, ha regresado a su ciudad natal tras una mala experiencia amorosa. Conejo, tercer elemento, sigue viviendo en la ciudad con el padre que ha sufrido una ceguera definitiva como prueba del deterioro que la edad avanzada acarrea. Su relación no es exactamente un triángulo. De hecho los tres protagonistas solo coinciden en escena de forma retrospectiva. El telón de fondo es una ciudad rodeada de bosques y campos que se queman, un remedo de pandemia donde el agua escasea, los conspiracionistas creen que la población está siendo envenenada o narcotizada por un nuevo metal, las cenizas flotan en el ambiente y se responsabiliza a esas situaciones de extraños episodios callejeros: la gente rompe a bailar y se comporta de modos extraños e inexplicables. Cada uno de los protagonistas, Natalia, Erre, Conejo, toman la voz en una de las partes del libro. El día de la presentación de la coreografía parece ser el punto en que finalmente han de confluir. En el camino, especialmente en las partes de Natalia y Erre (la de Conejo es para mí la parte más directa, más terrenal) evocarán, sobre todo Natalia, su iniciación sexual, y algunas de sus influencias culturales, circunstancia ésta que permite a Saldaña otro giro, al insertar anécdotas e historias que convierten esta novela en un muy estimulante ejercicio de estilo y solvencia narrativa.


lunes, 20 de mayo de 2024

Walter Hill , Matz & Jef Balas perdidas

Idioma original: francés

Título original: Balles perdues

Año de publicación: 2015

Traducción: Gema Moraleda García

Valoración: entre recomendable y está bien

Supongo, espero, QUIERO PENSAR que no hará falta que explique quién es Walter Hill pero, aunque sólo sea por rellenar esta reseña en atención a una hipotética e improbable persona que no lo conozca (léase con tono desengañado) lo comentaré: Walter Hill es una leyenda viviente (de momento y por muchos años, ahora que nos ha dejado otro monstruo del cine de entretenimiento, Roger Corman) del cine norteamericano, sobre todo de acción, director de grandes títulos del género como The Driver, The Warriors, Southern Comfort, The Long Ryders, Límite 48 horas, Johnny el Guapo, Cruce de caminos, etc. y productor y/o guionista de otras películas incluso más míticas, como la saga Alien... 

Ahora bien, ¿qué tiene que ver este cinesata de arraigada y celebrada carrera con el mundo del cómic o, para ser más exactos, con el de la Bande Dessinée? Pues bien, resulta que durante la promoción de la película Una bala en la cabeza, dirigida por él, pero basada en un cómic dell guionista francés Matz (Alexis Nolent), éste preguntó a Hill si, a su vez, no guardaría algún guión en el cajón del escritorio que pudiese ser trasladado a viñetas. El cineasta le respondió que un montón de ellos, entre otros el de este Balas perdidas, que había escrito 30 años antes.  A resultas de esta colaboración, Matz se puso manos a la obra junto con el ilustrador Jef (Jean-François Martínez) y el resultado, al cabo de unos años, fue este cómic o novela -negra- gráfica que hoy reseñamos (luego repetirían la experiencia con Cuerpo y alma), toda toda una lección del noir más clásico aunque, sin duda, -aprtiendo de un guión de Walter Hill no podía ser de otra forma-, bastante escorado hacia el hardboiled.

Sinopsis de la historia: en la época de la Ley Seca llega, a un pueblucho de Arizona, un tipo trajeado en un lujoso coche, buscando al dueño del bar, con el objeto de que salde cierta deuda... Sólo que el tipo trajeado es Roy Nash, un asesino implacable que, hasta poco antes, cumplía condena en una cárcel de Chicago, de donde se ha fugado con ayuda de la Mafia, a cambio, eso sí, de que lleve a cabo un ajuste de cuentas múltiple para ellos (*) Su siguiente parada será Los Ángeles, donde Roy, además, intentará encontrar a su antiguo amor, Lena, el verdadero motivo de su fuga y búsqueda.

Como cualquiera puede imaginar, la historia está llena de tipos duros como el pedernal, villanos más malos que la sarna y mujeres bellas como un sueño húmedo... Destaca, además, tanto el elegante trazo de Jef y su composición panorámica de las viñetas como la cuidada ambientación, gracias en buenamedida, al acertado uso de la transferencia fotográfica y de una paleta de color de lo más adecuado, sobre todo en la parte que se desarrolla en Arizona.

Tampoco os voy a engañar: esta novela gráfica -y supongo que el guión original de Hill- tiene más de recreación p incluso de homenaje al cine negro más clásico que de una historia que aporte un punto de vista original al género, pero, aún así, no me cabe duda de que los amantes del noir, del polar y del cómic, en general, disfrutarán de lo lindo con ella. Después de todo, lleva encima el marchamo de calidad de toda una leyenda...

(*) Esta primera parte tiene un regusto a una película dirigida por Hill en 1996, El último hombre o Last Man Standing (o quizá sea al revés, puesto que su guión de Balas perdidas es anterior).




domingo, 19 de mayo de 2024

Re-reseña: El regreso, de Walter de la Mare

Idioma original: Inglés
Título original: The Return
Traducción: Jorge Salvetti
Año de publicación: 1910
Valoración: Recomendable

Arthur Lawford, un «ser más bien aburrido y sin gracia» (página 10), «alguien medio muerto, apenas consciente, sin un solo pensamiento o deseo realmente vivo en su cabeza o en su corazón» (página 175), de «vida monótona y angustiosa» (página 13), se duerme sobre una lápida. Al despertar tiene un rostro ajeno, «delgado y aventurero» (página 28).

Así empieza El regreso, exquisita novela de horror psicológico del escritor británico Walter de la Mare. La obra narra cómo un hombre propicio a la enfermedad experimenta una metamorfosis. Su cara es sustituida por la de un desconocido; asimismo, su cuerpo, voz y letra se parecen a los de una persona distinta. Incluso sus pensamientos y forma de actuar cambian, sutilmente al principio y acentuadamente después. 

Dicho cambio afecta a Lawford de distintas maneras; según transcurre la historia, le produce un pavor indescriptible, aflicción existencial, vergüenza resignada o cierto encanto seductor. También otros personajes se ven salpicados, en mayor o menor medida, por el extraño fenómeno: Sheila, la esposa del protagonista; Alice, su hija; Bethany, su amigo el párroco; Herbert y Grisel, unos hermanos excéntricos que viven junto al río, etc...

La premisa de El regreso es, pues, harto interesante. Además, hay que remarcar que Walter de la Mare dota a su fórmula terrorífica de un trasfondo extremadamente sugerente. Y es que el autor emplea una posible posesión como excusa para reflexionar sobre cómo nuestra identidad, aparentemente estable, puede variar súbitamente, y cómo aquéllos que nos rodean pueden reaccionar ante ello. Otro tema explorado subrepticiamente en la novela sería la imposibilidad de comunicarse eficazmente con los demás. 

Asimismo,Walter de la Mare cavila en torno a las diferencias culturales y sociales. No en balde el protagonista, un británico acomodado, parece haber sido invadido por el espíritu de un tal Sabathier, un francés libertino que se suicidó siglos atrás.  

El primer aspecto formal a resaltar de El regreso es su prosa. Aunque algo recargado para los estándares actuales, la elegancia, precisición y minuciosidad del estilo de Walter de la Mare resultan extremadamente agradables para los sibaritas de las letras.

Por su parte, los diálogos de la obra están muy bien escritos, pues varían en función del personaje o estado de ánimo al que representan y saben mimetizarse adecuadamente con el tono oral. Sin embargo, acusan cierta afectación y redundan en demasía sobre los mismos asuntos, por lo que pueden llegar a hacerse pesados.

Otro apartado sumamente conseguido de El regreso es su potente atmósfera. Como sucede en otras ficciones de Walter de la Mare, ésta envuelve a la historia con una neblina vagamente asfixiante y tenuemente espectral. 

Por último destacaría la ambigüedad del conjunto. Walter de la Mare desdibuja lo narrado (contra todo pronóstico, la precisión y minuciosidad de la prosa del autor no desentonan en absoluto con la mentada narración desdibujada), sugiere un elemento sobrenatural y cierra con un final abierto; todos estos detalles se confabulan para que las certezas del lector se desmoronen. ¿Los sucesos tienen una base psicosomática o sobrenatural? ¿Cuál de las muchas teorías contradictorias de Herbert es cierta? ¿Cuando el libro termina, es Lawford realmente el mismo que en un inicio? 

Veo a mucha gente comparando El regreso, por obvias razones, con La metamorfosis de Franz Kafka. Aunque, personalmente, creo que la obra de Walter de la Mare tiene muchas más similitudes con El Castillo del esritor checo. Y es que en ambas aparecen, por ejemplo, una atmósfera onírica, interminables diálogos plagados de redundancias y un personaje femenino en el que el protagonista deposita vanamente todas sus esperanzas.

El regreso es, en suma, una novela recomendable, sobre todo para amantes de la literatura extraña y ambigua; una que evidencia el talento de un escritor único que deslumbró a autores de la talla de H.P. LovecraftDylan Thomas o Robert Aickman. Inédita hasta ahora en español, la editorial Adriana Hidalgo la trae a nuestro idioma con una impecable traducción de Jorge Salvetti.


Reseña original: Aquí

sábado, 18 de mayo de 2024

Reseña + Entrevista: Ella en la otra orilla y La cigarra del octavo día de Mitsuyo Kakuta

Idioma original: japonés
Título original: Taigan no kanojo (対岸の彼女); Yokame no semi (八日目の蝉)
Traducción: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés
Año de publicación: 2004; 2007
Valoración: muy recomendable x 2

Había pensado en escribir reseñas separadas para estas dos novelas, pero opté por presentarlas juntas para presentar la obra de una autora que, en mi opinión, no ha sido suficientemente apreciada fuera de Japón. Aunque Mitsuyo Kakuta es una figura destacada en su país, no ha alcanzado la fama internacional de otros escritores japoneses. A través de estas dos obras —las únicas de Kakuta traducidas al español hasta la fecha— se abordan temas comunes como la maternidad, el papel de la mujer en la sociedad moderna, el aislamiento y las crisis de identidad.

Mitsuyo Kakuta ha escrito numerosas novelas, cuentos y ensayos, algunos de los cuales han sido adaptados a series o películas; por ejemplo, "La cigarra del octavo día" está disponible en Netflix. Además, y es la principal razón por la que soy su fan, Kakuta-san ha llevado a cabo la monumental tarea de traducir al japonés moderno el Genji Monogatari (además de usar un lenguaje simple, sin los honoríficos), la obra fundacional de la novela japonesa. Pero bueno, a lo que los truje.

“Ella en la otra orilla” cuenta la historia de Sayoko, una madre que, a pesar de estar casada (parece ser que los padres desobligados están por doquier), se enfrenta sola a la crianza de su hija, al tiempo que lucha por darle sentido a su vida más allá de los roles de "madre" y "ama de casa". Sayoko decide tomar las riendas de su vida y consigue un trabajo en una empresa de limpieza. Allí se reencuentra con Aoi, la que será su jefa, una vieja amiga de la universidad y presidenta de la empresa. Aoi, soltera y volcada al trabajo y a los placeres, representa un claro contraste con la vida de Sayoko.

La dinámica entre Sayoko y Aoi sirve como muestra de las elecciones (o resignaciones) de vida y las presiones sociales que enfrentan las mujeres en Japón, y por extensión, en todo el mundo. A través de este reencuentro, Sayoko y Aoi comienzan a cuestionarse sus propias identidades y las decisiones que ha tomado a partir de graduarse de la universidad. Los monólogos de Sayoko mientras realiza sus tareas de limpieza aparecen como momentos profundamente conmovedores y reveladores. Kakuta aprovecha estos momentos de aparente trivialidad para explorar las profundidades de la insatisfacción y la resignación de Sayoko. A través de sus reflexiones, entendemos su lucha interna y su sentido de identidad, que se ve continuamente fragmentado entre su rol como madre y esposa, y sus propias aspiraciones personales. Estos monólogos no solo enriquecen la comprensión del personaje, sino que también plantean preguntas sobre el sacrificio, la felicidad y el autoconocimiento. Además, la dificultad que experimenta la hija de Sayoko para relacionarse y hacer amigos le recuerda sus propias luchas del pasado. A medida que Sayoko observa y reflexiona sobre las dificultades de su hija, se enfrenta a sus propios recuerdos de aislamiento y ansiedad social, aunque está determinada a ayudar a su hija a superar estos obstáculos.

Por otro lado, “La cigarra del octavo día” ofrece una historia igualmente compleja sobre los lazos familiares y las consecuencias de las decisiones pasadas. La protagonista, Kiwako, secuestra a la bebé de su amante. Esta decisión desesperada inicia una cadena de eventos que no solo afecta la vida de Kiwako sino también la de la niña y su familia biológica. A lo largo de la novela, Kakuta teje en entramado de emociones y conflictos éticos, explorando situaciones como la maternidad ilegítima y la identidad robada.

Otro de los temas de esta novela, y que es de mi particular interés, son las sectas religiosas, cuyo auge en Japón a partir de la segunda mitad del siglo XX ha sido tema de debate público. Desde casos infames de cultos que recurren al terrorismo y a la violencia, como Aum Shinrikyo, hasta aquellas que mas que preocupación, provocan vergüenza ajena. En este caso, se nos presenta una comunidad religiosa formada exclusivamente por mujeres, la cuales se dedican a una vida de devoción y ascetismo, aunque algunas enfrentan un conflicto interno al cuestionar la legitimidad y las intenciones de su líder. La inserción de este contexto permite a Kakuta explorar cómo las creencias y la fe pueden ser manipuladas y convertirse en herramientas de control emocional y psicológico, principalmente en personas que acuden en momentos de desesperación.

La narrativa de "La cigarra del octavo día" no solo destaca por su intensa exploración de los lazos rotos y la búsqueda de redención, sino también por cómo Kakuta maneja las complejidades de las relaciones humanas entrelazadas con los temas de poder, fe y vulnerabilidad. A medida que la historia de Kiwako se desarrolla, se revelan las capas de su propia lucha interna y deseo de pertenencia, mostrando cómo su acto inicial de desesperación se entrelaza con las vidas de aquellos a su alrededor.

Ambas novelas, aunque distintas en sus tramas, se entrelazan en su exploración de la maternidad y la identidad femenina, ofreciendo una perspectiva empática hacia las presiones sociales que moldean las vidas de las mujeres en la sociedad japonesa contemporánea.

Mitsuyo Kakuta es, a mi parecer, una voz esencial en la literatura japonesa. Sus obras traducidas al español son solo una muestra de su capacidad para contar historias que son a la vez íntimas y universales. "Ella en la otra orilla" y "La cigarra del octavo día" son ejemplos destacados de su talento y son altamente recomendables no solo por su mérito literario sino también por abordar aspectos de la cultura japonesa que frecuentemente quedan marginados en las obras de autores más mainstream.

Kakuta san tuvo la enorme amabilidad de platicar conmigo en persona acerca de sus libros. Aquellos que estén interesados en profundizar en su obra o escuchar las opiniones sobre los temas abordados directamente de la autora pueden checar la entrevista en el link de abajo.



viernes, 17 de mayo de 2024

Camila Fabbri: La reina del baile

Idioma original: español
Año de publicación: 2023
Valoración: recomendable

A riesgo de, a estas alturas, inventar la Re-member-seña voy a tener que entregarme a una algo futil digresión.

Hoy 13 de Mayo de 2024, la reseña se publica cuatro días después, he de devolver mi ejemplar de La reina del baile a la biblioteca barcelonesa donde lo tomé prestado. De hecho, hay otras cuatro peticiones del libro a continuación de la mía, así que entiendo que el libro está solicitado y por lo menos hay cuatro potenciales lectores, digamos, algo impacientes de que les llegue su turno. Ello implica que lo obtuve hace justo un mes, y que seguramente en cuanto me hice con el ejemplar - supongo que por algún comentario o alguna reseña que despertó mi curiosidad - no tardaría (la novela no alcanza las doscientas páginas) más de una semana en leerlo por lo que, mala costumbre que tengo de esperar a que llegue el día de publicar para afrontar su redacción, me lanzo a redactarla el día 12, y he de hacer un esfuerzo mental para recordar detalles memorables. De un libro que fue finalista del Premio Herralde.

Quiero decir: esta es una novela de estructura moderna, aunque ya algo convencional, Los capítulos dan saltos atrás en el tiempo y tienden a confluir: empezamos con un accidente de tráfico con nuestra protagonista y una adolescente en el vehículo. El juego de la casualidad trágica se pone en marcha y parece que toda la novela se enfoque en resolver cierto enigma: qué hacen esas dos personas juntas en ese vehículo, cuándo la evolución de la trama no las relaciona en absoluto. La protagonista se ha separado y ha viajado a casa de una amiga y anda por ahí un perro de curioso nombre (o curioso apellido) pero, cosas de las estructuras modernas aunque ya algo convencionales, no hay grandes sobresaltos argumentales al margen de esos hechos tan de hoy en día, los emparejamientos, las separaciones, los devaneos existenciales, cierta angustia generacional de ese rango de edades entre boomer y millenial. Todo simplemente OK,  aunque la contratapa disponga de elogios más que encendidos de escritores de cierto perfil. La alternancia de capítulos y los diferentes tempos otorgan cierto aire de suspense. Aunque sabemos que el accidente no ha tenido efectos devastadores, el tiempo está congelado mientras se presenta la ayuda, las liberan del vehículo, la internan en la ambulancia y acuden al hospital. En la otra trama, todo es más dilatado, existe la relación, la ruptura, esa especie de huida sin rumbo, quizás demasiado estructurado para que todo quede así, abierto, estimulante, impecable desde el punto de vista narrativo.

Y otra vez, la duda. Por suerte (recuerdo muy vagamente Crash, una película algo enfermiza, creo recordar, de David Cronenberg, en que gente que había sufrido accidentes de tráfico se relacionaba de forma algo turbia) esta no es una novela que se recree en las casualidades que se esconden tras cierto tipo de tragedias. Más que morbosa, diría que es una novela dinámica y más bien esperanzada, o no del todo desesperanzada. Pero me preocupa eso, que en tres semanas su rastro se desvanezca hasta al punto de no retener una escena, una imagen, un párrafo.