Banderas y símbolos: el cantonalismo y su iconografía revolucionaria

Banderas y símbolos: el cantonalismo y su iconografía revolucionaria

El cantonalismo utilizó diversos símbolos para distinguirse dentro del republicanismo federal. La bandera roja, el gorro frigio y otras insignias simbolizaban sus ideales radicales. Estos emblemas no eran exclusivos del movimiento, pero eran clave para su identidad y diferenciación.

Banderas y símbolos: el cantonalismo y su iconografía revolucionaria (Sergio Sánchez Collantes)

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Los símbolos constituyen una dimensión esencial de las culturas políticas, entre otras razones porque fortalecen los sentimientos de pertenencia y la cohesión de un grupo frente a las demás opciones ideológicas. En el caso del cantonalismo, distinguirse simbólicamente no era fácil, puesto que se trataba de republicanos federales que desafiaron al poder central en un momento en que ya estaba vigente la República Federal.

¿Cómo marcar entonces la diferencia? Explicado de manera sencilla, se puede decir que sostenían un concepto distinto de lo que debía ser la República Federal y, sobre todo, de cómo debía construirse. Vendrían a ser, para emplear una categoría que resulte familiar, la extrema izquierda del republicanismo. Y en la época eran llamados «federales intransigentes». Pero tampoco conformaron una realidad homogénea.

Grabado de las barricadas de la plaza Blanche, París, defendida por mujeres durante la semana sangrienta.

Grabado de las barricadas de la plaza Blanche, París, defendida por mujeres durante la semana sangrienta.ASC

Entre los símbolos más visibles del movimiento cantonal, primero habría que mencionar las banderas, aunque no hubo solo una. La más idiosincrática fue la roja, un color que ondeó en diversos cantones. Así y todo, no puede considerarse un rasgo privativo.

El rojo venía funcionando desde hacía tiempo como símbolo de la democracia más popular, del socialismo y, en general, de estallidos populares como los ocurridos en 1848 o en la Comuna parisina de 1871.

En España, la había enarbolado a veces el republicanismo más obrerista. Lo que está claro es que un sector del federalismo ya se identificaba con el rojo antes de sobrevenir el levantamiento cantonal.

De hecho, en Madrid, algunos celebraron la proclamación de la República en febrero de 1873 colocándole un gorro frigio y una bandera roja a la estatua de Mendizábal que presidía la entonces llamada plaza del Progreso (hoy, de Tirso de Molina).

Por lo demás, es preciso recordar que hubo federales que, sin mayores problemas, mantuvieron una doble militancia republicana e Internacionalista.

Cartel de la Comuna de París

Cartel de la Comuna de ParísBiblioteca Nacional de Francia

Diferentes banderas

Los sectores conservadores también asociaron ese color con la revolución social. En julio de 1873, en pleno estallido cantonal, el diputado Ramón de Cala hizo notar en las Cortes que se hablaba mucho «de cierta intransigencia roja» pero se reparaba menos en que, frente a ella, solía levantarse «otra intransigencia blanca».

En septiembre, durante su toma de posesión como presidente del Ejecutivo, Emilio Castelar también hizo referencia a la «demagogia roja» que se había extendido por las poblaciones del sur, y a la «demagogia blanca» que amenazaba las regiones del norte. Hablaba, claro está, del cantonalismo y del carlismo, viendo en ambos una amenaza para la democracia republicana.

Ilustración alegórica de la Primera República española, basada en la francesa.

Ilustración alegórica de la Primera República española, basada en la francesa.Álbum

Durante el Sexenio Democrático, en efecto, el rojo se asoció frecuentemente con el federalismo más levantisco y de ahí que muchos cantonales se identificaran con ese color. Al proclamarse el cantón de Cartagena, el Ayuntamiento izó la bandera roja entre aclamaciones.

Y lo mismo ocurrió en otros escenarios del país, como en Cádiz, estudiado por Gloria Espigado. Puig Campillo, en su monografía sobre el caso murciano, aseguró que se había enarbolado «como símbolo de absoluta emancipación». Hasta en el mar fue distintivo cantonal el pabellón rojo, como ilustran las fragatas Victoria y Almansa, en poder de los insurrectos.

El Gobierno declaró piratas aquellas naves y, en el mismo sentido, el diputado Antonio Orense —también republicano— tachó a Contreras de Barbarroja en una de sus intervenciones en las Cortes.

Focos cantonalistas durante la I República

Focos cantonalistas durante la I RepúblicaMuy Interesante

Posiblemente, la circulación de noticias también contribuyó a la imitación de símbolos. Sea como fuere, la mayoría de los partidarios del levantamiento cantonal, en su particular concepción de lo que debía ser la República Federal, entendieron rápidamente que su bandera era la roja.

Tan importante se consideró este detalle, que en el murciano fuerte de Galeras se dio una situación verdaderamente rocambolesca. Aseguran diversas crónicas que allí, al no tener una bandera roja a mano, se recurrió a una bandera turca que había en el castillo y, según las versiones más legendarias, un federal tiñó con su propia sangre la estrella y la media luna blancas para resignificarla en el sentido deseado y quitarle toda simbología foránea.

Ahora bien, muchos cantonales también enarbolaron la bandera tricolor, es decir, roja, amarilla y morada. Aunque no llegó a ser pendón oficial de la República en 1873, sí fue exhibida desde 1868 en numerosos actos republicanos. Una expedición de cantonales de Valencia, por ejemplo, fue recibida en Alcira con una bandera tricolor.

Retrato de Emilio Castelar Ripoll (1901), por Joaquín Sorolla

Retrato de Emilio Castelar Ripoll (1901), por Joaquín SorollaASC

Y la junta revolucionaria que dirigió el cantón murciano aprobó una condecoración para premiar a las fuerzas adheridas consistente en una medalla laureada que pendía de una cinta tricolor. Las dos banderas no fueron incompatibles entonces, ni antes ni después.

En Málaga, por ejemplo, al proclamarse la República en febrero de 1873, el Ayuntamiento lució la tricolor, mientras algunos grupos por las calles aclamaban la roja, según ha estudiado Morales Muñoz. Y, de acuerdo con los trabajos de Arias Castañón, en el consistorio de Sevilla también ondeó la tricolor «rematada con un largo gallardete rojo». Todavía en 1931, algunas banderas cantonales volvieron a ser exhibidas por los republicanos federales murcianos.

Voluntarios de la República

Un colectivo fundamental para analizar la vertiente simbólica del cantonalismo es el de los llamados Voluntarios de la República. Esta fuerza ciudadana era el equivalente de la antigua Milicia Nacional, que después de la revolución de 1868 reapareció con el nombre de Voluntarios de la Libertad y tras el cambio de régimen de 1873 volvió a cambiar su denominación. Se trataba, naturalmente, de un cuerpo civil afín a la nueva situación política.

Entre quienes se alistaron, dominaron en muchos lugares los llamados federales intransigentes, y por eso en los lugares donde estalló el levantamiento cantonal se dispuso de un apoyo esencial en ellos. Sus uniformes a veces se complementaron con distintivos o emblemas significativos. Por ejemplo, los de Jerez de la Frontera llevaron unas cintas rojas con el sintagma «República Federal» en letras azules.

Don Emilio Castelar, de Alfredo Perea, aparecido en revista La Ilustración de Madrid.

Don Emilio Castelar, de Alfredo Perea, aparecido en revista La Ilustración de Madrid.ASC

En otros casos, se mencionan las iniciales R. F. y a unos detenidos cerca de El Puerto de Santa María, muchos de los cuales llevaban corbatas rojas, se les incautó una bandera de ese color en la que al parecer se había bordado la inscripción «Libertad, Justicia, Moralidad. Abajo la explotación del hombre por el hombre. El que quiera comer que trabaje».

En Valencia, por su parte, un centenar de soldados que secundaron la insurrección —todos desertores del Ejército— se pusieron en la manga izquierda, como distintivo, un lazo blanco.

Tanto los Voluntarios como otros simpatizantes de la causa utilizaron a menudo el popular gorro frigio. Esta prenda, también de color rojo, era el símbolo más icónico del republicanismo en diversos países, empezando por Francia, de donde al fin y al cabo lo habían tomado los antimonárquicos españoles.

Se trata, una vez más, de un emblema que no se puede considerar privativo del cantonalismo pero que en ese contexto aparece constantemente y, por decirlo así, se exhibe de una forma más militante o revolucionaria, casi como un atributo del republicanismo «en acción».

Un suceso que puede ayudar a entender este matiz no compartido por todos es la reacción de Estanislao Figueras cuando, al poco de proclamarse la República, un grupo de «intransigentes» armados lo rodearon en las inmediaciones de las Cortes y le ofrecieron un gorro frigio mientras exclamaban: «¡Que se lo ponga!»; a lo que el flamante presidente del Gobierno, con evidente renuencia, objetó más o menos lo siguiente: «No me lo pongo, ciudadanos, porque no lo necesita quien, como yo, hace treinta años que lo lleva puesto».

«Viva la honra del cantón valenciano»

El mismo acto de la proclamación oficial del cantón siguió en muchos lugares un ritual preñado de simbolismo. El relato que en la época hizo Constantí Llombart sobre el caso de Valencia puede servir de muestra. El programa de la ceremonia fue comunicado a los periódicos.

Se organizó una manifestación que, desde la plaza del Temple, recorrió diversas calles para desembocar en la plaza de la República Federal, donde la junta revolucionaria proclamó el cantón y colocó solemnemente la nueva lápida. En esa marcha figuraron los Voluntarios de la República, a los que se ordenó que asistieran en uniforme y sin armas, acompañados de banderas y música.

decreto orgánico de la Fuerza Ciudadana de los Voluntarios de la Libertad.

decreto orgánico de la Fuerza Ciudadana de los Voluntarios de la Libertad.Álbum

Paralelamente, se le pidió al cabildo que dispusiera un toque general de campanas y se invitó a los vecinos para que adornasen sus balcones con colgaduras e iluminaciones durante tres noches. Finalmente, lanzaron al aire «una nube de ejemplares» del discurso que pronunció el presidente de la junta, que terminó dando «entusiastas y ardientes vivas al Cantón, al pueblo y a España», detalle este último que refuta el lugar común que atribuye al fenómeno cantonal motivaciones separatistas.

Efectivamente, las consignas, los gritos y los vítores contribuyeron a realzar la puesta en escena y, de paso, a vivificar las emociones políticas. Los vivas fueron lo más habitual, adaptados a cada lugar y con pequeñas notas de originalidad. Una proclama de Valencia, por ejemplo, se remató con un «Viva la honra del Cantón valenciano», como una especie de adaptación del «Viva España con honra» que había acompañado los inicios de La Gloriosa.

Ni que decir tiene que los cánticos «patrióticos» desempeñaron igualmente una función clave, sobre todo el Himno de Riego, el Himno de Garibaldi o La Marsellesa. Fueron genéricamente entonados en todo el campo republicano y no se pueden vincular en exclusiva al ámbito cantonal, pero el caso es que también en este último consta su interpretación.

Los tres habían sonado en el recibimiento que le brindaron a Antonete Gálvez en Murcia ya en febrero de 1873. Y en el verano, La Marsellesa sonó en actos oficiales del Cantón de Valencia y en el de Murcia, donde el Himno de Riego acompañó a Contreras mientras pasaba revista en un solemne homenaje a varios mártires de la causa.

Entre las medidas tomadas en algunos cantones, las hubo eminentemente simbólicas, como la mudanza de nombres dispuesta por la llamada Junta Soberana de Salvación Pública en Murcia: que el vapor Fernando el Católico se llamase Despertador del Cantón Cartagenero; que el baluarte de San Bernardo deviniera de la Federación o que el castillo de Galeras lo fuera de la Vanguardia de la Federación.

Caricatura de la revista La Flaca, en la que los miembros del gabinete de la reina Isabel II llevan todos el popular gorro frigio

Caricatura de la revista La Flaca, en la que los miembros del gabinete de la reina Isabel II llevan todos el popular gorro frigioÁlbum

Curiosamente, el instrumento de propaganda que también son las monedas no se explotó demasiado en este contexto histórico, sobre todo por la brevedad del fenómeno cantonal. Así y todo, llegó a darse limitadamente en Murcia, no por casualidad el lugar que ofreció mayor resistencia.

En septiembre del año 1873 este cantón acuñó monedas de 5 pesetas y de 10 reales con la leyenda, en letras mayúsculas, «Cartagena sitiada por los cantonales» en el anverso y «Revolución Cantonal» en el reverso. Pero no se incluyeron otros motivos iconográficos significativos, como podría haber sido el gorro frigio. Más allá de una pequeña roseta, el diseño fue bastante sobrio, y esto habría que achacarlo a las propias circunstancias y la improvisación.

Otra dimensión del fenómeno simbólico son las etiquetas peyorativas que concibieron quienes rechazaban el cantonalismo. Los adversarios, en este sentido, también fijaron símbolos en negativo que de forma metafórica establecían una relación directa entre el proyecto cantonal y el desorden social, los crímenes o los presidiarios, según los casos.

Caja de cerillas con una caricatura de Isabel II perdiendo su corona mientras Amadeo de
Saboya («De fuera vendrá...») le da una patada y la expulsa a Francia.

Caja de cerillas con una caricatura de Isabel II perdiendo su corona mientras Amadeo de Saboya («De fuera vendrá...») le da una patada y la expulsa a Francia.ASC

De esta forma, el imaginario anticantonal comenzó a forjarse aquellos meses con una serie de estereotipos o contramitos favorecidos por hechos como el asesinato del alcalde de Alcoy. En esta categoría encajarían descalificativos como «petroleros» o «descamisados», que formaron parte de un caudal de referencias simbólicas omnipresentes en los discursos, textuales y visuales, del momento.

El petróleo constituye un elemento reiterado, asociado también al recuerdo de la comuna parisina, aunque sin dejar de vincularse con otras alteraciones del orden público. En cualquier caso, hay una presencia reiterada en los mensajes anticantonales que se advierte muy bien en las caricaturas de la prensa satírica y en las ilustraciones que adornaban las cajas de fósforos, donde abundan las representaciones de los dirigentes Juan Contreras o Roque Barcia junto a una lata de petróleo o blandiendo una antorcha.

Antes incluso de la República, en 1871, un folleto carlista planteaba en su título una disyuntiva: Don Carlos o el petróleo. El diccionario de la RAE no recogió la voz «petrolero»hasta su edición de 1899, entendiendo por tal «la persona que sistemáticamente incendia o trata de incendiar por medio del petróleo». Pero otro de 1901 lo definió más específicamente como un «revolucionario exaltado».

Estos discursos anticantonales también calaron en otros sectores del republicanismo, incluso entre quienes se consideraban federales, claro está que entendiendo la República Federal desde unos presupuestos bien distintos. Aquel mes de agosto del año 1873, por ejemplo, la publicación satírica La Campana de Gracia trasladó a su portada esta visión al contraponer una serena alegoría de la República federal —que definen como «la nuestra»— a otra horripilante abstracción femenina que, con una lata de petróleo en una mano y un puñal en la otra, arrasa con todo: la definían como «La República de Contreras y comparsa».

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