Biografia de Isadora Duncan

Isadora Duncan

(San Francisco, 1878 - Niza, 1927) Bailarina norteamericana. Hija de un matrimonio desunido y finalmente divorciado, su instinto la inclin� hacia el baile desde ni�a. En su autobiograf�a, titulada Mi vida, escribi�: "Nac� a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas..." A los diez a�os abandon� la escuela para dedicarse a su pasi�n y a los diecisiete se dirigi� a Nueva York, donde se incorpor� a la compa��a de Agustin Daly.


Isadora Duncan

Al actor y empresario no acabaron de convencerlo los experimentos e innovaciones que Isadora le propon�a continuamente, deseosa de llevar a la pr�ctica un nuevo m�todo de interpretar pl�sticamente poemas por medio de la improvisaci�n, que hab�a concebido ya por aquel entonces. Sinti�ndose infeliz, la Duncan abandon� la compa��a dos a�os m�s tarde y parti� con su familia hacia Inglaterra, donde se propon�a estudiar los movimientos de la danza antigua en los jarrones griegos del Museo Brit�nico. Fue una �poca de formaci�n, de lecturas entusiastas y de ensayo de nuevas danzas; en busca, sobre todo, de nuevos cauces para la expresi�n coreogr�fica y de sendas alternativas para profundizar cada d�a m�s en su arte.

Los �xitos comenzaron a llegar de forma inmediata. Con un estilo basado en la danza de la Antigua Grecia, dio una serie de recitales en Londres que despertaron el entusiasmo hacia su persona. La prensa declaraba: "En esta �poca actual de elaboraci�n y artificialidad, el arte de la se�orita Duncan es como un soplo de aire puro procedente de la parte m�s alta de una monta�a poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. Es una imagen de belleza, alegr�a y abandono, tal como debi� ser cuando el mundo era joven y hombres y mujeres bailaban al sol movidos por la simple felicidad de existir."

Efectivamente, Isadora Duncan afirmaba que el baile deb�a ser una prolongaci�n de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante m�s bellos que los que efectuaban los bailarines cl�sicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello, se negaba a constre�ir los pies en las zapatillas de baile. Sent�a una admiraci�n est�tica por la belleza del cuerpo humano, influida por los c�nones de las estatuas y pinturas de la Grecia cl�sica. Su m�todo coreogr�fico era una especie de filosof�a basada en el convencimiento de que el baile pon�a al individuo en comunicaci�n arm�nica con el ritmo intr�nseco de la naturaleza y los cuerpos celestes.

A partir de ese momento, Isadora no dej� de viajar, reclamada por los mejores teatros de Europa. En Par�s se imbuy� del esp�ritu de los escultores Auguste Rodin y Antoine Bourdelle. M�s tarde descubri� Italia y el Renacimiento, y se embeles� con el leve y sutil Sandro Botticelli, cuya influencia en su arte es palmaria a partir de aquellos a�os. Por fin, en 1902, realiz� uno de sus sue�os: viajar a Grecia y peregrinar a las fuentes del arte de Occidente. Cerca de Atenas, en la colina de Kopanos, comenz� a construir un templo consagrado a la danza, pero los ingresos percibidos por sus giras se revelaron insuficientes para cubrir los gastos y la empresa hubo de abandonarse.

Con motivo de su primer viaje a San Petersburgo, en 1905, la ya entonces famosa Isadora fue invitada por la no menos c�lebre bailarina rusa Anna Pavlova a visitar su estudio. All� tuvo el privilegio de contemplar a la gran diva realizando sus ejercicios. La propia Isadora lo relata en sus memorias: "Encontr� a Pavlova de pie con su vestido de tul practicando en la barra, someti�ndose a la gimnasia m�s rigurosa, mientras que un viejo caballero con un viol�n marcaba el tiempo y la exhortaba a realizar mayores esfuerzos; era el legendario maestro Petipa. Me sent� y durante tres horas observ� tensa y perpleja los sorprendentes ejercicios de Pavlova, que parec�a ser de acero el�stico. Su hermoso rostro adopt� las l�neas severas del m�rtir. No par� ni un solo instante. Todo su entrenamiento parec�a estar destinado a separar por completo la mente de los movimientos gimn�sticos del cuerpo. La mente deb�a alejarse de esa rigurosa disciplina muscular. Esto era justamente todo lo contrario de las teor�as sobre las que yo hab�a fundado mi escuela un a�o antes. Lo que yo pretend�a es que mente y esp�ritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz."

No debe sorprender este completo desacuerdo con las m�s antiguas normas del ballet por parte de quien conceb�a la danza como un sacerdocio, como una forma sublime de emoci�n espiritual y como una liturgia en la que alma y cuerpo deb�an ser arrastrados por la m�sica para transformarse en puro arte.

Para Isadora, era el amor a la naturaleza y a la vida lo que hab�a de transmitirse a trav�s del movimiento, siguiendo el ejemplo de las nubes, el mar o las copas de los �rboles mecidas por el viento. Enemiga del ballet, al que consideraba un g�nero falso y absurdo, manifest� que la danza debe establecer una armon�a calurosa entre los seres y la vida y no ser tan s�lo una diversi�n agradable y fr�vola. Danzaba descalza, con una simple t�nica griega de seda transparente sobre su cuerpo desnudo, como una sacerdotisa pagana transportada por el ritmo. Hoy es considerada la iniciadora de la modern dance norteamericana y su figura es evocada con fervor en todos los escenarios del mundo.

Durante esos a�os, las m�s importantes ciudades europeas pudieron extasiarse ante la nueva estrella, a la que llamaron "la ninfa". En todos lados tuvo amigos pintores, poetas e intelectuales y estuvo rodeada de admiradores que deseaban conocerla. Apasionada, bell�sima y maravillosa, ejerc�a un poder de seducci�n irresistible entre cuantos la rodeaban. Se comenz� a asociar muchos nombres masculinos con el de Isadora, y pronto nacer�a la leyenda de un maleficio que parec�a emanar de su persona y abatirse sobre todos los seres a los que entregaba su amor, un maleficio que acabar�a de forma terrible con su propia vida.

La primera "v�ctima" fue el polaco Iv�n Miroski, consumido por unas fiebres malignas poco despu�s de separarse de Isadora. Luego, extra�os percances y desapariciones salpicaron sus relaciones con sus amantes, fuesen ocasionales o duraderos. En 1913, la oscura influencia se ceb� en sus propios hijos, Deirdre y Patrick, cuando Isadora estaba triunfando en Par�s.

Un d�a, agobiada por los ensayos, confi� los ni�os a la institutriz para que los llevara en autom�vil a Versalles. Ella misma relata que quiz�s tuvo un presagio del drama: "Al dejarlos en el coche, mi Deirdre coloc� los labios contra los cristales de la ventanilla; yo me inclin� y bes� el vidrio en el sitio mismo donde ella ten�a puesta la boca. Entonces, el fr�o del cristal me produjo una rara impresi�n e hizo que me recorriese un estremecimiento". Minutos despu�s, el auto bordeaba el Sena y, al girar para cruzar uno de sus puentes, los frenos no respondieron a la voluntad del ch�fer.

El coche se precipit� en las oscuras aguas y los dos ni�os perecieron ahogados. Isadora declar�: "Si esta desgracia hubiera ocurrido antes, yo hubiese podido vencerla; si m�s tarde, no habr�a sido tan terrible, pero en aquel momento, en plena madurez de mi vida, me aniquil�". En efecto, la bailarina anul� todos sus compromisos y decidi� interrumpir su carrera, dedic�ndose por entero a la ense�anza y tratando de olvidar su desgracia sumergi�ndose en un trabajo agotador.

Varias veces pens� en quitarse la vida, pero siempre la disuadi� la idea de que otros ni�os, empezando por los alumnos de la escuela que hab�a creado en 1904, estaban necesitados de ella. Comenz� a participar en campa�as ben�ficas y trat� de llevar sus ense�anzas a diferentes pa�ses, lo que la condujo hasta Mosc� en 1921, despu�s de que el gobierno sovi�tico mostrase su inter�s por recibirla.

Con el inicio de nuevas peregrinaciones volvieron los romances. En la Uni�n Sovi�tica conoci� a Serguei Esenin, poeta y cantor oficial de la Revoluci�n de 1917, y se entusiasm� con el ambiente plet�rico de ilusiones que se respiraba en el pa�s y que Serguei encarnaba a la perfecci�n. Esenin se enamor� locamente de Isadora y consigui� que �sta renunciara a su prop�sito, repetidamente afirmado, de no contraer matrimonio.

Pero su uni�n result� catastr�fica. Despu�s de viajar por Europa y Estados Unidos, Serguei se hundi� en una profunda apat�a originada por una fase de infecundidad creativa que achacaba al hecho de vivir lejos de su patria. Lo cierto es que cuando el matrimonio regres� a Mosc�, el poeta continu� en el mismo estado y se sumergi� de forma imparable en la misantrop�a y el alcoholismo.

Medio loco, su comportamiento empez� a ser escandaloso hasta para la propia Isadora. Esenin acostumbraba a desaparecer dejando tras de s� un rastro de botellas vac�as y muebles rotos. La paciencia de "la ninfa" lleg� al l�mite. A finales de 1924, Isadora, ya divorciada, abandon� la Uni�n Sovi�tica. Un a�o m�s tarde supo, por la noticia publicada en los peri�dicos, que su ex marido se hab�a quitado la vida.

La aventura rusa de la Duncan no s�lo termin� en fracaso desde el punto de vista sentimental. Si bien al principio se hab�a compenetrado a la perfecci�n con sus interlocutores, entusiasmados con la idea de poner en marcha su Escuela de Danza Futura, m�s tarde esta iniciativa no fue bien acogida por ciertos dirigentes sovi�ticos que ya empezaban a mostrar los s�ntomas del anquilosamiento burocr�tico que luego ser�a proverbial en el sistema comunista.

De regreso a Europa, tampoco los empresarios capitalistas parecieron entusiasmarse con sus proyectos. Adem�s, sus opiniones ateas, su actitud favorable hacia la Revoluci�n Rusa y su evidente aceptaci�n del amor libre no eran cualidades que la opini�n p�blica occidental, a la defensiva despu�s de la eclosi�n comunista, valorase positivamente.

Isadora decidi� volver a los escenarios y ofreci� una serie de recitales que resultaron un fracaso; el p�blico fidel�simo que hasta la muerte de sus hijos la hab�a llevado en volandas comenz� a fallarle; las salas la recibieron semivac�as, silenciosas y heladas. Isadora se refugi� en Niza, donde termin� su autobiograf�a y prepar� El arte de la danza, libro en el que pretend�a ofrecer una s�ntesis de sus ense�anzas.

Se encontraba absorbida por esta tarea cuando, el mi�rcoles 14 de septiembre de 1927, decidi� tomarse un respiro y dar un paseo en su Bugatti. El dram�tico accidente tuvo lugar cuando el autom�vil recorr�a veloz la Promenade des Anglais: su largo chal rojo, el mismo que hab�a agitado ante la multitud que la esperaba a su regreso de la Uni�n Sovi�tica, se enred� en los radios de una de las ruedas posteriores del autom�vil; Isadora no pudo liberarse del abrazo homicida y muri� estrangulada. Ni siquiera ella hubiera podido imaginar un final m�s acorde con su existencia extravagante y rom�ntica.

C�mo citar este art�culo:
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en [fecha de acceso: ].