Leonora Carrington, Remedios Varo y Frida Kahlo: Un análisis de tres genias del arte

Leonora Carrington, Remedios Varo y Frida Kahlo: Un análisis de tres genias del arte

El surrealismo fue una de las vanguardias de principios del siglo XX en contraposición a la academia europea.

Leonora Carrington, Remedios Varo y Frida Kahlo: Un análisis de tres genias del arte (Miguel-Torres)

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Leonora Carrington (1917-2011), Remedios Varo (1908-1963) y Frida Kahlo (1907-1954) son, sin lugar a duda, figuras emblemáticas del arte de Occidente en el siglo XX. Comparten una narrativa estética fuertemente influida y determinada por sus historias personales, su condición de mujer y su cercanía con México. Existen numerosos estudios sobre la vida y obra de las tres, además de lo dicho y explicado por ellas mismas a través de escritos o correspondencia, por lo cual, querer establecer un análisis en unas cuantas páginas sobre su existencia y su obra resulta complicado. Por tanto, el motivo de estas líneas será únicamente mencionar ciertos puntos e intersecciones entre las artistas. 

Leonora Carrington, “El guardián del huevo” (1942).

Leonora Carrington, “El guardián del huevo” (1942).ALBUM

El movimiento surrealista 

Las vanguardias artísticas del siglo XX representan un fenómeno revolucionario, de ruptura y quiebre como lo propondría Mario de Micheli, de raíces políticas e históricas que provocaron la aparición de diferentes manifestaciones artísticas que apelaban a la experimentación creativa con resultados inesperados. De ahí nacen movimientos como el cubismo, futurismo, dadaísmo y surrealismo. Este último, se caracteriza por ser una manifestación artística y literaria basada fundamentalmente en lo fantástico con atmósferas metafísicas, de paisajes y entornos misteriosos, cuyo principal componente es lo onírico, imaginario y el inconsciente como fuente de toda creación. Se desarrolló a partir de la segunda década del siglo XX y tuvo entre sus máximos exponentes artistas como André Bretón, Salvador Dalí, René Magritte, Max Ernst y Joan Miró. El surrealismo estuvo fuertemente marcado por el psicoanálisis de Freud, así como en la obra de Isidore Ducasse (Conde Lautréamont). El término es atribuido al poeta Guillerme Apollinaire, pero fue hasta 1924 cuando André Bretón retoma el concepto para desarrollarlo en el Manifiesto surrealista estableciendo así las bases del movimiento. Las principales características de esta vanguardia son lo irracional, el automatismo y la liberación de los sentimientos. En palabras del propio Bretón, el surrealismo escapa de “cualquier control ejercido por la razón, exento de cualquier preocupación estética o moral...”.

Leonora Carrignton participo en los grupos de surrealistas de los que luego se distanció.

Leonora Carrignton participo en los grupos de surrealistas de los que luego se distanció.ALBUM

Tres artistas ¿Surrealistas?

Ya mencionábamos al principio que Leonora Carrington, Remedios Varo y Frida Kahlo aparecen como notables representantes del movimiento surrealista desde la historia ‘oficial’ del arte en Occidente. Quizás es el rasgo más evidente que pudiera señalarse a la hora de establecer un común denominador entre ellas: reconocerlas como artistas surrealistas. No obstante, llama la atención que, lo contrario, también representa una característica de las tres: Frida Kahlo nunca se reconoció como surrealista, y tanto Leonora Carrington como Remedios Varo terminaron por distanciarse de éste; por tanto, ninguna de las tres se consideraron a sí mismas como representantes últimas del surrealismo como otros sí lo asumieron. El hecho de que las tres hayan pasado a la historia como figuras de esta vanguardia se puede explicar por su innegable cercanía con el círculo de artistas surrealistas, pero ello, desde luego, se explica por el contexto artístico europeo, ya que éste influía enormemente en el pensamiento de los creadores de la época. También, por la calidad de sus obras en comparación con otros exponentes del movimiento, para el propio círculo surrealista resultaba hasta benéfico el tener entre sus filas a artistas de esta fama. No podemos dejar de mencionar que en ese círculo exclusivo, era el propio Bretón quien decía quién o qué era surrealista, como ocurrió con Frida cuando en su exposición en la Galería Julien Levy de Nueva York, en 1938, Bretón calificó la obra de Kahlo como surrealista aun cuando la autora no pintaba teniendo en cuenta los postulados del Manifiesto surrealista, puesto que, como ella mismo lo expresó, “lo que pintaba no eran mis sueños, sino la vida real”.

No podemos dejar de señalar entonces, como primer punto de intersección entre ellas, que las tres, no eran completamente surrealistas o al menos no como se les ha querido encasillar constantemente. Pero entonces, si no eran surrealistas ¿por qué se les considera como tales? La respuesta, claro está, se encuentra en sus obras; de las temáticas que abordan es que se deriva lo mencionado anteriormente. Pero, antes que nada, hay una cuestión importante que quisiera resaltar de Carrington, Varo y Kahlo: no podemos separar su vida de su obra, están inexorablemente unidas y se corresponden constantemente. Es, dentro de su propio arte parafraseando al escritor Juan García Ponce donde el creador ha pasado a ocupar un lugar central. Es en su vida personal, en las historias, tragedias, sufrimientos y demonios quizás más que producto del inconsciente, de donde emana toda la inspiración creativa de su obra. Son tres mujeres de principios del siglo XX y lo que ello conlleva; sus destinos están marcados por abusos, vejaciones y violencia. Sería un error romantizar estos aspectos que las tres, de diferentes formas, padecieron y cuyo dolor alcanzó niveles tan brutales que sólo a través del arte pudieron encontrar un refugio. Es importante considerar diferentes perspectivas y otras lecturas a la hora de acercarnos al trabajo artístico de Carrington, Varos y Kahlo, tener presente lo que simbolizan y representan para la historia del arte, pero desde una perspectiva feminista como lo establece Mónica Mayer o Karen Cordero Reiman, por ejemplo. Si bien es cierto que no hablamos de artistas olvidadas u omitidas, sino por el contrario, muy reconocidas; es fundamental no dejar de señalar los episodios de violencia, en todos los sentidos, que sufrieron y que desembocaron en profundos problemas emocionales y físicos: nombrarlos, reconocerlos y señalarlos en lugar de romantizarlos considerando esas tragedias como fuente de creación es una tarea y compromiso actual de la crítica para la lectura de su obra. La propia Carrington dijo alguna vez sobre el círculo surrealista: “Les gustaba considerarse vanguardistas, lo cierto es que, en lo tocante a las mujeres, su visión y expectativas eran deprimentemente estrechas y convencionales...”.

Remedios Varo en su momento militó en la corriente y estética surrealista.

Remedios Varo en su momento militó en la corriente y estética surrealista.KATI HORNA/ MUSEO AMPARO

Concretamente sobre los contenidos de sus obras, podemos ver que están plagados de elementos imaginarios que desbordan toda realidad. En Leonora y Remedios, por ejemplo, observamos que compartían el gusto por lo fantástico, el mundo espiritual, la magia, las doctrinas esotéricas, la alquimia y la brujería llegando incluso a influirse mutuamente como lo señala Julieta Sanguino. Obras como La ciencia inútil o el alquimista y La creación de las aves de Remedios Varo, son prueba de este interés por tales temas. Por ejemplo, en La ciencia inútil... podemos observar a una mujer artista creadora que, con la ayuda de un aparato, transforma el agua de lluvia en un líquido que luego embotella (como una especie de elixir) y, a su vez, va construyendo la realidad a través del movimiento continuo. Simboliza, de tal forma, la capacidad de transformar la realidad por medio de la alquimia con un trabajo espiritual y físico a la vez.

Tanto las piezas de Remedios Varo como de Leonora Carrington se caracterizan por la creación de mundos fantásticos, animales místicos y complejos simbolismos. Continuamente aparecen seres misteriosos que las representan metafóricamente a ellas, sus emociones o su entorno. Por ejemplo, en el cuadro Retrato de Max Ernst (1939) de Leonora, se puede observar la figura zoomorfa de un hombre sosteniendo una esfera que en su interior encierra un caballo, el cual, como en otras obras, la representa a ella; dejando de manifiesto su sentir al lado del artista. Sobresale en la composición el pie de Ernest (en un color incluso llamativo como el amarillo) que hace resaltar su dominio y representa el yugo sobre el ánimo de Leonora.

Otro rasgo distintivo de las obras de Carrington y Varo es el color. Tal y como lo señalan Jimena Odetti e Isabel Anell, a través de sus paletas cromáticas podemos identificar aspectos personales y biográficos que se traducen en paletas acotadas, muchas veces sombrías, con una fuerte presencia de colores neutro y con el recurso de tonos saturados solamente como acentos compositivos. Ejemplo de ello lo podemos apreciar en La giganta (1947), El artista viaja de incógnito (1949) o El gran adiós (1958) de L. Carrington y, de igual forma, en Ruptura (1955), La despedida (1958) o Mujer saliendo del psicoanalista (1960) de Remedios Varo.

“En realidad no sé si mis cuadros son surrealistas o no, pero sí sé que representan la expresión más franca de mí misma” –Frida Kahlo.

“En realidad no sé si mis cuadros son surrealistas o no, pero sí sé que representan la expresión más franca de mí misma” –Frida Kahlo.Getty Images

Por otro lado, Frida también es sujeto y objeto en su pintura, conjuga elementos donde manifiesta una frecuente disociación y dualidades de ella misma como en Diego y Frida (1944). La mayoría de sus obras son autorretratos o con ella como protagonista principal, donde se representa en escenarios de áridos paisajes o en frías habitaciones que remarcaban su soledad. Los retratos de busto, se complementan con objetos de diferente significado simbólico, como en Autorretrato con traje de terciopelo (1926), Autorretrato con collar de espinas (1940) o Pensando en la muerte (1943). En aquellos donde aparece de cuerpo entero, resalta su peculiar relación con su cuerpo, con su esposo el pintor Diego Rivera, sus enfermedades, consecuencia de su accidente juvenil, sus tres abortos o la incapacidad de ser madre (La columna rota, Las dos Fridas o El abrazo del amor del universo, la tierra, Yo, Diego y el señor Xólotl). Asimismo, en la obra de Frida podemos observar claramente que estuvo fuertemente influida por el mexicanismo de la época y la afirmación de la identidad nacional que propugnaba por una arte autóctono mexicano integrando temas del arte popular y la cultura prehispánica. 

Un fenómeno interesante que se desprende de la construcción del personaje que hizo Frida Kahlo de sí misma es que, no sólo su obra y su figura fueron marcadas por el arte popular mexicano, sino viceversa. Después de su muerte, Frida se convirtió más que un símbolo del surrealismo en una figura emblemática dentro del arte popular contemporáneo de México. Llama en especial la atención que ha sido ella misma, en muchas ocasiones más que su obra, tema recurrente de diferentes artistas, como el artesano poblano Alfonso Castillo, considerado gran maestro del arte popular, quien evoca la figura de la afamada pintora para realizar calaveras y cráneos hechos a mano de cerámica policromoda a partir de una antigua técnica de alfarería de la región de Izúcar de Matamoros, Puebla. 

"La ciencia inútil o el alquimista"ALBUM

Tres artistas muy mexicanas

Como podemos observar, más allá de las temáticas que encontramos en su plástica, de las cruentas historias que componen sus biografías o de la insistencia por llamarlas surrealistas, lo cierto es que el rasgo más notable es su relación con México. Y es que fue en este país donde encontraron el refugio para poder crear y desarrollar su trabajo de manera más personal y plena. En el contexto de la Europa en guerra, México abrió sus puertas a intelectuales y artistas que, en su exilio, fueron adoptados. Ello provocó un enriquecedor intercambio cultural, dejando en el territorio nacional un legado que también marcaría las artes de la segunda mitad del siglo XX. No podríamos entender totalmente a la llamada Generación de la Ruptura en México, sin considerar el pensamiento y los discursos creativos que se forjaron previo a los años 60 y que, sin duda, resaltaron las obras de Remedios, Leonora y Frida como un legado cultural.

Por otro lado, en Remedios Varo, Leonora Carrington y Frida Kahlo podemos apreciar parafraseando de nuevo a García Ponce una cualidad dignificadora del sufrimiento que trae consigo el conocimiento trágico, tanto su vida como en la verdad que nos revela su obra, encontramos esa dignidad del héroe trágico que permite que el dolor, la fealdad, las peores pasiones se conviertan en belleza y alcancen una serenidad que las trasciende. Hemos visto a lo largo de estas líneas cómo lo plasmaron en sus obras y, a pesar de las diferencias, tienen en común que toda su obra es el resultado de sus propias resiliencias, ya que las pinturas que realizaron posibilitaron el ejercicio de nombrar y plasmar traumas, construir aquello que se desmoronó física y espiritualmente para transformarlo.

Más allá de ser figuras indiscutibles del arte del siglo XX y de su gran influencia en otras esferas creativas como el diseño o la moda, es fundamental rescatar la resistencia que representan las tres creadoras desde sus diferentes historias de vida. La apreciación de una pieza artística merece un detenimiento al cual no estamos acostumbrados y sea de nuestro agrado o no requiere de una búsqueda sobre los senderos creativos y las huellas de sus creadores más consagrados.

Sin duda, tanto Leonora Carrington, como Remedios Varo y Frida Kahlo están conectadas íntimamente con diferentes corrientes del arte moderno, así como de las vanguardias europeas, sin embargo, su obra se quedará para siempre entre los límites de estos movimientos artísticos y sus tendencias.

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