Conciertos gratis, claveles, rosquillas... las fiestas de San Isidro conllevan muchas cosas. Pero lo cierto es que todo empezó con un labrador que se hizo santo. Su nombre era Isidro y era muy alto. Medía casi 1,85 y tenía unos 48 años cuando falleció ( no 90 años, como defendía la tradición oral), según demostró un análisis científico que se hizo de su cuerpo en 2022. También era madrileño, a pesar de ser el patrón de muchas localidades a lo largo y ancho del mundo, y tenía rasgos faciales afrodescendientes. De profesión, como indica su propio nombre, era labrador. No uno cualquiera.

A su figura se le atribuyen una gran cantidad de milagros en la Madrid de su época, la del siglo XII. De ahí que su figura sea empleada por los trabajadores del campo para pedir buenas cosechas. Su nacimiento de sitúa en la zona de la madrileña calle del Águila el 4 de abril de 1082. En aquel entonces, Mayrit (Madrid) era una ciudad de 12.500 habitantes, de los cuales 2.500 eran cristianos y el resto, musulmanes, recoge la Archidiócesis de Madrid. "A pesar de su inferioridad, había ya diez iglesias", añade. La elección de su nombre, señala la citada fuente, estaría relacionada con San Isidoro de Sevilla, cuyos restos habían pasado por Madrid en 1063 para llevarlos hasta León.

Así, los padres de San Isidro habrían escogido el nombre de su hijo guiados por el revuelo y fervor causado por el paso por la capital del cuerpo de otro santo. De su vida personal se conoce que estuvo casado con Santa María de la Cabeza y tuvo un hijo. Su vida de desarrolló en Madrid, salvo el momento en el que tuvo que mudarse por los encontronazos entre cristianos y musulamanes. Entonces, se fue con sus padres a Torrelaguna, donde conoció precisamente a su mujer. En Madrid, trabajó durante una larga etapa en los campos de Iván de Vargas, en Carabanchel. "Él se santificaba con el trabajo; se ganaba el sustento con el sudor de su frente", cuenta Luis Manuel Velasco, presidente de Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid.

Los milagros de San Isidro

Más allá de dedicarse a la tierra, San Isidro ocupó parte de su vida a la oración y a cuidar de sus vecinos, a pesar de su humilde posición. Según recoge la citada fuente, la beata Ana Catalina Emmerick tuvo una visión del día a día de San Isidro y su mujer en la que la pareja se lo daba todo a los pobres, a pesar de que "muchas veces no tenían casi nada en la casa. "Pero confiados en Dios buscaban y hallaban abundantes provisiones", añade este testimonio.

De hecho, uno de sus milagros cuenta que un día estaba Isidro atendiendo las necesidades de quienes acudían a su cada y su esposa le dijo que no quedaba más comida en la olla. "Pero él insistió en que siguiera metiendo el cucharón. Y así, cada vez que lo hacía, salía lleno", relató Juan Diácono en su códice. Otro de sus milagros tuvo lugar en su casa de Madrid, en el actual Museo de San Isidro. Su hijo, Illán, cayó a un pazo "del que se salvó milagrosamente porque, tras la oración de sus padres, el nivel del agua comenzó a subir hasta llevarlo a los brazos de su madre", relata la citada fuente.

Se cuenta que en este suceso, San Isidro recurrió a su fe en la Virgen de la Almudena, figura a la que estuvo muy ligado tal y como muestran varias composiciones de la época. El culto que practicaba era tal que todos los días se despertaba temprano para acudir a misa antes de empezar su jornada laboral, señala la Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid en su web. Esto provocaba que fuese objeto de burla para sus vecinos. Dejando de lado estos comentarios, San Isidro dedicó su vida al trabajo, oración y cuidado de sus vecinos, cuenta la tradición católica. Así, tanto él como su mujer consiguieron convertirse en santos. Él fue nombrado patrón de Madrid en 1212, canonizado en 1724 y considerado patrón de los agricultores y campesinos españoles desde 1960.