Luchas en el Canal de la Mancha en la última década del siglo XVI y principios del XVII (V): Tras otra ayuda a los irlandeses, la muerte de Isabel I puso fin a la guerra con el Tratado de Londres
Como ya sabemos por los capítulos anteriores, los irlandeses católicos se habían rebelado contra la reina Isabel I en 1594. La rebelión se produjo en el norte, en el Ulster, pero se extendió a todo el país. Inmediatamente los rebeldes pidieron ayuda al rey español Felipe II quien considero muy interesante esta petición pues la rebelión ayudaba, sin duda, a crear un segundo frente que debilitaría a los ingleses que estaban luchando en apoyo de los enemigos de España en Flandes y en Francia.
Después de años enviando ayuda y solicitando información de los acontecimientos en Irlanda, en 1596 se preparó la Armada de Intervención en este país que, como sabemos, finalmente fue destinada a atacar las costas francesas de Bretaña y que, por desgracia, fue dispersa por un temporal en las costas de Finisterre.
Por otra parte, en España había muchos irlandeses pues estos consideraban al Rey de España como su señor natural. Los inmigrantes irlandese fueron considerados como ciudadanos españoles con todos los privilegios y llegaron a ocupar lugares de preeminencia en la administración y el ejército español.
Incluso, Felipe II llegó a establecer en Salamanca un Colegio de Irlandeses donde pudieran adquirir una formación católica que en su país era imposible.
Quizás el momento propicio para enviar una expedición de apoyo a Irlanda hubiera sido en 1595, cuando la debilidad inglesa y la victoria de los rebeldes hicieron que la reina Isabel I ofreciera una paz ventajosa que fue rechazada por aquellos en espera de la ayuda prometida por España.
La muerte de Felipe II, en 1598, no cambió la política de la corona española con Irlanda, su hijo y sucesor siguió apoyando a la rebelión, proporcionando ayuda económica y militar.
Los enviados irlandeses pedían una fuerza de ayuda de 6.000 infantes, 40 cañones, 2.000 mosquetes, 10.000 arcabuces, picas y coseletes. Sugerirán que no hacía falta caballería ya que las necesidades de esta arma la proporcionarían los aliados sobre el terreno.
En el verano de 1601 los ingleses habían conseguido recuperarse de las derrotas de años anteriores y la posición de los rebeldes se estaba deteriorando rápidamente. Por tanto, la intervención no podría retrasarse más si no se quería ver a la rebelión podría ser aplastada.
Además, la información secreta revelaba que los ingleses no esperaban una intervención española en la Irlanda.
El lugar más adecuado para desembarcar, en opinión de los lideres rebeldes, Hugh O´Neill y Red Hugh O´Donnell, dependía de la dimensión de la fuerza expedicionaria. Si se componía de unos tres o cuatro mil hombres, el lugar indicado era Limerick en el suroeste de Irlanda; si el contingente subía a 6.000 hombres, el mejor punto era Waterford o Cork en la costa sureste y si la fuerza fuera de 2.000 o menos, la propuesta sería Killybers en el noroeste.
En julio de 1600 se habían elegido los mandos de la expedición. Para la Armada se nombró a Diego Brochero como almirante general y a Antonio de Zúñiga como maestre general, quien poco después fue sustituido y por Juan del Águila como maestre general al mando de la campaña militar y terrestre.
Fue uno de los errores cometidos en la planificación de la jornada ya que ambos habían servido como mandos en la campaña de Bretaña y eran conocidas sus desavenencias en el ejercicio del mando.
También se decidió que el puerto de partida fuese Lisboa, en contraposición de Ferrol, lo que aumentaba la distancia entre el puerto base de partida y las costas irlandesas.
Las incidencias de la guerra en Flandes retrasaron la preparación de la expedición. Los tercios habían sufrido la primera derrota en campo abierto en la batalla de Nieuwpoort (Primera batalla de las Dunas, Bélgica), donde los holandeses ganaron tras las reformas de su ejército.
En enero del año siguiente, 1601, regresó a España desde Irlanda Fay Mateo de Oviedo, un fraile franciscano, ferviente partidario de la expedición, buen conocedor del país y que, en 1599, había sido nombrado arzobispo de Dublín por el Papa por recomendación de los obispos irlandeses. Su regreso aceleró la preparación de la expedición.
Las discrepancias entre los mandos de la expedición no tardaron en manifestarse, pues mientras del Águila prefería desembarcar en Drogheda (en la costa este de la isla en el Mar de Irlanda, al norte de Dublín), Brochero, considerando la navegación peligrosa en el Mar de Irlanda, optaba por el puerto de Owenduff (en la costa oeste más al norte que Galway), pero Oviedo propuso la ciudad de Cork en el sur de la Isla, esta última propuesta fue la aceptada por el Rey.
Pero del Águila consideraba el puerto de Cork muy fortificado por lo que se eligió el puerto de Kinsale, al sur de Cork. Un considerable error ya que los rebeldes supervivientes tenían sus fuerzas en el norte de la isla y estas tenían que desplazarse cruzando toda la isla de norte a sur para reunirse con los españoles.
Las discrepancias entre los mandos se extendieron al obispo quien se incorporó a la expedición como responsable de sanidad, relación que, en el caso del maestre de campo y el arzobispo, llegó a denuncias ante el Consejo de Guerra.
Previamente se había enviado a Irlanda al alférez Pedro de Sandoval a anunciar la salida de la flota y preguntar a los lideres irlandeses el mejor lugar para llevar a cabo el desembarco. Estos propusieron a Limerick o Galway (ambos en la costa oeste), pero la flota ya había zarpado cuando Sandoval regresó.
La flota, que zarpó de Lisboa el día 3 de septiembre, estaba compuesta por 33 buques con algo más de cuatro mil cuatrocientos infantes y otros más de mil trecientos marineros. Llevaban consigo una gran cantidad de armamento y pertrechos.
Como había ocurrido en todos los intentos de atacar por mar a Inglaterra, la flota fue dispersada por un temporal, de modo que cuando, el 22 de septiembre, arribó a Kinsale faltaban 12 buques, de ellos: tres llegaron a Kinsale unos días más tarde, pero nueve, al mando de Pedro de Zubiaur, regresaron a la península.
En total desembarcaron 3.400 hombres, pero sin los pertrechos que trasportaban los buques que volvieron a España.
La ciudad, con murallas débiles, se rindió sin presentar batalla, las tropas inglesas de la guarnición se retiraron sin combatir.
Los principales lideres rebeldes, Hugh O´Neill y Red Hugh O´Donnell, no mantenían un mando unificado, más bien lo contrario, existían profundas rivalidades entre ambos solventadas por una tregua cimentada en un matrimonio con intercambio de rehenes.
Brochero tenía ordenes de regresar a España tan pronto estuviera establecida la cabeza de playa. Zarpó el 10 de octubre cuando la situación de la coalición rebelde era critica.
Del Águila cometió varios errores, tardó 15 días en comunicase con los líderes, de hecho, O´Neill se quejó de haberse enterado del desembarco el 12 de octubre por boca de los enemigos. Una vez conocido el lugar de desembarco, los rebeldes se pusieron en marcha para reunirse con los españoles.
Mientras tanto, los ingleses reunieron una fuerza de unos 7.000 hombre para sitiar Kinsale, al tiempo que una flota inglesa bloqueó el puerto.
Las tropas rebeldes llegaron a las proximidades de Kinsale a principios de diciembre, eran unos 6.000 hombres.
El día 11 de diciembre, Zubiaur llegó desde España con una flota de 6 buques con unos refuerzos de 650 hombre y suministros. Al estar Kinsale bloqueado por la flota inglesa, se vio obligado a desembarcar en Castlehaven a unos 60 kilómetros de Kinsale, creando una nueva cabeza de playa. Allí se le reunieron unos 500 irlandeses.
Durante el mes de diciembre los españoles estuvieron combatiendo con los ingleses. Castlehaven fue atacado por la flota inglesa con perdidas parejas entre ambos bandos.
El 24 de diciembre, las fuerzas rebeldes junto a unos 200 españoles mandado por Pedro López de Soto (maestre de campo de Castlehaven) fueron derrotados en Coolcarron (en las proximidades de Cork) por las tropas ingleses con importantes pérdidas en ambos bandos.
Mientras en España se preparaba una nueva expedición de apoyo y refuerzo, Del Águila aceptó, el 22 de enero, una capitulación honrosa que le fue ofrecida por el jefe del ejército inglés que tenía a su tropa diezmada por las bajas y las enfermedades, con sus provisiones a punto de acabarse y que temía la llegada de refuerzos españoles. Ofreció trasportar a España, en barcos ingleses, a los españoles y así se hizo.
Fue un nuevo error de Del Águila, en enero de 1602 seguía teniendo el mando sobre 2.700 soldados españoles en condiciones de combatir y con suministros suficientes para aguantar hasta la llegada de refuerzos.
En marzo de 1603, la reina Isabel I murió y un año más tardes, en 1604, ingleses y españoles acordaron un tratado de paz, el Tratado de Londres, dando fin a la guerra.
Independientemente del resultado, para España fue un éxito de organización mantener más de tres meses una cabeza de playa a una distancia de más de 1.000 kilómetros de sus bases.
Joaquín de la Santa Cinta, autor de «50 héroes españoles olvidados» y «135 Presidentes del Ejecutivo español en la Decadencia española (1788 -1905)»
Para saber más:
- Diccionario biográfico. Real Academia de la Historia.
- Kerney Walsh, Micheline. La Expedición española a Irlanda en 1601.
- García Hernán, Enrique. The battle of kinsale, study and documents from the spanish archives. Colección Historia de España y su proyección internacional.
- García Hernán, Enrique. Irlandeses en el ejército español, aproximación a las fuentes archivistas. CSIC. Instituto de Historia.