Modo Pichetto: “No me gusta el WhatsApp, ni retuitear a las tres de la mañana” - elDiarioAR.com
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ENTREVISTA El jefe de los aliados

Modo Pichetto: “No me gusta el WhatsApp, ni retuitear a las tres de la mañana”

Miguel Angel Pichetto, el jefe del centro. A la salida de Casa Rosada, al mando de los diputados de Hacemos Coalición Federal,  Nicolás Massot, Florencio Randazzo y atrás Ricardo López Murphy.

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Miguel Pichetto toma mate. No usa termo, tiene una pava eléctrica. Es buen cebador, de esos que mantienen el ritmo, sin agotar. Lo que no dejaba hacer en el Senado cuando lo manejaba a su gusto, lo hace en la intimidad de su despacho, refaccionado a nuevo, o parecido a algo nuevo. “Esto era una unidad básica de La Cámpora”, recibe desde la puerta. Se siente el olor a pintura fresca. 

Está en el quinto piso del Anexo H, sobre Callao, casi llegando a Bartolomé Mitre, lejos de la vida reinante de palacio a la que estaba acostumbrado, un poco como una postal de época para quienes, como él, encarnan a la política tradicional. 

Toma todos los días un protector gástrico “para vivir, viste”, que el mes pasado salía $15.000 y hoy se espanta porque se lo cobraron $45.000. Se quejó en la farmacia pero lo compró igual. Dice que no puede creer que no se esté hablando mucho más de la suba desmedida de los medicamentos. Dirá también que como diputado tiene un sueldo “miserable”, pero que “ya está”, que este año no volverá a ponerse al frente de la batalla salarial. “Todos hipócritas”, se queja sobre la nueva vieja política. Describe que Javier Milei no representa nada novedoso, más bien una réplica de Donald Trump en los Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil, y trata de acostumbrarse a lo que le toca. Nunca habló con el Presidente desde que es presidente. “No me gusta el WhatsApp”, larga con esa sonrisa costosa, apretada. “Tampoco retuitear a las tres de la mañana”.   

–¿Cómo están tus emociones hoy?

–A la mañana me cuesta. Tengo un problema con la vida. 

Por suerte son casi las 12. 

Corrector de la ley Bases y el paquete fiscal que terminó presentado el Gobierno, Pichetto sabe que el proyecto volverá a la Cámara de Diputados, pero para él, empieza también otra etapa política. ¿Hasta cuándo aguanta Pichetto a Milei? “Hasta que aguante la gente”, responde sin dudar, como si tuviera un termómetro en sus manos que le marque el momento de tomar distancia.  

¿Hasta cuándo aguanta Pichetto a Milei? “Hasta que aguante la gente”, responde sin dudar

“Siempre me reconocí en el centro democrático, aún en la etapa del gobierno de Néstor y de Cristina, nunca comulgué con extremos o con visiones de centro izquierda ni adherí a la mirada ideológica de los derechos humanos. Siempre creí que los derechos humanos hay que respetarlos pero no hice bandera. Me coloqué en un centro nacional y hoy ese espacio va a crecer en el parlamento”, define. 

A quiénes busca. No es en el Pro ni en los sectores del macrismo que apoyaron a Horacio Rodríguez Larreta, como él. “Tenemos más afinidades con sectores del peronismo, se nota y se percibe un agotamiento dentro del kirchnerismo por el estilo de conducción”, suelta con la picardía de quien sabe que está metiendo el dedo en la llaga. Diálogos ya hubo. Y vendrán más. “Hubo un hecho concreto en la última votación del tabaco”, invita a seguir la línea, para ubicar ahí a los sectores que se diferenciaron de la conducción de Unión por la Patria, una veintena de diputados sin jefes. “Hay un estilo muy vertical, eso puede abrir caminos transversales, a lo mejor no acuerdos de bloques sino de interbloques, de diálogos de sectores”, olfatea. 

Hace unos días perdió seis diputados que responden a la conducción de Elisa Carrió. “Con ella está todo bien”, aclara. Maneja, o intenta manejar, un bloque demasiado heterogéneo que nació con un sentido práctico, para el armado de las comisiones, y que incluye diputados de provincias como Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, socialistas, o los sueltos de Margarita Stolbizer y Ricardo López Murphy. 

–¿Y quién manda?

–Bueno, no quiero hablar de mi. Pero creo que me escuchan. Nos escuchamos. Ellos me han elegido por confiar en la palabra. No descartamos ampliar. Tenemos gran afinidad también con diputados del Norte, de Innovación Federal. En una fragmentación como la que tiene la Cámara es fundamental que nos paremos del lado de la gobernabilidad para un gobierno que tiene una fragilidad importante. 

Eso sí. No le pidan que responda mensajes. “Crearon un grupo de WhatsApp pero no participo. Leo, pero no respondo”.

Eso sí. No le pidan que responda mensajes. “Crearon un grupo de WhatsApp pero no participo. Leo, pero no respondo”.

Eso que Pichetto llama cuidar la gobernabilidad para otros es una entrega: “La política implica asumir los costos, no me pone nervioso que me griten en la calle. No tengo custodio, algunos me gritan, otros no. Estar en lo público implica asumir riesgos y bancar la crítica de un ciudadano común frente a los hechos negativos que está sufriendo”.  

Mientras el Gobierno trabaja, sin esfuerzos, en reclutar al Pro, Pichetto cree que su espacio puede crecer a partir de la dependencia de leyes que seguirá teniendo la Casa Rosada. Con el macrismo no le alcanza; el radicalismo se parte en varios jefes y su “Centrão” vuelve a ser la llave de la gobernabilidad.

–¿No crees que Milei cierra el Congreso ahora que tiene su paquete de leyes?

–No, tiene un montón de temas que pasarán por acá. Tiene que venir la reforma penal, de seguridad interior, la ley antimafias. Necesitas al Congreso en todos los temas. Si vos creés que vas a poder incluso privatizar sin que la privatización pase por el Congreso… tengo mis dudas. Van a tener que mandar la ley al Congreso, van a tener que dar una explicación del proceso licitatorio.

–¿No le dieron ya carta blanca para eso?

–Le dimos una delegación con el listado de empresas, pero si le quieren dar solidez jurídica al acto tienen que ir al Congreso. Menem tuvo una ley de reforma del Estado, con Dromi, pero después vino ley por ley. La ley tiene elementos de control, no es carta blanca, pero fundamentalmente para el inversor que viene de afuera hay que aumentar el rigor formal y las garantías a través de una ley. 

Ahí parece hacerse fuerte, como quien tiene en sus manos moldear desde el Congreso parte del gobierno de Milei.

–¿Qué te pasa cuando tu nombre suena siempre en las mesas del círculo rojo ante alguna eventualidad de crisis institucional del Gobierno? 

–Es una construcción esa, yo siempre he trabajado para la gobernabilidad, nunca para la desestabilización de un gobierno, por lo tanto son conjeturas. Son análisis que la gente hace pero no los tengo en cuenta en términos personales ni trabajo para eso. 

Buen olfato

Sus próximos pasos irán hacia el intento de recuperar el poder adquisitivo de las jubilaciones. “Este tema está en debate y la intención del Congreso es mejorar la cuestión salarial de los jubilados. El orden fiscal que ha logrado Milei tiene que ver con el recorte a los jubilados y el no pago a las generadoras eléctricas”, le advierte. Con voluntad, los votos opositores están. 

En momentos en los que el Senado retoca el proyecto y pone la lupa en el régimen de incentivos a las grandes inversiones, él lo defiende. “El problema del Gobierno es que se caen por el detalle. Sturzenegger escribe mucho”, suelta la lengua. “El diablo siempre está en el detalle. En ese tema, si se ponen demasiado rigurosos es probable que en el Senado encuentre algunos elementos”.

–¿Ustedes lo pasaron por alto?

–No, lo vimos, algunos puntos el Presidente puede corregirlos. Pero preferimos la opción de darle las herramientas. Es cierto que no hay inversiones para las pymes, va a haber que hacer una ley especial. La queja es legítima, también la de la UIA. Pero la Argentina en el mundo no tiene credibilidad, siempre transita la incertidumbre. Si le ponés freno nadie va a venir. Las inversiones son muy caras, generan un polo que se nutre de las pymes locales. Van a vender nafta, repuestos de camiones, serán proveedores de alimentos. Las grandes inversiones que tenés que hacer implican altos costos, eso no lo vas a tener sin el RIGI. Querés buscar los detalles, sí, los vas a encontrar.

Se acordó de Sturzenegger, al que le dedicó su primer pelotudo de esta etapa en la que se lo empezó a escuchar putear. 

–¿Cómo fue ese episodio en el debate de la primera versión?

–Nunca estuve con él. Yo le dije a uno de los nuestros, esas reuniones hay que hacerlas acá. Justo ese día estaba el paro por eso fue en Recoleta. Yo tuve una charla telefónica con Oscar Agost Carreño y le dije tomátela de ahí, qué estás con ese pelotudo que no tiene que estar en esa reunión. No acostumbro a agraviar. El pelotudo lo usé una vez sola.

Lo usó en público, cuando lo aplaudían en plena sesión de la ley Bases. “Se perdió la disciplina. Cuando vine por primera vez acá, en el 93, recién pude hablar en el recinto un año y medio después”. 

Stuzenegger salió y entró Santi. Santi es Santiago Caputo. Pichetto lo respeta. Y se acostumbró a negociar con él. Sabe olfatear dónde está el mando.

–Reforma laboral. ¿La pactaste con la CGT?

–Yo no pacté con nadie. Yo informé y dialogué con el Gobierno, que tuvo una reunión con los sindicalistas. Hubo un exceso del secretario de Trabajo de mandar una ley faltando tres días para el inicio del debate con 60 artículos. 

–¿Cómo fue ese domingo a la noche que casi se cae todo?

–Esa reforma laboral me la mandó por WhatsApp Martín Menem. Salía de un mix del radicalismo y del pensamiento más ortodoxo de algunos abogados que están vinculados a grandes empresas… lo dejo ahí, no te voy a decir más. 

–...

–Julio Cordero es un hombre de Techint. Pero no tengo problemas con él, pero meterse ahora con ese debate es muy complicado. El Gobierno tiene que avanzar por partes. 

–¿Cuánto hubo de guiño de la CGT a tu reforma más light? 

–Estaban de acuerdo… no te lo van a decir nunca, pero estaban de acuerdo, lo que más les preocupaba es lo de los cinco trabajadores (hace silencio). A los grandes sindicatos no les mueve el amperímetro. 

Toma un mate. La pava no es apta para la ocasión y caen gotas de agua sobre el escritorio. Todo está impecable en su pequeño palacio, la presidencia de su bloque. Hay varios despachos y una gran sala de reuniones. 

–¿El proyecto vuelve a Diputados? 

–Lo ideal sería que la ley salga y darle al Gobierno las herramientas. Hay mucha hipocresía del kirchnerismo que juega en un esquema muy destructivo. La señora expresidenta que habló de Scalabrini Ortiz… atrasa, ella con Chevron hizo un contrato de gran generosidad y hasta secreto, yo estoy de acuerdo con ese contrato, era la única manera de que una empresa americana viniera a Vaca Muerta. 

–¿Siempre está la versión nunca confirmada de que te reuniste con Cristina?

–Nunca me reuní. La última vez que la vi fue el último día de su gobierno en el año 2015. En el Senado sólo me la cruzaba, ella discutía conmigo. Me veía como el enemigo. 

–Coqueteas con volver al peronismo. 

–Yo voy a todos lados. Adonde me invitan voy. Tampoco les regalé nada. Con Guillermo Moreno dije cualquiera y en Duro de Domar también, que el modelo del cristinismo estaba agotado, y que si no cambiaban las ideas estaban liquidados. Me habló Gildo (Insfrán), tengo una relación con él, es mejor persona de lo que dice la prensa y él me dijo que la idea era que volvieran todos al PJ. Le pregunté qué van a hacer. Me contestó que harían una comisión de Acción Política. El General decía que cuando hacés una comisión no hacés nada. Le pregunté ¿quién encabeza la comisión? Kicillof, me respondió. No tengo nada que ver. Le reconozco a Kicillof que es un tipo honrado, lo que no entiende es el mundo ni por dónde sale la Argentina, es inviable creer que podes distribuir sin recaudar.

Leyendo a Cristina

El agua ya está fría. 

–Bueno piba.. me voy.

–¿Viste el último discurso de Cristina?

–Lo puse y cambié de canal, no lo miré, es un discurso no ajustado a la realidad, no encuentra el tono Cristina. 

No ve sus discursos, pero sí los lee después. Es paradójico, pero en el Instituto Patria elogian que Pichetto fue el único que tomó aquel pedido de actualización laboral que había hecho Cristina. Ni los propios lo agarraron.   

Se despide, acompañando hasta la puerta. Cuida a sus invitados de las mañas de un viejo ascensor traicionero, que se queda a menudo. Y Dice. “El problema de la democracia argentina es que tenemos una matriz productiva de sustitución de importaciones que se cae en los 70 con la dictadura, con las importaciones. Cuando asume Alfonsín, la sociedad estaba acostumbrada a la satisfacción de bienes y servicios y a la contención de un estado de bienestar. Siempre gastaste más de lo que podías. Y nadie paró eso. Porque parar eso es esto. Lo que está haciendo hoy Milei. Cuál es el nivel de tolerancia de la sociedad argentina…no lo sé. No creo en eso de que hay que sufrir para estar mejor”.

Todo vuelve al apoyo popular que ostenta el Presidente como el eje sobre el que él también aguanta.

MV/MG

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