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Recomendadas: “Los que se quedan”, nuevo clásico navideño.

Alexander Payne, director de “Entre copas” y “Nebraska”, construye desde la simpleza una nueva comedia dramática

“Los que se quedan” (The Holdovers, Estados Unidos/2023). Dirección: Alexander Payne. Elenco: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine Joy Randolph, Brady Hepner, Gillian Vigman, Carrie Preston, Darby Lee-Stack y Michael Provost. Guion: David Hemingson. Música: Mark Orton. Fotografía: Eigil Bryld. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 133 minutos. Apta para mayores de 13 años.

 

No hay que ser un gran cinéfilo para darse cuenta que “Los que se quedan” (“The Holdovers” en su título original) parte de una premisa vista en numerosas ocasiones. La nueva cinta de Alexander Payne, director “Las confesiones del Sr. Schmidt” (2002),Entre copas” (2004), “Los descendientes” (2011) y “Nebraska” (2013), es una comedia dramática que, sin ir más lejos y salvando distancias, recuerda a “La sociedad de los poetas muertos” o trabajos similares, siempre con el protagonismo de maestros inspiradores. Es una apreciación reduccionista sí,  pero que sirve, cuanto menos, para que el espectador entienda donde está parado.

Aquí la acción transcurre en los Estados Unidos de comienzos de los setenta (época en la que casualmente transcurrió la niñez y adolescencia del director y con la que entendemos traza paralelismos), teniendo como marco la secundaria Barton Academy, exclusiva para hombres, una práctica habitual por ese entonces, sobre todo en colegios que acobijaban a estudiantes de clases pudientes y acomodadas. La trama habla de cambios, retrata no solo la relación entre un maestro y sus alumnos, sino la manera en la que el primero de ellos se para ante la propia docencia. Payne presenta una película prolija en su estructura – hay tres actos claramente identificables – de ritmo tranquilo, sin apuros evidentes, como filmada en la época en la que se sucede. Hay planos, fundidos, musicalización e incluso títulos iníciales que remiten a otros tiempos, a formas distintas de pensar al cine. “Los que se quedan” es, al fin y al cabo, un film genuino, sin dobles intenciones, simple, humano y completamente conmovedor. No son pocos sus meritos, ofrece risas y amarguras por igual, esquivando lugares comunes, pero al mismo tiempo trazando puentes con films ya encumbrados en la categoría de clásicos navideños.

El inoxidable Paul Giamatti es su protagonista, uno de esos artistas cumplidores, ajeno a los grandes flashes del medio, pero muy seguro de lo que puede ofrecer. Es también un gran conocido de Payne, gracias a quien ofreció una de las mejores actuaciones de su carrera en “Entre copas”.

Aquí se pone en la piel de Paul Hunham, un estricto profesor, poco adepto a los roces sociales que enseña historia griega en la institución. Una de las primeras escenas lo muestra entregando exámenes con calificaciones deplorables, acción que exhibe su carácter exigente al tiempo que justifica de algún modo el odio que los alumnos sienten por el.  El trato con sus colegas es prácticamente nulo, es un hombre casi ermitaño y demasiado recto que bebe whisky todo el tiempo.

Mediando el mes de diciembre a Hunham le solicitan hacerse cargo de los alumnos que por distintos motivos no pueden regresar con sus familiares a pasar las fiestas y aprovechar el receso escolar. Ninguno de los cinco alumnos quiere estar allí, menos aun sabiendo que el profesor, lejos de tomarse esto como lo que es, un periodo vacacional, los hará estudiar y seguir la rutina escolar como si nada hubiese pasado. Hunham no les tiene ninguna estima evidenciando cierto prejuicio hacia las familias ricas y sus, en la mayoría de los casos, presumidos hijos.

Promediando la media hora de metraje, y frente a un hecho fortuito, es que la cinta comienza a tomar verdaderamente vuelo. Cuatro de esos cinco alumnos consiguen abandonar el lugar quedando únicamente el personaje de Angus Tully (Dominic Sessa en un primer papel que seguramente será la antesala de una extensa carrera) al cuidado de Hunham. El joven ya ha pasado por varias escuelas producto de su rebeldía siendo esta quizás su última chance antes de recaer en un colegio militar. Pese a ello, no parece llevarse para nada bien con la serie de reglas que debe cumplir, por lo que la relación con el profesor a su cuidado va de mal en peor.

Existe un tercer personaje que más allá de sus propios traumas y fantasmas mediará entre ellos. La actriz afroamericana Da’Vine Joy Randolph da vida a Mary, la dedicada cocinera de la escuela, una mujer triste que intenta recomponer su vida tras la muerte de su hijo, becado del lugar, en la guerra de Vietnam.

Y desde este punto de partida se despliega lo mejor de un director que ha sabido retratar con mucha naturalidad los problemas del ser humano en el mundo contemporáneo.  A través de este trío de personajes muy distintos entre sí irán saliendo a la luz temas como la soledad, la distancia, los afectos perdidos y las nuevas oportunidades. Y la relación se fortalecerá, ninguno de ellos será el mismo tras ese tiempo compartido al punto de darse cuenta que sus historias consiguen tocarse más allá de las diferencias generacionales y económicas.

Hay heridas más evidentes que otras. Sin ir más lejos, Mary carga con la muerte de un hijo obligado a ir a la guerra mientras los chicos blancos, gracias a la influencia de sus padres, pudieron evitarlo. Y otras se irán deslizando casi como una confesión a cuentagotas, mediante salidas a bares y fiestas de navidad.  Detrás de ese Paul tosco y fastidioso se encuentra alguien demasiado humano, sacudido por un mundo que cuenta con apenas un puñado de privilegiados. Angus, sin embargo, es un adolescente con una inexistente contención familiar. Lo destacable es que Payne consigue emocionar sin nunca perder el norte, “Los que se quedan” es ante todo, una comedia y una que goza, por momentos, de mucho ingenio.

“Los que se quedan” recuerda lo mejor de Payne, una película cercana, de revelaciones, segundas oportunidades y dueña de una sensibilidad gigantesca. Su director presta especial atención a los detalles y a esos momentos que suelen pasar totalmente desapercibidos. Disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, como puede ser compartir un programa de televisión como hacen Paul y Mary, es el único medio para alcanzar cierta felicidad.

El trabajo de Payne tiene todo para constituirse en un clásico inmediato, cuenta con escenas memorables que permiten el lucimiento del trío de artistas y una banda de sonido cautivante con temas de “The Allman Brothers Band”, “Cat Stevens”, “Shocking Blue”, “Andy Williams” y “The Temptations”.

Una película que, si bien parece no proponer nada nuevo, es lisa y llanamente encantadora, provocando sonrisas y brindando un mensaje esperanzador, tal y como la hacía ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra.

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Su título reza que es periodista, casi un 007, pero es lo de menos. Lo verdaderamente importante es que todavía sueña con lo que va a ser cuando sea grande.

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