Cold Mountain - Película - 2003 - Crítica | Reparto | Estreno | Duración | Sinopsis | Premios - decine21.com
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Cold Mountain
7 /10 decine21
Cold Mountain

Premios

Oscar
2004
Ganadora de 1 premio
Nominada a 5 premios

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7 /10 decine21

Crítica Cold Mountain (2003)

Largo viaje, larga espera

Largo viaje, larga espera

La guerra de secesión americana. Inman, un soldado que combate en el bando sudista, resulta herido. En la etapa de convalecencia llega a sus manos una carta de su amada Ada, hija de un clérigo, con la que apenas mantuvo dos breves conversaciones y un beso antes de partir. En esas encendidas líneas, ella le cuenta sus penas, la muerte de su padre, su práctica inutilidad a la hora de sacar adelante su granja. Y le dirige una orden imperiosa: que deje todo lo que tiene entre manos (el ejército, por tanto) y vuelva junto a ella. Conmovido, sabedor de que ese amor a primera vista es lo que da sentido a su vida, Inman emprenderá el largo camino a casa.

Adaptación de la voluminosa novela de Charles Frazier, ganadora del prestigioso National Book Award americano, que muestra cómo el amor es un motor más poderoso que las guerras a la hora de que el mundo siga dando vueltas. Anthony Minghella, director y autor del guión, sabe vertebrar bien la historia, que se inicia con Inman en el frente. Los flash-backs nos permiten conocer cómo se fraguó el delicado amor entre una tímida damisela del Sur, perfecta señorita nada práctica, y un tosco granjero, al que cuesta articular más de dos palabras seguidas. Una vez cumplido este primer objetivo, Minghella narra paralelamente las penalidades de Ada para sobrevivir en su granja y las de Inman para regresar. Ella contará con la ayuda inesperada (quizá demasiado, pues la chica llega casi como llovida del cielo) de Ruby, una moza sin demasiados modales, pero muy trabajadora y con un corazón de oro. Pero debe soportar el acoso de un bruto pretendiente, que más que a ella lo que desea son sus tierras. Mientras él, al modo de un Ulises del siglo XIX, encontrará en su camino múltiples personajes, oráculos, ciegos y cantos de sirena. Minghella pone un especial cuidado en las transiciones entre uno y otro hilo narrativo. Una buena herramienta para ello es la música: el director la usa, no sólo como un elemento que sirve para dar paz en medio del clima bélico, sino para pasar de una historia a otra; el piano de Ada y los violines del grupo del padre de Ruby, vienen para eso al pelo.

El film es el clásico título concebido para arrasar en los Oscar. De hecho, obtuvo 7 nominaciones (de las cuales materializó una, la estatuilla de Renée Zellweger), pero curiosamente, no en los apartados de película y director. El diseño de producción, fotografía, música, son apabullantes, así como el reparto, sembrado de actores de primera línea. Nicole Kidman (no nominada, quizá por su premio de Las horas el año anterior) prueba que es una de las mejores estrellas que pueblan la galaxia Hollywood, creíble en su modosito personaje y en su transformación; también Jude Law (él, sí, nominado) hace creíble un personaje parco en palabras, pero en cuyo rostro es bien visible la huella de la guerra; y René saca todo su jugo a un personaje agradecido, apoyo necesario para la heroína. El resto –Atkins, Gleeson, Hoffman, Portman, Ribisi, Shuterland, Winstone…–, secundarios de lujo, cumplen sus papeles a la perfección.

Lo que el montaje se llevó

Cold Mountain es una película larga, dos horas y media de metraje. Y lo cierto es que Minghella tenía más escenas rodadas, de las que tuvo que prescindir, pero que vienen como extra en el DVD. Gracias al cuidadoso montaje de Walter Murch, no se echan en falta, pero no está mal descubrir aquello de lo que se prescindió. Entre las partes más interesantes tenemos el pasaje en que el clérigo corrupto (Hoffman) pide perdón a la esclava negra a la que dejó encinta; y el terrible final de la viuda confederada (Portman) que acoge a Inman una noche. Además se prescindió de varias escenas que nos permitían conocer mejor al padre de Ruby (Gleeson), y cómo llegó a formar un trío musical.

El modelo de la Odisea
El modelo de la Odisea

La Odisea de Homero, con su narración del regreso a Ítaca del héroe Ulises, ha inspirado multitud de películas, explícita e implícitamente. Cold Mountain es el último film en apuntarse al modelo ‘Odisea’. Antes lo hicieron otros. En Ulises (Mario Camerini, 1955) se adaptaba la obra homérica tal cual, con Kirk Douglas como un amnésico Ulises y Silvia Mangano como Penélope. Entre los filmes que hablan de veteranos de guerra que vuelven a casa, con el modelo homérico más o menos en la cabeza, tenemos desde Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1947) a El regreso (1978) (Hal Ashby). Una variante, en que el héroe que regresa tiene una identidad equívoca, inspiró El regreso de Martin Guerre (Daniel Vigne, 1982) y su remake americano, Sommersby (Jon Amiel, 1993). El griego Theo Angelopoulos se fijó en su heroico compatriota para narrar la historia de un director exiliado que regresa a su tierra natal en La mirada de Ulises (1995). Y los hermanos Coen convirtieron al héroe en un recluso fugado en O Brother! (2000).

Papá Sutherland

Donald Sutherland, el padre de Kiefer, ya va teniendo una edad: 69 años cumplió el pasado 17 de julio. Con estas edades, es lógico que se cuente con él para encarnar a carismáticos padres de familia. De modo que guapas actrices ya no son su interés romántico, sino sus amadas hijas. Así, además de pastor abnegado y padre de Nicole Kidman en Cold Mountain, últimamente era el padre ladrón de Charlize Theron en The Italian Job. Y pronto le veremos como padre de cuatro hijas, una de ellas Keira Knightley, en la adaptación de la novela de Jane Auste Orgullo y prejuicio.

Los esfuerzos de Minghella
Los esfuerzos de Minghella

La novela de Frazier se publicó en 1997 y era bien conocida del gran público americano. Como ocurre siempre con un libro muy leído, uno de los desafíos del cineasta es no defraudar las expectativas de los lectores. Como explica Minghella, “el acto de leer es como crear una pantalla interior donde tú mismo te proyectas la película”. Cada lector se hace su propia película, y el cineasta no quería ofrecer una visión que chocara con la de los otros lectores. Por supuesto, reconoce la influencia de La Odisea, pero también hay “mucho texto de peregrinación y viaje espiritual, un ramillete de poemas budistas e incluso resonancias del libro de Job”. El director de El paciente inglés y El talento de Mr. Ripley investigó a fondo el contexto histórico de la guerra de secesión: “Nadie pensaba que el conflicto durariá años; se asumía que sería cuestión de semanas. Desgraciadamente es la historia de muchos conflictos, donde se entra con ingenuidad e inocencia, y entonces el mundo cambia para siempre.” De todos modos, Minghella es de los que piensa que hasta de lo malo pueden salir cosas buenas, y así lo expone en el film: “La gente descubre la compasión, y surgen nuevas formas de convivencia como resultado de la guerra. La película termina a propósito con una congregación alrededor de una mesa que, sin la guerra, nunca se habría sentado junta.”

Guerra no, gracias

A Minghella no le gusta la guerra, eso está claro. El film es un clarísimo alegato antibélico, que muestra en toda su crudeza los horrores que se desatan en estas ocasiones. La secuencia de arranque del film, el sitio de Petersburgo, es un ejemplo claro de ello. En ella los nordistas han cavado un túnel bajo las posiciones de los secesionistas, y han colocado una carga de explosivos. La tremenda explosión y la posterior carga, que se convierte en una encerrona para los atacantes, muestra cómo no hay nada hermoso en matar a un semejante. El film presenta numerosos personajes lisiados y agonizantes. E indica cómo el desorden que reina en estos casos es aprovechado por un clérigo desvergonzado que se aprovecha de sus feligreses, o por unos soldados que violan a una pobre mujer viuda; también hay mucho caradura que en vez de acudir al frente, aprovecha para hacerse el amo en la retaguardia, y los que acuden a combatir son conscientes, como Inman, que algo inocente y puro que tenían dentro de sí ha muerto, quizá para siempre.

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