La imprescindible unión - La Prensa Gráfica

La imprescindible unión

Lectura 4:00 min

José Miguel Fortín Magaña / Médico psiquiatra
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Por José Miguel Fortín Magaña

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El dictador habló. Mancilló con su discurso la memoria de la libertad, cuando ese quince de septiembre, en vez de referirse a la gesta que libertó Centroamérica del dominio peninsular, muy al estilo de los tiranos, utilizó el espacio que robaba a radio y televisión, en una “cadena nacional”, para resaltar sus motivos partidarios, y su indigna intención de participar en una espuria reelección.

El dictador habló, nuevamente, como lo ha hecho a lo largo de estos últimos años, dramáticos para la patria, cuando “su excelencia” (como ha ordenado que le llamen sus esbirros) ha proferido órdenes injustas y ha traspasado prácticamente todas las leyes, para asegurarse al poder, acaso por miedo a lo que ocurriría cuando lo abandone.

Por eso ha ordenado continuar aprobando cuanta locura se le ocurra, con el ánimo de evitar la expresión del descontento que se está gestando con velocidad, en la conciencia colectiva de El Salvador, como esa ridícula ley de escuchas para el régimen. Por eso han debido ordenar a los más cobardes o a los indignos, que salgan a la defensa del opresor en su intento de reelección; y por ello, algunos abogados sin principios, para decepción de su nombre, que era el nombre de sus padres, también han empeñado su honor, para defender lo indefendible, jugando a imaginarse que hay Corte de constitucionalidad y que hay magistrados, y que estos han avalado lo que no puede cambiarse. Como si no supiéramos todos acá, que los tipos impuestos en la Sala son solo usurpadores que un día, si la muerte no los alcanza antes, terminarán en la cárcel que ellos mismos ayudan a construir.

El señor bukele hizo una errática jugada, a casi dos años de terminar su único período constitucional, y lo hizo con tanta antelación, entre otras cosas, para ocultar con ese fatídico anuncio, el desastre en el que ya hundió a El Salvador. Sin políticas económicas ni alimentarias, después de haber arrasado con el erario público y endeudado a la nación por mucho más de lo que podría haber tolerado, el país está por entrar en una hambruna por no haber asegurado la siembra del maíz. Nunca antes en la historia, el grano había llegado a costar cien dólares el quintal; ¡ochocientos setenta y cinco colones! ¡Que bárbaros! ¡Qué ineptos son estos funcionarios de juguete!

El país quebrado, más pobres que nunca, sin comida que llevarse a la boca, con sus hijos presos, en una deriva autoritaria, con un régimen que se contenta con engañar a los ilusos haciéndoles pensar que se han construido proyectos de ensueño y que los salvadoreños viajan a marte, al infinito y más allá. El país hundido en las deudas y una miseria galopante que matará de hambre a aquellos más indefensos, mientras los odiosos diputados del oficialismo aprueban nuevos impuestos, para continuar viajando a costillas del sufrido pueblo. El país sin esperanza, porque un loco juega a ser Nerón y ha decidido perpetuarse en el poder. Y entonces se pregunta uno, ¿qué hacer?

¡Unirnos! Eso es lo que resulta intolerable para el tirano. Por eso juega a dividir a los que nos oponemos a su yugo, y por eso inventa encuestas amañadas para seguir mintiendo, aunque ya sabemos que ya solo está unos puntos arriba del cincuenta por ciento en la preferencia de la gente. Pero lo que de verdad le angustia es que también él lo sabe. Esa es la razón del ánimo febril de los mercenarios suramericanos, que intentan disuadir a los más cobardes para que finjan algarabía por el anuncio del sátrapa.

Unidos podemos enfrentarnos al monstruo, y acaso, junto con la presión internacional, evitar el terrible atropello a la Constitución. Unidos, sin banderas ideológicas, pero con el ideal de salvar a la República. Porque solo si dejamos de lado los intereses particulares, evitaremos la consolidación de la dictadura. En el camino, las extremas se irán auto aislando, pero la inmensa mayoría, de seguir junta, podrá recuperar la libertad. No olvidemos, salvadoreños, que la unión hace la fuerza.

Talvez por ello es que el lema de nuestra bandera está constituido por esas tres benditas palabras, porque Dios es primero, pero Él se manifiesta en la Unión y en la Libertad de las personas de buena voluntad. ¡Ánimo, que con la ayuda del Altísimo, triunfaremos!

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