El desarrollo moral en los niños según Piaget

El desarrollo moral en los niños según Piaget

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Piaget es mejor conocido por su teoría del desarrollo cognitivo de los niños, sin embargo, también propuso una teoría sobre el desarrollo moral, según la cual se reconocía que el desarrollo cognitivo está estrechamente ligado al desarrollo moral.

Piaget se interesó no en aquello que realizan los niños, es decir, si rompen o no reglas, sino en lo que piensan. En otras palabras, estaba interesado en el razonamiento moral de los niños.

Piaget estaba interesado en particular en tres aspectos principales de la comprensión de los niños sobre los problemas morales:

  1. La comprensión de las reglas por parte de los niños. Lo cual implica preguntas como:
  • ¿De dónde vienen las reglas?
  • ¿Se pueden cambiar las reglas?
  • ¿Quién crea las reglas?
  1. La comprensión de los niños sobre la responsabilidad moral. Esto lleva a preguntas tales como:
  • ¿Quién tiene la culpa de las “cosas malas”?
  • ¿Es el resultado del comportamiento lo que hace que una acción sea “mala”?
  • ¿Hay alguna diferencia entre un acto indebido accidental y uno deliberado?
  1. La comprensión de los niños de la justicia. Esto lleva a preguntas como:
  • ¿Debería el castigo ajustarse al crimen?
  • ¿Los culpables siempre son castigados?

Piaget descubrió que las ideas de los niños con respecto a las reglas, los juicios morales y el castigo tendían a cambiar a medida que crecen.

En otras palabras, así como existen etapas en el desarrollo cognitivo de los niños, también existen etapas universales para el desarrollo moral.

Piaget sugirió dos tipos principales de pensamiento moral:

  1. Moralidad heterónoma (realismo moral)
  2. La moralidad autónoma (relativismo moral)

Moralidad heterónoma (5 a 9 años)

La etapa de la moralidad heterónoma también se conoce como realismo moral, durante esta etapa la moralidad es impuesta desde el exterior.

Los niños consideran que la moralidad obedece las reglas y leyes de otras personas, las cuales no se pueden cambiar.

Aceptan que todas las reglas son creadas por una figura de autoridad, como por ejemplo, padres, maestros, Dios, y que infringir las reglas dará lugar a un castigo inmediato y severo, o sea a una justicia inmanente.

La función de cualquier castigo es hacer que el culpable sufra en el sentido que la severidad del castigo debe estar relacionada con la gravedad del mal comportamiento, lo que se conoce como castigo expiatorio.

Durante esta etapa, los niños consideran que las reglas son absolutas e inmutables, es decir, “divinas”. Creen que las reglas no se pueden cambiar y que siempre han sido las mismas.

el comportamiento se juzga como “malo” en términos de las consecuencias observables, independientemente de las intenciones o razones de motivaron dicho comportamiento. Por lo tanto, una gran cantidad de daño accidental se considera peor que una pequeña cantidad de daño deliberado.

La investigación sobre el desarrollo moral según Piaget

En un experimento, Piaget contó a un grupo de niños historias que encarnaban un dilema moral y luego les pidió su opinión.  Dos ejemplos:

Ejemplo 1

Una vez una niña que se llamaba Marie, quería darle a su madre una agradable sorpresa y regalarle un trozo de costura. Pero ella no sabía cómo usar las tijeras correctamente y termino cortando un gran agujero en su vestido.

Ejemplo 2

Una niña llamada Margaret fue y tomó las tijeras de su madre un día cuando su madre no estaba. Ella jugó con ellas durante un tiempo. Entonces, como no sabía cómo usarlas correctamente, accidentalmente hizo un pequeño agujero en su vestido.

Luego de leer estas historias se le pregunta al niño: “¿Quién ha sido más traviesa?

Usualmente, los niños menores, aquellos que se encuentra en el estadio preoperacional y en el operativo concreto, es decir, de los 6 a los 10 años de edad, afirman que Marie es la niña más traviesa.

Aunque reconocen la distinción entre un acto bien intencionado que resulta mal y un acto descuidado, desconsiderado o malicioso, tienden a juzgar la malicia en términos de la gravedad de la consecuencia más que en términos de motivos. Esto es lo que Piaget denomino realismo moral.

Concepción de la mentira y el castigo desde la moral heterónoma

Piaget también estaba interesado en lo que los niños entienden por una mentira.

Descubrió que los niños más pequeños valoran la gravedad de una mentira en términos del tamaño de su desviación de la realidad.

Por ejemplo, para el niño aquel que afirma que vio a un perro del tamaño de un elefante sería juzgado como más mentiroso, que quien diga haber visto un perro del tamaño de un caballo, aunque es menos probable que se le crea al primero.

Con respecto al castigo, Piaget también descubrió que los niños en esta etapa tenían una visión característica.

Para ellos la función del castigo es hacer sufrir al culpable. Piaget llamó a este fenómeno como justicia retributiva, o castigo expiatorio, porque el castigo se percibido como un acto de retribución o venganza.

Los niños en el periodo operativo concreto tienen una visión muy antigua del castigo, similar a la del Antiguo Testamento, o sea “ojo por ojo”.

El castigo es percibido como un elemento disuasorio contra la maldad y cuanto más estricto es, más efectivo se imaginan que será.

Los niños también creen en lo que Piaget denominó justicia inmanente, o sea que el castigo debería seguir automáticamente al mal comportamiento.

Por ejemplo, una de las historias que contó fue sobre dos niños que robaron en un huerto de uno agricultores locales.

El granjero sorprendió a los niños e intentó atraparlos. Sin embargo, solo uno fue capturado y el granjero le dio una paliza. Mientras que el otro, que corrió más rápido, logro escapar.

Sin embargo, en el camino a casa, este niño tuvo que cruzar sobre la corriente por un tronco muy resbaladizo. Este niño se cayó y se cortó la pierna gravemente.

Ahora, cuando se les preguntaba a los niños en esta etapa, sobre por qué el niño se hirió la pierna, no dicen “porque el tronco estaba resbaladizo“, afirman al contrario, “porque le robó al granjero“.

En otras palabras, los niños interpretan la desgracia como si fuera algún tipo de castigo de parte de Dios o por algún tipo de fuerza superior.

Estos niños consideran que la justicia está en la naturaleza de las cosas. Los culpables en su opinión siempre son castigados a la larga y el mundo natural es como un policía.

Piaget denomino la moralidad descrita anteriormente como moralidad heterónoma. Esto significa una moralidad que se forma al estar sujeto a las reglas de otra persona. Por supuesto, para los niños en esta edad, las reglas son las que los adultos les imponen.

Por lo tanto, es una moral que proviene del respeto unilateral que le deben a sus padres, maestros y otros figuras de autoridad.

Sin embargo, a medida que los niños crecen, las circunstancias de sus vidas cambian, su actitud ante las cuestiones morales sufre un cambio radical.

Un ejemplo de esto es cómo responden a una pregunta sobre el mal comportamiento de un miembro de su grupo de pares.

Los niños menores típicamente “cuentan” a los demás. Creen que su principal obligación es decir la verdad a un adulto cuando se le pida que lo haga.

Los niños mayores normalmente creen que su primera lealtad es con sus amigos cercanos y no solo con sus compañeros en general.  Este sería un ejemplo de la moral autónoma del niño.

Moralidad autónoma (10 años en adelante)

La etapa de la moralidad autónoma también se conocida como etapa del relativismo moral, donde la moralidad basada en sus propias reglas.

Durante este periodo los niños comprenden que no existe el bien o el mal absoluto y que la moralidad depende de las intenciones y no de las consecuencias.

Piaget creía que alrededor de la edad de 9-10 años la comprensión de los niños de los problemas morales sufre una reorganización fundamental.

Al iniciar la etapa de las operaciones formales y empezar a superar el egocentrismo propio de la infancia media, van desarrollado la capacidad de percibir las reglas morales desde el punto de vista de otras personas.

El niño puede descentralizarse para tener en cuenta las intenciones y las circunstancias de otras personas, además realizar juicios morales más independientes que en la etapa previa.

Como resultado, las ideas de los niños sobre la naturaleza de las reglas mismas, sobre la responsabilidad moral, sobre el castigo y la justicia cambian, por tanto, su forma de pensar se asemeja más a la de los adultos.

Los niños ahora entienden que las reglas no provienen de alguna fuente mística “divina“. La gente crea reglas y las personas pueden cambiarlas; no están inscritas en tablas de piedra.

Con respecto a las “reglas del juego“, los niños mayores reconocen que se necesitan reglas para evitar peleas y garantizar el juego limpio.

De hecho, a veces incluso se fascinan con todo el asunto y, por ejemplo, discuten las reglas de los juegos de mesa, tales como el ajedrez, el monopolio, las cartas o el deporte, además de las reglas fuera de juego, con todo el interés de un abogado.

También reconocen que las reglas se pueden cambiar si las circunstancias lo dictan, por ejemplo, “Tienes un jugador menos, así que te daremos un gol de ventaja, si todos están de acuerdo”.

Con respecto a los temas de culpa y responsabilidad moral, los niños mayores no solo toman en cuenta las consecuencias sino que también consideran los motivos.

Comienzan a darse cuenta que si se comportan de una manera que parece estar equivocada, pero tienen buenas intenciones, no necesariamente serán castigados. Por lo tanto, para ellos un acto bien intencionado que resultó mal es menos culpable que un acto malicioso que no causó daño.

En el estudio de investigación anterior, los niños de 10 años y más suelen considerar a Margaret como la niña más traviesa. Aunque Marie hizo un agujero mucho más grande en su vestido, ella estaba motivada por el deseo de complacer a su madre, mientras que Margaret pudo haber causado menos daño, no actuó por intenciones nobles.

Todo esto demuestra, en opinión de Piaget, que los niños ahora pueden apreciar la importancia de los hechos subjetivos y de la responsabilidad interna.

Concepción de la mentira y el castigo desde la moral autónoma

Los puntos de vista de los niños sobre la mentira también cambian. La gravedad de una mentira se juzga en términos de traición a la confianza.

Ahora reconocen que todas las mentiras no son iguales, por ejemplo, puedes decir una “mentira piadosa” para proteger los sentimientos de alguien.

También reconocen que si alguien dice algo que sabe que no es cierto, ello no significa necesariamente que la otra persona esté mintiendo. Ya que podría ser que cometieron un error o que se trate de una diferencia de opinión.

En general, la mentira ahora se considera incorrecta no porque los adultos la castiguen, según lo consideran los niños más pequeños, sino porque es una traición a la confianza y socava la amistad y la cooperación.

Con respecto al castigo, el énfasis ahora pasa de la retribución a la restitución, su propósito no es principalmente hacer sufrir a los culpables sino arreglar las cosas de nuevo.

En otras palabras, el castigo debe estar dirigido a ayudar al infractor a comprender el daño que ha causado, de modo que no esté motivado para repetir la trasgresión y siempre que sea posible, el castigo debe coincidir con el daño causado; por ejemplo, reparar un daño causado a un bien ajeno.

Los niños en este periodo también reconocen que la justicia en la vida real es un sistema imperfecto.

A veces los culpables se salvan de pagar por sus trasgresiones y algunas veces los inocentes sufren injustamente.

Para los niños más pequeños, el castigo colectivo se considera aceptable. Por ejemplo, no estarían en desacuerdo con que toda una clase sea castigada por el mal comportamiento de un solo niño.

Los niños mayores, sin embargo, consideran incorrecto castigar a los inocentes por los malos actos de los culpables.

En general, Piaget describe la moralidad del niño mayor como una moralidad autónoma, es decir, una moral sujeta a sus propios términos.

El cambio se produce como resultado del desarrollo cognitivo general del niño, en parte debido al declive del egocentrismo y a la creciente importancia del grupo de pares.

El grupo de referencia para las creencias morales de los niños se centra cada vez más en otros niños y las disputas entre iguales deben negociarse y llegar a compromisos.

En lugar del respeto unilateral que los niños más pequeños deben a sus padres, una actitud de respeto mutuo rige las relaciones entre pares.

Carlos Vergara Cano

Psicólogo y Administrador en Servicios de Salud graduado en la Universidad de Antioquia, con experiencia en intervención individual y grupal con niños, adultos y familias. Experiencia en investigación cuantitativa, evaluación, diagnóstico e intervención psicológica con niños, adultos y familias. Intervención grupal con niños, adolescentes y padres de familia, Planeación y formulación de Políticas Públicas en Salud