Biografía de James Cagney (1899-1986)

James Cagney (1899-1986) nació y murió en Nueva York. De condición humilde y raíces irlandesas, su entrada en el espectáculo arrancó en el escalón más bajo como decorador de teatro. Decía Jimmy con sencillez: “De donde yo vengo, si puedes ganar un dólar no haces preguntas, simplemente vas y lo haces”. En 1919, sin formación específica, debutó en la escena. Un espectáculo musical con Frances, su esposa ‘forever’ –64 años casados, y dos hijos adoptivos–, le hizo popular. Warner le propuso llevar al cine su ‘show’ Penny Arcade. Era 1930 y el film, Sinner’s Holiday, inició una larga y turbulenta relación con el estudio, que como el río Guadiana, aparecía y desaparecía en su carrera. Las draconianas condiciones laborales eran legendarias, y hasta dos veces trató de librarse Cagney del “abrazo” del estudio, incluso creando una productora con su hermano William.

El nombre de Cagney quedó indefectiblemente ligado a sus personajes de gángster. Su primer éxito fue en 1931: El enemigo público de William A. Wellman. Allí definió de modo personalísimo un hampón hiperactivo y chulesco, algo crío en sus arranques violentos. Dio vueltas al tipo gangsteril, con su peculiar mímica y su original modo de ajustarse el pantalón, en Ángeles con caras sucias (Michael Curtiz, 1938), Los violentos años 20 (Raoul Walsh, 1939) y Al rojo vivo (id, 1949) en que al llegar a “la cima del mundo” lo gritaba como un niñato, buscando el aplauso materno. Cofundador del Sindicato de Actores, lo presidió entre 1942 y 1944. Curiosamente fue objetivo de la mafia, por no permitir su intrusión allí; la cosa no fue a mayores por intercesión de George Raft, ligado al hampa. 7 filmes hizo con su amigo Pat O'Brien, que venía a ser su némesis al otro lado de la ley, uno el citado Ángeles… y el último trabajo de ambos en cine, Ragtime (Milos Forman, 1981), para Cagney un regreso tras 20 años de ausencia.

Pero como dijo Cagney, “una vez que uno es cantante y bailarín, lo es para siempre”. No olvidó sus orígenes, y quería brillar en tal faceta. Lo hizo en Desfile de candilejas (Lloyd Bacon, 1933), y como el artista de music hall George M. Cohan en Yanqui Dandy (Curtiz, 1942), que le dio el Oscar. El mismo Cohan aprobó a Cagney por su ‘background’. De su versatilidad dan idea la shakespeariana Sueño de una noche de verano (1935), los westerns The Oklahoma Kid (1939) y La ley de la horca (Robert Wise, 1956) y las comedias La pelirroja (Walsh, 1941), donde era un alocado dentista, y Uno, dos, tres (Billy Wilder, 1961), crítica al capitalismo. Además encarnó a Lon Chaney en El hombre de las mil caras (1957). E incluso dirigió en 1956 la olvidada Short Cut to Hell.

“Resultaba curioso comprobar cómo funcionaba una regla de oro en Hollywood: nadie debía matar nunca a un Gable o un Flynn o un Cooper o un Peck, pero ‘matar’ a Cagney o Bogart funcionaba”. Las palabras de Walsh constatan esa cualidad inefable del actor, por la que entregaba villanos con encanto. Pero nunca era clones del mismo. Lo explicaba Peter Bogdanovich al enumerar la ambigüedad de sus villanos, “cómico en Escala en Hawai (1955), con un ‘pathos’ nada sentimental en Ámame o déjame, o con una complicada y perturbadora ambivalencia sicótica en Al rojo vivo.”