“Propongo que votemos a un imbécil que no se entera de nada. O sea, a mí”: cómo el cómico más famoso de Francia casi fue presidente del país | ICON | EL PAÍS
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“Propongo que votemos a un imbécil que no se entera de nada. O sea, a mí”: cómo el cómico más famoso de Francia casi fue presidente del país

Coluche se presentaba a las elecciones de 1981 con un programa populista. Poco después su mujer le abandonaba y su amigo Patrick Dewaere se suicidaba. El humorista falleció cinco años después y su muerte es uno de los temas favoritos de los adictos a las teorías conspiranoicas

Coluche ensayando su espectáculo 'Mes adieux au music-hall' en París en 1974.
Coluche ensayando su espectáculo 'Mes adieux au music-hall' en París en 1974.Foto: Getty

“Como siempre hemos votado personas competentes e inteligentes, ahora propongo que votemos a un imbécil que no se entera de nada. O sea, a mí”. Hace 40 años, un tipo que se mostraba en público vestido de payaso y pronunciaba eslóganes como este, además de hacer chistes procaces sobre Carolina de Mónaco, llegó a mirar cara a cara al sillón presidencial francés. También era honesto sobre sus intenciones: “Me presento a las presidenciales para cubrir de mierda a todo mundo y hasta el final”. Podría pensarse que se trataba de un populista más en busca de su momento de gloria, si no fuera porque la candidatura la apoyaron desde cantantes melódicos hasta filósofos posestructuralistas. Coluche era el cómico más famoso de Francia, solo que esta vez iba absolutamente en serio.

Coluche se presentó a las elecciones presidenciales de 1981 con la intención de imponerse al socialista Mitterrand y al republicano Giscard d’Estaing, que ocupaba el sillón presidencial. Su consigna era “azul, blanco, mierda”, y el eslogan “Hasta ahora Francia estaba dividida en dos; conmigo se doblará en cuatro”

Coluche se llamaba en realidad Michel Colucci, y había nacido en París en 1944, hijo de un inmigrante italiano pintor de brocha gorda y una empleada de floristería. Monette, su madre, quedó viuda muy joven y tuvo dificultades para sacar adelante a Michel y a su hermana Danièle, lo que compone el consabido cuadro de una infancia atribulada. “No soy un nuevo rico, sino un viejo pobre”, diría muchos años después, cuando era ya un actor respetado y, por descontado, bastante rico.

Pero antes tuvo que bregarse con un rosario de empleos en los que nunca llegó desarrollar una mínima destreza: florista como su madre, pero también ceramista, telegrafista, camarero, verdulero, repartidor, asistente de farmacia, asistente de fotógrafo y empleado de gasolinera. También se incorporó brevemente al ejército, pero fue encarcelado por insubordinación. Más tarde, siguiendo una antigua vocación musical, se hizo músico callejero, y aquí sí que encontró a su público. Esto le llevó al cabaret, y el cabaret al café-teatro, y el café-teatro a los pequeños papeles cómicos en cine y televisión.

Formó parte de la primera hornada del Café de la Gare, célebre café-teatro junto a la estación de Montparnasse de cuya cantera saldrían después otros actores como Gérard Lanvin, Gérard Depardieu, Josiane Balasko o Gérard Jugnot. Allí se hizo amigo de Patrick Dewaere, cuya trágica vida ya contamos en ICON y como veremos también aportaría cierta dosis de desgracia a la suya.

Otra componente de esa troupe que también triunfaría a lo grande era una joven de dieciocho años llamada Sylvette Herry, con la que Coluche inició un noviazgo. De él recibió el apodo que se convertiría en su nombre artístico: Miou-Miou. Coluche se lo puso en alusión a su timidez y su vocecilla gatuna. La madre de ella, sin embargo, no estaba nada satisfecha con la relación, y amenazó con denunciarlo por corrupción de menores (entonces la mayoría de edad en Francia se concedía a los 21). No llegó la sangre al río, ya que al poco Miou-Miou dejó a Coluche para convertirse en pareja de Dewaere, que comenzaba a hacerse un nombre en el cine.

Coluche junto a su mujer Véronique en una fiesta celebrada en París en 1981.
Coluche junto a su mujer Véronique en una fiesta celebrada en París en 1981.Foto: Getty

El guapo y atlético Patrick Dewaere fue inmediatamente adoptado por el sistema cinematográfico francés como un actor “serio” con múltiples registros. A Coluche le costó un poco más despegar, y cuando lo hizo fue como monologuista cómico en escenarios, radios y televisiones. Encarnaba la caricatura del francés medio con la nariz y los gruesos mofletes sonrosados de colorete y ataviado con botas, camiseta amarilla y un característico pantalón de peto a rayas. De inteligencia limitada, reglamentariamente machista y racista aunque no del todo malintencionado, era simplemente un mec (“un tipo”). “Siempre grosero, nunca vulgar”, se definía. Actuaba para el público de su país criticándolo abiertamente, pero quien reía sus gracias no pensaba que estuviera hablando de él porque los imbéciles son siempre los otros.

Por esta época conoció también a su esposa, Véronique Kantor, con la que tuvo dos hijos. Proveniente de un medio burgués, se enfrentó a su padre médico para quedarse a su lado y lo ayudó a montar su propia compañía, Le Vrai Chic Parisien. Después fue testigo de sus primeros éxitos en el cine: en 1976 rodó Muslo o pechuga junto a Louis de Funès y el año siguiente llegó a dirigir y protagonizar la farsa histórica Vous n'aurez pas l'Alsace et la Lorraine.

Mientras tanto, sus corrosivos chistes políticos eran censurados en algunos programas de radio y televisión. En 1980 lo contrataron para animar un programa en Radio Montecarlo bajo la única condición de que no hablara de la familia Grimaldi, copropietaria de la cadena. Nada más salir en antena dijo “Buenos días, estamos en directo desde la roca de las putas”. Y poco después: “¿Has visto Montecarlo? No, he visto subir a Carolina” (juego de palabras difícilmente traducible que enreda los nombres de la capital y la princesa monegascas junto a una posible alusión sexual). Fue inmediatamente despedido “por incompatibilidad de humor” y renunció a cualquier indemnización para él, pero a cambio exigió que se pagara al equipo.

Coluche presentando su cantina benéfica Les Restos du Coeur para gente sin recursos económicos en 1986.
Coluche presentando su cantina benéfica Les Restos du Coeur para gente sin recursos económicos en 1986.Foto: Getty

Aquello sucedió un viernes y el lunes siguiente se presentó al público vestido con una chaqueta de frac y una bufanda tricolor sobre su peto habitual soltando una ocurrencia que nadie habría esperado, y cuyas motivaciones nunca se han llegado a desentrañar del todo. Coluche se presentaba a las elecciones presidenciales de 1981 con la intención de imponerse a candidatos como el socialista Mitterrand y el republicano Giscard d’Estaing, que entonces ocupaba el sillón presidencial. Su consigna era “azul, blanco, mierda”, y el eslogan “Hasta ahora Francia estaba dividida en dos; conmigo se doblará en cuatro”. Otro chiste intraducible, ya que en francés “pliée en quatre” también puede significar “muerta de risa” o “dar su brazo a torcer”, entre otras cosas.

Ofrecía un programa populista y antisistema que sin embargo se dirigía justamente a los colectivos que el populismo suele dejar de lado: “Apelo a los perezosos, inmundos, adictos, alcohólicos, maricones, mujeres, parásitos, jóvenes, viejos, artistas, carceleros, bolleras, aprendices, negros, peatones, árabes, los franceses, los peludos, los locos, los travestis, los ex comunistas, los abstemios convencidos, todos aquellos que no cuentan”, anunció. De inmediato obtuvo el apoyo de otros artistas y comediantes, pero también de la crema de la intelectualidad que representaban Gilles Deleuze, Félix Guattari, Pierre Bourdieu o Alain Touraine. Los sondeos llegaron a concederle un 16% de intención de voto, lo que lo clasificó en tercer lugar entre los candidatos, rozando a Mitterrand.

Después de divorciarse, el humorista posó para una revista con un rifle que regaló a su amigo Patrick Dewaere, quien se pegó un tiro en el baño de su casa cuando su novia Elsa Chalier le llamó para decirle que le dejaba por Coluche

Pero a lo largo de la campaña los desacuerdos internos, así como las presiones políticas y periodísticas (salieron a la luz viejos problemas con la ley, y desde el Ministerio del Interior llegó a emitirse una orden para que se lo investigara con el fin de desacreditarlo públicamente) terminaron convenciéndolo para que renunciara a la candidatura. Anunció que estaba harto de la política y que cambiaba su estrategia de protesta contra la censura en los medios poniéndose en huelga de hambre, y manifestó su apoyo a Mitterrand, que al menos era un candidato de izquierdas. Y fue Mitterrand quien tras las elecciones del 10 de mayo de 1981 sucedió a Giscard d’Estaing como presidente de la República Francesa.

La aventura electoral había puesto de los nervios a Véronique, que pidió el divorcio aquel mismo año. Esta fue solo la primera de una serie de desgracias que afectaron profundamente al actor. Poco después de divorciarse, posó para una revista humorística vestido de cazador y con un rifle del calibre 22 que regaló a su amigo Patrick Dewaere. Retirado en una casa que se había comprado en la ex colonia caribeña de Guadalupe, invitó a Elsa Chalier, la novia de Dewaere, a hacerle compañía. Ella embarcó para el Caribe sin dudarlo, dejando la relación pendiente de un hilo. Al cabo de unos días le confirmó por teléfono a Dewaere que todo había terminado entre ellos. Esa misma noche, él se pegó un tiro en el baño de su casa: el arma era el mismo rifle que le había regalado Coluche. Lola Dewaere, hija de Patrick y Elsa, diría años después: “No voy yo a tirar la primera piedra: en aquella época, todo el mundo estaba con todo el mundo. Pero pienso que mi padre vivió aquello como la traición suprema, ya que Coluche era su mejor amigo”.

Coluche y Patrick Dewaere en París en 1975.
Coluche y Patrick Dewaere en París en 1975.Foto: Getty

La relación entre Elsa y Coluche duró poco, sin embargo. Ese mismo año, él se vinculaba a la actriz y escritora Fred Romano, de la que la prensa gala diría que “lo acompañó en el infierno”. Y aquí se hacía referencia sobre todo a las drogas duras, con las que ya había flirteado antes, pero que en esta época se convirtieron en una compañía más frecuente. Ella no lo desmentiría: “Juntos llegamos muy lejos en nuestro deseo de morir”. Un deseo al que dieron rienda suelta durante los cuatro años que duró la relación.

También en este tiempo, su carrera experimentó un giro positivo al que no fue ajena la muerte de Patrick Dewaere. Estaba previsto que éste, Miou-Miou y Coluche protagonizaran a las órdenes de Bertrand Blier una película cuyo título, La femme de mon pote (La mujer de mi colega), aportaba claros indicios sobre su argumento: un hombre se enamora de la mujer de su mejor amigo, que parece corresponderle. El guion se inspiraba en la vivencia real de los tres actores, y acaso también en el asunto Patrick-Coluche-Elsa. La cuestión es que, tras el fallecimiento de Dewaere, Miou-Miou rechazó protagonizarla -la reemplazó Isabelle Huppert- y Coluche, aunque con serios conflictos morales, terminó aceptando.

El 19 de junio de 1986 la moto de Coluche tomó una salida con poca visibilidad en una carretera de la Costa Azul y se estampó contra un camión que estaba maniobrando. No falleció en el acto, lo hizo tres cuartos de hora después

La decisión le generó profundos remordimientos, pero resultó ser una jugada maestra para su carrera: la crítica, sorprendida por aquella incursión dramática de alguien considerado hasta entonces un cómico de la tele, alabó su interpretación con entusiasmo. Un entusiasmo que contagió al director Claude Berri, quien le dio el papel de un triste y alcohólico empleado de gasolinera en el policiaco Tchao Pantin. Aquello se saldó con un César al mejor actor protagonista, el mismo premio al que su amigo recién fallecido, Patrick Dewaere, el “actor serio”, había sido nominado hasta cinco veces sin obtenerlo jamás.

Sin embargo, no aprovechó demasiado esta nueva aura de prestigio, ya que sus siguientes películas (con directores como Dino Risi, Claude Zidi o Josiane Balasko) fueron comedias no muy memorables. A cambio, se empeñó a fondo en dos actividades que nada tenían que ver con el espectáculo. La primera fue la labor solidaria, con la que fundó la iniciativa Les Restos du Coeur (restaurantes del corazón), una cantina gratuita que servía comida a personas con insuficientes recursos económicos, que aún sigue operativa. Y la segunda fue su afición a las motos, que lo llevó a participar en la Paris-Dakar de 1985 y a batir el récord mundial de velocidad al alcanzar los 252,087 kilómetros por hora en el circuito de Nardò a bordo de una Yamaha.

Coluche durante el París-Dakar en el que participó en 1985.
Coluche durante el París-Dakar en el que participó en 1985.Foto: Getty

Sin embargo, no concurría exceso de velocidad cuando el 19 de junio de 1986 su moto tomó una salida con poca visibilidad en una carretera de la Costa Azul y se estampó contra un camión que estaba maniobrando. No falleció en el acto, lo hizo tres cuartos de hora después. Desde el momento del accidente hasta su muerte le confortó su amigo, el maquillador Didier Lavergne, que iba en otro vehículo detrás de él. Según él, la motocicleta de Coluche no corría a más de 80 km/h en una carretera con límite de 90, y de hecho las agujas del contador quedaron detenidas en los 60 kilómetros por hora. El conductor del camión, en cambio, aseguró que “iba muy deprisa”. La estrella de rock francesa Renaud, amigo del cómico, le dedicó una canción titulada Putain de camión (Puto camión . Su letra (“Ese puto camión, ¿pero qué demonios hacía ahí? / Puta vida de mierda / Rodaste sobre la hierba / Y a nosotros nos dejaste allí plantados”) no era mucho más sutil que el propio título.

En su país, la muerte de Coluche no ha dejado de ser uno de los temas favoritos de los adictos a las teorías conspiranoicas. Se ha dicho que la mordacidad política de sus monólogos había llegado demasiado lejos, y también que había que neutralizar a toda costa el riesgo de que volviera a presentarse a las elecciones porque había demasiados intereses que podían desbaratarse con un bufón en la presidencia. Nada de esto parece probable, ya que la Quinta República francesa es uno de los contextos políticos más serios y estables de la democracia mundial. “La France est une République indivisible, laïque, démocratique et sociale”, palabra de Dios.

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Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.

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