Esperando a Dalí

*Barcelona finales de los 70

Así comienza Esperando a Dalí. Final de la dictadura de Franco. Jóvenes ávidos de renovación, de libertad. Revueltas ciudadanas, panfletos impresos en la clandestinidad. Y, obviamente, una tremenda represión policial con numerosos heridos. Dos de ellos son dos hermanos cocineros (Iván Massagué y Pol López) y un amigo francés (Nicolás Cazalé), que les insta a marcharse de Barcelona durante algún tiempo, hasta que se calmen los ánimos.

El destino será un precioso lugar en la Costa Brava donde vive su novia (Clara Ponsot) ayudando a su padre (José García) en un restaurante totalmente decorado y dedicado a un excéntrico vecino: Salvador Dalí. Dos restaurantes serán eternos rivales, compitiendo por atraer a la peculiar pareja formada por el genio y su esposa, Gala (Vicky Peña), a cenar y así dar fama y renombre al local al que acudan.

De la convivencia de los lugareños con los visitantes, como intelectuales, artistas etc, surgen muchas anécdotas que forman parte del universo de Cadaqués. Allí hay claramente un sentimiento surrealista, quizás Dalí llegó a ser lo que fue gracias a ese origen.

*Extraordinaria combinación

Para David Pujol fue algo lógico llevar a cabo Esperando a Dalí, ya que había rodado anteriormente una serie documental con Ferrán Adriá y con todo el equipo de "El Bulli". Resultó ser una experiencia maravillosa. David se sintió maravillado por haber conocido a aquella gente con la que aprendió a hacer cine desde una cocina. A raíz de eso, la Fundación Dalí se fijó en aquellos documentales. La directora del Departamento Artístico y de los Museos, Montse Aguer Teixedor, le encargó una trilogía sobre la biografía de Dalí. Estudiando e investigando, realizó el mencionado proyecto sobre un genio inabarcable, inagotable e inspirador como es Dalí.

Por otro lado, siendo vecinos los domicilios de Adriá y Dalí, sus respectivas casas distan 12 kilómetros, era inevitable que naciera la chispa. ¿Qué hubiera ocurrido si Dalí hubiera ido a cenar al "Bulli"? El dueño del restaurante de la película, Jules, interpretado por José García, se mimetiza tanto con Dalí, que no deja espacio para él mismo. Es decir, está tan obsesionado con que el artista vaya al restaurante, que se olvida de estar en la cocina, que es lo principal.

*Nací en el Mediterráneo

La espectacular fotografía de Esperando a Dalí, llevada a cabo por otro genio, Román Martínez de Bujo, con una sensibilidad extraordinaria, ha sabido trasladar en imágenes la esencia mediterránea. La secuencia de una pequeña barca sobre un brillante y apacible mar, con Jules y Fernando (Iván Messegué) llevándole a Dalí una olla con con una exquisita sopa "bullabesa", resulta cómica, a la par que bucólica.

Una colonia hippy está instalada en el pueblo, aportando una colorida y reconocible imagen de los 70. La ligereza de sus costumbres y la libertad de sus actos, serán una provocación a los ojos de un retrogrado sargento de la guardia civil. La excelente música instrumental de Pascal Comelade, pone el tono exacto a la película. Es un conocido compositor francés muy unido a Barcelona por su amistad con Lluís Llach, María del Mar Bonet y Toti Soler.

*Conclusión

Esperando a Dalí es una poética historia ambientada en una época próxima a su fin, los años 70. Una metáfora sobre los anhelos que se pueden llegar a hacer realidad cuando menos se espera. Un sensible pretexto para ensalzar las delicias culinarias mediterráneas y el excéntrico arte de Salvador Dalí, todo ello enclavado en el precioso escenario como es Cadaqués.

Un trabajo de muchos años de esfuerzo que se han visto recompensados al poder participar en el Festival de Cine de Málaga, también a orillas del mismo mar.

Escrito por Irene Abecia Navarro

Ir al cine a ver "Esperando a Dalí" es como sentarse en una terraza con vistas al Mediterráneo esperando la llegada del atardecer, mientras disfrutas de los sabores del mejor chef: Un guión ingenioso, unas interpretaciones mágicas (especial mención a José García que está brillante en cada frase, con cada gesto, con su presencia cada escena gana enteros), una pena que los papeles de José Ángel Egido como chófer de Dalí y de Vicky Peña como Gala sean tan cortos, se merecen un spin off, una fotografía cálida y una banda sonora que marida todo lo anterior dejando un regusto en nuestro paladar del que no quieres desprenderte.
¿Quién en su sano juicio estaría dispuesto a rechazar este plan?

Tuve la oportunidad de ver esta película en el festival de Málaga y la reacción del público fue impresionante. No es de extrañar porqué Esperando a Dalí es un film que te invita a relajarte y pasarlo bien. Un recordatorio de la tremenda capacidad del cine como mecanismo para lidiar con la dura realidad presentando un mundo al que escapar, donde los sueños se hacen realidad. La película es un gozo constante. Divertida, con interpretaciones hilarantes (el gran José García) pero también con reflexiones motivadoras respecto a lo que requiere cumplir tus sueños. También cuenta con una fotografía excelente que le da a toda la película un color y tono onírico, reflejando un Cadaqués idílico.
Esperando a Dalí es un film que todo el mundo necesita de vez en cuando. Perfecto para ver en familia o para sacarte una sonrisa.

En un pequeño pueblo de la Costa Brava, la película "Esperando a Dalí" nos sumerge en una historia fascinante y surrealista. El protagonista, Fernando, interpretado por Ivan Massagué, es un talentoso chef que llega al pueblo con la tarea de cocinar una cena para el famoso artista Salvador Dalí y sus amigos. A través de esta premisa, se exploran temas de bohemia, arte y amor, creando una mezcla única y cautivadora.

El elenco, encabezado por Ivan Massagué, José García, Paco Tous y Pol López, entrega actuaciones sólidas que capturan la esencia de sus personajes. José García brilla en su papel como Fernando, transmitiendo la pasión y la determinación de su personaje de manera convincente. El resto del elenco también cumple con creces, aportando profundidad y autenticidad a sus respectivos roles.

La dirección de David Pujol es uno de los puntos destacados de la película. Su habilidad para crear una atmósfera mágica y surrealista se ajusta perfectamente a la temática y al estilo de la historia. La cinematografía y el diseño de producción también merecen elogios, con una paleta de colores vibrante y una atención al detalle que sumergen al espectador en el mundo de la película.

La música y los efectos especiales cumplen su función de manera adecuada sin destacar particularmente.

En cuanto a la edición, el ritmo y el diálogo, la trama puede parecer un poco lenta en ciertos momentos. Además,
algunos personajes secundarios podrían haber sido más desarrollados. Sin embargo, la película logra transmitir reflexiones motivadoras sobre la importancia de perseguir los sueños y no rendirse ante los obstáculos.

Película encantadora que captura la esencia de la Costa Brava y la bohemia de los años 70. Si bien puede no ser del gusto de todos, aquellos que disfrutan de las películas con un toque surrealista y mágico encontrarán mucho que disfrutar aquí. La película es un viaje visual y emocional que invita a reflexionar sobre la búsqueda de la pasión y la realización personal.

David Pujol escribe y dirige este largometraje en el que se fusionan los dos temas que han marcado su trayectoria anterior: la cocina y el inmortal pintor Salvador Dalí.

La propuesta es curiosa como poco, se disfruta con moderación y deja al final un buen sabor de boca. Sin embargo, sigo pensando, y la experiencia me da la razón, que no está al alcance de cualquiera asumir a la vez el papel de guionista y director, Woody Allen aparte y pocos más. Pujol tiene ideas bastante geniales y combina con valentía lo original, el punto de locura propio del surrealismo de Dalí y la contención política con algunos lugares comunes que no desentonarían con un poco más de agilidad en la narración.

Este cóctel, que es uno de los principales activos de la película, pierde fuelle en un relato al que le falta, en su desarrollo, toda la frescura de la que el contenido tiene de sobra. Hay suficientes faltas de ritmo como para hacer que en algunos momentos se pierda el interés y se caiga en cierto aburrimiento.

Pero al final, como digo, el proyecto cae de pie, gracias, sobre todo, a lo singular de la propuesta y a la sinceridad con la que todos parecen haber asumido el desafío. Resalto algunos momentos sublimes cinematográficamente hablando, como el de la boda, la defensa encendida que hace Jules de Dalí ante dos insultantes comensales, o la inclusión de personajes secundarios que dan peso al film, como el voluntarioso camarero Luis o Arturo, el chofer del pintor.

Por otro lado, independientemente de otros elementos, queda claro que la cinta de David Pujol es un canto a la ilusión, a trabajar por conseguirlo y a la necesidad de no perderla nunca a pesar de las dificultades.

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