'La carrera del siglo', la delirante maratón de 1904 en cómic
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'La carrera del siglo', la delirante maratón de 1904 en un sorprendente cómic de Toussaint y Munuera

  • El dibujante español también publica un nuevo volumen de El Corazón de Hojalata
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Detalle de la portada de 'La carrera del siglo'
Detalle de la portada de 'La carrera del siglo'

José Luis Munuera (Lorca, Murcia, 1972) es una de las estrellas del cómic europeo gracias a obras como Spirou, Zorglub o Los Campbell. Ya os recomendamos la nueva revista Autores de cómic, que le dedica su primer número, y ahora os hablamos de sus dos nuevos trabajos: La carrera del siglo (Astiberri), con guion de Kid Toussaint, y que va sobre la sorprendente maratón de los Juegos Olímpicos de 1904, y el segundo volumen de la serie El corazón de hojalata (Nuevo Nueve), donde ha vuelto a contar con la colaboración del guionista Bertrand Beka.

Y empezamos con La carrera del Siglo, la maratón de los Juegos Olímpicos de 1904, los terceros de la era moderna, que se celebraron en Misuri y donde pasó cualquier cosa que os podáis imaginar, desde un corredor que hizo gran parte de la prueba en coche, hasta el primer caso de dopaje registrado (¡con estricnina!). "Yo no conocía esta sorprendente historia y cuando Kid Toussaint me lo contó, enseguida la visualicé como un cortometraje de Buster Keaton, Harold Lloyd... Me parecía una historia tan delirante y tan absurda que había que hacerla inmediatamente. Casi lo hicimos para disfrutar, sin ninguna expectativa, y para nuestra sorpresa ha sido un gran éxito" -nos comenta Munuera-.

Pero... ¿Por qué fue tan sorprendente esta carrera? "Porque fue un auténtico delirio -asegura el dibujante-. Pasaron un montón de cosas totalmente locas que no se le habrían ocurrido ni al fabulador más delirante. Para empezar, se celebró a las 15:00 de la tarde, con un calor insoportable y por carreteras llenas de polvo... lo que unido a que solo había un avituallamiento de agua, provocó que un montón de corredores sufrieran problemas de asfixia. Y los participantes hicieron todo tipo de trampas... Me parecía un material narrativo absolutamente fabuloso y, de hecho, la historia real es tan delirante que hay muchos elementos que no hemos usado porque no se los creería nadie. Como el corredor que compitió con una pata de palo. Por eso hemos querido incluir al final del libro un pequeño dossier histórico en el contamos lo que realmente ocurrió y que está consensuado históricamente. Y que es más increíble que lo que contamos nosotros".

Página de 'La carrera del siglo'

Del corredor que hizo el recorrido en coche al primer caso de dopaje registrado

El organizador es estos terceros Juegos Olímpicos fue James E. Sullivan, fundador de la Amateur Athletic Union (AAU), que desarrolló el deporte en Estados Unidos. "Sullivan tenía una rivalidad permanente con Pierre de Coubertin, el creador de los Juegos Olímpicos modernos -nos cuenta Munuera-. Siempre intentaban hacerse la puñeta el uno al otro. Y como los anteriores Juegos se habían celebrado en Francia y allí los franceses habían conseguido como 230 de las 260 medallas en competición, quería vengarse y anular a los franceses en sus propios Juegos en Misuri. Y lo consiguieron porque, esta vez, los americanos ganaron la mayoría de las medallas".

"Esos comienzos del Siglo XX, es justo el momento en el que los Estados Unidos empiezan a tener una preponderancia universal como macro potencia en todos los terrenos -añade Munuera-. En el terreno cultural, digamos, le roban a Europa y particularmente a Francia, su predominio con el cine, que se convierte un poco en el lenguaje del siglo 20 por excelencia. También en el terreno armamentístico... y querían imponerse también en el marco deportivo. Aunque fuera utilizando métodos para imponerse, que, como ha sucedido habitualmente con Estados Unidos, no hayan sido muy elegantes. Y esta carrera es un buen ejemplo de eso".

Entre esas trampas que hicieron los corredores, la más recordada es la que protagonizó Frederick Lorz, que hizo 17 kilómetros en coche. "Fue todo una locura -afirma Munuera-, se le llegó a proclamar ganador pero enseguida salió gente diciendo que le había visto montarse en el coche y Lorz reconoció el engaño, por lo que fue descalificado. Pero es que el segundo en llegar a la meta fue Thomas Hicks, al que se le administraron dos inyecciones de estricnina (veneno para ratas) mezclado con brandy y clara de huevo (es el primer caso registrado de dopaje en las Olimpiadas). Imaginaos el nivel porque esas inyecciones podían haber sido mortales. De hecho, durante más de de medio siglo, ha sido considerado ganador de la carrera hasta que se le retiró el título y se le dio al que llegó segundo, tercero en realidad, que fue Arthur Newton y nunca supo que había ganado, porque ese reconocimiento le llegó cuando ya había muerto".

Página de 'La carrera del siglo'

"Dejaron correr a afroamericanos para reforzar el supremacismo blanco"

Una de las cosas más destacadas es que en 1905, poco después de la Guerra de Secesión, en esta carrera participasen afroamericanos. "Era un contexto en el que la segregación racial está muy presente -nos cuenta Munuera-. La Guerra de Secesión apenas había acabado 40 años antes y recordemos que la segregación racial continuó en el país hasta casi los años 80, e incluso podemos decir que sigue hasta nuestros días... Había un contexto de Supremacismo blanco y se les ocurrió que dejar correr a afroamericanos era una forma de reforzar un poco esa idea de la superioridad blanca frente a razas que ellos consideraban "inferiores". Así que cogieron a dos corredores, Jan Mashianni y Len Taunyane, que prácticamente pasaban por allí, porque habían viajado para participar en la reconstrucción de la guerra bóer en un documental. Para mí son los auténticos héroes de la historia porque, pese a no tener ningún entrenamiento y correr descalzos, pese a ser perseguidos por perros o perderse durante cinco kilómetros, quedaron en unos meritorios 9º y 12º puestos".

Munuera destaca por ser un dibujante muy dinámico pero le preguntamos si ha sido difícil dibujar un cómic en el que los personajes están corriendo durante casi 80 páginas. "Complicadísimo. Yo quería darle cierta verosimilitud visual a lo que estábamos contando y reconozco que tengo cierta tendencia, por no decir una naturaleza claramente exagerada, de tender hacia el histrionismo. Por eso he tenido que relajarme mucho y darle un toque de realismo a los movimientos. Me he documentado muchísimo, viendo muchos videos de carreras y viendo a gente corriendo. Afortunadamente vivo al lado un parque en el que corre mucha gente y por la mañana solía ir a tomar vídeos y fotos. Yo mismo he posado en un video para verme correr. Y esa torpeza mía me ha ayudado a entender como podía correr esta gente cuando todavía no había los entrenamientos de élite de la actualidad".

Destacar el sentido del humor de todo el cómic, tanto en lo visual como en el guion y los diálogos. "Como comentaba, me he inspirado mucho en Mack Sennett, Buster Keaton, Harold Lloyd, los Keystone Cops, Mary Pickford, Max Linder... Me he visto todos sus cortometrajes y películas. La parte de documentación ha sido la más divertida que he hecho nunca. Pero todos ellos han sido fundamentales para encontrar el tono, porque este cómic podía haberse contado como un drama épico, pero nosotros hemos preferido una comedia ligera y burlesca, como las comedias del cine mudo",

Portada de 'La carrera del siglo'

'El corazón de hojalata'

La publicación de La carrera del siglo coincide con la del segundo tomo de la serie El Corazón de Hojalata (Nuevo Nueve), en la que Munuera colabora con el guionista francés Bertrand Beka. Una historia retro-futurista ambientada también a comienzos del Siglo XX, pero en vez de que los humanos tengan esclavos negros en las plantaciones, tienen robots, a los que no reconocen ningún derecho. En este segundo tomo Eva, una joven vagabunda, descubrirá un libro escrito por un robot, lo que está absolutamente prohibido, por lo que será perseguida por un poderoso hacendado de creencias supremacistas que encargará a dos robots alguaciles que destruyan el libro.

"Yo había hecho una pequeña historia corta que se titula El hombre de metal (la podéis leer en la mencionada revista Autores de cómic) para la revista Tintin. C'est la aventure. Concretamente para un monográfico dedicado a la Revolución. Allí contaba la historia de un robot que se dedica a pintar grafitis, en una especie de entorno decimonónico. Y los humanos lo reprograman porque no toleran que un robot tenga una actividad, digamos creativa. A partir de esa pequeña historia, Bertrand y yo desarrollamos esta historia de ciencia ficción que sucede en un pasado ucrónico, que no es real, y que a mí me parecía muy seductor visualmente. Un escenario como de La Casa de la Pradera, en unos Estados Unidos todavía rurales que están empezando a construir ciudades y a industrializarse".

"Y en ese contexto, meter el elemento de los robots -añade-. Que en esta historia son como una especie de trasunto de los esclavos africanos que habían entrado en América. Otra vez estamos con el tema del del racismo y del supremacismo, aunque en un escenario fantástico. Pero esa esclavitud va más allá del racismo, porque hablamos , en general, de la utilización de otros seres humanos (en este caso mecánicos) para nuestros propios y egoístas fines. Por eso, creo que toda la historia trata de qué es ser humano, de qué significa ser humano. Y para eso los robots nos sirven un poco como espejo deformante, Metafórico. Además de dar un claro interés visual a la historia".

Preguntamos a Munuera si el estar ambos cómics ambientados en épocas parecidas ha hecho más fácil la labor de documentación. "Es muy diferente. En La carrera si hay un gran esfuerzo de documentación, porque está basada en hechos reales. Si aparece un coche, por ejemplo, es de 1904 o anterior, nunca posterior. En el caso de El corazón de hojalata, tengo mucha más libertad creativa y es más una evocación fantasiosa, bucólica y totalmente o semi-inventada de lo que podría ser ese ambiente".

En ambas obras el color es de Sedyas. "Además de las diferencias en el dibujo en ambos cómics, intentamos que el color ayude al actor a entrar dentro del tono y del ambiente de cada historia -nos explica Munuera-. El color es, un poco, como la música de fondo en una película. Tiene que conseguir que, a nivel inconsciente, el lector entienda el tipo de relato que estamos contando. En el caso de La carrera del siglo buscamos deliberadamente un tipo de color muy desaturado, muy sobrio, que nos remite, cuando lo estamos leyendo, a ese cine mudo que mencionaba antes. Mientras que en El corazón de hojalata, el color es más vibrante, aunque también tiene un tono, una especie como de de trama muy ligera, muy sutil, que ayuda también a que el lector, mentalmente, viaje a esa especie de pasado, a ese Érase una vez... en el que se ambienta la historia".

Portada de 'El corazón de hojalata'

"Soy optimista con los avances en Inteligencia Artificial"

Ese robot capaz de escribir un libro, que aparece en el cómic, también nos recuerda a un tema candente entre los ilustradores y dibujantes de cómic estos días, los tebeos e imágenes generados por Inteligencia Artificial (AI). "Nosotros hicimos el cómic antes de que ChatGPT hiciera su entrada ruidosa y demoledora en nuestro universo. Hoy por hoy ya me parece que es inevitable, es algo que tenemos encima y con lo que vamos a tener que cohabitar. Espero que de la mejor manera posible, pero que ya es una evidencia. Lo estamos viendo en todos los terrenos. científico, artístico, periodístico... Está en todos los lados. Y plantea muchas cuestiones a todos los niveles. Cuestiones legales en primer lugar y en segundo lugar, y no menos importante, cuestiones éticas".

"Yo soy optimista por naturaleza -añade-, y hasta el momento, siempre que ha habido un avance tecnológico, la creatividad humana ha sabido utilizarlo en su propio beneficio y de forma positiva. Pensemos, por ejemplo, en la invención de la imprenta, la fotografía, el cine... Son avances tecnológicos que en su momento han supuesto una crisis porque acabaron prácticamente con un sistema que está bien establecido. Por ejemplo, cuando aparece la fotografía a mediados del siglo XIX, la función del pintor queda en entredicho. Porque hasta ese momento su trabajo era representar la realidad. Cuando hay un artefacto mecánico que es capaz de representar la realidad de forma automática y sin que sea precisa la intervención de un artista, entre comillas, pone en cuestión el sentido mismo, de la de la pintura. ¿Qué sentido tiene pintar?"

"Pero eso da origen, en el siglo XX, a las vanguardias pictóricas -continúa Munuera-. Es decir, hay una especie de respuesta que es positiva, que es creativa, que proactiva. Y yo espero que sucederá lo mismo con inteligencia artificial. Es decir, la tendremos que integrar dentro de nuestro proceso creativo. Yo quizá soy demasiado viejo para eso, pero estoy seguro que los chavales jóvenes están en ello en este momento. Creo que facilitará a los artistas ciertas cuestiones mecánicas técnicas por las que tenemos que pasar actualmente. Y espero que sirva para aumentar nuestra creatividad. Que al final, lo que se imponga, no sea tanto la técnica, que dejará de tener importancia en los aspectos técnicos, porque lo hará una máquina... como la subjetividad, el punto de vista, el análisis individual de cada creador. Es un poco lo que pasa también en el periodismo, con esas sobredosis de noticias que están obviamente generadas por la maquinita esta. Y claro, yo cuando leo una noticia miro de donde viene, quien la escribe... porque ese texto escrito por la Inteligencia artificial no deja de ser un refrito de muchas cosas, sin personalidad y muy aburrido".

Página de 'El corazón de hojalata'

Sus proyectos

Preguntamos a Munuera que, dentro de una carrera tan larga e importante, cual cree que sería su punto álgido. "Espero que no haya llegado todavía a lo máximo que puedo aspirar -confiesa-. Yo reviso mis cosas y veo que estoy lejos de mi objetivo, que es hacer algo que tenga un valor tremebundo. Y, a la vez, espero no conseguirlo nunca, porque en esa misma búsqueda radica el interés del ejercicio. Fue muy importante para mí, por supuesto, Spirou, por lo que supuso profesionalmente, por como me situó y porque he podido hacer mi carrera posterior gracias a él. Pero creo que no ha sido menos importante, por ejemplo, El juego de la Luna, que hice con Enrique Bonet, que me abrió una puerta más personal, más de investigación. pero yo tengo buenos recuerdos de todo lo que he hecho".

Después de convertirse en uno de los grandes del cómic europeo, le preguntamos si le gustaría probar suerte en el norteamericano: "Hace unos años sí tuve algunas entrevistas con C. B. Cebulski, de Marvel, para hacer una posible adaptación de Los Cuatro Fantásticos como niños. Pero no acabó de convencerme el tema porque funcionan de una forma muy distinta al cómic europeo. Sacrificas tu independencia como autor para formar parte de un mecanismo en el que eres una pieza cuyo talento se alquila, digamos, para llevar a cabo los sueños de otra persona. Y a mí eso no me interesa demasiado en principio. Pero bueno, oye, nunca digas de este agua no beberé. Nunca se sabe".

En cuanto a sus proyectos, José Luis Munuera nos avanza: "Estoy terminando el tercer tomo de El corazón de hojalata. Y luego valoraremos la respuesta del público para ver si hacemos más álbumes o lo dejamos en una trilogía. Creo que seguiremos porque tenemos muchas más ideas para continuar la historia y porque creo que la serie tiene un corazón, como dice el título, verdaderamente interesante. Además, dentro de la serie de adaptaciones navideñas que estoy haciendo, como Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, o Cuento de navidad, de Dickens, el siguiente será Peter Pan, de Barrie, pero no será el Peter Pan aventurero de la obra de teatro que escribió y que sirvió de base a Disney, sino el de los primeros textos que Barry escribió, que era algo mucho más feérico, un cuento de hadas bastante oscuro. Por último, junto a Kid Toussaint, vamos a contar el concierto del siglo, que para nosotros fue el Woodstock de 1969, que es un poco el paradigma del movimiento Hippie en su momento más lúcido y más bonito, más pletórico".

Página de 'El corazón de hojalata'