Llegó a mí (2023), de Rebecca Miller

Nueva York. Steven Lauddem es un compositor de ópera que está sufriendo una severa crisis creativa. Su mujer, una maniática de la limpieza y el orden, le anima a dar una vuelta por la ciudad para despejarse, sin rumbo ni planes. Y en su periplo se cruza con Katrina, una mujer que le lleva materialmente al huerto, a bordo de su barco remolcador. Para horror de Steven, que piensa que todo ha sido un error, Katrina parece enamorada y no quiere dejarle escapar... Y a este panorama agobiante se unirá un incipiente problema familiar cuando los padres de la novia de su hijastro se proponen con todas sus fuerzas romper ese amor juvenil.

En su faceta de directora, Rebecca Miller, que alterna labores también de interprete, guionista o productora, suele elegir proyectos que se salen de lo común, un tanto estrafalarios, digamos. Así ocurrió con sus dos anteriores películas La vida privada de Pippa Lee, basada en su propia novela, y Maggie's Plan, de aires independientes. Ahora entrega su siguiente película como directora y desde luego elige una historia que tiene muy poquito de convencional, una comedia romántica bastante estrambótica, con personajes raritos e incluso algo desquiciados y una trama en donde el sentido del humor va del patetismo al surrealismo. Sin ser particularmente notable, el resultado divierte, tiene su interés y su tono positivo es desde luego un punto a favor.

Al margen de la singularidad de la historia, Llegó a mí cuenta con un guión elaborado, que cuida a los personajes, todos bastante originales, por lo que los conflictos dramáticos, derivados de las crisis vitales que sufren todos ellos, tienen poso y nunca aburren en su comicidad. Todas las cuitas tienden además al disparate, pero es curiosamente el mundo de los adultos el que presenta situaciones más desesperadas (la acosadora, el fanático padre de la chica, la madre que quiere ser monja, etc.), mientras que en comparación con ellos los jóvenes adolescentes son todo un dechado de sentido común y equilibrio emocional. De todas maneras se llevan la palma en cuanto tarambanas los personajes femeninos de una encantadora Marisa Tomei, que explica sus ansia de seducir por su “adicción al romance”, y una neurótica Anne Hathaway que explota locamente en su consulta en un momento absolutamente delirante. Vamos, que las dos actrices se lo han tenido que pasar bomba durante el rodaje. Y por supuesto, entre el resto del reparto destaca especialmente un estupendo Peter Dinklage con un personaje completamente superado por los acontecimientos.