Felipe III, rey de España, sedente
Hacia 1615. Óleo sobre lienzo, 160 x 109 cmDepósito en otra institución
Felipe III (1578-1621) era hijo de Felipe II y de su cuarta esposa, Ana de Austria. Llegó al trono español en 1598, y poco después contrajo matrimonio con Margarita de Austria, en una doble ceremonia en la que su hermana Isabel Clara Eugenia casó con su primo Alberto. Piadoso y amante de la caza, se le achaca un carácter abúlico y poco interesado por los asuntos de Estado, que delegaría en su valido, el influyente duque de Lerma. Durante su reinado, y en la coincidente fecha de 1609, se llevó a cabo la expulsión de los moriscos de la península y el cese temporal de la contienda con Flandes, gracias a la firma de a Tregua de los Doce Años. El rey tuvo ocho hijos, de los que cinco llegaron a edad adulta; el segundo de ellos, su heredero, fue Felipe IV. La corte de Felipe III se destacó por el lujo y la ostentación, en cierta medida reflejada en la vistosa vestimenta que el monarca luce en este retrato, realizado junto a otro, también sedente, de la reina Margarita, y otro más de la reina Ana de Austria (madre de Felipe III) para sor Margarita de Austria, tía del rey y monja en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. Así constan documentados en la lista de retratos realizados por Bartolomé González entre 1608 y 1617: otro retrato original del Rey Nuestro señor, entero. Sentado en una silla de brocado, vestido de blanco, cuero en arpón -una alusión al dibujo en espiguilla del jubón-, botones de oro, lobos blancos, su gorra aderezada encima de un bufete. En un lienzo de dos varas de alto y vara y tercia de ancho. El retrato sedente se había conformado en el siglo anterior como una representación adecuada para altas dignidades eclesiásticas, y también, gracias a Tiziano, como una variante del retrato de aparato, una peculiar imagen de la majestad habsbúrgica que hacía referencia a la sabiduría y la prudencia como virtudes propias del soberano, especialmente adecuadas para la administración de la justicia, una de las principales tareas del gobierno (Checa Cremades, 1992: 105-107). En esta imagen de Felipe III, Bartolomé González (1564-1627) recuperó y transformó el retrato de El emperador Carlos V sentado, pintado por Tiziano en 1548. En su versión, González situó al monarca en idéntica posición, sentado en un sillón frailero y portando los mismos elementos distintivos de su condición, el toisón y la espada, además de los guantes de ámbar, un lujoso accesorio en la moda de la época. El formato más reducido del lienzo del Prado hace que la presencia del monarca se sitúe en un plano más próximo al espectador, al tiempo que el pintor español invierte por completo la relación cromática establecida por Tiziano, al destacar la figura vestida de blanco del rey sobre el fondo oscuro, un fondo donde ha incluido el bufete en el que descansa la gorra y un cortinaje a la derecha. Tiziano, por su parte, prefirió colocar al emperador (vestido más austeramente, de negro) en un ámbito palaciego mucho más luminoso, abierto al exterior por una galería que descubre un característico paisaje a la veneciana. Una columna (referencia a los vínculos de la dinastía con Hércules) y un dosel de damasco completan ese fondo. Aunque Bartolomé González hubo de conocer bien la pincelada jugosa y suelta de Tiziano, pues copió algunas de las obras del italiano (Cherry, 1993: 1-9), la técnica prieta y descriptiva con que modela toda la obra, o la fuerte iluminación del rostro y la figura, muy contrastada con la oscuridad del entorno, recuerdan sobre todo los modos de Pantoja de la Cruz (Texto extractado de Ruiz, L. en: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Museo Nacional del Prado, 2006, p. 64).