Miguel Hern�ndez - Vida y obras

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Miguel Hern�ndez - Vida y obras

(comp.) Justo Fern�ndez L�pez

Historia de la literatura espa�ola

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Miguel Hern�ndez (1910-1942)

BIOGRAF�A

Miguel Hern�ndez (1910-1942), poeta y dramaturgo, naci� en Orihuela (Alicante) y muri� en Alicante.

Por amistad y edad, Miguel Hern�ndez pod�a haber formado parte de la generaci�n del 27, pero nunca se ha considerado parte de ella, aunque D�maso Alonso le considera �el genial ep�logo del Grupo�.

El haber muerto en la c�rcel por pertenecer al Partido Comunista de Espa�a, tras haber sido condenado a muerte e indultado, lo llev� a ser considerado el �Lorca� de la posguerra espa�ola. Con Lorca tiene en com�n su directo contacto con los temas de la vida: amor, muerte, etc.

De familia campesina, apenas tuvo m�s instrucci�n que la primaria. Comenz� a estudiar en el colegio de los jesuitas, pero tuvo que abandonar los estudios para ponerse a trabajar repartiendo leche y cuidando ovejas. Su padre fue un hombre muy autoritario y duro, entregado a su labor de pastor y tratante en cabras. La madre era m�s bien de car�cter t�mido y seco, se dedicaba a los trabajos de su casa e intentaba suavizar la actitud severa del padre en las ri�as familiares. La familia estaba compuesta por tres hermanos y tres hermanas.

Desde peque�o aprende Miguel a conducir el reba�o de su padre por los campos y sierras de Orihuela. El contacto directo con la naturaleza y la soledad del campo le inspirar�n m�s tarde: la hora de salida de la luna y de los luceros, las propiedades de las hierbas, el tiempo m�s propicio para ayuntar el reba�o. En medio de este ambiente, en que la vida salta a cada paso en bandadas de p�jaros, avispas, saltamontes, hormigas y lagartijas, un d�a Miguelillo contempla maravillado el rito nupcial de las ovejas. En otra ocasi�n el nacimiento de un cordero hiere su infantil imaginaci�n, quedando grabado para siempre en mente. En toda su obra se percibe la huella de esta visi�n pura e inocente de lo sexual.

Cursa sus estudios en el colegio de los jesuitas con gran �xito. En las vacaciones sigue el pastoreo. En 1925 abandona la escuela para dedicarse completamente al pastoreo. Toda su formaci�n literaria posterior se debe a su tes�n autodidacta.

La ni�ez transcurre en un clima suave, bajo un cielo l�mpido y azul y una luz cegadora. El paisaje, de fuerte y abigarrado colorido, el perfume embriagador de azahar, jazmines, nardos, etc. El continuo zumbar de la vida y de los insectos, desarrollan y estimulan sus sentidos. Mientras su ganado pace, Miguel lee y escribe a la sombra de alg�n �rbol.

A los 16 a�os comienza sus primeros intentos po�ticos: canta a las aves, gorriones, p�jaros, auroras, etc. En su sencillez campesina se siente atra�do por la poes�a familiar del poeta costumbrista y buc�lico Jos� Mar�a Gabriel y Gal�n (1870-1905). Un can�nigo de la catedral de Orihuela, futuro obispo de Le�n, le ayud� a orientarse en sus lecturas autodid�cticas: San Juan de la Cruz, el poeta buc�lico romano Virgilio, Paul Verlaine. Virgilio y San Juan de la Cruz causan gran sensaci�n en el joven muchacho.

Luego ir� descubriendo uno a uno los grandes maestros espa�oles del Siglo de Oro: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de G�ngora, Gracilazo de la Vega; y los modernos: Rub�n Dar�o, Antonio Machado, Juan Ram�n Jim�nez y Gabriel Mir�, de sensibilidad tan af�n a la suya. Miguel Hern�ndez confes� que Mir� hab�a sido el autor que m�s le hab�a influido durante el periodo anterior a 1932.

El horno de Efr�n Fenoll le ofrece una especie de tertulia literaria en su pueblo natal. Los Fenoll son hijos de un poeta popular. Al calor del horno y bajo el aroma del pan se habla y se discute de poes�a. El pastor recita y recibe varias indicaciones de un muchacho de rara inteligencia y de extraordinaria cultura llama Ram�n Sij�.

En 1930 aparece en el peri�dico de la localidad la proclamaci�n de la aparici�n del �pastor poeta�. El nombre de Miguel Hern�ndez comienza a sonar en los c�rculos literarios de la provincia alicantina. En el grupo del horno de Fenoll, es Ram�n Sij� el m�s culto y se erige en gu�a y maestro del adolescente Miguel. En la prensa regional aparece su primer poema: Pastoril. Luego siguen versos a imitaci�n de Rub�n Dar�o y de Gustavo Adolfo B�cquer.

En la d�cada de 1930 se march� a Madrid donde trabaj� como colaborador de Jos� Mar�a Cossio en Los toros y se relacion� con poetas como el chileno Pablo Neruda, y los espa�oles Rafael Alberti, Luis Cernuda y otros. Neruda era entonces c�nsul de Chile en Madrid. Miguel Hern�ndez siente gran admiraci�n por el poeta chileno, para �l amigo y maestro, y comienza a escribir como Neruda �poes�a impura�, poes�a surrealista. Su fe religiosa se va perdiendo con el contacto con los intelectuales en Madrid. El anticlericalismo de Neruda le termina de alejar de su fe. Hern�ndez vive el ambiente social y anticlerical de la Segunda Rep�blica (1931-1936).

Miembro del Partido Comunista Espa�ol, durante la Rep�blica particip� en las Misiones pedag�gicas, creadas para llevar la cultura a las zonas m�s deprimidas de Espa�a. Durante la Guerra Civil (1936-1939), el poeta apoyar� de forma activa y constante la causa republicana desde el mismo frente. Asisti� al Congreso internacional de intelectuales antifascistas de 1937 en Valencia. Se incorpora al ej�rcito republicano. Los milicianos republicanos con los que lucha Miguel matan de un balazo al padre de Josefina, la novia de Miguel. El padre de Josefina era guardia civil. Se alista como voluntario al quinto regimiento, de filiaci�n comunista. Luego se incorpora al batall�n del Campesino. Se casa con su novia Josefina en Orihuela en 1937.

Acabada la guerra intent� escapar pero fue detenido en la frontera portuguesa. Padece prisi�n en Huelva, Sevilla y Madrid. Liberado en septiembre, vuelve a ser detenido, juzgado y condenado a muerte. Jos� Mar�a de Coss�o, S�nchez Mazas y Dionisio Ridruejo logran que se le conmute la pena por la de treinta a�os de c�rcel, pero no la lleg� a cumplir, pues en la c�rcel coge un paratifus al que se suma luego una tuberculosis pulmonar. La fiebre lo debilita. Se intenta trasladarlo al sanatorio, pero faltan los medios econ�micos par ello y no se pone el empe�o suficiente. Muere en 1942 en prisi�n a los treinta y un a�os. Sus �ltimos versos son un tierno recuerdo para su esposa. Sus �ltimos versos fueron:

Adi�s, hermanos, camaradas, amigos:

despedidme del sol y de los trigos.

La falta de atenci�n m�dica en la c�rcel fue tal que cuando muri� nadie se preocup� de cerrarle los ojos.

Por pertenecer Miguel Hern�ndez a la generaci�n trancada por la Guerra Civil, es su biograf�a un s�mbolo de los poetas que vivieron aquellos tr�gicos a�os. Los poetas que sobrevivieron a la lucha fratricida siguieron publicando despu�s de la guerra; muchos de ellos como poetas arraigados en una fe cristiana. La tr�gica muerte de Miguel Hern�ndez le hace ser el s�mbolo tr�gico de la generaci�n de Guerra Civil. Fue uno de los grandes genios naturales que, de haber vivido m�s tiempo, hubiera producido obras de gran valor, junto con la obra que ya dej� al morir.

OBRA PO�TICA

No es Miguel Hern�ndez �poeta malogrado�, frase que �l detestaba. Bien logrado es lo que nos dej�. Verdad es que no pudo mostrarnos lo que hubiese aportado en su madurez y en plena libertad.

Poemas de adolescencia

Los primeros poemas muestran una sorprendente facilidad para la versificaci�n:

En la ermita campesina

oro en caldo, a la ma�ana,

echa, fina, la campana.

Cuando en ella da la brisa,

dice presta: Pasa a prisa.

Pasa a prisa, que hoy es fiesta.

Perito en lunas (1933)

Es un libro vanguardista. Lleno de neogongorismo, garcilanismo y calderonismo. Pero est� lleno tambi�n de sabor popular, cercano a la tierra. El tema central se relaciona con la luna, no con la luna mitologizada de Lorca, sino la luna real, vista y sentida en el monte. Ya vemos en estos poemas el uso de la an�fora, tan empleada posteriormente por Miguel Hern�ndez: Bajar� contra el peso de mi peso... alrededor de sus alrededores.

Estos poemas se caracterizan por su intenso lirismo y su excelente elaboraci�n. Se nota la influencia de Luis de G�ngora (1561-1627). 

La obra est� compuesta por cuarenta y dos octavas reales de un hermetismo s�lo equiparable a la maestr�a formal y ret�rica que demuestran. Contrasta el refinamiento de la forma y los temas populares y naturales escogidos: el gallo del corral, la granada, el cohete, etc.

Poemas sueltos (1933-1936)

Los versos de este libro se�alan una liberaci�n de la forma cl�sica. Se entrega a la expresi�n libre y a la �poes�a impura�. Im�genes surrealistas, versos libres, aire de revoluci�n. Bajo influjo de Pablo Neruda y Vicente Aleixandre, Miguel Hern�ndez escribe una poes�a humana. El tema del libro es la sangre como �sino sangriento�, que desembocar� en la Guerra Civil (1936-1939).

El silbo vulnerado (1934)

Es el canto del poeta en su soledad de enamorado. Anticipa ya mucha de la tem�tica de la obra siguiente.

El rayo que no cesa (1936)

La cr�tica considera este libro la obra m�s lograda de Miguel Hern�ndez. Es un conjunto de poemas, en su mayor parte sonetos amorosos, en los que se nota el influjo de la l�rica renacentista y barroca: Garcilaso, G�ngora y Quevedo. Tambi�n revela los medios expresivos de la generaci�n del 27.

El libro rezuma recuerdos de su noviazgo y est� lleno de ternura; pero tambi�n de rebeli�n soterrada contra las normas puritanas de la ciudad de provincia.

Estos poemas tratan los temas que Miguel Hern�ndez conoci� y experiment� con intensidad: el amor, la muerte, la guerra y la injusticia. El libro est� lleno de un hondo sentimiento amoroso unido a una conciencia no menos honda del dolor. La soledad y la pena alternan con la pasi�n amorosa. Pero en el fondo el libro rebosa una concepci�n dionis�aca de la vida y un sentimiento eminentemente sensual del amor. Es la agon�a de una pasi�n tr�gica y viril. Es un mundo poblado de ansiedades y sombras tr�gicas, un mundo quevedesco.

En estos sonetos se desarrolla la visi�n que del mundo tiene Miguel Hern�ndez, un mundo concebido como batalla de amor y muerte, batalla que impide la plenitud de los deseos y las posibilidades que el poeta siente en s�. El toro de lidia ser� el s�mbolo principal del deseo contenido del hombre, nunca completamente realizado.

Viento del pueblo (1937)

Esta obra, compuesta durante la Guerra Civil, contiene una poes�a militante y propagand�stica como la que tambi�n realizaba Rafael Alberti y que llamaba �poes�a de guerra�. Es el viento de la Guerra Civil. Son versos �picos, arengas, gritos, dentelladas, c�lera, explosiones, ternura y llanto. Llora a los muertos en la guerra, a Lorca, al ni�o yuntero, a los campesinos, al sudor del trabajo. Son poes�as de guerra y han sido escritas en las trincheras. Estas poes�as han exaltado el �nimo de los combatientes:

Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,

veo un bosque de ojos nunca enjutos,

avenidas de l�grimas y mantos:

y en torbellinos de hojas y de vientos,

lutos tras otros lutos y otros lutos,

llantos tras otros llantos y otros llantos.

Libro menos preocupado por cuestiones ret�ricas y atento sobre todo a la difusi�n del mensaje.

Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el coraz�n

y me aventan la garganta.

El hombre acecha (1938)

Muestra el rostro humano y cruel de la guerra y el sufrimiento de sus compa�eros en el campo de batalla en plena Guerra Civil. El tema es la guerra, pero aun m�s la desesperaci�n. Est� lleno de un tono severo y grave, lleno de furor, dolor viril y llanto verdadero. Ni una concesi�n literaria. La poes�a que era canto en el libro anterior todav�a, aqu� es grito, verdad desnuda. Ni un �pice de artificio en este libro. Sobrecogen los poemas Es sangre, no granizo y el tremendo Tren de los heridos. Amargura, sangre y muerte, destrucci�n. Al final el poeta grita suplicante: Dejadme la esperanza.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Esta obra es de un sobrio esteticismo. Los temas de esta obra son los tradicionales de la l�rica popular espa�ola como el amor hacia la esposa e hijos, la soledad del prisionero y las consecuencias de la guerra.

Este libro est� escrito en un peregrinar del poeta por las c�rceles espa�olas. Miguel Hern�ndez lo acab� en la c�rcel (1938-1941). Es un verdadero diario �ntimo que relata su calvario de prisionero. S�lo la dulzura del amor de la esposa y del hijo alivia su dolor. Son poemas breves, escritos en pocas palabras desnudas. Ni un rastro de leve ret�rica. Canciones y romances lloran virilmente ausencias irremediables, el lecho, las ropas, una fotograf�a. Yo no hay eco de Vicente Aleixandre o de Pablo Neruda, es el Miguel Hern�ndez m�s aut�ntico. Ninguno de estos poemas, que cantan eleg�acamente a los muertos en la guerra, la soledad, el amor de la esposa ahora imposible en la ausencia, etc., ninguno de estos poemas necesita interpretaci�n alguna. Entran en el coraz�n y el entendimiento como un disparo. Es la canci�n viril, estoica y llena de duelo.

Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes, tristes.

Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes.

Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes, tristes.

�ltimos poemas (1938-1941)

Son �ltimos poemas pat�ticos. Contienen las famosas Nanas de la cebolla, para algunos las m�s pat�ticas y tiern�simas canciones de cuna de la poes�a espa�ola y quiz�s de la universal. Est�n dedicadas a su hijo, al recibir una carta de su mujer en que le dec�a que no com�a m�s que pan y cebolla.

OBRAS TEATRALES

Su obra dram�tica es paralela a la po�tica y presenta la misma evoluci�n: desde la inspiraci�n en modelos cl�sicos y en el contenido cristiano, hasta el activismo pol�tico de sus �ltimas piezas.

Qui�n te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras (1933-34)

Auto sacramental que busca reproducir los del XVII de forma excesivamente fiel y que resulta, adem�s, irrepresentable por su longitud.

Los hijos de la piedra (1935)

Esta pieza aparece con motivo del levantamiento de los mineros asturianos sofocado por Francisco Franco.

Teatro de guerra (1937)

El labrador de m�s aire (1937)

Dramas sociales en los que el influjo de la obra de Lope, sobre todo de Fuenteovejuna, es evidente. Esta obra, lo mismo que Los hijos de la piedra, plantea el problema de la injusticia social.

Pastor de la muerte (1937)

Pieza de propaganda dedicada al hero�smo de los defensores de Madrid que est� entre lo mejor de su teatro.

El mundo po�tico de Miguel Hern�ndez

El rayo que no cesa (1936) se abre con un planteamiento del problema existencial: Un carn�voro cuchillo de ala dulce y homicida / sostiene un vuelo y un brillo alrededor de mi vida.

El mundo po�tico de Miguel Hern�ndez se puede concentrar en este tr�ptico:

Vida

= Amor + Muerte

Muerte

= Vida + Amor

Amor

= Muerte + Vida

Toda la obra l�rica de este poeta gira en torno a los misterios de vida-generaci�n-muerte, temas centrales de las religiones naturales que y encontramos en Garc�a Lorca; s�lo que en Miguel Hern�ndez estos temas tienen una significaci�n menos mitol�gica. El poeta-pastor, criado en medio de la naturaleza, llega a intuiciones que reproducen los motivos centrales de las religiones natural�sticas y arcaicas: la sacralidad de la vida org�nica.

Como para las religiones naturales, para Miguel Hern�ndez los trances principales de la vida (nacer, vivir, engendrar, morir) se desarrollan bajo el influjo de la luna, el astro de los ritmos vitales: que crece y decrece, nace y muere. Todo se desarrolla bajo la �potencia lunar�. La esposa se convierte en madre porque la luna lo quiere; por eso su dolor ser� lunar y tendr� lugar bajo una �luz serena�. La luna es el ser misterioso sujeto al cambio que m�s impresiona al hombre primitivo.

Perito en lunas (1933) nos muestra la fascinaci�n que el astro nocturno ejerc�a sobre el poeta. Los objetos de la vida rural los ve el poeta siempre bajo la luz de la luna. El momento de la generaci�n est� presidido tambi�n por fuerzas c�smicas lunares (Hijo de la luz y de la sombra es uno de sus mejores poemas).

El amor y la vida

El amor f�sico es para Miguel Hern�ndez una necesidad ineludible que arranca del hombre. Es el irresistible impulso de la sangre que busca prolongarse en la posteridad. La sangre es potencia vital y destino fat�dico que arrastra al sexo y a su fina inevitable: sino sangriento. La sangre aumenta sus exigencias al acercarse la primavera:

Es el tiempo del macho y de la hembra

y una necesidad, no una costumbre,

besar, amar en medio de esta lumbre

que el destino decide de la siembra.

Toda la creaci�n busca pareja:

se persiguen los picos y los huesos,

hacen la vida para todas las cosas.

Es una soledad impar que aqueja,

yo entre esquilas sonantes como besos

y corderas atentas como esposas.

Para Antonio Machado la esposa-amada s�lo exist�a en un ilusorio mundo del ensue�o. En Miguel Hern�ndez la esposa es una mujer de carne y hueso, criatura carnal, y el poeta canta la uni�n de los cuerpos sin eufemismos. Miguel entiende el amor tal y como lo vio de peque�o practicar a sus ovejas, de forma natural y sin romanticismos.

El amor, tema central de Miguel Hern�ndez, es ansia de vida, de fecundaci�n y est� libre de toda sensualidad hedonista. Lo canta en su trilog�a Hijo de la luz y de la sombra, cumbre de su poes�a amorosa: Un astral sentimiento febril sobrecoge a los esposos. La sombra, fuerza tel�rica arrolladora, los lanza a la gran conmoci�n del choque de sus cuerpos ante el com�n estremecimiento de la tierra y el firmamento. Por eso el hijo, fruto de este choque astral de esposa y esposo, tierra y cielo, nace sujeto al influjo de los astros �que inclinar�s sus huesos al sue�o y a la hembra�. Todo este ritual tel�rico de la fecundaci�n tiene su sentido profundo en las leyes c�smicas de la conservaci�n del mundo:

Pide que nos echemos t� y yo sobre la manta,

t� y yo sobre la luna, t� y yo sobre la vida.

Pide que t� y yo ardamos fundiendo en la garganta,

con todo el firmamento, la tierra estremecida.

El beso, preludio del amor, hace estremecer el cielo y la tierra, los vivos y los muertos:

El labio de arriba al cielo

y a la tierra el otro labio.

Lleg� tan hondo el beso

que traspas� y emocion� los muertos.

Los tres universales del tr�ptico filos�fico-po�tico son convertibles:

El amor es muerte que da la vida. El choque c�smico de los cuerpos en la fusi�n del amor da la vida en la muerte: �Y la muerte ha quedado con los dos fecundada�. Amar es vivir plenamente. Quien no ama se niega a vivir, se niega a ser:

No quiso ser.

No conoci� el encuentro

del hombre y la mujer.

El amoroso vello

no pudo florecer.

Detuvo sus sentidos

neg�ndose a saber

y descendieron di�fanos

ante el amanecer.

Vio turbio su ma�ana

y se qued� en ayer.

No quiso ser.

Miguel Hern�ndez logra en la expresi�n po�tica de la ternura alturas dif�cilmente alcanzadas en el siglo XX:

�Qu� olor de madreselva desgarrada y hendida!

�Qu� exaltaci�n de labios y honduras generosas!

Bajo las huecas ropas alete� la vida,

y se sintieron vivas bruscamente las cosas.

Eres m�s clara. Eres m�s tierra. Eres m�s suave.

Ardes y te consumes con m�s recogimiento.

El nuevo amor te inspira la levedad del ave

y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.

Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.

Vienen rodando el hijo, el sol. Arcos de anhelo

te impulsan. Eres madre. Sonr�e. R�e. Llora.

La esposa se convertir� en idea obsesionante en Miguel Hern�ndez. En la c�rcel ser� la esposa y el hijo el �nico tema y fuente de su inspiraci�n. El hijo es otra de las ideas obsesionantes. El hijo es la fuente de energ�a que har� vivir, es garant�a de perpetuidad y eternidad. El ni�o �rival del sol�, iluminar� el mundo y proclamar� con su risa el triunfo del bien sobre el mal, del amor sobre el odio: �Contigo vencer� siempre el tiempo que es mi enemigo�.

S�mbolos de la vida: vientre, casa, habitaci�n. El vientre es el nido de la vida, concentraci�n de la pasi�n y fusi�n de los seres: �es el centro de la esfera de todo lo que existe�.

Vientre: carne central de todo cuanto existe.

B�veda eternamente si azul, si roja, oscura.

Noche final, en cuya profundidad se siente

la voz de las ra�ces, el soplo de la altura...

EL universo agrupa su errante resonancia

all�, donde la historia del hombre ha sido escrita.

La casa:

Arda la casa encendida de besos y sombra amante.

No puede pasar la vida m�s honda y emocionante.

Hern�ndez no quiere morir y ser enterrado en el cementerio. Quiere que su carne y huesos queden en la tierra como abono para la siembra, para la vida.

Miguel Hern�ndez y el tema de la muerte

El poeta contempla la vida siempre amenazada por el espectro del �carn�voro cuchillo� que cuelga sobre su cabeza como una espada de Democles. Este sentimiento de amenaza marca una huella profunda en toda su obra. Esta amenaza de la muerte ensombrece toda la concepci�n hernandiana, y le da una visi�n radicalmente tr�gica de la vida. �Sus versos comienzan con pluma de cisne y terminan con estilete de hierro� (Correo literario). La muerte como idea obsesionante dominar� toda la obra del poeta. El tema ya surge en Perito en lunas (1933).

Final modisto de cristal y pino;

a la medida de una rosa misma

hazme de aquel un traje, que en un prisma,

�no?, se ahogue, no, en un diamante fino.

Patio de vecindad menos vecino,

del que al fin pesa m�s y m�s se abisma;

abre otro t�nel m�s bajo tus flores

para hacer subterr�neos mis amores.

El poeta pide, en el lenguaje enigm�tico neogongorino, al carpintero funerario (�final modisto de cristal y pino�) que le haga un ata�d de pino (�hazme de aquel un traje�), y pide al cementerio (�patio de vecindad menos vecino�) que le abra una fosa (�t�nel�) bajo sus flores para enterrar su vida de enamorado.

Vemos ya desde muy temprano en Miguel Hern�ndez este juego con los pensamientos de ata�d, cementerio, cad�ver y fosa. Estos temas est�n al lado del acento rebelde y la exaltaci�n de lo fecundo. Aun el amor y la vida albergan un germen de destrucci�n. Ya Unamuno hab�a dicho: �el amor es lo m�s tr�gico que en el mundo y en la vida hay; hay sin duda algo de tr�gicamente destructivo en el fondo del amor�. En Miguel Hern�ndez, el acto sexual amoroso produce vida, pero mediante la muerte, en este caso simb�lica, de ambos amantes. La sangre es fuente de vida y principio de muerte:

La sangre me ha parido y me ha hecho preso,

la sangre me reduce y me agiganta,

un edificio soy de sangre y yeso

que se derriba �l mismo y se levanta

sobre andamios de huesos.

La fuerza que me arrastra

hacia el mar de la tierra

es mi sangre primera.

La sangre de la vida es tambi�n �fatal torrente de pu�ales�. La vida es para el poeta una dilatada e inmensa herida que se prolonga hasta hundirse en la muerte. En el poema siguiente, despu�s de una resistencia in�til contra el fat�dico torrente de pu�ales, el poeta se abandona a las oleadas de su sangre:

�Ay sangre fulminante, ay trepadora p�rpura rugiente,

sentencia a todas horas resonante bajo el yunque sufrido de mi frente!

Crece la sangre, agranda la expansi�n de sus frondas en mi pecho

que �lamo desbordante se desmanda y en varios torvos r�os cae deshecho.

Me veo de repente envuelto en sus col�ricos raudales,

y nado contra todos desesperadamente como contra un fatal torrente de pu�ales.

Me arrastra encarnizada su corriente, me despedaza, me hunde, me atropella,

quiero apartarme de ella a manotazos, y se me van los brazos detr�s de ella,

y se me van las ansias en los brazos.

Me dejar� arrastrar hecho pedazos, ya que as� se lo ordenan a mi vida

la sangre y su marea, los cuerpos y mi estrella ensangrentada.

Ser� una sola y dilatada herida hasta que dilatadamente sea

un cad�ver de espuma: viento y nada. (OC, 241)

La herida de la soledad, la intensidad del deseo amoroso y el amor no correspondido le causa una �picuda y deslumbrante pena�:

Como el toro te sigo y te persigo,

y dejas mi deseo en una espada,

como el toro burlado, como el toro. (OC, 226)

�Qu� mala luna me ha empujado a quererte como a ninguna�.

En la eleg�a a su amigo Ram�n Sij� quisiera el poeta abrir la tierra y arrancarle al compa�ero de las garras de la muerte:

Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.

Miguel Hern�ndez y la imagen po�tica

Los motivos metaf�ricos est�n sacados del mundo material. Cuanto m�s hondo es el sentimiento en Miguel Hern�ndez, tanto m�s palpable y corp�rea es la imagen. El material metaf�rico de la vida campestre le imprime un sello de autenticidad: El odio es una �llama�, las voces son �bayonetas�, el dolor es �cuchillo�. El sentido del tacto es el m�s est� muy desarrollado. Bocas son �pu�os�, pechos son �muros roncos�, las pasiones son �clarines�. El odio es rojo, el amor es p�lido, los hombres son piedras. La imagen materializada asciende a veces a la categor�a de s�mbolo.

Dentro del proceso de concentraci�n, que va reduciendo los elementos de la met�fora a su m�nima expresi�n, cabe situar el fen�meno de la met�fora-frase; el verbo es portador de la sustituci�n metaf�rica:

Florecer�n los besos sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos elevar� la s�bana

su intensa enredadera nocturna, perfumada.

Llueve como si llorara raudales un ojo inmenso,

un ojo gris, desangrado, pisoteado en el cielo.

A veces un verbo solo basta para la met�fora: un muerto nubla el camino. Una met�fora adjetivo: horizonte aleteante (el horizonte como un ave con las alas extendidas).

La met�fora de la esposa = noche y la met�fora de la grandiosidad c�smica.

En el poema Hijo de la sombra, la esposa se transfigura en noche. La esposa es noche en el momento supremo de la �potencia lunar y femenina�, es la culminaci�n de la sombra, del sue�o y del amor. Esta imagen nos sumerge en un ambiente de misterio, donde dominan fuerzas misteriosas y m�gicas. La esposa es la noche, cumbre de lo lunar y femenino, el esposo es la luz, �cumbre de las ma�anas y atardeceres�, �mediod�a�. Por encima de los dos est� la sombra, que ejerce un poder�o sobre los esposos, cauce por el que proyecta el universo sus fuerzas sobre los esposos: Moviendo est� la sombra sus fuerzas siderales.

La esposa-noche y el esposo-mediod�a son empujados por la sombra-universo sideral a unirse nupcialmente; ambos se funden en el estremecimiento de la tierra y el firmamento. El poeta convierte el acto nupcial en acontecimiento c�smico, con hondas ra�ces tel�ricas, casi en un rito sacro exigido por la deidad estelar.

Para la religi�n primitiva naturalista, el acto de la fecundaci�n vegetal, animal humana es un rito que tiene lugar bajo el influjo de la luna y los seres celestes. La luna es el ser numinoso que preside los ritos vitales, agente y s�mbolo de la fecundidad. Miguel Hern�ndez usa motivos astrales y c�smicos para afirmar la grandiosidad del momento: el labio de arriba al cielo y a la tierra el otro labio.

Evoluci�n de la met�fora en Miguel Hern�ndez

Miguel Hern�ndez domina el arte de la pincelada breve y acertada: en un verbo, un ep�teto o en un sustantivo ofrece met�foras de gran emoci�n. Es la expresi�n de una visi�n perif�rica del mundo sensorial, un mundo sobre todo visual.

En Perito en lunas (1933) notamos la influencia de Luis de G�ngora, pero las met�foras son m�s reales, sacadas del material campestre.

En Silbo vulnerado (1934) vemos la tensi�n del poeta entre su levantinismo sensorial mediterr�neo y el barroquismo provocado por la lectura de los cl�sicos castellanos. De ah� nace una met�fora de car�cter descriptivo, que a veces lucha indecisa entre elementos abstractos y coloristas.

En El rayo que no cesa (1936) la met�fora se va elaborando como medio de la expresi�n de sentimientos interiores, las met�foras siguen siendo las del mundo rural, pero son m�s intensas.

A partir de Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1938) el material metaf�rico se va endureciendo y aparece la imagen libre de influencias, la t�pica imagen hernandiana. La imagen reh�ye la proyecci�n de motivos �picos y se vuelve l�rica y m�s �ntima. Abandona el tono ret�rico y da una visi�n del mundo desnuda, amarga y dram�tica.

Pero es en el Cancionero y romancero de ausencia (1938-1941) donde la imagen metaf�rica alcanza su cenit art�stico. All� tenemos la imagen varonil, directa, corp�rea, sangrante, despojada de todo elemento ornamental, surrealista o visionario. Las im�genes son sustantivos desnudos despojados incluso de ep�tetos. Dentro de esta concentraci�n encaja la imagen-frase que reduce el material imaginativo a su m�nima expresi�n: el verbo es el �nico portador de la sustancia metaf�rica. La imagen, medio expresivo m�s importante en Miguel Hern�ndez, alcanza en este libro su grado m�ximo de intensidad.

Una met�fora muy usada por el poeta al final de su trayectoria po�tica es el ave. Miguel Hern�ndez usa esta met�fora como expresi�n y s�mbolo de la libertad, de las ansias de volar sin trabas:

es la casa un palomar

una sonrisa eleva el vuelo

abiertos ante el cielo como dos golondrinas

bajo las ropas alete� la vida

vuela, ni�o, en la doble luna del pecho

r�ete tanto que mi alma al o�rte bata el espacio

tu risa me hace libre, me pone alas

Amor, vida y muerte en la poes�a de Miguel Hern�ndez

Un rasgo de la literatura espa�ola es el constante paralelismo de realismo e idealismo, Sancho Panza y su reverso Don Quijote. La tensi�n y dial�ctica entre los dos: un idealismo que es tal solamente por contraste con lo real, y un realismo cuya fuerza radica en su constante alianza dial�ctica con el idealismo �un realismo ideal que en el fondo es un idealismo muy real.

�Lleg� con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida�. El amor es un �sino sangriento que causa herida�. El amor hace al hombre despertar a la vida, tan intensamente que su impulso pasional causa la herida que puede provocar la muerte. La muerte del amante es la vida del hijo que prolongar� la vida de los padres: �porvenir de mis huesos y de mi amor�. El amor es impulso pasional de la fuerza c�smica que lleva al hombre a �pro-crear nueva vida�, aunque �l mismo se muera consumido por la pasi�n.

La vida es impulso c�smico del amor. La muerte es la liberaci�n de la tensi�n pasional, desenlace que da la tranquilidad dejando tras de s� el fruto de nueva vida. La sangre es sagrada: da vida y tambi�n es s�mbolo de muerte.

Si en Lorca la met�fora materializada est� elevada a s�mbolo m�tico (no idea como en Unamuno), en Miguel Hern�ndez la met�fora no se traspone a un plano ideal (simb�lico en Lorca y fictivo en Unamuno), sino que por su intensidad material �revienta� cargada de vida en s�mbolos que se elevan luego por s� mismos a acontecimiento c�smico. El movimiento sobredeterminante no va de arriba a abajo (como en Lorca), sino de abajo a arriba.

El conflicto social no es an�cdota para el marco m�tico-simb�lico, sino que es un impedimento real (material) para el desarrollo y la realizaci�n de la vida, del amor pasional. La vida no es lucha �ag�nica� por la sobrevivencia tras la muerte (como en Unamuno), sino lucha por la �vivencia� y la realizaci�n material de la pasi�n amorosa.

El hombre es mediod�a: calor pasional, tensi�n sexual. La mujer es sombra: la noche. No como la muerte o como el �mbito �vital� de la luna de Lorca. La mujer es sombra, es noche; la sombra es lo m�s agradable del d�a, pues �refresca� y libera del calor agobiante de la pasi�n carnal, del calor del mediod�a. La sombra �cobija y calma�: la mujer es vientre materno que libera al hombre de la tensi�n a que le somete la naturaleza. Para la fructificaci�n de la tierra, la fertilizaci�n de la mujer, nacimiento de hijos como continuaci�n real y material de la vida, es la herida el elemento necesario para este proceso.

UNAMUNO

LORCA

HERN�NDEZ

Idea / ficci�n

S�mbolo / mito

Met�fora / materia

Desnaturalizaci�n de la vida: sue�o y ensue�o.

Sobrenaturalizaci�n de la vida: mito

Naturalizaci�n de la vida: materializaci�n

Antierotismo. Idea contra materia.

Erotismo imposible.

S�mbolo contra materia.

Rematerializaci�n del erotismo: Amor-sexo.

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