Es la obra más importante de Nicéforo Grigorás (1295-1360), el historiador más notable de los dos últimos siglos de Bizancio. La Historia Bizantina consta de 37 libros, que narran los acontecimientos de un siglo y medio, desde la conquista latina de Constantinopla (1204) hasta el año que precedió a la muerte del autor (1359). En ella se exponen los sucesos de uno de los más agitados períodos de la historia del Imperio de Oriente, que iba a pasos agigantados hacia la ruina: los sucesos del Imperio latino de Oriente, consecuencia de la IV Cruzada (1204-1261) y la restauración de los Paleólogos, los cuales, si bien consiguen dar un cierto lustre literario a Bizancio, no contribuyen menos al ocaso del poderío del Imperio, que acabará en manos de los turcos. La Historia Bizantina viene a completar la Historia (v.) de Jorge Paquimeres, que concluía en el año 1261, y la continúa no sólo en la cronología, sino también en el método. En la historia de Paquimeres, como en la de Grigorás, el puesto principal no está reservado a los sucesos políticos, sino a las luchas teológicas y dogmáticas que agitaron el imperio en tiempo de los Paleólogos, absorbiendo los ingenios y las fuerzas que con más oportunidad hubieran podido dedicarse a la defensa de la independencia política.
Mientras, en general, los principales acontecimientos históricos son expuestos sumariamente, la narración de las disputas teológicas alcanza una extensión desproporcionada, resultando una mera recolección de documentos. Es desigual también la parte concedida a la cronología; en la economía de la obra ocupan sólo los siete primeros libros los hechos ocurridos entre 1204 y 1307, al paso que los sesenta y dos años siguientes llenan los 30 libros restantes. Evidentemente, los acontecimientos cobraban interés a medida que iban haciéndose contemporáneos del autor, y todavía manifestaba mayor interés por todo cuanto le atañía personalmente. Él fue, en efecto, parte importante y víctima del gran proceso de fermentación que la Iglesia oriental vivió en aquel tiempo. Es natural que una historia de tal género sea poco objetiva. Con todo, su importancia es notable si se considera que nos depara la ocasión de seguir un largo período, y no ciertamente de los menos interesantes, de los acontecimientos del Imperio de Oriente. La exposición es también desigual, unas veces modelada según los clásicos — el modelo estilístico de Grigorás es Platón — con florituras poéticas, en especial «flosculi» homéricos, según el canon de aquella época que tenía un ideal en cierto modo humanista, otras algo descuidada: culpa quizá de las vicisitudes externas de la vida misma del autor.
S. Impellizzeri