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Los veranos de Aga Khan: El hijo del sult�n, una jequesa fashionista y otros arabescos

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Al� Khan y Rita Hayworth en la recepci�n que ofrecieron en el Cha�teau de l'Horizon, en la Riviera francesa, con mitvo de su boda Getty

La manzana no cae lejos del �rbol, tal vez por eso y al igual que su padre, Al� Khan no se sent�a atra�do por las orientales. Durante el verano de 1948, el legendario 'playboy' hijo de Aga Khan III exploraba un ecosistema de bellezas rubias como la cerveza y merodeaba en la Riviera. Aunque ese verbo sugiere malas intenciones y las suyas solo eran golfas. Era famoso por su fabulosa riqueza y sus caballos pura sangre y pasaba m�s tiempo en su suite del Ritz de Londres o en sus casoplones franceses que en su finca principesca en Malabar, el suburbio elitista de Bombay. Acababa de comprar en Vallauris, en la Costa Azul, el lujoso Ch�teau de l'Horizon, y hab�a decidido conservar el tobog�n por el que pod�a deslizarse al mar, pero no tendr�a el mal gusto de encender su luna de imitaci�n para las noches oscuras.

Ten�a aquel verano una aventura con Pamela Churchill, pero la exnuera pelirroja y liberal de Winston Churchill se hab�a fugado con el heredero de Fiat, Gianni Agnelli. El lig�n se qued�, como quien dice, con el rabo entre las piernas, pero se lo tom� con filosof�a porque sab�a que Rita Hayworth estaba en la Riviera. Al� Khan llevaba 12 a�os casado con Joan Barbara Yarde-Buller, un pib�n de la m�s rancia aristocracia inglesa, tres a�os mayor que �l y tan arrogante como �l, pero m�s alta que �l y much�simo m�s delgada. Su familia pasaba los veranos en Mougins, cerca de Cannes, en una finca que quitaba el hipo, o en Deauville, donde ten�an otra villa que lo que quitaba eran las ganas de vivir en otra parte. Fue en una cena en Deauville, en el verano de 1933, cuando Al� conoci� a Joan, que estaba casada con el heredero de la fortuna de los Guinness y era madre de un ni�o. El pr�ncipe multinacional la rindi� con flores y arabescos rom�nticos y se embarcaron en un esc�ndalo colosal que entretuvo a los pares brit�nicos y a los impares cotillas profesionales como Elsa Maxwell.

Cuando no estaba al acecho de mujeres, Al� ve�a pel�culas en su Ch�teau de l'Horizon. En los t�rridos d�as del verano del 48, Gilda disparaba a�n m�s el mercurio en Europa, sobre todo cuando Rita Hayworth bailaba rezumando sexo y se quitaba un par de guantes negros hasta el codo mientras cantaba �chale la culpa a Mame. No era su voz sino la de la cantante Anita Ellis, pero eso Al� solo lo supo m�s tarde. Vio la peli un mont�n de veces, pero no por la trama, sino por la dama y su vestido ajustado.

El 3 de julio, en el Palm Beach Casino de Cannes, Elsa Maxwell, columnista de chismes y amiga (o todo lo contrario) de ricos y famosos, mont� una de sus fiestuquis y sent� a Rita junto al pr�ncipe ismaelita. Rimaban, salvo que la diosa del amor estaba hecha fosfatina porque Orson Welles acababa de darle puerta y ni siquiera la consolaban las proposiciones de Arist�teles Onassis, el sha de Ir�n y otros faraones. Bronceada y con el pelo rojo como un incendio y suelto sobre sus hombros desnudos, Rita apareci� enfundada en un p�plum blanco y luciendo un collar de esmeraldas y diamantes. La s�lfide estaba de ponerse en pie, que fue lo que hizo Al� antes de ponerse a beber, re�r y bailar con el bomb�n. Y les dieron la una y las dos y las tres y salieron a la brisa mediterr�nea de la Grande Corniche con la punta de una flecha de luz trazando su camino. Aquella noche, la pasi�n se aloj� en el Ch�teau de l'Horizon.

Al d�a siguiente, Al� ten�a que volar en su avi�n privado, el Avenger, a Irlanda, donde iba a competir uno de sus caballos, Attu, que era una flor de lujo y, por lo tanto, fr�gil. Entre dos fragilidades, el sibarita eligi� la m�s flamante y aquella tarde comprob� extasiado que una hur� con shorts blancos, el cabello suelto y la cara sin maquillaje puede ser m�s bella as�, al natural, que en el cine. Bailaron 'cheek to cheek' en el gran sal�n del casopl�n, solos los dos y las canciones de Cole Porter.

Cuando finalmente el p�jaro vol� a Irlanda, ya sab�a que Rita lo esperar�a pero, por si acaso, durante los cinco d�as de ausencia la estrella recibi� a diario los efluvios del sol en forma de enormes ramos de rosas rojas que ol�an a promesa de felicidad y al Oriente de 'Las mil y una noches'. Los 10 d�as que le quedaban antes de volver a Hollywood, Rita los pas� en el Horizon, el palacio blanco y verde de tres pisos, con docenas de habitaciones soleadas con vistas al mar, pinturas impresionistas y la delicadeza del ex�tico personal indio. No hac�a ninguna falta ser rom�ntica, y Rita lo era en abundancia, para quedar atrapada en los espejismos del amor.

Mucho mejor que Baudrillard, un te�rico al fin y al cabo, Al� sab�a de qu� iba eso de la seducci�n. En 'Trono de Oro', una biograf�a de los Aga Khan, cuenta Anne Edwards que hab�a pasado seis semanas en El Cairo estudiando el arte �rabe del 'imsak', cuyo dominio le permit�a prolongar a voluntad ciertos momentos y dejar a sus amantes con los ojos del rev�s. Ayudaba mucho mojar la punta de los dedos en agua de rosas antes de empezar el baile. Toma nota, Baudrillard.

En Vallauris, aquel mes de julio, Picasso se dedicaba a tiempo completo a la cer�mica y a la joie de vivre con Fran�oise Gilot. Al�, muy cerquita de all�, organizaba fiestas en l'Horizon para fardar de su nueva conquista. Fue un error. Sus amigos hablaban mayormente en franc�s para humillar a la 'parvenue', y Rita no pillaba 'rien de rien', pero percib�a el ninguneo. Como desagravio, no fuera a ser que tambi�n ella lo dejara plantado como Pamela Churchill, la llev� en coche a conocer Espa�a. Como cuando llegaron a Madrid una nube de reporteros y fot�grafos cay� sobre ellos como plaga de langostas, se largaron a Sevilla, la ciudad de la familia paterna de Rita, que bail� flamenco con su abuelo ante el regocijo de toda la parentela.

Ya casados, hubo otros veranos; pero como si no. El del 48 ya hab�a dado de s� lo bastante. Joan Fontaine y Gene Tierney entraron en la vida del 'playboy' y el mundo del que hab�a disfrutado Rita fue el mismo que la envenen�. Para Al�, ya no era la diosa del amor, sino un estorbo quejumbroso, y Rita sab�a en qu� consist�a eso.

Ni a ella le qued� buen recuerdo ni �l hered� el imanato de su padre, que pens� que el hijo incapaz de distinguir entre su cuadra de purasangres y su tiovivo de amantes, no daba bien como papa de 15 millones de fieles. As� que nombr� heredero a su nieto Karim, el actual Aga Khan, que a los 21 a�os, en el verano de 1957, estren� el cargo como 49� im�n de los musulmanes ismaelitas. Para sus fieles, era un dios terrenal; para la catalana de 18 a�os Silvia Casablancas, solo era su novio. Se hab�an conocido ese mismo verano. El pr�ncipe Karim era compa�ero de pupitre de Fernando Casablancas, hermano de Silvia, en el internado suizo de Le Rosey. Aquel verano del 57, Silvia y su hermano pasaron casi un mes en la finca que el sult�n Al Husseini pose�a en Cannes. Y hubo temita. El pr�ncipe intent� aprender espa�ol porque quer�a que Silvia fuera su Begum. Los paparazzi los cazaron cogidos del brazo en Cannes y hubo otras fotos bailando en el Savoy de Londres, esquiando en Kitzb�hel o paseando por la Riviera. Pero ella dijo no y ni hubo mil y una noches ni nada que no fuera lo que pudo haber sido.

M�s incluso que lo que pudo haber sido Silvia Casablancas lo llegar�a a ser la ni�a que, dos a�os despu�s, el 8 de agosto de 1959, lleg� al mundo en la ciudad costera de Al Khor, en Catar. Aquella ni�a, Mozah bint Nasser al-Missned, llegar�a a ser la opulenta jequesa del pa�s con la segunda renta per c�pita m�s alta del mundo (solo detr�s de Luxemburgo) y una de las mujeres m�s glamurosas del mundo mundial. Sus elegantes turbantes e impresionantes trajes, que cruzan Oriente con Occidente y tradici�n con modernidad, sugieren el estilo de una equilibrista tan virtuosa que ni Pinito del Oro. Su marido fue hasta hace cinco a�os el emir de Catar y ella asidua visitante de la Casa Blanca, Downing Street, el palacio de El�seo o Clarence House. Viajaba acompa�ada por un s�quito de 15 asistentes y con m�s de 40 ba�les de Louis Vuitton repletos de Alta Costura vintage de Chanel, Yves Saint Laurent o Balenciaga.

Todos los veranos ve�amos a la jequesa fashionista en Londres, donde es propietaria de la casa m�s cara del Reino Unido, una mansi�n de m�s de 3.000 metros cuadrados con vistas al Regent's Park que ocupa los n�meros 1, 2 y 3 de Cornwall Terrace. Lo normal para una familia que es due�a del Shard (el rascacielos de 95 plantas), Harrods, la villa ol�mpica, el edificio de la embajada de Estados Unidos en Grosvenor Square, una parte del mercado de Camden y la mitad del bloque de apartamentos m�s caro del mundo en One Hyde Park. Y eso sin contar el 8% de la Bolsa de Londres, un porcentaje similar de Barclays y un cuarto de Sainsbury's. Ahora, el emir es su hijo Tamim y en el verano de 2015 surcaron juntos el Mediterr�neo en su superyate 'Katara', un juguete de 300 millones de d�lares. Dicen que es temerario el intento de traer el para�so a la tierra porque la convierte en un infierno. Bueno, eso depende.

Mientras en la bah�a de Zupa, cerca de Dubrovnik, se solazaban la jequesa y su familia, en el Vallauris donde Al� Khan sedujo a Rita Hayworth los royals sauditas ocupaban una lujosa villa y hab�an tomado la playa Mirandole, privatizada para uso exclusivo del rey Salman. Pero Michelle Salucki, alcaldesa de Vallauris, encabez� la resistencia republicana contra los privilegios feudales y al rey Salman no dejaron de sonarle los o�dos. Sus servicios diplom�ticos hab�an anunciado que pasar�a un mes, solo se qued� ocho d�as. Mientras la pe�a municipal y espesa aplaud�a con las orejas, los comerciantes se quejaban, y por una buena raz�n: ve�an evaporarse los millones de euros de una estancia para la que se hab�an reservado 600 habitaciones en Cannes.

El pr�ncipe heredero Mohammad bin Salman, a quien todo el mundo conoce como M.B.S., predicaba ese verano austeridad a sus compatriotas, pero durante sus cortas vacaciones en la Riviera exhibi� musculatura financiera y tuvo tiempo (el dinero se le daba por supuesto) para comprar por 550 millones de d�lares de nada el Serene, el yate de un magnate del vodka, y un castillo al oeste de Par�s. Es desesperante, a eso vienen algunos al mundo.

El domingo 2 de agosto, el cortejo real abandon� Vallauris camino de la mansi�n del monarca en T�nger, en una zona exclusiva cerca del cabo Espartel, que engloba una antigua propiedad de Felipe Gonz�lez. El rey Mohamed VI no es como los republicanazos gabachos y cerr� la playa de Jbilia para que nada perturbara el descanso del viejo guerrero en su finca de 74 hect�reas. Aquel verano, se alquilaron para su s�quito 200 coches de alta gama y se reservaron 800 habitaciones en el Mirage, el Movenpick y el Hilton de T�nger. El diario israel� Haaretz ech� las cuentas: unas vacaciones al m�dico precio de cien millones de d�lares; o sea, el "paquete todo incluido" m�s caro de todos los tiempos.

Por eso en Marbella echan de menos al rey Salman, su thobe y su yate Shaf of London atracado en Puerto Ban�s. Nadie sabe muy bien qu� pas�, pero de no perderse ni un verano en la Costa del Sol, empez� a espaciar sus visitas a los tres palacios de su complejo real en la Milla de Oro. Y al final, nada. No volvi�. Dicen que fueron los celos de la princesa Fahda porque su marido recordaba demasiado las felices vacaciones que pasaba all� con su primera esposa, Sultana. El abuelo de Salman, Abdulaziz, se jactaba de haberse casado con 135 v�rgenes y de haber engendrado 42 hijos y 55 hijas. A su lado, Salman parece un monje. Han cambiado las cosas entre los nuevos ricos beduinos, solo el encanto dorado del lujo permanece. Y m�s en verano, lejos del muec�n y de la languidez del desierto, y cerca del chapoteo, el pareo y el cachondeo.