Cascarrabias: El cuento de un mago

Andrés Couturier dirige Cascarrabias: El cuento de un mago, también conocida como Ahí viene Cascarrabias, basándose en la serie homónima de los años 70 producida por DePatie-Freleng Enterprises.

A pesar de que el argumento puede parecer lleno de tópicos, la cinta consigue distinguirse de sus antecesoras dando una vuelta de tuerca a las ideas que los cuentos de hadas nos han transmitido de generación en generación. Así, el director utiliza las figuras propias de estos relatos –una princesa en apuros a la espera de su príncipe azul, un antagonista cuya única intención es hacer el mal– para poner en cuestión estas ideas.

La construcción de los personajes, en este sentido, es algo que resalta de forma positiva: aunque resulta especialmente relevante la evolución de la princesa, todos ellos, tanto protagonistas como antagonista, van cambiando a lo largo del film. Si bien es cierto que esta evolución es predecible –o imaginable– desde un principio, se aprecia el cambio de mentalidad, cada vez más habitual, con respecto a los valores transmitidos en fábulas de antaño. En muchos sentidos, recuerda a una combinación entre Encantada (2007) y Shrek (2001), sin olvidar que busca contentar a un público más infantil.

A lo largo de la historia podemos ver que despliega elementos originales: un reino de globos hipsters que utilizan las redes sociales para acabar con el mago Cascarrabias, un ejército de árboles de Navidad preparados para defender las fiestas, etc. Con este tipo de escenas, el largometraje acumula pasajes que, sumados a las referencias fílmicas que muestran, sacarán una sonrisa a los espectadores más adultos.

La animación no llama la atención por su maestría. No obstante, se revela como satisfactoria y efectiva para el tipo de historia que se pretende contar. En este sentido, destaca positivamente en la ilustración del reino mágico de Groovinham, donde la audiencia podrá disfrutar de algunos paisajes realmente trabajados.

Sobre el desarrollo del argumento, encontramos el mismo problema tanto en la introducción como en el desenlace: una explicación insuficiente de los hechos deja a los presentes con una pequeña sensación de insatisfacción, pero en ambos casos se compensa por el resto de componentes atractivos con los que cuenta.

En definitiva, a pesar de los aspectos mejorables, la obra de Couturier se convierte en una opción perfecta para ver con los más pequeños de la casa. Tanto en la gran pantalla como desde la comodidad de un salón, niños y adultos encontrarán ingredientes en la película con los que reír y, quizás, incluso llorar.

Firma: Adriana Navarro