• Clip exclusivo de ‘Un mundo normal’
  • Crítica de ‘Un mundo normal’

Lejos queda aquel lluvioso día de 1974 en el que un Ernesto Alterio de cuatro años aterrizaba en Madrid, desde su Buenos Aires natal, para reunirse con su progenitor, exiliado en España tras las amenazas de muerte de la extrema derecha en su país. El hijo de Héctor, hermano mayor de Malena, y padre de Lola, que podría prolongar la dinastía artística, es hoy uno de nuestros intérpretes más solicitados.

¿Se puede llevar el apellido Alterio y no ser actor?

Supongo que hay opciones. Yo lo intenté. Me matriculé en Historia, pero no lo conseguí. Me costó aceptar que quería actuar, como mi padre, pero era un deseo tan puro, que acabó por imponerse. Si descompones mi apellido, de origen italiano, se convierte en Alterio, Otro- yo, un nombre muy propio para un actor.

¿El intérprete se desdobla en dos personalidades?

Lo que tiene es un deseo muy fuerte de ser otra persona, y ha encontrado el vehículo para hacer realidad esa fantasía. Es curioso porque cuando yo ejecuto mi oficio, o sea, cuando soy otro, se pone en juego algo muy mío que no se da cuando no tengo un personaje. Siento la interpretación como un instrumento muy poderoso de conocimiento de uno mismo y del mundo. Debería ser asignatura en el colegio, porque hace mucha falta ponerse en el lugar del otro. Se evitarían muchos conflictos si nos acostumbráramos a hacerlo desde críos. Yo me gano la vida así, entendiendo a otras personas.

Sus personajes, desde Cuarteto de La Habana, Los lobos de Washington o Días de fútbol, a los más recientes, como en La sombra de la ley, Ventajas de viajar en tren o Lo dejo cuando quiera, suelen compartir un punto excéntrico y hasta extremo.

Me gustan los papeles ricos y con posibilidades expresivas diferentes. El sentir que lo que viene no lo he hecho ya. Explorar terrenos nuevos. Y, mirando hacia atrás, veo que ha habido bas- tante variedad en mi trabajo.

¿Le dio algún consejo su padre cuando empezaba?

Él no es de aconsejar ni le gusta asumir el rol de maestro; aunque lo es, a pesar suyo, porque transmite muchísimo. Me decía al principio, con sentido del humor, que cuando trabajase en teatro hablase alto, y cuando lo hiciera en el cine, llevase el texto sabido y consiguiera una silla. O sea, que fuera preparado para esperar, que es lo que más se hace en los rodajes, y bus- case un lugar tranquilo en el lío que es un set.

Hay un personaje en su familia del que apenas se habla en las entrevistas, Ángela Bacaicoa, su madre.

Es nuestro pilar. Una mujer muy carismática, fuerte, inteligente, estudiosa y muy madre, aunque a veces, como psicoanalista que es, le puede la deformación profesional. Le consulto y le digo: ‘Mamá tengo este problema’, y en lugar de responderme: ‘No te preocupes, verás como todo va a salir bien’, que es lo que me gustaría escuchar, me contesta: ‘¿Y por qué crees que te pasa eso?’

¿Se ha psicoanalizado?

Sí, muchos años, y sigo haciéndolo, una vez por semana. Me viene bien. Me ayuda sobre todo a ordenar mi cabeza, porque yo tengo siempre mucha actividad en la azotea. Además, así me soluciono yo mis cosas y no molesto a la gente.

Bacaicoa parece un apellido del norte de España.

Es el nombre de un pueblo de Navarra. Somos italianos por mi padre, pero de origen navarro por mi madre. Su hermana, mi tía Norma Bacaicoa, que falleció en 2010, fue una gran actriz y pedagoga. A ella recurrimos Malena y yo cuando decidimos ser actores. Fue nuestra maestra, nos inculcó el rigor en la profesión. Con ella preparé mis primeros trabajos.

ernesto alterio y gala amyach en ‘un mundo normal’
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Un mundo normal trata de las relaciones de un cineasta con su familia, ¿algún paralelismo?

Yo creo que no eliges los proyectos sino que son ellos quienes te escogen para que tú te digas algo a ti mismo y se lo puedas transmitir a la gente. Tengo, como mi personaje, una hija, y como él, cuando rodaba la película estaba recién separado de su madre [la actriz Juana Acosta]. Nuestras situaciones eran parecidas. Este papel supuso un desafío porque a la chica la encarna Gala Amyach, que es la hija de Achero Mañas, el director, que cuenta en el film una historia muy personal, y yo lo interpreto a él. Ha sido un viaje emocional muy intenso.

¿Es su hija, Lola, que acaba de cumplir 14 años, quien lo centra, como al protagonista?

La que más, y en lo importante.

¿Ve en ella la chispa de la vocación?

Sí. Va a clases de teatro y le interesan mucho todas las expresiones artísticas: actuar, cantar.

¿Qué queda de aquellos días cuando puso en marcha con Guillermo Toledo, Alberto San Juan y Nathalie Poza el grupo Ración de oreja, el germen de lo que luego fue la compañía Animalario?

Fueron comienzos maravillosos, pero yo estuve con ellos solo en el principio. Ahora, años después, he trabajado en el montaje Shock (El Cóndor y el Puma), con Andrés Lima, que fue el director de Animalario durante años. Por esta obra, con la que saldremos de gira en octubre, estoy nominado al premio Max a Mejor Actor, que se concederá en una gala prevista para el próximo 7 de septiembre, en Málaga.

Ha estado nominado al Goya al Actor Revelación por Los años bárbaros (Fernando Colomo, 1998) y como Actor Protagonista por Días de fútbol (David Serrano, 2003), pero se le resisten los galardones.

Siempre hace ilusión recibirlos, pero no es lo que me mueve. Hace más ilusión llegar a la gente y el mejor premio es mantener una continuidad en un trabajo tan inestable como este.

¿Cómo va en ese capítulo laboral?

Tengo pendiente de estreno Crónica de una tormenta, de Mariana Barassi, que ha supuesto un desafío para Clara Lago y para mí, que lo protagonizamos, porque hay escenas de 18 páginas de guion, lo que supone actuar durante casi diez minutos seguidos, con varias cámaras.

Tras unos años en los que no hacía televisión ha empezado a prodigarse en este medio, y lo hemos visto en Las chicas del cable y Narcos: México.

Hubo una época en la que me costaba, pero ahora se hacen cosas muy potentes y trabajo de modo indistinto en teatro, cine y televisión. En enero terminé la miniserie Alguien tiene que morir, de Manolo Caro, el creador de La casa de las flores, que está a punto de estrenarse en Netflix. Y ahora tendría que estar en Argentina haciendo Santa Evita, serie dirigida por Rodrigo García, cuyo rodaje se ha retrasado al próximo mes de marzo, sobre lo que sucedió con el cadáver embalsamado de Eva Perón