Ilustración de Jordi Solano para Fabulantes

Momo (Alfaguara, 2007) vio la luz en 1973 de la mano del escritor alemán Michael Ende (1929-1995), hijo del pintor surrealista Edgar Ende. Moviéndose en el ambiente artístico y bohemio del padre, Michael Ende empezó a escribir cuentos de corte fantástico y juvenil a principio de los años ’50. Su primera novela, Jim Botón y Lucas el maquinista, fue escrita en 1958, pero sería publicada dos años más tarde y traducida a numerosos idiomas. El autor deberá su fama a La historia interminable (1979), un cuento sobre la lectura y la fantasía; aunque su verdadero primer éxito llegó con la publicación de Momo, metáfora sobre el valor del tiempo en la sociedad contemporánea, con la que ganaría el Premio al Libro Juvenil Alemán en 1974.

«Existe una cosa muy misteriosa pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas.» Dicha cosa es el TIEMPO: vive en la Casa de Ninguna Parte, en la Calle de Jamás de algún lugar del mundo. Para llegar allí hay que seguir los lentos pasos de Casiopea, la tortuga que sabe lo que va a pasar con media hora de antelación.

La protagonista de esta historia no sabemos de dónde viene. No sabemos qué edad tiene. Ni tampoco si tiene familia. Dice llamarse Momo; ella misma se dio ese nombre. Dice tener cien años, o quizás «cientodos», no lo sabe con seguridad. Afirma también vivir en un antiguo anfiteatro: es como si Momo no tuviera un pasado y existiera sólo en función de su misión dentro de la narración. Ende mezcla sabiamente elementos reales con otros fantásticos y metafísicos. El entorno en el que transcurre el argumento es el de una ciudad contemporánea que no se parece a ninguna y que, precisamente por eso, las representa a todas. Una ciudad en que la vida de los hombres transcurre de forma aparentemente normal y donde el tiempo de cada uno se reparte entre el trabajo, la familia, los amigos, los hobbies… ¡En una época más feliz en la que los hombres eran dueños de su propio tiempo!

De manera casi imperceptible, algo empieza a cambiar en el mundo, una amenaza cenicienta y fría llega a la ciudad bajo la forma de los que Ende llama los “hombres grises”. Los hombres grises no son nada más que el símbolo de una amenaza mucho más real: la pérdida de los valores en la sociedad contemporánea. Estos fantasmas cenicientos viven del tiempo ahorrado de los hombres, tiempo quitado a la familia, a los amigos, a la vida, y entregado completamente a la efectividad de un trabajo rápido, extenuante e impersonal. “Ahorrar ahorrar ahorrar”, se convierte en el lema de la humanidad entera, hasta que ya nadie tiene tiempo para nadie. Viviendo se gasta el tiempo, pero ahorrándolo la vida se apaga y el tiempo se destruye, convirtiéndose en “tiempo muerto”. La ciudad se llena de edificios de hormigón tristes y feos, nacen los “depósitos para niños” porque ya nadie tiene tiempo para dedicarse a ellos, todo el mundo se mueve deprisa, trabaja deprisa, como si alguien le estuviera persiguiendo. En esta nueva sociedad, dominada por los hombres grises, ya no hay tiempo para charlar, para sonreír, para soñar, ya no hay espacio para la imaginación, la creatividad, pero sobre todo ya no hay tiempo para escuchar. En este sentido, Momo representa la única esperanza de la humanidad, porque ella es la única que tiene tiempo de sobra y que tiene la especial capacidad de escuchar a los demás.

Con esta novela, el escritor alemán nos quiere hablar de la estricta relación entre la vida y la muerte. Lo hace a través del Tiempo, y de la oposición entre Momo y los “hombres grises”. Por un lado, la pureza, la ingenuidad, la esperanza, la vitalidad de una niña que no tiene ningún bien material pero que conoce los valores importantes de la vida: la amistad, la generosidad y el altruismo; y por el otro, los hombres grises, meros fantasmas tristes y fríos, que viven del tiempo ahorrado (o perdido) de todos los hombres. Ende los llama “hombres grises” pero hubieran podido llamarse Satán, Belcebú, o el Señor de las Moscas, porque representan todos los valores negativos de una sociedad en crisis. Esta lucha entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre los valores del pasado y los de la nueva sociedad, se convierte en un análisis filosófico, profundo y deslumbrador sobre cómo la humanidad va transformándose y olvidándose de la vida misma.

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La mítica ilustración con la que el propio Ende acompañó a su libro

El Tiempo es algo imperceptible, sabemos que existe pero no podemos tocarlo, ni tampoco olerlo o sentirlo; sólo podemos ver el efecto que su transcurrir produce a nuestro alrededor. Michael Ende, queriendo, con este relato, dirigirse en primer lugar a un público juvenil, decide dar al tiempo una ubicación física, la Casa de Ninguna Parte, un guardián bajo el nombre de Maestro Hora y una consistencia material, que se traduce en un espectáculo de música, flores, olores y colores. El autor nos regala una de las más bellas descripciones que existen del tiempo a través de los ojos y las palabras de su pequeña protagonista. Toda la novela está contada desde su perspectiva, y todos conseguimos ver el mundo con los ojos de una niña llena de esperanza e ilusión por cuanto la rodea. Como en todos los cuentos de hadas, no pueden faltar los ayudantes, o seres mágicos, como el ya nombrado Maestro Hora y la tortuga Casiopea, que tiene básicamente la función de guiar a Momo en su fantástico viaje.

A pesar de su escritura sencilla y linear, Momo no es sólo un cuento de hadas. Es una metáfora brillante y a la vez terrible sobre la era del consumismo, de la fama y de la dominación de la multitud. Una era en la que ya no hay tiempo para los valores importantes en los que reside la felicidad, y en la que sólo queda tiempo para trabajar, para conseguir el éxito, para seguir la ola de la multitud dominadora y aplastante. “Perder el tiempo” ya no significa simplemente ociar, sino quedar con los amigos, con la familia, con sus propios hijos, tener el tiempo para reflexionar, reír, soñar y en una palabra: VIVIR. ¿Cómo se pueden olvidar los hombres de dedicar tiempo a la vida en su sentido más amplio? Las respuestas están allí: en la pérdida de los valores, en el consumismo, en la sociedad de masas, en la tecnología. En cierto sentido esta novela tiene un toque profético. El tema era sin duda muy actual en 1974, cuando se publicó, pero quizás lo sea aún más hoy en día. Se dice que “no tenemos nada más precioso que el tiempo”, que “el tiempo es dinero” pero se nos olvida cada vez más que «el tiempo es vida, y la vida reside en el corazón».

Hecha esta aclaración, sólo queda un último detalle: elige tu sitio especial, siéntate, enciende la lámpara, coge el libro y empieza a leer. Momo te llevará consigo en un fantástico viaje para devolver el Tiempo a los hombres.