Es como un sinvivir en un bucle. Una pesadilla de temporada con el único paréntesis de dos meses de esperanza justo después del adiós diferido (y luego revocado) de Xavi Hernández al ver cómo el equipo competía en la Champions contra el Nápoles y el PSG. Pero competir, como reconoció el propio técnico en la sala de prensa de Montilivi, implica hacerlo sin desconexiones y levantándose de los golpes. Lo hizo en el Parque de los Príncipes ganando tras recibir dos goles en tres minutos. Y ya está. Lo de Girona fue el enésimo ‘déjà vu’. Con el rival desactivado como en Montjuïc ante el Madrid y a ratos en el Bernabéu, el regalo de Sergi Roberto resucitó a un equipo de Champions con mayúsculas.
Como otras tantas veces este curso. Como Ter Stegen y Araujo ante el Valencia el lunes pasado antes de poder salvar los muebles. No fue el caso en Girona de un Barça incapaz de mantener el 0-1 inicial ni un minuto ni de rematar y encargar más de medio billete a la Supercopa y avistar casi seis millones como mínimo cuando el rival estaba ‘groggy’. La pifia de Sergi Roberto dio paso a un atropello ya visto incluso en Amberes en otro día que contribuyó a tomar viento el Mundial de Clubs de 2025 con un fijo de 50 ‘kilos’. Y acabaron cayendo tres en diez minutos para llegar a cuatro, como en la primera vuelta ante el Girona, la final de la Supercopa ante el Madrid, la prórroga copera en San Mamés y la vuelta contra el PSG expulsión de Araujo mediante.
El uruguayo llegó tarde un día más a varias jugadas. Como Cancelo en el 4-2. Lamine Yamal, el niño de 16 años, sí exhibió orgullo un día más, lo que habla mal de veteranos con más galones.
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Por si fuera poco, hasta la esposa de Vitor Roque se sumó al pim pam pum. Flaco favor al brasileño hizo Dayana Lis cuando colgó tres emoticonos en X con caritas (manos tapándose los ojos y en la boca haciendo ver que callaba) en el minuto 80, con 4-2, al ver que no jugaba ni un minuto pese a no entrenarse anteayer por fiebre. Las últimas cuatro jornadas se harán largas. Y debería haber consecuencias.