Seres mitológicos

Dragones, los monstruos de la Edad Media

San Miguel contra el dragón

San Miguel contra el dragón

En esta pintura, obra de un artista italiano desconocido, el arcángel Miguel está a punto de asestar la estocada final a una dragona alada que yace a sus pies. 1405. Museo Metropolitano, Nueva York.

Pintura: Metropolitan Museum, New York.

El dragón es una de las figuras más emblemáticas de la cultura medieval. Lejos de tratarse de una invención fantasiosa, producto de las sagas de J. R. R. Tolkien o de series como Juego de tronos, el dragón procede de mundos simbólicos gestados en la época medieval que han perdurado hasta nuestros días. Aunque es una criatura ficticia, en las sociedades medievales el dragón alcanzó tal protagonismo que llegó a ser considerado un animal más dentro de las especies existentes. Leyendas, historias e imágenes lo convirtieron en un símbolo de la Edad Media que traspasaría todas las épocas.

En el libro bíblico del Apocalipsis aparece como protagonista un dragón rojo de siete cabezas, semejante a una hidra de la antigüedad, que se enfrenta a San Miguel

Báculo

Báculo

Báculo rematado con el arcángel Miguel a punto de asestar la estocada final a una dragona alada. Museo de Cluny, París.

RMN-Grand Palais
Dragones en la iglesia

Dragones en la iglesia

En el tímpano de la abadía Saint-Pierre de Beaulieu-sur-Dordogne, del siglo XII, aparecen, bajo Cristo entronizado, varios animales fantásticos, entre ellos un dragón apocalíptico con varias cabezas.

Eric Planchard / Gtres

Ya antes del Medievo, en las civilizaciones de la Antigüedad, es posible encontrar un amplio repertorio de seres mitológicos con rasgos dragontinos, criaturas que poseen cuerpo de serpiente o partes de esta. En la antigua Mesopotamia, Marduk, la suprema deidad de Babilonia, se enfrentó a la dragona demoníaca Tiamat, símbolo del caos primordial y de las aguas saladas, para implantar el orden en el cosmos y crear el mundo. En los mitos griegos abundan los drakontes, serpientes gigantescas que actúan como protectoras de lugares, seres u objetos prodigiosos a la vez que simbolizan las fuerzas indomables de la naturaleza. Hércules fue atacado en su cuna por dos serpientes enviadas por la diosa Hera, y más tarde, como castigo a sus crímenes, el rey Euristeo le encargó matar a la hidra de Lerna, una gran serpiente acuática de nueve cabezas. Otros dragones griegos relacionados con las aguas son los kete (ceti en latín), peces semejantes a las ballenas que solían incluir rasgos serpentinos –por sus cabezas, crestas, fauces dentadas y colas replegadas en anillos–, así como de otros animales. 

Monstruos marinos

Monstruos marinos

Monstruos marinos

Sobre estas líneas, detalle de un mosaico del siglo III que decora la Sala Rotonda del Museo Pío Clementino, en el Vaticano, en el que aparece un monstruo marino con la apariencia de un dragón.

Album

Las formas del dragón medieval 

La Edad Media acogió y transformó estos seres de la Antigüedad para crear su propio imaginario. Bajo el cristianismo, tolerado en el Imperio romano a partir del Edicto de Milán en 313 y convertido por Teodosio en religión oficial en 380, los antiguos monstruos dragontinos se trasladaron gradualmente a los códigos visuales de la nueva fe. Así se puede observar en las pinturas de las catacumbas cristianas de Roma y en los relieves de sarcófagos paleocristianos, donde el dragón se identifica con el diablo. La iconografía cristiana buscaba reforzar el mensaje del triunfo de la Iglesia frente a los cultos paganos y las herejías, que se traducían en esos agentes malignos. 

En el libro bíblico del Apocalipsis aparece como protagonista indiscutible un dragón rojo de siete cabezas –semejante a la hidra de la Antigüedad– que arrasó los astros con su cola y se enfrentó al arcángel Miguel. En el Génesis se encuentra también una perversa serpiente que tienta a Eva para que tome los frutos del árbol prohibido y cometa el pecado original. Igualmente, las serpientes acuáticas del mundo griego se identificaron con Leviatán, un monstruo marino citado varias veces en la Biblia, así como con la criatura marina que se tragó al profeta Jonás.

Los dragones tuvieron un papel destacado en las leyendas y en los relatos sobre vidas de santos,
muy populares en la Edad Media

En sus Etimologías (una especie de enciclopedia de inicios del siglo VII) Isidoro de Sevilla definió el perfil del dragón que arraigaría en la Edad Media. Nutriéndose de varias fuentes antiguas, el erudito hispánico clasificó al dragón dentro del grupo de las serpientes, como la más grande de ellas y de todos los animales. Según Isidoro, los dragones moraban en cavernas, volaban, tenían crestas, solían proceder de Etiopía y de la India, y aniquilaban a sus presas no con su veneno o mordedura, sino con su cola, que usaban como un «látigo» o para «asfixiar» a sus víctimas (Etimologías, lib. XII, cap. IV). 

Mientras que en el mundo bizantino el dragón se representaba por completo con atributos de serpiente, en el Occidente medieval adoptó igualmente fisonomías de felinos, cánidos y aves. Esa capacidad de metamorfosearse hacía que el dragón se asociara indefectiblemente con el diablo. En el arte románico de los siglos XI y XII se pueden observar dragones alados bípedos, de físicos más contundentes, pieles más escamosas, rostros parecidos a felinos y cánidos, largas orejas y colas rematadas en formas vegetales. También se encuentran dragones semejantes al grifo, un ser híbrido de la Antigüedad con cabeza, torso, patas delanteras y alas de águila y cuya parte trasera tenía forma de león. 

Los dragones románicos, representados en capiteles, canecillos y tímpanos de iglesias y monasterios, suelen guerrear contra caballeros, santos y animales que simbolizan a Cristo, como el cordero o el león. Dragones, sirenas, arpías, simios y otros seres malignos de estos «bestiarios en piedra» de las iglesias pretendían mostrar a los fieles los pecados que había que sortear para obtener la salvación y evitar los castigos infernales. Estas imágenes alcanzaron una amplia difusión por el continente europeo gracias a la movilidad de gentes, objetos e imágenes fomentada por las crecientes peregrinaciones a Roma y Compostela. 

El león y el dragón

El león y el dragón

El león y el dragón

León rampante pisoteando a un dragón con forma de serpiente. Relieve de la iglesia de San Leonardo, en Zamora. Hacia 1200. The Cloisters, Nueva York.

Metropolitan Museum, New York.

Murciélagos, lagartos  y cocodrilos

En el arte gótico que se desarrolló a partir del siglo XIII, el diseño de los dragones se volvió más complejo. El redescubrimiento de obras naturalistas de Aristóteles y el estudio de tratados árabes sobre óptica –entre otros factores– incentivaron modos más empíricos de representar la naturaleza. Los dragones de este período presentan un mayor parecido con animales reales, ya fuesen reptiles, anfibios o aves rapaces, cuyas anatomías se estudiaron con esmero. Como observó el
historiador lituano Jurgis Baltruaitis, el dragón gótico adoptó alas membranosas de murciélago o alas de polilla, numerosas crestas y púas, así como colas rematadas en dardos. Además, irrumpieron cada vez más dragones cuadrúpedos, basados en lagartos y cocodrilos reales. En las representaciones de diablos de finales de la Edad Media proliferaron las fisonomías monstruosas del dragón gótico. 

Los dragones tuvieron un papel muy destacado en las leyendas y en las hagiografías o relatos sobre vidas de santos, un género enormemente popular durante el período medieval. En esas historias, santos y santas lograban su redención espiritual al destruir dragones demoníacos. Así, san Patricio expulsó serpientes de tierras irlandesas mientras que san Hilarión quemó un dragón que amenazaba Dalmacia. Se contaba también que san Marcelo, obispo de París que vivió entre los siglos IV y V, se enfrentó a un dragón que custodiaba la tumba de una mujer pagana y amenazaba la paz de los pobladores. Totalmente seguro de su fe en Dios, Marcelo se acercó a la bestia y la tocó con su báculo en la cabeza, tras lo cual le ordenó que desapareciera de la ciudad. 

Sir Lancelot y los dragones

Sir Lancelot y los dragones

Sir Lancelot y los dragones

En esta miniatura, que ilustra un poema de Robert de Boron dedicado al ciclo del Santo Grial, aparece sir Lancelot acabando con la vida de dos pequeños dragones alados que custodiaban el «Valle sin retorno». Biblioteca Nacional de Francia, París.

BNF

Muchas de estas historias alcanzaron gran popularidad gracias a la amplia circulación de la Leyenda dorada, un conjunto de vidas de santos compilado hacia 1265 por Santiago de la Vorágine, predicador y obispo de Génova. Una de las historias incluidas en esta obra fue la de santa Margarita (o santa Marina) de Antioquía. En esta ciudad del Imperio romano oriental, Olibrio, gobernador en la época de Diocleciano, pidió a la joven cristiana Margarita que abandonara su fe para casarse con él, y ante la negativa de la muchacha ordenó apresarla. Timoteo (Theotimus), un cautivo que compartía la celda con Margarita, fue testigo de la revelación que vivió la joven al tener que enfrentarse a un monstruo dragontino: «Luego de que terminara de rezar se produjo un gran temblor […]. Emergió de una esquina un enorme y terrorífico dragón con piel de todos los colores. Su cresta y su barba eran como de oro. Sus dientes destellaban luz y sus ojos eran como perlas. Una llama de fuego y un montón de humo salieron de sus fosas nasales. Su lengua era como una espada. Serpientes se enroscaban alrededor de su cuello».
La singular criatura rodeó a la santa y se la tragó, pero esta, con la ayuda de un crucifijo, rompió el estómago de la bestia y salió ilesa.

Santa Margarita de Antioquía y el dragón

Santa Margarita de Antioquía y el dragón

Santa Margarita de Antioquía y el dragón. Las grandes horas de Ana de Bretaña. Siglo XVI. Biblioteca Nacional de Francia, París.

BNF / RMN-Grand Palais

Muchos relatos medievales situaban al dragón en el bosque, considerado un ámbito peligroso e inconmensurable. Marta de Betania, discípula de Jesucristo que según la tradición conocida por la Leyenda dorada se habría establecido en Provenza, se topó en los bosques del Ródano con un dragón que los locales llamaban «tarasca» –por Tarascón, donde antiguamente estaba Nerluc, área conocida por su lago negro y por sus bosques oscuros–. El terrible dragón amenazaba a todos los que cruzaban los bosques que bordeaban el río. La santa «le echó agua bendita y le mostró una cruz», y el monstruo «repentinamente quedó sumiso como una oveja, fue atado de la cintura de santa Marta e inmediatamente asesinado por el pueblo con lanzas y piedras». 

Luchas de santos y caballeros

La aniquilación violenta de los dragones se convirtió en un tópico muy frecuente de la cultura medieval, sobre todo en las historias protagonizadas por héroes épicos y caballeros. Así, en Beowulf, un poema épico anglosajón datado entre los siglos VIII y XII, aparece un dragón que guarda un valioso tesoro en su guarida. Cuando un bandido le roba una copa preciosa, el dragón empieza a atacar a las gentes del lugar, lo que lleva al héroe Beowulf a matar al monstruo con la ayuda de su compañero Wiglaf. En las novelas de caballerías, los caballeros se enfrentaban con dragones que aparecían como defensores de determinados lugares, como los que custodiaban el «Valle sin retorno» de la leyenda artúrica y que fueron aniquilados por sir Lancelot.

La terrorífica Tarasca

La terrorífica Tarasca

La terrorífica tarasca

Santa Marta somete a un dragón conocido como Tarasca, después de que haya devorado a un hombre. Libro de horas de Enrique VIII. Hacia 1500.

Pierpont Morgan Library / Scala, Firenze

Pero la historia de dragones más famosa en el mundo medieval es la que tiene como protagonista a san Jorge. Este oficial romano de Capadocia convertido al cristianismo descubrió que el rey de Silca, una ciudad de Libia, tenía que saciar el apetito de un dragón dándole a sus habitantes en sacrificio. Cuando le llegó a la hija del rey el turno de ser sacrificada, san Jorge se enfrentó al monstruo. Después de herirlo con su lanza, hizo que la princesa lo condujera al interior de la ciudad y allí le clavó mortalmente su espada a cambio de que todos los habitantes se convirtieran al cristianismo. 

En el arte de la Baja Edad Media, tanto san Jorge como el arcángel Miguel solían representarse con armaduras militares coetáneas, como si fueran auténticos caballeros feudales. Si ambas historias alcanzaron tal popularidad fue porque esos santos guerreros encarnaban los ideales de valor marcial y altruismo propios de la caballería medieval.
El dragón, en cambio, representaba lo nocivo, el caos, el desorden, el pecado; en resumen, lo diabólico que se debía controlar y eliminar. Su animalidad monstruosa hizo que tanto en los relatos e historias como en las imágenes fuese plasmado como un ser extraño, anómalo y exótico. Fue ese aspecto maravilloso lo que pervivió y, con el correr de los siglos, llegó hasta nuestros días.

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Protagonista de los bestiarios

Dragón en un bestiario

Dragón en un bestiario

Dragón en un bestiario

Esta miniatura de un bestiario franco-flamenco del siglo XIII muestra a un feroz dragón con alas de ave emplumadas, melena y una lengua serpentina que sale de sus fauces. Museo Getty, Los Ángeles.

Getty Museum

Los bestiarios medievales fueron obras moralizantes destinadas a exponer preceptos cristianos por medio de explicaciones alegóricas vinculadas a animales. Considerado un tipo de serpiente, el dragón formó parte del «bestiario del diablo». Solía estar a los pies de un árbol mítico de la India, el peridexion, evitando su sombra –la cual se identificaba con el Espíritu Santo que protege del diablo a los fieles de la Iglesia– y al acecho de las palomas posadas en sus ramas. También se lo representaba atacando a otros animales que simbolizaban a Cristo, como el ciervo o el elefante. El dragón se enroscaba sobre este último, succionaba su sangre y se metía dentro de su trompa para matarlo. 

manuscritos poblados  por dragones

Letra capital R

Letra capital R

Letra capital R de un códice del siglo XII en el que dos guerreros combaten contra una pareja de dragones entrelazados. Biblioteca Nacional de Francia, París.

Oronoz / Album

Los manuscritosilustrados con miniaturas dan cuenta de la popularidad que alcanzó el dragón como motivo pictórico desde los siglos XII y XIII. En las letras capitales con las que se iniciaba cada sección de la obra, los monjes miniaturistas se las ingeniaban para representar a dragones que mordían o caminaban sobre los tabiques de las letras, se colgaban de ellas con sus cuellos y colas, y señalaban con sus lenguas el inicio del párrafo o algunas palabras. También los márgenes de los folios se poblaron de divertidos dragoncillos en lucha contra caballeros y criaturas imaginarias, a veces cerrando con sus colas la caja de escritura. Era un modo de hacer la lectura más dinámica, destacando partes
o avivando la atención del lector a través de la sorpresa.

San Jorge y el dragón

San Jorge y el dragón

San Jorge y el dragón

San Jorge matando al dragón, por Vittore Carpaccio. Témpera sobre lienzo. 1502-1508. Iglesia de San Giorgio degli Schiavoni, Venecia. 

Scala, Firenze.

El cuadro reproducido sobre estas líneas es una de las versiones más impactantes de la historia de san Jorge, el soldado que mata a un dragón para rescatar a la hija del rey de Silca, en Libia. Su autor, el pintor renacentista veneciano Vittore Carpaccio, lo realizó entre 1502 y 1508 como parte de un ciclo pictórico destinado a la iglesia de San Giorgio degli Schiavoni en Venecia. Carpaccio planteó la escena de lucha como una contienda caballerescamedieval. El santo ecuestre, vestido con armadura de metal, atraviesa con su lanza el cráneo del dragón, bajo la mirada de la princesa, a la derecha, y con la ciudad de Silca representada en el plano del fondo.

Aguamanil en forma de dragón

Aguamanil en forma de dragón

Aguamanil en forma de dragón. Siglo XIII. Museo del Louvre, París.

Jean-Gilles Berizzi / RMN-Grand Palais

El dragón es mostrado como una bestia rampante, con alas de murciélago, musculatura de felino (o de grifo) y escamas serpentinas. Esta caracterización da cuenta de los imaginarios construidos a finales de la Edad Media y en el Renacimiento en torno a la fauna exótica que provenía de Oriente. Leones, leopardos o cocodrilos, tanto vivos como disecados, llegaban a Europa para formar parte de colecciones cortesanas y de gabinetes de curiosidades, y a menudo inspiraban a los artistas para crear animales ficticios. En el campo de batalla, Carpaccio representó también otros reptiles en medio de los restos de las anteriores víctimas que fueron alimento del dragón, entre los que se encuentran cuerpos humanos mutilados, varios cráneos y huesos.

Cocodrilo Edad Media

Cocodrilo Edad Media

Cocodrilo representado como un cuadrúpedo con cabeza humana, cuerpo de león y cola de dragón, originario de Etiopía. Miniatura de un manuscrito franco-flamenco del siglo XV según el Liber Floridus, enciclopedia compilada por Lambert de Saint-Omer entre 1090 y 1120. Museo Condé, Chantilly.

René-Gabriel Ojéda / RMN-Grand Palais

Este artículo pertenece al número 234 de la revista Historia National Geographic.