Maestro (2023), de Bradley Cooper

Película que pone el foco en el gran director y compositor musical de origen judío Leonard Bernstein (1918-1990), pivotando sobre la historia de amor con su esposa, la actriz Felicia Montealegre –afectada por la infidelidad, cuando sigue sus inclinaciones homosexuales–, y su genio con la batuta y las partituras, a los que se permite brillar a partir del momento en que debe hacer una sustitución en Carnegie Hall. Tiene en la producción el nombre de su director, coguionista y protagonista Bradley Cooper, y el de Steven Spielberg, Martin Scorsese y Todd Phillips, nada menos. Además en el libreto ha intervenido Josh Singer, especialista en historias basadas en hechos reales, ahí están para probarlo Spotlight, First Man o Los archivos del Pentágono.

La narración está enmarcada en una entrevista con Bernstein ya de edad avanzada, para ofrecer, casi siempre en un formato de pantalla de 4:3, en blanco y negro la etapa en que la ilusión preside la relación de Leonard con Felicia, y el color cuando asoma la crisis, la hija mayor se hace preguntas, y el distanciamiento y las épocas en que no están juntos se dan con más frecuencia, hasta que la enfermedad de ella demuestra que la relación, a pesar de los pesares, es sólida.

Cooper vuelve a demostrar su interés por historias donde la música importa, como ocurriera en su debut tras la cámara, Ha nacido una estrella. Y aunque se repite con el recurso de las entrevistas para dar información que no sabría proporcionar de otro modo, en general sorprende para bien cómo fluye la narración, se entienden los altibajos en la relación, y hay una elegancia muy clásica a la hora de abordar la vida íntima de la pareja protagonista. También cabe reconocer cierto coraje en mostrar lo singular de la relación, donde determinadas actitudes duelen, aunque prevalezca el amor a pesar de los pesares; y es que estamos sin duda ante una “strange love story”.

Técnicamente apabullan algunos planos fotografiados por Matthew Libatique, en que sin solución de continuidad, seguimos a un personaje y de pronto el escenario, un teatro vacío, pasa a estar lleno de público, o quien se inclina a recibir una ovación, al reincorporarse es otra persona. Y hay momentos muy emotivos, sobre todo el concierto en la catedral, en que Lenny se emociona al descubrir a su esposa entre el público. La música de Bernstein asoma todo el tiempo, también los primeros acordes de West Side Story.

Sobre las interpretaciones, hay dos grandes papeles, desde luego. Cooper lo hace bien, aunque puede distraer la nariz que le han colocado, obra y gracia del maquillaje; muy convincente se muestra Carey Mulligan, en una transformación que atraviesa claramente tres fases, en ninguna de las cuales falta el amor por su marido. El resto de actores tiene en verdad poco peso, incluida Maya Hawke como la hija mayor de la pareja.