Las primeras escenas relatan con precisión y violencia descarnada el entrenamiento de una joven mujer en la artes del asesinato, pieza fundamental de un engranaje que comenzará a comprenderse luego unos cuarenta minutos de proyección. Se trata de un soldado norcoreano, una verdadera máquina de matar.

El film en cuestión, Shiri, fue un gran éxito de taquilla en su país natal y uno de los primeros films exportados fuera de la pequeña península coreana allá por 1999, transformándose en una de las puntas de lanza de la renovación de esa cinematografía, al menos en el terreno de la producción del cine popular de género. En nuestro país nunca fue estrenada comercialmente, aunque sí editada marginalmente en el mercado del directo a video.

Espías e infiltrados, homicidios a sangre fría en la vía pública, vidas dobles, una historia de amor imposible y un estadio de fútbol a punto de volar con miles de espectadores dentro son las armas con que Shiri, tan obvia en su planteo como precisa en su desarrollo y ejecución, intenta jugar en la liga mayor de las superproducciones de acción. Como sería la costumbre en gran parte del mejor cine popular de la región, el relato introduce ligeras pero notorias alteraciones de los lugares comunes del género y una serie de subtramas que logran desintegrar y recomponer la historia central sin apresuramientos.

El realizador y guionista Kang Je-gyu, quien unos años más tarde volvería al tema de las relaciones entre el Norte y el Sur con el drama bélico La hermandad de la guerra, sabe construir escenas físicas y manejar el imprescindible suspenso que la historia requiere, pero jamás deja que sus personajes se pierdan en la maraña de tiros y explosiones. Shiri es un film industrial en el mejor de los sentidos: propone dos horas de emociones básicas en dosis adecuadas, sin grandes virtuosismos pero con una confianza ciega en el material del que está hecha.

Repetición: Viernes 02 de enero, 16:55 hs.