Los venenos de Catalina de Médici
En 1533, la florentina Catalina entró en la corte de Francia donde no dudó en usar los más potentes venenos contra quien se ponía en su camino.
Durante sus primeros años en la corte francesa, la esposa del rey francés Enrique II tuvo un papel muy secundario, pero cuando pudo ejercer la regencia llegó a manejar con mano dura y hasta maquiavélica los designios de Francia como eje central de la conflictiva Europa de aquellos tiempos.
Después de la muerte de su esposo, la florentina pasó a dirigir el reino como regente, mientras sus hijos eran todavía jóvenes para ejercer el gobierno real de Francia.
Para mantenerse en el poder, Catalina a menudo recurrió al su uso de veneno en sus rivales. Entre las muertes por tóxicos que se le achacan, se señala la de su suegra, la reina Juana III de Albret. En este caso, fue a través de un regalo envenenado, unos guantes. Tras ponerlos en la mano, la monarca navarra probó con un dedo crema de queso ingiriendo así el letal veneno.
Parece que también trató de matar a su yerno, Enrique IV de Francia, pero falló el plan porque el libro de páginas envenenadas paró en las manos de su hijo, Carlos IX, que leyó con fruición y murió por error.
Catalina era una mujer muy refinada en muchos terrenos, y aparte de importar de Italia el tenedor, también había traído de Italia la moda de los perfumes, por lo que varios reputados perfumistas viajaron a Francia y abrieron tienda en París. Por aquel entonces, la alquimia de los aromas estaba ligada a la de los venenos, y a ambas químicas se dedicaba Catalina.
En la Europa del siglo XVI estaban muy de moda los tóxicos, empleándose con frecuencia en los asesinatos políticos debido a lo difícil que era demostrar su empleo. En concreto, sobre Catalina circulaba el rumor de que había difundido en Francia el misterioso "veneno de los Médici".
Lo que se sabe es que Catalina había traído desde su país la belladona (“mujer bella”, en italiano), una planta que tiene la facultad de dilatar las pupilas, y que contiene atropina, una droga aceleradora del ritmo cardiaco y que en altas dosis resulta mortal. En la corte también se conocía que era aficionada a experimentar sus pócimas con los condenados a muerte, así como sus posibles antídotos, anotando cuidadosamente sus efectos.