Enamorarse, enmendar errores, descubrir el mundo, temer, son cosas que no desaparecen con el paso de los años. Los sentimientos que vamos descubriendo conforme crecemos no se borran, se transforman, y van formando capas en nosotros, capas de personalidad, de objetivos, de ilusiones y memorias. Estas capas van adquiriendo nuevos significados conforme nuestras experiencias y son continuas, solamente se disuelven con la muerte 

Dirigida por John Madden (Shakespeare in Love, 1998), El exótico Hotel Marigold cuenta la historia de siete adultos mayores atormentados por problemas, ansiedades y culpas. El sostén más sólido de la película se encuentra en el elenco. La elección de titanes del cine británico es la clave que permite al espectador creerse las tribulaciones de un grupo de adultos jubilados e, incluso, identificarse: Judy Dench interpreta a la reciente viuda, Evelyn; Tom Wilkinson al afligido juez del Tribunal Supremo, Graham; Bill Nighy y Penelope Wilton al disfuncional matrimonio de Douglas y Jean; los necesitados de amor, Norman y Madge son Ronald Pickup y Celia Imrie, y Maggie Smith interpreta a Muriel, que está a la espera de una operación de cadera.

El grupo llega al Hotel Marigold en Japur, India, manejado por el joven y soñador Sonny (Patel), que si bien aparece en la publicidad como una fortaleza lujosa llena de comodidades, su realidad es muy distinta. Un hotel que no es lo que parece es la metáfora de la situación de sus nuevos huéspedes, cuyas vidas en búsqueda de redenciones, amores y nuevos comienzos parecen caerse a pedazos.

La India es representada desde la perspectiva de los personajes, que a excepción del juez Graham, que vivió ahí su infancia y parte de su juventud, no son más que turistas promedio conociendo un mundo demasiado vasto para sus preocupaciones: los ruidos, los colores y los tumultos están ahí, menciones a algunos templos, referencias a determinadas costumbres, pero todo sin explorar demasiado a fondo la amplitud cultural y diversidad artística de la India. Eso puede ayudar al público a sentirse cómodo y a identificarse con las miradas extranjeras de sus protagonistas; y, por otro lado, puede molestar a quien considere esto como un compilado de clichés sin fondo que solamente recorre la India por encima. Por último, la historia se cuenta de forma fluida y eficaz. Si bien toca conceptos como la vida y la muerte, el amor y el tiempo, por mencionar algunos, lo hace sin pretensiones de convertirse en una película filosófica y metafórica que empuje al público a reflexiones intrincadas, al fin y al cabo, son temas con los que convivimos todos los días. Madden los plantea en la pantalla con sencillez, sin enredos complicados.

Ante lo desconocido, los personajes deberán adaptarse a su nuevo entorno y desenvolverse ante la sociedad de costumbres distintas que los rodea. Ese ejercicio forma parte del nuevo proceso de auto-conocimiento al que estarán sometidos. Generalmente los adultos mayores son representados como un símbolo de madurez y sabiduría o, en contraparte, de decadencia, pero en esta película, a veces son tan inseguros y están tan confundidos como cualquier adolescente. La frescura, evidentemente, no radica en sus cuerpos, ni en las arrugas y los años que cargan, sino en todas esas emociones que despiertan bajo el cobijo del Hotel Marigold y los escenarios de la India.

Lo extraño y lo extranjero provocan el despertar de la nostalgia de los personajes, a quienes se les hace más sencillo reflexionar sobre su pasado y sus errores sin que los juzgue la crueldad de lo cotidiano, de sus ambientes y personas conocidas.

En lo lejano está la inseguridad, ninguno de ellos sabe qué es lo que les espera en la India, pero también la libertad de, o bien romper barreras que toda la vida estuvieron imponiéndose de alguna forma, o reconstruir lo que estaba roto, antes de que el destino inevitable que les depara la vida. El que no arriesga no gana y en El exótico Hotel Marigold es difícil no ganar porque la película intenta que haya un halo de esperanza y con ello dar algunas lecciones de manera limpia y sin complicaciones, por ejemplo, que nunca es demasiado tarde para cambiar el curso de nuestras vidas.