Historia general de Africa, I: Metodología y prehistoria africana

Historia general de Africa, I: Metodología y prehistoria africana

Historia general de Africa, I: Metodología y prehistoria africana

book

Corporate author

  • International Scientific Committee for the drafting of a General History of Africa

Person as author

  • Ki-Zerbo, Joseph [editor]

ISBN

  • 978-92-3-301707-8
  • 92-3-301707-9 (UNESCO)
  • 84-309-0899-4 (Tecnos)

Collation

  • 851 pages : illustrations, maps

Language

  • Spanish

Year of publication

  • 1982

HISTORIA GENERAL DE AFRICACOMITE CIENTIFICO INTERNACIONAL PARA LA REDACCION DE UNA HISTORIA GENERAL DE AFRICA-(UNESCO) HISTORIA GENERAL DE AFRICA I Metodología y prehistoria africana . DIRECTOR DEL VOLUMEN J. KI-ZERBO +/UNESCOLa edición castellana de ,la presente obra se publica conjuntamente por: - Édilorial Tecnos, S. A O'Donnell, 27 Madrid-9 y ' - Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) 7, place Fontenoy 75700 Paris © Unesco 1982 ISBN 84-309-0898-6 Obra completa Tecnos ISBN 84-309-0899-4 Volumen l Tecnos ISBN 92-3-301707-9 Volumen l Unesco Depósito Legal: M, 18.68 -1982 Printed in.Spain - Impreso en España por A. G. Grupo, S. A. - Nicolás Morales, 40 - Madrid-19INDICE GENERAL Prólogo, por A. M. M' Bow . ...................................... Pág. 11 Presentación del proyecto . ........................................ . B.A. ÜGOT Cronología . ..................................................... . Introducción general . ............................................. . J.· KI-ZERBO Capítulo l : Evolución de la historiografia de Africa ................. . J. D. FAGE Capítulo{¡., Lugar de la historia en la sociedad africana, . .- ............ . BOUBOU HAMA y J. K1-ZERBO Capítul<{J) Tendencias recientes de las investigaciones históricas africanas y contribución a la historia en general. ......................... . P. D. CURTIN Capítulo(j)_ Fuentes y técnicas específicas de la historia africana. Idea general ............................................. · ........ . TH. ÜBENGA r� Capítulo 5: fuentes escritas anteriores al siglo xv .................... . H.�YÁIT Capítulo 6: Fuentes escritas a partir del siglo xv .................... . l. HRBEK 17 21 23 45 63 75 93 109 133METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA . ( . Capítulo'. 7) La tradición oral y su metodología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 J. VANSINA Capítulo 8: La tradición viviente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 A. HAMPATÉ BA Capítulo 9 .' La arqueología africana y sus técnicas. Métodos de datación. . 223 Z. ISKANDER Capítulo JO: l. Historia y lingüística ............................... . 253 P. DIAGNE /J. Teorías relativas a las <,razas» e historia de Africa............. 285 J. Kl-ZERBO Capítulo JI: Migraciones y diferenciaciones étnicas y lingüísticas ....... .' 295 D. ÜLDEROGGE Capítulo 12: l. Clasificación de las lenguas de A frica ................. . 315 J. H. GREENBERG //. Mapa lingüístico de A frica..... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 D. ÜALBY '- Capítulo 13: Geografía histórica: aspectos físicos .................... . S. ÜIARRA Capítulo 14: Geografía histórica: aspectos económicos ............... . A. MABOGUNJE 341 361 Capí1ulo 15: Métodos interdisciplinarios utilizados en esta obra... 379 J. K1-ZERBO Capí1ulo 16: l. Marco cronológico de las fases pluviales y glaciales de Africa... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 391 R. SAID 1/. Marco cronológico de las fases pluviales y glaciales de A frica. 405 H. FAURE Capítulo 17: l. La homínización: problemas generales ................ . 431' Y. CüPPENS //. La hominización: problemas generales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453 L. BALOUT �· .INDICE GENERAL 9 Capítulo 18: Los hombres fósiles africanos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467 R. LEAKEY (- Capítulo 19: Prehistoria del Africa oriental. ......................... ~;' J. E. G. SUTTON ,~ Capítulo .20: Prehistoria del A frica austral. , ......................... ( 521; J. D. CtARK '---"' Capítulo 21: /. Prehistoria del Africa central. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . / 555 1 R. DE BAYLE DES HERMENS ,., JI. Prehistoria del Africa central. ..................... ,. . . . . . . . . . 577 F. VAN NOTEN • . - Con la colaboración de P. DE MARET, J. MoEYERSONS, K. MUYA y E. ROCHE Capítulo 22: Prehistoria del Africa del Norte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 597 L. BALOUT Capítulo 23: Prehistoria del Sáhara. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . 615 H. J. HUGOT Capítulo 24: Prehistoria del Africa occidental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 639 T. SHAW Capítulo 25: Prehistoria del valle del Nilo .......................... J 665 1 F. DEBONO -~/ Capítulo 26.: El arte prehistóri~o africano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 687. J. K1-ZERBO C(1pítulo 27: Comienzos, desarrollo y expansión de las técnicas agrícolas. . 719 ; R. PORTERES y J. BARRAU .,./ Capítulo 28: Invención y difusión de los metales y desarrollo de los sistemas sociales hasta el siglo v antes de la· era cristiana. . . . . . . . . . . . . . . 739 J. VERCOUTTER Conclu$ión: De la na.turaleza bruta a una Humanidad liberada.. . . . . . . . . . 765 J. KI-ZERBO Miembros del Comité Cient(fko l nternacional para la redacc.ión de una Historia General de Africa. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78110 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Reseña biográfica de los autores del volumen I. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 783 Bibliografia general. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 787 Abreviaturas utilizadas en la bibliografia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 827 Indices .......................................... , . . . . . . . . . . . . . . 831 N. B. Catherine PERLES ha colaborado en la redacción de los capít1.1los 18. 19, 20. 21 y 24, y Hélene ROCHE en el 19.PROLOGO AMADOU MAHTAR M'BOW Direcror Ge11erul Je Ju UN ESCO Durante mucho tiempo, mitos y prejuicios de toda clase han ocultado af ( mundo Ja historia real de Africa. Las sociedades africanas eran tenidas por socie- 1 dades que no podían tener historia. Pese a los importantes trabajos realizados, 1 desde los primeros decenios de este siglo, por pioneros como Léo Frobenius, , Maurice Delafosse, Arturo Labriola, buen número de especialistas no africanos / vinculados a ciertos postulados sostenían que esas sociedades no podían ser: objeto de estudio científico, principalmente por falta de fuentes y de documentos ~~ ~ Aunque La lliada y La Odisea podían ser consideradas con razón fuentes esenciales,de la historia de la antigua Grecia, se negaba, en cambio, todo valor a la tradición .oral africana, esa memoria de los pueblos que proporciona la trama de tantos acontecimientos ,que han marcado su vida. Al escribir la histoi:ia de una gran parte de Africa, se limitaban a fuentes exteriores a este continente, para dar una visión no de Jo que podía ser la marcha de los pueblos africanos, sino de Jo que se creía que debía ser. Con frecuencia, al ser tomada como punto de referencia la <<Edad Media» europea, los sistemas de producción y las relaciones sociales, así como las instituciones políticas, no eran entendidos más que por referencia al pasado de Europa. En realidad, se rehusaba ver en Africa al creador de culturas originales que se han desarrollado y perpetuado, a través de los i;iglos, por unos caminos que le son propios y que el historiador no puede, por tanto, comprender sin renunciar a ciertos prejuicios y sin renovar su método. _ Asimismo, el continente africano casi nunca era considerado una entidad· , histórici.'Por el contrario, se ponía el acento en todo lo que podía acreditar la idea de que habría existida una escisión, desde siempre, entre un <(Africa blanca» y un «Africa negra», ignorantes la una de la otra. Frecuentemente se presentaba al · Sáhara como un espacio impenetrable que hacía imposibles las mezclas de etnias12 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA y de pueblos, de intercambios de bienes, de creencias, de costumbres y de ideas, entre sociedades constituidas a una y otra parte del desierto. Se trazaban fronteras herméticas entre las civilizaciones del antiguo Egipto y de Nubia, y 'las de los pueblos subsaharianos. Ciertamente, la historia de Africa al norte del Sáhara ha estado más tiempo vinculada a la de la cuenca mediterránea que la historia del Africa subsahariana, pero hoy día está ampliamente reconocido que las civilizaciones del continente africano, a través de la variedad de lenguas y culturas, forman, en.grados diversos, las vertientes históricas de un conjunto de pueblos y de sociedades unidos por vínculos seculares. Otro fenómeno ha perjudicado notablemente al estudio objetivo del pasado africano: me refiero a la aparición, con el tráfico negrero y la colonización, de estereotipos raciales generadores de desprecio y de incomprensión, y tan profun- damente anclados que falsearon hasta los conceptos mismos de la historiografía. ~-A partir del momento en ·que S!! recurrió a las nociones de «blancos» y de «negros» para nombrar genéricamente a los colonizadores, considerados como superiores, y a los colonizados, los africanos tuvieron que luchar contra un doble avasallamiento económico y psicológico. Reconocible por la pigmentación de su piel, convertido en una mercancía entre otras, dedicado a trabajos pesados, el africano llegó a simbolizar en la conciencia de sus dominadores una esencia racial imaginaria e ilusionariamente inferior de negro. Ese proceso de falsa identificación rebajó la historia de los pueblos africanos en el espíritu de muchos al rango de una etnohistoria en la que la apreciación de· las realidades históricas y culturales no . podía más que ser falseada. \.;;- La situación ha evolucionado mucho desde el final de la .Segunda Guerra Mundial y, en particular, desde que los países de Africa, al haber accedido a la independencia, participan activamente en la vida de la comunidad internacional y en los cambios mutuos que son su razón de ser. Cada vez mayor número de historiadores se han esforzado en abordar el estudio de Africa con más rigor, objetividad y amplitud de espíritu, utilizando ---ciertamente con las precauC!Ones de costumbre- las fuentes africanas mismas. En el ejercicio de su derecho a la iniciativa histórica, los africanos por sí mismos han sentido profundamente la necesidad de restablecer sobre bases sólidas la historicidad de sus sociedades. Esto justifica la importancia de la Historia General de Africa, en ocho volúmenes, cuya publicación inicia la UNESCO. Los especialistas de numerosos. países que han trabajado en esta obra se han afanado primero en poner los fundamentos teóricos y metodológicos. Se han ) preocupado por cuestionar las simplificaciones abusivas a las que había dado lugar una concepción lineal y limitativa de la historia universal, y de restablecer la Lverdad de los hechos siempre que eso era necesario y posible. Se han esforzado en analizar los datos históricos que permiten seguir mejor la evolución de los .i diferentes pueblos africanos en su especificidad sociocultural. En esta tarea inmensa, compleja y ardua, vista la diversidad de las fuentes y la dispersión de los documentos, la UNESCO ha procedido por etapas. La primera fase (1965-1969.) ha sido la de los trabajos de documentación y planificación de la obra. Se han realizado actividades prácticas sobre el terreno: campañas dePROLOGO 13 recogida de la tradición oral, creación de centros regionales de documentación para la tradición oral, recogida de manuscritos inéditos en árabe y «ajami» (lenguas africanas escFitas en caracteres árabes), inventario de los archivos y preparación de una Guía de las fuentes de la historia de A/rica, partiendo de los archivos y bibliotecas de Europa, publicada después en nueve volúmenes. Además, se han organizado encuentros entre los especialistas, enJos q.ue africanos y personas de otros continentes, han discutido cuestiones de metodología, y trazado las grandes líneas del proyecto tras un atento examen de las fuentes disponibles. Una segunda etapa, dedicada- a la puesta a punto y la afticulación del conjunto de la obra, ha durado de 1969 a 1971. En el transcurso de ese período, reuniones internacionales de expertos celebradas en París (1969) y en Addis Abeba (1970) tuvieron que examinar y precisar los problemas referentes a la redacción y publicación de la obra: presentación en ocho volúmenes, edición principal en inglés, francés y árabe, así como su traducción a lenguas africanas tales como el kiswahili,. hawsa, peul, yoruba o lingala. También están previstas traducciones al alemán, ruso, portugués, español y chino, así como ediciones abreviadas accesibles a un público más amplio, africano e internacional. La tercera fase ha sido ia de la redacción y la publicación. Comenzó por el nombramiento de un Comité Científico Internacional de 39 miembros, que comprende dos terceras partes de africanos y una tercera parte de no africanos, al que incumbe la responsabilidad intelectual de la obra. Al ser interdisciplinar, el método seguido se ha caracterizado por la pluralidad de los enfoques teóricos y de las fuentes. Entre éstas hay que citar en primer lugar la arqueología, que encierra una gran parte de las claves de la historia de las culturas y de las civilizaciones africanas. Gracias a ella, se·está de acuerdo hoy en reconocer que Africa fue, con toda probabilidad, la cuna de la humanidad, que allí se asistió a una de las primeras revoluciones tecnológicas de la historia -la del neolítico- y que con Egipto floreció una de las civilizaciones más brillantes del mundo. Luego hay que citar la tradición oral, que, hasta hace poco ignorada, aparece hoy como una fuente preciosa de la historia de Africa, que permite seguir la marcha de sus diferentes pueblos en el espacio y en el tiempo, comprender desde el interior la visión africana del mundo y captar los caracteres originales de los valores que fundamentan las culturas y las instituciones del continente. Hay que agradecer al Comité científico internacional encargado de esta Historia general de A/rica, y a su ponente, así como a los directores y autores de los diferentes volúmenes y capítulos, haber proyectado una luz original sobre el pasado de Africa, abarcada en su totalidad, evitando todo dogmatismo en el estudio de cuestiones esenciales, como el tráfico negrero, esa «sangría sin fin>> ': responsable de una de las deportaciones más crueles de la historia de los pueblos y que vació el continente de una parte de sus fuerzas vivas, mientras que ejercía un , papel determinante er. el desarrollo económico y comercial de Europa; de la colonización con todas sus consecuencia sobre los planos de la demografía, la : economía, la psicología, la cultura; de las relaciones ·entre el Africa al sur del ¡ Sáhara y el mundo árabe; del proceso de descolonización y de construcción ' nacional que moviliza la razón y la pasión de personas aún vivas y a veces en14 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA plena actividad. Todas estas cuestiones han sido abordadas con un afán de honestidad y rigor que no es el menor mérito de la presente obra. Esta ofrece también la gran ventaja de señalar el _punto de nuestros conocimientos sobre Afric_a y al proponer diversos análisis sobre las culturas africanas, así como una nueva visión de la historia, de señalar las sombras y las luces, sin disimular las divergencias de opiniones entre eruditos. Al mostrar la insuficiencia de los enfoques metodológicos tanto tiempo utilizados en la investigación sobre Afrii::a, esta nueva publicación invita a la renovación y la profundización de la doble problemática de la historiografía y de la identidad cultural que unen vínculos de reciprocidad. Y abre el camino, como todo trabajo histórico de valía, a múltiples investigaciones nuevas. Así es como, además, el Comité científico internacional, en estrecha colabora- ción con la UNESCO; ha tenido que emprender estudios complementarios a fin de profundizar algunas cuestiones que permitirán tener una vísión más clara de algunos aspectos del pasado de Africa. Estos trabajos publicados en la serie «UNESCO - Estudios y documentos - Historia general de Africa» completarán útilmente la presente obra. Este esfuerzo será igualmente proseguido por la elaboración de obras que versen sobre la historia nacional o subregional. Esta Historia general pone a la vez en evidencia la unidad histórica de Africa y las relaciones de ésta con los demás continentes, principalmente con América y el Caribe. Durante mucho tiempo, las expresiones de la creatividad de los descen- dientes de africanos en América habían sido aisladas' por ciertos historiadores en un conglomerado heteróclito de africanismos; esta visión, ni que decir tiene, no es . .1--la de los ~utores de la presente obra. Aquí, la resistencia de los esclavos 1 1 deportados a América, el hecho del «marronaje» político y culturál, la participa- ción constante y masiva de-los descendientes de africanos en las luchas de la ! primera independencia americana, lo mismo que en los movimientos nacionales \ de liberación, son justamente examinados por lo que fueron: yjg_qro~a~ afirmacjo- 1 ~~s de _igentidad_ 'l!le _ han c_9_qtrib_uid.o a forj_ar el concepto universal de huma ni- ' 9ª-d~ Hoy es evidente que la herencia africana ha señalado, más o menos según los ·---lugares, los modos de sentir, de pensar, de soñar y de obrar de ciertas naciones del hemisferio occidental. Desde el sur de Estados Unidos hasta el norte del Brasil, pasando por el Caribe, así como en la costa del Pacífico, las aportaciones culturales heredadas de Africa son visibles por todas partes; en algunos casos constituyen incluso los fundamentos esenciales de la identidad cultural de algunos , de los elementos más importantes de la población. ' - Asimismo, esta obra ilumina con claridad las relaciones· de Africa con Asia del sur a través del océano Indico, como también las aportaciones africanas a las demás civilizaciones en el juego de los mutuos intercambios. Estoy convencido de que los esfuerzos de los pueblos de Africa por conquistar o reforzar su independencia, asegurar su desarrollo y consolidar sus especificida- )( des culturales deben enraizarse en una conciencia histórica renoyada, intensamen- te vivida y asumida de generación en generación. Y mi formación profesional, la experiencia que he adquirido, desde los comienzos de la independencia, como enseñante y Presidente de la primera comisión creada con vistas a la reforma de los programas de enseñanza de laPROLOGO 15 historia y de la geografía en ciertos países de Africa del oeste y del centro, me l)an mostrado cuán necesario era para la educación de la juventud y la información del público una obra de historia elaborada por eruditos que conozcan desde dentro los problemas y esperanzas de Africa y que sean capaces de considerar y estudiar el continente en su conjunto. Por todas estas razones, la UNESCO se esforzará en que esta Historia General de Africa sea ampliamente difundida, en numerosas lenguas, y sirva de base a la elaboración de libros para niños, manuales escolares y programas de televisión y radio. Así, jóvenes, escolares, estudiantes y adultos de Africa y de otros lugares podrán tener una mejor visión del pasado del continente africano,·de los factores_, que lo explican, y una comprensión más justa de su patrimonio cultural y desÚ i contribución al progreso general de la humanidad. Esta obra debería, por tanto, , co_ntribuir a favorecer la cooperación internacional y a Feforzar la solidaridad de los pueblos en sus aspii;aciones a la justicia, al progreso y a la paz. Al menos éste es el voto que formulo muy sinceramente. ____ .., Sólo me queda expresar mi profunda gratitud a los miembros del Comité Científico Internacional, al ponente, a los directores de los diferentes volúmenes, a los autores y a todos quienes han colaborado en la realización de esta prodigiosa empresa. El trabajo efectuado y la contribución aportada muestran perfectamen- te lo que unos hombres, llegados de horizontes diversos, pero animados de una misma buena voluntad y de un mismo entusiasmo al servicio de la verdad de todos los hombres, pueden hacer, en el marco internacional que ofrece la UNESCO, para llevar a feliz término un proyecto de un gran valor científico y cultural. Mi i;econocimiento se extiende igualmente a las organizaciones y gobiernos que, mediante sus donativos generosos, han permitido a la UNESCO publicar esta obra en diferentes lenguas y asegurarle la difusión universal que merece, al servicio de la comunidad internacional entera.PRESENTACION DEL PROYECTO BETHWELL A. OGOT PreSiclelllC' del Comité Cientijko lnreruacionul purn fo Red~t.Tión .Je una H;s,oriu General de Ajricu La Conferencia general de la UNESCO, en su decimosexta sesión, solicitó al Director general emprender la redacción de una Historia General de Africa. Este trabajo considerable fue confiado a un Comité Científico Internacional creado por el Consejo ejecutivo en 1970. Según los términos de los estatutos adoptados por el Consejo ejecutivo de la UNESCO en 1971, este Comité se compone· de 39 miembros (de los que dos terceras partes son africanos y una tercera parte no-africanos) elegidos a título personal y nombrados por el Director general de la UNESCO mientras dure el. mandato del Comité. L.a primera tarea del Comité era definir las principales é:arac.terísticas de la obra. Y las definió en su segunda sesión así: - Al aspirar a la máxima calidad científica posible, la Historia no pretende ser exclusivista, siendo un~ übra de síntesis que· evitará el dogmatismo. Por muchos conceptos,sonstj~uye u_n~ exposici~_I) de los prpl.?l1;_1m1.s gµe manifie~tan_ el-~- estad~ _actl!al de Jos c.9Q_C>ci.mien_!os y_ ~~s ~gr~ndes cou_i_e_ntes. de la inv~stigª-ciól!, ~in qÜe dude en señalar, llegado el caso, las divergencias de opinión. De este modo preparará el camino a obras P<?Steriores. --- - -- - - - Africa está considerada como un todo. El objetivo es mostrar las relaciones históricas entre las diferentes partes del continente, con demasiada frecuencia subdividido en las obras publicadas hasta ahora. Los vínculos históricos de Africa con los demás continentes reciben la atención que merecen, y son analizados bajo el ángulo de intercambios mutuos e influencias inultilaterales, de modo que haga aparecer, bajo una claridad apropiada, la contribución de Africa al desarrollo .de la humanidad. - La Historia General de Africa es, ante todo, una historia de las ideas y de las civilizaciones, de las sociedades y de las instituciones. Y se funda en una gran diversidad de fuentes, ~mprendidas la tradición oral y la expresión artística_.18 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA La Historia se analiza esencialmente desde el interior. Obra culta, científi- ca, es también, en gran medida, el fiel reflejo del modo como los autores africanos ven su propia civilización. Aunque elaborada en un marco internacional y recurriendo a todos los datos actuales de la ciencia, la Historia será también un elemento capital pare el reconocimiento del patrimonio cultural africano y pondrá en evidencia los factores .9ue_ contribuyen a la. unidad del continente. Esta voluntad de ver la~ cosas desde el interior constituye la novedad de la obra y podrá conferirle un gi:an valor de actualidad, además de sus cualidades científicas. Mostrando el auténtico rostre de Africa, la Historia podría, en una época dominada por las rivalidades económicas y técnicas, pi:9po_n1:r _m1a concepción wtiqllJtr dt; J.o~ .xal0.res huma9os. - . El Comité ha decidido presentar la obra, que abarca más de tres millones de años de historia de Africa, en ocho volúmenes, cada uno de los cuales comprende alrededor de 800 páginas de texto con ilustraciones, fotografías, mapas y dibujos. Para cada volumen se ha designado un director principal asistido, en caso de necesidad, por uno o dos codirectores. Los directores de volumen se han elegido tanto en el seno como en el exterior del Comité por éste mismo mediante mayoría de dos tercios. Ellos son los encargados de la elaboración de los volúmenes de acuerdo con las decisiones y los planes establecidos por el Comité. Son responsables en el plano científico ante el Comité -o, entre dos sesiones del Comité, ante la Junta- del contenido de los volúmenes, de la puesta a punto definitiva de los textos, de las ilustraciones y, en general, de todos los aspectos científicos y técnicos de la Historia. Es la Junta la que en última instancia aprueba el manuscrito final, que cuando se considera listo para su publicación es enviado por la Junta al Director general de la UNESCO. El Comité -o la Junta entre dos sesiones del Comité- es, pues, el responsable de la obra. Cada volumen comprende unos treinta capítulos, cada uno de los cuales tiene un autor principal, asistido, si es preciso, por uno o dos colaboradores. Los autores son elegidos por el Comité a la vista de su currículum vitae, con preferencia por los autores africanos, a reserva de que posean los títulos exigidos. El Comité cuida especialmente de que todas las regiones del continente, así como otras regiones que hayan tenido relaciones históricas o culturales con Africa, estén, en la medida de lo posible, equitativamente representadas entre los autores. Tras su aprobación por el director del volumen, el texto de los diferentes capítulos es enviado a todos los miembros del Comité para su crítica. Por lo demás, el texto del director del volumen se somete al examen de un comité de lectura, designado en el seno del Comité Científico Internacional en función de las competencias de sus miembros; este comité está encargado de realizar un análisis profundo del fondo y la forma de los capítulos. La Junta aprueba en última instancia los manuscritos. Este procedimiento, que puede parecer largo y complejo, se ha visto necesario por permitir la aportación del máximo de garantías científicas a la Historia General de Africa. En efecto, ha ocurrido que la Junta rechaza algunos manuscri- tos o pide arreglos importantes, o incluso confía la redacción del capítulo a otro autor. A veces, se consulta a especialistas de un ·período determinado de laPRESENTACION DEL PROYECTO 19 historia, o de una cuestión determinada, para la definitiva puesta a punto de un volumen. La obra será publicada primeramente, en edición principal, en inglés, francés y árabe, y en otra rústica en las mismas lenguas citadas. Una versió:q abreviada, en inglés y francés, servirá de base para la traducción a lenguas africanas. El Comité Científico Internacional ha seleccionado, como principales lenguas africanas en las que la obra sera traducida, el kiswahili y el hawsa. También se ha pretendido asegurar, en la medida de lo posible, la publicación de la Historia General de Africa en varias lenguas de gran difusión internacional (entre otras, alemán, chino, español, italiano, japonés, portugués, ruso, etc.). Se trata, por consiguiente, como puede verse, de una empresa gigantesca que· constituye una inmensa apuesta para los historiadores de Africa y la comunidad científica en general, así como para la UNESCO al concederle su patronazgo. Fácilmente se puede imaginar, en efecto, la complejidad de una tarea como la redacción de una historia de Africa que cubre, en el espacio, todo un continente y, en el tiempo, los cuatro últimos millones de años, respeta las normas científicas más cualificadas y recurre, como debe hacerse, a especialistas que pertenecen a un abanico de países, culturas, ideologías y tradiciones históricas. Es ésta una empresa continental, internacional e interdisciplinaria de gran envergadura. En conclusión, debo subrayar la importancia de esta obra para Africa y el mundo entero. En el momento en el que los pueblos de Africa se esfuerzan por unirse y mejor forjar juntos sus destinos respectivos, un buen conocimieato del pasado de Africa y una toma de conciencia de los vínculos que unen a los africanos entre sí y a Africa con los demás continentes deberían facilitar, en gran medida, la comprensión mutua entre los pueblos de la tierra, pero, sobre todo, facilitar el conocimiento de un patrimonio cultural que es ~I bien de la humanidad entera. 8 de agosto de 1979CRONO LOGIA Se ha acordado adoptar la presentación siguiente en la redacción de las fechas: Para la Prehistoria, las fechas pueden representarse de dos maneras diferentes: - como referencia a la época actual, son las fechas BP ( before present, antes de ahora), siendo el año de referencia + 1950; todas las fechas son, pues, negativas con relación a + 1950; - como referencia al comienzo de la era cristiana; las fechas expresa- das con relación a la era cristiana están señaladas con un simple signo - o + delante de las fechas. Por lo que se refiere a los siglos, las menciones «antes de Jesucristo» y «después de Jesucristo» son sustituidas por «antes de la era cristiana» y «de la era cristiana». Ejemplos: 1) 2300 BP = - 350. 2) 2900 antes de J. C. = - 2900. 1800 después de J. C.= + 1800. 3) Siglo V a. J. C. = Siglo V antes de la era cristiana. Siglo II I d. J. C. = Siglo ll l de la era cristiana.INTRODUCCION GENERAL J. KI-ZERBO Africa* tiene una historia. Ha pasado el tiempo en que, sobre lienzos enteros de mapamundis o portulanos, representando ese continente entonces marginal y esclavo, el conocimiento de los eruditos se resumía en esta fórmula lapidaria que revela un poco su coartada: «Ibi sunt leones». Allí hay leones. Después de los leones, se descubrieron las minas, tan provechosas, y en la misma oportunidad, las «tribus indígenas», propietarias de aquéllas, pero a las que se incorporaron como propiedades de las naciones colonizadoras. Después, tras la época de las «tribus indígenas», se pasó a los pueblos impacientes al yugo, cuyo pulso latía ya al ritmo de las luchas de liberación. . La Historia de Africa, c9mo la de 1~ tltnn_anidag_ enteca, es,_ .en_ efecto, !a historia de una toma de conciencia. La Historia de Africa debe ser reescrita, * Nota del director de esce uolumen: La palabra AFRICA tiene un origen hasta ahora difícil de aclarar. Se impuso a partir de los romanos.en lugar del término de origen griego o egipcio Libia, país dé los Lebú o Lobín, del Génesis. Tras haber designado el litor.al norteafricano, la palabra Africa, se aplica, desde finales. del s. 1 antes de la era cristiana, al conjunto del continente. E!ero ¿cuál es el origen primero del nombre? Comenzando por las más verosímiles, pueden darse las versiones siguientes: - La palabra Africa provendría del nombre de un pueblo (bereber) situado al sur de Cartago: los Afrig; de ahí Afriga o Africa, para designar el país de los. Afrig. - Otra etimología de la palabra Africa se obtiene de dos términos fenicios, uno de los cuales quiere decir «espiga», símbolo de la fertilidad de esa región, y el otro, Pharikia, que significa «país de los frutos>>. - La palabra Africa se derivaría del latín aprica (soleado), o del griego apriké (exento de frío). - Otro origen podría ser la raíz fenicia faraga, que expresa la idea de separación, es decir, de diáspora. Señalemos que esta misma raíz se encuentra en ciertas lenguas africanas (bambara). - En sánscrito e indo, la raíz apara o afriéa designa Jo que, en el plano geográfico, está situado «después», e_s decir, Occidente. Afrii:a es el continente occidental. - Una tradición histórica recogida por León el Africano dice que un jefe yemení, llamado Africu,s, habría invadido Africa del Norte en el segúndo milenio antes de la era cristiana, fundando una ciudad llamada Afrikyah. Pero es más probable que el término árabe Afrikyah sea la transcripción árabe de la palabra Africa. - Se ha llegado, incluso, a decir que Afer era nieto de Abraham y compañero de Hércules (!).24 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA porque, hasfa ahora, con frecuencia ha sido enmascarada, camuflada, desfigurada, J:!1_!!tiladª2. por «ia f_µerz-ª ~e las_cosas», ·es decir, pÓr la ignoranéía y eÍ interés. _Ese continente., postrado durante siglos de opI'esión; ha visto generaciones de viajeros, de negreros, de explotadores, de misioneros, de embajadores y eruditos de toda raza, petrificar su imagen con el rictus de la miseria, de la barbarie, de la irresponsabilidad y del caos. Y esa imagen se ha proyect~do, · extrapolada al infinito, río arriba del tiempo, jJJS_tifi.cando de ese mog_Q _eJ_presente_y_eUutur.o. No se trata aquí de hilvanar una Historia-revancha, q~e la_n_za_ría de nuevo :-..~- contra· sus autores ·1~ ·Hist9ria colonialista COIJIO algo contraproduce_nte, sino efe cambiar la perspectiva y resucitar las_ iip~genes «olvidadas» o perc!_idas, Hay que volver a la cíenda para crear entre unos y otros una conciencia auténtica. Hay que ~-- reconstruir el verdadero escenario. Es horn !te _camhiar_de pa}¡i_pras. Si tales son los fines y el porqÜé de esta empresa, el cómo -es decir, la metodología- es, al igual que siempre, más arduo. Este es precisamente uno de los objetivos de este primer volumen de la Historia General de Africa, redactada bajo los auspicios de la UNESCO. ¿POR QUE? Se trata de una empresa científica. Las sombras, las oscuridades que rodean el pasado de ese continente constituyen un desafío apasionante para la curiosidad humana. La Historia de Africa es poco conocida. ¡Cuántas genealogías erróneas! ¡Cuántas estructuras que parecen diseñadas con estilo impresionista o difumina- das en una espesa niebla! ¡Cuántas secuencias que parecen absurdas porque se ha suprimido la escena precedente! Ese filme desarticulado·y parcelado no es más que la imagen de nuestra ignorancia, y de él hemos hecho, por desviación enojosa o viciosa, la imagen real de la Historia de Africa tal como se ha desarrollado efectivamente. Desde entonces, es asombroso que se destine a la Historia africana un espacio infinitesimal y secundario en todas las Historias de la humanidad o de las civilizaciones. Sin embargo, desde hace algunos decenios, millares de investigadores, cuyo mérito en gran número de ellos es importante e incluso excepcional, han exhumado panoramas enteros del rostro antiguo de Africa. Cada año aparecen decenas de nuevas publicaciones cuya óptica es cada vez más positiva. Descubri- mientos africanos, a veces espectaculares, cuestionan la significación de ciertas fases de la Historia de la humanidad en. su conjunto. Pero, con razón, .esta proliferación misma no deja de encerrar peligros: peligro de cacofonía por la profusión de la investigaciones sin coordinar, desordenadas; vanas disputas entre escuelas que distinguen honoríficamente a los investigadores según el objeto de su investigación, etc. Por este motivo y en honor de la ciencia, era importante que se realizase una puesta a punto por encima de toda sospecha, con los auspicios de la Unesco, por equipos de eruditos africanos bajo la autoridad de un Consejo Científico Internacional y de directores africanos. Por el número y la calidad de los investigadores .movilizados para este nuevo y gran descubrimiento de Africa, existe una experiencia insigne de cooperación interna-INTRODUCCION GENERAL 25 1 '" • J. cional. Ahora bien, quizá más que cualquier otra disciplina,/la Historia es una¡ . '!.- ..__.,,. ciencia humana, puesto que sale completamente caliente de fa forja zumbante y J~.,_,'<" tumultuosa de los pueblos. Formada realmente por el hombre sobre el yunque de la vida,. construida mentalmente por el hombre en laboratorios, bibliotecas y excavaciones, la Historia la hace también el hombre, el pueblo, para iluminar y motivar su conciencia. Para los a_fricanos, la Historia de Africa no es un espejo narcisista ni un pretexto sutil para abstraerse del trabajo. Esta diversión alienante correría el riesgo, por otra parte, de comprometer los fines científicos de la empresa. En cambio, la ignorancia de su -propio pasado, es decir, de una gran parte de sí misma; ¿no .es más alienante aún? Todos los males que azotan hoy a Africa y todas las posibilidades que allí existen resultan de fuerzas innumerables propulsa- das por la Historia. Y lo mismo que la reconstrucción en la evolución de una enfermedad es la primera etapa de una empresa racional de diagnóstico y terapia, de, igual modo el pFimer trabajo global de ese continente es histórico. _A menos de ¡ ~~ar___P-Q!_ el inconsciente y_ la alienación, no se podría vivtr sin m~moria ni con la, memoria dei prójimo. Ahora bie_ñ, ia Historia es ia me_moria de los pueblos. Este ie~orn.<! a sí mísmo puede, además, revestir el valor de una catarsis liberadora, como la inmersión en uno mismo por el psicoanálisis que, al revelar las bases de las ~r~qas_ d_e rrnes_tra pep~onalidad, rompe de una vez _los complejos gue amarran nuestra conciencia a las raíces oscuras del subconsciente. Mas, para' no trocar un ojito por otro, es. preciso qµe la_ verdad hi~tórica, matriz de la conciencia desalienada y auténtica, es.té firmemente probada y fundada. ¿COMO? De ahí surge la terrible cuestión del cómo, es decir, de la metodología. En este aspecto como en otros, hay que cuidarse a la vez de singularizar demasiado a Africa y de alinearla más de lo debido, según las normas extranjeras. Algunos piensan que es necesario tratar de encontrar la misma clase de documentos que para Europa, y la misma panoplia de piezas escritas o epigrafiadas, para hablar de una auténtica Historia de Africa. Para ellos, en suma, tanto en los trópicos como en el polo, los problemas del historiador son los mismos en todas partes. Es preciso reafirmar claramente aquí que no se trata de amordazar la razón so pretexto de que faltan datos que -ofrecerle. La razón no debería considerarse tropicalizada con el pretexto de que se ejercita bajo los trópicos. La razón, soberana, no conoce el imperio de la geografía. Sus normas y métodos fundamen- tales -en particular la aplicación del principio -de causalidad- son cm todas partes las mismas. ~e_r~.r~Q!!lfüJl.!;Pt~ p(rrque n_o. ~s cic.;g_a, _la_razón d~b,e ,aprehen: / c!_er ~i[erentemJ:.!).te __ i::ealidades diferente.s, p¡ua que todo_ lo que capte siga siend~ 1 también preciso y sólido. Los principios de la crítica interna y externa se1 aplicarán, por tanio, según una estrategia mental distinta para el canto épico Soundjata Fasa 1 y para el capitular De Viltis o las circulares a los prefectos 1 Honor y gloria a Soundjata, en lengua malinké, Fundador del Imperio de Mali en el siglo XIII. Soundjata es uno de los héroes más populares de la historia africana.26 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA napoleónicos. Los métodos y técnicas serán diferentes. Además, esta estrategia no será totalmente la misma en toda Africa, puesto que el valle del Nilo y la cornisa mediterránea están, a este respecto, en cuanto a la reconstitución histórica, en una situación menos original respecto a Europa que el Africa subsahariana. A decir verdad, las dificultades específicas de la Historia de Africa se notan ya en la observación de las realidades de la geografía física de ese continente. Continente solitario como ninguno, Africa parece dar la espalda al resto del Viejo Mundo, al que se une solamente mediante el frágil cordón umbilical del istmo de Suez. Por el contrario, mete desmesuradamente hacia las aguas australes su masa compacta, encorsetada por macizos costeros, acosada por los ríos mediante desfiladeros «heroicos» que constituyen obstáculos a la penetración. El único paso importante entre el Sáhara y los montes abisinios está obstruido por las inmensas marismas de Bahr el-Ghazal. Con su violencia,. los vientos y corrientes marinas montan guardia desde Cabo Blanco hasta Cabo Verde. Por si fuera poco, en el seno del continente tres desiertos se encargan de agravar el aislamiento exterior por una serie de compartimentos internos. En el Sur, el Kalahari. En el centro, el «desierto verde» de la selva ecuatorial, temible refugio en el que el hombre luchará para imponerse. En el Norte, el. Sáhara, campeón de los desiertos, inmenso filtro continental, océano leonado de los ergs y los regs que, con la franja montañosa de los Atlas, disocia la suerte de la zona mediterránea de la del restó del continente. Sin ser muros estancos, sobre todo durante la Prehistoria, esos poderes ecológicos han pesado enormemente sobre el destino africano en todos los aspectos. También han dado un valor singular a todas las almenas naturales que, de entrada, jugarán el papel de pasarelas en la explotación del dominio africano, empresa para los pueblos desde hace miles de millares de años. Citemos sólo la gigantesca ranura meridional del Valle del Rift, que se estita desde el seno mismo de Africa hasta Irak, a través del rompeolas etíope. En sentido más bien transversal, la curva de los valles del Sangha, del Oubangui y del Zaire ha debido formar así un colador privilegiado. Tampoco es fruto del azar que los. primeros reinos del Africa negra se hayan desarrollado en esas regiones de los países abiertos, esos sahels 2 que gozan a la vez de una permeabilidad interna, de cierta apertura hacia el exterior y de contactos hacia las zonas africanas vecinas, dotadas de recursos diferentes y complementarios. Esas regiones abiertas y a ritmo de evolución más rápida son la prueba a contrario de que el aislamiento ha sido uno de los factores claves de la lentitud africana tras las huellas de ciertos progresos 3. «Las civilizaciones reposan en la tierra»; .escribe F. Braudel. Y añade: «La civilización es hija del número». Ahora bien, la inmensidad misma de' ese continente con una población diluida y, por tanto, fácilmente itinerante en una naturaleza a la vez generosa (frutos, minerales, etc.) y cruel (endemias epidemias)4, impide alcanzar el umbral de concentración demográfica que casi siempre ha sido , 2 Del árabe sahil: r.ibera. Aquí, ·ribera del desierto considerado como un océano. 3 El factor climático no es de despreciar. El profesor Thurstan Shaw ha subrayado el hecho de que algunos cereales adaptados al clima mediterráneo (lluvias.de invierno) no se han podido adaptar en el valle del Níger porque, al sur del paralelo IS de latitud norte y debido al embolsamiento del frente intertropical, su aclimatación era imposible. Cf. J. A. H. XIII, 1971, págs. 143-r53. 4 Ver, a este respecto, John Ford, 1971.INTRODUCCION GENERAL 27 una de las precondiciones de las mayores mutaciones cualitativas en el aspecto económico, social y político. Además, la sangría demográfica y severa de la trata de negros desde tiempos inmemoriales y, sqbre todo, desde el comercio negrero pel siglo XV al XX, no ha podido más que contribuir a privar a Africa del vigor humano y de la estabilidad necesarios a toda creación eminente, incluso en el plano tecnológico. La naturaleza y los hombres, la geografía y la historia no han sido suav~s para Africa. Y es indispensable alcanzar esas condiciones fundamenta- l~s del proceso evolutivo pata plantear los problemas en términos objetivos y no en forma de mitos aberrantes, como la inferioridad racial, el tribalismo congénito y la pretendida pasividad histórica de los africanos. Todos esos enfoques subjeti- vos e irracionales no hacen, en la mejor de las hipótesis, más que enmascarar una ignorl;lncia voluntaria. LAS FUENTES DIFICILES Hay que reconocer que en lo que se refiere a ese continente, el manejo de las fuentes es particularmente difícil. Tres fuentes principales constituyen aquí los pilares del conocimiento histórico: los documentos escritos, la arqueología y la tradición oral. Estas tres fuentes están apoyadas por la lingüística y la antropolo- gía que permiten matizar y profundizar la interpretación de los datos, a veces demasiado toscos y estériles sin este· enfoque más íntimo. Se haría mal, sin embargo, en establecer a priori una jerarquía perentoria y definitiva entre estas diferentes fuentes. Las fuentes escritas Las fuentes escritas, .si no. muy raras, al menos están mal distribuidas en el tiempo y en el espacio. Los siglos más «oscuros» de la historia africana son los que disponen de la luz clara y precisa que emarra de los testimonios escritos -por ejemplo, los siglos que pr:eceden y siguen al nacimiento de Cristo-, siendo privilegiada, a este respecto, Africa del Norte. Pero, incluso cuando existe ese testimonio, su interpretación implica frecuentemente ambigüedades y dificultades. Así es como a partir de una relectura de los «viajes» de Ibn Baitüta y de nuevo examen de las diversas grafías de los topónimos empleados por este autor y por al'Umari, algunos historiadores han llegado a poner en duda que Niani-sur- Sankarani hubiese sido capital del antiguo Malí5 • En el plano cuantitativo, masas considerables de materiales escriturarios de carácter archivístico o narrativo permanecen aún inexplorados, como lo prueban los recientes inventarios parcia- les de los manuscritos inéditos referentes a la Historia del Africa negra, que se han descubierto no sólo en las bibliotecas de Marruecos 6, Argelia y Europa, sino 5 Cf. J. O. Hunwick, 1973, págs. 195-208. El autor adopta el riesgo del argumento del silencio: <<Si lbn Ba(tu\a hubiera atravesa.do el Níger o el Senegal, lo hubiera señalado>>. 6 Cf. UNESCO: Recueil sé/ectifde textes en arabe provenant d'archives marocai11es, por el profesor Mohammed Ibrahim El Kettani, SCH/VS/894.28 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA también en las bibliotecas de los notables y eruditos sudaneses a través de las ciudades del Níger 7 y cuyos títulos permiten confiar en nuevos y prometedores filones. La UNESCO ha establecido. en Tombuctú 'el Centro Ahmed-Baba para promover la recogida de tales documentos. En los fondos de archivos, en Irán, Irak, Armenia, India y China, sin hablar de América, muchos capítulos de la historia de ese continente esperan la perspicacia inventiva del investigador. Así es como en los Archivos del Primer Ministro, en Estambul, donde se han clasificado los registros de los decretos del Diván imperial otomano, una correspondencia inédita fechada en mayo de 1577, del sultán Murad JU en Ma"i ldris Alaoma y en Bey, de Túnez, proyecta una novísima luz· sobre la diplomacia de Kanem-Bornou .en esa época, y sobre la situación de Fezzan 8 . • Se está efectuando un activo trabajo de recogida por los Institutos de Estudios Africanos y los Centros de Investigaciones Históricas en los países africanos penetrados por la cultura islámica. Además, nuevas guías, como las que son editadas por el Consejo Internacional de Archivos bajo los auspicios de la UNESCO, se proponen orientar a los investigadores a través de la selva de los documentos almacenados en todo el mundo occidental. Sólo un esfuerzo vigoroso de ediciones y reediciones eruditas y de traducción y difusión en Africa permitirá, por el efecto multiplicador de esos nuevos flujos · conjugados, franquear un nuevo nivel crítico cualitativo en la visión del.pasado africano, Por otra parte; casi tanto·como la masa nueva.de documentos contará la nueva óptica con que sean investigados. Así es.como numerosos textos utilizados desde el siglo XIX o desde el período colonial exigen imperiosamente una relectura expurgada de todo prejuicio anacrónico y marcado con el sello de un enfoque endógeno. A este respecto, no deben despreciarse las fuentes escritas a partir de escrituras subsaharianas (va·i, bamoun, ajami). La Arqueología Los testigos mudos revelados por la Arqueología so_n frecuentemente más elocuentes que los testigos. de turno que constituyen los autores de ciertas crónicas. La arqueología ha prestado ya muchos servicios a la Historia africana por sus prestigiosbs descubrimientos, sobre todo (es el caso para· varios millares de milenios del pasado africano) cuando no existe ninguna 'Crónica oral o escrita disponible. Sólo objetos testimoniales, enterrados con aquellos para quienes atestiguan, velan entonces allende el pesado sudario de los muertos-tierra, sobre un pasado sin rostro y sin voz. Algunos de estos testigos son particularmente significativos como marcas y med.idas de civilización: los objetos de hierro y su tecnología, los de cerámica con sus técnicas de producción ·y sus estilos, los artículos de vidrio, las escrituras y los estilos gráficos, las técnicas de navegación, pesqueras y textiles, los productos alimenticios, así como las estructuras geomor- fológicas; hidráulicas o vegetales vinculadas a la evolución del clima ... El lenguaje 7 Cf. E1udes maliennes, l. S. H. M., núm. 3, sept. 1972.' 8 B. G. Martín. 1969, págs. 15-27.INTRODUCCION GENERAL 29 de los hallazgos arqueológicos tiene por naturaleza algo de objetivo e irrecusable. Así es como el estudio de la tipología de las cerámicas, de los objetos de hueso y de metal en el Sáhara níger-chadiano demuestra la unión entre los pueblos preislámi- cos (Sao) de la cuenca chadiana y las áreas culturales que se extienden hasta el Nilo y el desierto libio: estatuillas de arcilla cocida con talabartes cruzados, adornos corporales de figurines, formas de vasos y brazaletes, de arpones y huesos, de cabezas o puntas de flecha y de lanza hacen resucitar así, gracias a su parentesco y más allá del paisaje contemporáneo aplastado por la soledad y la inercia, las solidaridades vivas de antaño 9• La localización, clasificación y protección de los yacimientos arqueológicos africanos se imponen como una prioridad de gran urgencia, antes de que depredadores o profanos irresponsables y turistas sin intención científica los saqueen y desorganicen, despojándolos así de todo valor histórico serio. Pero la explotación de esos yacimientos mediante proyectos prioritarios de excavaciones a gran escala sólo podrá desarrollarse en el marco de programas interafricanos sostenidos por una poderosa cooperación internacional. La tradición oral Junto a las dos fuentes principales de la Historia africana (los documentos escritos y la arqueología) la tradición oral aparece como el depósito y vector del capital de creaciones socioculturales acumuladas por los pueblos considerados carentes de escritura: un auténtico museo vivo. La palabra histórica constituye un hilo de Ariadna muy frágil para recorrer los pasillos oscuros del laberinto del tiempo. Los mantenedores de ella son los veteranos de cabeza cana, de voz quebrada, de memoria a veces oscurecida, de etiqueta a veces puntillosa (¡vejez obliga!}: antepasados en potencia ... Son como los últimos islotes de un paisaje en otro tiempo imponente, unido en todos sus elementos por un orden preciso, y hoy erosionado, laminado y volteado por las olas encrespadas del «modernismo». ¡Fósiles a plazos! Cada vez que desaparece uno de ellos, es una fibra del hilo de Ariadna que se rompe; es, literalmente, un fragmento del paisaje que se hace subterráneo. Porque la tradición oral es con mucho la fuente histórica más íntima, la más suculenta, la mejor provista de la savia de autenticidad. «La boca del anciano huele mal -dice un proverbio africano-, pero dice cosas buenas y saludables». El escrito, por útil que.sea, coagula y seca. Decanta, diseca, esquematiza y petrifica: la letra mata. La tradición viste de carne y de colores, irriga con sangre el esqueleto del pasado. Presenta en tres dimensiones lo que frecuentemente está aplastado en la superficie bidimensional de la hoja de papel. La alegría de la madre de Soundjata, conmovida por la curación súbita de su hijo, prorrumpe. todavía con el timbre épico y cálicJo de los gFiots de Mali. Muchos escollos quedan, en verdad, por superar para cribar sabiamente el material de la tradición oral y separar el bueri'/ grano de los he,chos de la paja de las palabras-trampa, falsas ventanas abiertas' ""'' 9 Cf. P. Huard, 1969, págs. 179-24,30 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Í para la simetría, del brillo y del oropel de las fórmulas que no son más que el ) embalaje circunstancial de un mensaje venido de lejos. "- Se ha dicho que la tradición no inspira confianza porque es funcional; como si todo mensaje humano por definición no fuese funcional, comprendidos los documentos de archivo que, por su misma inercia y bajo su aparente neutralidad objetiva, ocultan tantas mentiras por omisión y revisten el error de respetabilidad. Ciertamente, la tradición épica en particular es una recreación paramítica del pasado. U na especie de psicodrama que revela a la comunidad sus raíces y la masa de valores que sustentan su personalidad: un viático encanta_do para remontar el río del tiempo hacia el reino de los antepasados. Esa es la razón de que la palabra épica no coincida exactamente con la palabra histórica. La sobrepone por medio de proyecciones anacrónicas río arriba y río abajo del tiempo real y mediante choques frontales que se parecen a las subversiones del relieve en arqueología. Pero ¿escapan los escritos también a esas intrusiones enigmáticas? Aquí, como en otras materias, hay que cambiar la palabra fósil- director. Hay que proveerse, si es posible, de un detector de metales para separar ganga y escoria. Verdaderamente, en el discurso épico, la fragilidad de fa cadena cronológica constituye su verdadero talón de Aquiles; las revueltas secuencias temporales crean un rompecabezas en que la imagen del pasado no nos llega clara y estable como en un buen espejo, sino como un fugaz reflejo titilante en la agitación del agua. La duración media de los reinados o de las generaciones es un tema vivamente controvertido en que las extrapolaciones a partir de los períodos recientes son muy poco seguras, y sólo sería así con motivo de las mutaciones demográficas y políticas. A veces, una dinastía excepcional o un personaje cariñoso polariza sobre sí las hazañas de sus predecesores y sucesores literalmente eclipsados. Así ha ocurrido con dinastías de Ruanda y con Da Monzon, rey de Segú -(principios del siglo XIX), a quien los griots atribuyen toda conquista importante de ese reinado. Por otra parte,. el texto literario oral sacado de su contexto es como un pez fuera del agua: muere y se descompone. Aislada, la tradición se parece a esas máscaras africanas arrancadas de la comunión de los fieles para ser expuestas a la curiosidad de los no iniciados. Pierde su carga de sentido y vida. Ahora bien, por su vida misma, porque nuevos testigos comprometidos en su transmisión se hacen cargo de ella sin cesar, la tradición se adapta a la espera de nuevos auditorios, adaptación que imputa al jefe principal la presentación del mensaje, pero que no deja siempre indemne al contenido. ¡Que no se vean tampoco como mercaderes o · mercenarios de la tradición a aquellos que sirven a voluntad de los buscadores de textos escritos reinyectados en la tradición! En fin, el contenido mismo del mensaje es con frecuencia hermético, incluso esotérico. Para el africano "la palabra es dura. Es fuerza ambigüa que puede hacer y deshacer, que puede acarrear maleficios. Por eso, no la articula abierta y directamente. Se la envuelve con apólogos, alusiones, sobrentendidos, proverbios claroscuros para los más, pero luminosos para los que están provistos de las antenas de la sabiduría. En Africa, la palabra dura no se derrocha. Y cuanto más se está en posición de autoridad, menos se habla en público. Pero, cuando se diceINTRODlJCCION GENERAL 31 a alguien :.«Te has comido el sapo y tirado su cabeza», comprende enseguida que se le acusa de eludir una parte de sus responsabilidades 10• Ese hermetismo del «decir a medias» rubrica a la vez el valor inestimable y los límites de la tradición oral, puesto que su riqueza es casi imposible de traspasar íntegramente de una lengua a otra, sobre todo cuando esa otra es estructural y sociológicamente distinta. La tradición se lleva muy mal con la traducción. Desenraizada, pierde su savia y su autenticidad, porque la lengua es la «casa del ser». Muchos errores imputados.a la tradición provienen, por otra parte, de intérpretes incompetentes o sin escrúpulos. Sea lo que sea, está hoy ampliamente probada la validez de la tradición ·oral. Está abundantemente confirmada por las comprobaciones con las fuentes arqueo- lógicas o escriturarías, así como por el emplazamiento arqueológico de Koumbi Saleh, los vestigios del lago Kisale, o los acontecimientos del siglo XVI transmiti- dos por los Shona y cuya concordancia con los escritos de los viajeros portugue- ses de esa época ha comprobado D. P. Abraham. En resumen, el contenido o relato de la tradición, sea épico, prosaico, didáctico o ético, puede ser histórico desde un triple punto de vista. En primer lugar, es revelador del cúmulo de usos y valores que animan a un pueblo y condicionan sus actos futuros por medio de la representación de los arquetipos de ayer. Hacit,ndo eso, la epopeya refleja, pero también crea historia. Cuando alguien se dirige a Da Monzon diciéndole: «Señor de las aguas y de las hombres», se significa con eso el carácter absóluto de su poder. Pero los mismos relatos nos lo muestran consultando sin cesar a sus guerreros, a sus griots y a sus mujeres 11 • El sentido del honor y de la reputación se manifiesta en la famosa réplica del «canto del arco» a la gloria de Soundjata ( Soundjatafasa): «Saya Kaoussa malo yé» 12• Ese valor se expri:;sa también bellamente en el episodio de Bakary Dian contra los Peul de Kournari. Arrinconado por despecho en su aldea de Dongo- rongo, el valiente Bakary Dian acude a suplicar que le dejen ir a la cabeza de las tropas de Ségou, y finalmente cede cuando se le toca la cuerda sensible del orgullo y de la gloria: «Las viejas palabras intercambiadas, olvídalas. Ahora es tu nombre lo que hay que conservar; porque se viene al mundo para hacerse con un nombre. Si naces, creces y mueres sin tener un nombre, has venido para nada; has partido para nada». Y exclama: «Griots de Ségou, puesto que vosotros habéis venido, eso no será imposible. Yo haré lo que me pidáis, por mi reputación. No lo haré por Da Monzon. No lo haré por nadie en Ségou. Lo haré solamente por mi reputación. Incluso después de mi muerte, se añadirá a mi nombre». Igualmente ese rasgo de civilización y de derecho. Silamaka dice: «Tenéis la suerte de que me esté prohibido matar a mensajeros». En resumen, -la recomposición del pasado está lejos de ser íntegramente imaginario. En él se encuentran retazos de recuerdos, filones de historia que con frecuencia son más prosaicos que los aderezos coloreados de la imaginación épica: «Así es como coJT1enzó esa institución de pastores colectivos en los pueblos 10 cr. H. Aguessy, 1972, págs. 269-297. 11 Cf. L. Kesteloot: tomos 1-3-4. 1 2 «La muerte vale más que la vergüenza».32 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA bambara. Si te eligen y te hacen pastor, te conviertes en Peul público. Los Peul públicos guardaban los rebaños del Rey. Eran hombres de etnias diferentes, y su jefe pastor se llamaba Bonke». O también: «En esa época no se llevaban babuchas sino zamarras de cuero de buey curtido, con una cuerda en la nariz (en torno al dedo gordo del pie) y una cuerda en el talón». En fin, el relato épico está esmaltado de alusiones a técnicas y objetos que no son esenciales para el desarrollo qe la acción, sino que señalan el nivel de vida. «El (Da Monzon) mandó sus sesenta piragüistas Somono, treinta hombres en la proa y treinta hombres en la popa. La piragüa estaba ricamente adornada». «Se preparan escalas y se aplican contra la muralla. Los cazadores de Ségou trepan al asalto y se infiltran en la ciudad [ ... ] Los caballeros de Ségou lanzan flechas encendidas. Las chozas .de la aldea se incendian». Saran, la mujer enamorada de Da Monzon, va a mojar la pólvora del fusil de los guerreros de Koré ... Mediante un diagnóstico riguroso, que a veces manifiesta el análisis psicoanalítico, es como el historiador puede llegar a la médula esencial de la realidad histórica a través de.la psicosis misma del público o de los tradicionalistas. Desde ese momento, la multiplicidad de las versiones transmitidas por clanes adversos -por ejemplo, por los griots-clientes de cada noble protector (horon, dyatigui}-, lejos de.constituir un handicap, es más bien una garantía suplementa- ria para la crítica histórica. Y la concordancia de los relatos, como en el caso de los griots bambara y peul que pertenecen a dos campamentos enemigos, da un relieve particular a la buena calidad de ese testimonio. Como lo prueba el caso de los gouro, entre quienes la tradición esotérica liberal e integracionista, transmitida por medio de los linajes, coexiste con la tradición esotérica, oligárquica y sumarial de la sociedad secreta, y la palabra histórica -por su poligénesis misma- comporta elementos de a:utocensura. En efecto, no es una propiedad privada, sino un bien indiviso del que responden diversos grupos de la comunidad. Lo esencial es cuidar la crítica intei:na de esos documentos por el conocimiento íntimo del género literario en cuestión, su temática y sus técnicas, sus códigos y estereotipos, las fórmulas de relleno, las diversiones convencionales, la lengua en su evolución, el público y lo que él espera de los tradicionalistas. Y sobre todo; la casta de estos últimos, sus reglas de vida, su formación, sus ideales y sus escuelas. Sabernos que en Malí y Guinea, por ejemplo, las auténticas escuelas de iniciación han existido desde hace siglos en Kayla, Kita, Niagassola, Niani, etc. Esa tradición rígida, institucionalizada y formal está, en general, mejor estructurada y sostenida por la música de coro, que se confunde con ella, que la acompasa con retazos didácticos y artísticos. Algunos de los instrumentos utilizados, como el Sosso Baila ( Balaj on de Soumarao Kan té) son en sí mismos, por su antigüedad, monumentos dignos de una investigación de tipo arqueológi- co. Pero las correspondencias entre tipos de instrumentos y de música, de cantos y de danzas, constituyen un mundo minuciosamente regulado en el que- las anomalías y los añadidos posteriores son fácilmente reconocibles. Cada género literario oral posee así su instrumento especial en cada región cultural: el xilófono (baila) o el bolon (arpa-laúd) para la epopeya mandinga; el bendré de los Mossi (gran tambor redondo de una sola cara, tallado en una calabaza y batido con las manos desnudas) para la exaltación, muda frecuentemente, de los nombres deINTRODOCCION GENERAL 33 guerra (zabyouya) de los soberanos; el mvet (arpa-cítara) para los poetas músicos de los fang en sus tropicales Niebelungen. Portadores de la palabra histórica, semejantes instrumentos son venerados y sagrados. En efecto, forman cuerpo con el artista, y su lugar es tanto más esencial en el mensaje cuanto que, gracias a las lenguas de tonos, la música es directamente inteligible, convirtiéndose el instru- mento en la voz del artista sin que éste tenga necesidad de articular una palabra. El triple ritmo tonal, de intensidad y de duración, se hace entonces música significante, en esa especie de «semántico-melodismo» de la que hablaba Marcel Jousse. A decir verdad, la música forma de tal modo parte de la tradición que algunos relatos no pueden ser transmitidos más que en forma cantada. La propia canción popular, que marca el pulso de la «voluntad general» de forma satírica, a veces salpicada de humor negro, y que se ha conservado viva y lozana incluso a través de las luchas electorales del siglo XX, es un género precioso que contrarresta y Completa las declaraciones de los «documentos» oficiales. Lo que se dice aquí de la múska se puede decir también de otros modos de expresión, como las artes plásticas, cuyas producciones nos ofrecen a veces, como en los reinos de Abomey y de Benin (bajorrelieves) o en el país Kuba (estatuario) la expresión directa de personajes, de acontecimientos o de culturas históricas. Resumiendo, la tradición oral no es solamente un remedio para salir del paso al que uno sólo se resignaría en último extremo. Es una fuente completa, cuya metodología está en lo sucesivo bastante bien establecida y que confiere a la historia del continente africano una poderosa originalidad. La lingüística Con la lingüística, la historia africana dispone no tanto de una ciencia auxiliar cómo de una disciplina autónoma que, sin embargo, la lleva directamente al corazón de su propia materia ... Esto se ha visto claramente en el caso de Nubia, que está enterrada en .el doble silencio opaco de las ruinas de Méroé y de la escritura meroítica no descifrada, porque la lengua sigue siendo desconocida 13 . Ciertamente, muchas cosas quedan por hacer en este terreno, .comenzando por la fijación científica de las lenguas. En efecto, no hay que sacrificar el enfoque o aproximación descript,iva al enfoque comparatista y sintético con pretensiones tipológicas y genéticas. Mediante un análisis ingrato y minucioso del hecho de la leng:ua «con su significante de consonantes, vocales y tonos, con sus latitudes de combinaciones en esquemas sintagmáticos, con su significado vivido por los hablantes de una comunidad determinada» 14, es como se pueden bosquejar unas extrapolaciones remontando .el tiempo, operación con frecuencia muy difícil por la falta de profundidad histórica del conocimiento de tales lenguas, aunque éstas no pueden ser comparadas más que a partir de su estrato contemporáneo por el método sincrónico, base indispensable para· toda síntesis diacrónica y genética. La 13 La UNESCO organizó en 1974 un coloquio científico internaciónal sobre el descifre de esta lengua africana. · 14 Cf. Maurice Houis,. 1971, pá1g. 45.34 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA tarea es ardua, y se comprende fácilmente que se realicen aquí o allá desafíos de erudición, singularmente en materia de bantuística. Malcolm Guthrie sostiene la teoría de la autogénesis, mientras que Joseph Greenberg defiende con energía la tesis según la cual las lenguas bantúes deben ser colocadas en un contexto continental más amplio. Esto último está justificado, dice, porlas semejanzas que no son analogías accidentales nacidas de influencias exteriores, sino que pertene- cen a un parentesco genético intrínseco, expresado por las semejanzas con los pronombres, el vocabulario básico y las características gramaticales --como el sistema de clases nominales-, a través de centenares de lenguas, desde el wolof hasta el baka (República de Sudán). Para el historiador, todos esos debates no son puros ejercicios de escuela. Un autor que. se funda, por ejemplo, en la distribución de los grupos de palabras análogas que designan el cordero en el Africa central a la vera de la selva, constata que esos grupos homogéneos no ocupan la franja vegetal, sino que se reparten paralelamente a ella, lo que sugiere una difusión de ese ganado según los paralelos en los dos biotopos contiguos de la sabana y del bosque; en tanto que, más al este, el contorno lingüístico se ordena claramente por bandas de los meridianos desde el Africa o.riental hasta el Africa austral, lo qué supone una vía de introducción perpendicular a la primera, e ilustra a contrario el papel inhibidor de la selva en la transmisión de las técnicas 15 . Pero ese papel no es idéntico para todas las técnicas. En resumen, los estudios lingüísticos demuestran que las rutas y pistas de migraciones, así como las difusiones de culturas materiales y espirituales, están jalonadas por la distribución de palabras em'parentadas. De aquí la importancia del análisis linguístico diacrónico y de la glotocronología para el historiador que quiere captar la dinámica y el sentido de la evolución. J. Greenberg ha publicado las aportaciones del kanuri al hawsa en términos culturales o de técnica militar, que valorizan la influencia del imperio bornuano en el desarrollo de los reinos hawsa. En particular, la titularidad de las dinastías bornuanas con términos kanuri, como kaygamma, magira, etc., ha conocido una difusión importante hasta en el centro de Camerún y Nigeria. El estudio sistemático de los topónimos y antropónimos puede también dar indicaciones muy precisas a condición de revisar esa nomenclatura según un enfoque endóge- no. Porque ~n gran número de nombres se ha deformado por la pronunciación o la redacción exóticas de no-africanos, o de africanos utilizados como intérpretes y escribientes. L¡i búsqueda de la palabra exacta, incluso cuando ha quedado petrificada en los escritos desde hace siglos, es una de las tareas más complejas de la crítica histórica africana. Un ejemplo. La palabra Gaoga, utilizada por León el Africano para designar un reino de Sudán, ha sido frecuentemente asimilada a Gqo. Pero el análisis de ese topónimo a partir del teda y del kanuri permite localizar también un reino de Gaoga, entre Wadai" (Chad), Darfour (Sudán) y Fertit (RCA) 16. Por lo que se refiere al Yemen, para designar los países de origen de numerosas dinastías sudanesas, se ha emprendido un reexamen serio de ese problema después de H. R. •~ e(. Christophe ·Ehret, 1963, págs. 213-221. 16 Cf. Pierre Kalk, 1972, págs. 529-548.INTRODUCCION GENERAL 35 Palmer. ¿Debe interpretarse la palabra Yemen no stgún la piadosa evocación de los cronistas musulmanes orientada hacia la Arabia feliz, sino también como si se refiriera al antiguo país de Yam (de ahí Yemen)? 17 . El examen del léxico swahili, atiborrado de términos de origen árabe, y del léxico de los países de la costa ori~ntal malgache (Antemoro, Antalaotra, Anosy), bañada de influencias árabes;se muestra muy rica en enseñanzas para el historia- dor. De todos modos, la lingüística, que ya se ha hecho digna de la historia africana, debe liberarse en su inicio del desprecio etnocentrista que ha marcado la lingüística africana elaborada por A. W. Schlegel y Auguste Schleicher, según la cual, «las lenguas de la familia indoeuropea están en la cima de la evolución, y las lenguas de los negros, en lo más bajo de la escala, presentando éstas, no obstante, el interés, como se creía, de revelar un estado próximo al estado original del lenguaje, en el que las lenguas no tendrían gramática, la oración gramatical sería una serie de monosílabos y el léxico estaría restringido a un inventario elemens tal 18 • Antropología y etnología La misma observación va:le a fortiori para la antropología y la etnología. En efecto, los escritos etnológicos 19 han sido, por la fuerza de las circunstancias, escritos con premisas explícitamente disci::iminatorias y con conclusiones implíci- tamente políticas, formando entre las dos un ejercicio «científico» forzosamente ambiguo. Su principal contenido era frecuentemente la evolución lineal, estando en cabeza de la caravana humana la Europa pionera de la civilización, y ala cola, las «tribus» primitivas de Oceania, Amazonia y Africa. ¿Cómo se puede ser indio, negro, papú o árabe? «El otro», retrasado, bárbaro, salvaje, según los grados, es siempre diferente, y por eso es objeto del interés del i_nvestigador o de la codicia del traficante. La etnología recibió así la facultad general para ser el Ministerio de la curiosidad europea respecto a «nuestros indígenas». Muy aficionado a estados miserables, desnudismos y folklores, el estudio etnológico era con frecuencia sádico, lúbrico y, en el mejor de los casos, un poco paternalista. Salvo excepciones, las memorias e informes que de ello resultaban justificaban el statu quo y contri huían al «desarrollo del subdesarrollo» 20 • El evolucionismo al estilo de Darwin, a pesar; por otro lado, de sus eminentes méritos, el difusionismo en sentido único que con demasiada frecuencia ha mirado a Africa como el vertedero pasivo de las invenciones de otros países, y, en fin, el funcionalismo de Malinowski y de Radcliffe Brown que negaba toda dimensión histórica a las sociedades 17 cr. Abbo y Elélridge Mohammadou, págs, 130-55. 18 Cf. M, Houis, 1971, pág. 27. 19 El término etnia, al estar reservado a los pueblos considerados sin escr.itura, ha estado desde el principio-marcado por el prejuicio racista. «Idólatra o étnico», escribía en el siglo xvi Clément Marot. La etnografía es la recogida descriptiva de los documentos. La etnología es la sintaxis comparativa. 2° Cí. J. Copans, 1971, pág. 45: «La ideología colonial y la etnología dependen de una misqia configuración, y existe entre esos dos órdenes de fenómenos un juego que condiciona su desarrollo respectivo». l36 METOD0LOG1A Y PREHISTORIA AFRICANA primittvas, todas estas escuelas se acomodaban naturalmente a la situación colonial sobre la que proliferaban como en un rico mantillo 21 • Sus enfoques, bastante pobres al cabo para la comprensión de las sociedades exóticas, se descalificaban también por el hecho de que las sociedades que sobre todo les interesaban eran precisamente las más insólitas, esto es, los prototipos de una humanidad instalada en lo elemental, mientras que estos últimos constituían sólo microorganismos en la función histórica no desdeñable, y a veces notable, pero lo más frecuentemente marginal con relación a los conjuntos sociopolíticos más poderosos y mejor acoplados en la corriente de. la historia. Toda Africa quedó simbolizada así por unas imágenes que los propios africanos podían mirar como extrañas, exactamente como si Europa estuviera personificada a comienzos del siglo XX por los usos de la mesa y del hábitat, o por el nivel técnico de las comunidades de la Bretaña interior, de Cantal o de Cerdeña. Por otro lado, el método etnológico, fundado en la encuesta individual realizada en el rincón de una experiencia subjetiva total, aunque intensiva, pero sólo al nivel del microcosmos; desemboca en unas conclusiones «objetivas» muy frágiles cuando tiende a la extrapolación. En fin, por una dialéctica implacable, el objeto mismo de la etnología, bajo la influencia colonial, se desvanecía poco a poco. Los indígenas primitivos, que vivían de la recolección y la caza, cuando no del «canibalismo», se transformaban poco a poco en subproletarios de los centros periféricos ·de un sistema mundial de producción, cuyos polos están situados en el hemisferio norte; La acción colonial consumía y aniquilaba su propio objeto. Por eso los africanos, a quienes se había dado el papel de objetos, decidían iniciar por sí mismos un razonamiento autónomo en tanto que sujetos de la historia, pretendiendo incluso que, en algunos aspectos, los más primitivos no son aquellos que se cree ... Ahora bien, al mismo tiempo, los que sin prejuicios habían trabajado en el descubrimiento de un hilo histórico y de las estructuras originales en las sociedades africanas, estatales o no, los pioneros como Frobenius, Delafosse, Palmer, Evans Pritchard, proseguían sus esfuerzos, continuados y superados por otros investigadores contemporáneos. Estos estiman que, al aplicar los mismos conceptos mentales de las ciencias del hombre, pero adaptándolos a los temas africanos, pueden ·alcanzarse resultados objetivos. Así son desechados al mismo tiempo los enfoques viciosos, fundados, bien en la diferencia congénita y esencial de los «indígenas», bien en su primitivis- mo por el camino de la civilización. Basta reconocer que, si el set de los africanos es el mismo --el del horno sapiens-, su «estar en el mundo» es diferente. Desde entonces pueden apuntarse nuevos conceptos para aprehender su evolución singular. Al propio tiempo, el enfoque marxista, a condición de no ser dogmático, y el enfoque estructuralista de Lévi-Strauss aporta11 también opiniones válidas, pero contrastadas, sobre la evolución de los pueblos reputados sin escritura. El método marxista, esencialmente histórico y para el que la historia es la conciencia 21 Cf. J. Ruflie, 1977, pág. 429. «El pseudodarwinismo cultural que inspira el pensamiento antropológico del siglo x1x l~gitima al colonialismo, que no sería el producto de determinada coyuntura política, sino el de una estructura biológica; en suma, un caso particular de la competición natural. La antropología del siglo x1;x proporciona una buena conciencia a la Europa imperialista».INTRODUCCION GENERAL 37 colectiva en acción, insiste mucho más en las fuerzas productivas y las relaciones de producción, en la praxis y las normas, mientras que el método estructuralista quiere descubrir los mecanismos inconscientes; pero lógicos,· y los conjuntos coherentes que sustentan y en~uadran la acción de los espíritus y de las socieda- des. La antropología que bebe de esas nuevas fuentes será, esperémoslo, algo distinto a un ave Fénix surgida, por necesidades de la causa, de las cenizas de una determinada etnología 22 • La antropología debe criticar su propia andadura, insistir tanto en las normas como en las prácticas, y no confundir las relaciones sociales posibles de descubrir en la experiencia, ni las estructuras que les tienden en su base. Así enriquecerá a las unas por medio de las otras; a las normas, a las estructuras y a las opiniones, al utilizar ampliamente las técnicas cuantitativas y colectivas de encuesta, y al racionalizar y objetivar el discurso. Las interacciones de los factores globales interesan particularmente a la antropología, pero también a la síntesis histórica. Por ejemplo, se aprecian correspondencias entre, por una parte, la existencia de vías comerciales con monopolio real de ciertas mercancías y, por otra, las formas políticas centralizadas: en las antiguas Ghana y Malí, en el Imperio ashanti del siglo XVIII, en el reino lunda del Zaire, etc. Mientras que, contrariamente a los ngonde y los zulúes, pueblos con lenguas y costumbres idénticas (los nyakusa y los xhosa), pero que viven apartados de esas corrientes, no han alcanzado la fase monárquica, lo cual es una contraprueba decisiva 23• De esto se puede tratar de inferir una especie de «ley» de antropología o de sociología política. Por otra parte, las estructuras del parentesco pueden entrañar una multitud de incidencias sobre la evolución histórica. Así, cuando dos grupos de lenguas diferentes se encuentran, la forma de unión conyugal entre esos grupos decide generalmente la lengua que será dominante, porque la lengua materna sólo puede pesar si las mujeres son tomadas como esposas y no como esclavas y concubinas. Ciertos grupos nguni conservarán así su lengua de origen, mientras que otros, que tomaron mujeres sotho, perdieron su lengua en beneficio de los sotho. Ese es también el caso de los pastores peul, llegados de Macina y de Fouta Djalon, que tomaron mujeres entre los mandinga y crearon la provincia de Ouassoulu: sólo son peul de noinbre, y por algunos rasgos físicos. Han perdido su lengua original en provecho del malinke o del bambara. Así, pues, las principales fuentes de la historia africana evocada anteriormente no pueden clasificarse a priori como tales, según una escala de valores, privilegian- do permanentemente a tal o cual de ellos. Conviene juzgar caso por caso ... En efecto, no se trata de testimonios de especies radicalmente diferentes. Todas responden a la definición de signos que nos llegan de antaño y que, como vectores de mensajes, no son completamente neutros, sino que arrastran intenciones abiertas u ocultas. Todas pertenecen, por tanto, a la crítica metodológica. Cada una puede conducir a las demás categorías de fuentes: por ejemplo, la tradición 22 La sociología sería una ciencia intrasocial para el mundo moderno, mientras·que la antropolo- gía sería una aproximación o enfoque comparatista (int.ersocial). Pero ¿no es eso resücitar las categorias discutibles de la diferencia, con su cortejo de etnohistoria, de etnoarqueología, de etnomatemáticas ... ? 23 Cf. L. Thompson, 1969, págs. 72-73.38 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA oral ha conducido frecuentemente a los yacimientos arqueológicos. Incluso puede ayudar a cotejar ciertos documentos escritos. Así, cuando el gran Ibn Khaldün en la Historia de los Bereberes escribe de Soundjata: «Le sucedió su hijo Manca. Manca en su lengua escrita significa sultán, y Oueli es el equivalente de Ali». Mientras, los tradicionalistas de hoy todavía explican que Mansa Oulé significa «el rey de tez clara». CUATRO GRANDES PRINCIPIOS Cuatro grandes principios deben gobernar la investigación si se quiere asignar una nueva frontera al frente precursor de la historiografía africana. En primer lugar, está la interdisciplinaridad, cuya importancia es tal que constituye casi en sí misma una fu~nte específica, Así es como la sociología política aplicada a la tradición oral en el reino de Segou enriquece considerablemente una visión que, sin ella, se limitaría a las líneas esqueléticas de un árbol genealógico señalado por algunas hazañas estereotipadas. La complejidad, la compenetración de estructuras, a veces modeladas sobre las hegemonías antiguas (el modelo mali), aparecen así en su realidad concreta y viva. De igual forma, en los países del delta nigeriano, las tradiciones orales permiten completar los factores de desarrollo demasiado atribuidos a las influencias del comeFcio negrero y del aceite de palmera, mientras que relaciones endógenas previas, en el septido norte-sur y este- oeste hasta Lagos y el país ljebu, están atestiguadas por la tradición oral que apoya y enriquece notablemente las alusiones de Pacheco Pereira en el Esmeraldo 24. No es un elemento de antropología cultural (el texto iniciático de los pastores peul 25) el que ha permitido a ciertos prehistoriadores interpretar correctamente los enigmas de los frescos de Tassili: animales sin patas del cuadro llamado del «buey con la hidra», U mágica de Ouan Derbaouen, etc. Así, con más de 10.000 años de paréntesis, los ritos de hoy permiten identificar a las cinco hermanas míticas de los siete hijos. del antepasado Kikala, en las cinco maravillosas danzas de los frescos de Jabbaren. La expansión de los bantúes, atestiguada por las fuentes concordantes de la lingüística, de la tradición oral, de la arqueología, de la antropología, y por las primeras fuentes escritas árabes, portuguesas, británicas y afrikaaner, se convierte en una realidad palpable, susceptible de ser ordenada en una síntesis, cuyas aristas se avivan con el reencuentro de es.os diferentes planos .. Asimismo, los argumentos lingüísticos concuerdan con los de la tecnología para sugerir una difusión de los gong reales y campanas geminadas de ceremonias, partiendo del Africa occidental hacia el Bajo Zaire, Shaba y Zambia. Pero las pruebas arqueológicas aportarían evidentemente una confirmación inestimable. Esa coalición de las fuentes se impone más aún cuando se trata de delimitar las dificultades relativas a la cronología. No siempre se dispone de datos sacados d_el carbono 14. Aunque éstos deben ser interpretados y confrontados con otros datos, como la metalurgia o la 2 " Cf. J. Alagoa, 1973. 25 Cf. Hamppaté Ba y Germaine Dieterlen, 1961.INTRODUCCION GENERAL '39 alfare.ría (metales y estilos). No siempre se dispone, como en el norte del Chad 2 6, de masas enormes de restos de cerámica que permiten trazar una tipología que representa una escala cronológica de seis niveles. Una excelente demostración de esa conjugación de todas las fuentes. disponibles es la que permite establecer una tipología diacrónica de los estilos pictóricos y de las cerámicas, y confrontarlos para analizar una serie cronológica que abarca ocho milenios, comprobado todo por medio de sondeos estratigráficos y confirmado por dataciones al C14, por el estudio de la flora, la fauna, eI hábitat y la tradición oral 2 7• A veces, el mapa de los eclipses fechados, y visibles según las regiopes, permite concordancias excepcionales, cuando tales acontecimientos están unidos con el reinado de tal o cual dinastía. Pero, generalmente, la cronología no es accesible sin la movilización de varias fuentes, tanto más cuanto que la duración media de los reinados o de las generaciones es susceptible de variaciones, cuando la naturaleza de la relación entre los soberanos que se suceden no es siempre precisa, cuando el sentido de la palabra hijo no siempre es biológico sino sociológico, cuando, a v~ces, tres o cuatro nombres o «nombres importantes» son atribuidos al mismo rey, y cuando, como entre los bembas, la lista de candidatos a la jefatura se incorpora a la de los jefes .. Sin minimizar la importancia de la cronología, espina dorsal de la materia histórica, y sin renunciar a los esfuerzos para asentarla sobre bases rigurosas, ¿hay que sucumbir a la psicosis de la precisión a cualquier precio, que corre el riesgo de ser entonces una falsa precisión? ¿Por qué empeñarse en escFibir 1086 para la caída de Koumbi Saleh, en lugar de decir «a finales del siglo x1»? Todas las fechas no tienen además la misma importancia. El grado de precisión requerida para cada una de ellas no es el mismo, y ninguna ha de erigirse en modelo. . Por otro lado, importa reintegrar todo el flujo ·del proceso histórico en el contexto del tiempo africano. Y éste no es alérgico a la articulación del dato resultante en una cadena de hechos que se .crean los unos a los otros por anterioridad y causalidad. En efecto, los africanos tienen una idea del tiempo fundada en el principio de causalidad. Pero este último se aplica según normas. originales en las que el contagio del mito empapa y tuerce el desarrollo lógico; por lo que la fase económica elemental no crea la necesidad del tiempo cifrado, materia prima de la ganancia; por lo que ·el ritmo de los trabajos y de los días es un metrónomo suficiente para la actividad humana; y por lo que calendarios que no son ni abstractos, ni universalistas están subordinados a los fenómenos naturales (lunaciones, sol, sequía) y a los movimientos de los animales y de las personas. Cada hora está definida por actos concretos. Así,.en Burundi: Amakana (en el momento de ordeñar: las 7 h.), Kumasase (cuando el sol asoma por las colinas: las 1 O h.), etc. E11 ese país rural el tiempo está marcado por la vida pastoril y agrícola. En otra parte, los nombres de los niños dependen del día de su nacimiento, del acontecimiento que ha precedido o seguido a éste. Los musulma- nes, en Africa del Norte, llaman de buen grado a.sus híjos con el nombre del mes en el que han nacido: Ramdán, Chabán, Mulud. 26 Cf. Yves Coppens, 1960, págs. 129 y sigts. 27 A. Bailloud, 1961, págs. 51 y sigts.40 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Esta concepción del tiempo es histórica desde muchos puntos de vista. En las sociedades africanas gerontocráticas, la noción de anterioridad en el tiempo está aún más llena de sentido que en otras partes, puesto que por sí sola genera unos derechos sociales, como el uso de la palabra en público, la participación en una danza reservada, en algunos manjares, en el matrimonio, en el respeto al prójimo, etc. En otros lugares, al no ser la primogenitura, muy frecuentemente, un derecho excluido para la sucesión real, el número de pretendientes (tíos, hermanos, hijos) es siempre elevado, y la edad interviene en el marco de una competición muy abierta. De ahí la preocupación aún creciente por la cronología. Pero en absoluto había necesidad de saber que se había nacido en tal año, ya que lo esencial era probar que se había nacido ante fulano de tal. Las referencias de cronología absoluta no se imponen más que en el marco de sociedades más vastas y anónimas. Esta concepción del tiempo social no es estática, porque en el contexto de la filosofía africana pandinamista del universo se trata de aumentar sin cesar su forma vital, que es eminentemente social, lo que incluye la idea de progreso en y para la comunidad. Como dice Bakary Dian: «Incluso después de mi muerte, aumentará mi nombre». En algunas lenguas, la misma palabra (bogna, en bambara, por ejemplo) designa el don material, el honor, el crecimiento. El cómputo de las estaciones se funda a menudo en la observación astronómi- ca realizada, por ejemplo, en una serie de constelaciones, como la Osa Mayor; entre los komo (Alto Zaire), las Pléyades, comparadas a una cesta con machetes, anuncian.el tiempo de aguzar esas herramientas para la roturación de los campos. Además, en caso de necesidad, esta concepción del tiempo se hace más matemáti- ca: muescas hechas en maderas especiales conservadas en los archivos de las grutas del país dogon; depósito anual de una pepita de oro en un bote de estaño, conservado en la capilla del trono, en el reino de Bono Manso u; o de un guijo en una jarra, en la caja de los Reyes, en el país mandinga, sin contar evidentemente las prácticas eminentes del Egipto faraónico y de los reinos musulmanes (almoha- de, por ejemplo), sobre este particular. Si se piensa en la dificultad de convertir una secuencia de duración de reinados en otra de fechas, y en la necesidad de encontrar un punto fijo de referencia, se comprobará que éste último la mayor parte de las veces lo proporciona un dato exterior fechado, por ejemplo, el ataque ashanti contra Bono Mansou. En efecto, sólo la utilización de la escritura y el acceso a las religiones «universalistas» que disponen de un calendario a partir de un término a quo preciso, así como de la entrada en el universo del rendimiento y la acumulación monetaria, han remodelado la concepción «tradicional» del tiempo. Pero ésta respondía correctamente en su tiempo a las necesidades de las sociedades en cuestión. Otra exigencia imperativa, es que esa historia sea, por fin, vista desde el interior partiendo del polo africano, y no medida permanentemente con la vara de valores extranjeros, siendo la conciencia de uno mismo y el derecho a la diferencia condi- ciones indispensables para la constitución de una personalidad colectiva autóno- ma. Naturalmente, la opción y la óptica de autoexamen no consisten en abolir artificialmente las conexiones históricas de Africa con los demás continentes delINTRODUCGION GENERAL 41 Viejo y del Nuevo Mundo .. Pero esas conexiones serán analizadas en términos de intercambios recíprocos y de influencias multilaterales en las que no dejarán de aparecer las aportaciones positivas de.Africa en el desarrollo de la Humanidad. 'La mirada histórica africana no será,. pues, una mirada vengativa ni de autosatisfac- ción, sino un ejercicio vital de la memoria colectiva que explora el campo del pasado para enéon:trat eh él sus propias raíces. Después de tantas miradas exteriores que hasta en las películas contemporáneas han modelado la imagen relevante de Africa a la medida de los intereses exteriores, es tiempo de proyectar la mirada interior de la identidad, de la autenticidad, de la toma de conciencia: «vueita •irepatriante"», como dice Jacques Berque para designar ese retorno a las fuentes. Cuando se piensa en el valor de la pálabta y del nombre en Africa y que nombrar algo es casi tomar posesión de ello; hasta tal punto que los personajes venerados (padre, esposo, soberano) son designados por perífrasis y sobrenom• bres, se comprenderá por qué toda la serie de vocablos o de conceptos; y toda la panoplia de estereotipos y de esquemas .mentales relativos a la historia africana, resultan de ·la alienación más sutil. Hace falta aquí una ver.dadera r.evolución copernicana que será, en primer lugar, semántica y que, sin negar las exigencias de la ciencia universal, recupera toda la corl'Íente hi~tórica de ese continente en unos nuevos moldes 28 • Como Mackenzie advertía ya en 1887 sobre .los tswava (Botswana), ¡cuántos nombres de pueblos que jamás han sido utilizados por ellos mismos ni por otros pueblos africanos! Esos pueblos han pasado por las fuentes bautismales de la colonización y han salido de allí malditos por la alienación. La única vía real para salir de ahí es escribir cada vez más libros de historia africana en lengua africana, lo cual presupone otras reformas de estructura ... ¡Cuántos libros de historia de Africa que dedican generosamente unas diez páginas a la .historia precolonial, so pretexto de que es mal conocida! Así que se saha a pie juntillas de los «siglos oscuros» a tal prestigiose explorador o gobérnador, demiurgo providencial y deus ex machir,a, partiendo del cual comienza la verdadera historia, relegándose en suma el pasado africano, a una especie de vergonzante prehistoria. Ciertamente, no se trata de negar los influjos externos.que actúan como levadura aceleradora o. detonante. Por ejemplo, la introducción en el siglo XVI de las armas de fuego en el Sudán central propició la infantería formada por esclavos en detrimento de los caballeros feudales, mutación que repercutió en la estru'ctura del poder a través del Sudán central, suplantando ante el soberano el kacella o kai"gamma de origen servil al ministro noble Cirema. Pero las explicaciones mecánicas a partir de influencias externas (¡incluidos lós reposacabezas!) y las correspondencias auto- máticas entre influjos exteriores y los movimientos de la historia. afoicana deben ser rechazadas a la hora de realizar un análisis más interno, con vistas a descubrir las contradicciones y dinamismos endógenos 29 • 28 Ver,. a este respecto, la demostración interesante de l. A. Akinjogbin, 1967. Partiendo de la comparación entre el sistema del ebi (familia i:nuy larga), que, sería Ja fuente dí: la autoridad de Oyo sobre las familias, y el sistema dahomiano de adaptación al tráfico de negros por la monarquía autoritaria ejerciendose sobre los individuos, él explica la djsparidad entre los dos regímenes. Ver también B. Verhaegen, .1974, pág, :156: «El hecho en bruto es un mito. El lengmi.je que lo designa es implícitamente una teoría del hecho». 29 Cf. R. C. C. Law, 1971. El autor da del declive de Oyo una explicación fundada sobre las,42 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICAN .. A Además, esta historia no debería ser otra que la historia de· los pueblos africanos en su conjunto, considerada c::omo una totalidad que englobase la masa continental propiamente dicha y las islas vecinas, como Madagascar, según la definición de la carta de la O. U. A. La historia de Africa'integra evidente~ente al sector mediterráneo en una unidad consagrada por tantos vínculos milenarios (a veces sangrientos, es cierto), mutuamente enriquecedores las más de las veces, que hacen de Africa, a una y otra parte de la bisagra del Sáhara, los dos goznes de una misma puerta y las dos caras de una misma moneda.· Historia de los pueblos porque, en Africa, hasta el despotismo de ciertas dinastías ha sido siempre temperado por la distancia, por la ausencia de medios técnicos que agravan la lentitud de la centralización y por la perennidad de las democracias lugareñas, así que a todos los niveles, de la base a la cima, el consejo reunido por y para la conferencia con el jefe negro constituye el cerebro del cuerpo político. Historia de los pueblos porque, 1,alvo en algunos decenios contemporá- neos, esa historia no está ajustada a las fronteras fijadas por la colonización, por la juiciosa razón de que el manjar territorial de los pueblos africanos desborda por todas partes las fronteras heredadas de la partición colonial. Para poner un ejemplo entre mil, los senoufo se asientan sobre una parte de Malí, de la Costa de Marfil y del Alto Volta. Eh el marco continental general, se pondrá el acento, pues; sobre los factores comunes que resultan de orígenes comunes y de intercam- bios interregionales y milenarios de hombres, mercancías, técnicas, ideas; en re- sumen, de bienes materiales y espirituales. A pesar de los obstáculos naturales y el bajo nivel de las técnicas, desde la prehistoria ha habido una cierta solidaridad histórica continental entre el valle del Nilo y Sudán hasta la selva guineana, y entre ese mismo valle y el Africa oriental, contándose entre otros acontecimientos la dispersión de los lwo, entre Sudán y el Africa central por la diáspora de los bantúes, y entre la fachada atlántica y la costa oriental por el comercio transconti- nental a través de Shaba. Los fenómenos migratorios desarrollados en una gran escala de espacio y de tiempo no deben, por otra parte, analizarse como maremotos de masas desbocadas atraídas por el vacío o haciendo el vacío a su paso. lncluso la saga torrencial de Chaka, el mfécane, no debería interpretarse únicamente en esos términos. La subida hacia el norte de grupos mossi (Alto Volta), partiendo de Dagomba y de Mamprusi (Ghana) se realizó por medio de bandas de jinetes que, etapa tras etapa, ocuparon regiones, pero sólo podían hacerlo mezclándose con los autóctonos y casándose con las mujeres de aquellos lugares. Los privilegios judiciales que se otorgaban a sí mismos provocaron rápidamente la proliferación de sus escarificaciones faciales (especie de carnets de identidad) sobre numerosos rostros; la lengua y las instituciones de los recién llegados fueron tan apreciadas que llegaron a eclipsar a las de los demás pueblos, mientras que otras costumbres, vinculadas, por ejemplo, a los cultivos agrarios que reglamentan los derechos de establecimiento, seguían siendo competencia de los caciques locales, y se instauraban relaciones de «parentesco de cortesía» con tensiones internas entre categorías sociales que eran partes interesadas en el poder: esélavos, intendentes del alafing (rey) en las provincias, representantes de las provincias en fa corte, triunvirato de eunucos reales (del Centro, de la Derecha y de la Izquierda).INTRODUCCION GENERAL 43 ciertos pueblos encontrados por el camino. El propio gran conquistador «mossi» Oubri era también un «mestizo». Ese esquema de proceso por ósmosis debe reemplazar casi siempre al escenario romántico y simplista de la invasión nihilista y empobrecedora, cómo se ha representado y falseado durante mucho tiempo la irrupción dé los béni hila! en Africa del Norte. Los excesos de la antropología física con prejuicios racistas son rechazados hoy por todos los autores serios. Pero los «hamitas» y otras «razas morenas» inventadas por necesidades de la causa no han acabado de asediar los espejismos y los fantasmas de espíritus, por otro lado, científicos. «Semejantes clasificaciones -declara J. Hiernaux 30 en un texto importante- no pueden tomarse como unidades biológicas de estudio. Los peul no constituyen un grupo biológico sino cultural. Los peul del sur de Camerún; por ejemplo, tienén sus más próximos parientes biológicos en los haya de Tanzania. En cuanto a la proximidad biológica entre los moros y los warsingali de Somalía, se debe tanto a su herencia como al biotopo parecido que los condiciona: la estepa árida». Los datos propiamente biológicos constantemente trastornados desde hace miles de años por la selección o la deri.vación genética no ofrecen ninguna referencia sólida para la clasificación, ni en lo que concierne al grupo sanguíneo, ni para la frecuencia del gene Hbs, que determina una hemoglobina anormal y que, asociado a un gene normal, refuerza la resistencia a la malai;ia. Tal es la importancia capital de la adaptación al medio natural. Por ejemplo, la mayor estatura y la pelvis más ancha coinciden con las zonas de mayor sequía y calor más intenso. En ese caso, la morfología del cráneo más estrecho y más alto (dolicocefalia) es una adaptación que permite una menor absorción del calor. El vocablo de tribu será, en lo que cabe, rechazado de esta historia, excepto para algunas regiones de Africa del Norte 31 , debido a sus connotaciones peyorativas y a las múltiples ideas falsas que lo sustentan. Por más que se subraye que la «tribu» es esencialmente una unidad cultural y a veces política, algunos continúan viendo en ella un stock biológicamente distinto, y ponen de manifiesto las ansias de «guerras tribales» que terminaban frecuentemente con algunas decenas de muer~ tos por lo menos, mientras que olvidan todos los intercambios positivos que han unido a los pueblos africanos en el plano biológico, tecnológico, cultural, religioso, sociopolítico, etc., y que dan a las obras africanas un indudable ambiente de familia. Por otro lado, esta historia deberá evitar el ser demasiado circunstancial porque correría el riesgo .de resaltar exageradamente las influencias y los factores exteriores. Ciertamente, el establecimiento de los hechos piloto es una tarea primordial, indispensable incluso para hacer resaltar el perfil original de la evolución africana. Pero lo esencial se referirá a las civilizaciones, a las institucio- Jo J. Hiernaux, 1970, págs. 53 y sigts. JI El término árabe Khabbylia designa a un grupo de personas que se vinculan genealógicamente con un antepasijido común y vivo en un territorio delimitado. La filiacion genealógica que tiene 11na gran importancia entre los pueblos semíticos (árabes, bereberes, etc.), la Khabbylia (lo que correspon- dería en español al término tribu), ha jugado y juega a veces toqavía un papel que no puede pasar en silencio en la histol'ia de numerosos países norteafricanos. A fin de conservar t.oda su connota_ción histórica y sociocultural, el vocablo Khabbylia. será mantenido en su grafía original (Khabbylia).44 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA nes, a las estructuras: técnicas agrarias y metalúgicas, artes y artesanados, circuitos comerciales, concepciones y ordenaciones del poder, cultos y pensamien- tos filosóficos o religiosos, problemas de las naciones y prenaciones, técnicas de modernización, etc. Esta opción metodológica requiere con más exigencia aún el enfoque interdisciplinario. Finalmente, ¿por qué este retorno a las fuentes africanas? Si la búsqueda de ese pasado puede ser para los extraños una simple necesidad de curiosidad y un ejercicio intelectual totalmente tónico para un cerebro ardiente en preguntar a la esfinge, el sentido de la empresa debe sobrepasar esos objetivos puramente individuales; porque la historia de Africa es necesaria para la comprensión de la historia universal, y muchas secuencias suyas seguirán siendo enigmas impenetra- bles en tanto que no se ilumine el horizonte del continente africano. Además, en el plano metodológico, la confección de la historia africana conforme a las normas analizadas en este volumen puede confirmar la estrategia de los adeptos a la historia total, considerada en la totalidad de sus estratos y dimensiones por medio de toda la panoplia de los útiles de investigación disponibles. La historia se convertirá así en esa disciplina sinfónica en que la palabra se ofrece simultánea- mente a toda clase de disciplinas, transformándose la conjunción singular de las voces según los temas o los momentos de la investigación, para ajustarse a las exigencias de la narración. Pero esta reconstrucción póstuma del edificio levanta- do apenas con piedras vivas importa sobre todo a los africanos que en él tienen un interés carnal y que penetran en ese terreno después de siglos o de decenas de siglos de frustración, como un exiliado que descubre los límites nuevos y antiguos a la vez -porque han sido secretamente anticipados- del paisaje ansiado de la patria. Vivir sín historia, es ser un desecho o tener las raíces de otros. Es renunciar a ser uno mismo raíz en beneficio de otros que están más abajo. En la marejada de la evolución humana, es aceptar la función anónima de plancton y de protozoo. Es necesario que el estadista africano se interese por la Historia como parte esencial del patrimonio nacional que él debe administrar, tanto más cuanto que es mediante la Historia como él podrá acceder al conocimiento de los demás países africanos en la óptica de la unidad africana. Pero esa Historia es aún más necesaria a los pueblos mismos para los cuales constituye un derecho fundamental. Los Estados africanos deben formar equipos para salvar, antes que sea demasiado tarde, el máximo de vestigios históricos. Deben erigirse museos y dictarse legislaciones para la protección de los yacimien- tos y objetos arqueológicos. Deben concederse becas, en particular para la formación de los arqueólogos. Los programas y diplomas deben ser completa- mente reestructmados según una perspectiva africana. La Historia es una fuente que debe servirnos no sólo para mirarnos y reconocernos en ella, sino para beber y reponer las fuerzas con el fin de avanzar en la.caravana humana del progreso. Si tal es la finalidad de esta Historia de Africa, esa búsqueda laboriosa y pesada, erizada de situaciones penosas, aparecerá, sin duda alguna, fructuosa y rica de inspiración multiforme. Porque bajo las cenizas muertas del pasado yace siempre alguna parte de las brasas cargadas de luz de las resurrecciones.Capítulo 1 EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA J.D. FAGE Los primeros estudios sobre la historia de Africa son tan antiguos como el principio de la historia escrita. Los historiadores del antiguo mundo mediterráneo y los de la civilización islámica medieval tomaron como punto de referencia el conjunto del mundo conocido, que comprendía una porción importante de Africa. El Africa al norte del Sáhara era parte integrante de esas dos civilizaciones, y su pasado constituía uno de los centros de interés de sus historiadores por las mismas razones que el de Europa meridional o del Próximo Oriente. La historia de Africa del Norte ha continuado siendo una parte esencial de los estudios históricos hasta la expansión del Imperio otomano en el siglo XVI. Tras la expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto en 1798, Africá del Norte se convirtió de nuevo en un campo de estudios no despreciable para los historiadores. Con la expansión del poder colonial europeo en Africa del Norte, consecutiva a la conquista de Argel por los franceses en 1830 y a la ocupación de Egipto por los británicos en 1882, un punto de vista europeo colonialista dominó los trabajos sobre la historia de Africa del Norte. Sin embargo, a partir de 1930, el movimiento modernista en el Islam, el desarrollo de la enseñanza de estilo europeo en las colonias de Africa del Norte y el nacimiento de los movimientos nacionalistas norteafricanos comenzaron a combinarse para hacer surgir escuelas autóctonas de historia, que escribían no solo en árabe, sino en francés e inglés, y así restablecían el equilibrio en los .estudios históricos de Africa del Norte. El presente capitulo se ocupará, pues; principalmente, de la historiografía del Africa occidental, central, oriental y meridional. Aunque ni los historiadores clásicos ni los historiadores islámicos medievales hayan considerado al Africa tropical desprovista de interés, sus horizontes estaban limitados por los escasos contactos que ellos podían tener con Africa, bien sea a través del Sáhara hacia «Etiopía» o de Bilad al-Sudan, o a lo largo de las costas del mar Rojo y del océano Indico, hasta los límites que permitía alcanzar la navegación impulsada por el monzón.46 METODOLOGJA Y PREHISTORIA AFRICANA La información de los autores antiguos, en lo que concierne más especialmt¡nte al Africa occidental, era escasa y esporádica. Heródoto, Manetón, Plinio el Viejo, Estrabón y algunos otros n9 nos refieren apenas más que escasos viajes o incursiones a través del Sáhara, o viajes marítimos intentados a lo largo de la costa atlántica, siendo la: auténticidad de algunos de esos' relatos objeto frecuente de discmsiones animadas entre los especialistas. Las informaciones clásicas sobre el tema del mar Rojo y del océano Indico tienen una base más sería, porque es cierto que mercaderes mediterráneos, o al menos alejandrinos, practicaban el comercio por esas costas. El Periplo del mar de Eritrea (hacía el año + 100) y las obras de Claudio Ptolomeo (hacia + 150, aunque la versión que nos ha llegado parece referirse más bien en torno al + 400) y de Cosmas Indicopleustes ( + 647) son aún. las principales fuentes para la historia antigua del Africa oriental. Los autores árabes estaban mucho mejor informados, porque, en su época, la utilización del camello por los pueblos del Sáhara había facilitado el establecí-. miento de un comercio regular con el Africa occidental y la instalación de mercaderes norteafricanos en las principales ciudades del Sudán occi.dental; por otra parte, el comercio con la zona occidental del océano Indico también se había desarrollado, hasta el punto que un número considerable de mercaderes de Arabia y del Próximo Oriente se habían instalado a lo largo de la costa oriental de Africa. Así es como las obras de hombres como al-Mas'údi (muerto hacia + 950}, al-Bakri (1029-1094), al-ldrisi (1154), Yiikút (hacia 1200), Abu'l-fida' (1273-1331 ), al'Umari (1301-49), Ibn Banüta (1304-1369) y Hassan lbn Mohammad al- Wuzza'n (conocido en Europa con el nombre de León el Africano, hacia 1494- 1552) son de una gran importancia para la. reconstrucción de la historia de Africa, en particular la del Sudán occidental y central, durante el período comprendido aproximadamente entre los siglos IX y XV. · No obstant,e, por útiles que sean sus obras para los historiadores modernos, es dudoso que se deba contar a alguno de esos autores 0 de sus predecesores clásicos entre los principales historiadores de Africa. Lo esencial de lo que cada uno de ellos ofrece es una descripción de las regiones de Africa según las informaciones que él ha podido recibir en la época en la que escribía. No hay en ellos estudio sistemático alguno de los cambios ocurridos en el transcurso del tiempo, lo cual es el verdadero objetivo del historiador. Por otro lado, esa descripción no es siquiera verdaderamente sincrónica, porque, si es verdad que una parte de la información puede ser·contemporánea, otras partes, aunque tenidas por verdaderas en vida del autor, podían provenir de informaciones más antiguas. Esas obras presentan además el inconveniente de que, en general, no hay medio alguno de evaluar la autoridad de la información: por ejemplo, de saber si el autor la ha recibido mediante observación personal, o según la observación directa de un contempo- ráneo, o si se refiere simplemente a rumores que circulaban en la época o en la opinión de autores anteriores. León el Africano ofrecé un ejemplo interesante de este problema. El mismo, como Ibn Battüta, viajó a Africa; pero, a diferencia de éste, no es cierto en modo alguno que toda la información que él da provenga de sus observaciones personales. Quizá sea útil recordar aquí que el término «historia» es ambiguo. Actualmen- te, en su .sentido usual puede definirse como «relato metódico de los acontecimíen-EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 47 tos de un periodo determinado», pero también puede tener el sentido más antiguo de «descripción sistemática de fenómenos naturales>>. Es~ncialmente, en . este sentido es empleado en el título dado en inglés a la obra de León el Africano (Leo Africanus, A Géographical History of Africa; en francés: Description de l'Afrique), sentido que no sobrevive realmente hoy más que en la expresión en desuso «historia natural» (que por lo demás era el título de la obra de Plinio). Sin embargo, entre, los primeros historiadores de Africa, hay uno muy importante, un gran historiador en el sentido pleno de la palabra:.Ibn Khaldün (1332-1406), qµien, si fuera mejor conocido por los eruditos occidentales, podría legítimamente arrebatar a Herodoto su título de «padre de la historia». Ibn Khaldün era un norteafricano. nacido en Túnez. Una parte de su obra está dedicada a Africa 1 y a sus relaciones con los demás pueblos del Mediterráneo y del Próximo Oriente. De la comprensión de esas relaciones, sacó una concepción que hace de la Historia un fenómeno cíclico en el cual los nómadas de las estepas y de los desiertos conquistaron las tierras arables de los pueblos sedentarios, estableciendo allí vastos reinos que, después de unas tres generaciones, pierden su vitalidad y se convierten en víctimas de nuevas invasiones de nómadas. En realidad, es un buen modelo para una gran parte de la historia del Africa del Norte, y un gran historiador, Marc Bloch 2, ha utilizado a lbn Khaldün para su explicación luminosa de la historia de Europa a comienzos de la Edad Media. Ahora bien, Ibn Khaldün se distingue de sus contemporáneos no sólo porque concibió una filosofía de la historia, sino también -y quizá sobre todo- porque, contrariamente a ellos, no concedía la misma importancia y el mismo valor·· a todos los fragmentos de información que podía encontrar en el pasado; pensaba que era necesario aproximarse paso a paso a la verdad por la crítica y la comparación. lbn Khaldün es.en realidad un historiador muy moderno, y es a él a quien debemos casi lo que es la historia, en el sentido moderno, del Africa tropical. En su calidad de norteafricano, y también porqµe, a pesar de la novedad de ~u filosofía y de su método, trabajaba en el marco de las ,antiguas tradiciones mediterráneas e islámicas, no dejaba de preocuparse por lo que pasaba al otro lado del Sáhara. Por eso, uno de los capítulos de su obra 3 es, en realidad, una historia del Imperio de Malí que estaba, en vida de él, en su· apogeo, o poco le faltaba. Ese capítulo está parcialmente fundado en la tradición oral que había circulado en la época y por esa razón sigue siendo en nuestros días una de las bases prii:icipales de la historia de ese gran Estado africano. Ningún vasto Estado poderoso como Malí, ni siquiera Estados de menor importancia, como los primeros reinos hawsa o las ciudades independientes de la costa oriental de Africa, podían mantener su identidad y su integridad sin una tradición reconocida, relativa a su fundaéión y desarrollo. Cuando el Islam atravesó el Sáhara y se extendió a lo largo de la costa oriental, llevando con él la 1 Los principales análisis sobre Africa se encuentran en la obra más importante de este autor, la Muqqadima (traducción francesa de Vicent Monteil) y en el fragmento de su historia traducido por De Slane, con el título de Histoire. des Berberes. 2 Ver principalmente Marc Bloch, 1939, pág. 91. 3 En la traducción de M. G. de Slane, titulada Histoire des Berberes (1925-1956), este capítulo figura en el vol. 2, págs. 105-116.METODOLOGIA Y PREHISTORI.A AFRICANA escritura árabe, los negros africanos añadieron la utilización de los textos escritos a los documentos orales de los que ellos disponían ya para conservar su historia. Entre esos primeros ejemplos de obras de historia actualmente conocidos, los más elaborados son quizá el Ta'rikh al-Sudan y el Ta'rikh el-Fattash, ambos escritos en Tombuctú y, en lo esencial, durante el siglo xvn 4 . En los dos casos, los autores nos ofrecen una exposición de los acontecimientos de su época y del pe¡íodo inmediatamente anterior, con muchos detalles y sin omitir el análisis ni la interpretación. Pero también hacen preceder a esas exposiciones críticas de una evocación de las tradiciones orales referentes a tiempos más antiguos, de suerte que el resultado no es sólo una historia del Imperio Songhai, de su conquista y dominación por los marroquíes, sino también un intento para determinar lo que era importante en la historia anterior de la región, principalmente en los antiguos Imperios de Ghana y Malí. Por lo cual importa distinguir los Ta'rikh de Tombuctú de otras obras históricas antiguas escritas en árabe por africanos, tales como las que son conocidas con el nombre de Crónica de Kano y Crónica de Kilwa 5• Estas últimas nos ofrecen solamente las anotaciones directas por escrito de tradiciones que eran sin duda trasmitidas hasta entonces oralmente. Aunque parece que una versión de la Crónica de Kilwa fue utilizada por el historiador portugués De Barros en el siglo XVI, no hay nada que muestre que la Crónica de Kano haya existido antes de comienzos del siglo XIX, poco más o menos. Es interesante advertir que las crónicas de esa naturaleza en árabe no se limitan necesariamente a las zonas de Africa que habían sido completamente islamizadas. Así es como el centro de la actual Ghana ha producido su Crónica de Gonja ( Kitab al-Ghunja) en el siglo XVIII, y como las recientes investigaciones de eruditos, tales como lvor Wilks, han revelado centenares de ejemplos de manus- critos árabes provenientes de esa región y de las regiones vecinas 6 • Además, evidentemente no hay que olvidar que una parte del Africa tropical, la que se ha convertido en Etiopía, tenía su propia lengua semítica, primero el guezo, y después el amharico, en las que una tradición literaria se ha preservado y desarrollado durante casi dos mil años. Esa tradición ha producido ciertamente obras históricas ya en el siglo XIV, p0r ejemplo, la Historia de las Guerras de Amda Syón 7 • Las obras históricas escritas en otras lenguas africanas, como el hawsa y el swahili, distintas de las escritas en árabe clásico importado pero que utilizan su escritura, no aparecieron más que en el siglo XIX. En el siglo xv, los europeos comenzaron a tomar contacto con las regiones costeras del Africa tropical, lo que rápidamente supuso la producción de obras literarias que suministraron materiales extraordinariamente valiosos para los historiadores modernos. Cuatro regiones del Africa tropical fueron objeto de una 4 El Ta'rikh. al-Sudiin ha sido traducido al francés y anotado por O. Houdas ( 1900); el Ta'rikh el- Fattiish por O. Houdas y M. Delafosse (1913). s Hay una traducción inglesa de la Crónica de Kano en H. R. Palmer, 1928, vol. 3, págs. 92-132, y de la Crónica de Kilwa en G. S. P. Freeman-Grenville; 1962, págs. 34-49. 6 Sobre la Crónica de Gonja y la colección de manuscritos árabes en la Ghana actuaL ver Nehemin Levtzion, 1968, sobre todo págs. 27-32; lvor Wilks, 1963, págs. 409-417; y Tbomas HodgkiQ, 1966, págs. 442460. · 7 Existen varias traducciones de esta obra, principalmente una (en francés) de J. Perruéhon en el Journal asiatique, 1889.EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 49 atención particular: las costas guineanas del Africa occidental, la región del Bajo Zaire y de Angola, el valle del Zambeze y las altas tierras vecinas, y, en fin, Etiopía. En esas regiones hubo una penetración apreciable en el interior de las tierras en el curso de los siglos XVI y XVII. Pero, como en el caso de los escritores antiguos, clásicos o árabes, el resultado -generalmente no inmediato- no fue siempre la redacción de obras de historia de Africa. La costa de Guinea fue la primera parte de Africa tropical descubierta por los europeos¡ constituyó el tema de toda una serié de obras desde las proximidades del año 1460 (Cadamosto) hasta el comienzo del siglo XVIII (Bardot y Bosman). Buena parte de esos materiales son de grandísimo valor histórico, porque suministran testimonios fechados y de primera mano, gracias a los cuales se puede situar un gran número de otras relaciones de carácter histórico. Hay también en esas obras muchos materiales históricos (es decir, no contemporáneos), quizá sobre todo en Dapper (1688), que ----contrariamente a la mayor parte de otros autores- no ha observado directamente, sino que sólo ha reunido los relatos de los demás. Pero el fin principal de todos esos autores era describir la situación contemporánea más que escribir la historia. Y únicamente ahora, después que una buena parte de la historia de Africa occidental ha sido reconstituida, es cuando se puede apreciar en su justo valor una parte considerable de lo que ellos dicen 8 • En las demás regiones por las que los europeos se interesaron en los siglos XVI y XVII, la situación era algo diferente. Quizá porque eran unos campos de actividad para los primeros esfuerzos de los misioneros, mientras que el principal motor de las actividades europeas en Guinea ha sido siempre el comercio. En tanto que los africanos suministraban las mercancías que los europeos deseaban comprar, lo que generalmente ocurría en Guinea, los mercaderes no se sentían empujados a cambiar la sociedad africana; se limitaban a observarla. Los misioneros, por el contrario, se sentían obligados a tratar de cambiar lo que ellos encontraban, y un determinado grado de conocimiento de la historia de Africa podía serles útil. En Etiopía, las bases ya existían. Se podía aprender el guezo y perfeccionar su estudio, así como utilizar las crónicas y otros escritos en esta lengua. Ob_ras históricas sobre Etiopía fueron emprendidas por dos pioneros eminentes entre los misioneros, Pedro Páez (muerto en 1622) y Manuel de Almeida (1569-1646); y fue escrita una historia completa por uno de los primeros orientalistas de Europa, Hiob Ludolf (1624-1704) 9 . En la cuenca baja del Congo y en Angola, al igual que en la cuenca del Zambeze y sus alrededores, eran probablemente más pujantes los intereses comerciales que los de la evangeliza- ción. Ahora bien, la sociedad tradicional africana- no estaba dispuesta en su conjunto, sin sufrir presiones considerables, a proporcionar a los europeos lo que deseaban. Como resultado, fue obligada a cambiar de manera dramática, de suerte que hasta los ensayos descriptivos apenas podían evitar ser, en parte, 8 The ·voyages of Cadamosto, comentados por G. R. Crone, 1937; John Barbot, 1732; William Bosman, edición anotada, 1967. 9 En C. Beccari, Rernm Aethiopicattim scriprores·occidentales iriediti, Roma ( 1905-1917), la obra de Páez se encuentra en los· volúmenes 2 y 3, y el de Almeida en los volúmenes .S y 7 ;-existe una traducción parcial al .inglés de Almeida en C. F. Beckingham y C. W. B. Huntingford, Sorne records of Ethiopia, 1593-1646 (1954). Historia Aethiopica, de Ludolf, ha sido publicada en Francfort en 1881.50 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA históricos. En realidad, se encuentran elementos importantes de historia en los libros de autores tales como Pigafetta y López (1591) y Cavazzi (1687). En 1681, Cadornega publica una Histoire des guerres angolaises 10 . A partir del siglo XVIII parece que el Africa tropical recibió de los historiadores europeos la atención que merecía. Era posible, por ejemplo, utiliza,r como fuentes históricas a los escritores anteriores, sobre todo descriptivos, como León el Africano y Dapper, de modo que las historias y geografías universales de la época, como The universal history, publicada en Inglaterra entre 1736 y 1765, podían dedicar a Africa un apreciable número de páginas 11 • Hubo también ensayos monográficos, por ejemplo, la Histoire de /'Angola, de Silva Correin (hacia 1792), Sorne historical account of Guinea, de Benezet (1772), así como las dos historias de Dahomey, Mémoires du regne de Bossa Ahadée, de Norris (1789), e History of Dahomey, de Dalzel (1793). Pero en este tema es necesario ponerse en guardia. El libro de Silva Correin no fue publicado más que en el curso del presente siglo 12• Y la razón por la que las tres obras mencionadas anteriormente fueron publicadas en esa época es que, a finales del siglo xvm, la controversia comenzaba a aseriarse con motivo de la trata de esclavos, que había sido el principal elemento de las relaciones entre Europa y el Africa tropical desde hacía, al menos, ciento cincuenta años. Dalzel y Norris -que utilizaban ambos su experiencia del comercio de esclavos en Dahomey- y Benezet, en su labor de historiadores, •escribían sus obras con el objetivo de suministrar argumentos en pro o en contra de la abolición del comercio de esclavos. Aunque hubiese sido de otro modo, no es cierto que esos libros hubieran encontrado compradores, porque en esa época la tendencia principal de la cultura europea comenzaba a considerar de manera cada vez más desfav.orable a las sociedades no europeas y a declarar que ·no tenían historia digna de ser estudiada. Esa mentalidad resultaba sobre todo de la convergencia de corrientes de pensa- miento procedentes del Renacimiento, del Siglo de las Luces y de la revolución científica e industrial en pleno desarrollo. En consecuencia, al fundarse sobre lo que era considerado como herencia grecorromana única, los intelectuales euro- peos se persuadieron de que los proyectos, los conocimientos, la potencia y la riqueza de su sociedad eran tan preponderantes que la civilización europea debía prevalecer sobre todas las demás; por consiguiente, su historia era la llave de todo conocimiento, y la historia de las otras sociedades no tenía importancia. Esa actitud era quizás adoptada sobre todo en el encuentro de Africa. En efecto, en aquella época los europeos apenas conocían Africa, ni a los africanos, sino desde el punto de vista del comercio de esclavos, mientras que precisamente era ese propio tráfico el que causaba un caos social cada vez más grave en numerosas partes del continente. Hegel (1770-1831) ha definido esta posición muy explícitamente en su Filosofía de la Historia, que contiene afirmaciones como éstas: «Africano es un continente 10 A. de Oliveira de Cadórnega, Historia General das Guerras a11golanas, comentada por M. Delfado y A. da Cunha (Lisboa, 1940-1942). 1 La edición infolio de Universal History comprende 23 volúmenes, de los que 16 están dedicados a la ~istoria moderna, y estos últimos comprenden 2 volúmenes sobre Africa, 12 Lisboa, 1937.EYOLÜCION D.E LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 51 histórico, y no muestra cambio ni desarrollo». Los pueblos negros «son incapaces de desarrollarse y recibir una educación. Tal como los vemos hoy, así han sido siempre». Es interesante advertir que, ya en 1793, el responsable de la publicación del. libro de Dalzel juzgó necesario justificar la aparición de una historia de Dahomey. Al tomar claramente la misma posición que Hegel, declaraba: «Para llegar a un. justo conocimiento de la naturaleza humana, es absolutamente necesario abrirse camino a través de la historia de las naciones más toscas [ ... ] [No hay otro] medio de juzgar el valor de la cultura, en la estimación de la felicidad humana, que por comparaciones de esa clase» 13 . Aunque la influencia directa de Hegel sobre la elaboración de la historia de Africa haya sido escasa, la opinión que representaba fue aceptada por la ortodoxia histórica del siglo XIX. Esa opinión anacrónica y desprovista de fundamento no deja de tener adeptos incluso hoy día. Un profesor de historia moderna en. la Universidad de Oxford ha declarado: <<Quizá en el futuro habrá una historia de Africa que enseñar. Pero actualmente, no la hay; solamente hay la historia de los europeos en Africa. El resto es tinieblas ... y las tinieblas rio son objeto de historia. Entendedme bien. No niego que hayan existido hombres hasta en los países oscuros y en los siglos oscuros, ni que hayan tenido una vida política y una cultura, interesantes para los sociólogos y los antropólogos; pero creo que la historia: es esencialmente una forma de movimiento e incluso de movimiento intencional. La historia no es simplemente una fantasmagoría de formas y costumbres cambiantes, de batallas y conquistas, de dinastías y usurpaciones, de estructuras y desintegración sociales ... ». . Juzgaba que «la historia, o más' bien el estudio de la historia, tiene una finalidad. La estudiamos [ ... ] a fin de descubrir cómo hemos llegado al punto en que estamos». El mundo actual -prosigue- está hasta tal punto dominado por las ideas, técnicas y valores de la Europa occidental que, al menos en los cinco últimos siglos, en la medid~ en que la historia del mundo tiene una importancia, es solamente la historia de Europa la que cuenta. A nosotros no nos es lícito «entretenernos con los movimientos sin interés de tribus bárbaras en unos rincones pintorescos del mundo, pero que no han ejercido influencia alguna en otros lugares» 14 . Por ironías del destino, los europeos emprendieron, en vida de Hegel, la exploración real, moderna y científica de Africa, comenzando así a poner los fundamentos de una evaluación racional de la historia y de las realizaciones de las sociedades africanas. Esa exploración estaba unida, por un lado, a la reacción contra la esclavitud y la trata de esclavos, y, por otro, a la competición por los mercados africanos. Algunos de los primeros europeos estaban impelidos por un sincero deseo de aprender cuanto podían respecto al pasado de los pueblos africanos y recogían todos los materiales que encontraban: documentos escritos, si los había, y cuando no, tradiciones orales y testimonios sobre las huellas del pasado que ellos 1 3 Archibald Dalzel, The History of Dahomey ( 1793), p. v. 14 Esas citas extraídas de las notas de presentación del primer ensayo de una serie de clases del profesor Hugh Trevor-Hoper sobre The rise of christian Europe (El desarrollo de la Europa cristiana). Ver Tlie Listener, 28-11-1963, pág. 871.52 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA descubrían. La literatura producida por los exploradores es inmensa. Algunos de sus elementos contienen la historia en el mejor sentido de la palabra, constituyen- do en su totalidad un material de gran valor para los historiadores que les sucedieron. En una breve enumeración de los principales títulos se pueden citar: Travels to discover the sources of the N íle, de James Bruce (1790); los capítulos específicamente históricos en los relatos de su visita a Kumasi, capital de Ashanti, por T. E. Bowdich, Mission From Cape Coast to Ashantee (1819), y por Joseph Dupuis, Journal of a residence in Ashantee (1824); los Reisen und Entdeckungen in Nord-und Zentral Africa (1857-1858), de Heinrich Barth.; los Documents sur l'histoire, la géographie et [e commerce .de l'Afrique orienta/e, de M. Guillain (1856); y Sahara und Sudan, de Gustav Nachtigal (1879-1889). La carrera de Nachtigal prosiguió en una fase completamente nueva de la historia de Africa: aquella en la que los europeos habían emprendido la conquista del continente y la dominación de sus pobladores. Esas empresas parecían necesitar una justificación moral, y es entonces cuando los puntos de vista hegelianos fueron reforzados por una aplicación de los principios de Darwin. Esa evolución tuvo un resultado sintomático: la aparición de una nueva ciencia, la antropología, que es un método no histórico de estudiar y evaluar las culturas. y sociedades de los pueblos «primitivos», aquellos que no tenían «historia digna de ser estudiada», aquellos que eran «inferiores» a los europeos y a los que se podía distinguir cómodamente de estos últimos por la pigmentación de su piel. Es interesante citar aquí el caso de Richard Burton (1821-1890). Considerado como uno de los. mayores viajeros europeos a Africa en el curso del siglo XIX, era un espíritu corioso, culto y siempre alerta, y un orientalista eminente. En 1863 fue uno de los fundadores de la London Anthropological Society (que se convirtió más tarde en el Royal Anthropological lnstitute). Sin embargo, de manera mucho más acusada que Nachtigal, su carrera marca el fin de la exploración científica y sin prejuicios de Africa, que había comenzado con James Bruce. En su Mission to Geléle, King of Dahomey (1864), se encuentra, por ejemplo, una importante digresión sobre «El lugar del negro en la naturaleza» (tampoco se puede dejar de anotar «el Jugar del negro en la historia»). En su obra se pueden leer frases como éstas: «El negro puro se coloca en la familia humana por debajo de las dos grandes razas árabe y aria» (la mayor parte de sus contemporáneos hubieran colocado a estas dos últimas en el orden inverso) y «el negro, considerado en masa, no mejorará por encima de un determinado punto, que no será digno de atención; sigue siendo mentalmente un niño ... » 15 . Algunos intelectuales africanos le replicaban en vano, como ocurría con un tal James Africanus Horton, que polemizaba con los influyentes miembros de la London Anthropological Society. Las cosas empeoraron para el estudio de la historia de Africa como consecuen- cia de la aparición hacia la misma época, en particular en Alemania, de una concepción del oficio de historiador, según la cual la historia era menos una rama de la literatura o de la filosofía que una ciencia fundada en el análisis riguroso de las fuentes originales. Para la historia de Europa, naturalmente, esas fuentes eran sobre todo escritas y, en ese terreno, Africa parecía notablemente deficiente. Esa 15 Op. cit., edición de 1893, vol. 2, págs. 131 y 135.EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 53 concepción fue expuesta de manera muy precisa por el profesor A. P. Newton, en 1923, en una conferencia ante la Royal African Soeiety de Londres sobre «Africa y la investigación histórica». Declaró que Africa no tenía «historia antes de la llegada de los europeos. La historia comienza cuando el hombre se pone a escribir». Por tanto, el pasado de Africa antes del comienzo del imperialismo europeo sólo podía ser reconstituido «según los testimonios de los restos materiales, de las lenguas y las costumbres primitivas», cosas todas que no concernían a los historiadores sino a los arqueólogos, lingüistas y antro- pólogos 16. En realidad, hasta Newton se encontraba un poco al margen del oficio de historiador tal como era concebido en la época. Durante una gran parte del siglo XIX, algunos de los historiadores británicos más eminentes -:por ejemplo, James Stephen (1789-1859), Herman Merivale (1806-1874), J. A. Froude (1818-1894) y J. R. Seeley (1834-1895) 17- habían puesto mucho interés en las actividades de los europeos (o, al menos, de sus compatriotas) en el res.to del mundo. Pero el sucesor de Seeley como regius, profesor de historia moderna en Cambridge, fue Lord Acton (1834-1902), que había sido formado en Alemania. Acton comenzó inme- diatamente a preparar The Cambridge modern history, cuyos catorce volúmenes aparecieron entre 1902 y 1910. Esa obra se centró sobre Europa hasta el punto de ignorar casi totalmente incluso las actividades de los europeos en el mundo. Más tarde, la historia colonial fue generalmente dejada a hombres como Sir Charles Lucas (o, en Francia, a Gabriel Hanotaux) 18 quien, como Stephen, Merivale y Froude, antes, se habían ocupado activamente de asuntos coloniales. Sin embargo, la historia colonial o imperial, aunque estuviese al margen de la profesión, se hizo aceptar con el tiempo. T.he New Cambridge Modern History, que comenzó a aparecer en 1957 bajo la dirección de Sir George Clark, tiene capítulos sobre Africa, Asia y América en sus doce volúmenes, y, por otra parte, la colección de historia de Cambridge se había enriquecido en esa época con la serie The Cambridge History of the 8rit'ish Empire (1929-1959); de la que Newton fue uno de los directores fundadores. Pero basta un examen muy sumario de esa obra para darse cuenta de que la historia colonial, incluso la de Africa, es muy diferente de la historia de Africa. De los ocho volúmenes de esa obra (C. H. B.. E.), cuatro están dedicados a Canadá, Australia, Nueva Zelanda y la India británica. Quedan tres volúmenes generales, muy orientados hacia la política imperial (de sus 68 capítulos, cuatro solamente han tratado directamente de las relacianes de Inglaterra con Afrrca), y 16 Ajrica and historial résea;ch, J. A. S., 22 (1922-1923). 1 7 Stephen fue funciol!ario del Colonial Office de 1825 a 1847 y profesor de Historia moderna en Cambridge de 1849 a 1859; Merivale fue profesor de Economía política en Oxford antes de suéeder a Stephen en calidad de Permanent Under-Secretary de(Colonial Office (1847-,1859); Froudé pasó la mayor parte de su vida en Oxford y alli"fue profesor de Historia moderna en 1892-1'894, pero en 1870 fue enviado del Colonial Secretary a Africa del Sur; Seeley fue profesor de His.toria moderna en Cambridge de 1869 a 1895. 18 Lucas fue funcionario del British Colonial Office de l877 a 1911, llegando al grado de Assistant under-secretary; después consiguió un puesto en el Ali Soul's College de Oxford. Hanotaux (1853- 1944) tuvo una carrera doble, como político y hombre de estado que; en los años 1890, desempeñó un importante papel en los asuntos coloniales y extranjeros de Francia, y como historiador elegido por la Academia Francesa.54 METODQLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA un volumen dedicado al Africa del Sur, el único rincón de este continente al sur del Sáhara en el que los colonos europeos se habían poderosamente implantado. La casi totalidad de ese volumen (el más grueso de los ocho) está dedicado a los intrincados asuntos de esos colonos europeos desde la llegada de los primeros en 1652. Los pueblos africanos, que constituían la mayoría de la población, son relegados a un capítulo introductivo (y esencialmente no histórico), relatado por un socioantropólogo, y a dos capítulos que, aunque escritos por los dos historia- dores sudafricanos más lúcidos de su generación, C. W. de Kiewiet y W. M. MacMillan, los enfocan, por necesidad, en la perspectiva de su reacción a la presencia europea. En otra parte, la historia de África aparecía muy tímidamente en colecciones más o menos monumentales. Este era el caso de Peup/es et civilisations, Histoire générale, 20 volúmenes, París, 1927-52; G. Glotz, éd. Histoire générale, 10 volúmenes, París 1925-38; Propyliien Weltgeschichte, 10 volúmenes, Berlín 1929-33'; Historia M undi, ein H andbuch der W eltgeschichte en l O Biinden, Berna 1952; Vsemirnaja istoriya, World History, 10 volúmenes, Moscú 1955. El italiano C. Conti Rossini publicó en Roma, en 1928, una importante Storia d'Etiopia. Los historiadores coloniales de profesión estaban, pues, exactamente como los historiadüres de profesión en general, inclinados de manera indefectible a la concepción de que los pueblos africanos al sur del .Sáhara no tenían historia susceptible o digna de ser estudiada. Como hemos visto, Newton consideraba esa historia como la materia especializada de los arqueólogos, lingüistas y antropólo- gos. Pero, aunque es verdad que los arqueólogos, como los historiadores, se interesan, en virtud de su oficio, por el pasado del hombre y sus sociedades, apenas se han esforzado más que los historiadores en utilizar su oficio para descubdr y dilucidar la historia de la sociedad humana en el Africa al sur del Sáhara. Para ello había dos razones principales. En primer lugar, una de las tendencias principales de la ciencia de la arqueología, entonces en gestación, enseñaba que, como la historia, está dirigida esencialmente por las fuentes escritas. Y se dedicaba a problemas como el de encontrar el lugar de la antigua ciudad de Troya, o a detectar hechos que no eran conocidos aún por las fuentes literarias relativas a las antiguas sociedades de Grecia, Roma o Egipto, cuyos monumentos principales habían sido fuente de especulación durante siglos. La arqueología estaba -y lo está aún a veces- estrechamente unida a la rama de la profesión histórica conocida con el nombre de historia antigua. Y se preocupa frecuent(:mente más de buscar y descifrar inscripciones antiguas que de encontrar otras reliquias. Sólo muy raramente - por ejemplo, en Axum y en Zimbabwe y alrededor de esos lugares- se admitía que el Africa al sur del Sáhara poseía monumentos bastante importantes para llamar la atención de esa escuela de arqueología. En segundo lugar, otra actividad esencial de la investigación arqueológica se concentraba· en los orígenes del hombre, por consiguiente, con una perspectiva más geológica que histórica de su pasado. Es cierto que, a continuación de los trabajos de eruditos como L. S. B. Leakey y Raymond Dart, una gran parte de esa investigación ha ido finalmente a concentrarse en Africa del Este ·y del Sur. Pero esos hombres se dedicaban a la investigación de un pasado tan antiguo que no se puede afirmar que la sociedadEVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 55 existía entonces; allí había habitualmente un abismo abierto a las conjeturas entre los fósiles que ellos descubrían y las poblaciones modernas cuyo pasado los historiadores hubieran deseado estudiar. Mientras que arqueólogos e historiadores pensaban en su totalidad, casi hasta los años; 1950, que el Africa al sur del Sáhara no era digna de ellos, su inmensa variedad de tipos físicos, sociedades y lenguas llamó inevitablemente la atención de los antropólogos y lingüistas a medida que sus disciplinas comenzaban a desarrollarse .. Durante mucho tiempo a unos y a .otros les fue posible seguir siendo eruditos de cámara. Pero hombres como Burton y S. W. Koélle ( Polyglote Africana, 1854) habían demostrado en buena hora el valor del trabajó Sobre el terreno, siendo los antropólogos, en particular, los pioneros de ese trabajo en Africa .. Pero, contrariamente a los historiadores y arqueólogos, ni los antropólo- gos ni los lingüistas se sentían obligados a descubrir lo que había sucedido en el pasado. Ahora bien, en Africa encontraron una. abundancia de hechos que esperaban ser simplemente descritos, clasificados y analizados, lo que representa- ba tantos y tan inmensos trabajos. Con mucha frecuencia no se. interesaban por el pasado más que en la medida en que trataban de reconstruir una historia que, pensaban, se encoQtraría en el or:igen de los hechos recogidos y los explicaría. Pero no siempre se daban cuenta de hasta qué punto esás reconstruccíones eran especulativas e hipotéticas. Uno de los ejemplos clásicos es el del antropolo- go C. G. Seiigman, quien, en su obra Races of Africa, publicada en 1930, escribía crudamente: «Las civilizaciones de Africa.son las civilizaciones de los camitas, y su historia los anales de esos pueblos y de su interacción con las otras dos razas africanas, los negros y los bosquimanos .. .>> 19. De lo que se deduce que esas otras «dos razas africanas» son inferiores y que todos los progresos que han podido hacer se deben a la influencia «camítica.» que han sufrido de manera más o menos intensa. Por otra parte,. en esa misma obra, habla de la llegada, «oleada .tras oleada», de pastores «camitas» que estaban (<mejor armados, al mismo tiempo que eran más inteligentes» que «los cultivado- res negros atrasados» sobre los· que ellos ejercían su influencia 20. Pero, en realidad, no hay prueba histórica alguna, sea cual sea, que apoye afirmaciones como <das civilizaciones de Aftica son las civilizaciones de los camitas», o que los progresos históricos realizados en el Africa al sur del Sáhara hayan sido debidos a ellos en exclusiva y hasta principalmente. Es cierto que el libro mismo no ofrece . prueba histórica alguna y que muchas de las hipótesís en las que se apoya, como se ha mostrado después, carecen de fundamento. J. H. Greenberg, por ejemplo, ha demostrado de una vez por todas que los términos «camita» y «camítico» no tienen sentido alguno; si no es, en el mejor de los casos, como categoría de clasificación lingüística 21 • 19 Op. cit., ed. 1930, pág. 96; ed .. 1966, pág. 61. 20 Op. ('.il., ed. 1930, pág. 118; ed. 1966, pág. 101. 21 J. H. Greenberg, 1953 y 1963. En realidad, Greenberg, como la mayor parte.de los lingüistas modernos; evita emplear el término «camítico»; alinean las lenguas otrora llamadas camíticas con las· lenguas semíticas y otrasi en un grupo más amplio llamado afroasiáticó o eritreo, y no reconocen el subgrupq «camítico» específico.56 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Es cierto que no existe necesariamente correlación.entre la lengua hablada por una población y su origen racial o su cultura. Así Greenberg puede citar, entre otros, este maravilloso ejemplo: «Los cultivadores hawsa, que hablan una lengua "camítica", están bajo la dominación de los pastores foulanis que hablan [ ... ] una lengua níger-congo» (es decir, una lengua negra) 22 • lgualmente rechaza la base camítica para una gr:an parte de la reconstrucción hecha por Seligman de la historia cultural de los negros en otras partes de Africa, principalmente para las poblaciones de lenguas. bantúes. Si hemos elegido más particularmente a Seligman, se debe a que estaba considerado en Gran Bretaña como una de las personalidades más prestigiosas profesionalmente (y fue uno de los primeros en dedicarse a serios trabajos sobre el terreno en Afiica) y a que su libro se ha convertido en un clásico reeditado en varias ocasiones. Todavía en 1966 era presentado por la publici'dad como «un clásico en su género». Pero la adopción por él del mito de la superioridad de los pueblos de piel clara sobre los pueblos de piel oscura eta solamente una parte de los prejuicios generales de los europeos a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Los europeos pensaban que su pretensión en la superioridad sobre los africanos negros había sido confirmada por su conquista colonial. Por consiguiente, en numerosas partes de Africa, y en particular en el cinturón sudanés y en la región de los Grandes Lagos, estaban persuadidos de que no hacían más que continuar una transmisión de la civilización que otros invasores de piel clara, llamados globalmente «camitas», habían comenzado antes que ellos 23 . El mismo tema se encuentra a lo largo de otras numerosas obras del período que va desde 1890 a 1940, poco más o menos, obras que contienen muchos más elementos serios de historia de los que se puede encontrar en el pequeño manual de Sefigman. Para la mayor parte, esas obras han sido escritas por hombres y mujeres que habían participado en la conquista o la colonización y que no eran ni antropólogos, ni lingüistas, ni historiadores de profesión. Mas, como se interesaban sinceramente por las sociedades exóticas que ellos habían descubierto, y como deseaban instruirse más a este respecto y dar parte de su conocimiento a los demás, eran unos aficionados en el mejor sentido de la palabra. Sir Harry Johnston y Maurice Delafosse, por ejemplo, han contrtbuido realmente de manera importante al conocimiento de la lingüística africana (así como al de otras numerosas materias). Pero el primero tituló su gran estudio de conjunto A History of the colonization of Africa by alien races (1899, obra revisada y aumentada en i913); y, en las secciones históricas del estudio magistral del segundo sobre el Sudán occidental, Haut-Senégal-Niger (1912), el tema general aparece cuando recuerda una migra- ción judeo-siria para fundar la antigua Ghana. Flora Shaw ( A Tropical Depen- dency, 1906).estaba fascinada por la contribución de los musulmanes a la historia de Africa. Margery Perham; amiga y biógrafa de Lord Lugard, habla en términos 22 Greenberg, 1963, pág. 30. n Es interesante advertir que la actual edición revisada, la cuarta, de Races of Ajrica ( 1966) contiene en la pág. 61 una frase importante que no se encuentra en la edición original de 1930. Los camitas son definidos allí como «europeos, es decir, que pertenecen a la misma grail raza de la humanidad que los blancos» (¡).EVOLUCION DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRICA 57 apropiados de «ese movimiento majestuoso de la historia desde las primeras conquistas árabes de Africa hasta las de Goldie y Lugard» 24. Un excelente historiador aficionado, Yves Urvoy ( Histoire des populations du Soudan central, 1936, e H istoire du Bornou, 1949), se equivoca completamente sobre el sentido de las interacciones entre los nómadas del Sáhara y los negros sedentarios que él describe con precisión; mientras que Sir Richmond Palmer.(Sudanese Memoirs, 191'8, y The Bornu Sahara and Sudan, 1936), inspirado arqueólqgo, va a buscar siempre los resortes de la acción de los pueblos nigerianos a lugares tan lejanos como Trípoli o Yemen. No obstante, .según Seligman, los socioantropólogos británicos casi han logrado escapar a la empresa del mito camítico. A partir de aquel momento, su formación estuvo dominada por la influencia de B. Malinowski y de A. R. Radcliffe-Brown, que se oponían resueltamente a todo género de historia fundada en conjeturas. En realidad, el método estrictamente funcionalista seguido para el estudio de las sociedades africanas por los antropólogos británicos entre 1930 y 1950 tendía a desalentar entre ellos el interés histórico, incluso cuando, gracias a su trabajo sobre el terreno,. estaban en una situación excepcionalmente favorable para obtener datos históricos. Pero en el continente europeo (y también en América del Norte, aunque pocos antropólogos americanos hayan trabajado en Africa antes de los años 1950) subsiste una tradición más antigua de etnografía que, entre otras características, concede tanta atención a la cultura material como a la estructura social. Eso produjo una gran cantidad de trabajos de importancia histórica, como, por ejemplo, The King of Ganda, de Tor IFstam ('1944), o The Trade ofGuinea, de Lars Sundstrom ( 1965). Sin embargo, dos obras, merecen especial mención, V olkerkunde von Áfrika, de Herman Baumann ( 1940), y Geschichte Afrikas, de Diedrich Westermann (1952). La primera era un estudio enciclopédico de los pueblos y civilizaciones de Africa que concedía suficiente atención a lo conocido de su historia, y no tiene todavía rival en tanto que manual en un solo volumen. El libro más reciente, A/rica: its peoples and their culture history (1959), del antropó- logo americano G. P. Murdock, no supera la comparación porque.su autor carece en esa materia de la experiencia directa de Africa, que Je habría permitido evaluar sus materiales, y también porque él ha avanzado, a veces, esquemas hipotéticos tan excéntricos en su género como el de Seligman, aunque no tan perniciosos 25 . Westermann era sobre todo lingiiista. Su obra sobre la clasificación de las lenguas de Africa es en muchos aspectos la precursora de la de Greenberg, y ha facilitado una sección lingüística en el libro de Baumann. Pero su Geschichte, desgraciada- mente deformada por la teoría camítica, es también un libro m~ valioso en cuanto a tradiciones orales africanas tal como existían en su tiempo. A esas obras quizá se pueda añadir la de H. A. Wieschoff, The Zimbabwe- Monomotapa Culture (1943), aunque no sea más que por presentar a su maestro, Leo Frobenius. Frobenius era un etnólogo y antropólogo, especialista de las 24 Marger.y Perham, Lugard, the years of authority (1960), pág. 234. 25 Ver la critica que hice de él en el articulo Alllhropology, botany and history, en H. A. H., 11, 2 (1961), 299-309.58 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA culturas, pero también arqueólogo además de historiador. Durante su período de actividad,. que corresponde casi a los cuarenta primeros años del siglo xx, fue ciertamente el más productivo de los historiadores de Africa. Llevó a cabo una enorme cantidad de trabajos sobre el terreno en casi todas las partes del continente africano y presentó sus resultados en una serie regular de publicacio- nes, aunque sean poco leídas en nuestros días. Escribía en alemán, lengua cuya importancia ha disminuido después en lo referente a Africa y a los africanistas. Solamente se ha traducido una pequeña parte de sus obras cuyo sentido es con frecuencia difícil de captar porque están llenas de teorías míticas relativas a la Atlántida, a una influencia etrusca sobre la cultura africana, etc .. A los ojos de los historiadores, arqueólogos y antropólogos actuales, que han recibido una formación muy rigurosa, Frobenius parece una autoridad original cuyos trabajos están devaluados no sólo por sus interpretaciones un poco aventuradas, sino también por su método de trabajo rápido, .somero y a veces destructivo. Pero obtenía resultados, algunos de los cuales han anticipado claramente los de los investigadores más científicos llegados más tarde, y otros serán, quizá, difíciles o imposibles de obtener en las condiciones actuales. Parece que haya tenido instintivamente el don de ganarse la confianza de los informado- res para descubrir los datos históricos. Los historiadores modernos harían bien en buscar esos datos en sus obras, y en revalorados en función de los conocimientos actuales, liberándolos de las interpretaciones fantasiosas que él añadía 26. Las singularidades de un genio autodidacta como Frobenius, al sacar su inspiración de sí mismo, han dado como resultado la contribución a reafirmarse los historiadores profesionales en su opinión de que la historia de Africano era un campo aceptable para su profesión, y a llamar la atención de muchos trabajos serios realizados durante el período colonial. Uno de los factores que han desempeñado un papel importante fue que el aumento del interés de los europeos pot Africa había dado a los propios africanos una mayor variedad de culturas escritas, permitiéndoles expresar su propio interés en favor de su historia misma. Eso ocurrió sobre todo en Africa occidental, donde el contacto con los europeos había sido más largo y constante y donde -quizá, sobre todo, en las regiones que se convirtieron en colonias británicas- existía una demanda por la instrucción europea ya a comienzos del siglo XIX. Lo mismo que los eruditos islamizados de Tombuctú se habían puesto rápidamente a escribir sus ta'rikh en árabe o en lengua ajami, así, hacia el final del siglo XIX, los africanos que habían aprendido a leer el alfabeto latino. sintieron la necesidad de expresar por escrito lo que conocían de la historia de sus pueblos, para evitar que éstosfoesen completamente alineados por los europeos y su historia. 26 Es imposible en un artículo de la dimensión de i::ste tratar como se merece la inmensidad de la producción de Frobenius. Su última obra de síntesis fue Kulturgeschichte Afrikas (Viena, 1933) y su obra más importante, probablemente, la coleccion en 12 volúmenes Atlantis: Vo/ksmiircl1en und Volk~dich1u11ge11 Afrikas (Jena, 1921-1928). Pero hay que mencionar también los libros que rélatan cada una de sus expediciones; por ejemplo, para conocer a los yoruba y mosso: Und Africa sprach ( Berlín-Charlottenburgo, 1912-1913). Ver la bibliografia completa en Freda Kretschmar, Leo Frobenius ( 1968). Algunos artículos recientes en inglés (por ejemplo, doctor K. M. Ita, Frobe11ius in West A.frican History, J. A. H., XII, 4 (1972), y obras citadas en ese artículo) sugieren un renacimiento del interés por las obras de Frobenius.EVOLUCION DE LA HIST()RJOGRAFIA DE AFRICA 59 Entre los primeros clásicos de ese género, escritos por africanos que --como los autores de los ta'rikh antes de ellos- habían ejercido una actividad en la religión de la cultura importada y de ella habían sacado sus nombres, se pueden citar A history ofthe Gold Coas.t and Asante, de Carl Christian Reindorf(1895), e H istory of the Yorubas, de Samuel Johnson (terminada en 1897, pero nq publicada hasta 1921 ). Ambas son unas serias· obras de historia; incluso hoy nadie pue- de emprender un trabajo sobre la historia de los yor-ouba sin consultar a Johnson. Probablemente era inevitable que ensayos de historia a esa escala se incorporasen a las obras de los primeros protonacionalistas, desde J. A. B. Horton (1835-1883) y E. W. Blyden (1832-1912) hasta J. M. Sarbah (1864-1910), J. E. Casely-Hayford (1886-1930) y J. B. Danquah (1895-1965), que han tratado numerosas cuestiones históricas, pero las más de las veces con fines de propaganda. Puede ser que J. W. de Graft.Johnson (Towards nationhood·in West Africa, 1928; Historical geography of the Gold Coast, 1929) y E. J. P. Brown ( A Gold Coast and Asiante reader, 1.929) pertenezcan a las dos categorías. Pero después de ellos parece que ha habido a veces, en algunos ensayos, una tendencia a glorificar el pasado africano para combatir el mito de la superioridad cultural europea; por ejemplo, en J, O. Lucas, The Religion of Yoruba (1949), J. W. de Graft Johnson, African glory (1954). Algunos autores europeos han mostrado una tendencia análoga; por ejemplo, Eva L. R. Meyerowitz, en sus libros sobre los akan, intenta atribuirles gloriosos antepasados mediterráneos comparables a los que buscaba Lucas para los yoruba 27• Sin embargo, a una escala más reducida, numerosos africanos continuaron anotando tradiciones históricas locales de manera seria y digna de fe. La importancia y profundidad de los contactos. con los misioneros cristianos parecen haber desempeñado un papel destacado. Así es como Uganda ha logrado una importante escuela de historiadores locales desde la época de A. Kagwa (cuya primer obra fue publicada en 1906), mientras que, para los países yoruba, R. C. C. Law ha contabilizado 22 historiadores con publicaciones frecuentes antes de 1940 28 --como, por otro lado, los autores ugandeses- en lenguas locales. U na de las obras de esa categoría que ha alcanzado justa celebridad es A short history of Benin, de J. U. Egharevba, reeditada muchas veces después de su primera publicación en 1934. Por otro lado, algunos colonizadores, espíritus inteligentes y curiosos, trata- ban de encontrar y escribir la historia de aquellos a quienes habían ido a gobernar. Para ellos, la historia africana también presentaba con frecuencia un valor práctico, Los europeos podían ser mejores administradores si tenían algún conocimiento del pasado de los pueblos que habían colonizado. Y además era útil enseñar un poco de historia africana en las escuelas cada vez más numerosas fundadas por ellos y por sus compatriotas misioneros, aunque no fuera más que para servir de introducción a la enseñanza más.importante de la historia inglesa o francesa, destinada a permitir a los africanos superar los school certificates y los bachilleratos y reclutarlos después como valiosos auxiliares pseudoeuropeos. 21 The sac;red state of the Ákan (1951); The Akan tradicio11s of origin (1952); The Akan o/Ghana; cheir ancienc beliefs ( 1958): 28 R. C. C. Law, Early hiscorical writing among the Yoruba {hacia 1940). l60 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Flora Shaw,. Harry Johnson, Maurice Delafosse, Yves Urvoy y Richmond Palmer han sido ya mencionados anteriormente. Otros han escrito sobre Africa obras históricas relativamente exentas de prejuicios culturales, aunque a veces han elegido (ellos o sus editores) títulos curiosos; por ejemplo, Ruth Fisher, Twilight tales of the black Baganda (1912); C. H. Stigand, The land of Zinj (1913); Sir Francis Fuller, A vanished dynasty: Ashanti (1921), completamente en la tradición de Bowdich y Dupuis; E. W. Bovill, Caravans of the old Sahara (1933); las numerosas obras eruditas de Charles Monteil (por ejemplo, Les Empires du Mali, 1929) o de Louis Tauxier (por ejemplo, Histoire des Bambara, 1942). Quizá los franceses hayan logrado un poco mejor que los ingleses escribir una historia realmente africana; algunas de las obras .más sólidas de estos últimos tenían una tendencia fuertemente eurocentrista: por ejemplo, History of the Gold Coast and Ashanti (1915), de W. W. Claridge, o History of the Gambia (1940), de Sir John Gray (pero no algunos de los artículos más recientes del mismo autor sobre Africa oriental). Conviene advertir también que, después de su retorno a Francia, un cierto número de administradores franceses (por ejemplo, Delafosse, Georges Hardy, Henri Labouret 29) ha emprendido breves historias generales, bien de todo el continente, bien del conjunto del Africa al sur del Sáhara. La explicación se debe en parte al hecho de que la. administración colonial francesa tendía a tener estructuras mucho más estrictas para la formación y investigación que la administración británica. Se puede citar la institución (en 1917) del Comité de Estudios Históricos y Científicos de la A. O. F. y de su Boletín, que condujeron al Instituto francés del Africa Negra, cuyo centro estaba en Dakar (1938), a publicar su Bulletin y su serie de Memoires, y después obras como el magistral Tableau géographique de l'Ouest africain au Moyen Age (1961), de Raymond Mauny. A pesar de todo, los historiadores del período colonial siguieron siendo unos aficionados al margen de la corriente principal de la profesión de historiador. Eso fue tan cierto para Francia como para Gran Bretaña, porque, aunque hombres como Delafosse y Labouret hubieron encon- trado cátedras universitarias a su regreso a Francia, fue como profesores de lenguas africanas o de administración colonial, y no como historiadores clásicos. A partir de 1947, la Sociedad Africana de Cultura y su revista Présence africaine trabajaron para la promoción de una historia africana descolonizada. Al mismo tiempo, una generación de intelectuales africanos con dominio de las técnicas europeas de investigación del pasado comenzó a definir su propio enfoque hacia el pasado africano y a buscar en él las fuentes de una identidad cultural negada por el colonialismo. Esos intelectuales han afinado y ampliado, al mismo tiempo, las técnicas de la metodología histórica liberándola de un buen número de mitos y prejuicios subjetiv<:>s. Hay que citar a este respecto el coloquio organizado por la UNESCO enEl Cairo, en 1974, que ha permitido a investigado- res africanos y no africanos confrontar libremente sus puntos de vista sobre el problema de la población del antiguo Egipto. En 1948, aparecía History of the Gold Coast, de W. E. F. Ward. Ese mismo 29 Maurice Delafosse, Les Noirs de r Afrique (París, 1921); Georges Hardy, Vue générale d'Aftique (París, 1937), Henri Labouret, Histoire des Noirs á" Afrique (París, 1946).EVOLUCJON DE LA HISTORIOGRAFIA DE AFRJCA 61 año se creaba en la Universidad de Londres la cátedra de lecturer en Historia africana, en Ja School of Oriental and African Studies, confiada al doctor Roland Oliver. A partir de esa misma fecha es cuando Gran Bretaña emprendió un programa de desarrollo de las universidades· en los territorios que dependían de ella: fundación de centros universitarios en Costa de Oro y Nigeria; promoción a nivel universitario del Gordon College, de Jartum, y del Makerere College, de Kampala. En las colonias francesas y belgas se.desarrollaba el mismo proceso. En 1950 se creaba fa Escuela Superior de Letras, de Dakar, que se convertirá siete años después en uni'versidad exclusivamente francesa. Lovanium, fa primera universidad del Congo (más tarde, Zaire), comenzó a funcionar en 1954. Desde el punto de vista de la hístoriografía africana, la multiplicación de las nuevas universidades a partir de 1948 fue más significativa seguramente que la existencia de los pocos centros creados antes, pero que vegetaban por falta de medios; tales eran el Liberia College, de Monrovia, y el Foura:h Bay College, de Sierra Leona, fundados respectivamente en 1864 y 1876. Por otro lado, las nueve universidades que existían en i940 en Africa del Sur tenían dificultades por la p0Iitica0 segregacionista del· régimen. de Pretoria: 1a . investigación históricay la enseñanza en esa especialidad eran allí eurocentristas y la historia de Africa se centraba en la de los inmigrantes blancos. Todas las nuevas universidades, por el contrario, fundaron rápidamente departamentos de historia, lo que por vez primera condujo a los historiadores de profesión a trabajar en Africa en importante número. Era inevitable que, al principio, la mayor parte de esos historiadores proviniesen de universidades no africanas. Pero la africanización intervino rápidamente. El primer d'irector africano de un departamento de historia, el profesor K. O. Dike, fue nombrado en 1956, en Ibadan. Se formaron numerosos estudiantes africanos. Los enseñantes africanos, convertidos en historiadores profesionales, sintieron la necesidad de acrecentar la parte de historia africana en sus programas y, cuando ,esa historia era demasiado poco conocida, la de explorarla por medio de sus investigaciones. Desde 1948, la historiografía de Africa se entronca progresivamente con la de cualquier otra parte del mundo. Ciertamente; tiene sus propios problemas, como la escasez relativa de fuentes escritas para los períodos antiguos, y, por consiguien- te, la necesidad de desarrollar otras fuentes, como las tradiciones orales, la lingüística o la arqueología. Pero, aunque la historiografía africana ha aportado importantes contribucio- nes en materia. de utilización e interpretación de esas fuentes, no se distingue fundamentalmente de la de otros países del mundo (América Latina, Asia y Europa) que están enfrentadas a problemas análogos; Además, la procedencia de los materiales no es lo esencial para el historiador; cuya tarea fundamental consiste en el uso crítico y comparativo de los testimonios, para crear una descripción inteligente y significativa del pasado. Lo importante, es que, desde hace veinticinco años, equipos universitarios africanos se hayan dedicado a la profesión de historiador. El estudio de la historia africana es ahora una actividad bien provista de especialistas de alto nivel. Su desarrollo ulterior estará asegurado gracias a los cambios interafricanos y a las relaciones entre las universidades de Africa y las del resto del mundo. Pero hay que subrayar que esa evolución positiva62 METODOLOGIA Y PREHISTORÍA AFRICANA hubiera sido imposible sin el proceso de liberación de Africa. del yugo colonial: el levantamiento armado de Madagascar en 1947,. la independencia de Marrnecos en 1955, la guerra heroica clel pueblo argelino y las luchas de liberación en todas las colonias de Aftica han contribuido así poderosamente a ese proceso, porque les creaban a los pueblos africanos la posibilidad de reemprender el contacto con su propia historia y de organizar su cont~ol. La UNESCO comprendió muy pronto esta necesidad. Ha suscitado o favorecido los encuentros entre especialis- tas, y ha planteado con razón, como acto previo, la recogida sistemática de las tradiciones orales. Respondiendo a los deseos de los intelectuales y los Estados africanos, lanzó desde 1966 la id!!a de la reda_cción de una. Historia General de Africa. La realización concreta: de ese considerable proyecto se ha emprendido, a partir de 1969, bajo su égida.Capítulo 2 LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA BOUBOU HAMA y J. KI-ZERBO El hombre es un animal ):iistórico. El hombre africano no escapa a esa definición. Como en cualquier otra parte, _h_acJ:__s_u historia y _se _!la (ormado una i~~ª---4_~-~!ª f¡i~t_9ria. ~!! el _pJªno de los __ hechos, las obras y l~ pr~l?!!~de éapacidad creadora están -ahí ante nuestros ojos, en forma de prácticas agrarias, recetas culinarias, tratamientos de farmacopea, derechos cons_µetudinarios, orga- nizaciones políticas, producciones artísticas, celebraciones religiosas y etiquetas refinadas. Desde la aparición de los primeros hombres, los africanos han creado a través ~e milenios una sociedad autónoma que por su sola vitalidad da testimonio del genio histórico de Sus autores. Esa historia engendrada en la práctica ha sido, en tanto que proyecto humano, concebida a priori. Es también reflexiva e interiorizada a posteriori por los individuos y las.colectividades. Y de este modo se convierte, en realidad, en un marco de pensamiento y de vida: un «modelo». Mas al ser la conciencia histórica el reflejo de cada sociedad, e incluso de cada '"f .•· , , -.· fase significativa en la evolución de cada sociedad, se comprenderá que J! i • ~o_!lcepción que tienen los africanos de su historia y de la histo_ria_en general, lleva.,,, 1-ª_mar~a de su desarroll~ sing1,1_lru-. El solo hecho del aislamiento de las sociedades basta para condicionar estrechamente la visión histórica. Por eso, el rey de los mossi (Alto Volta) llevaba el título de Mogho-Naba, es decir, el rey del mundo, lo que ilustra perfectamente la influencia de las coacciones técnicas y matei:iales sobre la idea que se tiene de las realidades sociopolíticas. Así es como se puede constatar que el tiempo africano es a veces_i un -tiempo mfüco y sociali pero también que los africanos s_on conscientes de s~r los agentes de su propia }11sJQria. En fin, se verá que ese tiempo africano es un tiempo realmente histórico. TIEMPO MITICO Y TIEMPO SOCIAL A primera vista, y tras la lectura de numerosas obras etnológicas, se tiene la idea de que los africanos estaban inmersos y como ahogados en el tiempo mítico,64 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA vasto océano sin orillas y sin punto de referencia, mientras que los otros pueblos recorrían la avenida de la Historia, inmenso eje jalonado por las etapas del progreso. En efecto, el mito, la representac:ión É}n~ágica del pasado, domina frecuentemente el pensamiento de los africanos en su concepción del desarrollo de la vida de los pueblos. Hasta tal punto que, a veces, la opción y el sentido de los acontecimientos. reales debían obedecer a un «modelo» mítico que predetermina- ba hasta los gestos más prosaicos del soberano o del pueblo. Bajo el contenido de <<costumbres» procedentes de un más allá del tiempo, el mito gobernaba así la Historia, a la que, por otra parte, estaba encargado de justificar. En un contexto semejante aparecen dos características sorprendent_es del pensamiento histórico: 1- 1 ~u intemporalidad y' su dimensión esencialmente soc:ial.: 7 - En esa situación, en efecto, el tiem¡>o no es la duración que da ritmo a un Qestino individ_ual. Es el ritmo respirator:io dela colectjVIdad. No es un río que 1- corre en sentido único partiendo de una fuente conocida hasta una desembocadu- ra también conocida. En los países técnicamente desarrollados, incluso los cristianos establecen una clara demarcación entre «el fin de los tiempos» y la eternidad. Eso puede ser porque el Evangelio opone claramente este mundo transitorio y el mundo futuro, pero también porque, por ese sesgo y por otras muchas razones, el tiempo humano está prácticamente laicizado. Ahora bien, el tiempo africano tradicional generalmente engloba e integra la eternidad hacia arriba y hacia abajo. Las generaciones pasadas no están perdidas para el tiempo presente. Ellas siempre siguen siendo, a su manera, contemporáneas y tan influyentes, si no más, que cuando vivían. En esas condiciones, !a_ ca_usalidad se_ ejerce, por supuesto, de arri~a_ _abajo, del pasado hacia el presente JJ del presente hacia el f.!!_t_!)r_o, no_ Únicainente por ~e_c!_iación de Jo_S he~]:¡()S} del pensamiento de l<?S acontecimientos transcurridos, ~nQ por una _irrupcióñ directa _g_~e puede ejercer~e en todos los s~JJ.tjdos. Cuando el emperador de Malí, Kankou Moussa (1312-1332), envió un embajador al rey de Yatenga para pedirle que se convirtiese al Islam, el jefe Mossi respondió que tenía que consultar primero a sus antepasados antes de tomar una decisión semejante. Se ve aquí cómo el pasado, por mor del culto, es un calco directo sobre el presente, estando constituidos los antepasados en gerentes directos privilegiados de los asuntos que suceden en siglos posteriores a ellos. Asimismo, en la corte de numerosos reyes, funcionarios intérpretes de los sueñ_os ejercía_n un peso considerable en la acción política proyectada. Esos .ei_¡eg~tas del sueño:eran, en suma, ministros del futuro. Se cita el caso del rey de Ruanda, Mazimpaka Yuhi JU (finales del siglo XVII), que vio en sueños a hombres de tez clara que venían del Este. Tomó entonces arcos y flechas, pero, antes de lanzarlas contra ellos, las proveyó de plátanos maduros. La interpretación de esta actitud, a la vez agresiva y acogeaora, ambigua en suma, inyectó una imagen favorecida en la conciencia colectiva de los ruandeses, sin que quizá sea extraña a la actitud poco combativa de ese pueblo, sin embargo aguerrido, frente a las columnas alemanas del siglo XIX, asemejadas a los rostros pálidos vistos en el sueño real dos siglos antes. En un tiem.po semejl!_n_~ <iSUspendido~>, es incluso pqsible la acción del presente sobre lo que se considera pasado, pero que sigue siendo en realidad contemporáneo. La sangre de los sacrificios de hoy reconforta a los antepasados de ayer. Y hasta en nuestros días, algunos africanos exhortan aLUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 65 sus. parientes a no olvidar las ofrendas en nombre de los padres muertos, porque aquellos que no reciben nada constituyen la clase pobre de ese mundo paralelo de los difuntos y están obligados a vivir de los subsidios de los privilegiados que son objeto de generosos «sacrificios» hechos en su nombre. · Más profundamente aún, algunas cosmogonías· registran en la cuenta de un tiempo mítico progresos realizados en un tiempo histórico que, al no ser percibido como tal por cada individuo, es sustituido por la memoria ahistórica del grupo. De ese modo procede la leyenda Gikuyu que da cuenta de la llegada de la técnica del hierro. Mogai (Dios) había repartido los animales entre hombres y mujeres. Pero a éstas, por haber sido demasiado duras, sus bestias se les escaparon, convirtiéndose en salvajes. Los hombres intercedieron entonces ante Mogai en favor de sus mujeres diciendo: «Para honrarte queremos sacrificar un cordero, pero no podemos hacerlo con un cuchillo de madera para no incurrir en los mismos peligros que nuestras mujeres». Mogai les felicitó entonces por su sabiduría y, para dotarlos de armas más eficaces, les enseñó la receta de la fundición del hierro. Esa concepción mítica y colectiva era tal que el tiempo se convertía en un atri- buto de la soberanía de los líderes. El rey Shilluk era el depositario mortal de un poder inmortal porque totalizaba en sí mismo el tiempo mítico (encarna al héroe fundador) y el tiempo social considerado como fuente de la vitalidad del grupo. Asimismo, entre los bafuleros del Zaire oriental, como en Bunyoro (Uganda) o entre los mossi (Alto Volta), el jefe es el pilar del tiempo colectivo: «El Mwami está presente: el pueblo vive. El Mwami está ausente: el pueblo muere». La muerte del rey es una ruptura del tiempo que detiene las actividades, el orden social, toda expresión de la vida, desde la risa hasta la agricultura, y la unión sexual de los animales o de las personas. El interregno es un paréntesis en el tiempo. Sólo la llegada de un nuevo rey recrea al tiempo social que se reanima y se instala de nuevo. Todo es omnipresente en ese tiempo intemporal del pensamiento en que la parte representa y puede significar el todo; como los cabellos y las uñas que se cuida de que lleguen a caer entre las manos de un enemigo por miedo de que se adueñe de la persona misma. En efecto, hay que elevarse hasta la concepción general del mundo para comprender la visión y la significación profunda del tiempo entre los africanos. Se verá entonces que, ep el pensamiento tradicional,_e! _!lempo que cae bajo_ los s~ntidos no es más que un aspecto de otro tiempo vivido JJOr Q~~~_digl_ension~s de 1-ª pt;rs_ona. Cuando llega la noche,. el hombre se tiende sobre su estera o su lecho: para dormir; es el mo~ento que elig~ su doble para partir, para rehacer el ca~ino ¡ que el hombre ha segmdo d~rante la Jornada, pará frecuentar los lugares que el ha frecuentado y para volver a hacer los gestos y trabajos que él ha realizado, conscientemente durante la vida diurna. En el curso de esas peregrinaciones es cuando el doble se enfrenta a las fuerzas del Bien y del Mal, tanto a los buenos geníos corno a los brujos comedores de dobles o «cerko» (en lengua songhai y zarma). En su doble reside la personalidad de alguien. El songhai dice de un hombre que su bya (doble) es pesado o ligero para significar que su personalidad es fuerte o frágil: los amuletos tienen por finalidad proteger y reforzar al doble. Lo ideal es llegar a confundirse con su doble, a fundirse en él hasta no formar más que• Estqcui/la de bronce que representaba el poder dinástico de los Songha)' ( Tera Níger), el. A. S ALIFOU.LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 67 una sola entidad que accede entonces a un grado de sabiduría y fuerza sobrehu- manas. Sólo el gran iniciado, el maestro (kortékonynü, zimaa), llega a ese estado en que tiempo y_ espacio no constituyen ya obstáculos. Este era el caso de SI, el antepasado epónimo de la dinastía: «Horroroso está el padre de los SI, el padre de los truenos. Cuando tiene una caries, es que come gravilla; cuando tiene conjuntivitis, en ese momento, deslumbrante, enciende el fuego. Con sus grandes pasos recorre a zancadas la tierra. El está en todas partes y en ninguna». El tiempo social, la Historia así vivi_da por el grupo, ~CU!D!.!_la Uf! poder que la ~. -mayor parte del tiempo es simboliza~o y concretizado en un objeto transmitido a su sucesor por el patriarca, el jefe del clan~:etrey. Ese objeto puede seruna bola de oro conservada en un toba! (tambor de guerra) y asociado a unos elementos arrancados al cuerpo del león, del elefante o de la pantera. Ese objeto puede estar encerrado en una caja o en una jaula como las regalías (tibo) del rey mossi ... Entre los songhai-zarma es una varilla de hierro acerado con una punta. Entre los sorko del antiguo imperio de Gao era un ídolo que tenía la forma de un gran pez provisto de un anillo en la boca. Entre los herreros es una fragua mítica que a veces enrojece la noche para expresar su ira. El traspaso de esos objetos constituía la devolución jurídica del poder. El caso más curioso es el de los sonianké, descendientes de Sonni Ali, que disponen de cadenas de oro, de plata o de cobre en las que cada eslabón representa un antepasado, significando el conjunto la línea dinástica hasta Sonni el Grande. En el curso de ceremonias mágicas, esas cadenas magníficas son regurgitadas ante un público boquiabierto. En el momento de morir, el patriarca sonianké regurgita por última vez la. cadena y hace que la tr,ague por el otro extremo aquel que ha elegido como sucesor. Muere inmediata- mente después de haber entregado su cadena al que ha de sucederle. Ese testamento en actos ilustra elocuentemente la fuerza de la concepción africana del tiempo mítico y del tiempo social. Se ha podido pensar que semejante visión del proceso histórico era estático y estéril en la medida en que, colocando la perfección del arquetipo del pasado en el principio de los tiempos, parece asignar co.mo ideal a la cohorte de las generaciones la repetición estereotipada de los gestos y de las gestas del Antepasado. ¿El mito no sería el motor de una Historia inmóvil? Veremos que no es posible limitarse únicamente a ese solo enfoque del pensamiento histórico entre los africanos. Por otra parte,Jª aQroximaci-º_n mítica -es preciso reconocerlo- ~xiste en el / origen d~a historia de todos los pueblos. Toda historia en el origen es Üná historia santa. E i~cluso esa aproximación acompaña al desarrollo histórico para reaparecer de tiempo en tiempo bajo formas monstruosas o maravillosas. Tal es el mito nacionalista que hace que tal jefe® Estado contemporáneo célebre se dirija a su país como a una persona viva. Mientras que, bajo el régimen nazi, el mito de· la raza, concretado por medio de rituales procedentes del fondo de los tiempos, movilizaba a millones de personas hacia los holocaustos que ya conocemos.68 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA ¿TIENEN CONCIENCIA LOS AFRICANOS DE QUE SON ELLOS LOS AGENTES DE SU HISTORIA? Ciertamente, desde hace algunos siglos, el hombre africano tiene múltiples razones para no ser ya el centro de una conciencia responsable. Demasiadas imposiciones exteriores alienantes Jo han domesticado para que, incluso cuando se encontraba lejos de la costa de los esclavos y de la capital del departamento donde reinaba el comandante blanco, haya recibido en un rincón cualquiera de su espíritu la marca aniquiladora del esclavo. Asimismo, en el período precolonial, numerosas sociedades africanal elemen'- - tales, casi cerradas, dan la impresión de que sus miembros no_t~01ª11_conciencr~de bªc,:C?r la_ historia m~s que _a una escala y en una medida muy limitada,_frecu~nte~ mente en la dimensión de la gran -familia y en efmarco de una jerarquía cons.uetudinaria gerontocrática, rigurosa y pesada. Sin embargo, quizá sobre todo a ese nivel incluso, el sentimiento de la autorregulación comunitaria y de la autonomía era vivo y potente. El campesino lobi y kabyé en su aldea, cuando era «duefio dé su choza» 1, tenía el sentimiento de dominar ªl!!P2!ªJI1ente_SL! Qropjo destino. La mejor prueba es que en esas regiones de «anarquía» política, en las que el poder era la cosa del mundo mejor repartida, los invasores, y en particular los colonizadores, tuvieron muchas dificultades para imponerse. El_amor a la libertad era aquí la prueba misma del_gl!sto _por la iniciativa y d& ~jsgusto por -la alienación. ----· . 1 --- -- - 1 En las sociedades fuertemente _estr_~turadas; por el ·contrario, la concepción africana delj~f~ da a este último una importanciª ~xor_bitan.te_en la historia de los pueblos en que él encarna literalmente el proyecto colectivo. Uno no se sorprende- rá entonces de comprobar que la tradición traza de nuevo toda la historia original de los malinké en La Louange a Soundjata. Lo mismo ocurre en Sonni Ali entre los songhai del meandro del Níger. Eso no expresa en modo alguno un condiciona- miento «ideológico» que destruya el espíritu crítico, aunque, en unas sociedades en que la vía oral es el único canal de información, las autoridades que controlan una sólida red de griots disponían casi de un monopolio para la difusión de la «verdad» oficial. Pero los griots no constituían un cuerpo monolítico y «naciona- lizado». Por otro lado, la historia más reciente del Africa precolonial demuestra que el lugar re~eryado a lo~ }íde_i:es africanos en las representaciones mentales de las gentes, no está sin duda sobrestimado. Tal es el caso de Chaka, que ha forjado verdaderamente la «nación» zulú en el fragor de los combates. Lo que los testimonios escritos y orales permiten conocer de la acción de Chaka ha debido producirse en muchas ocasiones en el curso del desarrollo histórico africano. La constitución de los clanes mandé remo.nta -se nos dice- a Soundjata; y la acción de Osei Tutu como la de Anokye en la formación de la «nación» Ashanti, parece ser a la medida de la idea que de ella los ashanti tienen hasta en nuestros 1 La expresión bambara «so-tigui», equivalente; en una escala ·inferior, ·al dougou-tigili üefe de aldea), dyamani-togui Gefe de cantón) y kélé-tigui (general en jefe) expresa claramente la fuerza de esa autoridad.LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCJEDAD AFRICANA 69 días. Tanto más cuanto que la idea del líder mo_tor de la Historia casi nunca se reduce a un esquema simplista g~e a~reditLa un s·ol9 h9rr.iQr~ d~ Jo.do _el desª_rro!lo humano. Casi siempre se trata de un grupo dinámico tenido comotal. Los compañeros de los jefes no están olvidados, incluso los de ,condición inferior (griots, portavoces, criados). Con frecuencia ellos entran en la historia como hftoes. ~ misma observación vale para:las m~jeres, que, contrariamente a lo que se ha dicho y repetido hasta la saciedacCocupan ettla conciencia histórica africana un lugar sin duda más importante que en otra~ -partes. J{n las socfodades de régimen matrilineal eso se comprende fácilmente. En Wanzarba, cerca de Tera (Níger), donde la sucesión a la jefatura era matrilineal, los franceses del período colonial, para alinear a los habitantes de esa aldea contra las demás aldeas songhai, habían nombrado a un héroe para mandar esa aglomeración. Pero los sonianké 2 no por eso dejaron de conservar .a su kassey (sacerdotisa) que continúa hasta nuestros días asumiendo la responsabilidad del poder espiritual. En otras partes también las mujeres,aparecen en público como desempeñando un papel de primerísimo plano en la evolución histórica de los pueblos. Hijas, hermanas, esposas y madres de reyes, como esa asombrosa Luedji, que fue todo eso sucesivamente y mereció el título de Swana Mulunda (madre del pueblo tunda), estaban bien dispuestas para. influir sobre los acontecimientos. La célebre Amina, que, en los países hawsa, conquistó en el siglo xv en favor de Zaria tantas tierras y ciudades que llevan todavía su nombre, no es más que otro modelo entre millares de la· idea de su autoridad histórica que las mujeres han sabido dar a las sociedades africanas, idea que sigue viviente en Africa tras el papel desempeñado por la mujer en la guerra de Argelia y en los partidos políticos durante la lucha nacionalista por la independencia al sur del Sáhara. Es verdad que la mujer africana es utilizada también para el placer y la decoración, como nos lo demuestran las que aparecieron emperifolladas de telas de importación en torno al rey de Dahomey presidiendo una fiesta habitual. Pero en el mismo espectáculo participaban las amazonas, punta de lanza de las tropas reales contra Oyo y contra los invasores colonialistas en la batalla de Cana (1892). Por su participa- ción en las faenas del campo, en el artesanado y en el comercio, por su influencia sobre sus hijos, ya sean príncipes o campesinos, y por su vitalidad cultural, las mujeres africanas siempre han sido consideradas como actrices eminentes de la historia de los pueblos. Allí siempre ha habido -y continúa habiendo- batallas para o por las mujeres. Porque éstas han desempeñado frecuentemente el papel reservado a la astucia o a la traición por medio de la seducción. Como en el caso de la hermana de Soundjata o .de· las mujeres enviadas por el rey de Ségou Da Monzon ante sus enemigos.~_p~s~r· d~ 1:!n~ ~eparación aparente en las reuniones p_úblicas,_c::ida_u_no sabe_~~-~f!ica que la mujer está omnlJ)resenté _e_n Ja evol':_Ición. !:,ª mujer es la vida. Y también la promesa de expansión de la vida. Por ella, además,~diferentes -clanes consagran sus aITañz~s: Poco locuaz en público, ella hace y deshace los acontecimientos en el secreto de su choza. La opinión pública 2 En ese clan, el poder se transmite «por la leche», aunque-se admite.que el vinculo de la sangre// contribuye a reforzarlo. Pero, entre los cerko, el poder únicamente··se transmite por vfa de leche .. ,/70 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA formula este punto de vista en el proverbio «las mujeres pueden estropearlo todo, pero también pueden arreglarlo todo». En resumen, todo sucede como si en Africa J_a permane!!ciª de las estructurªs dementales de las c:omunidade_s básicas a través del movimiento histórico hubiera cQnfe_rido -ª- !_od_o ~l p_r_Qce§Q _!!-º__ c-ªrácter _¡,o¡,ula_r !ll.!:!Ylnu~ortant~. La _débil enve!g~d_urª de las sociedades ha __ hec~o _d~ _ lª hjs!oria _!!_n ~§_U!)tO de_t_Qdo_ _el mundo. Pese a la mediocridad técnica de los medios de comunicación (aunque el tam-tam asegurase la telecomunicación de aldea en aldea), la débil amplitud del espacio histórico estaba a la medida de la aprehensión mental de cada uno. De aquí la inspir_ació!l_ «d~rno_crátjc~» 'incontestable que anima la concepción de la Historia de los africanos en la mayor parte de los casos. Cada uno tenía el sentimiento de contar y de poder sustrae¡,se, en última instancia, a la dictadura, aunque sólo fuera escapándose, llegado el caso, para refugiarse en el espacio disponible. El propio Chaka Jo experimentó al final de su carrera. Ese sentimiento de hacer la !Estor_g¡, incluso a escala del microcosmos aldeano, y el se!_!!imiento de s_er solamente una molécula en la corriente. histórica creada en la cima por el rey ~sinulado a un demiurgo, son muy import~ntes para el historiador. Porque por sí mismos constituyen hechos históricos y contribuyen, a su vez, a crear la historia. EL TIEMPO AFRICANO ES UN TIEMPO HISTORICO Pero ¿se puede considerar el tiempo africano como un tiempo histórico? A\gunos lo niegan sosteniendo que el africano sólo concibe el mundo como una reedición estereotipada de lo que fue. El africano, pues, no sería más que un incorregible discípulo del pasado repitiendo al primero que llega: «Así es como nuestros antepasados lo han hecho», para justificar todos sus hechos y hazañas. Si eso fuera así, Ibn Battüta no hubiera encontrado en Jugar del Imperio de Malí más que unas comunidades prehistóricas viviendo en un.os refugios excavados en rocas y a hombres vestidos con pieles de animales. El propio carácter social de la concepción africana de la Historia le da una dimensión histórica incontestable; porque la Historia es la vida 2re~iente deJ_g_r_gp_Q. Ahora bien, a este respecto se puede decir que para el_ africano el tiem_¡:,o _es_ di11_ám_ic-9. Ni en la concepción tradicional ni en la visión islámica que influenciará a Africa, el hombre es el prisionero de un pataleo estático o de una repetición cíclica. Desde luego, en ausencia de la idea del tiempo matemático y físico contabilizado por adición de unidades homogéneas y medido por instrumentos confeccionados a ese efecto, el tie!J!pO sigue siendo un elemento vivido y_ so_cial. Pero en ese contexto no se trata de un elemento neutro ni indiferente._En la concepyión_global del mundo, e_!ltre los llfrifªno~, el t~mpo ~s el Jug_a_!:__ilo_1_1~~ ~l __ ho_111b_re_p1.!_ed~,_ s_in cesar, proceder a la Jucha contra la de_~~encia y en pr~ del desarrollo de su _em~rgja vital. Tal es la dimensión principal del ·~<animism~m~ africáno ef!_qy~ ~l tief!!Qü_ es la estacada y el !Perc:ado_ ~onde se enfrentan_ o n_egocian__las_Juerz~~qyt: ator_l)l~!ltJlp ª1 n11,mdQ. 3 El «animismo», o mejor aún, la religión tradicional africana, se caracteriza por el culto a Dios y J¡ a lás fuerzas de los espíritus -intermediarios. ·LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 71 p_e[~nE_~rse! ~ontra toda disminució_n _de ~':!-~er, _acrec~nt~u s~lud, su forma física, la dimensión de sus campos, la magnitud de sus rebaños, el número de ·sus hijos, de sus mujeres; de sus aldeas, taLes el ideal de los individuos, como el de las colectividades. Y esa concepción resultaincontestablemente dinámica. Los clanes Cerko y Sonianké (Níger) son antagonistas. El pl'imero, que representa el pasado y trata de reinar sobre la noche, ataca a la sociedad. El segundo, por el contrario, es dueño del día.; representa al presente y defiende a la sociedad. Ese simbolismo, por sí solo, es elocuente. Pero he aquí una estrofa significativa de la invocación mágica entre los songhai.: Eso no es de mi boca; eso es de la boca de A' que lo ha dado a B que lo ha dado a e que lo ha dado a D que lo ha dado a E que lo ha ·dado a F que me lo ha dado a mí. Que lo mío sea mejor en mi boca que en la de los ancianos. Existe así en e·! africano la voluntad constante de apelar al pasado que constituye para él como una justificación. PeroS§-ª invocación no significa el jn_movilislllo y_no contr~djce la l~y_g~!leral de la acumulación de las fuerzas_y___gel J~rogreso. De aquí la fórmula: «Que lo mío sea mejor en mi boca que en la de lds ancianos». El poder en Africa negra se expresa frecuentemente mediante una palabra que significa ~<la~z~ 4 • Esa sinonimia señala la importancia que los pueblos africanos conceden 1 la fuerza, cuando no a la violencia, en el desarrollo de la Historia. Pero no se trata simplemente de la fuerza material bruta. Se trata de la ~gía vital qu~ in~gra una J?Olivalencia de fuerzas, las cuales van desde la j!lJ_¡:;gridad fí~ic~_hasta la syerte .Y la int~gri_d_ad 1!1oral. Ef yalor étic~ si cº_!lsi_de1:a, en efecto, como una condición sine qua non del ejercicio benéfico del poder. De esa idea da prueba la sabiduría popular que en numerosos cuentos saca a relucir a jefes despóticos finalmente castigados, y de ello extrae literalmente la moraleja de la historia. El Ta'rikh-al-Südiin y el Ta'rikh 0 el-Fattiish no ahorran elogios sobre los méritos de al-ijajj-Askiya Mubammad. Es verdad que estaban materialmente interesados en eso, pero ponen sistemáticamente en relación las virtudes de ese príncipe con su «fortuna». Así piensa también Bello Mut.iammad, quien invita a Yacouba Baoutchi a meditar sobre la historia del imperio Songhai: gracias a su justicia es como Askiya Mut.iammad no sólo ha mantenido, sino que ha reforzado la herencia de Sooni Ali. Y cu.ando los hijos de Askiya se han apartado de la justicia del Islam, es cuando su imperio se ha dislocado fraccionándose en mJiltiples principados impotentes. 4 _ Fanga (en bambara), panga (en moré), pan (en sama).72 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Para los hijos de Usman dan Fodio, .el mismo principio rige con vistas a su propio gobierno: «Echa una mirada al pasado, a todos aquellos de antaño que han mandado antes de nosotros ... Antes de nosotros existían dinastías milenarias en el país hawsa, en el que numerosos pueblos habían adquirido grandes poderes que se han derrumbado porque se habían alejado de su base organizada en la justicia y de sus costumbres y tr:adiciones, alteradas por la injusticia. Para durar, por lo que se refiere a nosotros, nuestra fuerza debe ser la fuerza de la verdad y del Islam. Para nosotros, el hecho de haber matado a Yunfá 5, de haber destruido la obra de Nafata 5, de Abarchi 5 y de Bawa Zangorzo 5 puede impresionar a las generaciones actuales más allá incluso de la influencia del Islam. Pero las que vengan después de nosotros no se darán cuenta ya de todo eso: nos juzgarán por el valor de la organización que nosotros les hayamos dejado, por la fuerza permanente del Islam que nosotros hayamos establecido, y por la verdad y la justicia que hayamos sabido imponer en el Estado». Esa visión elevada del papel dela ética en la Historia no proviene solamente de las convicciones islámicas del líder de Sokoto. También en 1ói medios-«animistas» ~~iste la idea d~ q~e ~l _or5ien de las_ fuerzas cósl!!icas_pyede §er p~rtu_rbªºº- poF __a_i:_timañas infI!Qrales.,__y_Qe gue ese des~quilibrio sólo .P!!ede ser p~jl!di.cial_ a su ~utor. Esta visión del mu-ndo en que valores y exigencias étnicas forman parte integrante de la ordenación misma del rnundo puede aparecer como mítica. Pero ejercía una influencia objetiva sobre los comportamientos de los hombres y singularmente sobre numerosos lideres políticos africanos. En ese sentido, se puede decir que, si la Historia es con frecuencia justificación del pasado, es también exhortación para el futuro. En los sistemas preestatales, la autoridad moral garante o rectificadora eventualmente de la conducta en los asuntos públicos era asumida por unas sociedades especializadas, a veces secretas, como el lo del pueblo Senoufo, o el poro de la Alta Guinea. Esas sociedades constituían frecuentemente poderes paralelos encargados de desempeñar el papel de recurso desde fuera del sistema establecido. Pero acababan a veces por sustituir clandesti- namente al poder constituido. Y aparecían entonces ante las gentes como centros ocultos de decisión, confiscando al pueblo la empresa de su propia Historia. En el mismo tipo de sociedades, la organización en clases de edades es una estructura de primera importancia para la conducta de la historia del pueblo. Esa estructura, en la medida en que está establecida según una conocida periodicidad, permite remontarse en la historia de los pueblos hasta el siglo XVIII. Pero cumplía también un papel específico en la vida de las sociedades. En efecto, incluso en las colectividades rurales sin innovación técnica mayor y, por consiguiente, bastante estables, los conflictos de generaciones no estaban ausentes. Importaba, pues, hacerse cargo de ellas, por así decirlo, ordenando el flujo de las generaciones y estructurando las relaciones entre ellas para evitar que degenerasen en enfrenta- mientos violentos por brusca mutación. La generación comprometida en la acción delega a uno de sus miembros ante la generación de los jóvenes que la sigue inmediatamente, El papel de ese adulto no es calmar la impaciencia de esos · jóvenes, sino la de canalizar la fogosidad irreflexiva que podría ser nefasta al 5 Príncipes de Gobir.LUGAR DE LA HISTORIA EN LA SOCIEDAD AFRICANA 73 conjunto de la colectividad, y en todo caso prepararía mal a los interesados para asumir sus responsapilidades públicas 6 . •. La conciegcia del ti~!~ltº pasado era muy viva entre los africanos. Ese tiempo gl}~pe~~ S<;)b!"~ tl_i?~Sente_n9_anula, sin e_IT1barg_e.,_el di11~rnts_rn~ de jste:Como lo _p.rueba!!._º1,!IDl:![_Q§_Q~proy~_rbios . .k~ ponce.Q_ción _del ti~mpo _tal ~orno se _l~ 9escub~e en las sociedades africanas no es, ciertamente, inherente o consustancial a una -cla~-de<maturalezi>~_ af!\~a_!!_a. -esi-_e§_!a sefial de--~m~ .. fª..sLi..n-el 9_e_sªr.r_ollo económico y_ social Como prueba, están las diferencias flagrantes que se -¡¡:-dvierten -iti"cluso hoy día entre el tiempo-dinero de los ciudadanos africanos y el tiempo tal como lo consideran sus contemporáneos y compañeros del campo. Lo esencial es __gue _esté ~ente la idea de desarrollo a partir de orígenes investigados. Incluso bajo la envoltura de los cuentos y leyendas o el significado de los mitos, se trata de un esfuerzo para racionalizar el desarrollo social. A veces se han realizado incluso esfuerzos aún más positivos para empi:ender el cálc11lo del tiempo histórico._Este QUede ir_unidQ_al es_pac;io, como cu~do s~_ha!?la ~-eJtie11_1po 0 de d_ar un pas~ para calificar una duración mínima. Puede ir _u~ic!__o __ a ll! vic_!~ ~biológ_1<::a.1.~mo el tiem¡:>o de una inspiración o expiración. Pero frecuentemente ___ya unic_!o a_facto_res ex_t_~riQr~~ ~l hon::ib!e individual,_ a los .fenóm~nos cósIT1icos, _ climáticos_ y sociales, por eje_ll!PJ~, sobre todo cuando ellos son recurrentes. En las sabanas sudanesas se cuenta generalmente la edad entre los adeptos de las religiones tradicionales africanas por el número de estaciones de lluvias. Para decir que un hombre está entrado en años, se dice corrientemente bien el número de estaciones de lluvias que ha. vivido él, bien, de una manera más elíptica, que «ha I f bebido mucha agua». Sistemas de cómputo más pei:feccionados han sido puestos a veces en práctica 7• Pero el paso decisivo sólo será dado en ese terreno por la utilización de , la escritura. Aunque la existencia de una clase letrada no garantiza en modo alguno la toma de conciencia en todo el pueblo de una historia colectiva, al menos -permite jalonar el Oujo histórico con puntos de ref~r~ncia gue organizan su curso. - Porotro lado,-ef acceso a las religiones monoteístas, ancladas en una historia determinada, ha contribuido a reforzar la representación del pasado colectivo con .... ;,;,«modelos» que aparecen frecuentemente afiligranados en los relatos. Por'ejemplo, en forma de relaciones .arqitrarias de las dinastías en las fuentes del Islam, cuyos valores e ideales servirán a los profetas n·egros para turbar el curso de las cosas en su país de oi:igen.__p~!"Q la con_!ll..QC!Qll. del ti~mpo s~ QQ!?ra, sobre lOQQ,_por la ~~trada en el univei:so del rendimiento económico y de la acumulación monetaria. Sólo~n_tonces el senti~ del t~'!!_p_o _indivi_dual _y_ ~ole_c!_!vo se transforma _por la 6 Por ejemplo, entre los álladian de Moosou (cerca de Abidjan), la organización por generaciones (en número de cinco, «reinando» cada una nue.ve años) sigue en vigor incluso para las tareas de tipo «mo_demo»: construcción, festejós por un diploma o un ascenso ... 7 lvor Wilks o_bserva así, al criticar el libro de D. P. Heliige, The chrono/ogy.oforal tradition: quest for a chimera, que los alean (fimti, ashanti .. :) disponían de un sistema de calendario complejo, con la semana de siete días, el mes de seis semanas y el año de nueve meses, ajustado periódicamente· al ciclo solar según un método-aún no aclarado por completo. «Era posible, pues, en el marco del c_alendario akan, .referirse, por ejemplo, al día 18 del cuarto mes del tercer año del reinado del ashantihena Osei Bonsu». Método de datación aún corriente en los países europeos en el siglo xvm y hasta en el xrx. Cf. l. Wilks, 1975, págs. 279 y sigts.74 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA ac_ult~dzación de los esquema~ mentales en "~go~ en los países gue influencian ~conómil;a y cuitura!!!)_ente a los africanos. -E_stos descubren entonces que con fJecuencia es el dinero el que hace la Historia. ~l hombre africano,Jan ,próximo a siillstoria que tenía la impresión de forjarla él mismo en unas mi<::rosQciedª-des, "se_ enJrenta entonces~ @_yez, al .p~ligro de una gigantescª- alienación y a la QPOrtunidad de serl_q:>autor del prog~global. _ ' f?Capítulo 3 TENDENCIAS RECIENTES DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS Y. CONTRIBUCION A LA HISTORIA EN GENERAL P. D. CURTIN La finalidad de este volumen y de los volúmenes posteriores es dar a conocer el pasado de Africa tal como Jo ven los africanos. Es una justa perspectiva, quizá la única manera de ·acceder a un esfuerzo internacional·; es también la más aceptada entre los historiadores de Africa, tanto en el continente como en ultramar. Para los africanos, el conocimiento del pasado de sus propias sociedades Fepresenta una toma de conciencia de sí, indispensable para el establecimiento de su identidad en un mundo moviente y diverso. También, lejos de ser considerada como una costosa fantasía apta para dejar a un lado _hasta aquello que está en poder de los elementos más urgentes del desarrollo, la resurrección de la historia de Africa se ha mostrado, en el transcurso de las últimas décadas, como un elemento esencial del desarrollo africano. Por eso, en Africa y en otras partes, la principal preocupación de los historiadores ha sido superar los vestigios de la historia colonial y reconciliarse c_on la experiencia histórica de los pueblos africanos. Otros capítulos y volúmenes tratarán de esos reencuentros, de ·1a historia en tanto que tradición viviente y constante expansión, y del papel de los conocimientos históricos en la elaboración de nuevos sistemas de educación para uso del Africa independiente. Este capítulo tratará de la significación, desde fuera, de la historia de Africa; primero, según la comunidad internacional de los historiadores y, después, lo que significa para el conjunto del gran público culto. El hecho de que la historia de Africa haya sido lamentablemente desdeña~a hasta lQ§ afios 19_5_Q J.!O es, ~n el terreno de los estudios históricos, más gue uno de ios síntomas de _U'!_ fenó~eno m4l,_ vasto. Afncano es-laJnica-en -conseguir de la- épÓca colonial una herencia intelectual que es conveniente que trascienda. En el siglo XIX, los europeos han conquistado y subyugado a la mayor parte de Asia, mientras que, en la_ América tropic~l •.. el subdesarrollo y la dominación ejercida por los europeos de ultramar sobre las poblaciones afroamericanas e indias han reproducido las condiciones del colonialismo allí mismo donde un grupo de76 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Estados independientes·.fir-maban~las <eonvenciones•del, derecho-internacional-. En el siglo XIX y a comienzos del xx, la marca del régimen coloniaLsohr.e_los col_!o_cimientQ.s_históricos fal.s__ea J_as p_Ús.p_ecti:v.as_en favor de una concepción europeo-centr:ista de la historia del mundo, elaborada en la época de la hegemonía eúropea. Désde entonces, esa marca se ha difundido por todas partes gracias a los sistemas educativos instituidos por los europeos en el mundo colonial. Allí donde jamás los europeos habían dominado, sus conocimientos, incluidos los aspectos de la historiografía europeo-centrista, frecuentemente sentaban cátedra como consecuencia de su modernismo. Hoy día, esa visión europeo-centrista del mundo casi ha desaparecido de las mejores obras históricas recientes, pero está todavía en vigor entre numerosos historiadores y en el gran público, tanto occidental como no occidental 1. Esa persistencia proviene de lo que generalmente «enseñaba la historia>> en la escuela, y de que ya no había ocasión de revisar los datos adquiridos. Los propios historiadores especializados en la investigación sufren grandes dificultades por someterse al hecho de los descubrimientos extranjeros en el campo de sus actividades. Con respecto a las últimas investigaciones, los manuales llevan un retraso de diez a veinte años, mientras que las obras de historia general conservan frecuentemente los caducos prejuicios de unos conocimientos anticuados. Ningu~ na interpretación nueva, ningtín elemento nuevo adquiere derecho de ciudadanía sin lucha. A pesar del tiempo que separa el descubrimiento de la vulgarización, los estudios de historia atraviesan, en su conjunto, una doble revolución. Iniciada poco después de la Segunda Guerra Mundial, no ha terminado todavía. Se trata, por una parte, de la transformación de la historia partiendo de la crónica para desembocar en una ciencia social que se ocupa de la evolucíón de las sociedades humanas, y, por otra, de la sustitución de los prejuicios nacionales mediante una visión más amplia. Hacia esas nuevas tendencias se han dirigido las aportaciones venidas de todos lados: de la Europa misma, de historiadores de la nueva escuela en Africa, Asia y América Latina, de los europeos de ultramar, de América del Norte y de Oceanía. Sus esfuerzos para ampliar el marcó de la historia se han aplicado simultáneamente sobre pueblos y regiones hasta entonces desdeñados, así como sobre ciertos aspectos de la experiencia humana anteriormente sepultados bajo las concepciones tradicionales y estrechas de la historia política y militar. En ese contexto, el mero acontecimiento de la historia africana constituía en sí un valioso concurso; pero eso podía simplemente conducir a añadir a otras una nueva historia particularista, válida en sí y susceptible de ayudar al desarrollo de Africa, pero no a aportar a la historia del mundo la más elocuente de las contribuciones. No es dudoso que el chauvinismo haya sido uno de los rasgos más profunda- meBte marcados de la-antigua tradición histó-rica. En la primera mitad del siglo xx, apenas el historiador de calidad comienza a liberarse de la antigua tendencia a 1 El término «Occidente» se emplea en este capítulo para designar las regiones del mundo que son· culturalmente europeas, o cuya cultura se deriva, sobre todo, de la de Europa; engloba, pues, además de las Américas; a la U.R.S.S., Australia y Nueva Zelanda.TENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 77 considerar la historia como propiedad casi privada. Según ese espíritu, ~historia , de una sociedad determinada sólo tiene valor en sí; en el exterior, pierde toda significación. En -el me)or de los casos, el interés manifestado por unos extranjeros paréce1iiciiscreción; en el peor, espionaje académico. Esa insistencia en apropiarse la historia está particularmente señalada en la tradición europea de comienzos del siglo xx. Las autoridades responsables de la educación tienden a considerar la historia como historia nacional, no como una historia general de Europa, y aún menos como una visión equilibrada de la historia del mundo. Reconocido el mito, J~~ia servía_p~ra_f o~j-ªr tlQrgl!~ na~ionaL:Y. la icl!!a de sacrifi 1 c~o por la Qatria. Lord Macaulay ha escrito que la historia era a la vez relato e «instrumento de educación política y moral» 2• Se esperaba de ella que inculcase el ¡2atrLQtismo. no que inspirase puntos de vista justos sobre el desarrollo de la humanidad. Ese punto de vista prevaleció siempre en la mayor parte de los sistemas educativos. Algunos historiadores han puesto de relieve objeciones -unos en nombre de la ciencia, otrns en nombre del internacionalismo-, pero la mayor parte de ellos han considerado normales los prejuicios nacionalistas, por indeseables que fuesen. En Francia siempre es posible conseguir un título académico de historia sin tener sobre la Europa situada más allá de las fronteras francesas más que unos conocimientos rudimentarios; no hablemos de Asia, de Africa o de América. En varias universidades inglesas siempre es posible obtener una licenciatura en Letras, con mención honorífica, sobre la base de sólo la historia inglesa. Ese empleo de la palabra «inglés» ( eng/ish) en Jugar de «británica» ( british) es intencional. El colegial «inglés» tiene todas las posibilidades de saber más sobre la historia de Roma que sobre la del País de Gales, de Escocia o de Irlanda antes del siglo XVIII. Habida cuenta de las variantes ideológicas, el problema es sensible- mente el mismo en la Europa oriental. Sólo los países europeos de menor importancia --el grupo del Benelux, Escandinavia- parecen considerar más fácilmente a Europa como un todo. Asimismo, el método norteamericano, fundado (como sus homólogos euro- peos) sobre la historia de la civilización, es siempre etnocéntrico. El problema que plantea es «¿cómo hemos llegado a lo que somos?» y no «¿cómo la humanidad ha llegado a ser lo que nosotros vemos hoy?». A medida que los historiadores _rechazaban las tendencias eurQp_e_o-=_<;_entristas de su propia historia nacional, les correspondía la. tarea de progresar hasta una historia verídica del mundo:enla cual Africa, Asia y América Latina tendrían un papel aceptable en el plano internacional. Correspondía más particularmente a los historiadores cuyos trabajos versaban sobre las diferentes culturas, y a los historiadores africanos que se ponían a escribir sobre Asia o América Latina, y a los europeos o norteamericanos que comenzaban a interpretar la historia de Africa o de Asia en provecho de sus compatriotas, esforzarse por franquear unos prejuicios europeo-centristas. . En el marco de ese esfuerzo general, el papel de los historfadores de Africa _:__ en el continente y en ultramar- revestía una importancia particular, aunque sólo fuese porque la historia africana había sido más desdeñada que la de las regiones 2 Thomas Babington Macaulay, 1835 y 1971.r,, 78 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA no europeas equivalentes, y porque los mitos racistas la habían desfigurado aún más que a éstas. El racismo -ya .se sabe- es una de las plagas más difíciles de extirpar debido a su carácter proteiforme. Con teorías diversas, desde el siglo XVI, se ha encarnado en la historia de manera aguda y en forma de genocidio en ciertos períodos: tráfico de negrbs, Segunda Guerra Mundial. Sobrevive todavía como un reto.monstruoso en Africa del Sur y en otras partes, a pesar de los trabajos de la UNESCO 3 y de otras instituciones para demostrar su.naturaleza irracional. Pero la curación de los prejuicios es larga, porque el racismo está extendido de manera difusa e inmanente en los manuales escolares, en las presentaciones audiovisuales parciales, y en la herencia de «datos» psíquicos más o menos conscientes acarreados a veces por la educación religiosa y más frecuentemente aún por la ignorancia y el oscurantismo. En esa batalla, una enseñanza científica de la historia de los pueblos constituye el arma estratégica decisiva. Desde que el racismo pseudocientífico occidental del siglo XIX graduaba la escala de valores teniendo eri cuenta diferencias físicas, y desde que la más evidente de esas diferencias era el color de la piel, los africanos se encontraban automáticamente por debajo de la escala porque parecía que se diferenciaban muchísimo de los europeos, quienes se otorgaban automáticamente la cúspide. Los racistas no cesaban de proclamar que la historia de Africano tenía importancia ni valor: los africanos no podían ser los autores de una «civilización» digna de ese nombre; no había en ellos nada de admirable que no hubiese sido copiado de otras par:tes. Así es como los africanos se convirtieron en objeto -y jamás en sujeto- de la historia. Se les juzgaba aptos para recibir influencias extranjeras sin aportar, en cambio, la menor contribución al conjunto del mundo, Hacía ya mucho tiempo -al comienzo del siglo xx- que el racismo pseudocientífico ejercía su máximo de influencia. Desde 1920, ésta declinaba entre los especialistas de las ciencias sociales y naturales. Desde 1945 desaparecía virtualmente de los medios científicos respetables. Pero la herencia de ese racismo se perpetuaba. En lo referente a los conocimientos del hombre de la calle, ese racismo estaba alimentado por un recrudecimiento de las tensiones raciales urbanas que coinciden con la aparición, en las ciudades occidentales, de inmigran- tes de origen africano o asiático cada vez más numerosos. Y era sostenido por el recuerdo, y conservado por la población, en las lecciones aprendidas en el colegio, y, para los escolares de 1910 -época en la que el racismo pseudocientífico constituía la doctrina oficial de la biología-, el toque de retirada sólo debía sonar a partir de 1960. Mucho más insidiosa aún era la superviyencia de las conclusio- nes fundadas sobre alegatos racistas después que éstos habían dejado de tener sentido. El postulado «la historia de Africano ofrece interés poFque los africanos son de raza inferior» se había hecho insostenible; pero algunos intelectuales occidentales se acordaban vagamente de que «Africa no tiene pasado», aunque hubiesen olvidado la razón de_ello, ~ 1 --- - -- - ' - · Bajo esa u otra forma,. la herencia del r.acis[!},O~ no dejaba de consolidar un chauvinismo cultural oblig°ido a considerar la civilización occidental como la única «civilización» verdadera. Hacia finales de los años 60, y con el título de 3 C[ capítulo 11, nota sobre «Razas e historia en Africa».TENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HlSTORICAS AFRICANAS 79 Civilisation, la BBC presentaba una larga serie de emisiones dedicadas exclusiva- mente a la herencia cultural de la Europa occidental. Sin duda, de vez en cuando, otras sociedades estaban consideradas como «civilizadas», pero, mediado el siglo, el grado de alfabetización determina la línea divisoria entre la civilización y ... el resto. Las sociedades africanas, en gran parte iletradas en la época precolonial, eran arrojadas a la categoría de los «primitivos». Sin embargo, la mayor parte de Africa era, en realidad, letrada, en ese sentido en que una clase de escribientes sabía leer y escribir; pero no, ciertamente, en el sentido de una alfabetización masiva,. que en todas partes había sido un fenómeno postindustrial. Etiopía poseía su antigua escritura guezo. Toda el Africa islámica -Africa del Norte, el Sáhara, la franja septentrional de la zona sudanesa, desde Senegal al Mar Rojo, y las ciudades costeras de la costa oriental hasta el estrecho de Mozambique- había utilizado la escriturá árabe. Antes incluso de la época colonial, el árabe había penetrado, ácá y allá, en el bosque tropical por mediación de los mercaderes diula, mientras que el portugués, el inglés y el francés escritos servían normalmente de lenguas comerciales a lo largo de las costas occidentales. Sin embargo, secundado por la ignorancia, el chauvinismo cultural conducía a las autoridades occidentales a establecer en el límite del desierto la demarcación entre alfabetización y no- alfabetización; la desastrosa tendencia a separar la historia de Africa del Norte de la del conjunto del cóntinente se hallaba así reforzada. No obstante, la exclusión de los «no-civilizados» del reino de la historia no era más que una de Íasfacefasdemlelemento mucho más importante de la tradición h·istórica occidental. Las masas occidentales est~ban t~mbi~n afectadas Q_or esa exclusión, sin duda, no como consecuencia de prevenciones de clase manifi~ sinosimplemente como consecuencia del carácter didactico de la historia, cada vez que los elogios de los hombres célebres estaban en condiciones de proponer modelos para la emulación. Sin embargo, no es por azar que esos modelos debían ser generalmente elegidos entre los ricos y poderosos, mientras que la historia llegaba a ser el relato de los hechos y las gestas de una escasa élite. Los tipos de comportamiento que afectan al conjunto de la sociedad eran minimizados o. ignorados. La historia de las ideas no era la historia de lo que pensaban las gentes¡ eso fue la historia de los «grandes proyectos». La historia económica no era la de i la economía o los comportamientos económicos; era la historia de tales políticasj económicas gubernamentales importantes, de tales firmas privadas y de tales innovaciones en la VI.· da económica. Si los historiadores europeos se desinteresa- ban tanto de un largo sector de su propia sociedad, ¿cómo habrían podido interesarse por otras sociedades y culturas? · - Hasta aquí, las dos tendencias revolucionarias que se·manifiestan en el seno de los estudios históricos recientes ~an seguid.o. caminos estrechamente paralelos, sencillamente porque la historia eur<meo-centrista y la historia de las élites se alimentaban de fas mismas fuentes. Pero lentamentese entablará la alianza potencial entre aquellos que trabajaban por ampliar el campo del estudio de la sociedad occidental y los que se dedicaban a dar un impulso mayor a las investigaciones históricas más allá del mundo occidental. De salida, los dos grupos progresaron guardando sus distancias. El pripcipal afán de los historiado- res de Africa era desmentir el aserto según el cual Africa no tenía pasado, o sólo80 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA tenía un pasado sin interé~~ el -prim~r ~a~o.- lo más simple era coger el toro por los cuernos. A los que pretendían que Aírica no tenía pasado, los especialistas de ella podían oponer la existencia de reinos y vastos img_erios, cuya historia política se entroncaba con la de Europa en sus comienzos. Las prevenciones «elitistas» del público occidental (como también del público africano educado al estilo occiden- tal) podían servir de medio de acción para demostrar, en último análisis, la importancia de la historia africana. Aquello no era más que un tímido comienzo. Bastaba analizar los aspectos del pasado de Africa que se parecían al pasado de Occidente, sin aprobar los malentendidos suscitados por las divergencias de cultura. Pocos historiadores estaban convencidos, hasta entonces, de que los imperios son con frecuencia instituciones.duras y crueles, y no necesariamente un índice de progreso político. Pocos se disponían a reconocer que, por ejemplo, una de las grandes realizaciones de Africa era, quizá, la sociedad sin Estado, fundada más sobre la cooperación que sobre la coacción, y que el Estado africano se había organizado de modo que presentaba reales autonomías locales .. Esa tendencia a aceptar ciertas particularidades de la historiograíla clásica -como primer paso hacia una <\descolonización» de la historia africana- coinci- de generalmente con el estudio del período colonial allí donde ex-iste ya una historia «colonial» oficial, que tiende a poner el acento en las actividades europeas y a ignorar la par.te africana. En el peor de los casos, mostraba a los africanos bajo el aspecto de bárbaros pusilánimes o desequilibrados. Resul_taba que de Europa habían llegado seres superiores que habían hecho lo que los africanos no habrían podido hacer por sí mismos. Hasta en su más alto grado de objetividad, «la historia colonial» no otorgaba a los africanos más que papeles secundarios en la escena de la historia. T §in ~ambiar nad~~n los pa~es de ·cada un()_,_el primer esfuerzo para corregir esa interpretación se limita a modificar los j!!icios_g_e_Y,aLQr. De héroes como ellos eran, al servicio de fa civilización en marcha, de exploradores, gobernadores de las colonias, y oficiales del ejército, se convierten en crueles explotadores. El africano asume la figura de inocente víctima, y no se le concede nada que no sea pasivo. Siempre es a un puñado de europeos a quienes Africa y su historia. deben el ser lo que ellas son. (Sin duda, los europeos han desempeñado, a veces, los principales papeles durante el período colonial, pero todas las revisiones fundadas en investigaciones nuevas en el plano local permiten minimizar la influencia europea tal como ha aparecido en la «historia colonial» publicada antes de 1960.) yn segundo P-aso_ha~.ia la descolonización de la b!filori~ del período._colonial s~ realiza paralelamente a la hora de los movÍ!!lj~ntos nacion-ªl~~tª-Uiue reclaman l;:i indc.!pendencia. LQs~africano"i juegan ya un papel en la historia; es deseable decirlo a la luz del día. Los especialistas de la ciencTapoITiica qué éscribieron en la época de los movimientos de independencia han abierto las barreras 4 . Poco después, sobre todo; en el curso de los años 60, los eruditos comienzan a remontar el tiempo en busca de las raíces de la resistencia y de los movimientos de protesta en los inicios de la época colonial y, más atrás todavía, en los primeros sobresaltos 4 Consultar, por ej'emplo, Thomas Hodgkin, 1956; David Apter, 1955; James S. Coleman, 1958; Charles-André Julien, 1952.TENDENCIAS DÉ LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 8:1 de resistencia al yugo europeo 5 • Esos trabajos sobre los movimientos de resisten- cia y de protesta son un importante correctivo, pero aún se está lejos de enfocar la historia de Africa con objetividad. En último término, la descolonización de la historia de Africa duran!ela éppca 1 colonial deberá provenir _fi_e_una fu_1,jqn eje l¡¡__reb~lión contra el e~o-centrismo r ydel movimiento antielitista. La revolución behaviorista ha coir.enzacfo ya a J influir en la hisioriaafricana. Influencia todavía reciente y limitada. Queda aún mucho por publicar. Algunos historiadores, sin embargo, han comenzado a buscar un método común interdisciplinario que les permita empren- der el estudio de la historia de la agricultura o el de la urbanización a fin de poder echar mano de las demás ciencias sociales. Otros comienzan a interesarse por pequeñas regiones aisladas con la esperanza de que esos estudios de microcosmos revelarán la trama de la evolución de estructuras económicas y sociales más importantes y complejas 6 . La investigación desbroza denodad;a.mente su camino en el terreno de los problemas particulares para la historia económica y religiosa, pero la verdadera descolonización de la historia africana no ha hecho más que comenzar apenas. Los progresos de la histo"riª ªn_alítica -que es también «la historia sobre el terreno» a base de investigaciones y de cuestiones planteadas sobre la marcha, y no solamente la compulsión de archivos- son un paso importante en esa dirección. La independencia respecto a los archivos se muestra tan esencial para el período colonial como para el precolonial, en el que la documentación de archivos es relativamente escasa. El problema constante de la «historia colonial» ha sido que, contrariamente a lo que ha sucedido y sucede en Europa o en Estados Unidos, los árchivos han sido creados y nutridos por extranjeros. Aquellos que allí dejan escritos han incorporado necesariamente sus prejuicios y sentimientos, tanto con relación a .ellos mismos como a los gobernantes y a sus misiones respectivas. Este es el caso de la historia de la política interior de Europa o de Estados Unidos, donde el prejuicio no es más que progubernamental. En el mundo colonial corría el riesgo de acarrear resultados desastrosos por poco que el historiador descuidase la posibilidad de hacer sonar otra musiquilla, gracias al testimonio verbal de los contemporáneos de la colonización. Tal vez, en algunas técnicas recientes, los historiadores de Africa llevan algún retras.o con reladón a otros colegas, pero, en lo que concierne a la utilización de las tradiciones orales de la época precolonial, más aún que de la colonial, han actuado como pioneros. Esa obra se divide en dos períodos. Entre 1890 y 1914, una generación de administradores letrados, entonces al servicio de las potencias coloniales, comenzó a asegurar la conservación de las tradiciones orales de importancia histórica. El segundo período se remonta una quincena de años. En la década 1950-1960 se acabó con la opinión formulada en 1959 por G.P. Murdock, según el cual «era imposible fiarse de las tradiciones indígenas orales» 7 . La década 5 Ver, por ejemplo, George Shepperson y Thomas Price, 1958; Y. O. Ranger. 1967; John llifee, 1969; Robert Rotherg y Ali A. Mazrui, 1970; Yves Person, 1968. 6 Ver Polly Hill, 1963. 1· G. P. Murdock, 1959; pág. 43.82 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA siguiente, 1960-1970, se iniciaba con la publicación de Jan Vansina, Oral tradition. A study in historial methodology. Esta obra señalaba qué controles y críticas eran necesarios con vistas a la utilización científica de las tradiciones orales. Los recientes trabajos históricos fundados en la tradición oral, frecuentemente utiliza- da junto con otras fuentes de documentación, pueden considerarse un importante éxito 8. El Seminario de Dákar, organizado en 1961 por el lnternational African Institute, sobre el tema de El historiador en Africa tropical y el·de Dar-es-Salaam, celebrado en 1965, sobre el tema de las Nuevas perspectivas sobre la historia africana pusieron vigorosamente el acento en los · nuevos enfoques necesarios, subrayando principalmente el papel irremplazable de la tradición-oral como fuente de la historia africana, así como todo el partido que el historiador puede sacar de la lingüística y de la arqueología informada por la tradición oral. Gracias a sus trabajos sobre la-época precolonial, los historiadores de Africa han influido ya en las demás ciencias sociales. Esa influencia se deja sentir en varios planos. Ante todo; s~ le debe el haber impuesto el reconocimiento del hecho de que el A:frica «tradicional» no se había quedado estática. Economistas, especialistas de las ciencias políticas y sociólogos, todos tienen tendencia a estudiar la modernización refiriéndose a los criterios «antes» y «después»; «antes», aplicados a la «sociedad tradicional» considerada como virtualmente sin cambio; «después», al proceso de modernización que implica una trans- formación dinámica de la imagen precedente. Observadores de la evolución, los historiadores estaban al acecho de los cambios que no dejan de intervenir en las sociedades humanas. Sus investigaciones de los últimos decenios han aportado la prueba de que, en el Africa precolonial, instituciones, costumbres, ambientes de vida, religiones y economías han cambiado tan rápidamente como en otras sociedades entre las revoluciones agrícola e industrial. El ritmo no es tan rápido como el ritmo postindustrial, que no deja de afectar al Africa de hoy, pero «el inmovilismo» del pasado «tradicional» no tiene ya porvenir en parte alguna. Es a los antropólogos a quienes la utilización de una base y de un punto de partida «tradicionales» ha pl~nteado los problemas más serios. Desde los años 20, la mayor parte de los antropólogos anglófonos ha trabajado partiendo de un modelo de sociedad que permite acentuar el papel desempeñado por cada uno de los elementos constitutivos para mantener el conjunto de las actividades del todo. Y han reconocido que las sociedades africanas que ellos habían podido examinar habían cambiado mucho desde los comienzos del régimen colonial, hecho que han considerado perjudicial a su demostración. Según ellos, convenía restablecer el panorama concentrándose en un solo período tomado al azar en el pasado inmedia.tamente anterior a la conquista europea. Y sostenían que se podía descubrir la naturaleza de esa sociedad tradicional o,bteniendo los datos de las observaciones actuales y haciendo abstracción de todo lo que parecía influencia exterior. El resultado fue el «presente antropológico>t Esa gestión funcionalista debe mucho a Bronislaw Malinowski, quien do- 8 Ver, por ejemplo, Jan Vansina, 1973; Raymond K. Kent, 1970; David William Cohen, 1972; el estudio de E. J. Alagoa,.resumido en parte en su capítulo «The Niger Delta states and their neighbours, 1609-1800» en History of West A.frica, de.J. F. A. Ajayi y Michael Crowder, 2 vols. (Londres, 1971), 1: 269-303; A. Roberts; 1968, Nairobi; Niane D, T., 1960, Presencia africana.TENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 83 minó la antropología británica en el transcurso de la segunda y tercera década de este siglo. Esa gestión ha contribuido notablemente a .la comprensión del «funeionamiento» de las sociedades primitivas; y los «funcionalistas» han registra- do otros progresos importantes gracias a la exploración minuciosa y prolongada de los yacimientos arqueológicos y gracias a la observación en común, y no simplemente interrogando a informadores. Pero toda medalla tiene su reverso. Los antropólogos se dedicaron a la investigación de sociedades primitivas, islotes culturales, cambiando totalmente las ideas occidentales,de la civilización africana. De ello resultaron graves lagunas en la documentación_ relativa a las sociedades africanas más importantes y complejas y, por consiguiente, una nueva aportación al mito de un Africa «primitiva». Su esfuerzo por abstraer el presente antropológi- co del presente real contribuyó a reforzar la convicción de que, en Africa, el cambio venía obligatoriamente del exterior, puesto que sus hipótesis parecían negar a las sociedades africanas toda evolución hasta la llegada de los europeos. Su esfuerzo por inmovilizar a la sociedad testifical para describir el funcionamien- to de base les ha llevado frecuentemente a olvidar que esa sociedad que ellos consideraban, con fines de análisis, sociedad estática no lo era realmente. Por encima de todo, ese esfuerzo iba a impedirles interrogarse sobre las razones y los medios de esa evolución; lo que hubiese revelado un aspecto totalmente distinto de la sociedad examinada. A pesar de todo, el funcionalismo habría seguido indudablemente su curso sin el impacto de la disciplina histórica. Ha experimentado la influencia de los estudios de aculturizacion de los años 1940 y 1950, mientras que Claude Lévi- Strauss y sus discípulos se comprometían en otra dirección totalmente distinta durante las décadas de .la posguerra. Sin embargo, en lo que concierne a la antropología política y a algunos aspectos de la antropología social,. los trabajos de los historiadores del período precolonial han puesto en evidencia la dinámica de la evolución, contribuyendo a dar un nuevo desarrollo a la antropología. El estudio de las religiones y de las organizaciones religiosas africanas se ha modificado bajo la influencia de las recientes investigaciones históricas. Los primeros prospectores de la religión africana eran, en su mayor parte, o antropó- logos en busca de un conjunto estático de creencias y de práctic~, o rpisioneros que aceptaban el concepto de un presente antropológico estudiando las religiones que ellos esperaban sustituir. Y reconocían el dinamismo innegable del Islam, cuya difusión durante la época colonial había sido más rápida aún que la del cristianismo. Sin embargo, los estudios más importantes sóbre el Islam han sido patrocinados por el gobierno francés, en Africa del Norte y occidental, con vistas a hacer fracasar una eventual disidencia. El motivo de esos estudios no era tanto la evolución en el seno de la religión como. las organizaciones religiosas y sus jefes. En el curso de las últimas décadas, diversos factores -y no solamente los historiadores- han contribuido a dar un nuevo desarrollo al estudio de la evolución religiosa. Los especialistas de las misiones se han interesado por el progreso de las nuevas religiones africanas, fundadas sobre unas bases en parte cristianas, y por las iglesias independientes que se separaban de las misio_nes europeas. Los antropólogos apasionados por la aculturización realizaban traba- jos similares y, curiosos ante todo por el papel de la religión en las rebeliones84 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA coloniales y en los movimientos de protesta, aportaban como historiadores. un concurso positivo. Por lo que se refiere al período precolonial, se han vis.to obligados a reconocer igualmente la importancia evidei:i,te y capital de la reforma religiosa en el conjunto del. mundo islámico. De ello ha resultado una toma de concien·cia más aguda de la evolución de las religiones no cristianas ni musulma- nas, aunque los especialistas de las diversas ciencias sociales apenas hayan comenzado a estudiar las particularidades de esa evolución tan sistemáticamente como merece. A este respecto, debe subrayarse el interés .reciente por las reli- giones «animistas», así como por sus asociaciones frecuentemente secretas en el papel histórico muchas veces extraordinario. Mientras que a los especialistas de las diversas ciencias sociales les parece posible estudiar juntos y con provecho la religión africana, procediendo a un amplio intercambio de ideas y de métodos, los trabajos sobre las economías africanas siguen haciéndose por separado. Lo mismo que los historiadores de la religión, los especialistas de la economía han demostrado, en el transcurso de los últimos años, que los diferentes tipos de economía no dejaban de evolucionar, y que esa evoiución respondía tanto a incitaciones de orden interno como a influencias de ultramar. Sin embargo, los economistas, y más particularmente los especialistas del desarrollo económico, prosiguen sus trabajos sin consideración por la cultura económica que tratan de dominar. No sólo tienden a ignorar el mecanismo de la evolución en curso, sino que muchos de ellos apenas conceden más atención a los modelos estáticos de los antropólogos economistas. Así, por ejemplo, para justificar la teoría del desarrollo económico, convenía asegurar que ¡\frica está constituida en gran medida por economías de «subsisten- cia», en el marco de las cuales cada unidad familiar produce la casi totalidad de los bienes que ella consume y asegura su propio servicio. Ese punto de vista ha sido sostenido en especial por Hla Myint, hacia 1965, al mismo tiempo que la teoría del desarrollo económico «-vent-for-surplus», fundada sobre la liberación de los recursos y medios de producción insuficientemente empleados 9 . En realidad, ninguna comunidad del Africa precolonial era capaz de satisfacer por completo sus propias necesidades cuando no se dedicaba a algún comercio, siendo muchas las sociedades africanas que poseían redes complejas de producción y de exporta- ciones particulares dedicadas a sus vecinos. En los confines del Sáhara, numero- sas tribus pastoriles se procuraban la mitad, si no más, de su consumo anual de calorías intercambiando los productos de su ganadería por cereales. Otras producían y vendían regularmente los excedentes agrícolas permitiendo la adqui- sición de ciertos artículos exóticos: sal, ganado, mantequilla de Galam, nueces de kola, dátiles. El error que se oculta bajo el cuadro de una economía africana estática es, naturalmente, el mito sempiterno del Africa «primitiva», error reforza- do por la tendencia de los antropólogos a elegir las comunidades más simples, y por su tendencia antigua a hacer abstracción del tiempo en sus concepciones. Esos economistas y antropólogos que han estudiado sobre el terren0 la economía africana han subrayado evidentemente la importancia del comercio en 9 Hla Myint, 1964.TENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 85 ·eJ Africa precolonial. Algum)s han observado qoe las ecofiótnías a:fticanas evolucionaban rápidamente antes de la llegada masiva de los europeos. Sin embargo, apartándose de la línea del pensamiento ortodoxo, un grupo de ellos ha resaltado más las diferencias que las semejanzas de las culturas económicas. Llamados a veces «sustantivistas», · como consecuencia de su insistencia en estudiar la naturaleza sustantiva de la producción y el consumo, y también por su esfuerzo en conectar la manera como el hombre satisface sus necesidades materiales en el marco ampliado de una sociedad particular, pero no según la teoría oficial, los miembros de ese grupo han tratado de probar que la teoría economista no es aplicable al terreno de sus investigaciones· 1º. De ello resulta un auténtico abismo entre los economistas de la expansión que, trabajando bajo la inspiración de teorías macroeconómicas, conceden poca atención a las realidades económicas del momento, y los sustantivistas que hacen poco caso de las teorías contrarias. Hasta aquí, los especialistas de la historia de la economía no han -rellenado el abismo, como tampoco han ejercido sobre las ideas económicas relativas a Africa una influencia comparable a la de los historiadores sobre la antropología o sobre el estudio de las religiones. La historia africana ha dado pasos de gigante, en el curso de los últimos. años, especialmente para proponer unos métodos nuevos y para cubrir unas zonas apenas exploradas. Pero no ha sacado bastante provecho de las nuevas vías abiertas en otras partes. No ha advertido tan rápidamente como otras disciplinas el désafío de la revolución behaviorista, ni ha aprovechado las posibilidades asombrosas de la historia cuantitativa, tanto en materia política como en el terreno de la econometría. En el curso de exploraciones cada vez más profundas en el pasado de Africa, la irradiación de la nueva historia africana ha sido obra de un grupo de historiado- res de profesión, para quienes esa historia se ha convertido en el objeto principal de sus enseñanzas y escritos. Si, en el mundo occidental, el conocimiento de la historia de Africa ha estado .estancado tanto tiempo con relación incluso a la historiografía de Asia o de América Latina, es porque era obra de historiadores aficionados, de hombres que tenían otras actividades profesionales pero no una posición estable en el mundo universitario, de hombres a quienes les faltaba la posibilidad de influenciar en los ambientes de historiadores de cualquiera de los países occidentales. Algunos trabajos de investigáción sobre Africa se hacían en los institutos de Escandinavia o de la Europa central y oriental desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero seguían siendo marginales en el programa general de la enseñanza superior. Por consiguiente, no conducían a la formación de historiadores. Unicas excepciones son la egiptología y ciertos aspectos del pasado del Africa del Norte en la época romana. Para el resto, antes de 1950 existen pocos hombres de carrera entre los. historiadores de Africa. Se encuentran administrado- res coloniales y misioneros. Hay también eclesiásticos o religiosos africanos que utilizan una de las lenguas internacionales, como Car! Christian Reindorf, de la Costa del Oro; Samuel Johnson, para los yoruba; o el cheikh Moussa Kamara, del Senegal, autor del Zuhur ul-Bassainfi Ta'rikh is-Sawadin, que no ha sido aún 'º Para un resumen pertinente de· la postura tomada, ver George Dalton, 1968.86 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA publicado completo y apenas comienza a ser consultado por otros historiado- res 11 . Algunos antropólogos se han asomado también a diversos temas históri- cos; pero en Africa, antes de 1950, ninguna universidad había propuesto aún un programa satisfactorio de especialización en Historia africana a nivel de licencia- tura. En 1950 no hay ningún historiador de carrera que se dedique exclusivamente a la redacción de la historia africana y a su enseñanza. Veinte años después, cerca de quinientos historiadores que han accedido al doctorado o a estudios equivalen- tes, han elegido la historia de Africa como actividad principal. La rapidez de esa evolución es sorprendente. Retrospectivamente se explica bastante bien. En Africa, en Europa, en América del Norte -y en cada continente por razones diferentes- la coyuntura política, intelectual y universitaria se ha mostrado particularmente favorable a la aparición de una pléyade de historiado- res de carrera centrados en Africa. Allí, desde finales de los años cuarenta, la necesidad se hacía sentir tanto más cuanto que un movimiento cada vez más pujante hacia la independencia era previsible, al menos, para la mayor parte del Africa del Norte y del Oeste. Después de 1950, la fundación de nuevas universida- des creaba la necesidad de una historia renovada de Africa, considerada desde un punto de vista africano -primero a nivel de universidad-y, de ahí, descendiendo hasta el instituto y pasando por los centros de formación pedagógica. Entre los pioneros de ese enorme esfuerzo de reeducación, se debe citar a K. Onwuka Dike, quien fue el primero de una generación nueva de historiadores africanos en franquear las etapas de una formación pedagógica normal, cosa que realizó en la Universidad de Londres. Se adhieren al movimiento historiadores exiliados: J. D. Fage, de la Universidad de Ghana (Costa del Oro, en aquella época); J. D. Jargreaves, en Forah Bay, en Sierra Leona; Christopher Wrigley y Cyril Ehrlich, en el Makerere College. Un movimiento paralelo se dibujó más progresivamente en el Africa francófo- na. En los antiguos territorios franceses, las universidades continuaron dependien- do del sistema francés mucho tiempo después de la independencia; en consecuen- cia, conservaron igualmente las tradiciones históricas francesas. Sin embargo, algunos pioneros se orientaban hacia una historia de Africa. En ese marco ha habido notables contribuciones: en Senegal, por Amadou Mahtar M'Bow; en Alto Volta, por Joseph Ki~Zerbo; en Camerún, por el padre Engelbert Mveng. Desde principios de los años cincuenta, los historiadores llegados del exterior y establecidos en el Africa francófona, y que iban a desempeñar un papel dominante en las universidades, se dedicaban a la investigación. Entonces, Jan Vansina, que iba a contribuir a la enseñanza de la Historia africana en la Universidad de Lovanium, ya estaba trabajando en las instituciones de investigación del gobierno belga en el Congo y Ruanda. En el IFAN, en Dakar, Raymond Mauny, futuro profesor de Historia africana en la Sorbona, se dedicaba a la investigación en Africa occidental. Yves Person, todavía administrador colonial, comenzaba las investigaciones que dieron nacimiento, en 1968, a su tesis sobre Samori y le permitieron contribuir a la introducción de la historia de Africa en las universida- des de Abidjan y Dakar. Presencia africana, era la que por medio de su revista y 11 S. Johnson, 1921; Car! Christian Reindorf, 1899; Cheikh Moussa Kamara, 1970.TENDEl'ICIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 87 gracias a los dos importantes Congresos de Escritores y Artistas Negros en París y Roma, en 1956 y 1959, impulsaba vigorosamente ese proceso. Todas esas actividades iban a la par con el desarrollo en Africa misma de los estudios históricos africanos. En ese encuentro de la historia de Africa éon la historia del mundo, el momento capital es aquel en que progresa,,5obre los demás continentes, el estudio de la historia africana; progresos paralelos en el tiempo a los de la historia de Africa en las universidades africanas. Desde 1950, Roland Oliver comenzaba a enseñar la historia africana en la ·Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. En la URSS, D. A. Olderogge y sus colegas del Instituto Etnográfico de Leningrado inauguraban un programa sistemático de investigaciones que han llevado en el tiempo previsto a la publicación de toda la documentación conocida sobre el Africa sudsahariana,. desde el siglo XI y más atrás, en las lenguas de la Europa oriental, con traducción y anotaciones en ruso 12 • Durante esa misma década, se creaba la primera cátedra de historia africana en la Soborna; muy pronto hubo dos: la del antiguo gobernador de las colonias, Hubert Deschamps, y ia de Raymond Mauny. Por su. parte, Henri Brunschwig tomaba la dirección de las investigaciones sobre la historia africana en la Escuela Práctica de Estudios Superiores, mientras que Robert Cornevin publicaba la primera edición de su resumen de la historia de Africa, muchas veces revisada y completada desde entonces. Fu!!ra de Europa y Africa,. los progresos eran menos rápidos; ni siquiera en Europa la historia africana ha sido en principio admitida en el ciclo universitario más que en los países colonizadores. En las Américas, donde una gran parte de la población es de origen africano, se habría podido llegar a una manifestación de interés. Pero, por importantes que allí fuesen los vestigios culturales africanos, ni Brasil ni las islas del Caribe manifestaron mucho interés. En Haití, algunos intelectuales se preocuparon por la cultura local a partir de un africanism·o que data de los primeros trabajos del doctor Price-Mars (1920). En Cuba, la influencia de la cultura afrocubana se dejaba sentir fuertemente entre algunas personalida- des del mundo de las letras; entre otros, Nicolás Guillén. La simpatía manifestada en Brasil por una cultura afroamericana tampoco suscitó interés por Africa, y menos aún por su historia. En las Antillas británicas, la descolonización, incluida la descolonización de la historia 1ocal, gozaba de una más alta prioridad; tampoco hasta después de 1960, el panafricanismo político tuvo resonancia histórica entre los intelectuales de las Antillas. El interés era todavía menor en Estados Unidos antes de 1960; lo poco que existía estaba concentrado sobre Africa del Norte. Un reciente sondeo sobre las tesis de doctorado relativas a la historia africana presentadas hasta 1960 incluye un total de 74. Total asombroso, es cierto, pero total engañador. La mayor parte de esas tesis han tratado sobre Africa del Norte y son obra de historiadores especializados, bien en la historia o la arqueología clásicas, bien en la historia de Africa del Norte y del Medio Oriente, bien -más generalmente- en la coloniza- ción europea de ultramar. Sólo, o casi sólo, el azar había permitido que sus temas 12 Kubbel L. E. y Matveiev V. V., 1960 y 1965.88 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA de tesis se refiriesen a Africa. De quienes habían elegido como tema la historia colonial, pocos llegaron a ser auténticos especialistas de Africa. Entre los pioneros, se encuentra, en Yale, Harry R. Rudin. Desde los años treinta, Rudin había publicado ensayos sobre la historia de la colanización alemana en Africa; después de 1950, su interés por Africa no dejó de crecer. Los afroamericanos formaban un grupo más importante aún. W. E. B. Dubois se había interesado por Africa desde el comienzo de su carrera, aunque no haya tenido la posibilidad de ocuparse de ella más que a raíz de su jubilación y de su emigración a Ghana. Mucho antes que .él, en 1916, Carter G. Woodson había fundado The journal of negro history. La publicación era, en realidad, más afroamericana que africana, pero la historia africana figuraba oficialmente en su óptica, encontrándose en ella, de vez en cuando, artículos sobre el pasado de Africa. Sin embargo, el verdadero apóstol de la historia de Africa fue William Leo Hansberry, de la Universidad de Howard, quien realizó una campaña solitaria para la inscripción de la historia de Africa en el programa de enseñanza de las universidades americanas y -al practicarse aún la segregación- especialmente de los colegios con gran mayoría negra de los Estados del Sur. Así, en grados diversos, las condiciones que aseguraban la difusión de la historia africana fuera de Africa existían antes de 1960. En los aledaños de esa fecha, la conquista de la independencia en Africa del Norte y en Africa tropical ha asegurado fuera del c9ntinente una renovación de publicidad, suscitando un interés popular que antes se proyectaba sobre su pasado y no sobre su presente o futuro. No obstante, en diversos lugares, los progresos de la historia africana eran decepcionantes. A pesar de la importancia política concedida a la unidad africana, las universidades y los estudiantes de Africa del Norte avanzaban sólo impercerti- blemente hacia una concepción más cantinental del estudio de su propio pasado. El Magreb formaba bloque con el mundo mediterráneo, con el mundo musulmán y con el mundo intelectual francófono del que París era todavía el centro. Esos tres mundos bastaban para movilizar toda la atención del público culto. Con frecuencia, los portavoces oficiales egipcios han subrayado que Egipto era tan africano como árabe y musulmán, pero los estudios de historia en Egipto revelaban sobre todo un espíritu cerrado, en el mismo momento en que la presa de Asuán y los trabajos de los equipos arqueológicos internacionales en Nubia llamaban la atención sobre el Nilo superior. «Espíritu cerrado y localista» era también -y no sólo eso- el que animaba los estudios históricos en Africa del Sur. El control político ejercido por europeos de ultramar en la República de Sudáfrica no se relajaba. En las universidades, la historia africana pasaba casi desapercibida; la «historia» era la de Europa y la de la minoría europea de Sudáfrica. Con The Oxford history of South Africa (1969.- 1971), la óptica se ampliaba hasta el punto de incluir a la may0ría a:fticana, pero uno de los autores, el historiador Leonard Thompson, no enseñaba ya en Africa del Sur; y aunque apasionada por ia historia, la otra, Monica Wilson, era antropóloga. En Zimbabwe, hacia 1960, se tendía a la inclusión de un compendio de la historia africana en los estudios de historia, pero la declaración unilateral de independencia de la minoría blanca respecto a Gran Bretaña iba a· cambiar el rumbo. Cosa curiosa, Zimbabwe ha producido en estudiantes de historia deTENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 89 Africa un porcentaje más elevado que el de Sudáfrica, aunque la mayor parte ha tenido que proseguir en el exilio el ejercicio de su profesión. Africa tropical ha sido el primer centro de estudio de la historia africana en el continente, y es allí donde se han alcanzado los progresos más importantes durante la primera década de independencia. La historia africana era ya un elemento del programa de enseñanza de las universidades de esa región, pero se trataba entonces de encontrar un equilibrio apropiado entre la historia local, regional, africana y mundial; es decir, en resumen, descolonizar el conjunto del programa de historia y no limitarse a añadir a él un componente africano. En el Africa anglófona han tenido lugar los mayores cambios; las normas rígidas instituidas por los europeos, se suavizaron allí más rápidamente que en los países francófonos. La enseñanza de la historia de Gran Bretaña y de su imperio ha dado paso a otras materias. La historia del Imperio británico ha tendido a desaparecer por completo y la de Gran Bretaña a fundirse con la de Europa. En lo que concierne a la enseñanza de la historia de Eu,ropa en Africa, la nueva corriente que se ha perfilado tiende a subordinar las diferentes historias nacionales al estudio de grandes temas que trascienden las fronteras, como la urbanización o la revolución industrial. Al mismo tiempo, los historiadores africanos han comenzado también a interesarse por la historia de otras regiones: la del mundo islámico en el Norte, insistiendo particularmente sobre su influencia en el sur del Sáhara.; la de América Latina o Asia del sudeste, porque podían ser consideradas como complementos de algunos aspectos de la experiencia africana; y la de Asia del este, donde el desarrollo económico de Japón constituía un ejemplo del que Africa podría sacar lecciones. El impacto de la historia africana ha consistido, de este modo, en dirigir una reorientación general en dirección a una concepción del mundo y de su pasado que será realmente afrocentrista, sin interesarse exclusivamente por Africa y _por los africanos, como la vieja tradición europea se interesaba exclusivamente por los europeos, pero en el marco de una W eltanschaung en la que Africa y no Europa es el punto de partida. Esa meta no se ha alcanzado aún completamente, ni siq1:iier:a en las universida- des anglófonas más avanzadas. Inevitablemente .se necesitará tiempo para formar una nueva generación de historiadores africanos innovadores que exploren nuevos caminos que ellos mismos habrán elegido. Las universidades francófonas llevan un retraso de una década aproximadamente: Abidjan, Dakar y Lubumbas- hi (heredera de Lovanium en el terreno de la historia) san las universidades francófonas más antiguas, cuyos profesores de historia no son africanos en su mayaría hasta después del comienzo de los años 1970, mientras que esa evolución .se había producido desde el comienzo de la década de los sesenta en las universidades anglófonas más antiguas. Ahora que historiadores africanos ocu- pan un puesto en las universidades francófonas, es de prever un reajuste similar de las concepciones de la historia mundial. Pero, desde 1963, la reforma de los programas de historia interviene en las escuelas secundarias de los países fran- cófonos. Y será seguida inmediatamente por la reforma de los programas de es- tudios históricos universitarios en el marco del programa del CA. M. E. S. (Con- sejo Africano y Malgache para la Enseñanza Superior). El impacto de la historia africana sobre la investigación histórica y la90 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA enseñanza de la historia africana, particularmente en Checoslovaquia y Polonia, col'onial. Esa es una de las razones por las que Francia e Inglaterra han sido los principales centros europeos de estudio de la historia africana. Sin embargo, se han registrado en otras partes algunos progresos en la enseñanza de la historia africana, particularmente en Checoslovaquia y Polonia, así como en la U. R. S. S., donde se enseña sistemáticamente historia de Afr.ica en la Universidad Patricio Lumumbá de Moscú, cuya misión específica consiste en formar estudiantes africanos. En otros lugares, especialistas solitarios prosiguen investigaciones en diferentes centros universitarios, aunque eso se haga de manera más sistemática en los institutos de investigación que siguen la tradición alemana de organización universitaria. Los investigadores que se dedican a Africa están, pues, un poco aislados. Eso podría contribuir a explicar perfectamente por qué los estudios históricos continúan sin dejar lugar alguno a Africa en numerosas uni~ versidades europeas, salvo en Inglaterra y Francia. La tradición general de los estudios históricos está inspirada igualmente en un espíritu cerrado en esos países, pero la formación de administradores coloniales ha pesado allí de una particular manera .. A partir de 1955, poco más o menos, comenzó el proceso de repatriación de esos administradores, varios de los cuales han empezado una nueva carrera de historiadores de los países en los que habían ejercido sus funciones. Tal ha sido principalmente el caso de Francia, como lo muestra el ejemplo de los profesores Deschamps y Person. Para ese país, como para Inglaterra, la creación y el desarrollo de las nuevas universidades africanas, que datan de ios años 1950, han abierto nuevos empleos. en Africa. Jóvenes historiadores han elegido temas africanos para su aprendizaje de la investigación o han comenzado a interesarse por la historia africana cuando han partido a enseñar en Africa. Después, en las décadas de los sesenta y setenta, esos historia- dores expatriados han sido progresivamente reemplazados por africanos y reabs9rbidos en el cuerpo docente de la ex-metrópoli, frecuentemente después de haber pasado ocho o diez años en Africa. No todos han vuelto a enseñar la historia africana, pero el número total de los que lo han hecho es significativo. El de los historiadores que regresaron de universidades africanas e ingresaron en otras británicas entre 1965 y 1975 se sitúa entre 60 y 70, lo que representa de un 8 a un 10 por 100 aproximadamente del reclutamiento de historiadores en las universidades británicas_durante ese período. En 1974, tres cátedras de «Historia moderna» (expresión que designaba tradicionalmente la historia de la moderna Gran Bretaña) estaban ocupadas por historiadores cuyos principales trabajos de investigación habían sido dedicados a Africa. Es aún demasiado pronto para determinar la influencia que ese retorno de Africa tendrá sobre las tradiciones históricas británicas en general, pero bien podría ser apreciable. En Francia, aunque las cifras correspondientes sean algo menores y los profesores que han regresado de Africa constituyan un porcentaje menor del reclutamiento universitario, se observa un fenómeno semejante. Una nueva generación de historiadores ha comenzado a interesarse por Africa. En París, tanto en las diferentes universidades como en el Centro de Estudios Africanos, que es interuniversitario, un determinado número de especialistas en historia, sociolo- gía y arqueología ha trabajado durante más o menos tiempo en universidadesTENDENCIAS DE LAS INVESTIGACIONES HISTORICAS AFRICANAS 91 africanas con las que siguen en estrecha relación. La situación es muy semejante en Aquisgrán, Burdeos y Lyón. Paralelamente, las universidades británicas y francesas han asegurado la formación de historiadores africanos encargados de reemplazar a los expatriados 13• Así, instituciones como la School of Oriental and African Studies (S'. O.A S.), en Londres, y secciones más dispersas de la Sorbona y de las Escuelas Superiores, en París, han tendido a asumir un papel particular. En la S. O, A. S., por ejemplo, el 58 por 100 de los que han obtenido un doctorado entre 1963 y 1973 han comenzado por enseñar en Africa; menos del 20 por 100 del total eran británicos, y el 13 por 100 solamente han tenido su primer puesto en una universidad británica 14• Eso ha disminuido un poco el impacto directo en la educación británica por parte de la S. O. A, S., organización donde se encuentra el más importante grupo de historiadores de Africa reunido en cualquier parte del mundo por medio de una universidad. Pero su influencia indirecta ha sido considerable. Además de la S. O. A. S., las universidades de Birminghan, Sussex y Edimburgo han incluido entre sus programas aspectos particulares de la historia africana, y al menos otras ocho disponen de un especialista en historia africana que enseña regularmente esa materia a est.udiantes del primer ciclo. Ese nivel particular de desarrollo en Gran Bretaña era quizá previsible, habida cuenta de los intereses colonialistas y neocolonialistas propios en ese país respecto a unas estructuras universitarias africanas. En cambio, el enorme crecimiento en el transcurso de los años 1960 de la investigación sobre la historia de Africa, en América del Norte, era tanto más imprevisible cuanto que los historiadores de Estados Unidos no tenían reputación de tratar equitativamente la historia de los afroamericanos de su propia sociedad. La fuerte minoría de descendientes de africanos presentes en Estados Unidos desde los orígenes no había suscitado notable interés por Africa, ni siquiera en la mayor parte de los afroamericanos. Además, el súbito desarrollo de los estudios sobre la historia africana puede observarse en Canadá, como en Estados Unidos, aunque el primero no haya regido una parte de A.frica, como Gran Bretaña, ni haya contado entre sus súbditos con una importante minoría afroamericana, como Estados Unidos. Antes de· 1960, apenas si la historia de Africa era enseñada en América del Norte. Hacia 1959, poco después de su fundación, la African Studies Association sólo contaba con veintiún miembros, residentes en Estados Unidos o Canadá, susceptibles de considerarse historiadores. Entre éstos, menos de la mitad ocupan puestos universitarios que exigen de ellos dediquen la mayor parte de su tiempo a la historia de Africa. Por otro lado, el I Congreso Internacional de Africanistas reunía en Ac'cra, en 1972, a unos ochocientos participantes ante quienes el presidente Kwame Nkrumah, en su discurso inaugural, esbozaba las responsabili- dades de la disciplina histórica para !'a nueva Africa. Después fue la avalancha. En 1970, el número de norteamericanos especializados en historia o arqueología 13 Debo dar las gracias al profesor J. F. Ade Ajati, de la Universidad de Lagos, y a los profesori;s J. D. Fage y Roland Oliver por las informaciones que han facilitado sobre el impacto de la historia africana sobre la historia en general en Europa y·en .Africa, .respectivamente. Todo error de hecho o de valoración que el presente texto pueda encerrar será imputable, -no obstante, a mí. 14 Rolánd Oliver, -«African Studies in London, 1963-1973» (informe no publicado, difundido en.el III Congreso Internacional de Africanistas, Addis-Abeba, diciembre 1973).92 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA africanas llegaba a los 350. Algunos eran historiadores; habían comenzado en otras disciplinas antes de cambiar de orientación, pefo la mayor parte eFan jóvenes estudiantes recién salidos del ciclo secundario. Entre 1960 y 1972, las Escuelas americanas formaron a más de 300 doctores en Historia africana. Entre ellos hay jóvenes llegados de Africa y que piensan volver allí. Algunos proceden de Europa, pero la gran mayoría son norteamericanos. Entre afro y euroamericanos, la proporción es la misma que en el conjunto de la población: alrededor de un 10 por 100 en Estados Unidos, y sensiblemente menos en Canadá. Así, dos tendencias contradictorias en el marco de los estudios históricos han impulsado la difusión de la historia de Africa en América del Norte. De las ideas de la comunidad afroamericana ha nacido la sólida convicción de que Africa era propiedad de los pueblos africanos y de sus descendientes establecidos en otros continentes, exactamente como las historias nacionales se habían convertido en propiedad de cada nación europea. En un sentido, la diferencia implícita entre los objetivos de «la historia de Africa para los africanos» y de «la historia de Africa en el marco de la historia mundial» se manifestaba sin lugar a dudas. Diferencia, sin embargo, no es conflicto. Las dos «historias>> no son incompatibles, aunque hayan elegido ·poner el acento en aspectos diferentes del pasado. Debido a esto, la tendencia al etnocentrismo en historia ha sido más seriamen- te agitada en América del Norte que en otras partes. En numerosas escuelas, la antigua «historia del mundo», que no era en realidad más que una historia de la civilización occidental, ha dado paso durante los años l 960 a unas tendencias nuevas y más auténticas, para situar la historia en una perspectiva mundial en la que Africa ha sido colocada en plan de igualdad con otras grandes zonas de cultura, como Asia. del Sur o del Este. Numerosos departamentos de historia de las universidades norteamericanas han comenzado a pasar de. la antigua división entre historia americana y europea a una división de la historia en tres ramas, llegando a ser la tercera -la del Tercer Mundo- igual que las otras dos. Esa evolución está aún lejos de haberse terminado pero, paralelamente a la difusión de la historia africana en Gran Bretaña y Francia y a la reorientación del programa de enseñanza de la historia en las universidades africanas, señala una etapa sobre el camino que asegurará a la historia africana su total impacto sobre la historia en general. A largo plazo, el éxito dependerá de los esfuerzos conjuga- dos de los especialistas africanos que escriben la historia de sus propias sociedades y de los esfuerzos de los historiadores no africanos que interpretan la historia africana para otras sociedades, y de una ampliación de !as ciencias sociales internacionales hasta el punto en que los especialistas de las demás disciplinas deberán tomar en consideración los datos africanos antes de arriesgarse a toda generalización sobre la vida de las sociedades humanás.Capítulo 4 FUENTES Y TECNICAS ESPECIFICAS DE LA HISTORIA AFRICANA IDEA GENERAL TH.OBENGA Las reglas generales de la crítica histórica_, qµe _hacen de la historia una técni~a del documento y_del es11íritu histórico g_u~_ex_ig!! estt!_di~_la sociedad hum~_!!a en su camino a ![ªvés de los ti~Il!Pº§, son experiencias fundamentales utilizables por todos los historiadores de todos los países. El olvido de ese postulado ha mantenido mucho tiempo a los pueblos africanos fuera del campo de los historiadores occidentales, para quienes Europa era, en exclusiva, toda la historia. En realidad, lo que estaba subyacente y no se manifestaba con claridad era la creencia persistente en la inexistencia de la historia en Africa por falta de textos y de arqueología monumental. Por consiguiente, está claro que el primer trabajo histórico se confunde con el '{ ~stabfo~imléit9 a¡ {_g_:j_[_uf!ntd Ese trabajo está por sí mismo unido a un problema teórico esencial,. a saber: _el ex~men _cie_los procedimientos técnicos del trabaj_o histórico. ------rovestigadores sostenidos por una nueva y profunda necesidad de conocer y com¡:1render, unida a la ll~gada de la era postcolonial, han fundamentado definitivamente la historia africana, aunque todavía prosiga la construcción de una metodología propia. Se han revelado inmensos sectores de documentaci_ón q~e han permitido a la investigación plantearse nuevas cuestiones. Cuanto más conocido¡¡ son los fondos de la historia africana, más se diversifica esa historia y se edifica de diferente modo y de manera ines~rada. Desde hace unos quince años se ha producido una conmoción de los instrumentos de trabajo, admitiéndose hoy de buena gana que existen unas fuentes más particularmente utilizadás para la historia africana: geo_logía y paleontología, prehistoria y arqueología, paleobotá-· nica, palinología, medidas de radioactividad de los isótopos -susceptibles de facilitar datos cronológicos absolutos sobre la duración de los tiempos huma- nos-, geografía física, observación y análisis etnosociológicos, tradición oral, lingüística histórica o comparada, documentos escritos europeos, árabes, indi.os,94 MET0DOLOGIA Y PREHlSTORIA AFRICANA chinos, y documentos económicos o demográficos propicios para un tratamiento electrónico. · _ La elas([c[dg~ fl_e las.f~ef)Jes de la historia_ africana es extra_ordt~ti_a. Así, deben siempreiñvesfigarse sistemáticamente nuevas connivencias intelectuales que ponen en relación inesperada a sectores hasta hace poco distintos. !,.a utilización cruzada de las fuentes aparece como una innovación cualitaJjy_a. Una determinada profundidad temporal sólo puede asegurarse por la intervención simultánea de diversas categorías de fuentes, porque un hecho aislado queda, por así decirlo, al margen del movimiento del conjunto. La integración global de los métodos y el cruzamiento de las fuentes constituyen de aquí en adelante una contribÜción eficaz de Africa a la ciencia, y hasta a la conciencia historiográfica contemporánea. , La curiosidad del historiador debe seguir varias_Jr-ª,}'.ectorias a la vez. Su tr5'-bajo no se limita a establecer unas fuentes. Se trata de apropiarse el pasado humano por medio de una sólida cultura pluridimensional. Porque la historia es ~una mira~,! del hombs~actual sobre la totalidad de los tiempos. La mayor parte de esas fuentes y técnicas específicas de la historia africana obtenidas de las matemáticas, de la física de los átomos, de la geología, de las ciencias naturales y de las ciencias humanas y sociales, son ampliamente descritas en el presente volumen. Así pues, se insistirá aquí en aspectos y problemas no desarrollados en otras partes. Sin duda, el hecho metodológi~o más decisivo de estos últimos años_~a~do la intervención, en el estudio del pasado humano, de las ciens;iasj]sicas 111Qdernas con las medidas de radioactividad de los isótopos que aseguran la posición cronológi- ca sobre el pasado hasta los primeros tiempos de la aparición del horno sapiens (medida del carbono 14) y sobre tiempos anteriores a un millón de años (método del potasio-argón). Esos métodos de datación absoluta acortan hoy de manera considerable las discusiones en Paleontología humana y Prehistoria 1. En Africa, los homínidos más antiguos están fechados en - 5 300 000 años por el método K/ar. Esa edad es la de un fragmento de mandíbula inferior con un molar intacto de un homínido encontrado por el profesor Bryan Patterson, en 1971, en Lothagam (Kenya). Por otra parte, los dientes de homínidos encontrados en las capas villafranquianas del valle del Orno, en Etiopía meridional, por los equipos franceses. (Camille Aram- bourg, Yves Coppens) y el americano (F. Clar:k Howell), tienen de 2 a 4 millones de edad. El nivel de Zinjanthrope (Nivel 1) del célebre yacimiento de Olduvai, en Tanzania, está fechado en 1 750 000 años, siempre por el método del potasio- argón. Así, gracias ,a( ·isQtopo P.Otasio-arg(>~~ la génesis humana del Este africano, la más antigua de todas en el estado actual de los conocimientos, es ni más ni menos que la génesis humana, a pesar de que el monofiletismo hoy en día sea cada vez más una tesis comúnmente admitida en Paleontología general. Los restos fósiles africanos conocidos hoy proporcionan, por consiguiente, unos elementos de respuesta decisivos a esa cuestión primordial de los orígenes humanos, planteada 1 J. B. Birdsell, 1972, pág. 299.FUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 95 de mil maneras a lo largo de toda la historia de la humanidad: «¿Dónde· ha nacido el hombre? ¿Cuándo?>> · Se modifican ahora por completo las viejas ideas estereotipadas que situaban a Afr.ica en las· fronteras y los márgenes del Imperio ~t: Clío. Lo. s h~~estos en evidencia por fuentes y métodos variados ~ontologia humanaj y :Fí.!>i~~ .!!._Uclear~, claramente muestran; por el contrario, toda la profundidad de la . historia' africana cuyos orígenes se confunden precisamente con los orígenes mismos de la humanidad fabricante. · Informaciones sacadas de otras fuentes, las ciencias de la Tierra, por ejemplo, iluminan igualmente la historia de Africa, independientemente de tod0 documen- to escrito. La vida y la historia de las poblaciones de la cuenca lacustre del Chad, por ejemplo, serían bastante difíciles de comprender sin la intervención de la Geografía física. Conviene subrayar el valor metodológico de esta aproximación. En efecto, la vida y los hombres no se han extendido al azar por esa cuenca del lago Chad que presenta esquemáticamente el cuadro hipsométrico siguiente: una llanura central de acumulación situada entre 185 y 300 m. de altura; alrededor, un anillo bastante discontinuo de viejas mesetas desgastadas en las que la penillanura a veces ha estado oculta por actividades volcánicas recientes; uniendo esas mesetas de 1.000 m. de altura por término medio y las zonas bajas de acumula- ción, hay pendientes generalmente pronunciadas afectadas por una erosión activa en un clima húmedo. Precisamente, la zona de los suelos detríticos muy blandos que recibe la lluvia presenta la mayor densidad demográfica, de 6 a 15 habitantes por km2. Con clima sabeliano se presenta todavía una considerable densidad en los aluviones fecundados por las infiltraciones o inundaciones del Chad. Sobre las altas mesetas del Este y del Sur, Darfour y Adamawa, de donde descienden los tributarios del lago, la población se reduce a un habitante por km2• En el Norte, ya sahariano, la densidad disminuye más aún. El rostro humane de la cuenca está, por consiguiente, estrechamente unido a un problema de\ geografía físic~ y lgeomorfolog~- que condiciona el desarrollo humano. La civilización ha retrocedí- . do, pues, ante· el desierto. Y se ha replegado sobre el límite del cultivo del mijo y del sorgo sin riego, en la latitud aproximada del nuevo Chad (los cultivos de regadío de legumbres, tabaco, trigo duro se realizan en las orillas del Logone y del Chari). Cultivadores, pastores y pescadores viven en la zona meridional donde las aguas fluvio-lacustres fecundan las tierras, reverdecen los pastos y atraen periódi- camente a una multitud de pescadores. Por el contrario, la erosión en las zonas desérticas septentrionales hace inestable el suelo y precaria la vegetación, caracte~ rizada por una maleza espinosa xerófila. Pero esas estructuras ~feorriodológicas\ han condicionado también otras actividades humanas. Por ejemplo, las invasiones de los cor:i.quistadores han expulsado frecuentemente a los autóctonos cultivadores de las mesetas salubres y de las llanuras fértiles para echarlos sobre las zonas (pendientes o cimas) impropias para la ganadería. De ese modo, los fulbé han arrojado a los boum y a los dqurou sobre los terrenos menos fértiles del Adamawa, y a los kiroi del norte de Camerún sobre los desprendimientos graníticos del macizo montañoso del Mandara. Ahora bien, el trabaj_o de los sµelos antes ondulados y en pendiente es, ciertamente, rudo e ingrato para esos pueblos; pero responde mejor a su utillaje96 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA elemental. En fin, la existencia periódica o permanente de áreas palúdicas en la zona aluvial entraña una pululación de mosquitos ( Anopheles gambiae}. Por otra parte, hay focos de moscas !Setsé ( Glossina palpalis) a orillas del Logone y del Chari, en las formaciones higrófilas bajas en Salix y Mimosa asperata que emplean los sedimentos recientes. El paludismo y la enfermedad del sueño que de ello resultan, transforman esos sectores en zonas repulsivas. En resumen, para tener una panorámica concreta de la vida humana en la cuenca del Chad que ha conocido en otros tiempos varias fluctuaciones cuaterna- rias debidas a migraciones de clima, el historiador debe investigar necesariamente todo un abanico de fuentes y técnicas particulam;, obtenidas de las ciencias de la Tierra y de las ciencias de la vida: el reparto actual de las poblaciones, sus movimientos migratorios pasados, sus actividades agrícolas, pastoriles, etc., están estrechamente condicionados por el medio ambiente. El caso de la cuenca lacustre del Chad no es más que un ejemplo entre tantos otros . .Allí donde la curiosidad científica está libre de ciertos esquemas restrictivos, los resultados no han sido menos brillantes. Entre los nyangatom o boumi del valle del Orno, próximos a los turkana del nordeste de Kenya, existe_ una diferencia chocante entre la sangre de los homg~s inves_tigado~fºº individuos en 1971, y 359 en 1972). Esa diferencia en el planol~pidemiQ!Qg!co no era observable entre los sexos, sino entre las aldeas (que reagrupan de 20 a 300 habitantes). Ahora bien, las aldeas de esos hombres que viven de la ganadería, la agricultura, la recolección; la caza y la pesca obedecen a una organización de clan precisa y complicada, con una distribución en secciones territoriales. Pero en esa .sociedad no hay jefe por encima del más anciano. Así pues, las diferencias surgidas de la organización social territorial de los nyangatom se encuentran proyectadas en la serología: la ficha de las reacciones de los sueros a los antigenes arbovirales dibuja literalmente el catastro de las poblaciones examinadas 2• Ese ejemplo de colaboración dinámica entre el parasitólogo y el antropólogo resulta instructivo para el historiador que puede sacar de ello gran provecho. No le es indiferente conocer la existencia de semejante material documental que puede revelar su «pertinencia» en el análisis de los comportamientos sexuales y en el estudio del crecimiento demográfü:o de los nyangatom. El fundamental problema heurístico y epistemológico sigue siendo siempre el mismo:$!! Afrig el historiador debe recurrir siempJ:e<Ltoda clase de procedi- mientos de análisis para_ articular su _grppiq relato fundándos_e en \!na vasta cosecha de conocimientos. Se requiere particufarmente esa «apertura de espíritu» para los períodos antiguos en que no intervienen ni documentos escritos ni siquiera tradiciones orales directas. Sabemos, por ejemplo, que el trigo, la cebada y el mijo en Asia, Europa y Africa, y el maíz en América, constituyeron la base de la agricultura para· los hombres del Neolítico. Pero ¿cómo identificar los sistemas agrícolas iniciales que aparecieron hace tanto tiempo? ¿Qué es lo que permitía distinguir una población de depredadores sedentarios de otra población de agricultores? ¿Cómo 2 Trabajos de Ffan~ois Rodhain, entomólogo, y de Serge ºTornay, etnólogo; miembros de la misión francesa de Omo, dirigida por M. Yves Coppens (1971-1972).FUEN'.fES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 97 y cuándo se extendió la domesticación de las plantas por los diversos continentes? La tradición oral y la mitología son aquí únicamente una pequeña ayuda. Sólo la arqueología y los métodos paleobotánicos pueden dar alguna respuesta válida a esas importantes cuestiones relativas a esa inestimable, herencia neolítica que es la agricultura. El esqueleto de_l_¡,ole!}_es muy resistente al tiempo en un suelo favorable y no ácido. Lualeo¡,alinol'ogíi proporciona un análisis microscópico de tales vesti- gios botánicos. Los pólenes fósiles pueden recogerse solubilizando progresiva- mente una muestra de tierra por medio de ácidos en caliente (ácidos fluorídrico o clorhídrico) que eliminan el sílice y la caliza sin atacar a.los pólenes, y después los humus orgánicos (potasa). El residuo, centrifugado y teñido, es entonces puesto en gelatina. Sólo le queda al operador reconocer y .contar cada semilla para formar un cuadro de porcentaje. Este da el perfil polínico del sedimento estudiado. La presencia de la agricuitura sobre un lugar determinado queda así establecida, precisada la evolución del paisaje, y diagnosticado el clima a través de las variaciones de la vegetación, así como la acción eventual del hombre y de los animales sobre el manto vegetal. Tales análisis han permitido descubrir actividades de~domestícación agricoU. en Africa, actividades localizadas en varios centros y distribuidas-por vastas regiones. El sorgo (inicialmente domesticado sobre la sabana que se extiende desde el lago Chad hasta la·frontera entre Sudán y Etiopía), el pequeño mijo, el arroz africano, el voandzou, los guisantes, el cocotero (domesticado en las orillas de los bosques), el «finger-millet», el gonibo, el ñame africano, etc., eran entonces las principales plantas cultivadas. Las plantas americanas son de introducción relativamente reciente, como lo atestiguan esta vez ciertas fuentes escritas. La mandioca, por ejemplo, alimento hoy básico para varios pueblos del Africa centi:al no ha penetrado en el reino del Congo por la costa atlántica sino después del siglo XVI. En efecto, entre las plantas cultivadas sobre la meseta de Mbanza Kongo, capital del reino, la Relation, de Pigaf~tta-López (1591), menciona solamente el luko, es decir, la eleusina corocana, cuya «simiente es originaria de la ribera del Nilo, en la región donde ese río llena el segundo lago» 3 ; el masa ma Kongo, gramínea que es una especie de sorgo; el maíz, masangu, o también masa ma Mputu, «que es el menos estimado, con el que se alimenta a los cerdos» 4; el arroz, loso, que «no tiene mucho valor tampoco» 5 ; finalmente, el platanero tropical, dikondo, y el cocotero, ba. Menos conocido es el hecho de que plantas africanas serán difundidas también a partir del continente. El paso de las especies african¡is a la India, por ejemplo, y a otras regiones asiáticas es cierto pero tardío. En efecto, las dos especies de mijo («pequeño mijo>> y «finger-rnillet») están arque0lógicamente comprobadas en la India, alrededor del año 1000 antes de la era cristiana. El sorgo es conocido allí con posterioridad, porque el sánscrito no emplea palabra alguna para designarlo. 3 Pigafetta-López, 1591, pág. 40: «Venendo sementa dal fiume Nilo, in quella parte dove empie il secondo lago». 4 Pigafetta-López, ibíd.: «Ed -il Maiz che é il piu vile de tutti, che dassi a porci». 5 Pigafetta-López, ib(d.: «il roso ·e in poco prézzo».98 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Tod~s esas infor~aci~nes facilitadas ~ar la~_g~~.QlQgfuJ-y la=\R~eobo-tánic~ pueden mformar al h1stonador, en ausencia de todo documento esGnto y de toda tradición oral, sobre la serie de etapas que han hecho pasar a nuestros antepasa- dos neolíticos de una economía de recolección a otra de producción. Y esos hechos por sí mismos describen con evidencia las corrientes de relación de las civilizaciones neolíticas, pero no un difusionismo. Restos de huesos de perro, de cerdo, de cordero y de cabra sugieren que la domesticación de los animales ha comenzado, para los centros neolíticos del Próximo Oriente, poco más o menos en la misma época que la del cultivo de las plantas, entre 9000 y 8000 años ant~s de nuestra era. A partir de ahí se ha propuesto una cronología teórica de la¡d-omesticacíón de los diferentes grupos de 'animáleª. - - -- - - Priméramente, los necrófagos, como el perro; después, los animales nómadas, como el reno, la cabra y el cordero; por fin, los animales a los que se impone una vida sedentaria: el ganado mayor y los cerdos. Los animales que pueden servii: para el transporte -el caballo, el asno y la llama- habrían sido completamente domesticados en último lugar. Pero esa cronología general no afecta siempre a Africa. El caballo, que con el buey y el asno ha desempeñado un papel de «motor de la historia» a través de los tiempos, sólo aparece en Africa -precisamente en Egipto, como lo atestiguan las fuentes escriturarias e iconográficas- hacia el final de. la i.nvasión de los hyksos, en torno al año 1600 antes de la era cristiana. Desde el siglo XIII antes de la era cristiana, es transmitido, como animal de guerra, a los libios, y más tarde a los nubios, al principio del primer milenio. A excepción de las áreas alcanzadas por la civilización romana, el resto de Africa no utilizará mucho al caballo sino a partir de las conquistas medievales árabes. Dos caballos ensillados y embridados, flanqueados por dos carneros, formaban parte de los emblemas del rey de Malí, como lo refiere el escritor Ibn BaHüta (1304-1377). En cuanto al camello de una joroba, el dromedario, no es tampoco tardío en la civilización africana. Ese animal aparece, en efecto, de manera suficientemente dis- cernible, en una pintura rupestre del Sáhara chadiano, en el siglo 111 antes de la · era cristiana. El año 525 antes de la era cristiana los hombres de Cambises lo introdujeron en Egipto, donde desempeñará en lo sucesivo un papel importante para las comunicaciones entre el Nilo y el Mar Rojo. Su penetración en el Sáhara occidental fue más tardía. En efecto, el camello, que es esencialmente un animal del desierto en donde reemplaza frecuentemente al buey y al asno, fue difundido en el Magreb; con toda verosimilitud, por las tropas romanas de origen sirio. Los bei:eberes, refractarios a la paz romana y a su catastro, se emanciparon gracias al camello. El les permitió ir a establecerse más allá del limes, sobre las estepas y los desiertos. A causa de esto, los negros sedentarios de los oasis fueron rechazados hacia el Sur o reducidos a la esclavitud. Al término de todos los desarrollos precedentes, se llega a la convicción siguiente, que es una jugada metodológica decisiva: se .Ruede obtener toélo un material documental. rico y variado. a Rartir de las fuentes y_ las téc!}i<¿_~ e~traídas d_!,_las ciencias exactas y_ las ciencias natur8:_le~. El historiador se ve obligado a desplegar esfuerzos de investigación que llegan hasta la audacia. Todos losFUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 99 caminos que se abren son adoptados en adelante. ~ concepto de «ciencias ªuxiliares»- Iili:rde ·cada vez más terreno en esa nueva -~etodología, a menos de eJJ.tendec.._e_n_l.Q ~uet;[i_vo,_R_or «ciencias auxiliares de la historia» técnicas fundª- mentales de la historia, salidas de cualquier horizonte científico, que, además, no todas están descubiertas aún. Las técnicas de investigación forman parte, en adelante, de la práctica histórica, y hacen que la historia se incline de manera concreta hacia la ciencia. La historia se beneficia así de la experiencia de las ciencias de la Tierra y de las ciencias de la vida. Sin embargo, su aparnto de investigación Y. de crítica se enrjguece, sobre todo, con la aportación. d~ las otras ciencias llu!!}aAas y_ sociales:. egiptolqgía, ling~~ticª' tradición oral, ciencias económicas x_políti~Jl,S. Hasta ahora, la egiptología sigue siendo una fuente insuficientemente utilizada para la historia de Africa. Conviene, por consiguiente~ insistir en ella. 1. ",-,~-,.,,;:.o. La egi()tologia ill!Qlica la arql!~o!Qgía hi~!órica y el descifre de los textos. En J.Vv' {, . ,, los dos casos, el conocimiento de la lengua egipcia es una condición indispensable. i• .. i:., •-í.>'-'-,. · Esa lengua que ha estado viva durante unos~{si se toma en considera~ ción el copto), se presenta materialmente bajo ii~s escrituras distintas: - La e§c,jtu,-a jerogl{J1<;a1 cuyos signos se distribuyen en dos grandes clases: los ideogramas o signos-palabras (por ejemplo, el dibujo de una cesta d~ mimbre, para escribir la palabra «cesta», cuyos principales componentes fonéticos son nb), y los fonogramas o signos-sonidos (por ejemplo, el dibujo de una cesta del que no se retiene más que el valor fonético nb y que sirve para escribir palabras distintas de «cesta», pero que tienen el mismo valor fonético: nb, «señor»; nb, «todo»). Los fonogramas se clasifican en: trilíteros, signos que combinan tres consonantes;· bilíteros, signos que combinan dos consonantes; unilíteros, .signos que no encierran más que una vocal o una consonante: ese es·el alfabeto fonético egipcio. - l-,a e_~r_it!'~ª h[erµtica, o sea, la cursiva de los jeroglíficos que aparecen en las proximidades de la 111 dinastía ( - 2778 a - 2423), siempre orientada de derecha a izquierda, trazada por un cálamo sobre hojas de papiro, fragmentos de alfarería y pizarra.. Conoció una duración tan larga como los jeroglíficos (el texto jeroglífico más reciente. data de + 394). - La escritura d.~ótica, que es una simplificación de la escritura hierática, hace su aparición hacia la dinastía XXV ( - 751 a - 656) para desaparecer del uso en el siglo v. En el plano estricto de los grafemas, hay una comunidad de origen reconocido entre la escritura demótica egipcia y la escritura meroítica de Nubia (que transmite una lengua aún no descifrada). Solo a ese nivel del sistema gráfico egipcio, se plantean interesantes cuestiones metodológicas. Y es que a través de se_~ante convenio gráfico, dotado de. una fisonomía. propia,,el historiador, que se convierte un poco en descifrador, conoc~, por así decirlo, la conciell_Cia Y.lª-..YOluntad de los hom_bres de Qlf.:.QS:...t!.emp_Qs,;__ggr eso, el acto mater1ªLde e~cribirtradu.Qe siempre un valor profundamente humano,~ En efecto, _descifyªr e_s di~IQgªI,_gr~~ia.§--ª--.:_Un esfuerzo constante de _rig9..LY qJ?jetivi<Ja_c!,_ Además, la diversidad, las complicaciones y las propias simplificacio- nes sucesivas del sistema gráfico egipcio forman parte de la historia: la historia de los descifres, una de las fuentes esenciales de tod¡¡ historicidad. Con el sistema gráfico egipcio, Africa encuentra así un lugar importante en los estudios de100 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA conjunto sobre la escritura_,. ~on~ideraQ.a _como sistema de signos y g_e interco_m_uni- cación humana 6• - Efproblema de la difusión de la escritura egipcia en el Africa negra amplía aún más el aparato metodológico del historiador. Perspectivas totalmente nuevas se abren así a la investigación histórica africana. Los hechos siguientes son precisa- mente pertinentes. Lo_s gicandi son un sistema ideográfico antiguamente en uso entre los kikuyo de Kenia. Los pictogramas de ese sistema gráfico ofrecen sorprendentes analogías con los pictogramas egipcios. La semej:mza estructural entre los pictogramas nsibidi, en el país de los efik (sudeste de Nigeria) y los pictogramas egipcios se ha reconocido y señalado desde 1912 por un científico británico, P. Amaury Talbot. Muchos jeroglíficos egipcios presentan también un parentesco escritura} claro con los signos de la escritura mende del sur de Sierra Leona. Lo mismo ocurre con la mayor parte·de los signos de la escritura loma del norte de Liberia. Existe también una conexión causal indudable entre los jeroglíficos egipcios y varios signos ·de la escritura_ vai de los alrededores de Monrovia (Liberia). La escritura de los bamoun, del Camerún, que conoce también más de dos sistemas gráficos, no ofrece menos sorprendentes analogías -externas, es cierto- con los jeroglíficos del valle del Nilo. Exactamente como en Egipto, los jeroglíficos dogon, bambara y bozo son descomponibles y, por tanto, analizables. Pero el hecho más significativo es que esos signos del Oeste africano hacen que las cosas y los seres escritos con su ayuda tomen conciencia de sí mismos, concepción típica del poder trascendente de la escritura, que se encuentra literalmente en Egipto en la grafía de cier.tos textos relativos al destino después de la muerte. Así, continúa siendo grande la posibilidad de ver nacer y desarrollarse una epigrafía y una paleografía absolutamente desconocidas hasta ahora y cuyo objeto sería el estudio riguroso de las familias escriturales negro-africanas, en sus relaciones mutuas. El historiador sacaría provecho de ello, porque a través de la historia de la escritura y de los desciframientos, está la historia de los hombres responsables de las grafías referidas. _1;1 ~!.f!.l!l~!l clt: lo.§. ~s~~01a~ grifi~o~ ~s en ~í _:_!l!is~.9 _u_!.'la fuente valiosa dela histo!ia._~~ eml:>ar:go, el historiado! _9lll! no pier~e nunca el sentido de la duración no tiene c¡ue esperar de esas escrituras, frecuente- mente recientes, revelaciones ª-n!iguas. S..u jmQortan~l;:i-rev~lll ~más ti~Q la yJl.tr~!'i~ ,P.rofundidag terrrnoral del imQacto egj_Qcio. Ap~rel'!_t~l!lent~ desa11ª~cjdª_de§ge_el año_19A_d_e_la_e.ca_C.i:.istianªhesa_es_critura egip_cia nos pres_enta sin interrupción , ¡ diverso.s resurgimientos desde el siglo xvn al XIX._La ruptura entre la antigüedad y 1 1 1 ~_Q.asado r:ecienJe de Africa _!l!)_~S_,_{?ues, más -9.U.-~ U!Ja ih:!_sión de nuestra tgnorancia; _!!_ni!_ corriente_iul:>terránea une de fa.rto <';~Os dos _polQs. Conocer la escritura egipcia, descifrar los textos, es tener acceso directo a la lengua faraónica. Para el historiador siempre es recomendable recurrir, tanto como sea posible, a los textos originales, porque las traducciones, incluso las mejores, pocas veces son irreprochables. El historiador que conoce la lengua egipcia puede, pues, leer directamente, es decir, por sí mismo, los numerosos y variados textos del Egipto antiguo: estelas funerarias, inscripciones monumenta- 6 Ernst Doblhofer, 1959.FUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 10.l les, actas administrativas, himnos religiosos, obras filosóficas, tratados de medici- na o de matemáticas, composíciones literarias (novelas, cuentos y fábulas). Una serie de textos muestra claramente que la barrera que se quería poner entre el l;giQ!_o_far-ªónifQ_ y_ el resto de las regione_s africanas vec:i_nai¡Len esl:!S ~RQ9l§. remotas, no está conforme con la materialidad de lgs h~c'1o!i, - A este respeéto, se puede mencionar la carta que Neferkaré (Pepi 11), faraón de la VI dinastía hacia el año 2370 antes de la era cristiana, envía a Herkhouf,jefe de una expedición económica dirigida a las regiones meridionales alejadas, en el «País del Límite del Mundo», como dice el texto, esto es, probablemente, la región de los Grandes Lagos africanos; habían traído un pigmeo de esa lejana expedi- ción, que fue la cuarta de la serie. Otro texto egipcio que data del siglo xx antes de la era cristiana (a principios de la XII dinastía) propoFciona informaciones precisas y muy interesantes sobre la vida de los marinos de aquella época, la navegación por el !\far Rojo y las relaciones económicas entre la costa oriental africana y el valle del Nilo. Se trata del Cuento del náufrago. La_reina Hatshepsout, que permaneció en el trono egipcio durante veintiún años (1504-1483), organizó varias expediciones comerciales, principalmente la del año 9 de su reinado, al país de Pount (costa somalí), representada porlos espléndidos bajorrelieves de Deir el- Bahari, en el Alto Egipto. Ahí tenemos toda una dirección de investigación nueva, c¡ue no puede dejar indiferente al historiador de Africa. Se vislumbra qué importancia tiene la introducción de la enseñanza del egipcio antiguo en las universidades africanas, de las que se espera mucho para el. estu__gio vivo del patrimonio cultural africano en toda su profundidad<~spacio-temporá1> Por lo que se refiere a la _Eertenencia lingüística del egipcio antiguo, las precisiones siguientes están contenidas en el Informe final del importante coloquio internacional sobre la Población del Egipto antiguo y el descifre de la escritura) !lmeroítica (El C~iro, 28 enero-3 ~~brero 1974)_: «Lo·egip~io. no puede ser aisla~~ de \ 1 su contexto africano y lo sem1tico no exphca su nac1m1ento; es, pues, leg1t1mo iencontrade parientes o primos en Africa» (informe final; p. 29,5). Hablando claro, la lengua far~ó~a___!!_Q es una lengua semítica. ~Qnvi~neJ_Qgr consiguient~, sacar_ _a _la lengua egipcia antigua de lo «camito-semítico» o de lo «afroasiático» de algunos autores que, frecue.ntemente, no son n( seÍniflzantes,-ni egiptólogos. El p;:oblema fundamental que se p~a consiste en comm1rnr,' por medio de las técnicas lingüísticas apropiadas, ill~--ºgu.-ª_~gi_Rcia antig~ con la negro- africana _it_ctual, para r~stituir_,_ en Jª_ me.Qi<;i~ d~ Jo posible, formas anteriori:;s ~ml!_n~Lparti~!ldQ Q~ 1-ªs ~or.rt~RQ!l_c!enc:La_s y CQ..mp<J.r~c:i.Q~!i. m_o__r.fglógi~¡¡.ª, !exi<?ol{>mcas y__fonétj_c:-ª§_,_ Le espera al lingüista un'a tarea gigantesca. También el historiador deberá contar con un radical cambio de perspectivas cuando sea analizada una macroestructura cultural común entre el Egipto faraónico y el resto del Africa negra. Esa comunidad es, en el sentido matemático de las palabras, una evidencia intuitiva que espera su demostración formalizada. Pero, ahora más que nunca, el historiador y el lingüista están 'obligados a trabajar codo con codo . . Porque k.lLngüística es una_fuente_hi~tórica, particularmente en Africa, donde las numerosas lenguas se imbrican.102 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFR.1(:'ANA Se trata, sobre todo, de la lingüística comparativa o histórica. El método empleado es comparativo e inductivo. Porque El_ fin de la comparación es reconstruir L ~ decir, . buscar el punto_ de convergencia de todas las Lenguas comJ~~rad<!s. _f:se punto de conve~gen_ci_a s~ llamarª ~engµa común gredialectal». Pero es necesario ser extraordinariamente prudente. El «bantú común», por ejemplo, reconstruido a partir del estudio apropiado de las diversas lenguas bantúes hoy comprobadas, no es ni una lengua antigua. ni una lengua real restituida en todos sus elementos. El término «bantú común» o «protobantú» designa solamente al sistema de concordancia entre las lenguas bantúes conoci- das, concordancia que la hacen remontar a una época en que esas lenguas eran casi idénticas. Lo mismo ocurre con el «indoeuropeo», por ejemplo. Al nivel estricto de la realidad,,la arqueología lingüística es, en último extremo, una pura ilusión, porque de la época muy antigua, prehistórica, en que se hablaba la lengua común restit1.,1ida, !1.9 subs.iste ve~tigjo c.1lguno histórico o_simplenievte lingüístic9. El interés de la lingüística histórica no reside tanto en el hecho de encontrar ~na «leng!.J~ comú11 predilecta!», sino -más_h{en- eI!_tl_heJ:hQ_qe~~ªru..a.r ~por _así .decirlo- la supEficie lingüística total de div<crsas lenguas aparentemente_e.x_t_rañas unas de otras. Una lengua está encerrada pocas veces en un área bien delimitada. Desborda las más de las veces su propia superficie manteniendo con las demás lenguas, más o menos alejadas, relaciones a veces imperceptibles a primera vista. El imponaºt_e_¡:>roblema subyacente es, eyideJ:itemente,_~ _del despl_a.zamiento_ de J~u,obja~iones. Una cotnu_f!idad lingüístic~!lO _se cq_nfunde forzosamen!e. con uºa unidad de raza. Aquella, sin ~n:!!>-~rgo_, informa_ d!!_~nera pertinen!~ ~obre llna ~l!nÍdadesenCial -=-ia tinica, a decir verdad-, ~~to_esi la l!nidad cul!l!!al rad~al_ de IQS_~u_eblos. lingüísticamente uni_d9s_ pero que Ji_et;1e{!,_-ª._Ve~e_s, oríg~nes m1,_1y_ ~iversos y sistel!l~~ políticos diferentes. La familia «níger-congo», por ejemplo,· aunque nunca ha estado bien establecida, permite concluir la existencia de vínculos socioculturales muy antiguos entre los pueblós del Oeste atlántico, los pueblos mande, gur, kwa, los pueblos comprendidos entre Benué y el Congo (Zaire), los pueblos de Adamawa oriental y los pueblos bantúes del Africa central, oriental y meridional. L~Jil!giiist_ic~ _ his_t~ric_<!_:es, pue; u_na Ílle_nte _ _v<!lios_a _ d_e la historia africana, como /1~ tradic/w_JJrg/!. que fue desdeñada durante mucho tiempo. Ahora bien, ocurre a veces que la tradición oral es la única fuente inmediatamente disponible. Este es el caso, por ejemplo, entre los mbochi del Congo. La historia de sus diferentes jefaturas sólo ha podido restituirse en el espacio y el tiempo (un tiempo relativamente corto, es verdad) con la ayuda de 1ª.__tradicig.!!__Qral. Esta puede también resolver una cuestión allí donde el documento escrito resulta imQQten~e. Los cronistas (Delaporte, 1753; Droyat, 1776) refieren unánimemente que los reyes, en el reino de Loango (Africa central occidental), eran inhumados en dos cementerios distintos: en Lubu y en Lwandkili. ¿Cuándo y por qué semejante distinción tuvo lugar? Dicho esto; los documentos escritos y hasta aquí conocidos siguen mudos. Sólo la tradición oral de los vili actuales permite explicar esa dualidad. Es una disputa extraordinariamente violenta entre la corte de Maloan- go y los habitantes de Lwandjili que obligó al rey y a los príncipes de la época a cambiar de lugar de inhumación. El cementerio de Lwandjili fue, pues,----=---- ~----,-:--..,..,-"'S:"--:,,""":: 1 i 'l; '1 ,: ,- / • Bajorrelieve, museo de Abomey (foto Nubia). l ___ -- -- --- \i '" /,,.- 104 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA abandonado en favor del de Lubu a consecuencia de un conflicto entre la corona y los habitantes de una opulenta provincia del reino. La tradición oral viene aquí válidamente en ayuda del documento escrito. Existen innumerables casos_ en Africa en lfil___g ue la_ !!:_a-9ició1!__o~al _g_!:lía ----:P_ü_r:_ _así decirlo- _ lll excavación -arqueológica, iluminando paralelamente la crónica escrita. Las excavaciones de TegdaoÜs( dudad del reino de Ghana (Sud.in oC:cidental), dirigidas a finales de 1960 por los profesores J. Devisse, D. y S. Robert, entonces en la Universidad de Dakar, aprovecharon simultáneamenteJ de manera cruzada_,_ las tradiciones locales, Jascrónicas árabes medievales y las técnicas propiamente arqueológicas. ·As( uñ períocfo de-hísforia africana mal conocido (siglos VII y XIII) fue devuelto a la memoria de los hombres gracias, evidentemente, a la arqueología, pero también, en parte, gracias a la tradición local y a los documentos escritos. Esos ejemplos, que se podrían multiplicar, muestran que en Africa, más que en otra cualquier parte,)atradición oral forma parte integrante de la base documen- tal del historiador. Esa base se amplía de ese modo. La historia africana no puede ya tratarse más -como en el pasado, separando de la investigación histórica la tradición oral, que es una articulación del tiempo. Precisamente, ese punto capital -a saber, de una parte la manera como la tradición or:al presenta el tiempo, y de otra, la manera como la tradición oral presenta J'os acontecimientos a t~avés del tiempo- no ha sido aún suficientemente subrayado. ¿De qué manera, pues, el griot presenta la historia?. Esta es la cuestión decisiva. _El griot africano_ no trapaja _c_asi nunca s9.l_,r_tl t1Qa trarn<J. et:m1ológic-ª· Y. no presenta el curso de los acontecimientos humanos con sus aceleraciones o sus puntos de ruptura.To que él dice y refiere merece st)Lescuchado e11 perspectI~ y no puede serlo de otro modo. Es que el griot sólo_ Je_ intere~a po_i: _el hombre ioñ~ic_l~rªdo ~- \~ !!~Jsteiicü1., como -R._ortador de valoi:_e~ y como actuando en l~ naturaleza, intemporal_!ll.!!l}!e . .!:le ahí _po_f gl!é el griot africaJ!Q_!l~rQpensQ a hacerla síñtesis de los. diversos momentos de la historia que él relata. En cada _mo_!!lento trªt~ por §LmiS[!lO, comq_ te.ri_ieºclo !iU_ ~J!_tj.99 RrQ_Rio, sin l"_~aciones : , precisas con los otros momentos. Los momentos de los acontecimientos referidos fson Aisconffnuos, lo qu~-es ~propiamente -h-ablar de la historia absoluta. Esa · .historia absoluta que presenta sin fechasl gl9_!:>~JJ!l~I_!_te,_ u!!_o~ egl!_c!ios de evolu<::ió!)., es sitnplemeñte la- historia estructural. Los afloramientos y las eme~gen~i_as temporales que se llaman en otra parte «ciclo» (idea de círculo), «período» (idea de espacio de tiempo), «época» (idea de par-ªda o de momento señalado por algún 1¡1contecimiento importante), «edad» (idea de duración, c!e paso fluido del tLe_mpo), 1 «serie» (idea de continuación, de sucesión), «momento» (idea de instante, de circunstancia, de tiempo presente), etc., son prácticamente ignorados por el grio_t ll]ricano como expresiones posibles de su discurso. giertainente, el griot africano ,no ignora ni el tiempo cósmico (estaciones, años, etc.) nr el pasado hu-maño, püesto , que lo que él refiere está p_reéisamente pasado. Pero a i&f Je resuitaba -bas}al!te difícil un modelo del tiempo, y da de un golpe las plenitudes de un tiempo. - Siempre en el ten:eno de las ciencias humanas y sociales, la aportación de los sociólogos y politicólogos permite volver a definir unos saberes históricos y culturales. En efecto, los conceptos de «reino», «nación», «Estado», «imperio», <<democracia», «feudalidad», «partido político», etc., utilizados en otras partes deFUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 105 manera ciertamente adecuada, no son siempre automáticamente aplicables a la realidad africana. ¿Qué hay que entender exactamente por ~reino del Cong_o>~\ p.or ejemplo? Lai , 1c · gente misma nombra las cosas de la manera siguiente: nsi a Kongo, literalmente' Ct'-' «el país ( nsi) de los_ cong1;»>. Tenemos, pues, un grupo étnico (los congo), ..!:.1-º-ª.. /T) comarca ( nsi):-iiª-cónciencia que tiene ese grUJLO_étnico_g_e habitar esa comarca, r:.. U ,vuJ que se convierte así en erpais7nsi) del grupo étnico en cuestión. _Los límites o, fronteras son cada vez más movientes. Dependen de Ía dispersió!! _ci_e 19-s clanes y, ¡ü~grupos de la_ et_ni!!_ considerada: L;- palabra «reino» responde aquí a: un\ territorio exclusivamente habitado por hombres y mujeres que pertenecen todos a una misma etnia. La homogeneidad étnica, lingüística y cultural es de rigor. El «rey» ( mfumu) es, en realidad, el mayor ( mfumu ), el tío materno ( mf umu) de todas las familias (nzo) y de todos los clanes matrilineales ( makanda) que se reconocen antepasados-fundadores comunes ( bankulu mpangu). Al examinar más de cerca la realidad del «reino del Congo» se reduce, en definitiva, a una vasta Jefatura, es decir, a un sistema de gobierno que engloba las pequeñas jefaturas locales. El «rey» es el mayor de los mayores, el. tío materno más antiguo entre los vivientes: por eso, él es un ntinu, «jefe supremo». El «reino del Congo» no quiere decir, pues, · un Estado gobernado por un rey, en el sentido occidental. En resumen, ese sentido occidental (reino de Luis XIV, por ejemplo) es un sentido bastardo, tardío, inadecuado, en su111a, un caso particular de paso del Estado al Estado nacional por la nionarquÍá «absoluta»._ _ _ Por el contrario, el r!~~~ de !)anxom~ (actual Benin) se parece ipás al tipo de la monarquía absoluta, avatar poco afortunado desde Emique IV hasta Luis .XVI en el marco de Francia. Existe, en efecto, un territo!io_p!i!_ltj_pl!_l y_~mane!_l- t~ Este, como subraya el profesor M. Glélé, posee una ju~isdicci_ón centrªI: el rey, sus ministros y los delegados de éstos .. El rey es la esencia misma del -poder. Detenta todos los atributos de la autoridad y del mancfo:-TTene derecho- de vida y de muerte sobre sus súbditos, los anato, «gente del pueblo», entre los cuales el rey, señor y poseedor de todas las riquezas (dokunno), elegía y reclutaba a unos glesi, es decir, cultivadores que destinaba a sus propiedades o de los que hacía regalo a los príncipes y a los jefes. fil.poder centraiera ejercido en las aldeau regio ne~ por unQ§ jefes,. en nombre d_~l rny. ~ _<<reino de Danxome» ~e pre~e_!}tª._,_por ~o_nsiguien- te, como una_ organiz'!ci_qn~~tatal fuerJeQJent~_~ntraJL~a_dll y en lit_ qµe se inserta_ el ~istema de descentralización adfl!il}istrativa, como es lajefatura. Tenemos así un poder central _gu~ c:ontrola a un pueblo {l~s danxo!Pen_uJ a través de lasjefaturas. En el curso de lll historia y al azar de las conquistas, se fueron añadiendo países anexionados al núcleo étnico antiguo y al territorio permanente. Ma habido, pues, en un momento determinado conquista y ¡:>roceso de acultunzación-asimilación entre pueblos parientes y vecinos (Fon." Mahi, Alada, Savi, Juda, etc.). El «reino>> se convierte, por ese hecho: en U_!l Estado pluri~tni~. estructurado y centraliza-do grac(as- a- una fuerte organización administrativa y militar, y grac{as también auna economía dirigida y dinámica. En vísperas de lá penetración colonial, el reino de Danxome era un. verdadero Estado-nación donde el diálogo, la palabra y la adhesión de las poblaciones (a través de las jefaturas) eran un principio de gobierno.106 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA La palabra «reino» no tiene, pues, la misma acepción en todas ¡:iartes de Africa. Los dos ejemplos del Coñgo y de óanxome són~rtiuy instructivos -a est~ respecto. _Se requiere, ¡:>(?r _c_onsiguiente,_ u_!1a gran vigilanciª---dc;l h~tQriador pm·_ª el ~~JJleo de e~l!_pal_a,l;>ra. Se habrá notado, por otra parte, que la jefatura correspon- de a un sistema de gobierno en el Congo, pero a un modo de descr.ntralización administrativa en el antiguo reino de Danxome (Abomey). Por lo que se refiere al término «feudalidad», y en el campo de observación que es Europa occidental (que no siempre es una particularidad tópica), puede entenderse en el sentido de los medievalistas detendenciajúrídica: la feudalidad es lo que concierne al feudo (aparecido hacia el siglo X-XI) y al conjunto de las relaciones (fe, homenaje y censo) que vinculan al vasallo con el señor, propietario de la hacienda. Los campesinos que no forman parte de la capa superior de la sociedad son descartados en esa acepción de la palabra. Los marxistas dan, por el contrario, un sentido muy amplio a la palabra «feudalidad»: es un modo de producción caracterizado por la explotación económi- ca de las clases inferiores (los siervos) por las clases dirigentes (los feudales). Los siervos están viaculados a la gleba y dependen del señor. Este no puede matar al siervo, pero puede venderlo (propiedad limitáda sobre el trabajador). La servi- dumbre reemplaza a la esclavitud, pero muchos aspectos de la condición servil están aún presentes. Los siervos o los campesinos no están asociados a la gestión de los asuntos públicos. Y no asumen tampoco funciones administrativas. El régimen feudal, desde un punto de vista de la evolución de las sociedades europeas, es una etapa intermedia en el proceso de formación .de la economía capitalista. Pero muchos marxistas mezclan aún la noción política de feudalidad y la socioeconómica de señorío, cosa que, gracias a Marx, los historiadores desde 1847 han aprendido a distinguir. Sea cual sea el sentido elegido, ¿coinciden los regímenes medievales europeos con los del Africa negra precolonial? Sólo estudios sociales comparativos (aún más raros) podrán dar respuesta adecuada a esa pregunta, sin duda con los matices necesarios. El carácter «feudal» de la organización de los bariba (Daho- mey) ya ha sido señalado, sobre todo, como una hipótesis de traba,jo. El estado poco avanzado de las investigaciones sobre esta cuestión de la «feudalidad» en Africa negra, debe lb:y_ar_ .al.b.i_s_toriagQJ a _s~r mu_y _pr_udente. Y _parece __g).l_e )as .t~9~ncias «feudales» ¡:>r~sen_tadas por las sociedades . negro-africanas no se pueden definir con relación a unos-derech-os reales revelados por la atribudón de uñ <<feudo», siño-m~s bíen co-n relación_ª una forma, de 9rganización política que ~e bªsa en_ un sistema de particulares _re!aciones socíales y_ económica_s; Los análisis de los sociólogos y poljticólqgQ~ pueden ser así fuentes explota- bles para el historiador. Los «archivos» del historiador, en Africa, varían enormemente en función de los materiales y los períodos históricos, y en función también de la curiosidad del historiador mismo. En Africa, las series documentales están constituidas por toda clase de ciencias: exactas, naturales, humanas y sociales. El «relato» histórico se encuentra completamente renovado en la medida en que la metocÍo]Qgía consiste en empJ~ar varias fuentes y ticnicas particulares a la \'.eZ_, de manera cruzada. Las informado~ nes facilitadas por la tradición oral, los escasos manuscritos árabes, las excavacio-FUENTES Y TECNICAS DE LA HISTORIA AFRICANA 107 nes arqueológicas y el método del carbono residual o carbono 14 han reintroduci- do definitivamente al «legendario» pueblo sao (Chad, Camerún, Nigeria) en la historia auténtica de Africa. La colina de Mdagá, en la república del Chad, ha estado ocupada de modo muy prolongado durante casi 2 500 años, desde el siglo V antes de la era cristiana hasta la mitad del siglo XIX de la era cristiana. Sin el aprovechamiento global y cruzado ·de fuentes tan diversas hubiera sido radical- mente imposible llegar a conclusiones tan pertinentes e inesperadas. Las nocion·es clásicas de la crítica histórica, tales como «ciencias auxiliares», «~~ccl.óº-defas fuet.iies», «materiales históricos nobfes», so~ en ª<:felante d~terra- das de la investigación histónca afr1caña-que marca así una.et~pa import_a1_1te en la bistoriografía contemporánea. --La práctica de la h.storia en Africa se convierte en un permanente diál~go interdisci.Q!!!}ario. Nuevos horizontes se dibujan gracias a un esfuerzo teórico inédito. La noción de «fuentes cruzadas» exhuma -por así decirlo- del subsuelo de la metodología general una nueva manera de escribir la historia. La elabora- ción y la articulación de la historia de Africa pueden, por consiguiente, desempe- ñar un papel ejemplar y precursor en la asociación de otras disciplinas para la investigación histórica. ·, Capítulo 5 FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV H.. DJAIT La noción de f~ente escrita es tan amplia.que por eso se convierte en ambigua. Si se entiende psir escrito todo lo que transmite la voz.Y el _sonido, se englobarán . entonces en el testilllo_!!io_ escrjtQ @~lDJi.frJpcjone~ gr1tbªº-ª~ ~f! pi_e_dra, _<:_l! dis~o, en moneda ... , resumiendo, todo mensaje que conserve e_l !~ngl!aj~ .Y_ e~!!~a_miento., mdependientemente de su -soporte.-. Semejante extensión nos llevaría a incluir en nuestra materia a la numis"iñática, la epigrafía y otras ciencias «auxiliares» convertidas, propiamente hablando, en independientes del ámbito del texto escrito. Vamos a restringir_ ad~m~~ nu_e~!ra in_y~tigación a lo que_e_sJá trazado o imJ2!~So ~n UQOS signos conveni<:!<Js sobre un soporte.cualquiera: p~iro, ~gª~i- no, hueso, paQ~, Ese es ya un campo inmenso de investigaciones y reflexiones: en prTmer IÜgar, porque ~ng_l<?~ una p_Qr:_ci~n_Q~ tieJll¡:>Q__gu~ comie~a -con la invención de la escritura y termina en ttl umbral de IQ-5 !i_emp_Qs modernos (siglo XV); luego, porque ~oin-cid~ con uil_con_tinente enteTQ!=I!_ el qu~.§e )urn__yµxta¡westo y sucedido civilizacione_§ diy_ersas; y, finalmente, porque _e]as fuentes 0 s~ el(pr~s_l}~ en diferentes lengµas, evolucionan en tradiciones diversificadas y son de tipos variados. - J Examinaremos los problema generales planteados por esas fuentes (periodiza- ción, corte en zonas, tipología) antes de trazar un inventario crítico. PROBLEMAS GENERALES Hasta ahora no existe ningún estudio de conjunto sobre las fuentes escritas de la historia africana. Por razones de especialización cronológica o zonal, los pocos estudios realizados han permanecido aferrados a materias al margen de la investigación científica. Así, el Egipto faraónico es el campo del egiptólogo;. el 1 A. Dain, 1961, pág. 449. ¡_' ,I110 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Egipto ptolemaico y romano, el del clasicista; el Egipto musulmán, el del islamicista: tres períodos, tres especialidades que gravitan en unas órbitas más amplias (mundo clásico, Islam). Lo mismo puede decirse del Magreb, aunque el punicólogo sea a la vez un orientalista y un clasicista, y aunque el berberizante sea marginal e inclasificable. El ámbito del A,frica negra, variado en sí mismo, imbrica lenguas y especialidades diferentes: hay fuentes clásicas, fuentes árabes y fuen.tes propiamente africanas. Mas, aunque vuelva a encontrarse la misma trilogía que en el norte del Sabara, ésta no tiene la misma amplitud, ni una significación análoga. Hay una inmensa zona, en la que, antes del siglo xv, no existen fuentes escritas; en el resto, en el Magreb por ejemplo, tal fuente árabe, de segundo orden, adquiere una importancia capital para la cuenca del Níger. El historiador del Africa negra, al estudiar un documento escrito en árabe, no lo hace del mismo modo que el historiador del Magreb, y menos todavía que el historiador del Islam en general. Estos compartimentos e interferencias reflejan la estructura objetiva de la historia africana, pero también la orientación de la ciencia histórica moderna desde el siglo XIX. Es un hecho que Egipto ha estado integrado en el mundo helenístico, en el Imperio romano y en Bizancio, y que, convertido al Islam, ha llegado a ser un país brillante. Es una realidad que los clásicos vieron la historia de Africa como la ilustración de la de Roma, y. que determinada Africa se había anclado en el destino de la romanidad. Pero también es completamente cierto que el propio historiador moderno del Africa romana es romanista antes que africanista, y que el grupo islámico es expulsado de su campo epistemológico. Aprehender, pues, la historia africana como un todo y echar con esa perspecti- va una mirada sobre sus fuentes escritas sigue siendo una empresa delicada y singularmente difícil. EL PROBLEMA DE LA PERIODIZACION En el estudio de las fuentes escritas, ¿cómo se justificaría un corte situado al principio del siglo xv? ¿Acaso por la estructura interna de la masa documental disponible que, por encima de las disparidades culturales y temporales, guardaría cierta unidad, o bien por el movimiento de la historia general que, amalgamando Antigüedad y Edad Media en una sola y larga duración, las separaría de una edad moderna realzada en su singularidad? A decir verdad,. los dos argumentos son coherentes y se completan: fuentes antiguas y medievales se caracterizan por su escritura literaria; son testimonios conscientes en su mayoría, ya se llamen anales, .crónicas, viajes o geografías, mientras que, a partir del siglo XV, las fuentes de archivo, testimonios inconscientes, son abundantes. Por otra parte, aunque durante ese período el predominio pertenece a los textos «clásicos» y árabes, a partir del siglo XV, las fuentes árabes se terminan, mientras que en el campo del testimonio hace su irrupción el documento europeo (italiano, portugués, etc.), y, por lo que respecta al Africa negra, el documento autóctono. Mas este cambio de naturaleza y de procedencia en las fuentes refleja también una mutación en elFUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 111 destino histórico real de Africa. El siglo xv es el siglo de la expansión europea 2 : los portugueses hacen su aparición en 1434 en las costas del Africa negr:a y, veinte años antes, se han instalado en Sebta (Ceuta) (1415) 3• No obstante, en la franja mediterránea e islámica de Africa (Magreb, Egipto), la ruptura entre dos edades históricas aparece desde el siglo XIV, mientras que ya ese mundo sentía indudable- mente los efectos de la expansión lenta de Occidente, tanto como la acción de fuerzas internas en descomposición. Pero el siglo xv ha sido decisivo porque ha acabado con las fuentes extremo-orientales del comercio musulmán, cuyo cometi- do internacional termina así. En lo sucesivo, el [slam mediterráneo-africano se desliza sobre la pendiente en una.decadencia que irá agravándose. A condición de ser flexible, el terminus ad quem del siglo XV se encuentra, pues, ampliamente justificado. Quizá se justificaría aún más si se adelantase un siglo (principios del XVI). Dicho esto, dividiremos la época que estudiamos en tres grupos principales, habida cuenta de la doble necesidad de diversidad y de unidad: - la Antigüedad hasta el Islam: Imperio antiguo hasta + 622; - la primera edad islámica: de + 622 hasta la mitad del siglo XI (1050); - la segunda edad islámica: del siglo XI al XV. Ciertamente, aquí, la noción de Antigüedad no es comparable a la que está en vigor en la historia de Occidente, en la medida en que sólo parcialmente se identifica con la Antigüedad «clásica»; no se termina con las invasiones bárbaras, sino con la irrupción de la realidad islámica. Pero, precisamente por la profun<;li- dad y la amplitud de su impacto, el Islam representa una ruptura con un pasado que se podría llamar antiguo, prehistórico o protohistórico según las regiones. También es un hecho que, desde la época helenística, la mayor pai:te de nuestn¡.s fuentes antiguas están escritas en griego y en latín. Si, por la estructura de nuestra documentación tanto como por el movimiento histórico global, el siglo VII, siglo de la aparición del Islam y de las fuentes árabes, debe ser considerado como el comienzo de una edad nueva, la duración islámica exigiría ser dividida en dos subedades, abarcando la primera desde la conquista hasta la mitad del siglo Xl, y la segunda desde el XI al XV. En la historia del Africa a:I norte del Sáhara, la primera fase corresponde a la organización de esta zona según el modelo islámico y a su incorporación a un Imperio pluricontinental (Califato omeya, abasida, fatiIUita). La segunda fase ve, por el contrario, el ascenso de principios de organización autóctona, al mismo tiempo que, desde el punto de vista de la civilización, se opera: una profunda transformación. Respecto al Magreb, la mitad del siglo XI es la fecha de la formación del Imperio almorávide y de la autonomía reconquistada de los Ziridas, con su consecuencia: la fovasión hilaliana. En Egipto, el corte político se sitúa un siglo más tarde con los Ayubitas; pero es en esa época cuando los centros pujantes del gran comercio se trasladan 2 R. Mauny propone la fecha de 1434 que es la de la expansión marítima portuguesa hacia el Africa negra: Le prob/eme des sources de rhistoire de r Afrique noire jusqu'a la co/onisation européenne, en el XII Congreso Internacional de Ciencias Históricas, Viena, 29 agosto-5 septiembre 1965, II, Informes, Historia de los continentes, pág. 178. Ver también R. Mauny, 1961, pág. 18. 3 A. Laroui, 1970, pág. 218.112 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA del golfo Pérsico al mar Rojo y cuando, progresivamente, se instala una configura- ción de cambios, a escala mundial, cuyo alcance es considerable. En el sur del Sáhara, y durante el siglo XI, igualmente se desarrollan las relaciones permanentes con el Islam, en particular en el terreno comercial y religioso. Nuestro material documental cambia de aspecto. Cuantitativamente es abun- dante y variado; cualitativamente, cuanto más se retrocede en el tiempo, se encuentran en el Africa mediterránea más fuentes inconscientes (documentos de archivo, consultas jurídicas), y, en el Africa negra, informaciones precisas. AREAS ETNOCUL TURALES Y CLASES DE FUENTES La clasificación de las fuentes por períodos históricos n.o basta por sí sola. Conviene tomar en consideración la articulación de Africa en zonas etnocultura- les, en las que tantas fuerzas actúan para individualizar las áreas, así como la tipología misma de las fuentes disponibles, más allá de los períodos históricos y de las diferenciaciones espaciales. · Areas etnoculturales Al examinar el primer punto, uno estaría tentado desde el principio a realizar una separación elemental entre el Africa al norte del Sáhara -Africa blanca; arabizada e islarnizada, afectada en lo más íntimo de sí misma por las civili;zacio- nes mediterráneas y por la misma desafricanización- y el Africa al. sur del Sáhara, negra, africana al máximo y dotada de una irreductible especificidad etnohistóri- ca. En realidad, y sin negar nada del peso de tales especificidades, un examen histórico más profundo revela unas líneas de separación más complejas y matizadas. El Sudán senegalés y nigeriano, por ejemplo, ha vivido en simbiosis con el Magreb arabobereber y, desde el punto de vista de las fuentes, está mucho más próximo a él que al mundo bantú. Lo mismo ocurre con el Sudán nilótico en relación a Egipto y al cuer:no oriental de Africa frente a Arabia del Sur. Nos vemos, pues, tentados a oponer una Africa mediterránea, desértica y de la sabana, que engloba al Magreb, Egipto, los dos Sudanes, Etiopía, el Cuerno de Africa, la costa oriental hasta Zanzíbar, a otra Africa «animista» tropical y ecuatorial: cuenca del Congo, costa guineana, área del Zambeze-Limpopo, región interlacus- tre y, en fin, Africa del Sur. Es cierto que esta segunda diferenciación se justifica, en gran medida,. por el criterio de apertura al mundo exterior y, en este caso, por la importancia de la penetración islámica. El estado de las.fuentes escritas corrobora este hecho de civilización oponiendo un Africa abundantemente provista ------,eon unas graduaciones Norte-Sur- y un Africa absolutamente desprovista, al menos en el período que estudiamos. Pero la doble consideración de la apertura al exterior y del estado de las fuentes escritas corre el riesgo de producfr juicios de valor y echar un velo oscuro sobre casi la mitad de Africa (la del centro y la del s4r). Muchos historiadores ya han llamado la atención sobre el peligro delFUENTES ESCRITAS ANTERIORES.AL SIGLO XV 113 «recurso a las fuentes árabes» que podría hacer·pensar, por el acento puesto sobre la zona sudanesa, que ésta fue el único centro de una civilización y un Estado organizados 4 • Volveremos sobre este punto. Pero, de momento, reconocemo.s que, si hay un vínculo entre el estado de una civilización y el estado de las fuentes, ese vínculo no podría prejuzgar completamente el movimiento de la historia real. El historiador objetivo no se permite juicios de valor partiendo de su material documental, pero tampoco debe despreciar la aportación so pretexto de un posible abuso. Aunque una historia general que abarca la totalidad de la duración histórica y se apoya en toda la masa documental disponible puede conceder tanta importan- cia a la cuenca del Zaire como a la del Níger o a Egipto, un estudio circunscrito a las fuentes escritas hasta el siglo XV no podía hacerlo. Teniendo en cuenta todas las observaciones que hemos adelantado, podemos efectuar la estructura regional siguiente: a) Egipto, Cirenaica, Sudán nilótico; b) Magreb, comprendiendo en él la franja norte del Sáhara, las zonas de extremo-occidente, Tripo,itania y Fezán; e) Sudán occidental, en sentido amplio, es decir, hasta el lago Chad hacia el este y englobando el sur del Sáhara; d) Etiopía, Eritrea, Cuerno oriental y costa oriental; e) El resto de Africa, o sea, golfo de Guinea, Africa central y Sudáfrica. Semejante clasificación tiene la ventaja de no oponer una a las otras dos Africas.; estructura el continente según unas afinidades geohistóricas orientadas en una perspectiva africana, pero tiene en cuenta también el carácter particular de las fuentes escritas de que disponemos. El Africa central y meridional, por rica en civilización que pueda ser, sale muy mal parada respecto a las fuentes escritas con relación a la fracción más pequeña de las demás unidades (Fezán o Eritrea, por ejemplo). Por otra parte, está fuera de duda que, además de la solidaridad general que une las fuentes del Africa conocida, hay una específica y más clara solidaridad de nuestra información en pro de cada una de las zonas delimitadas. Un inventario detallado debería, pues, analizar los textos a la vez por períodos y por zonas, pero reconociendo previamente que, por encima de las áreas y, en menor grado, por encima de los períodos históricos, estas fuentes se reducen solamente a algunas lenguas, a ciertos tipos limitados, y que ellas no provienen siempre del área de la que tratan, ni que son contemporáneas de lo que ellas describen. Tipología de las fuentes escritas a) Las lenguas en las que nos han llegado nuestros documentos son numero- sas, pero no todas. tienen la misma importancia. Las más utilizadas, las que han transmitido la mayor cantidad de información son: el egipcio antiguo, el bereber, las lenguas etíopes, el C(!pto, el swahili, el hawsa, el fulfulde. Las lenguas más prolíficas son lenguas de origen no-africano: griego, latín, árabe, aun cuando el 4 l. Hrbek, 1965, t. V., pág. 311.114 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA árabe ha sido adoptado como lengua nacional por numerosos pueblos africanos. Si se clasifican los documentos según un orden jerárquico que tenga en cuenta a la vez la cantidad y la calidad de la información, se obtendrá la lista aproximada siguiente: árabe, griego, latín, egipcio antiguo (hierático y demótico), copto, hebreo, arameo, etíope, italiano, swahili, persa, chino, etc. Cr.onológicamente, nuestras primeras fuentes escritas son papiros hieráticos egipcios que datan del Nuevo Imperio, pero cuya primera redacción se remonta- ría a principios del Medio Imperio (comienzo del segundo mitenio: en particular, el papiro conocido con el título de Enseñanza para el rey M érikaré) 5. Después tenemos los papiros y ostraka del Nuevo Imperio, siempre en egipcio hierático, las fuentes griegas que se remontan al siglo VII antes de la era cristiana y prosiguen, sin discontinuidad, hasta una época tardía que coincide aproximadamente con la expansión del Islam (siglo VII de la era cristiana), las fuentes en hebreo (Biblia) y en arameo (judíos de .Elefantina), que datan de la XVI dinastía; los textos demóticos que datan de la época ptolemaica; la literatura latina y la literatura copta (en lengua egipcia, pero que emplea el alfabeto griego enriquecido con algunas letras) a partir del siglo III de la era cristiana; el árabe, ei'chino 6 , quizás el persa, el italiano y después el etíope, cuyo escrito más antiguo s·e remonta al siglo XIII 7• b) Clasificadas por géneros las fuentes de las que disponemos se reparten en fuentes narrativas y en fuentes archivísticas, las unas conscientemente consignadas con vistas a. dejar un testimonio, y las otras que participan en el movimiento ordinarip de la existencia humana. En el caso de Africa, salvo para Egipto, pero incluido el Magreb, las. fuentes narrativas representan casi exclusivamente el material documental escrito hasta el siglo XII; por lo tanto cubren la Antigüedad y la primera edad islámica. A partir del siglo XII, el documento archiyístico, aunque raro, hace su aparición en el Magreb (piezas almohades, fatwas o coilsultas jurídicas de época hafsida). Es más abundante en Egipto bajo los ayubitas y los mamelucos (XII-XV) mientras que los manuscritos de los monasterios encierran como apéndices documentos oficiales. Pero ese tipo de texto sigue estando prácticamente ausente en el resto de Africa durante toda la época considerada 8 • Los rasgos que caracterizan nuestro período son.: preponderancia de las fuentes narrativas en todas sus formas, aparición o crecimiento relativo de las fuentes archivísticas a partir del siglo XII en el Africa. mediterránea y su casi ausencia en el Africa negra, pero, de un modo general, aumento sustancial de nuestro material documental después del siglo XI hasta que alcanza su punto culminante en los siglos XII- XV. 5 Golenischeff, Les papyrus hiératiques n.º 1115, 1.116A y lll6B de rErmirage impérial a Saint- Pétersbourg, 1913; el n.º 1116A ha sido traducido por Gardiner en Journal of Egyptian archae/ogy, Londres, 1914, págs. 22 y sigts. Cf., a este respecto, E. Drioton y J. Vandier, 1962, pág. 226. 6 Existe un texto chino que data de la segunda mitad del sigro x~ pero lo principal de las íuentes chinas, aún por explorar, se refiere al siglo xv y a la costa del Este africano. Pueden mencionarse también los trabajos siguientes: J. J. L. Duyvendak, 1949; F. Hirth, 1909-10; T. Filesi, 1962; Libra, 1963; P. Wheatley, 1964. 7 Sergew Hable Selassie, 1967, pág. 13. · 8 Disponemos de mahrams, despachos reales otorgados por los reyes de Bomou que datarían de finales del siglo x1: el de Umm Jilmi y el de la familia Masbarna. Cf., a este respecto, R. Mauny, 1961, y H. Palmer, 1928, t. m, pág. 3.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV Los tipos de fuentes pueden ser numerados como sigue: Fuentes narrativas: - crónicas y anales; - obras de geografía, relaciones de viajes, obras de naturalistas; 115 - obras jurídicas y religiosas, ya sean tratados de derecho canónico, libros sagrados o hagiográficos; - obras propiamente literarias. Fuentes archivísticas: - documentos privados: cartas familiares, correspondencia comercial, etc.; - documentos oficiales que emanan del Estado o de sus representantes: correspondencia oficial, decretos; reales despachos, textos legislativos y fiscales; - documentos jurídico-religiosos. Observemos que las fuentes narrativas coinienz~n en el siglo VIII antes de la era cristiana con Homero y comprenden un: número considerable de obras . , . maestras del espíritu y del saber humanos. Se '.encuentran en ellas nombres célebres, aun cuando la mayor parte de los testimonios no tratan especialmente de Africa, si bien le conceden un lugar más o merios importante 'en un estudio panorámico de más amplios horizontes. Entre esos nombres:figuran, Heródoto, Polibio, Plinio el Viejo, Ptolomeo, Procopio, KhWarizmi, Mas<üdi, Jahiz, lbn Khaldün. La documentación archivística es la más antigua del mundo: mientras que los papiros de Rávena conservados en Europa, que son las actas de archivos más antiguos, datan de comienzos del siglo VI de la era cristiana, los papiros del Nuevo Imperio egipcio son anteriores en veinte siglos. Es verdad que en la primera edad islámica, ese tipo de testimonio no sobrepasó los límites de Egipto y que hasta el fin de nuestro período no alcanzó gran dimensión, lo que es sin duda imputable al hecho de que la civilización islámica medieval ignoró prácticamente el principio de la conservación de los documentos del Estado, En los siglos XIV y XV, el período más rico en piezas de archivo son, sobre todo, obras enciclopédicas las que nos las transmiten. Hay que esperar a la época moderna, otomana y europea, para ver constituirse depósitos de archivos propiamente dichos. INVENTARIO POR PERIODOS La antigüedad preislámica ( desde sus orígenes hasta el año 622) Lo que caracteriza a este período con relación al que le sigue es la primacía de las fuentes arqueológicas y, más .generalmente, no literarias. Sin embargo, ,por ser secundarios, los documentos escritos nos proporcionan a veces precisiones importantes; además, se hacen abundantes y precisos a medida que se avanza en el tiempo. Desde el punto de vista del reparto zonal, hay que advertir que el Africa occidental y central carece de ellos totalmente.Cuadro cronológico de las principales fuentes escritas Fuentes narrativas Crónicas y Geografía Obras Textos Fechas jurídicas anales Viajes religiosas literarios -2.065 -1.580 - 800 Homero (VIII) 500 Libro de los Reyes - (antes de 586) Herodoto (485°425) Croo. demótica (111) 200 Polibio (200-120) 100 Diodoro Estrabon; Pseudo- periplo de Hannon o Salustio (87-35) o Plinio el Viejo + 100 Tácito, Plutarco + 200 Ptolomeo San Cipriano (200-258) + 300 Periplo del mar Eritreo (230) + 400 San Agustín (354-436) + 500 Procopio (492-562) Cosmas Indico- pleustes (535) 622 + 800 Ibn'Abd al-Hakam Fazari Muwatta Jahiz (803-871) al-Kh wariz mi Mudjawwaza (a. 833) Akkam-as-Suq Ya'kub + 900 Kirdi al-Mas'üdi (947) Gaothi Nu'man (shihita) al-Raqiq (1028) Ibn l:law~al (877) Á.bu-1-'Arab (sunnita) lbn al-Saghir (kharidjita) + 1050 al-Bakñ (1.068) Malik + 1100 Anónimo: al-ldñsi Abu Zukaruja al-Kadi al-Istibsar MákhzÜm al-Fa(,!il +1200 lbn al-A!hir Yaküt ( 1229) Mailaqibs hafsidas (1234) Ibn Sa'Id .(a. 1286) ibn'ldhañ +1300 al-Nuwaiñ 'Abdari (1289) Manuscritos etiopes ibn Abi Zar' al'Umari (1336) de los monasterios al-Dhahabi lbn BaHli!a Safadi al'Tijani lbn Khaldün Atlas mallorquín de Cresques (1376) + 1400 lbn Taghribardi al-Makrizi +1450 ZuraraFuentes archivísticas Piezas Documentos Fechas Hechos históricos oficiales privados -2065 Medio Imperio Papiros hieráticos -1580 Nuevo Imperio Ostraka 800 Fundación de Cartago Baja época egipcia Papiros de los judíos 500 de Elefantina 200 Los Ptolomeos 100 Conquista romana ( - 146) de Africa o o + 100 Romanización de Africa + 200 Apogeo de la escuela alejandrina + 300 Axoum y cristianización de Etiopía (333) NoveUae + 400 + 500 Reconquista bizantina de Africa (533) 622 Héjira Papiros griegos y coptos + 800 Expansión árabe Papiros en lengua árabe Califato Omeya (661-749) de Afrodita lfrikya aghl_abida (800-910) Rebelión de los Zenj (868) Coffespondencia fatimida + 900 Establecimientos de los en lfrikya_ Papiros árabes fatimidas en Egipto (969) de Fayoum y Ushmunayn Actas fatimidas-de Egipto +1050 Cartas almorávides Geniza Los hilalianos en Ifrikya. Moham de Umm Jilmi Toma de Ghan_a por los almorávides (l 07.6) Cartas almohades + 1100 Geniza + 1150 Almohades en el Magreb Ayyubidas en Egipto Documentos italianos Doc __ italianos +1200 Hafsidas en Ifrikya Merinidas en Marruecos Mamelucos en Egipto Actas de Waqf + 1300 Imperio de Malí Fatwas Kankou Moussa [1312-1335) +1400 Hundimiento de Malí y aparición de los songha1 al-~alkashandi Toma de Ceuta por- los portugueses (1415) Descubrimiento portugués de cabo Bojador ( 1434) al-Makñzi + 1450118 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Egipto; Nubia, Africa oriental a) Las fuentes escritas sobre Egipto hasta el primer milenio son exclusivamen- te egipcias; se trata de los papiros hieráticos y de los ostraka, cuyo origen no se remonta más allá del Nuevo Imperio, pero que han podido proporcionar -ya lo hemos dicho- una información más antigua 9 . Papiro y ostrakon quieren decir soportes: el primero es una planta, y el segundo una pizarra o loseta de piedra calcárea. Los signos hieráticos se distinguen de los signos jeroglíficos por su aspecto cursivo que los destina especialmente a ser trazados más que ·grabados. Papiros y ostraka, numerosos en las dinastías XIX y XX del Nuevo Imperio o período ramessita (1314-1085), se refieren tanto a la vida administrativa como a la vida privada; en ellos se encuentran informes administrativos y judiciales, documentos de contabilidad, cartas privadas y también cuentos y novelas. Los papiros jurídicos 10 y los papiros literarios 11 han sido objeto de estudios atentos y, desde el siglo XIX, de publicaciones. A menos que tengan lugar nuevos descubrimientos, nuestros conocimientos de Nubia y del país de Pount no se deben en absoluto a las fuentes escritas, pues se fundan en el material arqueológico y epigráfico (grafitos, en particular). b) El primer milenio, principalmente a partir del siglo VI, diversifica y modifica la aportación de nuestras fuentes. Los documentos narrativos se unen a. los documentos archivísticos, y en ciertos momentos los sustituyen. Así, el Libro de los Reyes, fragmento del Antiguo Testamento, nos proporciona valiosas informa~ ciones sobre la llegada de la dinastía XXII (alrededor de - 950) y es de una gran utilidad para todo el período que sigue, o sea, hasta la dominación persa ( - 525). El Libro de los Reyes ha sido objeto de una primera redacción antes de la ruina de Jerusalén,. o sea, antes de - 586 12, y ha sido retocado durante el exilio, pero reproduce tradiciones que se remontan a los comienzos del primer milenio. Otras fuentes extranjeras, griegas sobre todo, esclarecen la Baja Epoca, a partir de la primera dinastía Saíta (siglo - VIII): Menandro, Aristodemo, Filocoro, Heródoto. Desde el punto de vista archivístico, los papiros están ahora escritos bien en griego, bien en demótico, que es una transcripción aún más cursiva que el hierático. En el siglo - v, nuestra fuente principal proviene de los papiros de los judíos de Elefantina, mientras que en los - IV y - m era redactada la crónica demótica. 9 E. Drióton y J. Vandier, 1962, págs. 7-9, Jean Yoyotte, Egypte ancienne, en:«Histoire universelle», colee. Pléiade. 10 Entre los documentos jurídicos tenemos el papiro Abbott, los papiros Amherst y Mayer y el-de Tur'ín, que consolidan nuestros conocimientos sobre los reinados de Ramsés IX, X y XI. Han sido publicados: cf. Select Papyri in the hieratic character from the colections of the B;i!ish Museum, Londres, 1860; Newberry, The Amherst Papyri, Londres, 1899; Peet, The Mayer Papyri, Londres, 1920; Peet, The great tombs-robberies of the Twentieth Egyptian Dynasty, 2 vols., Oxford, 1930. 11 La colección del British Museum es-rica en papiros literarios, En ella se encuentran, por ejemplo, el cuento de la Verdad y de la Mentira, el de Horus.y Set h. G .. Posener, el gran especialista de este tema, ha confeccionado una lista casi exhaustiva de las obras literafias egipcias y ha llegado a 58 títulos: Revue d'Egyptologie, VI, 1951, págs. 27-48. G. Posener ha publicado también ostrakas: Catalogue des ostraka hiérariques /ittéraires de Deir el-Medii1eh, El Cairo, 1934-36. 12 A. Lods, Les Prophetes d'Israe/ et /es.débuts dujudaisme, París, 1950, pág. 7; Drioton y Vandier, op. éit. en diíerentes lugares; Doresse, 1971, t. I, págs. 47-61.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 119 e) El período que se extiende desde el establecimiento de los Ptolomeos en Egipto (finales del siglo IV antes de la era cristiana) hasta la conquista árabe (639) cubre un milenio que se caracteriza por la importancia, en cantidad, de las fuentes griegas, y por la emergencia, en el campo de nuestros conocimientos, de la zona etíope-eritrea. Polibio, Estrabón, Diodoro, Plinio el Viejo, nos hablan de ella con una precisión relativa que no excluye la ignorancia ni la ingenu'idad. El naturalista romano nos da en su Historia natural una cantidad de informaciones sobre el mundo etíope, refiriéndose en particular a los productos del comercio y a las rutas de intercambios. Obra de compilación, ciertamente, y de valor desigual, pero rica en detalles diversos. · Nuestra información se hace más precisa en la primera mitad del milenio que sigue a la aparición del cristianismo. Egipto, como sabemos, se convierte en el siglo u en el centro principal de la cultura helenística, siendo muy natural que haya producido historiadores, geógrafos, filósofos y padres de la Iglesia. Integra- do políticamente en el Imperio romano y después en el bizantino, Egipto se encuentra aludido por numerosos escritos latinos o griegos exteriores, bien sean de orden narrativo, bien de orden archivístico (el Código de Teodosio, por eje'mplo, o las Novellae de Justiniano). Advertimos también que no se acaba la corriente papirológica. De esa masa documental interior y exterior emergen algunas obras de una importancia particular: la Geografía, de Ptolomeo (hacia + 140) 13 ; el Periplo del Mar de Eritrea 14, obra anónima que se supone escrita hacia el año 230, después de haber sido fechada en el siglo 1;. la Topografía cristiana 1 5, de Cosmas Indicopleustes (hacia el año 535). Esos escritos representan la base de nuestra información en lo que se refiere a Etiopía y al cuerno oriental de Africa. Pero, en conjunto, esa breve exposición pone en evidencia dos desequili- brios: el de las fuentes escritas con relación a las otras clases de documentos, y el de nuestros conocimientos de Egipto con relación a nuestros conocimientos de Nubia y del mundo eritreo. El antiguo M agreb La historia escrita del antiguo Magreb nació del reencuentro entre Cartago y Roma. Lo que quiere decir que no disponemos de nada importante anterior al siglo II antes de la era cristiana: indicaciones dispersas en Heródoto, desde luego, y en las obras de otros historiadores griegos. El período auténticamente púnico es 13 Sobre los geógrafos clásicos y postclásicos que han tratado de Africa, ver la obra fundamental de Yusµf Kamel: Monumenta cartographica Africae el Aegypti, El Caifo y Leyde, 1926 a 1951, 16 vols. Sería deseable que ese trabajo fuese reeditado con una parte crítica nueva e importante. 14 Editado por MüUer, Geographi Graeci minores, París, 1853, t. l. Reeditado por Hjalmar Frisk en Goteburgo, en I 92~. Esa importan:1e obra ha conocido ediciones desde el siglo xv~ en 1533, y después, en 1577. ' 5 · c'osmas es un viajero que va visitado Etiopía y la isla Soco tora. Su obra. ligura en Ja Patrologie grecque de Migne, t. LXXXVIII, colección que es imprescindible consultar para la Antigüedad, junto a Patroiogie latine, del mismo Migne. La o_bra de Cosmas ha sido editada de modo excelente en tres tomos pof Ediciones Cerf, París, 1968-70. Subrayemos la importancia para nuestros conocimientos de la cristianización de Etiopía, de Historia Ecclesiastica, de Rulinus, en Patrologie·grecque, de Migne, quien hace siempre una traducción latina. ·120 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA tributario de la arqueología y la epigrafía. Por otro lado, la historia de Cartago de antes de Aníbal, así como, además, la de su enfrentamiento con Roma después de su supervivencia provisional, no debe casi nada a las fuentes púnicas escritas. Ahora se ha determinado que el periplo de Hannón, cuya descripción se extiende a las costas n0roccidentales de Africa, es una falsificación cuya redacción -griega- no debe remontarse más allá del siglo 1. Quedan los trabajos agronómicos atribuidos a Magón, cuyos extractos solamente han sido conservados por autores latinos. Pero entre las fuentes autóctonas habría que mencionar las noticias de Juba II que Plinio el Viejo ha compilado en su Historia natural. Lo esencial, ya que no la totalidad, de nuestras fuentes escritas para la historia del antiguo Magreb -fases cartaginesa, romana, vándala y bizantina- está constituida por las obras de los historiadores y geógrafos clásicos, es decir, que escribían en griego o en latín. En general, esos autores son extranjeros en Africa, pero a medida que ésta se romanizaba, surgían escritores autóctonos, en particular entre los padres de la Iglesia. a) En el plazo de tiempo de - 200 a + 100, que corresponde al apogeo y, después, a la caída de Cartago, y a la organización de la provincia r·omana de Africa bajo la República y el principado, tenemos como fuentes la cantidad de escritos griegos y latinos conocidos: Polibio ( - 200 a - 120), nuestra fuente principal, Estrabón, Diodoro de Sicilia, Sal.ustio ( - 87 a - 35), Tito Livio, Apio, Plinio, Tácito, Plutarco ( + 1) y Ptolomeo ( + II), sin contar los escritores menores que son numerosos 16 . Hubiera sido muy útil que los escritos dispersos que se refieren a Africa del Norte estuviesen reunidos -sólo se ha hecho en lo que concierne a Marrue- cos 17-, de tal modo que el historiador se encuentra en la obligación de compulsar sistemáticamente las grandes colecciones clásicas, en las que la erudición europea del siglo XIX ha desplegado todos sus recursos de crítica y de formidable trabajo: Bibliotheca Teubneriana, The Loeb classical /ibrary (texto y traducción inglesa), Collection G. Budé (texto y traducción francesa), Collection des U niversités de France, Scriptorum clasicorum Bibliotheca Oxoniensis. A esas fuentes narrativas convendría añadir otras fuentes más directas constituidas por los textos del Derecho romano, aunque éstos sean de origen epigráfico 18 . Los escritos de los analistas, cronistas y geógrafos grecolatinos no tienen un valor uniforme para todo el subperíodo considerado. Aunque algunos tienen tendencia a compilar las informaciones de s.us predecesores, otros nos ofrecen informaciones originales, valiosas a veces, y hasta un testimonio directo. Así, Polibio, que vivió en la intimidad de los Escipiones y habría asistido al asedio de Cartago en -146; el Bellum Jugurthinum, de Salustio, que es un documento de primer orden sobre los reinos bereberes, y el Bellum Civile, de César, que es la obra de un actor de la Historia. · La figura y la obra de Polibio dominan ese período. Polibio es -ya se ha 16 Citemos: Aristóteles ( PoUtica), César ( Belliim civile y Bellum Africum), Eutropio, Justino; Orosio. Se citan más de 30 fuentes de textos sólo para la historia de Aníbal. 17 M. Roget·, Le Muroc chez les auteurs qncie11s, 1924. 1 • P. P. Girard. Textes de droit romain, 6.ª ed., 1937.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 121 dicho 19- hijo de la época y de la cultura helenísticas. Nació hacia el - 200, es decir, en el momento en que se realiza el reencuentro de Roma en la explosión de su imperialismo con el mundo mediterráneo, y más especialmente helenístico. Prisionero y exiliado en Roma, aprendió las duras lecciones del exilio, ese «maestro violento» del historiador y del filósofo. La protección de los Escipiones suavizó su estancia, pero le valió sobre todo para conocer muchas cosas sobre la historia de Roma y Cartago. Tras dieciséis años de cautividad, volvió a su patria, Grecia, que no tardó en dejar para recorrer el mundo. Sabemos que Escipión Emiliano, durante su estancia· en Africa, le ofreció una flota para permitirle explorar la costa atlántica de Africa. Es decir, que se trata de un hombre con audacia, experiencia y una insaciable curiosidad. Polibio no es sólo nuestra principal fuente para todo lo que,se refiere al duelo púnico-romano; es, principal- mente, un observador de primer orden del Africa y del Egipto de su tiempo. Si los cuarenta libros que componen los Pragmateia no se hubieran perdido, sin duda sabríamos mucho más de lo que sabemos ahora; quizá también estaríamos informados con una precisión que falta en cualquier otra parte sobre el Africa negra. Pero los seis libros que se han conservado destacan, sobre todas las demá:s fuentes, por la calidad de la información y la inteligencia del enfoque, b) Después del siglo I y durante los cuatro siglos en los que la organización imperial arraiga al máximo en Africa, el Magreb entra en una crisis prolongada, haciéndose escasas las fuentes literarias. Hay un vacío casi total en el siglo II, en tanto que los siglos III y IV están marcados por la preponderancia de los escritos cristianos; principalmente los de Cipriano y Agustín. Escritos generales que desbordan el marco africano para plantear los grandes problemas religiosos y no participan del relato histórico directo, pero también escritos polémicos de circunstancias que toman una postura inmediata sobre los acontecimientos. Así es como nuestro conocimiento del movimiento qonatista se funda en los ataques del mayor de sus adversarios, San Agustín (354-430), y, por eso mismo, las precaucio- nes más serias se hacen necesarias. Además, en materia de fuentes escritas, la patrología cuenta como el principal, pero muy parcial, instrumento de nuestros conocimientos para el período imperial. El investigador de esa época podrá recurrir a las grandes colecciones: - el Corpus de Berlín, en griego (sólo texto).; - el Corpus de Viena, en latín (sólo texto). Esos monumentos de la erudición alemana tienen su semejante en la erudición francesa, los dos corpus de Migne: - la Patrología griega (texto y traducción latina); - la Patrología latina (sólo texto latino). El intermedio vándalo y la reconquista y presenci'a bizantinas·durante más de un siglo han suscitado más vocaciones. Abundan los escritos llamados «menores», y hacen su aparición las fuentes archivísticas (correspondencia, textos legislativos). Sobre todó, tenemos la suerte de tener un observador fecundo yde talento: Procopio (siglo VI), que es, con mucho, nuestra fuente fundamental con su De Bello Vandalico. Se puede recurrir a la Colección bizantina de Bonn y, subsidiariamente, 19 Cambridge Ancient History, vol. VIII: Rome and the Mediterranean.122 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA a. los Fragmenta historicorum graecorum, para los textos griegos. Los textos latinos, numerosos, se encuentran bien en la patrología latina (las obras de san Fulgencio son de un cierto interés para el conocimiento de la época vándala), bien en los M onumenta Germanica historica, autores antiquissimi 20 , otro monumento de la erudición alemana que reagrupa las «crónicas menores» de época bizantina: Casiodoro, Próspero de Tiro y, sobre todo, Víctor de Vita y Coripo. Estos dos autores merecen la mayor atención, el primero para el período vándalo y el segundo para el bizantino, porque ellos penetran en el Africa del interior y arrojan una luz sobre esa Africa «profunda» tanto tiempo olvidada 21 . En su obra clásica sobre el Africa bizantina, Charles Diehl ha mostrado cómo se podía hacer concurrir material arqueológico y material textual en una representación tan completa como fuera posible de la realidad histórica. Entre las fuentes escritas ha utilizado un abanico lo más amplio posible: Procopio en primer lugar, también Coripo, pero igualmente Agatías, Casiodoro, Jorge de Chipre 22 , las cartas del papa Gregario el Grande, y documentos jurídicos como las N ovellae y el Código Justiniano, tan útiles para la exploración de la vida económica y social. . Parece poco probable que pueda enriquecerse con nuevos descubrimientos la lista establecida de nuestros documentos escritos. Por el contrario, pueden ser mejor aprovechados profundizándolos y aplicando una crítica rigurosa, confron- tándolos con un material arqueológico y epigráfico todavía no agotado, y, sobre todo, utilizándolos con más honestidad y objetividad 23 . Africa sahariana y occidental Propiamente hablando, no tenemos documento alguno digno de fe para informarnos sobre el Africa negra occidental. Si se admite con Mauny 24 que los antiguos -cartagineses, griegos y romanos- no habían sobrepasado el cabo Juby y la latitud de las islas Canarias, lo que es i;nás que probable, las informacio- nes que sus escritos nos aportan se refieren, pues, al extremo meridional marroquí. Ciertamente están en el límite del mundo negro pero no lo penetran. El Periplo de Hannón es falso, si no completamente, al menos en gran parte 2 5. Es un escrito amañado donde se entremezclan aportaciones de Heródoto, Polibio, Posidonio, del pseudo-Escilax, y que debe datar del siglo 1. Más serios son los escritos de esos autores precisamente. Heródoto se hace eco del comercio mudo que practicaban los cariagineses en el sur marroquí. El continuador del pseudo- 20 En los Monumema de Mommsen, tomo 9/1-2 (1892), 11 (1894) y 13 (1898), se encuentran el texto de Víctor de Vita en el tomo 3-1 (i879), editado por C. Holm, y el texto de Corippus en el tomo 3-2 (1879), editado por J. Partscb. 21 Sobre el Africa vándala y bizantina disponemos de dos obras modernas fundamentales que ofrecen en detalles las fuentes utilizables: Christiam Courtois, 1955, y C. Diehl, 1959. Para· la época alta, Histoire ancienne der Afr/que du Nord, de S. Gsell, anticuada, pero que hay que consultar siempre. 22 Descriptio orbis romani, ed. Gelzer. 23 Sobre las deformaciones nacidas de una lectura parcial de los textos, la critica de la historiogra- fía occidental presentada por Abdallah Laroui es tan apropiada como notablemente informada (1970). 24 R. Mauny, 1970, págs. 87-1 U. · 25 Ibíd., pág. 98¡ Tauxier, 1882, págs. 15-37; G. Germain, 1957. págs. 205-248.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 123 Escilax (siglo - IV) nos da, a su vez, valiosas informaciones sobre las relaciones entre los cartagineses y los libiobereberes. Pero, sobre todo; una vez más es Polibio quien nos ofrece la fuente más verídica. Los fragmentos de su texto, interpolados con Plinio el Viejo, nos ofrecen los primeros topónimos identifica- bles de la antigüedad, aunque también su información se detiene en el cabo Juby. Habría que completarla, para el archipiélago de las Canarias, con las noticias de Juba. II recogidas por Plinio, Estrabón y Diodoro de Sicilia. Los demás historia- dores-geógrafos del siglo I antes y después de nuestra era no han hecho más que compilar a los autores anteriores, salvo en algunos detalles. Por último, en el siglo II, Ptolomeo, que prosigue a todos sus predecesores, fundándose principalmente en Posidonio y Marino de Tiro, consigna en su Geografia el conocimiento más avanzado que haya tenido la antigüedad de los contornos de Africa 26• El mapa de la «Libia interior» que nos ha dejado, por otra parte, el geógrafo alejandrino ha podido echar mano de las informaciones recogidas por el ejército romano, cuando sus expediciones punitivas más allá del limes hasta FezáD': la de Balbo en -19, la de Flaco en + 70, la de Materno en + 86, que es la que, más penetró en el desierto libio 27. Han sobrevivido a la antigüedad diversos nombres de pueblos y de regio- nes: Mauritania, Libia, garamantes, getulos, númidas, Hespérides y hasta Níger, adelantado por Ptolomeo y usado después por León el Africano y luego por los europeos modernos. Esa es una de las aportaciones de nuestros textos que, además de eso, más que datos reales nos facilitan la representación que los antiguos se hicieron de Africa. Las pocas indicaciones que pérduran afectan al desierto libio y a las cos.tas del Sáhara occidental; el Africa negra occidental queda marginada en todos esos textos. LA PRIMERA EDAD lSLAMICA (HACIA EL AÑO 622-1050) La conquista árabe y el establecimiento del Califato han tenido como consecuencia la unificación de dominios político-culturales hasta hace poco disociados (imperio sasánida, imperio bizantino), la ampliación del horizonte geográfico del hombre,. la modificación de las corrientes de intercambio y la penetración de pueblos hasta entonces desconocidos. Nada de extraño tiene, por tanto, que tengamos por primera vez informaciones cada vez más precisas sobre el mundo negro, tanto del Este como del Oeste. Pero cuando Egipto y el Magreb se integraban en el cuerpo del Imperio y después en el de la comunidad islámica, el mundo negro formaba parte simplemente de la esfera de influencia islámica, de donde surge una información parcelaria, deslabazada y a veces mítica, pero que resulta, sin embargo, valiosa. Si se exceptúan las fuentes archivísticas, cuya tradición se continúa en Egipto (papiros coptos y griegos de Afrodita, papiros árabes de Fayum y de Ashmu- 26 Yusuf K,amel, «Monumenta», op. cit., t. II, fase. 1, págs. 116 y sigts.; R. Mauny, «L'Ouest africain chez Ptolomée», en Actes de la JI Co,ifere11ce lmernacio11a/ des Ajricanistes de /'Ouest, Bissau, 1947. 27 Mario de Tyr, una de.las fuentes de Tolomeo, se ha hecho eco de él; cf. Yusuf Kamel; t, I, 1926, . pág. 73.124 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA nayn 28 y, por último, en el siglo x, algunos documentos de archivos fatimitas) y que son, pues, específicos de ese país, la mayor parte de nuestras fuentes, narrativas en sentido amplio o indirecto, es común a toda Africa. Ese es un rasgo patente en lo que concierne a los escritos geográficos y que es visibl.e en muchos textos jurídicos. Parece también más cómodo proceder aquí a un inventario por géneros, señalando, sin embargo, la sucesión cronológica y sin perder de vista la estructura regional. Las crónicas a) No disponemos de crónica alguna antes del siglo IX. Pero es en el siglo vm cuando se elaboró la información oral, y como centro incuestionable Egipto, salvo para la costa oriental de Africa, en unión comercial directa con el lrak meridional. Por otra parte, el carácter excéntrico de Egipto, del Magreb y, afortiori, de Sudán ha hecho que, incluso en el siglo IX, siglo de explosión de la historiografía árabe, le sea destinado un·rincón en los grandes «ta'rikh» 29 (al-Tabari, al-Dinawari, al- Baliidhori de los Ansiib al-Ashraf) centrad9s sobre Oriente. Ha de hacerse una excepción con una crónica casi desconocida !\asta época reciente: el ta'rikh de Khalifa b. Khayyiit 30. Ese libro no es sólo la obra analística árabe más antigua Qg}alifa murió en 240 H.), sino que conservó materiales antiguos descuidados por· al-Tabari; en particular, sus indicaciones sobre la conquista del Magreb son de primera importancia. Cuando la tradición de los M afl!!.iizi medineses ha dejado en la sombra la conquista de Egipto y del Magreb, cuyos únicos rasgos sobresalien- tes emergen lacónicamente en los Futüh al-Bultiin de Baliidhori, un jurista egipcio se dedica a ella exclusivamente en una obra que es el documento más importante del siglo IX. Los Futüh M/sr wa-l-Maghrib 3 t de Ibn Add al-I:Iakam, asimilábles a una crónica o a una obra de ma~iizi, son en realidad una colección de tradiciones jurídicas que penetran en la historia 32. 28 Los trabajos de Grohmann tienen autoridad: Arabic papyri in the Egyptian Librar y, 5 volúmenes, 1934-1959; Einführung 1md Chrestomathie der Arabische11 Papyrus-killde, Praga, 1955. Los papiros griegos y coptos han sidó estudiados por H. Bell. Para las actas fatimitas: Shayyal, Majmu ar al-Watha iq a/-Fatimiyya, El Cairo, 1958. 29 Sin embargo, es importante señalar que uno de los primeros historiógrafos árabes, 'Umar b. Shabba, nos ha legado el testimonio árabe más antiguo que se refiere a los negros, texto referido por al- Tabarl, Ta:rith, t. VII', págs. 609-614. Se trata de la rebelión de los «Sodan» en Medina en h. 145-762, que atestigua una fuerte presencia africana en la época alta. Ese texto no ha sido estudiado hasta ahora. Jo Editado en Najaf, en 1965, por Umari, con un prefacio de A. S. Al-Ali, 344 págs. 3 - 1 Editado por Torrey en 1922, traducido parcialmente por Gateau, reeditado en El Cáiro por 'Amir en 1961. Sobre las precauciones que hay que tomar para su utilización: R. Brunschwig, «lbn Abd al Hakam y la conquista de Africa del Norte por los árabes», A,ma/es de l:Jnstilllt d'Etudes orientales d'A/ger, VI, 1942-47, estudio hipercrítico que, a nuestro parecer, no debe mermar la aportación de ese texto, capital para Egipto, útil para lfriqueya e importante para. el mundo negro [eventuales contactos de Uqba con Fezzan. negados por Brunschwig en otro artículo, y famoso acuerdo (Baqt) con los nubios]. 32 No hay mucho que sacar de un compilador tardío, Ubayd Allah b. Salih descubierto y exaltado por E. Levi-Provem;al, cf.. Arabica, 1954, págs. 35-42, como una fuente nueva de la conquista del Magreb. E. Levi-Provem;al es seguido en su juicio por Mauny en «Tableau», obr. cit., pág. 34, cuyo análisis de las fuentes árabes, aplicado y exhaustivo, no se preocupa mucho de-la crítica rigurosa.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 125 b) Tras un Siglo de silencio 33 (850-950), aparece una obra fundamental que no ha sido aprovechada en todas sus dimensiones: el Kitiib Wulat Misr wa Qudhatuha, de Kindi (m. 961); esa obra biográfica, que no es pero que se puede asimilar a una crónica, no sólo encierra datos precisos y de primera mano sobre Egipto sino que -por el hecho de los lazos primeros de esa provincia con el Magreb- .se revela como una de las fuentes más seguras para el conocimiento del Magreb en el siglo VIII 34. El siglo x es el siglo ismaelí del Islam, y en primer lugar del Islam africano: se consultarán, pues, escritos sihitas como la Sirat al-Hajíb Ja far, pero, sobre todo, la lfitiih al-Da wa del cadi al-Nu'Man,.obra fundamental que no descubre muchos datos, pero que es rica en informaciones sobre los comienzos del movimiento fatimita 35 . e) La primera mitad del siglo IX vio la redacción del famoso Ta'rikh de al- Raqiq (m. 1028), obra fundamental tenida por perdida, aunque lo esencial suyo ha sido recompuesto por compiladores posteriores, como Ibn-al-Idhari. Reciente- mente, un fragmento dedicado a la alta época ifriquiana, descubierto por el marroquí Mannüni, ha sido editado en Túnez (1968) por «M. Kaabi», sin que tengamos la certeza en cuanto a su atribución a Raqiq 36• En todas esas crónicas, el lugar concedido al Africa negra es mínimo. Por otro lado, las crónicas exigen del historiador una crítica rigurosa y una confrontación perpetua de sus datos, pero también la confrontación de los datos de orígenes diversos. Sobre todo, el historiador del Magreb y de Egipto no debería detenerse ahí: es necesidad absoluta un profundo conocimiento del Oriente. La frecuenta- ción de esas fuentes debe, pues, completarse con el uso asiduo y profundo de las crónicas orientales clásicas. Fuentes geográficas Son importantes y numerosas a partir del siglo IX. Bien pertenezcan al género cartográfico de la Sarat al-Ardh ilustrado por al-Kh warizmi, a la geografía administrativa, a la categoría de los itinerarios y países ( Masiilík), o simplemente a la del viaje más o menos novelado, los escritos geográficos árabes ilustran una voluntad de aprehensión de la totalidad del oekumené. No tiene nada de extra- ño, pues, que el Africa negra esté representada en ellas y que esas fuentes sean el elemento fundamental en nuestro conocimiento de esa Africa. La colección exhaustiva realizada por Kubbel y Matve'iev 37, que se detiene en el siglo xn, muestra que, de los 40 autores de. los que ha hablado, 21 son geógr:afos cuyos textos resultan los más ricos en material. Pero no se podría sacar de esas fuentes un provecho real sin un trabajo crítico previo. El historiador del Africa negra debe 33 A excepción de algunas crónicas anónimas interesantes, como al-Iman wa-s-Siyiisa, El Cairo, 1904, del Seudo-Ibn Qutaiba y el anónimo Akhba.r Madjmu'a, Madrid, 1867. 34 Editado por R. Guest en 1912 y reeditado en Beirut, en 1959. 35 Publicado en Túnez por M. Dachraoui y t¡tmbién en Beirut. 36 M. Talbi ha negado tajantemente la paternidad de Raq!q, en Cahiers de Tunisie, XIX, 191'7, págs. 19 y sigts., sin llegar, no obstante, a convencer. Por tanto, la incertidumbre subsiste. 37 L. Kubbel y V. Matveiev, 1960 y 1965. Ver también J. Cuoq.126 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA colocar de nuevo las obras geográficas árabes en su contexto cultural propio. ¿En qué medida, por ejemplo, tal descripción corresponde a la realidad y en qué otra no es más que un reflejo de los temas manidos del Adab con sus diversos componentes 38? ¿Cuál es la parte de la herencia griega, de la herencia iraní, d.e la tradición árabe propia, y cuál la de la compilación y la de la observación concreta? Pero, por otro lado, la crítica debe ejercitarse sobre esos textos del interior, es decir, a partir de un conocimiento profundo de la historia africana, cuidándose de leer esa historia partiendo únicamente de fuentes geográficas para lo esencial. Pero el punto de vista estrictamente ideológico de aquellos que, por «islamofobia» 39, afán mal orientado de una africanidad concebida como replega- da sobre sí misma, rechazan el examen profundo de esas fuentes, es inaceptable 4°. De la pléyade de geógrafos que, de la mitad del siglo IX a mediados del XI, han dedicado un lugar a Africa -casi todos están en ese caso-, sólo algunos aportan una información original y seria: Ibn Khordadhbeh, Ya'l.<üb (m. 897), al-Mas'üdi (965), Ibn l:fawl.<al (977) y al-Biruni 41 . Ya'küb viajó a Egipto y al Magreb, de los que nos ha dejado un cuadro sustancial. Tanto en su Ta'rikh como en sus Bül- dan42 nos facilita numerosas informaciones sobre el mundo negro: sobre Etiopía, Sudán, Nubia, los bejja, los zendj. En Sudán menciona a los zghawa del Kanem y describe su hábitat; describe también el importante reino de Ghana, y con ese motivo trata del problema del oro, como también de los esclavos cuando habla de Fezán. Los Masalik4: 3 de lbn l:fawl.<al son aún más detallados. Visitó Nubia y quizás el Sudán occidental; su descripción vale sobre todo por la idea que da de las relaciones comerciales entre el Magreb y Sudán. Casi todos los demás geó- grafos del siglo X proporcionan anotaciones sobre el Africa negra: Ibn al-Fal.<Ih, sobre Ghana y Kuki; el viajero Buzurg Ibn Shariyar, sobre la costa oriental y los zendj-; Muhallabi, quien conservó en su tratado fragmentos de Uswani. En fin,_ las Praderas del oro, de Mas'üdi (965), es rica en informaciones sobre los zendj y la costa oriental. Esos textos llamaron muy pronto la atención de los especialistas africanistas y orientalistas, como Delafosse, Cerulli 44, Kramers 45 , Mauny 46. 38 A. Miquel, 1967 y 1975. 39 Ver, a este respecto, la postura muy crítica de J. Frobenius y la de J. Rouéh: Contribucion a /'histoire des.Songhay, Dakar; 1953, que denuncia, sobre·todo, la deformación ideológica de las cróni- cas sudanesas. 40 Es cierto que esos textos·se refieren, sobre todo, al cinturón sudanés y que, por eso mismo, una lectura unilateral de las fuentes árabes, sin la ayuda.de la arqueología, puede falsear las perspectivas. Pero es falso decir que los autores árabes adolecen de falta ·de objetividad. En cuanto a reprocharles el carácter fragmentario y desordenado de ·sus escrit.os, es abandonar el punto de vista del -historiador para tornar sólo el del historiador de la literatura. Se encontrarán Juicios matizados en N. Levtzion. Asimismo será útil referirse a la conferencia de l. Hrbek en el XII Congreso Internacional de Ciencias Históricas, en Viena (Actas, pág. 311 y sigts.). Ver tambien T. Lewicki: Perspectives nouvelles sur /'histoire africaine, informe del Congreso de Dar-es-Salaain, 1971, y Arabic excernal sourcesfor che History of A/rica to the South of the Sahara, Wroclaw-Varsovia-Cracovia, 1969, 41 Ver Courrier de l'Unesco, junio 1974. 42 Editado en la Bibliotheca Geographorwn arabicorum, t. VII, de Goeje, como la mayor parte de los geógrafos árabes. La traducción de G. Wist, con el título de Livre des Pays, es útil pero no siempre exacta. 43 Kiráb al-Masá/ik wa-1-Mamálik, B. G. A. 11; L. Kubbel y V. Matveiev, 11, págs. 33 y ·sigts. 44 Documenti arabi per la storia del/ Etlriopia, 1931. 45 Djughráfiyii, Enciclopedia del Islam; CErychrée décrite dans une source arabe du X' siéde, Atti del XIX Congresso degli Orientalisti, Roma, 1938. 46 El primer capítulo de su Tab/eau es un inventario sistemático de las fuentes geográficas.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 127 Fuentes jurídicas y religiosas Los tratados de derecho y los v1aJes hagiográficos de Tabaqiit, desde la Mudawwana de Sahnün hasta los tratados khiiri~j_itas son una mina de informa- ciones para el Magreb; algunos son utilizables para la zona sahariana en contacto con el Africa negra. La crónica sobre los imanes rustemitas de Tiihert de Ibn al- Sa~ir (comienzos del siglo X) 47 nos permite afirmar la existencia, desde finales del siglo vrn, de vínculos comerciales entre el principado ibadita y Gao, como también permite, completada por compilaciones posteriores como las Siyar de al- Wisyáni, extender esa realidad a toda la orilla sahariana del Africa del Norte. Pero esas fuentes hagiográficas sólo ofrecen su información de modo alusivo. Y deben ser leídas en el cañamazo de una problemática fijada de antemano, constantemen- te recortadas por otros tipos de fuentes. No autorizan, a nuestro parecer, ·construcciones y deducciones tan atrevidas como la que propone Lewicki. LA SEGUNDA EDAD ISLAMICA (1050-1450) Lo que caracteriza a ese largo período es la riqueza, calidad y variedad de nuestra información. Las fuentes archivísticas, siempre secundarias con relación a los escritos <<literarios», son, sin embargo, importantes: documentos de la Geniza, cartas almorávides y almohades, actas de Waqf, fetwas, documentos italianos, piezas oficiales interpuestas en las grandes compilaciones. Los cronistas producen obras de primer orden que valen tanto por la observación de los hechos contemporáneos como porque reproducen las antiguas fuentes perdidas. En fin, para el Africa negra, nuestros conocimientos alcanzan su apogeo mientras que aparecen, c_on los manuscritos etíopes, nuevos documentos africanos. F~entes archivísticas Valen únicamente para Egipto y el Magreb. a) Disponemos actualmente de los documentos de la Geniza, de El Cairo, que cubren toda la época en cuestión; la mayor parte, sin embargo, son de época fatimita y sólo algunos pertenecen a los siglos mamelucos. Esos documentos constituyen una mezcolanza de papeles de familia, de correspondencia comercial, que reflejan las preocupaciones de la comunidad judía de Egipto y de otros lugares. Escritos en lengua árabe y car-acteFes hebraicos no fechados, su utilización exige un cíerto número de precauciones técnicas. Tal como son, representan una mina inagotable de informaciones 48 . 47 Publicada en las Actes du XI V Congres international des orientalistes (3.ª parte), 1908, y estudiada por T. Lewicki, 1971, vol. XJll, págs. 1 I 9 y sigts. 48 Los trabajos de S. D. Goitein tienen autoridad: artículo «Geniza», en E. l., 2,ª edic.; The Cairo Geniza as sourcefor mediterranean social history, Journal ofthe American Oriental Society; 1960. S. D. Goitein ha comenzado a publicar un estudio muy importante sobre las fuentes de la Geniza: «A meditemmean Society: the jewish· communities oí the arab worl as portrayed in the Documents of the Cairo Geniza», vol. 1, Economics Founqatio11s, Berkeley-Los Angeles, 1967. S. Shaked, A centátive bibliogra¡ihy of Geniza documents, París-La Haya, 1964; H. Rabie, 1972, págs. 1-3. Gran número de esos documentos se encuentra en el British Museum y en Cambridge.128 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Se pueden colocar en la misma categoría -la de archivos privados- las actas de W aqf, numerosas para la época mameluca y conservadas por el Tribunal del Estatuto personal de El Cairo 49, a:sí como los fetwas, de época hafsida. b) A caballo entre el dominio privado y el dominio público están, en cambio, los documentos europeos que se refieren a Egipto y al Magreb, fechados en los siglos XII, xm y XIV, y que se encuentran en Venecia, Génova, Pisa y Barcelona. Están conservados en archivos públicos y privados y se componen de tratados, contratos, cartas, referentes ordinariamente a relaciones comerciales. Solamente algunos han sido publicados por Amari y Mas-Latrie 50. Proporcionan en su conjunto una masa documental susceptible de ampliar el campo de la investiga- ción en el tema de la historia económica y social. e) Propiamente hablando, no tenemos archivos de Estado relativos a esa época. Pero documentos oficiales almorávides y almohades fueron conservados y publicados, arrojando ·una nueva luz sobre la ideología y las instituciones segre- gadas por los dos movimientos imperiales 51 . «Se comienza -dice a este respecto Laroui- por ver el almohadismo desde el interior: ya no es imposible escribir una historia religiosa y política de la dinastía» 52 . En una época más baja, encontramos en Egipto enciclopedias histórico-jurídicas que han compilado numerosos documentos oficiales: la descripción detallada que nos ofrecen de las estructuras fiscales e institucionales de Egipto proviene en general de una consulta previa de documentos públicos. En ese género semiarchivístico, semicronístico, se pueden colocar los Qawiin'in al-dawaw'in, de Mammati (época ayubita), el «Min- hiidj de Makhzüm», Subh-al-a-shaal-~allc,ashandi (siglo XIV); las numerosas obras de al-Malcrizi, como las inapreciables Khitat (siglo xv) 53 . Al-Malcrizi es una fuente valiosa no sólo para toda la historia del Egipto islámico, sino igualmente para la de Nubia, Sudán y Etiopía 54. Fuentes narrativas a) Crónicas: Tras un siglo de silencio -el siglo XII en el curso del cual apenas encontramos más que el anónimo al-Istibsar y obras menores-, los siglos XIII y XIV nos ofrecen una gran cantidad de crónicas ricas desde todos los puntos de vista, desde el Kamil de Ibn al-Athir hasta el Kitiib al-lbar de Ibn Khaldün, pasando por Ibn ldhari, al-Nuwairi, lbn Abi Zar, al-Dhahabi. Testigos de su tiempo, esos hombres habían realizado además un esfuerzo de síntesis en lo que se 49 Rabie, 1972, págs. 6-8 y 200. 50 Amari, 1 diplomi arabi del R. Archivio Fiorentino, Florencia, 1863; Mas-Latrie, Trairés de paix er de commerce et documents- divers concernant les relations des Chrétiens avec les Arabes tf' Afrique septentrionale au Moyen Age, París, 1866, suplemento 1872. 51 Lettres ofjicielles almoravides, editadas por H. Munis y A. M. Makki; Treme-sept lectres ofjicielles almohades, editadas y traducidas por E. Levi-Provenc;al, París, 1928. 52 A. Laroui, 1970, pág. 162. 53 Rabie, 1972, págs. 10-20. 54 Su Kitab al-Jlmam nos facilita la lista de los reinos musulmanes de Etiopía, tomada -es cierto- de Umañ. Un resumen ha sido publicada en Leyde, en 1790, con el título de Historia regum islamicorum in Abyssinia.FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 129 refiere a siglos pasados. Nuwaiñ es tan importante para los mamelucos como para la conquista del Magreb 55 ; Ibn Idhari para la historia almohade tanto como para todo el pasado de Ifri_!ya; lbn Khaldün, en fin, suprema autoridad en materia de historia de Africa. b) Geografía: Los tratados de geografía abundan durante esos cuatro siglos. Su valor es desigual en sí y según la región a que se refieren. Dos geógrafos se destacan de los demás por la amplitud y la calidad de sus observaciones: al-Bakri (1068), en el siglo XI, y al-Umari (m. 1342), en el siglo XIV. Aunque una obra tan notoria como la de Idrisi es discutible y discutida, podemos espigar informaciones originales .en obras. geográficas menos conocidas: la de Ibn Sa'id, por ejemplo, tan interesante para Sudán 56 . Los Masalik y Namalik 51 , de Bakri, representan «el apogeo» de nuestros conocimientos geográficos del Magreb y de Sudán; Bakñ personalmente no viajó por esas regiones, pero utilizó con inteligencia las notas de al-Warraq, hoy perdidas, tanto como las informaciones de los mercaderes y viajeros. El Libro de Roger, de al-.Idrisi (1154), en trámites de edición en Italia, utiliza mucho a sus predecesores. Confusa cuando trata de Eiiopía, su descripción se hace más clara con el Africa occidental. Aquí y allá, sin embargo, se desliza alguna anotación original y a veces valiosa. La Geografía, de Ibr, Sa'id al-Gharnata (antes de 1288), está sacada de ldrisi en su descripción de Etiopía, aunque en ella se encuentran informaciones nuevas. Pero su principal interés proviene de su descripción del Sudán, ampliamente tributaria de los escritos de un viajero del siglo XII: lbn Fatima. La obra capital del siglo XIV para el historiador del Africa negra es la de al-Umari": Masalik al Absar58 • Testimonio de un observador de primer orden, es nuestra principal fuente para el estudio del reino de Malí, tanto en su organización interna como en sus relaciones con Egipto y el Islam. Pero es también el informe árabe más rico que tenemos sobre los Estados musulmanes de Abisinia en el siglo XIV. La obra de· al-Umari plantea, por encima del interés de su descripción, el problema de la emergencia del Estado en Sudán y el de la islamización, como tres siglos antes al- Bakri planteó el del gran comercio del oro. Este último evoca la profundidad de los vínculos entre el Magreb y Sudán; el primero sugiere el desplazamiento de esos vínculos hacia Egipto. La obra de U mari hay que completarla por la de un observador directo de la realidad sudanesa y magrebí: Ibn Batüua. Pero los geógrafos menores y los autores de relaciones de viajes son numero- 55 Pero ese fragmento está aún manuscrito en la Biblioteca Nacional de El Cáito. Subrayemos que 'lbn Shaddad que ha escrito una historia, actualmente perdida, de Kairouan, está considerado como una de las fuentes principales de lbn AI-Athir y de Nuwairi. Recientemente, lin anónimo, el Kiriio ar U yun, editado en Damasco por M. Saidi, aporta informaciones interesantes sobre el Magreb. 56 Para una lista exhaustiva de ios geógrafos, ver L Kubbel y V. Matveiev, a completar con el primer capítulo de R. Mauny, 1961, por la reseña de T. Lewicki, 1971, y por la introducción de la tesis de A. Miquel, 1967. 57 Publicado y traducido por Slane con el título de Description de r Afrique septentrional, París, 1911. . 58 Traducida parcialmente por M. GaudefroysDemombynes con el título de Afrique moins fEgypte, París, 1927.• Manuscrito árabe (reverso), núm. 2291,.jolio 103 - lb11 Balluta (2.ª parte); se refiere a Malí (fot. Bib/ic. Nac. París).FUENTES ESCRITAS ANTERIORES AL SIGLO XV 131 sos y deben ser consultados de todos modos. Citemos a al-Zuhri (siglo XII), Ya~üt, al-Dimash~i (siglo XIV), la geografía llamada mozhafferiana, lbn Jubayr, al- BaB!!dadi, Abdari, Tijani, al-Balawi, al-Himyari. e) Fuentes de inspiración religiosa y literaria. Las fuentes religiosas proceden de horizontes variados. Anotemos las obras de Taba~át y de hagiógrafos sunitas, ~ari_gjitas, marabúticos y hasta cristianos (que proceden de la comunidad copta). Citernos también los manuscritos de las iglesias etí9pes que reproducen en sus márgenes documentos oficiales. Todos esos escritos se revelan útiles no sólo para el conocimiento de la evolución de la sensibilidad religiosa y del n"íúndo religioso, sino igualmente para la del mundo social. Una obra corno el Riya~,_de Malik, u otra como los Madarik, de Iyadh, son ricas en anotaciones sociológicas disemina- das en el curso de su exposición. Las fuentes khari~itas, como .sabemos, son primordiales para toda la zona sahariana del Magreb, zona de contacto con los negros. Al-Wisyani, Darjini, Abu' Zakariya y hasta un autor tardío como al- Shammakhi son sus principales representantes. En fin, toda la masa de material en lengua árabe o en copto producida en el Egipto medieval por la Iglesia local, ilumina las relaciones entre iglesias y las relaciones entre la jerarquía eclesiástica y el Estado 59. Las fuentes propiamente literarias son numerosas para ese período; se refieren casi exclusivamente al Magreb y a Egipto. Un lugar aparte en esa categoría merecen Ras al' Ain, de al-Qahi al Fadhil, y sobre todo el gran diccionario de Safadi: al-Wafibi-1 Wafayat. Así, en esa segunda edad islámica, nuestra documentación parece abundante, variada y generalmente de buena calidad, lo cual contrasta con el período precedente. En el Africa propiamente islámica, esos escritos proyectan una viva luz sobre el funcionamiento de las instituciones y sobre el movimiento de la historia profunda. Ya no se limitan a trazarn<;>s el simple cuadro político. En el Africa negra, el si'glo XIV'es el del apogeo de nuestros conocimientos a la espera de que documentos europeos y autóctonos nos permitan profundizar dichos conoci- mientos y ampliar el campo a zonas que hasta ahora quedan -en la sombra. CONCLUSION Sería inexacto pensar que el estado de las fuentes escritas del continente africano antes del siglo xves de una penuria desesperante, pero es también cierto, que, en conjunto, Africa está menos provista que Europa o Asia. Aunque una gran parte del continente se encuentra totalmente desprovista de fuentes escritas, para el resto el conocimiento histórico es posible y se funda -en el caso de Egipto~ en una documentación excepcionalmente rica. Es decir, que una explotación rigurosa y juiciosa de esos textos, a falta de descubr:imientos improbables, puede aportar todavía mucho. Por consiguiente, es urgente dedicarse a un trabajo de crítica textual, de reediciones, de confrontaciones y traducciones, trabajo ya iniciado por algunos pioneros y que debe proseguirse. s• Patro/ogie oriental('., colección esenciaL Entre las obras que nos interesan, citemos las de Severo de Alejandrja (siglo 1) y de lbn Mufrah (siglo XI), interesantes para Etiopí¡¡; Kitab Siyar al-Aba al- Batáriqa. Cf. también Miguel el Sirio, edic. trad. Chabot, 3 vols., 1899-1910.132 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Por otro lado, aunque nuestras fuentes han sido redactadas en el marco de culturas «universales», cuyo punto focal se situa fuera de Africa --culturas «clásicas», cultura islámica-, tienen la ventaja de ser en su mayor parte comunes y pueden, por tanto, ser leídas en una perspectiva africana, con la vigilancia necesaria, sin embargo, en contra de todo supuesto ideológico. Eso es particular- mente cierto sobre las fuentes árabes que siguen siendo la base esencial de nuestros conocimientos. Su exterioridad relativa o absoluta con relación a su objeto no resta nada a su valor, a no ser por el hecho de la distancia. Así pues, aunque las diferencias socioculturales deben ser reconocidas, es preciso que esas fuentes pongan en práctica una cierta solidaridad de comunicación africana a la que, hasta ahí, islamizantes y africanistas no siempre han sido sensibles.Capítulo 6 FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL ·SIGLO XV l. HRBEK Paralelamente a los profundos cambios ocurridos en el mundo, y en particular en Africa, a finales del siglo XV y principios del XVI, se observan también cambios en el carácter, procedencia y volumen de los materiales escritos que sirven de fuente para la historia ·de Africa. Por comparación con el período precedente, se puede distinguir determinado número de tendencias nuevas en la producción de esos materiales, perteneciendo algunos al conjunto del continente y otros sólo a . ciertas partes, en general, del Africa al sur del Sáhara. En primer lugar, en unión con el crecimiento continuo de las fuentes narrati- vas de toda clase (relatos de viajeros, descripciones, crónicas, etc.) se ve aparecer ahora en gran número nuevos materiales primarios, como Correspondencia e informes oficiales, de comerciantes y misioneros; contratos y otros documentos de archivos, que antes no se encontraban inás que·de forma esporádica. La abundan- cia creciente de .esos materiales es una ayuda muy eficaz para el historiador, pero, al mismo tiempo, se hace cada vez más difícil tener de ellos una visión de conjunto. Por otro lado, podemos observar una disminución muy clara del volumen de las fuentes narrativas árabes para el Africa al sur del Sáhara. En cambio, ese período es el que ha vivido la eclosión de la literatura histórica escrita en árabe por autóctonos, y sólo a partir de esa época es cuando podemos oír voces de auténticos africanos hablar de su propia historia. Los primeros ejemplos, que son también los mejor conocidos, de esa historiografía local provienen del cinturón sudanés y de la costa oriental de Africa; en las demás partes del Africa tropical, esa evolución se realizará más tarde. En el transcurso de los dos últimos años, los africanos comenzaron también a escribir en sus propias lenguas, utilizando primero el alfabeto árabe (por ejemplo, en kiswahili, hawsa, fulfulde, kanembu, diula, malgache) y después el alfabeto latino¡ existen también materiales histórico~ (y otros) en escrituras de. origen puramente africano, tales como los alfabetos bamoum y vai La tercera tendencia, corolario de la precedente, consiste en la aparición de• Facsímil de manuscrito Bamoun (fot. JFAN).FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 135 una literatura escrita en inglés (y, en menor medida, en otras lenguas europeas) por africanos, esclavos liberados o sus descendientes en América, conscientes de su pasado africano. En fin, las fuentes árabes ceden progresivamente el lugar a relatos en diversas lenguas europeas; el numero de las obras de esa naturaleza aumenta progresiva- mente, y en lós siglos XIX y xx llega a ser tal que los libros que indican las referencias bibliográficas podrían contarse por decenas. A pesar de esos cambios, ha habido, naturalmente, una continuidad en la historiografía de ciertas partes de Africa, en particular en las de Egipto, Magreb y Etiopía. En esos países, los cronistas y biógrafos han continuado una tradición heredada del período anterior. Aunque en Egipto y en menor escala en Etiopía se observa cierto declive en la calidad e incluso en la cantidad de esas obras, el Magreb y sobre todo Marruecos continuaron produciendo eruditos competentes cuyas contribuciones a la historia de sus países son considerables. La evolución de la situación aparece también en las zonas geográficas cubiertas por fuentes escritas. Mientras que antes del siglo XVI las orillas dél Sahel sudanés y una banda estrecha sobre la costa esteafricana formaban el límite del conocimiento geográfico y, por consiguiente, histórico, los tiempos nuevos van a añadir progresivamente nuevas regiones que las fuentes de esa naturaleza habían ignorado hasta entonces. El número y la calidad de esas fuentes varían, natural- mente, de manera considerable de una. región a otra y de un siglo a otro, siendo aún muy compleja la clasificación por lengua, carácter, objetivo y origen de esos documentos. En general, la expansión va a desarrollarse desde la costa hacia el interior. Pero el movimiento era bastante lento, y sólo a finales del siglo XVIII se acelerará de manera sensible. La costa africana y sus inmediatas tierras interiores habían sido sumariamente descritas por los portugueses desde el siglo xv. En el curso de los siglos siguientes, las fuentes escritas, ya en numerosas lenguas, comenzaron a dar informaciones más abundantes y detalladas sobre las poblaciones costeras. Los europeos penetraron en el interior de sólo un pequeño número de regiones (Senegal y Gambia, delta del Níger y Benin; reino del Congo y a lo largo del Zambeze hasta el Imperio de Monomotapa), añadiéndolas así al dominio de las fuentes escritas. En la misma época, algunas partes de Aftica, hasta entonces· casi inexploradas, comenzaron a ser conocidas, como, por ejemplo, la costa del sudoeste y Madagascar. Las fuentes escritas en árabe cubrían un territorio mucho más amplio; la escuela histórica sudanesa, a medida que obtenía informaciones sobre regiones anteriormente desconocidas, se extiende a otros países, sobre todo hacia el sur, de suerte que en el siglo XIX se puede considerar que toda la zona situada entre el Sáhara y el bosque -y en ciertos puntos hasta la costa- estaba cubierta por fuentes escritas locales .. Pero vastas porciones del interior debieron esperar hasta el siglo XIX la producción de las primeras crónicas dignas de fe. En las regiones costeras comprobamos importantes diferencias en lo que se refiere a la información histórica: en su conjunto, la costa atlántica está mejor provista de documentos escritos que la costa oriental, y la cantidad de los materiales que existen para el antiguo Congo, Senegambia y la costa entre el cabo136 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Palmas y el delta del Níger es mucho mayor que la que existe para Liberia, Camerún, Gabón o Namibia, por ejemplo. La situación varía también según las épocas: la costa oriental, Benin o Etiopía proporcionan mucha más información escrita en los siglos XVI y XVll que en el XVIII, y el Sáhara más durante la primera mitad del XIX que durante la segunda. Dado que la distribución de los materiales según espado, tiempo y carácter resulta irregular como según su origen y lengua, es. preferible examinarlos con criterios variados en lugar de sujetarse a un solo procedimiento; los presentare- mos, pues, en ciertos casos por regiones geográficas y en otro~ según su origen y su carácter. AFRICA DEL NORTE Y ETIOPlA AFRICA DEL NORTE La situación en lo que se refiere a los materiales para el Africa del Norte arabófona ha experimentado, como en otras partes del continente, profundos cambios con relación al período anterior. Esos cambios no afectan tanto a las crónicas históricas locales, que continuaron como antes anotando los aconteci- mientos principales según el modo tradicional. Entre los cronistas y .compiladores de esa época no hubo personalidad importante como la de los.grandes historiado- res de la Edad Media, y el método crítico del historiador, preconizado por Ibn Khaldün, no fue proseguido por sus sucesores. Sólo en el siglo XX aparece la historiografía árabe moderna. Los cambios se refieren sobre todo a dos clases de fuentes: los documentos de archivos de orígenes diversos y los escritos de los europeos. Sólo a partir de principios del siglo XVI, los materiales primarios, en árabe y turco, comienzan a aparecer en mayor número. Los archivos otomanos son comparables a los más ricos archivos de Europa por su volumen e importancia, peto en aquella época eran aún raramente empleados y explotados por los historiadores de esa parte de Africa. También a dicho período corresponden los archivos secundarios de los países que habían pertenecido al Imperio otomano (Egipto, Tripolitania, Túnez y Argelia) 1 ; Marruecos es un caso aparte porque siempre ha conservado su independencia y sus archivos contendrán ricos materiales históricos 2 • Los documentos son, sobre todo, de los archivos gubernamentales, administrativos y jurídicos; los materiales que tratan del comercio, de la industria, de la vida social y cultural son menos numerosos, al menos, antes del siglo XIX. Eso proviene en parte de la ausencia de archivos privados, que proporcionan tantas informaciones valiosas para la historia económica y social de Europa. Para algunos países y ciertas épocas, se pueden colmar esas lagunas: los materiales que tratan de Marruecos, que se pueden encontrar en gran número de países europeos, han sido 1 Deny, J., 1930; Mantran, R., 1965; Le Tourneau, R., 1954. 2 Meknasi, A., 1953; Ayache, G., 1961.FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 137 reunidos y publicados en la obra monumental de Henri de Castries 3 . Colecciones análogas, o al menos regesta de los documentos relativos a los demás países de Africa del Norte, forman parte de las tareas más urgentes en el futuro inmediato. Si examinamos ahora las fuentes narrativas en árabe, comprobamos una disminución constante de la cantidad y calidad de los escritos históricos en Africa del Norte, con la única excepción de Marruecos, donde las escuelas tradicionales de cronistas continuaron proporcionando historias detalladas de las dos dinastías jerifianas hasta nuestros días 4 . Se puede citar, por ejemplo, Ma'sul, de Mokhtar Soussi, en 20 volúmenes, y una Historia de Tetuán, de Daoud, en curso de publicación. De la cadena ininterrumpida de historiadores no podemos indicar más que algunos nombres entre los más destacados. La dinastía Saedi ha encontrado un excelente historiador en al-úfrii.ni (m. h. 1738) 5, que cubrió los l!.ños 1511-1670; el período siguiente (1631-1812) tuvo la suerte de ser descrito detalladamente por el principal histor~ador marroquí desde la Edad Media, al~ Zii.y (m. 1833)6, mientras que al-Nii.~iri al-Slii.wi (m. 1897) escribió una historia general de su país que trata con todo detalle del siglo XIX, y combina los métodos tradicionales y modernos, utilizando además documentos de archivos. También escribió una obra geográfica que proporciona muchos materiales sobre la vida social y económica 7• A esas obras propiamente históricas hay que añadir las narraciones de. los viajeros, en su mayor pafte peregrinos, que describieron no sólo Marruecos, sino también los demás países árabes hasta Arabia. Los dos mejores relatos de esa naturaleza son taí vez los escritos por al-Ayyii.shi de Sijilmasa (m. 1679) y por Ahmad al-Darci, de Tamghrut, junto al Sáhara (m. 1738) 8 ; entre los textos interesantes se puede citar también el informe de el- Tamghruti, embajador de Marruecos ante la corte otomana en 1589-1591 9 , y la Rihla de lbn Othman, embajador de Marruecos ante ll!. corte de Madrid. En los países entre Marruecos y Egipto, las crónicas locales no eran ni tan abundantes ni de calidad semejante. En cuanto a Argelia hay historias anónimas en árabe y en turco de Aru y Khayruddin Barbarossa 10, así como una historia militar, que llega hasta el año 177~. por Mohammed el-Tilimsani 11 • Se puede describir la historia tunedna gracias a una serie de anales, desde el-Zarkachi (hasta 1525) 12 a Maddish el-Safa15;usi (m. 1818) 13. U na historia de Trípoli fue escrita por Mohammed Ghalboun (1739) 14. Las crónicas y biografías ibatitas, 3 Les sources inédites de /'histoire du Maroc, 24 vols., París. 1905-1951. 4 Levi-Proven~l, E, 1922; Mokbtar Soussi, Ma'sul, 20 vols. publicados; Daoud, Histoire de Tetouan. 5 Publicado y traducido por O. Houdas, París, 1889. 6 Publicado y traducido por O. Houdas, París, 1886. 7 Publicado en El Cairo, en 1894, en 4 vols. Numerosas traducciones parciales en francés y español. 8 Ambos traducidos por S. Berbrugger, París, 1846. 9 Traducido por H. de Castries, París, 1929. 10 Publicada por Nuruddin, Argel, 1934. 11 Traducida por A. Rousseau, Argel, 1841. 12 Traducidas por E. Pagna, Constantina, s. f. 13 Publicadas en Túnez, en 1903. 14 Publicada por Ettore Rossi, Bolonia, 1936. Existen también crónicas turcas de Tripolitania.138 METQDOLOGIA Y PREHISTO~IA AFRICANA como la de al-Shammakhi (m. 1524), merecen particular mención porque con- tienen muchas informaciones vahosas sobre el Sáhara y Sudán 15 . Las biografías o diccionarios biográficos, generales o especiales, casi siempre dedicados a personalidades de primera línea (letra9os,juristas, príncipes, místicos, escritores, etc.) combinan frecuentemente los materiales biográficos con relatos históricos e iluminan numerosos aspectos de la historia cultural y social. Las obras de ese género han sido abundantes en todos los países árabes, pero sobre todo en Marruecos. Incluso algunas poesías, a veces en dialectos locales, pueden servir de fuentes históricas, como, por ejemplo, los poemas satíricos del egipcio el- Sijazi (m. '1719), en los que describe los principales acontecimientos de su época 16 . Para la historia del Egipto otomano hay que recurrir a las crónicas que están aún en gran parte inéditas e inexploradas. El país no produjo durante ese período más que dos grandes historiadores, uno al comienzo de la dominación turca y el otro justamente en su final: Ibn Iyas (m. 1524) escribió día a día la historia de su época, facilitando así un lujo de detalles que pocas veces se encuentran en las obras de otros autores 17 ; el-Jabarti (m. 1822) es el cronista de los últimos días de la dominación turca, de la ocupación napoleónica y de la ascensión de Moham- med Alí, cubriendo, pues, un período crucial de la historia egipcia 18 . Aunque ya se hayan publicado muchas crónicas y obras históricas de todos los países árabes, existe aún un número mayor en forma de manuscritos, diseminados en gran número de bibliotecas en sus países de origen y fuera de ellos, a la espera de ser publicados y aprovechados. Durante ese período, los relatos de' los viajeros europeos adqUieren una importancia creciente. Aunque la postura antiislámica de sus autores les permita pocas veces aportar informaciones verdaderamente objetivas, contienen una gran cantidad de reflexiones y observaciones que no se encuentran en otra parte, puesto que los escritores locales consideraban muchos aspectos de la vida como banales y faltos de interés. La multitud de europeos -viajeros, embajadores, cónsules, negociantes y hasta prisioneros (entre los cuales estaba Miguel de Cervantes)- que han dejado sus recuerdos y descripciones más o menos detallados de los países del Magreb que habían visitado, no tiene fin; eso es quizás aún más cierto respecto a Egipto, que, a causa de su importancia comercial y la proximidad de Tierra Santa, atraía a gran número de visitantes 19• La monumental Descripción de Egipto en 24 volúmenes (París, 1821-1824), realizada por el personal científico de la expedición de Napoléon Bonaparte, presenta un interés particular; es una fuente inagotable de informaciones de toda clase sobre Egipto en vísperas de una nueva época .. En el siglo XIX las fuentes para la historia de Africa del Norte son tan abundantes como para cualquier país de Europa: las crónicas locales y los relatos de viajeros son relegados a .segundo plano por fuentes más objetivas: archivos, 15 Lewicki, T., 1961. 16 Aprovechados por El Ja:barti. 17 Wiet, G., Journal tfun bourgeois du Caiu. · 18 Numerosas ediciones;la traducción de.Chefik Mansour debe ponerse en tela de juicio, El Cairo, 1886-1896. 19 Carre, El Cairo, 1932.FUENTES .ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 139 estadísticas, periódicos y otros testigos directos. o indirectos qúe permiten a los historiadores emplear los métodos clásicos puestos a punto para la historia de Europa. Dos regiones de lengua árabe, Mauritania y el Sudán eriental, merecen un tratamiento por separado a causa de su particular situación. en los confines del mundo árabe. La naturaleza de las fuentes en esos dos países está caracterizada por el predominio de las biografías, las genealogías y la poesía sobre los anales históricos propiamente dichos, al menos hasta finales del siglo XVIII. Respecto a Mauritania, fueron publicadas por Ismael Hamet 20 diversas genealogías y biografías, a las que hay que añadir poemas y otros IJJ.ateriales folklóricos recogidos por René Basset y, más recientemente, por H. T. N orris 21 . El erudito mauritano Mukhtiir Wuld Hamidun ha emprendido activamente y con éxito el estudio de nuevos materiales. La primera obra propiamente histórica se remonta a los comienzos del presente siglo: el-Wasif, por Ahmad el-Shinqiti, que es una enciclopedia de la historia y de la cultura moras, pasadas y presentes 22. Existe un gran número de crónicas locales manuscritas, de valor variable, en el estiló de las breves crónicas de Nema, Oualata y Shinqit 23 • Las fuentes árabes procedentes de Mauritania son de un interés e importancia particulares, porque en numerosos casos cubren no sólo Mauritania propiamente dicha, sino también todos los países limítrofes del Sudán occidental. Dadas las estrechas. relaciones que han existido en el pasado entre Mauritania y Marruecos, las bibliotecas y archivos de este último país proporcionaron ciertamente valiosos materiales históricos para el primero. Además de las fuentes árabes, se dispone también de los relatos de los europeos, que comienzan en el siglo XV para las regiones costeras y a finales del XVII para las regiones fluviales; a partir del siglo siguiente encontramos incluso correspondencia diplomática y comercial en árabe y en lengl:las europeas. La historiografía local del Sudán oriental parece haber comenzado solamente en los últimos años del sultanato de Funj, es decir, a principios del siglo XIX, momento en que la tradición oral fue anotada por escrito en el texto llamado Crónica de Funj, de la que existen varias recensiones 24. Las genealogías de diversos grupos árabes25 constituyen una fuente valiosa, al igual que el gran diccionario biográfico de los eruditos sudaneses, el Tebaqat, escrito por Wad Dayfallah, que constituye una mina de informaciones sobre la vida social, cultural y religiosa en el reino de Funj 26 • El más antiguo visitante extranjero conocido es el viajero judío David Reubeni ( en l 523): hasta el siglo XIX sólo hay un red ucidísi- mo número de obras válidas, pero encontramos entre ellas los relatos de observa- dores particularmente lúcidos, éomo James Bruce ( en 1773), W. C. Browne (1792- 1798) y El-Tounsy (1803), habiendo sido estos dos últimos los primeros en visitar 2° Chronique de la Mauritanie sénégalaise, París, 1911. 21 Basset, J,909-1940; Norris, 1968. 22 Ahmad Shiqiti, AI-Wasit ji tarajim udaba'Shinqit, El Cairo, numerosas ediciones nuevas. Traducción parcial francesa, San Luis, 1953. 23 Marty, París, 1927; Norris, 8/FAN, 1962; Monteil, V., BIFAN, 1965, nüms. 34. 24 Estudiada por Mekki Shibeika en Ta'rikh Mu/k-al-Südii11, Jartum, 1947. 25 Recogidas por H. A. MacMichael en A History ofthe Arabs in the Sudan, II. Cambridge, 1922, al mismo tiempo que otros documentos históricos. 26 La edici'ón comentada mejor puesta al día es la de Yusur Fadl Hasan, Jartum, 1971.140 METODOLOGIA Y PREH.ISTORIA AFRICANA Darfour 27 . Durante la primera mitad del siglo XIX, Sudán recibió más numerosas visitas de viajeros que cualquier otra parte del Africa tropical; sus relatos son innumerables y, como fuentes históricas, de calidad diversa. Hasta los años 1830 no existe fuente alguna escrita respecto a las regiones del alto valle del Nilo (!'.l sur del paralelo 12); pero la parte septentrional está bien cubierta por documentos de archivo egipcios (archivos de El Cairo) y, en menor número, europeos. Los archivos de los Mahdiyya, que comprenden unos 80.000 documentos en árabe, conservados actualmente en su mayor parte en Jartum, constituyen una fuente de excepcional interés para los veinte últimos años del siglo XIX. ETIOPIA La situación en Etiopía, en lo que se refiere a las fuentes escritas, es análoga. Como en los países del Africa del Norte, el historiador dispone de una gran variedad de documentos internos y externos; Para algunos períodos cruciales, puede incluso utilizar materiales procedentes de fuentes opuestas: así, la invasión musulmana de Ahmed Gran en la primera mitad del siglo XVI está cubierta desde el punto de vista etíope por la Crónica real (en guezo) del emperador Lebna Dengel y, del lado musulmán, por la crónica detallada, escrita en 1543 por el escriba de Gran, Arab Faqih, sin contar los relatos portugueses de los testigos oculares 28 • La redacción de las Crónicas reales comenzó desde el siglo XIII, habiendo para cada reinado, incluso durante el período de declive, una o varias crónicas detalladas que relatan los principales acontecimientos de la época 29 . Esa tradi- ción se ha perpetuado durante todo el siglo XIX y una buena parte del xx, como lo ilustra la Crónica amhárica del emperador Menelik II3°. Muchas obras de la literatura etíope que. pertenecen a otras categorías pueden proporcionar materia- les históricos útiles, como, por ejemplo, las hagiografías, las polémicas religiosas, la poesía, las leyendas, las historias de monasterios; la historia de los galla por el monje Bahrey (1593), testigo ocular de la invasión de Etiopía por éstos, constituy'e un documento único 31 . Un siglo más tarde, Hiob Ludolf, fundador de los estudios etíopes.en Europa, compiló, según las informaciones dadas por ün etíope culto, una de las primeras historias generales del país 32 • Como Etiopía era al final el único país cristiano en Africa, despertó natural- mente mucho más interés en Eurnpa que otras partes de aquel continente desde el siglo XV. No ·es extraño que el número de extranjeros -viajeros, misioneros, diplomáticos, soldados, m~rcaderes o aventureros- que visitaron el país y dejaron una descripción del mismo, sea muy elevado. Entre ellos se encuentran no 27 James Bruce, 1790. Browne, W. G., 1806. Ornar EI-Tounsy, 1845 .. 28 Arab Faqih, 1897-1901; Castanhoso, M., 1548, trad. inglesa, 1902. 29 Cf: Pankhurst, 1966; Blundel, 1923. 30 Escrita por Gabré Selassie y traducida al francés, París, 1930-1931. 3 ' Cf. Beckingham; Huntingford, 1954. Además de la historia de Bahrey, ese libro contiene algunas partes de History of High Ethiopia, de Almeida (1660). 32 Hiob Ludolf, 1682-1684.FUENTES ESCRITAS A PARTIR. DEL SIGLO XV 141 sólo portugueses, franceses, italianos, británicos, sino también súbditos de otros muchos país~s: rusos, checos, suecos, armenios, georgianos 33 . De cuando en cuando, documentos turcos o árabes completan de diversas formas las otras fuentes 34 . A partir de la segunda mitad del siglo XIX son los documentos de los archivos de todas las grandes potencias europeas, más Addis-Abeba e incluso Jartum, los que proporcionan los principales materiales históricos. La importancia de un atento estudio de los documentos amháricos originales para encontrar su inter- pretación histórica correcta ha sido recientemente demostrada por el brillan.te análisis del tratado de Wichale (1889), hecho por Sven Rubenson 35 • AFRICA DEL SUR Comparada con las demás partes del continente (excepto los países de lengua árabe y Etiopía, que acabamos de examinar), Africa del Sur ofrece, en cuanto al período examinado aquí, una cantidad mucho mayor de materiales escritos interesantes en forma tanto de archivos como de relatos. La ausencia de fuentes de origen puramente africano antes del siglo XIX constituye una desventaja cierta, aun cuando muchos relatos europeos han conservado fragmentos de tradiciones orales de poblaciones locales. Las informaciones históricas más antiguas provie- nen de los marinos holandeses o portugueses naufragados en la costa sudeste durante los siglos XVI y xvn 36. Con la instalactón de la colonia holandesa en El Cabo (1652), la producción de materiales se hizo más rica y variada: comprenden, de una parte; documentos oficiales, conservados ahora, sobre todo en los archivos de Africa del Sur, pero también en Londres y en La Haya, y en parte publicados o difundidos por otros medios, pero, en su mayor parte, no publicados 37 ; por otro lado, los documentos narrativos, representados por libros escritos por blancos - viajeros, comerciantes, funcionarios, misioneros y colonos- que habían observa- do directamente a las sociedades africanas. Pero, durante mucho tiempo, el horizonte geográfico de los blancos quedó bastante limitado, y sólo en el transcurso·de la segunda mitad del siglo XVIII comenzaron a penetrar réalmente en el interior de las tierras. Es, pues, natural que los primeros relatos traten de los khoi, de El Cabo (ahora desaparecidos). La primera descripción detallada de ese pueblo, después de algunos ensayos del siglo xvn 38, es el de Peter Kolb (1705- 33 Cf. la colección monumental de Baccari, Rerum AeÍhiopicarum Scriptores occidentales inediti a seculo X VI ad X X curante, 15 vols., Roma, 1903-1911. Otros muchos materiales han sido descubiertos des~ués de Baccari y esperan ser publicados y examinados. 4 Por ejemplo, el célebre viajero turco Evliya Chelebi (muerto en 1679), cuya obra Siyasat-name (Libro de viajes) contiene en su ~gundo volumen una descripción de Egipto, Etiqpíá y Sudán. El embajador yemenita al-Khaymi al-Kawkabani dejó (en 1647) un informe muy interesante de su misión ante el emperador Fasiladas, de cuyo reinado no existe ninguna crónica etíope; publicado por F. E. Peisier en dos volúmenes, Berlín, 1894 y 1898. 35 Rubenson, Sven,. The Protectorate Paragraph of the Wichale Treaty, JAH5, 1964, núm. 2; y discusión con C. Giglio, JAH 6, 1965, núms. 2 y 7, 1966, núm. 3. Jb Cf. Theal, 1898-1903, y Boxer, 1959. 37 Existen extractos de revistas oficiales y de otros documentos que se refieren a las poblaciones de lenguas san, khoi y bantú en Moodie, 1960; ver también Theal, 1897-1905. 38 Shapers, 1668; Wilhem Ten Rhine (1686) y J. G. de Grevebroeck (1695), El Cabo, 1933.142 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA 1712) 39, Durante el períoda holanclés, muchos europeos visitaron la colonia de El Cabo, aunque sin mostrar más que interés pasajero por los africanos, ni aventu- rarse a penetrar en el interior. Gran número de sus informes han sido reunidos por Godée-Molsbergen y el honorable Naber. Muchos materiales menos conoci- dos son publicados regularmente desde el año 1920 por la Van Riebeeck Society en El Cabo 40 . Puede hallarse una imagen más detallada de las saciedades africanas en los archivos de lbs misioneros 41 , o según las notas de algunos observadores experimentados, a partir de finales del siglo XVIII y principios del XIX, tales como Sparman, Levaillant, Alberti, John BatToe y Lichtenstein 42 • Conviene otorgar un Jugar destacado a John Philips, cµya obra (y vida) ha estado dedicada a la defensa de los derechos de los africanas al tiempo que revela aspectos que no se encuentran habitualmente en los informes más conformistas 43. Con la expansión comercial, misionera y colonial en el siglo XIX; se hicieron accesibles materiales más numerosos y ricos sobre grupos étnicos más alejados. Aunque Namibia recibió visitas esporádicas hacia finales del siglo XVIIl 44, sólo a partir de 1830 comienzan las descripciones más detalladas de la vida de los san, nama y herero, porque es en ese momento cuando los misioneros 45 y explorado- res como M. Alexander, F. Galton y J. Tindall se interesaron activamente por el país'46. La situación es análoga para las regiones situadas al norte del río Orange: las relaciones de los primeros comerciantes y cazadores dieron lugar a una cantidad cada vez mayor de obras escritas por exploradores y misioneros mejor preparados para 'la observación gracias a su mayor experiencia y al conocimiento de lenguas , afrícanas; por ejemplo, Robert Moffat, E. Casalis, T. Arbousse, y el más conocido, naturalmente, David Livingstone 47 • Los diversos documentos (archi- vos, correspondencia, contratos, actas oficiales, etc.) respecto a los comienzos de la _historia de Lesotho han sido recogidos por G. H. Theal 48 . Se comprueba en esa época un rasgo positivo: la aparición de documentos que expresan opiniones de africanos, como, por ejemplo, cartas escritas por Moshesh y otros líderes africanos. Contrariamente a la costa, el interior de Natal y Zululandia sólo empezó a ser conocido por los extranjeros en las primeras décadas del siglo XIX. Los primeros observadores, como N.Jsaac o N. F. Fynn 49, generalmente no especialistas, pocas 39 Peter Kolb, 1719. 40 Godee-Molsbergen, E. C., 1916-1932; L'Honore Naber, S. L., 1931. 41 Cf., por ejemplo, Muller, D. K., 1923. 42 Sparrman, A~ 1785; Levaillant, G., 1790; Alberti, L., 1811; John Barrow, 180lsl806; Lichtens- tein, H., 181 J. 43 Philips, J., 1828. 44 Watts, A D., 1926. 45 La obra clásica de H. Vedder, South West A.frica in Early Times, Oxford, 1938, está redactada principalmente según los informes de misioneros alemanes. 46 Sir James Alexander, 1836; Galton, 1853; Journal o/ Joseph Ttnda/1, 1839-1855; El Cabo, 1959. 47 Robert Moffat, 1942 y 1945; Casalis, Les Bassutos, París, 1859; edición inglesa, Londres, 1861; Arbousse, Relation cfun voyage cfexploration, París, 1842; edición inglesa, El Cabo, 1846; Livingstone, 1957. 48 Theal, G. M., Basutoland Records, 3 vols., El Cabo, 1883 (vols. 4 y 5 no publicados; sus manuscritos se encuentran en los archivos de El Cabo). 49 N. Isaac, 1836; fynn, N. F:, 1950.FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 143 veces eran precisos, adoleciendo de falta de objetividad cuando ttataban a .otros que no fueran blancos. En cambio, los zulúes · tuvieron la suerte de que la anotación de sus tradiciones orales comenzó bastante pronto, en !'os años 1890. Sólo fueron publicados más tarde por A. T. Bryant, cuyo libro, por lo demás, debe ser utilizado con precaución 50. Coino en otras partes de Africa, la cantidad de los materiales escritos por europeos aumentó en gran manera durante el siglo XIX, sin que sea necesario examinar de modo profundo todas sus variedades y autores·. Lo más interesante son las notas sobre las reacciones de los primerns africanos escolarizados o de algunos jefes tradicionales, tal como han sido captadas y conservadas en cartas, periódicos, denuncia~, diarios personales, contratos o, más tarde, en sus primeros intentos de escribir una historia de su pueblo. Además de la voluminosa correspondencia entre jefes africanos (Moshesh, Dingaan, Cetwayo, Mzilikazi, Lobenguela, Witbooi, losjefes de los griqua, etc.) y las autoridades coloniales; se encuentran documentos tales como las· Leyes ancestrales (Vaderlike Wete) de la comunidad Rehoboth, a partir de 1874, o el Diario de Henrik Witbooi 51 , escritos ambos en afrikaans. Hay numerosas peticiones y demandas de africanos, conservadas en los archivos de Africa del Sur o en Londres, así como estudios y relaciones catastrales, y estadísticas realizadas según informaciones orales africanas. Gracias a la aparición de periódicos en lenguas locales podemos seguir las ideas de los antiguos representantes de la sociedad en evolución. En el semanario lsidigimi (publicado entre 1870 y 1880) apareció la primera crítica de las políticas europeas y de sus efectos negativos sobre la vida africana, escrita por los primeros protonacionalistas, como Tiyo Soga (m. 1871) o G. Chamzashe (m. 1896), así como el relato de las tradiciones históricas de los xhosa, por W. W. Gqoba (m. 1888). A partir de 1884 hubo otro portavoz de la opinión africana: lbn Zabanstsundu («La voz de los pueblos negros»),. cuyo redactor-jefe fue durante mucho tiempo T. Jabawu (m. 1921). Poco antes de la Primera Guerra Mundial, se publicaban once periódicos en lenguas locales, pero no todos defendían la causa de los africanos. Ngnoki (m.. 1924) fue una de las grandes figuras de la época. Después de haber participado activamente en la guerra zulú de 1879, publicó (en Estados Unidos) sus recuerdos y numerosos artículos sobre la vida en Africa del Sur 5 2. Sólo en el siglo xx es cuando aparecieron las primeras historias escritas por africanos 53 , inaugurando una nueva época en la historiografía sudafricana. En efecto, la historia de esa part~ del continente ha sido durant~ demasiado tiempo analizada desde el punto de vista de la comunidad blanca, que tenía tendencia a tratar la historia de los pueblos africanos como cosa despreciable y sin importancia. La 50 Bryant, A. T., 1929. Ver también su obra A History of Zulu, publicada pnmero como serie de artículos en 1911-1913, y en forma de libro en El Cabo, 1964. Cf. también.John Bird, The Annals of Natal, 1495-1845, 2 vols., Pietermaritsburg, 1888. 51 Las leyes son conservadas en Rehoboth y Windhoek; el Journal de Witbooi ha sido publicado en El Cabo en 1929. 52 cr. Tutner, L. D., 1955. _ 53 Cf. Plaatje, S. T., 1916, 1930; Molema, S. M., 1920; Soga, J. H., The So11tli-Edstern Bantu, Johannesburgo, 1930; ídem, Ama-Xoza: Lije and Customs, Johannesburgo,. 1930; Soga, T. B., Lovedale, l929.144 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA lucha que está en curso ahora en todos los terrenos de la actividad humana exige también una nueva actitud respecto a las fuentes; conviene poner particular atención en todos los materiales escritos que testimonian la lucha dolorosa y victoriosa de los africanos en pro de sus derechos 54. Sólo una investigación fundada en esos testimonios y materiales permitirá escribir una historia verídica del Africa del Sur. FUENTES NARRA TI VAS EXTERIORES Aunque el período comprendido entre los siglos IX y xv es a veces llamado «era de las fuentes árabes» a causa del predominio de los materiales escritos en esa lengua, el período examinado aquí está marcado por una brusca disminución en esta materia. Como las razones de semejante cambio van unidas a la evolución de conjunto -política y cultural- del mundo islámico, serán examinadas en volumen posterior. Eso no quiere decir que no haya en absoluto fuentes árabes, sino que su número y calidad, salvo raras excepciones, no puede compararse ni con er período precedente ni con las fuentes de otros orígenes. EN ARABE Y OTRAS LENGUAS ORIENTALES Aunque la obra de León (o Juan León) el Africano (originaimente Hasan al- Wazzan el-Zayyati) haya sido escrita en italiano, procede de la tradición geográfi- ca ár:abe; además, en tanto que árabe y musulmán, emprendió sus viajes al Sudán occidental y central a comienzos del siglo XVI. Esa obra no está exenta de errores tanto geográficos como históricos, pero es la que proporciona durante casi tres siglos a Europa los únicos conocimientos verdaderos que los europeos poseían sobre el interior del Africa 55. Las obras sobre la navegación de Ahmad lbn Majid (a principios del siglo XVI), el piloto que condujo a Vasco de Gama de Malindi a la India, tienen un interés muy particular. Entre sus numerosos libros sobre la teoría y la práctica de la navegación, el más importante es el que trata de la costa oriental de Africa, porque contiene, además de un rico material topográfico y del trazado de las rutas marítimas, opiniones categóricas sobre los portugueses en el océano Indico 5 6 . Se encuentran algunos detalles priginales sobre el Africa oriental y el Zanj en la Crónica de la Fortaleza de Aden, escrita por Abu Makhrama (m. 1540) 57 . Una crónica más reciente trata de la misma región: la de Salil lbn Raziq (m. 1873), 54 Ver, por ejemplo, Jabvu, D. T., 1920; Mahavaba, J., 1922. 55 Primera edición en Roma, en 1550; la mejor traducción moderna es Jea11-Leon fAfricain, Description de r Afrique por A. Epalard, anotada por A. Epalard, Th. Monod, H. Lhote y R. Mauny, 2 vols., París, 1956. 56 Shumovskiy, T. A., Tri neizveswye lotsli Akhmada ibn Majida (Tres libros de pilotaje desconoci- dos, de A. lbn M.), Moscú, 1937. 57 Publicado por O. Lofgren: Arabische Texte zur Kenntnis des Stadt Aden im Mittelalter, 3 vols., Leipzig-Upsala, 1936-1950.FUENTES ESCRITAS Á PARTIR DEL SIGLO XV 14~ titulada Historia de los Imanes y Sayyid de Omán, en la que ha incorpor:ado una obra anterior escrita eil 1720 por Sir han Ibn Sirhan de Omán 58 . - Respecto a la historia de Africa al sur del Sáhara, el siglo XVIII no proporciona ninguna fuente árabe anterior de mayor valor; sólo a comienzos del siglo siguiente es cuando se observa cierto renacimiento en ese terreno. El-Tunisi (m. 1857), ya citado, visitó Wadai y relató su estancia en una crónica que es la primera sobre ese reino, además de su valioso informe sobre Darfour 59. Unas decenas de años antes, el marroquí Abd es-Salam Shabayani escribió algunas informaciones sobre Tombuctú y -la región de Macina antes de la ascensión al poder de los dina 60. La historia del imperio songhai', su caída y el desarrollo ulterior del valle del Níger han sido escritos no sólo por cronistas sudaneses; sino también por algunos de los historiadores marroquíes citados anteriormente. Se han descubierto recientemente en bibliotecas marroquíes numerosas fuentes aún desc.onocidas sobre las relaciones entre el Magreb y Sudán, a la espera ahora de ser publicadas y aprovechadas por historiadores de Africa. También deben existir otros muchos materiales valiosos, en árabe o en turco, esparcidos por diferentes- países de Africa del Norte y en Turquía, sobre cuya existencia no tenemos aún más que informa- ciones extremadamente sumarias. Esa situación ofrece perspectivas interesantes paFa el historiador, y la localización, anotación y traducción de esos materiales forman parte de las tareas más urgentes en un futuro inmediato. Los materiales en otras lenguas orientales son aún más raros que en árabe; eso no significa, naturalmente, que no se puedan descubrir materiales desconocidos, más o menos importantes, por ejemplo, en persa o en algunas. de las lenguas de la India. Hasta ahora, la principal fuente sigue siendo el viaJew turco Evliya Chelebi, que había visitado Egipto y algunas partes df, Sudán y Etiopía, pero cuyo conocimiento de otras partes de Africa era indirecto 61 . Lo· mismo ocurre con su compatriota, el almirante Sidi Ali, quien copió y tradujo del árabe algunas partes de la obra de Ibn Majid sobre el océano Indico en su libro El-Muhit, añadiendo solamente algunos detalles 62 . A comienzos del siglo XIX, un erudito azarbayanés, Zain el-Abidin Shirwani, visitó Somalía, Eti'opía, Sudán oriental y el Magreb, y describió sus viajes en su libro Bustwiu s-Seyahe (<<El jardín de los viajes») 63 . Parece que ha existido un vivo interés por Africa, en particular por Etiopía, en Transcaucasia y, s_obre todo, entre los armenios. A finales del siglo XVII, dos sacerdotes armenios, Astvacatur Timbuk y Avatik Bagdasarian emprendieron un viaje a. través de Africa, partiendo de Etiopía y pasando por Nubia, Dárfour, el lago Chad y el país takour hasta Marruecos. El segundo de ellos há dejado una 58 Traducido por ú. P. Badger, Londres, 1871. 5 - 9 Voyage au Ouaday, traducido por el- doctor Perton, París, 1851. 60 Publicado por J. d. Jackson, An Account of Tilnbuctoo and Housa, terdtories-in the lnter.ior of Africa, Londres, 1_820 (reeditado en 1967). 61 Evliya Chelebi, Seychatname, Estambul, 1.938. 62 Bittner, M., 1897. . 63 Cf. Khanyhov, M., in Mélange as"iatique, San Petersburgo, 1-895,. Las partes· que se refieren al Africa óiiental están en curso de preparación con miras a la traducción por V. P .. Smirnova, en Leningrado.-146 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA descripción de su viaje 64. En 1821, un armenio de Astracán, Warga, atravesó el Sáhara partiendo del norte, visitó Tombuctú y llegó a la Costa .del Oro, donde escribió en inglés un relato sucinto pero lleno de informaciones útiles sobre su viaje 6 5. Otros materiales en armenio o en georgiano referentes a Africa existen en las bibliotecas y archivos de esas repúblicas soviéticas 66• EN LENGUAS EUROPEAS El enorme volumen de la literatura europea sobre el Africa tropical desde el comienzo del siglo XVI hace que sea imposible eaumerar incluso las obras o autores más importantes. Una evaluación de esa literatura como fuente para la historia de Africa y un estudio de su carácter general responderán, pues, mejor al objetivo del presente capítulo que una relación interminable de nombres y títulos. Los cambios en los límites geográficos son bien conocidos: a comienzos del siglo XVI toda la costa, desde Senegal hasta el cabo Guardafuí era conocida de los portugueses, pero a finales del mismo siglo sólo habían pasado al interior en lo que es el antiguo Congo, Angola y a lo largo del Zambeze. Los dos siglos s1g1:1ientes añadieron pocas cosas a los conocimientos europeos: hubo algunos intentos esporádicos para.atravesar el Sáhara;.se·efectuaron contactos duraderos a lo largo de Senegal y Gambia, yendo un viajero de Zambeze a Kilwa con escala en el lago Malawi. Ea cambio, las informaciones sobre las poblaciones de las costas, sobre todo las del Africa occidental, fueron más detalladas y di.versificadas. La exploración sistemática del interior de Africa sólo comenzó a finales del siglo xvm para terminarse con el reparto del continente entre las potencias coloniales. Desde el punto de vista de la representación nacional, puede decirse que el siglo XVI es principalmente portugués.; el XVII,. holandés, francés e inglés; el XVÍII, sobre todo inglés y francés; y el XIX, inglés, alemán y francés. Los demás países europeos estaban naturalmente representados en el transcurso de esos diversos siglos: por ejemplo, los italianos en el Congo en el siglo XVII, y en Sudán oriental en el XIX, o Íos daneses en la Costa de los Esclavos y en la Costa de Oro en los siglos XVIII y XIX. Y entre los autores de libros de viajes y de descripciones (peto sobre todo en el último siglo), encontramos naturales de España, Rusia, Bélgica,. Hungría, Suecia, Noruega, Checoslovaquia, Polonia, Suiza, Estados Unidos .y Brasil;. y hasta a veces, un griego, un rumano o un maltés. Felizmente, la mayor parte de los libros escritos en lengt1as poco conocidas han sido traducidos en una o varias de las lenguas más difundidas. 64 Khalatyanc, G., Armyanskiv pam'ya11iik X-V U v. o. geografji Abissinii i Severnoy Afrike voobthtche (Memoria armenia del siglo xv11 sobre la geografía de Etiopía y África dei Norte en genera!), en Zemlevedenye, vols. 1-2, Moscü, 1899. 65 Cf. Philip D. Curtin (director de publicación), A/rica Remembered, Madison, 1967 (págs. 170- 189: l. Wilks, «Wargee of Astrakhan»). Ver también Olderogge, D. A., ,,Astrakhanec v Tombuktu y 1821 g.» (Un hombre de Astrakán en Tombuctú en 1821), Africana Afrikanskiy etnograjittheskiy sbornik, VIII, Leningrado, 1971. •• Una coleccion de documentos que se refieren a la his.toria de las relaciones etíope-armenias desde la Antigüedad hasta el siglo x1x, está en curso de preparación por el Instituto de estudios orientales de la R. S. S. de Armenia, Erevan.FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 147 Para valorar los materiales eurnpeos, debemos tener en cuenta no sólo la nacionalidad del autor de cada uno, sino sobre todo el cambio de actitud de los europeos qacia los africanos y sus sociedades en general. Así, se podría esquemati- zar diciendo que los escritores portugueses estaban más inclinados a ver bajo el ángulo de los prejuicios cristianos a los pueblos que ellos describían, que lo estaban, por ejemplo, los ingleses; o que los holandeses eran más capaces de realizar observaciones objetivas que los escritores de otros países. Naturalmente, hay una diferencia entre un cronista portugués del siglo XVL, cuyo método procedía de valores medievales, y un erudito o un físico holandés de finales del XVII, producto de una cultura ya más racional. La calidad y variedad de los materiales que tenemos a nuestra disposición no nos permiten generalizaciones apresuradas; sólo se podría llegar a un juicio formal analizando cada obra individÚalmente,según sus méritos, y tomando en consideración, naturalmente, su fecha y objetivo. Tampoco hay que creer que se haya observado una mejoría continua de la objetividad de los relatos con el tiempo y que, cuanto rpás se aproximan a la época actual, las observaciones de la realidad africana se hagan más científicas; lo que equivaldría a admitir de antemano que el relato de un viajero del siglo XIX tiene evidentemente más valor que el que ha sido escrito hace trescientos años. Burton y Stanley, en tanto que observadores, eran víctimas de la idea, presentada como científicamente probada, de la superioridad de la raza blanca, igual que los autores portugueses lo eran de la pretendida superioridad de su fe cristiana. La época de la trata de negros no era, de manera general, favorable a los relatos objetivos sobre los africanos, pero las necesidades prácticas de la trata exigían un estudio atento de sus actividades económicas y de su sistema de gobierno, de suerte que tenemos, hasta después de esa época, una serie de fuentes muy valiosas. Los libros sobre Africa y los africanos han sido escrítos por misioneros, comerciantes, funcionarios, oficiales del ejército de tierra o· de la Armada, cónsules, exploradores, viajeros, colonos, y a veces por aventureros y prisioneros de guerra. Cada uno de ellos tenía intereses diferentes, de modo que sus objetivos y sus métodos varían considerablemente. Los «relatos de viajeros», que son típicos de un determinado género literariQ, se interesaban por un mundo descono- cido, exótico y extraño, y debían responder a la demanda general de sus lectores. Ese gusto por lo exótico y la aventura, con el adorno de opiniones más o menos fantásticas sobre los pueblos africanos o la complaciente descripción de los innumerables peligros encontrados por el heroico viajero, han persistido hasta mucho antes del siglo x1x67 • Tanto los primeros misioneros como los más recientes han tratado de comprender las religiones africanas, pero a la mayor parte de ellos les faltaba la formación y la buena voluntad necesaria para com- prenderlas de verdad, y se dedicaban sobre todo a exponer sus «errores» y su «barbarie»; en cambio, tenían necesidad de cono~er las lenguas locales, encon- trándose así en mejor posición que otros para captar el marco social. Algunas veces han mostrado interés por la historia y recogido las tradiciones orales del lugar. 67 Ver actualmente R. J. Rothberg, 1971.148 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA En el siglo XIX, la mayor parte de la literatura narrativa proviene de los exploradores. Según la moda de la época, se interesaban sobre todo por la solución de los grandes problemas geográficos, de manera que su contribución ha aprovechado más a la geografía física que al conocimiento de la sociedad africana:. La mayor parte de ellos se interesaban más por las vías de navegación que por las vías de la cultura 68 . Y muchos de ellos, al ser más bien naturalistas, carecían del sentido de la historia o creían en el mito de la ausencia de historia africana. Naturalmente que hay excepciones a esa regla, con Heinrich Barth como la más célebre de ellas. En cambio, se ven aparecer, ya en el curso del siglo XVIII, algunas historias de pueblos o de Estados africanos, como The History of Dahomey, de Archibal Dalzel (Londres, 1793), que a primera vista parece un panfleto antiabolicionista. Después de haber mostrado algunos de los defectos de las fuentes narrativas europeas, podemos examinar sus aspectos más positivos. Ante todo, éstos nos proporcionan el marco cronológico tan necesario para la historia de Africa, en el que la datación es uno de los puntos más débiles de la tradición oral. Incluso una fecha única dada por un viajero o un autor -por ejemplo, la de su encuentro con una personalidad africana- puede facilitar un punto de partida para toda la cronología de un pueblo, y a veces hasta para varios pueblos. No es que todas las fechas sean necesariamente correctas porque hayan sido anotadas por escrito; hay casos en que los autores europeos han cometido errores más o menos graves al referir lo que otros han dicho o al tratar de calcular un intervalo de tiempo según unas fuentes no controlables. Pero, en general, los europeos tenían a su disposi- ción una medida del tiempo técnicamente más avanzada. La literatura narrativa es de importancia primordial como fuente de la historia económica: rutas comerciales, principales mercados, mercancías y precios, agri- cultura y artesanado, recursos naturales, todo eso podía ser observado y escrito sin tomar partido, y lo fue. En efecto, los europeos por su propio interés necesitaban sobre esas cuestiones notas tan objetivas como fuera posible. Es verdad que los recursos naturales o las posibilidades económicas de algunas regiones fueron pintadas de colores exageradamente brillantes para realzar el mérito del explorador, pero el historiador está habituado a esa clase de exagera- ción y la tiene en cuenta. Lo que los europeos han logrado mejor es la observación de los aspectos exteriores de las sociedades africanas, de lo que se ha llamado «usos y costum- bres»; los documentos contienen excelentes descripciones muy precisas, diversas ceremonias, vestimentas, comportamientos, estrategias y tácticas guerreras, técni- cas de producción, etc., aun cuando, a veces, la descripción está acompañada de epítetos tales como «bárbaro», «primitivo», «absurdo», «ridículo» u otros térmi- nos peyorativos que no significan gran cosa, mostrando solamente un juicio en función de los hábitos culturales del observador. Mucho más grave es lafalta total de comprensión de la estructura interna de las sociedades africanas, de la red complicada de las relaciones sociales, de la ramificación de las obligaciones mutuas y de las razones profundas de ciertos comportamientos. En resumen, esos 68 Mazrui, A. A., 1969.FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 149 autores fueron incapaces de descubrir las motivaciones profundas de las activida- des africanas. Sin embargo, la redacción de la historia africana sería casi imposible sin los materiales proporcionados por las fuentes narrativas europeas. Estas pueden tener sus defectos, ignorar numerosos detalles, tratarlos con desprecio, con parcialidad, o interpretarlos de manera incorrecta; pero se trata de peligros normales, inherentes a todo trabajo historiográfico. Por consiguiente, no hay razón para rechazar ese corpus de información enor-ine y extraordinariamente importante. Es urgente, por el contrario, reimprimir el mayor número posible de relatos de ese género y publicarlos con comentarios y notas apropiadas, para permitir valorarlos y reinterpretarlos a la luz de la nueva historiografía africana. FUENTES NARRATIVAS INTERNAS En el curso del período aquí examinado se ha asistido a un nuevo fenómeno de consecuencias capitales: la aparición y el desarrollo de una literatura histórica escrita por africanos del sur del Sáhara. El medio de expresión no era aún una de las lenguas africanas locales, sino en primer lugar el árabe, cuyo papel en el mundo islamico puede compararse al del latín en la Europa de la Edad Media -es decir, el de un medio de comunicación entre pueblos cultos-, y más tarde algunas lenguas europeas. Parece que la tradición historiográfica comenzó simultáneamente en el cinturón sudanés y en la costa oriental africana, precisamente en las dos grandes regiones cubiertas hasta ese momento por las fuentes árabes externas y en las que el Islam ejerció una influencia prolongada. Las crónicas más antiguas existentes datan de principios del siglo XVI; pero relatan, en pasado, los acontecimientos de períodos más antiguos. La primera, el Ta'rikh al-Fattash, se refiere a tres generaciones de la familia Kati de Djenne, y cubre la historia de Songha·i y de los países limítrofes hasta la conquista marroquí de 1591. El Ta'rikh al-Südiin, más desatrolladq y rico en detalles, fue escrito por el historiador de Tombuctú EI- Saadi; cubre en parte el mismo período, pero continúa hasta 165S. Las dos son obras de hombres cultos que poseen un amplio campo de interés y un conoci- miento profundo de los acontecimientos contemporáneos. Lo más importante aún es que, por vez primera, escuchamos la voz de auténticos africanos, aun cuando los autores tomen partido por el Islam y consideren las cosas desde ese punto de vista. En el siglo XVIII comienza una historia anónima, pero muy detallada, de los pachás marroquíes de Tombuctú desde 1591 a 1751, que contiene también materiales útiles para los países y pueblos vecinos 69. Tenemos otra clase de fuente en el diccionario biográfico de los intelectuales del Sudán occidental, compuesto por el célebre erudito Ahmed Baba (m. 1627) 70, de Tombuctú. A la misma región del Imperio songhai' pertenecen la Ta'rikh Say, crónica árabe de 69 Ta~ik el-Fettach, traducido y comentado por O. Houdas y M. Delafosse, Paris, 1913 (reeditado en 1964); Tarikh es-S0u4an, traducido y comentado por O. Houdas, París, 1900 (reeditado en 1964); Tadhkirat es-n/syan, traducido y anotado por O. Houdas, París, 1889 (reeditado en 1964). 70 Publicado en Fez, en 1899, y en El Cairo, en 1912.150 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Ibn Adwar, escrita -se cree-.en 1410; si fuera auténtica, sería el documento existente más antiguo escrito en Africa occidental, pero parece más bien la versión tardía de una tradición oral 71 .• De Tombuctú y Djenne, la tradición de la redacción de crónicas se extiende a otras regiones, sobre todo hacia el sur y el oeste de la región comprendida entre el Sahel y la selva tropical, y en ciertos casos aún más al sur. Los letrados musulmanes comenzaron, a partir de mediados del siglo XVIII, y a veces antes, a escribir crónicas locales, genealogías de clanes, biografías s4cintas y opúsculos religiosos. El ejemplo más notable es el Kitáb Gonja, escrito después de 1752. Es la historia del reino Gonja, fundada en parte sobre tradiciones orales 72 • Hay un gran número de crónicas de menor importancia, y se puede esperar que fuentes análogas aparecerán en otras partes de esa región sometidas a la influencia de con:iunidades diula o hawsa, o de ambas. La mayor parte de esas obras está escrita en árabe. Numerosas crónicas se han redactado también en ajami, es decir, en lenguas locales, pero con caracteres árabes. La situación es análoga en las regiones que hablan fulfulde, sobre todo en Fouta-Toro y FoutasDjalon. En Guinea y en las biblioteca~ de Dakar y París se encuentra un gran número de crónicas locales en árabe o en fulfulde (o en las dos lenguas), la mayor parte de las cuales datan de los siglos XVIII y XIX. Sólo recientemente los materiales de Fouta-Djalon han sido publicados y aprovecha- dos en obras científicas 73. Se puede citar a este respecto la colección Gilbert Vieillard en el IFAN, de Dakar. La situación de Fouta-Toro es mejor; las Crónicas de Fouta senegalés, de Siré Abbas Soh, autor del siglo xvm, son accesibles desde hace cincuenta años 74 . Otra obra antigua, un diccionario biográfico de Muhammad El Bartayili, titulada Fath el-Shakür (h. 1805), está actualmente en curso de preparación por John Hunwick con vistas a so publica- ción. Una historia más moderna de Fouta-Toro, escrita en 1921 por Cheikh Kamara Moussa de Ganguel y titulada Zühüt al-Basat'in («Flores de los jardines»), no está publicada todavía 75 . Nigeria del Norte puede también considerarse un país donde las crónicas y otras fuentes en árabe aparecen sólo en fecha relativamente reciente. RI i'mán lbn Fartuwa (finales del siglo XVI) dejó una descripción detallada y apasionante de la vida y época de Mai" Idris y de sus guerras 76• Más cerca de nosotros hay diversas listas de jefes de Bornú y de las crónicas de ese país. Las mahrams, actas de los privilegios otorgados por los jefes a las familias de los notables religiosos, que permite entrever las condiciones económicas y sociales, constituyen una fuente excepcional 77 • En el país ha wsa no queda gran cosa de los materiales históricos de 7 ' Cf. Vincent Monteil, BIFAN 28, 1966, pág. 675. 72 Ver, a este respecto y para otras materias, Ivor Wilks, 1963; Hodgkin, Th., 1966, págs. 442-459. 73 Sow, A. l., 1\168; Tbierno Diallo, 1968. 74 Traducido por M. Delafosse y H. Gaden, París, 1913. · 75 Conservado en la biblioteca del IFAN. cr. Monteil, V., 1965, pág. 540. 76 Publica.da por H. R. Palmer, Kano, 1930; traducida en Sudanese Memoirs l, Lagos, 1928, y en History of che first twelve years of Mai' ldriss Alaoma, Lagos, 1929. 77 Recogidos por H. R. Palmer en sus Sudanese Memoir~, 3 vols., Lagos, 1928, y en The Bornu, Sahara and the Sudan, Londres, 1936; cf. también Y. Urvoy, «Chroniques de Bornú», Journ. Société de., Africanistes, 11, 1941.FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 151 antes del jehad, aunque él nivel de instrucción, en particular entre; los líderes religiosos peul, haya sido relativamente muy alto 78'; pero algunos poemas. en hawsa o en kanuri (Bornú) contienen comentarios sobre los acontecimientos contemporáneos 79• A comienzos del siglo XIX se vio surgir un auténtico renacimiento de la literatura árabe en el Sudán central y occidental; además de las obras en esa lengua, se escribía un n.úmero creciente de libros en lenguas locales como el ha:wsa, el fulfulde, el kanuri, el mandara, el kotoko, etc., en caracteres árabes. Los más fecundos fueron los jefes del jehad fulani, en Nigeria del Norte, aunque la mayor parte desu producción literaria trata de motivos religiosos y un pequeño número de obras sólo pueden ser consideradas como verdaderas crónicas 80• Toda esa literatura, ya esté escrita en árabe o en una de las lenguas locales, ayuda a formarse una idea más coherente de la vida social e intelectual de esa región. Las crónicas de las ciudades hawsa (Kano, Katsina, Abllja, etc.) aunque datan solamente de finales del siglo XIX, están fundadas en cierta medida en documentos más antiguos o en tradiciones orales 8 1• Una evolución análoga tuvo lugar más al Este, en Baguirmi, Kotoko, Mandara y Wadai. Algunas crónicas o listas de reyes han sido publicadas ya, pero otras muchas están aún en forma de manuscritos, pudiéndose esperar que otras serán aún descubiertas en colecciones privadas 82 . Una crónica rimada. en fulfulde describe la vida y las actividades del gran reformador de color al-I:Hidjdj'Umar 83, que es el autor de la obra religiosa Rimah Hizb el-Rahim (<1Lanza~ del partido del Dios misericordioso»), que contiene muchas alusiones histódcas a las condiciones de vida en el Sudán occidental 84. Por el número de sus crónicas, la costa esteafricana puede compararse con Sudán. Varias ciudades tienen sus crónicas escritas en árabe o en kiswahili (en escritura árabe), que ofrecen las listas de los reyes y los relatos de la vida política. Una sola de esas crónicas es realmente antigua, la de Kilwa, compuesta hacia 1530 y de la que nos han llegado dos versiones diferentes, una transmitida por De Barros y la otra copiada en Zanzíbar en 1877 85 . La mayor parte de las otras crónicas fueron compuestas recientemente; algunas se remontan más allá de la segunda mitad del siglo XVIII, concentrándose una buena parte de ellas en los acontecimientos de antes de la llegada de los portugueses, por lo que constituyen, 78 Hiskett, M., 1957, 550-558; Bivar, A. D. H., y Hiskett, M., 1962, 104-148. 79 Cf. Patterson, J. R., 1926. 80 Muhammad Bello, 1 nfaqu 1-maysur, publicado por C. E. J. Whiiting, Londres, 1951; traducción inglesa de la paráfrasis hawsa por E. J. Arnett, Tire Rise of the Sokoto Fulani, Kano, 1922; Abdullahi Dan Fodio, Tazyin a/-waraqat, traducido y comentado por M. Hiskett, Londres, 1963; Haiji Sacid, History of Sokoto, traducido por C. E. J. Whitting, Kano, s. f.; hay también una traducción francesa de O. Houdas, Tadk/rat annisyan, París, 1899. 81 The Kano Chronide, traducción de H. R. Palmer eil Sudanesé Memoirs lll; sobre Katsina, cf. op. cit., págs. 74-91; sobre Abuja, ver Mallans Hassan y Shuaibu, A Chronicle of Abuja, tr_aducido del hawsa por P. L. Heath, Ibadan, 1952. 8 2 Cf. Palmer, H. R., 1928 ;-. diversas obras·de J. ·p. Leboeuf y M. Rodinson·en Etudes camerounaises, 1938, 1951, 1955, y BIF AN 1952 y 1956; M,-A. Tubiana sobre el Ouaday, en Cahiers d'études africaines 2, 1960. 83 M. A. Ryam, La Vie d'EI Hadj Omar - Qasida en Paular, traducido por H. Cahen, París, 1935. 84 Kitab Rimah Hizb al~Rahim, El Cairo, 1927; una nueva edición y traducción en preparación por J. R. Willis. 85 Analizada por G. S. P. Freeman-Grenville, The medieval history of the Coast of Tanganyika, Oxford, 1962.152 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA en cierta medida, una anotación de tradiciones orales que deben ser tratadas y evaluadas como tales 8 6 . Un número considerable de manuscritos permanece aún en colecciones privadas; desde 1965 se han descubierto más de 30.000 páginas de manuscritos swahili (y también árabes), y se esperan, cuando esté explorada con cuidado toda la costa, materiales que iluminarán numerosos aspectos aún desconocidos de la historia del Este africano 8-7 . Los historiadores pueden, por otro lado, utilizar con provecho no sólo las crónicas, sino otros géneros literarios, como, por ejemplo, la poesía swahili, principalmente el poema al-Inkishafi (compuesto en la segunda década del siglo XIX), que describe la ascensión y el declive de Pate 88 . La producción literaria de los africanos en lenguas europeas comenzó sola- mente dos siglos después que la redacción en árabe. Como era de esperar, los primeros ejemplares fueron producidos por habitantes de la costa occidental, donde los contactos con el mundo exterior habían sido más numerosos que en otras partes, Aunque Jacobus Captain (1717-1749), A. William Amo (h. 1703-h. 1753) y Phili p Quaq ue ( 1741-1816), los tres de origen fante, merecen ser recordados como los primeros pioneros de la literatura africana en las lenguas europeas, su contribución a la historiografía africana fue desdeñable, Incomparablemente más importante como fuentes históricas son las obras de los esclavos liberados de la segunda mitad del siglo xvm: lgnatius Sancho (1729-1780), Ottobah Cugoano (hacia 1745-1800) y Oloduah Equiano-Gustavus Vasa (h. 1745-1810?). Los tres se interesaban principalmente por la abolición de la trata de negros y sus libros son, por consiguiente, polémicos, aunque al mismo tiempo proporcionan muchos materiales autobiográficos sobre la situación de los africanos tanto en Africa como en Europa 89 . Del mismo período data un documento único, el diario de Antera Duke, uno de los principales comerciantes de Calabar, escrito en «pidgin english» local y que abarca un largo período; aunque sea bastante breve, ese dia- rio ilumina con colores vivos la vida cotidiana en uno de los puertos negreros más importantes 90. Sobre Madagascar tenemos una especie de diario escrito por el gran rey merina Radama I (1810-1828) en escritura árabe (sura-be). Hacia 1850, otros dos aristócratas merina, Raombana y Rahaniraka, redactaban en alfabeto latino relatos que ayudan a reconstruir una imagen más completa de la vida cotidiana entre los merina del siglo x1x 91 . 86 Sobre las crónicas árabes y swahili en general, cf. Freeman-Grenville, G. S. P., 1962; Prins, A. H. J., 1958; Allen, J. W. T., 1959, 224-227. 87 El descubrimiento más importante de esa naturaleza de estos últimos años ha sido el del Kirdb al-Zanj (libro de los Zanj) que trata de la historia del sur de Somalía y del norte de Kenía. Cf. Cerulli, E., 1957. 88 Cf. Harries, L., 1962. 89 Ignacio Sancho, 1731; Ottobah Cuguano, 1787; The interesting narrative of the .life of 0/oduah Equiano; ar Gustavus Vasa, the African, Londres, l798. 90 Darryl Forde, 19_56. El manuscrito original fue destruido por los bombardeos de Escocia en el curso de la Segunda Guerra Mundial, pero se han conservado extractos en forma de copias para el período 1785• l 787. 91 Berthier, H., 1933¡ «Manuscrit de Raombana et Rahanarika», Bull. de r Académie malgache, 19, 1937, págs. 49:16.FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 153 En el transcurso del siglo XIX, muchos africanos o afroamericanos participa- ron en los viajes de exploración o publicaron reflexiones sobre la vida africana combinadas a veces con polémicas de. naturaleza general. Samuel Crowther, un yoruba que había hecho sus estudios en Sierra Leona y Gran Bretaña, tomó parte en las expediciones al Níger, en 1841 y 1853, dejando descripciones de sus viajes 9 2• Thomas B. Freeman, nacido en Inglaterra y de origen mestizo, viajó mucho por Africa occidental y describió los pueblos de la costa y de sus tierras interiores con simpatía e inspiración 93 . Dos afroamericanos, Robert CampbeU y Martin R. Delany; regresaron en los años 1850 a Nigeria para buscar una región que fuese conveniente a una eventual colonia de afroamericanos 94; y un liberiano, Benja- mín Anderson, describió con mucho detalle las observaciones precisas que había hecho durante su viaje por el alto valle del Níger 95 . Hay que clasificar aparte a dos importantes líderes africanos: Edward W. Blyden y James Africanus Horton. Algunos de los libros y artículos de Blyden forman por sí mismos una fuente histórica, y otros tienen ya el carácter de una interpretación histórica. Pero incluso estos últimos son indispensables para toda investigación sobre la apari- ción de la conciencia africana 96 . Lo mismo cabe decir de la obra de Horton, con la diferencia de que éste estaba más inclinado a una observación precisa de las sociedades con las que entró más estrechamente en contacto 97 . Esos dos hombres forman ya una transición con el grupo de los africanos que se pusieron a escribir la historia de sus países o de sus pueblos. Un primer intento, orientado, sobre todo, en la etnografía, fue .realizado por el sacerdote Boilat, un mulato de San Luis, en sus Apuntes senegaleses 9 8 . Se observa ya interés por la historiografía, fundada principalmente en tradiciones orales, en las partes del continente sometidas a la dominación bFitánica, pero sólo a finales del siglo XIX. El ga C. S. Reindorf, considerado como el primer historiador moderno de origen africano, publicó en 1895 en bále su History of the Gold Coast and Asantee. Con él y con Samuel Johnson, cuya obra History of Yorubas es contemporánea del libro de Reindorf, pero que no ha sido publicada más que en 1921, comienza la cadena ininterrumpida de los historiadores africanos, primero aficionados (en su mayoría misioneros) y después profesionales. Sus ideas y obras son tratadas en el capítulo dedicado al desarrollo de la historiografía africana. Todas esas fuentes narrativas, escritas en árabe o en diversas lenguas africanas y europeas, forman un vasto y rico campo de materiales históricos. No abarcan, naturalmente, todos los aspectos del proceso histórico mientras que sí tienen un carácter regional que sólo ofrece en ciertos casos una imagen fragmentaria. Las que han sido escritas por musulmanes muestran frecuentemente un prejuicio pronunciado que aparece en el modo como tratan a las sociedades no islámicas. En cuanto a los autores de las fuentes narrativas en lenguas europeas, eran al 92 Cf. Joumals ofthe Rev. J. J. Schon and Mr. C,o,,,,1her, Londres, 1842, Samuel Crowther, 1855. 93 Thomas B. Freeman, 1844. 94 Robert Campbell, 1861; Martín R. Delany, 1861. 95 Benjamin Anderson, 1870. 96 Sobre Blyden, cf. Hollis R. Lynch, 1967. 97 J. A. B. Horton, 1863; Letters on the political conditions of the Gold Coast ... , Londres, 1870. 98 París, 1833.154 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA mismo tiempo polemistas que militaban contra la trata de negros o por la igualdad, teniendo, por consigµierite, cierta tendencia a la parcialidad. Pero se trata en este caso de defectos totalmente normales de todas las fuentes narrativas, e incluso; si somos conscientes de ello, esos documentos presentan una ventaja decisiva.: son voces de africanos que nos diseñan la otra vertiente de la historia, la que ha sido ahogada bajo las olas de las opiniones extranjeras. FUENTES ARCHIVlSTICAS PRIVADAS, INFORMES SECRETOS Y OTROS TESTIMONIOS Por fuentes privadas entendemos principalmente los documentos escritos que son consecuencia de la necesidad de anotar diversas actividades humanas y no destinadas en su origen al gran público, sino solamente .a un pequeño grupo de personas interesadas. Sobre todo comprenden, pues, la correspondencia, oficial o privada, de los informes confidenc:iales, las cuentas de diversas transacciones, registros comerciales, diarios de a bordo, etc. Esos materiales son la auténtica materia prima del historiador-investigador puesto que ofrecen -al contrario de las fuentes narrativas que han sido compuestas con un objetivo bien definido- un testimonio objetivo, exento en principio de segundas intenciones destinadas a un vasto público o a la posteridad. Esos materiales se encuentran principalmente en los archivos y bibliotecas públicas o privadas. Se ha rechazado la antigua opinión según la cual no hay bastantes fuentes privadas para la historia de Africa. No sólo existen colecciones extraordinaria- mente ricas en documentos en las antiguas metrópolis y materiales muy impor- tantes en Africa misma, producidos durante los períodos precoloniales y colonia- les por instituciones privadas o dependientes de 'Estados europeos, sino que las investigaciones recientes han localizado o descubierto una cantidad de materiales privados, que provienen de africanos, y escritos en árabe o en lenguas europeas. Mientras que antes se consideraba que los documentos de esa naturaleza eran excepcionales y solamente podían encontrarse en algunos lugares privilegiados, ahora está claro que hay una masa de fuentes escritas de origen africano en muchas partes del continente y también en archivos de Europa y Asia. Examinemos en primer lugar los materiales escritos en árabe. Respecto al período anterio.r al siglo XIX no se han descubierto más que éjemplos aislados de correspondencia local o internacional, sobre todo procedentes de Africa occiden- tal. Hay cartas del sultán otomano al Mai Idris de Bornú (en 1578), descubiertas en archivos turcos, y cartas, igualmente de finales del siglo XVI, del sultán de Marruecos a los askya de Songhai y los kanta de Kebbi. El árabe era empleado como lengua diplomática no sólo en los cursos islamizados de Sudán, sino también por príncipes no musulmanes. El caso más conocido es el de los asantehenes, que hacían redactar por escribas musulmanes, en árabe, la corres- pondencia con sus vecinos· del norte y con los europeos de la costa. Cierto número de esas cartas ha sido encontrado en la Biblioteca Real de Copenhague. La cancillería árabe de Kumasi se mantuvo durante una gran parte de la segunda mitad del siglo XIX, siendo utilizado también el árabe para escribir los registros deFUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 155 las decisiones administrativas, judiciales, contables, etc. En el o~ro extremo de Africa tenemos el ejemplo del tratado entre el mercader francés de esclavos Morice y el sultán de Kilwa, en 1776. El siglo XIX ha visto un desarrollo considerablé de la correspondencia en árabe en todo el continente. La creación de Estados centralizados en Sudán entrañaba actividades administrativas y diplomáticas cada vez más importantes; se ha descubierto un abundante material de e~a naturaleza, principalmente en el sultanato de Sokoto y en los emiratos que de él dependían, desde Gwandu hasta Adamawa, en el Estado de Macina o en el Estado de Liptako y en el Imperio de Bornú. Todos los musulmanes que eran jefes de Estados grandes o pequeños mantenían una correspondencia activa entre sí y con las potencias coloniales en progresión. En muchos archivos de los países del Africa occidental (y a veces en Europa) se encuentran millares de documentos en árabe que provienen de personalidades tales como al-1:l~djdj'Umar, Ahmadu Seku, Ma-Ba,. Lat Dyor, Mahmadu Lamine, Samory, al-Bakka'i, Rabih y de muchos otros jefes de menor importancia. La administración colonial tenía también en árabe su corresponden- cia con ellos en Sierra Leona, Guinea, Nigeria y Costa del Oro. Existen cartas ,intercambiadas entre el pachá otomano de Trípoli y los cheikhs de Bornú, entre el sultán de Darfur y Egipto, entre Tombuctú y Marruecos. La situación era análoga en Africá oriental; sin embargo, parece que los archivos de Zanzíbar no .son tan ricos en documentos como se podría esperar razonablemente en una ciudad que tenía relaciones comerciales y políticas tan amplias. Debe haber allí, por supuesto, una gran cantidad de documentos de textos diversos en poder de particulares. La agrupación y catalogación de todos esos documentos será una tarea dificil, pero indispensable en un futuro próximo. A la misma categoría pertenecen los textos en escritura va1, inventada hacia 1833 por Momolu Duwela Bukele y que se extendió muy rápidamente entre el pueblo va'i, de suerte que a finales de siglo casi todos conocían esa escritura y la empleaban éorrientemerite en la correspondencia privada y oficial, en la teneduría de cuentas y también para escribir las leyes consuetudinarias, proverbios, cuentos y fábulas. Muchos de los pueblos vecinos; por ejemplo, los mende, los toma (loma), los gerze y los basa adaptaron la escritura va"i a sus lenguas y la utilizaron con fines análogos 99. A comienzos del siglo XX, el sultán Njoya de los Bamum (Camerún) inventó para la lengua bamum una escritura especial que modificó cuatro veces en el curso dt; su vida; pero, contrariamente a la escritura va1, utilizada generalmente por la mayor parte de la población, la escritura bamµm sólo fue revelada a un pequeño grupo en la corte del sultán. Sin embargo, Njoya compuso en esa escritura un grueso volumen sobre la historia y las costumbres de su pueblo, volumen en el que trabajó durante muchos años y que constituye una auténtica mina de informacio- nes valiosas sobre el pasado 100. Hay que añadir los textos en nsibidi 101 del Cross 99 q. Dalby, D. A., 1967, 1-51. 100 Histoire et coutumes des Bamum, rédigés sous la direction du Su/tan Njoya, traduc. pot P. Henri Martín, París, 1952. El original se conserva en el Palacio. del Sultán, en Fumbllm. 101 Cf. Dayrell, 1910-1911; Mac-Gregor, 1909.156 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA River Valley (sudeste de Nigeria) que consisten en inscripciones en santuarios y en fórmulas de comunicación .entre miembros de ciertas sociedades secretas. Los materiales redactados en las lenguas europeas van desde el siglo XVI hasta nuestros días; están escritos en una docena de lenguas, extraordinariamente abundantes y dispersas en todo el mundo, y guardados en centenares de Jugares diferentes, archivos, bibliotecas o colecciones privadas. Por eso, su utilización por el historiador es bastante difícil, sobre todo en los casos en los que no hay guías ni catálogos .. Por esa razón el Consejo Internacional de Archivos, bajo los auspicios de la UNESCO y con su apoyo moral y financiero, ha comenzado a preparar una serie de guías de las fuentes de la historia de Africa. El objetivo principal era responder a las necesidades de los investigadores que trabajan sobre la historia de Africa, facilitando el acceso a la totalidad de las fuentes existentes. Como la investigación histórica se ha concentrado ampliamente sobre un pequeño número de bibliotecas de archivos que conservan los recuerdos del período colonial, era importante llamar la atención también sobre la existencia de un cuerpo importan- te y muy disperso de materiales aún no utilizados. Aunque las gµías están dedicadas en primer lugar a los archivos públicos y privados, tienen en cuenta también materiales de interés histórico conservados en bibliotecas y museos. La serie debe comprender once volúmenes que ofrecen informaciones sobre las fuentes archivísticas conservadas en los países de Europa occidental y Estados Unidos, y que tratan del Africa al sur del Sáhara. Ya han sido publicados los volúmenes siguientes: volumen 1,. RepúbJica Federal de Alemania (1970); volumen 2, España (1971); volumen 3, Francia (1, 1971); volumen 4, Francia (ll, 1976); volumen 5, Italia (1973);. volumen 6, Italia (1974); volumen 8, Escandinavia (1971); volumen 9, Países Bajos (1978). El volumen 7 (Vaticano) se espera para un futuro próximo. Los volúmenes que se refieren a Bélgica, Reino Unido y Estados Unidos aparecerán por separado, pero seguirán el mismo método de presentación 102. Como muy bien ha dicho Joseph Ki-Zerbo en su introducción a la sede: «En el combate por el redescubrimiento del pasado africano, la guía de las fuentes de la historia de Africa constituye una nueva arma estratégica y táctica» 103 . Además de ese proyecto muy importante, hay ya otras guías de las fuentes, sobre todo correcciones, o según criterios especiales. Entre las más completas figuran las tres guías para la historia del Africa occidental, publicadas en los años 1860, y que _cubren los archivos de Portugal, Italia, Bélgica y Holanda 104. Más ambiciosas y ventajosas en cierta medida son las publicaciones de documentos de archivos in extenso, o en forma de regesta. Hasta ahora son, sobre todo, los materiales de los archivos portugueses los que se han presentado en esa forma. Además de la obra de Paiva Manso (finales del XIX) 105 , disponemos hoy de dos grandes colecciones de documentos misioneros que proceden de archivos 'º2 Los volúmenes de Estados Unidos y de Inglaterra ofrecerán listas de documentos que se refieren a todo el continente. 1 03 Que/len zur Geschichte Afrikas .südlich der Sahara in den Archiven der Bundesrepublik Deutsch- land, 0!_rui~ de las fuentes.de la historia de Afri~ vol. I) Zug, Suiza, 1970, prólogo, pág. 7. Carson, P., 1962, Ryder, A. F. C., 1965, Gray, R., y Chambers, D., 1965. 105 Paiva Manso, 1877.5 E 1 r + a :Y: . ~ I, d'.l 8: 11= :Y: 11= tJ.-t a) ª e l' 1-<>~ t-+ &® o i1 :'?: 1f 0-0 º· 2' ~ r-1 0-0 fo ~ 11 1f . Uo 0 lt C:.J :?: ~ 2l ll= t--=> ,-J Jr a, if-1-ª+•rl1r Cu) a C. ~f m :Y: ff'r-i 1C (o o f9 6 B t-->- 9 8 & ~ W :?: 1-1 :?~ l JI:: ~ fl l"i: t Gr H>-1 . JI C,) ~- LJ (1 Et->- E:: fo [Ji '1-i :y: a' l::: fo [F -lt ~ @ i ~ 1J J--.D : t=;· ~ t:."' }...o 1 & p }-+ '( l-H "1J I-> IC Y ~<B -~ (l W ~V'(, ~ :?: 1 11= t-lo- :?: 8' :?: :ti~ ·:?: fo .5 t? :?: ~11 l ~ :Y: r í H E -u X lJ r p :r!: & H u EP to U·= fu 5 v5 P S n JC B. f e) @ :?: -~ W...a+t I ?! :?: @ 11= }f ~ t + w~ ti &, 5 <r-f H= fo ~ :r: i-z ~ ~ av ~ & p i 8· µ 4 ri ~ &, ·5 JI: &, ~ IJ,-f ~ Lb L, H r •>=;& :?: ti fu 5 -u1· P a1"1i ,l :7: i fo 5 H Jl= fo "'-. •O• S:: ..-U "t... -.J Q.....I 1 ~ {g ~- ~ ~ .,. v n ~· 1 o· r- -'\}' ;y~ zi· f_p 5 · j'i' u== fu D:l, 1-1 n = • Facsímil de escritura vai, sacado del artículo titulado: «An Early vai manuscripr» ( por Svend E. Holsoe), publicado por The lnternationa/ African Institute.158 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA portugueses (y de algunos otros); uno por A. da Silva Rego 106 y el otro por A. Brasio 107 . Hace algunos años se ha emprendido una colección monumental, preparada por los esfuerzos conjuntos de los archivos portugueses y rhodesianos, en la que todos los documentos portugueses que se refieren al Sudeste africano serán publicados en su texto original con traducción inglesa 108 . También ediciones restringidas en el tiempo, en su alcance o en sus objetivos. Esa categocía la representan, por una parte, los British ParUamentary Papets y diversos Libros azules y Libros blancos, que datan, sobre todo, del período colonial, y, por otra, selecciones recientes y más científicas 199 , como los trabajos de Cuvelier y de L. Jadio sobre los documentos del Vaticano para la historia del antiguo Congo 110, o la selección de C. W. Newbury sobre la política británica en Africa occidental, y el estudio documental de G. E. Metcalfe sobre las relaciones entre Gran Bretaña y Ghana 111 . A esa categoría pertenece también la vasta colección de mateüales de archivo sobre la política italiana relacionados con Etiopía y los países vecinos, en curso de publicación por C. Giglio il 2• Muchas otras publicaciones de esa naturalezá a partir de archivos europeos han hecho accesibles documentos para tal o cual aspecto de la historia colonial. El punto débil de esas selecciones es,. sin duda alguna, precisamente su carácter selectivo, pbrque cada compilador sigue, en la elección de materiales, sus propias reglas subjetivas, mientras que el investigador que estudia un asunto necesita todas las informaciones y una documentación completa. En todos los Estados africanos independientes existen ahora archivos guber- namentales que conservan los materiales heredados de la administración colonial anterior. Aunque en algunos países se han publicado guías o catálogos, la mayoría de los archivos de Africa está aún en trámÍte de clasificación y descripción 1 u. La publicación de una serie de guías de todos los archivos púbiicos y privados de Afr.ica, como los que están en curso de publicación de cara a los archivos europeos, es ahora una necesidad urgente. Los archivos gubernamentales de Africa, comparados con los de las antiguas metrópolis, tienen ventajas pero también inconvenientes. Aparte de un pequeño número de excepciones, la formación de archivos detallados no ha comenzado en Africa más que a partir de los años 1880, con numerosas lagunas y materiales perdidos. Esas lagunas han de ser compensadas por otras fuentes, 'las más importantes de las cuales son los archivos de los misioneros y hombres de negocios, y los documentos privados, sin contar, naturalmente, los archivos de las capitales europeas. En cambio, las ventajas de los archivos de Africa sobre los de las antiguas 106 A. da: Silva Rego, 1949-1958. 107 A. Brasio, 1952. 108 The hisrorical documents ofEast and Central Africa, Lisboa-Sa]isbur;y, desde 1965; comprende- rá unos 20 volúmenes. - 109 Guides to material.far West African history in european archives, publicadas por la Universidad de Londres en Athlone Press desde 1962; cf. nota 104. · 11° Cuvelier, J, y Jadin, L., Í954. 111 Newbury, C. W., 19_65; Metcalfe, G. E., 1964. !12 Giglio, Cario, Italia in Africa, Serie Storica, Volumo Primo. 113 Para un estudio de,la situación en la víspera de. la independencia, ver Philip D. Curtin, 1960, 129-147. ',•FUENTES ESCRITAS A PARTIR DEL SIGLO XV 159 metrópolis son numerosas: en primer lugar, los archivos africanos conservan materiales y documentos que tienen relación más directa con la situación local, mientras que los «archivos coloniales» de Europa contienen por encima de todo documentos sobre la política del colonizador. Los archivos africanos frecuente- mente conservan documentos del período precolonial, como informes de los primeros exploradores, informaciones recogidas por diversos comerciantes, fun. cionarios y misioneros en lejanas· regiones interiores, informes que no eran considerados dignos de enviarse a Europa pero que son de una importancia excepcional para la historia local. Esos archivos contienen también un número mucho mayor de documentos procedentes de africanos que los archivos de Europa. ·En términos generales, aunque haya en Africa muchos documentos repetidos con respecto a los de Europa, un investigador que trabajase solamente con las fuentes encontradas en las antiguas metrópolis tendería a escribir una historia de los intereses europeos en Africa más que una historia de los africanos. En cambio, la utilización exclusiva de los archivos depositados en Africano puede dar una imagen completa porque muchos documentos o informes faltan allí o son incompletos. Para terminar, tenemos que mencionar otros documentos que pertenecen también a esa categoría. En primer lugar, los mapas y otros materiales cartográfi- cos. Aunque, desde el siglo XVI, el número de los mapas impresos de Africa haya aumentado cada año, existe un gran número de ellos que están todavía conserva- dos en forma de manuscritos en diversos archivos y bibliotecas de Europa, algunos de ellos magníficamente decorados y coloreados. En esos mapas se pueden encontrar frecuentemente nombres de localidades que ya no existen hoy o que son conocidas con otro nombre, en tanto que los nombres antiguos son mencionados en otras fuentes orales o escritas. Por ejemplo, un cierto número de pueblos bantúes del Este tienen tradiciones d~ migraciones procedentes de una región llamada Shungwaya; actualmente no se conoce localidad alguna con ese nombre aunque. se la encuentra, con diversas grafías, en algunos de los mapas antiguos, como, por ejemplo, en el de Van Linschotten (1596), o en el de William Blaeu (1662) y en otros también, donde Shungwaya aparece con distintas grafías, primero como una ciudad y después como una región no lejos de la costa. Esos antiguos mapas proporcionan también informaciones sobre la distribución de los gmpos étnicos y las fronteras entre Estados y entre provincias, dando nombres diversos a ríos, montañas y otros elementos topográficos; en resumen, ofrecen materiales toponímicos muy útiles que, a su vez, facilitan valiosas informaciones históricas. W. G. L. Randles ha propuesto un método práctico para aprovechar los materiales cartográficos con fines históricos respecto al Africa del Sudeste en el siglo XVI 114. La pertinencia de ese material ya ha sido reconocida, y el historiador tiene a su disposición la gran obra de Yusuf Kemal, Monumenta Cartographica Africae et Aegypti, que contiene también numerosos textos narrativos en su versión original y en las traducciones, si bien se detiene justamente en el siglo XVI 11 5. Por consiguiente, debemos aprobar la petición de Joseph Ki-Zerbo, de 114 Randles, W. G. L., 1958. 115 El Cairo, 1926-1951...... 160 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA publicar una colección de todos los mapas antiguos de Africa en un atlas con textos comentados 116. Un primer paso en esa dirección ha sido dado por la publicación reciente de casi cien mapas en Leipzig, pero los comentarios son insuficientes y los mapas provienen todos de materiales impresos 117. Existen también en las fuentes escritas otros materiales que son los datos lingüísticos, Como un capítulo especial de este volumen está dedicado al examen de la lingüística en su consideración de ciencia histórica asociada, dejaremos de lado las cuestiones de metodología y limitaremos nuestro examen a las indicacio- nes sobre la naturaleza de las fuentes donde esos datos lingüísticos pueden encontrarse. Desde la época de los primeros contactos con Africa ha sido de buen tono añadir a los relatos de viajes de europeos y a sus informes de toda naturaleza listas más o menos largas de palabras en lenguas locales. Los primeros vocabula- rios se remontan al siglo xv; hasta el XIX encontramos pocas veces un libro sobre Africa sin un suplemento de esa naturaleza, a veces acompañado de una breve gramática. Aunque la ortografía no es casi nunca sistemática, no es difícil identificar las palabras y las lenguas. La publicación más importante en esa categoría es la gran colección de vocabulario de unas 160 lenguas publicada por Koelle 118 . El valor de ese trabajo no es solamente lingüístico, como han demostrado Curtin, Vansina y Jait 119. El antiguo reino del Congo ha sido particularmente afortunado en ese terreno: obras que tratan del Kicongo han sido publicadas desde el siglo XVII: una gramática de Brusciotto (1659) y un dicciona- rio deGheel (m. 1652) 120 . Además de esas obras impresas existen otras en diversas bibliotecas y archivos (Vaticano, British Museum, Besani;on, etc.). Su valor para el historiador es mayor que el de las simples listas de palabras, porque son más completos y permiten así un estudio diacrónico de la nomenclatura social y cultural 1 21 • Las fuentes escritas, tanto narrativas como archivísticas, en lenguas africanas, orientales o europeas representan un cuerpo enorme de material para la historia de Africa. Por abundantes que sean los documentos de toda clase, libros e informes ya conocidos, no representan con toda probabilidad más que un fragmento de los materiales existentes. Tanto en Afr:ica como fuera de ella debe haber innumerables lugares que aún no han sido explorados desde el punto de vista de las fuentes posibles de la historia de Africa. Esas regiones inexploradas son ahora «las manchas blancas>> sobre el mapa de nuestros conocimientos de las fuentes de la historia de Africa. Cuanto antes desaparezcan, más rica será la imagen que podremos dar del pasado africano. 1 16 cr. nota 103. 1 1 7 Ajrika· auf Karren des 12-13 Jahrh1mders - Ajl"ica 011 12th to 18 century maps, 1968. 1 1 " Koelle, S. W ., 1963. 119 Curtin, P., y Vansina, J., 1964; Hair, 1965. 120 Regulae quaedam pro dijjicillimi éongenius idiomatis faciliori captu ad Grammatica norman, redactae A. F. Hyacintho Brusciotto, Roma, MDCLIX; J. van Wing y C. Penders, Le plus ancien diclionaire Banru. Vacabularium· P. Georgii Gelensis. Lovaina, 1928. 121 La gramática de Brusciotto ha sido aprovechada para esos fines por D. A. Olderogge en su artículo instructivo «Sistema rodstva Bakongo v XVII» (Sistema de parentesco .Bakongo en el siglo . xv11), en Afrikanskiy etnograficheskiy sbomik lll, Moscü, 1959.Capítulo 7 LA TRADICION ORAL Y SU METOD·OLOGIA J. VANSINA _1as ci yjlj~acioneL~i:.icana~al S.!JI gel S.áhar_a. y_aJ _s.u.r d~l .desier.to .~ran. en gran \~r_te~dvili~aciones de la_palabra, aun cuando la escritura era conocida, como en Africa occidental desde el siglo XVI, porque saber escribir era patrimonio de muy pocas personas y.por.queJa.misión.deJos escritos era frecuentemente marginal.con relación a las preocupaciones esenciales de la socieclad. ~ería uº err~r re~~~_)~ cjyjfü:ación. dda_ p.alabr_a simplemente a_ um1. CQS.ª oegaJi"'.a, <_<austncia_ de escritu- ra», y _c.onservareldesdén . .innato_s!e JaLpersonas letradas hacia _las .iletradas, · desdén que se encuentra en tantas expresiones como en el proverbio chino «la tinta más pálida es preferiblé a la palabra más fuerte». Eso sería desconocer totalmente el carácter de las civilizaciones orales. Que se le juzgue por lo que decía un estudiante iniciado en una tradición esotérica: «El poder de la palabra es terrible. Nos junta a todos y traicionar el secreto nos destruye» (al destruir la identidad de la sociedad, porque aquélla destruye el secreto común). LA ClVILIZACION ORAL El que quiera emple_ar tradiciones orales debe en primer_ l_!.lg~i:_eene_tra~se_E_e1ª l!_~titl!..d._de las civilizaciones orales P-ªrn.<::.QIJ el cfü;curso_ habJado, actitud q~e _varía to.1ª1Il!!!nte con relación a la de las civilizaciones en .la~ que la _esc.ritura __ ba consig_n2 do todos IQ.~ q¡ens_ªj~irnp9_rt!lntes. La s9citd.a_q ornl cono<::e eLh.abJa ¡;_o_qjenJe, pero tamq_i_fo_el djscurso .. ~1-ª.Y~, un mensaje legado por los antepasados, es decir, una tradición oral. En efecto,_~e. g~.lins: la tr_adjciplJ.. cgrno t1n tes~im.oQig __ transmitido verbalmen_te de una_g~n._er<!cióº a_otra. Casi en todas partes el «verQº~> Q9S~e un poder misterioso, porque las palabras c::rean las cosas. Al menos esa es la actitud que prevaleció en la mayor parte de las civilizaciones africanas. Los dogon, sin duda, han expresado ese nominalismo de la manera más explícita; en los rituales se ccmstata en todas parles que el nombre es la cosa y que «decir» es «hacer».162 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA i'. La oralidad implica una actitud an_te la re~lida_d, y TI O _sólo una falta de algo._A) . hisJoriacioLde )os tiempos Contemporáneos que está agobiado por las cantidades ingentes de mensajes escritos y debe desarrollar una técnica para leer rápidamen- te, con riesgo de no comprender bien más que por repetición de los mismos datos . en numerosos mensajes,]1t_s tradic:iones lo d~sconciertan. Exigen, por el contrario, un retorno continuo hacia la fuente. El zaireño Fu Kiau observa justamente que es ingenuo leer un texto oral una o dos veces. y después creer que se ha comprendido. Es necesario entenderlo. Es necesario aprenderlo, interiorizarlo como un poema, cuestionarlo para analizar sus significaciones múltiples, al menos si se trata de un discurso importante. El historiador debe, pues, aprender a ir más despacio, a reflexionar para penetrar en una representación colectiva porque el · cuerpo de la tradición es la memoria colectiva de una socredad que- se explica por sí misma. Numerosos eruditos africanos, tales como A. Hampaté-Ba o Boubou Hama han expresado, por otra parte, ese mismo razonamiento de manera ., elocuente .. El .!:iistoria_dor debe iniciarse primero en los modos de pensamiento de i _la sociedad oral antes ~e intemr~tar _g1_¡; tracjic:iQn~s0 • . ·NATURALEZA DE LA TRADICION ORAL _: .,- ' . . }' La tradición oral es definida como µn testimonio trans_miticjo_ or_al111gl]le de una , · r.r:' g_eneración a otra de los que siguen. Sus caracteres propios son la verbalidad .Y la ,.;} . tr_a11~misión que difiere de las fuentes escrita.:5. La verbalidad es m~y difícil de ,"i' ,-_¡ ~ definir. f · Un documento escrito es un objeto: u~ manuscrito. Pero un documento verbal puede definirse de varios modos, QU!<_Sto qµe un testigo puede interrumpir §.!l. t~~i.!l}Q!lto-.1. copegir~e1_m:o~eg)ljr, etc. También hay que usar algo arbitrario para definir el testimonio i:;omo el conjunto de todas las declaraciones de una p~rss>na gue se refiere a u11a .misml! ~ecuencia de .ac.ontecimientos pas_ado.s, con tal que el testigo no haya adquirido nuevos conocimientos entre las diferentes declaraciones. Porque en este último caso la transmisión sería alterada y nos encontraríamos ante una nueva tradición. Hay personas que conocen tradiciones que se refieren a toda una serie de acontecimientos diferentes, principalmente los especialistas, como los griots. Se conoce el caso de una persona que utiliza dos tradiciones diferentes respecto a una misma evolución histórica. Informadores ruandeses narraban tanto la versión según la cual el primer Tutsi caído del cielo encontró el Hutu sobre la tierra, como otra versión según la cual Tutsi y lfotu eran hermanos. ¡Ros tradi~iones distintas, un .111ismo informa- _dor, , un_ ,mismo tenia! Por eso, se ha introducido «una misma secuencia de acontecimientos» en la definición del testimonio. En fin, todos conocen el caso del informador local que refiere una historia compuesta, elaborada a partir de las diferentes tradiciones que él conoce. La tradición es un mensaje transmitido de una generación a la que sigue. P9rq~.!< t.Qio_¡;Jq_s _dªtºs vei:_~les _I!O _s_on _tr<!di~!ones. ~e distingue, en primer lugar, el testimonio verbal del testimonio ocular, que posee un gran valor porque se trata de una fuente «inmediata», no transmitida, en la que los riesgos de deformación del contenido son mínimos.LA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA 163 Toda tradición oral válida ·debe remontarse además a un testimonio ocular. Hay que descartar también el rumor, que es también una transmisión de mensaje, pero cuyo carácter propio es tratar de «ruidos» que corren. Por eso, en nuestros días se le llama a veces «radio-móvil». El rumor se deforma de tal modo que sólo puede ser útil para expresar la reacción popular ante un acontecimiento determi- nado. También puede dar origen a una tradición cuando es utilizado por generaciones ulteriores. En fin, queda la tradición, propiamente hablando, que transmite un docume11to a las generaciones futuras. _El or:.igen g~ la._s_ Jra.djc;ion~s ~-e sitúa ora en el testimonio 9.c!!)_ar, ora en un ru.mor,_or~ ~n una creación nueva a partir de diferentes textos orales existentes, tramados y arreglad~s para crear un mensaje nuevo .. Ah-ora bien:sólo son válidas las Jr;,u:jic;ümes que se remontan a un t~§ti1r.w!}iQ ºcul~r. Los hÍstÓ-rÍadores :del Islam lo habían comprendido bien, con el desarrollo de una técnica compleja para determinar el valor de los Hadith, esas tradiciones que se apropian de las afirmaciones del Profeta, recogidas por sus compañeros. Con el tiempo, el número de los Hadith llegó a sei: imponente, siendo preciso eliminar a aquellos en los que no se podí_a rec,m~tituir la cadena de informadores (Isnad) vinculando al erudito que lo había fijado p~r ~scrito con u~o de los compañeros del Profeta. Para cada eslabón, la historiografía islámica ha desar.rollado unos criterios de probabilidad y credibilidad idénticos a los de los cánones de la crítica histórica actual. ¿El testigo intermediario podía conocer la tradición? ¿Podía .comprenderla? ¿Tenía ..... ..:, interés en deformarla? ¿Ha podido transmitirla? ¿Cuándo, cómo y dónde? < "'-- / . Se habrá observado que la definición de Ja t.radicjó_n ~~!~!'!!Jin<!c!a _a.91.!í _ n~ , //, ,; t' /i.mpJica ~tr_as_ li_mita_cton~s que la verb11Ii~ad y_ la tra_nsmisión oral. Y no incluye, ;, ;}< pues, sólo los mensajes que quieren conscientemente referir ios acontecimientos del pasado, corrio las crónicas orales de un reino, o las genealogías de una sociedad segmentaria; sino que CQmprend~ t_arnbién todos los textos orales ,..t@nS~itLdos __ prác;ttcamente en toda una litel3atura oral. Esta proporcionará indicaciones tanto más valiosas cuañto que seantestím-óñfos inconscientes que se refieran al pasado y constituyan además una fuente mayor para la historia de las ideas, de los valores y del arte oral. En fin, todas las tradiciones son al mismo tiempo obras literarias y deben ser examinadas bajo ese ángulo, como e~ necesario estudiar lo.s ambient.i::_s_so.GiPcles qu~e las han c;reado y transmitido y la visión de) mL1ndo qu_e subyace en el ; contenido de toda expresión de una civilización determinada. Por eso,. las secciones siguientes tratan sucesivamente de la crítica l_iteraria, del examen del ambiente social y del ambiente de civilización, antes de pasar al problema cronológico y a la evaluación general de las tradiciones. LA TRADICION, OBRA LITERARIA La mayor parte de las ·obras literarias son tradiciones, y todas las tradiciones conscientes son discursos orales. Como todos Io_Hli_SPJ.H'fü:>~,JaJou:na. y los cánones Jiterarios_io_fl~n~Lan el contenido del mensaje; esa es la razón J)rimera por la que hl!y qu_e colocai: las tr_adiciones en el !_!!arco g~neral de un examen de las estructuras literarj_a~1, y realizar su crítica bajo ese ángulo. -~- ·- '.~. l 164 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Un primer problema planteado es el de la propia forma del mensaje. Existen cuatro formas fundamentales, resultantes de una combinación operatoria de dos pr.incipios. En algunos casos, las palabras son usadas de memoria; en otros, la elección se deja al artista. En algunos casos, una serie de reglas formales especiales incrementa la gramática del lenguaje ordinario; y, en otros casos, ese aparato convencional no existe. FORMAS FUNDAMENTALES DE LAS TRADICIONES ORALES contenido estereotipado · libre ( elección de palabras) fo,ma ¡ reglada poema epopeya libre fórmula narración El término «poema» no es más que una etiqueta que recubre los datos empleados de memoria y dotados de una estructura específica, incluidas también las canciones. El término «fórmula» es una denominación que comprende frecuentemente los refranes, adivinanzas, oraciones, listas de sucesión, o sea, todo lo que se aprende de memoria pero que no está sujeto a otras reglas de composición que las de la gramática corriente. En a01b_os casos, esas tradiciones ~.Qll}(!.9J"ta_!l_!!_9 ~_ólo el mensaje, sino las palabras mismas que le sirven de vehículos. Se -P.Uede.Lpue~, en _teoría r~conSl!Uir U-n -arquetipo 111icial, exactamente como se .puede hacer r~specto a l~~ fuentes es~ritas. Es posi_ble cqnstruir arg1Jmentos ;¡!"!i~tÓrÍCOS _sobre las palabras, }'-11~ sólo SQQ_re el _sentido general del mensaje. ·Sucede frecuentemente con las fórmulas, y menos frecuentemente con los poemas, que no se pueda reconstruir un arquetipo porque Las interpelaciones sean demasiado numerosas: por ejemplo; cuando se reconoce que una divisa de «clan» resulta de una serie de préstamos de otras divisas, sin que se pueda aislar lo que constituía el enunciado original y específico. En efecto, se comprende por qué es tan fácil interpolar en unas fórmulas. Ninguna regla obstaculiza ese proceso. En cambio, las. fy1.~.Q!es ~~tereotipa9as_i.,pn,_en principio, más. valiosas, pQrque ~pn !_Il~S preci~as en cuanto a, la transmisió.n. En la práctica, son pocas las que quieren transmitir conscientemente unos datos históricos. Además, aquí es donde se encuentran evidentemente arcaísmos a veces inexplicados. Se puede encontrar su significación en el caso de las lenguas bal}túes, porque las posibilidades de que una lengua vecina haya conservado una palabra que tiene el mismo radical que el arcaísmo estudiado son bastante grandes. Por otro lado, se debe acudir al comentario del informador que puede usar de nuevo un comentario tradicional o ... inventarlo. Es más molesto que ese mismo género de texto se complique con alusiones poéticas, con imágenes veladas, con juegos de palabras de _múltipleLA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA Í65 significado. No solamente no se puede comprender nada en un texto hermético parecido y sin comentario, sino que frecuentemente sólo el autor capta todos los matices. Ahora bien, el autor no transmite todo en el comentario explicativo, más o menos válido, que va parejo con la transmisión del poema. Esa particularidad está muy difundida, principalmente en lo que concierne a los poemas o canciones panegíricos sudafricanos (Tswana, Sotho), esteafricanos (región interlacustre), centroafricanos (Luba, Congo) u oesteafricanos (ljo). El término «epopeya» es una denominación que significa que en el interior de un cañamazo impuesto y recargado de reglas formales, como las rimas, los modelos relativos a los tonos, a las medidas de las sílabas, etc., el artista conserva la elección de sus palabras. No hay q_ue confundir este caso con los fragmentos literarios de estilo heroico y de larga duración, como los relatos de Soundjata, de M windo (Zaire) y de otros muchos. En el género del que aquí hablamos, la tradición comporta, además del mensaje, el marco formal, pero nada más. Frecuentemente, sin embargo, se encuentran versos característicos que sirven de relleno o que recuerdan simplemente al artista, al IJ}arco o al cañamazo formal. Algunos de estos versos.se remontan probablemente a la creación de la epopeya. ¿Existen semejantes «epopeyas» en Africa? Pensamos que sí y que ciertos géneros poéticos principalmente de Ruanda se clasifican en esa categoría, como los cantos- fábulas fang (Camerún-Gabón). Advirtamos que, ya que la elección de las palabras es libre, no se puede reconstruir un auténtico arquetipo para esas epopeyas. Pero añadamos inmediatamente que las exigencias de forma son tales que es verosímil que el conjunto de una «epopeya» se remonte a un solo original. El examen de las variantes lo demuestra frecuentemente. Quedan las «narraciones» que comprenden la mayor par.te del tiempo de los mensajes históricos conscientes. La libertad dejada al artista permite aquí numerosas combinaciones; numero.sas refundiciones, reorganizaciones de episo- dios, extensiones de descripciones, desarrollos, etc. Difícilmente se puede entonces reconstruir un arquetipo. La libertad del artista es total; pero sólo desde el punto de vista literario: el entorno social podría imponerle una fidelidad a veces rígida para con esas fuentes. A pesar de las dificultades mencionadas, es posible descubrir el origen híbrido de una tradición recogiendo todas sus variantes, incluidas aquellas que no son consideradas como históricas; y recurriendo a variantes que proceden de pueblos vecinos. Así puede deslizarse, a veces insensi- blemente, de lo histórico a. lo maravilloso. Pero se llega también a eliminar una serie de versiones orales, las que no se remontan a un testimonio ocular. Hay que aplicar una crítica esencial. Cada literatura oral posee su propia división en géneros literarios. El historia- dor se afanará por conocer no sólo lo que representan esos géneros para la civilización que él estudia, sino que recogerá al menos una muestra representativa de cada uno de ellos, puesto que en los géneros es posible encontrar datos históricos, y dado que las ttadiciones qué más especialmente le Ínteresan se pueden comprender mejor en el contexto general. La clasificación interna propor- ciona ya valiosas indicaciones. Se descubrirá si los propagadores de esos textos establecen una demarcación, por ejemplo, entre los relatos históricos y los demás. En fin, los géneros literarios están sometidos a convenciones literarias que es166 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA preciso conocer para comprender el sentido real del texto. No se trata ya de reglas formales, sino de elección de términos, de expresiones, de prefijos poco usuales y de diferentes licencias poéticas. Una atención más particular debe aplicarse a las palabras o expresiones con resonancias múltiples. Además, l~s t~rmin9sdave que ~tán _unidos íntimamente_ con_ la estruc:tura social y la concepción del mundo, y que son prácticamente intraducibles, deben interpretarse a través de la clave del c~rit~xto literario donde aparecen. No se podría recoger todo. El historiador se halla, pues, obligado a tener en cuenta las exigencias prácticas y estará limitado, con conocimiento de causa, una vez que posea una muestra representativa de los géneros literarios. En lo que concierne a los relatos, sólo un catálogo de las categorías de relatos pertenecientes a la etnia estudiada o a otras, permitirá descubrir no sólo imágenes o expresiones favoritas, sino, verdaderos episodios estereotipados, por ejemplo, en las relaciones que se pueden calificar de «leyendas migratorias» ( Wandersagen). Así, un relato luba de las orillas del lagq Tanganica cuenta éómo un jefe se libera de otro invitándole a sentarse sobre una estera, debajo de la cual había hecho excavar un pozo provisto de estacas puntiagudas. El otro se sentó y murió. El mismo argumento se encuentra no sólo desde los grandes lagos hasta el océano, sino incluso entre los peul de Liptako (Alto Volta), y entre los hawsa (Nigeria) y los. mossi de Yatenga (Alto Volta). La importancia de esos episodios-cliché es evidente. Desgraciadamente no poseemos obra alguna con referencia a este tema, aunque H. Baumann da algunas indicaciones para una serie de clichés que se refieren a «los orígenes» 1• Nos parece urgente establecer unos catálogos prácticos para la investigación de esos estereotipos. Los índices de motivos populares ( Folk Motiv Jndex) no son manejables y sí confusos, porque están fundados en rasgos menores elegidos arbitrariamente, mientras que el episodio representa en los relatos africanos una unidad natural en un catálogo. Cuando se encuentra un cliché de ese género, no se tiene derecho a rechazar como inválida toda la tradición, ni siquiera la parte de ella donde figura esa secuencia. Se explicará más bien por qué se utiliza ese cliché. En el caso citado explica simplemente que un jefe elimina a otro, y añade un comentario ficticio pero que agrada a los oyentes. Las más de las veces se advertirá que esa clase de cliché esboza unas explicaciones y comentarios en torno a datos que pueden ser perfectamente válidos. !,~_crítica literar_ia pg,pjªrnente hablando no explicará shlo los sentidos literarios y los sentidos pretendidos de una tradición, sino tambi_én l<1s coacc:iones _expuestas a la ex_pres_ión_del mensaje pqr las ex!sei:icias formales y estilísticas. y evaluará el efecto de la deformación estética, si hay alguna, como ocurre frecuentemente. En efecto, ni siquiera los mensajes del pasado deben ser demasia- . do engorrosos. Por e~o,.la o~servación de las representaciones sociales r~_lativas a la tr~l:!<!!ción reviste !:1n11 i~ori~c:ta:crjigiL _Y_d~_cTmo~ !'~presentación:antes que «~progu~9Q!l~> _porg!Je .e.11 J.ª-_ gran !!1.ll,YQ!'!ª- de lo~ "~9~ (:IJtr¡i en ju~go un 1_~I_emento es_tético., Aunque los criterios estéticos priman sobre la fidelidad de reproducción, se producirá una deformación estética que refleja el gusto del 1 Baumann, 1916.LA TRADICION ORAL Y SU METOOQLOGIA 167 público y el arte del tradicionalista. Incluso en los otros casos, se encuentran frecuentes arreglos de textos que llegan hasta vestir a las tradiciones de contenido histórico preciso con el uniforme de los cánones artísticos en vigor. En los relatos, por ejemplo, una serie de episodios conducentes a un apogeo prepara.la intriga principal, mientras que otros constituyen repeticiones paralelas, y otros, en fin, no son más-que transiciones de uno de los apoyos del relato al siguiente. Como regla general, puede admitirse que cuanto más se aproxima un texto al canon esperado y admirado por el público, más deformado está. En una serie de variantes, la variante correcta podrá ser a veces descubierta por el hecho de que v~ al encuentro del canon, así como una variante que contradice la función social de una tradición es probablemente más auténtica que las otras. No olvidemos, sin embargo, que no todos los artistas de la palabra son excelentes. Algunos de ellos . son malos y su variante será siempre un fracas·o. Pero la actitud de un público, como el montaje de una representación, no es exclusivamente un acontecimiento artístico. Es, más que nada, un acontecimiento social, lo que nos obliga a considerar la tradición en su medio social. EL MARCO SOCIAL DE LA TRADICION T.odq lq_ que la soci~dadjµz.ga impqrtaQte P.ª!:.ª el qu.el!.ftm<;i_QPamie.nto de sus i_nstituciones,. para una l;)µeQª C-9JJlP(~nJióp d~ l9s, esti1:tutos sociales y de las_ funciones correspondien.tes, y para los derechos y obligaciones de cada uno, todo efio es transmitido cuidadosamente. ifo una sociedad oral, eso será por medio- de_ la tradición, mientras gue, én la sociedad que escribe, sólo los recuerdos menos importantes se dejan a la tradición. Durante mucho tiempo, ese hecho ha inducido a los hÍstoriadores a error cuando creían que las tradiciones eran una especie de cuentos de Calleja, de canciones de cuna o de juegos de niños . . Cad_a institución social y grup_o sg<;Ü!l _poseen tambiép 1,1na identidadº pro_pia qµ~ va a_c9mpañada de un Pª~ªºº ip~gito en la.s JepresenJaciones c.olecti:v.as de una tradición g_ue d_;:i. <;1,1e_Qta de el.la y Q)Je 1-ª j!,!§Jjfica. Por eso, cada tradición poseerá su «superficie social», empleando la expresión de H. Moniot. Jii!l _ ~~rl}cie_ss,_cial, l_~ tradició~ 1!º s_eri_a ya_n~!ll_i~id_a y carecería de función; perdería su razón de ser y seria abandonada por la institución ·que la sustenta.- . Se podría intentar segutr- a a°Igunos que han pretendido predecir cuál sería el perfil del cuerpo de las tradiciones históricas de una sociedad determinada, partiendo de una clasificación de las colectividades en tipos como «Estados», «sociedades anárquicas», etc. Aunque es verdad que se_puede clasificar toscamen- teJa_ser.ie_de sociedades africanas en modelos de ese género, no es difícil demostrar qwu:sas_tip.ologia_s pueden ser cQ.D.tin.ua_das hasta el i'nfinito, puesto quecada sóciedad difiere de las otras y dado que los criterios empleados son arbitrarios y limitados. N,p existen dos Estados idénticos, ni siquiera análogos en sÜs detalles. Se encuentran diferencias enormes entre las grandes líneas de organización de las sociedades massai (Kenia-Tanzania), embu (Kenia), meni (Kenia), galla (Kenia- Etiopía), aunque a todas se las pueda clasificar como sociedades «con clases de edad» y se sitúen en una misma parte de Africa. Se pretende poner un caso de168 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA sociedad llamada «anárquica simple» que comporte pequeños grupos estructura- dos por linajes múltiples, de las que podríamos pensar que los gouro (Costa de Marfil) serían un caso apropiado. Se atiende aquí a un «perfil» de tradiciones que no contendría más que historias de linajes y genealogías. Y se las encuentra. Pero también se encuentra una historia esotérica transmitida por una sociedad secreta. Se pone el caso de los tonga, de Zambia, y se encuentra asimismo la historia del linaje, pero también la de centros rituales animados por los llovedores. No hay sociedades de ese. tipo que no presente una institución mayor «inesperada». El caso extremo en cuanto a los Estados es el del reino de los batéké (Tio) en el que la tradición real no .se remonta a más de dos generaciones, mientras que se supone que los reinos tienen tradiciones muy antiguas. Además, se retrocede mayor espacio de tiempo al recoger las tradiciones de los símbolos mágicos de los señores que siguen en ellas a las relativas al símbolo real. Las generalizaciones apresura- das están absolutamente desplazadas. Sólo a posteriori se determina el «perfil» de un cuerpo de determinadas tradiciones . . Es evidente que las funciones desempeñadas _por las tradiciones tienden a deformarl!l§_, a_unqy~ n__Q_se puedª e,stablecer un catalogQ~OmpH~!º de 1~s fÜ-ncío- _}!esjmes~~ _ unª_!!!!_d}ciq~_ puede cul}lplir varias func_iones y desemp~ji~J IJ_I.l papel más o f!l!!gos precisQ o difu~o con relación a las funciones que desempeña. Pero la razón principal es que el término función resulta confuso. La mayoría de las veces se emplea para denominar todo lo que sirve para reforzar o mantener la institución de que depende. Como el vínculo no es tangible, la imaginación puede proporcionar una lista ilimitada de funciones «a cumplir», por lo que la elección es imposible. Eso no impide, sin embargo, que se puedan distinguir ciertas tradiciones. Como esas «cartas míticas», historias dinásticas, genealogías y listas de reyes que pueden considerarse auténticas constituciones no escritas. Es posible ampliar esa categoría agrupando en ella a todas las tradiciones que se refieren a fines jurídicos públicos, como, por ejemplo, las que mantienen los derechos públicos sobre propiedades. Se trata generalmente de tradiciones ojicia/es en el · sentido en que aspiran a una validez universal para la sociedad. Las tradiciones privadas, asociadas. a grupos o instituciones englobados en otros, serán peor conservadas, porque son menos importantes, pero frecuentemente más verídicas, que las otras. No obstante, conviene advertir que la tradición privada es oficial para el grupo que la transmite. Así, una historia de familia es privada con relación a la de todo un Estado, y lo que eBa tiene que decir respecto al Estado está menos sujeto al control de éste que una tradición pública oficial. Pero en el interior de la familia la tradición privada se convierte en oficial. Para todo lo que atañe a la familia se deberá, pues, tratarla como a tal. Desde entonces se comprende por qué es tan interesante emplear tradiciones de familia o de territorios para dilucidar puntos de historia política general. Su testimonio está menos sujeto a deformación y puede controlar eficazmente los asertos hechos por las tradiciones oficiales. En cambio, al tratarse de subgrupos, la profundidad y el cuidado con que aqlléllas son transmitidas son frecuentemente poco satisfactorios, como lo muestran las numerosas variantes. Entre las otras funciones inás frecuentes, se puede mencionar sucintamente las _ religiosas, litúrgicas (cómo cumplir un ritual), jurídicas privadas (precedentes),LA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA 169 estéticas, didácticas, históricas, laJunción de comentario de un texto esotérico, y lo que los antropólogos llaman función mítica. Al considerar, por una parte, las funciones y, por otra, el género literario, se puede constituir de cara al historiador una tipología válida que le permita proceder a una evaluación general de las deformaciones probables que sus fuentes habrían experimentado al dar indicacio- nes sobre la transmisión. Por sólo considerar los tipos que son producto de semejante clasificación, se pueden distinguir los nombres, títulos, eslóganes o lemas, fórmulas rituales, fórmulas didácticas (refranes), listas de topónimos, de nombres de personas, genealogías, etc. En todo estos casos se trata de «fórmulas», desde el punto de vista de la forma fundamental. Los poemas históricos, panegíricos, litúrgicos o de ceremonias, religiosos, personales (líricos y demás), las canciones de todo tipo (de cuna, de trabajo, de caza, de remeros, etc.), son «poemas» desde ese punto de vista. La <<epopeya» como forma fundamental está representada por ciertos poemas que no corresponden a lo que se designa habitualmente con ese nombre. En fin, la «narración» comprende los relatos generales -históricos o no-, locales; familiares, épicos, etiológicos, estéticos, y los recuerdos personales. Además, se añadirán aquí los precedentes legales que son raramente transmitidos por tradición oral,, los comentarios de textos y las notas ocasionales que son esencialmente respuestas breves a cuestiones tales como: cómo hemos llegado a cultivar el maíz, de dónde procede la máscara de la danza, etc. Por la lista que precede se ve inmediatamente cuál puede ser la acción deforma- dora de una institución sobre cada uno de los tipos. Pero también hay que demostrar que semejante acción ha tenido lugar efectivamente, o que la probabili- dad de deformación es muy grande. Con frecuencia se llega a demostrar que una tradición es realmente válida porque no sigue la deformación esperada: por ejemplo, tal pueblo se cree «hermano menor» de otro, tal crónica real admite una derrota, tal fórmula que debe explicar la geografía física y humana del país no se aplica ya a la realidad actuaL En todos esos casos, el análisis demuestra la validez de la tradición porque ésta ha resistido a la nivelación. En su obra que trata del fenómeno de la escrit.ura ( /iteracy ), Goody y Watt han argumentado que la sociedad oral tiende constante y automáticamente a una homeóstasis que borra de la memoria colectiva --de aquí el término de amnesia estructural- toda contradicción entre la tradición y su superficie social. Ahora bien, los casos citados anteriormente muestran que esa homeóstasis es solo parcial. De ello resulta que no se puede rechazar en bloque el valor.histórico de las tradiciones so pretexto de que sirven para ciertas funciones. Resulta también que una estrecha crítica sociológica deberá aplicl!-rse a cada tradición. En la misma obra, los autores citados sostienen que la cultura de una sociedad verbal está homogeneizada, es decir, que el contenido en conocimientos del cerebro de cada adulto es aproximadamente el mismo. La cuestión dista mucho de ser completa- mente verdadera. Especialistas artesanos, políticos, jurídicos y religiosos conocen muchas más cosas que sus contemporáneos de la misma etnia· no conocen. Cada etnia tiene sus pensadores .. Entre Jos kouka (Zair~), pQ¡:_ ej,e01plq, h~_I!l9S encgntrn::. do a tres hombres que p_artiendo del mismo sistema de símbolos lle,gabªn a tres filosofías bien difer~ntes, y sospechamos que lo mismo ocurre ent.re los dogon. En170 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA lo que concierne a las tradiciones, se constata que en numerosos grupos existen tradiciones esotéricas secretas que son privilegio.de un pequeño grupo, y tradicio- nes exotéricas públicas. Así; la familia real de Ashanti conocía un relato secreto referido a su origen, mientras que el gran público sólo tenía acceso a la versión pública. En Ruanda, sólo los especialistas biiru conocían los rituales de la realeza, siendo también necesario que estuviesen juntos para conocer su totalidad, puesto que cada grupo de biiru no conservaba más que una parte de los rituales. En casi todos los rituales de entronización dé reyes en Africa se encuentran prácticas y tradiciones secretas. ¿Quiere eso decir que la tradición esotérica es necesariamente más exacta que la exotérica? Depende del contexto. Después de todo, aquéllas también pueden ser deformadas por razones imperativas, y tanto más imperativas cuanto que el grupo que detenta el secreto es un grupo clave de la sociedad. Señalemos aquí que empíricamente no conocemos aún más que muy pocas tradiciones exotéricas, porque el orden antiguo en que ellas encuentran sus raíces no ha desaparecido completamente. Las que conocemos provienen de sociedades que han sido profundamente trastornadas. Y muchas de esas tradiciones se desvanecerán indudablemente sin que un historiador pueda recogerlas. Pero, a partir de los fragmentos que tenemos, podemos afirmar, a pesar de todo, que algunas tradiciones ogboni del país yoruba se han deformado hasta el extremo de no constituir ya un mensaje válido en lo que se refiere a los orígenes del ogboni, mientras que el biiru, por ejemplo, parece ser más válido. Eso no proviene del carácter esotérico, sino del motivo de esas tradiciones: las primeras legitiman un poder fuerte ostentado por un pequeño grupo de hombres, mientras que las segundas no son más que la 11'\emorización de un ritual práctico. Cada tradición posee su superficie social. Para encontrar las tradiciones correspondientes y examinar la calidad de su transmisión, el historiador tendrá que aprender a conocer con tanta exactitud como sea posible la sociedad en cuestión. Debe examinar todas las instituciones para encontrar las tradiciones, al igual que lo hará con todos los géneros literarios para descubrir en ellos los datos históricos. El grupo dirigente de una sociedad detenta las tradiciones oficiales, y su transmisión está frecuentemente asegurada por especialistas que emplean medios nemotécnicos (frecuentemente el canto) para recordar los textos que han de a,prender. A veces hay control por medio de unos colegas durante la recitación en privado y la realización pública asociada a una ceremonia mayor. Pero los especialistas no están siempre vinculados al poder. Lo mismo ocurre con los genealogistas, los tamborileros de jefes o reyes, los guardianes de tumbas 2, los sacerdotes de cultos nacionales. Pero existen ta,mbién especialistas a otros niveles. Entre los xhosa (Africa del Sur) hay mujeres especializadas en el arte de represen- tar divertidas narraciones ntsomi. Con ellas conviven otras que saben practicarlo también, pero no hacen de ello una especialidad. Este es el caso corriente para los espectáculos populares. Algunos oficiantes religiosos son frecuentemente también especialistas en tradición oral: así, los guardianes de los mhondoro shona {Rhode- sia) conocen la historia de los espíritus de cuya guarda están encargados. En fin, 2 En algunos países, sin embargo;éstos forman parte integrante de la clase dirigente; así ocurre con los bend0 naba (jefe de los tambores) entre los mossi.LA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA 171 algunos son trovadores, como los grio'ts que recogen tradiciones a todos los niveles y representan los textos convenidos ante una audiencia apropiada en determinada ocasión: matrimonio, fallecimiento, fiesta en casa de un jefe, etc. Son raros los casos en los que no hay especialización alguna, incluso respecto a la historia de las tierras o de la familia. Siempre hay individuos que Son socialmente superiores (los abashinga ntabe, de Burundi, para las cuestiones de tierras, por ejemplo), o que están mejor dotados y a quienes se encarga el cuidado de conservar y transmitir las tradiciones. Finalmente, una última categoría de personas mejor informadas (no nos atrevemos a emplear la palabra especialista) reagrupa a quienes habitan cerca de lugares históricos importantes. Aquí, incluso la vida en medio del paisaje que sirve de marco para una batalla, por ejemplo, sirve de medio nemotécnico a la tradición. Examinar las «superficies sociales» permite, pues, descubrir las tradiciones existentes; colocarlas en su contexto, encontrar los especialistas que se encargan de ellas y examinar las transmisiones. Ese examen permite también encontrar indicios valiosos en cuanto a la frecuencia y la forma de las propias representa- ciones. La frecuencia es un indicio de la fidelidad de la transmisión. Entre ·los dogon (Malí), el ritual del Sigi no se transmite más que una vei cada sesenta años aproximadamente. Eso favorece los olvidos; y raros son los que han visto a dos Sigi y han comprendido de qué se trataba cuando el primero intentaba dirigir al segundo. Sólo personas de 75 años, por Jo menos, pueden hacerlo. Se puede suponer que el contenido del Sigi y la enseñanza dispensada variará mucho más que una forma de tradición como la de un festival anual en Nigeria meridional. Por otra parte, una frecuencia de representación muy elevada no significa necesariamente que la fidelidad de la transmisión lo sea igualmente. Depende de la sociedad. Si ésta tiende a una fidelidad muy estricta, la frecuencia contribuirá a mantenerla. Ese es el caso de fórmulas mágÍcas, como ciertas fórmulas para, por ejemplo, expulsar la brujería. Así es como determinadas fórmulas mboon (Zaire) para ahuyentar la lluvia se sitúan en un contexto geográfico tan arcaico que ninguno de los elementos mencionados se encuentra ya en el país mboon actual. En cambio aunque la sociedad no conceda importancia alguna a la fidelidad de la transmisión, la alta frecuencia de la representación altera la transmisión más rápidamente que una frecuencia más baja. Es el caso de las canciones de moda y, sobre todo, de los relatos populares más apreciados. Por otro lado, todo ello puede y debe ser controlado por el estudio de las variantes recogidas. Su amplitud es una medida direéta de la fidalidad de la transmisión. Parece que las alteraciones se sitúan siempre en una dirección que aumenta la homeóstasis entre la 'institución y la tradición que la acompaña. Porque Goody y Watt tienen razón en parte. Si existen variantes y se alinean en un eje bien definido, se deducirá de ello que las variantes son menos conformistas con relación al fin y a las funciones de la institución, según las más válidas. Además, se llega a veces a demostrar que una tradición no es válida, bien en caso de ausencia de variantes, cuando la tradición se ha convertido en un cliché del género d~ «todos procedemos de X» y cuando X corresponde perfectamente a las necesida- des de la sociedad; bien allí donde las variantes son, como en los relatos popular,es, tan divergentes que apenas se llega a reconocer lo que constituye una172 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA tradición y lo que la separa de otra. Es evidente en ese caso que la mayor parte de las versiones son invenciones más o menos recientes, a partir de otros relatos populares. Pero en esos dos casos extremos hay que poder demostrar que la ausencia de variantes corresponde realmente a una motivación poderosa de la sociedad, como la proliferación de variantes corresponde a preocupaciones estéticas o de diversiones que suplantan cualquier otra consideración. O bien se debe poder demostrar que son los postulados inconscientes de la civilización los que han homogeneizado la tradición hasta el extremo de hacer de ella un cliché sin variantes. Precisamente es esa influencia de la civilización la que vamos a examinar ahora, tras haber hecho la crítica sociológica. EL MARCO MENTAL DE LA TRADICION Por marco mental entendemos las representaciones colectivas inconscientes de una civilización que ejercen influencia sobre todas sus expresiones y constituyen al mismo tiempo su visión del mundo. Ese marco mental difiere de una sociedad a otra. En un nivel superficial, se encuentra bastante fácilmente una parte de ese conjunto al examinar el contenido del cuerpo entero de las tradiciones por una crítica literaria clásica, y al comparar ese cuerpo con otras manifestaciones, sobre todo simbólicas, de la civilización. La tradición, sobre todo bajo la forma de poema o narración, idealiza. Y crea cromos y aleluyas. Toda historia tiende a convertirse en paradigmátita y, por lo mismo, en mítica, ya sea su contenido «verdadero» o no. Así, se encuentran modelos de comportamientos ideales y de valores. Apenas es difícil descubrir en las tradiciones reales, ~ los individuos que llegan a ser estereotipados como en un western. Este rey es «el mágico», ese soberano <<el justa>>, aquél «el guerrero». Ahora bien, ello deforma los datos, porque una serie de guerras, por ejemplo, tiende a atribuirse a un rey guerrero; mientras que esas campañas fueron dirigidas en realidad por otros. Además, todos los reyes tienen en común rasgos que reflejan una noción idealizada de la realeza. Tampoco es difícil encontrar los estereotipos de diferentes personajes, sobre todo de líderes, en otras sociedades. Este es el caso del «héroe cultural» que transforma el caos en orden social y que se encuentra en todas partes. El estereotipo del caos es entonces la descripción de un mundo literalmente al revés. Entre los igala (Nigeria) algunos fundadores son cazadores, y otros, descendientes de reyes. Unos representan el tipo del estatuto realizado ( achivied), y otros, del estatuto heredita- rio ( ascribed). La reflexión debe explicar por qué hay dos estatutos. Y sugiere cómo se ha observado que el primer estereotipo oculta la llegada al poder de nuevos grupos y cómo los dos estereotipos reflejan dos situaciones históricas realmente diferentes. Pero una situación en verdad satisfactoria debe llegar a sacar del olvido todo el sistema de valores y de ideales vinculados a estatutos y funciones que son las bases mismas de toda acción social y de todo sistema global. Ha habido que esperar a estos últimos años para que Me Gaffey encuentre que los congos (Zaire- República Popular del Congo) poseen un sistema estereotipado simple de cuatro estatutos ideales de brujo-adivino-jefe-profeta que son complementarios. Encon-LA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA 173 trar un valor general positivo o negativo es fácil: la apreciación de la generosidad, el rechazo de los celos como signo de brujería y el papel de la Fatalidad, valores que inmediatamente se observan en las tradiciones del golfo de Benin, al igual que en países interlacustres. Pero los valores se descubren uno a uno y no como un sistema coherente que comprende todas las representaciones colectivas. Porque valores e ideales no describen más que las normas referidas a un comportamierito ideal, o a veces cínicamente realista, que deben guiar al comportamiento real y a los cometidos esperados de cada uno de ellos. Los cometidos o funciones están vinculados a los estatutos, éstos. a las instituciones, y el conjunto constituye la sociedad. Teóricamente, pues, hay que «desmontar» una sociedad para encontrar sus modelos de acción, sus ideales y valores. El historiador lo hace la mayoría de las veces inconsciente y superficialmente. Y evita las trampas evidentes, aunque con facilidad se adhiere sin saberlo a las premisas impuestas por el sistema total. Pero no logra «despegan> sus fuentes de su medio ambiente. Nosotros lo sabemos bien por haber empleado dieciocho años en descubrir relaciones de esa clase en la alteración de las tradiciones de origen kouba (Zaire). ~ntre las representaciones colectivas que influencian al máximo las tradicio- nes, se advertirá sobre todo una serie de categorías básicas que preceden a la experiencia de los sentidos. Son las del tiempo, del espacio, de la v.s4-ad.histórica y de la causalidad. Existen otras como, por ejemplo, la división del esRectro en colores, que son de menor importancia. Cada pueblo ~ivide la duración en unidades, bien fundándose en actividades humanas ligadas a la ecología, bien en actividades sociales recurrentes (el tiempo estructural). Se emplean las dos formas de tiempo en todas partes. Se separa el día de la noche; se le divide en partes correspondientes al trabajo o a las comidas, poniéndose las actividades en correlación con la altura J t.;..,.,-" pD del sol, con el grito de algunos animales para saber las horas de la noche, etc. Por el entorno y las actividades que dependen de él es como se define habitualmente el mes (lunar), las estaciones y el año. Más allá, se debe contar por unidades de tiempo estructural. Incluso, en unidades menores, la semana-está definida por un ritmo social: el de la periodicidad de los mercados, asociada, por otro lado, a una periodicidad en muchos casos religiosa. · Para unidades mayores que el año, se cuenta por iniciación en un culto, en una clase de edad, por reinado, por generación. Para la historia familiar se pueden seguir los nacimientos y utilizar un calendario biológico. De manera vaga puede uno referirse a acontecimientos excepcionales como las grandes hambres, las epizootias o epidemias memorables, los cometas, los estragos de la langosta. Pero ese calendario de catástrofes no es forzosamente rítmico. A primera vista, parece que sea poco útil para la cronología, en tant9 que los acontecimientos recurrentes parecen prometer que pueden convertir la cronología relativa en cronología absoluta, una vez conocida la frecuencia de las genealogías, clases de edad, reinados, etc. La profundidad máxima del tiempo reencontrado por la memoria social depende directamente de la institución que va unida a la tradición. Cada una tiene fil!.Qroma profundidad temporal. La histona ele la lam1ha no asciende más allá, ya que la familia cuenta sólo tres generaciones y puesto que a menudo hay poco174 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA interés en acordarse de los aéontecimientos anteriores. Por consiguiente, 1ª.s instituciones que engloban al máximo de personas tienen las ™ores p__rgl]ªb_jli- dades de sumergirnos lo más lejos posible en el tiel!!_Qo. Eso se verifica respecto al ---aan, eílinaje máximo, la clase de edad del tipo masai y la realeza. En la sábana sudanesa las tradiciones de los reinos -y de los imperios de Tekrur, de Ghana y de Malí, recortadas por los autores árabes y sudaneses, se remontan hasta el siglo IX. Sin embargo, a veces, todas las instituciones están limitadas por la misma concepción de la profundidad del tiempo, como entre los batéké (República Popular del Congo), donde todo está referido a la generación del padre o a la del abuelo. Todo está enfrentado en par e impar, el impar inclinado al tiempo de los «padres» y el par al tiempo de los <<abuelos», incluida la historia real. Este ejemplo muestra que la noción de la forma del tiempo import~h.o. En la zona interlacustre se ~uentra una noción cíclica ~¡:J_!jem_2_2. Pero, como los ciclos se suceden, ese concepto desemboca en espiral. Con otra perspectiva, para las mismas sociedades se distinguen épocas, sobre todo la del caos y la histórica. En otras partes, c_omo entre los batéké, el tiempo tampoco es lineal, sino que oscila entre generacio~es alternas. Las consecuencias sobre la presentación de las tradiciones son evidentes. Que la noción del espacio pueda tener interés en ese contexto es menos evidente. Pero a menudo se tiene tendencia a situar el origen de un pueblo en un lugar o en una dirección de prestigio: la dirección «sagrada» o «profana», según se piense que el hombre va de lo sagrado a lo profano, o al revés. Cada pueblo ha impuesto un sistema de direcciones a su geografía. Con frecuencia son los ríos los que dan el eje de las direcciones cardinales. La mayor parte de las sociedades a veces sitúan entonces la orientación de sus aldeas y campos (Koukouya, de la República del Congo) en ese sistema de ejes, como la mayor parte lo hacen para orientar sus tumbas. Las consecuencias son frecuentemente inesperadas. Jd.!!_ espacio orgenado s~gún un único eje que forma parte del relieve cambia con la disposición relativa de los elementos del relieve. Aquí «el río abajo» está al Oeste, allí está al Norte. Aquí «hacia la cima» está al Este, allí, al Oeste. No sólo se comprueba que unas migraciones pueden provenir de direcciones privilegiadas, como es el caso de los kouba (Zaire) o los kaguru (Tanzania), y que ese relato es una cosmología más que una historia, sino que se llegan a apreciar variaciones en los puntos de origen según los accidentes· del relieve. Sólo las sociedades gµe utilizan el trayecto del sol para_ determinar el eje del espacio p_!:l_eden d!1r ~nformaciones exactas en materia de .movimientos migratorios _generales, pero esos pueblos están desgraciadamente en minoría, salvo quizás en Africa occiden- tal, donde la mayor parte de los pueblos hacen referencia al Este para designar su origen. La noción de causa está implícita en toda tradición oral, presentándose con frecuencia en forma de causa inmediata y separada para cada fenómeno. En ese caso, c¡ida cosa tiene un origen q·ue se sitúa difectamente en el comienzo de los tiempo~. Uno se percata mejor de lo que es la causalidad examinando las causas atribuidas al mal. Estas están con mucha frecuencia unidas directamente con la brujería, con los antepasados, etc., y el vínculo es inmediato. De ese tipo de causalidad resulta que se percibe el cambio principalmente en algunas II1ateriasLA TRADICION ORAL Y SU METODOLOGIA 175 bien definidas, como la guerra, la.sucesión de los reyes, etc., donde intervienen los estereotipos. Para terminar, advirtamos que ese esbozo de la noción de «causa» es muy sumario y lia de completarse con nociones de causa más complejas, pero paralelas a éstas y que no afectan más que a instituciones sociales menores. En cuanto a la verdad histórica, sigue estando muy_ unida a la fidelidad de la palabra transmitida. Y puede ser bien el consenso de los dirigentes (ldoma, Nigeria), bien la constatación de que la tradición está conforme con lo que la generación anterior ha dicho. Las categorías cognitivas se combinan entre sí y_ se alían_ con. expresiones simbólicas de yalo~uara producir un texto gue los antroJ!ólogos califican de -«Ali.fo». Ias tradiciones más sujetas a una-re-;;structuración mítica son las que expresan la génesis y, por consiguiente, la esencia y la razón de ser de un pueblo. Así es como una masa compleja de relatos kouba que tratan de los orígenes y de las migraciones en piragua finalmente encontraron explicación gracias al descu- brimiento de un concepto latente de migración: para los kouba, la migración se hace en piragua río abajo (sagrado) hacia el río arriba (profano). Así como la explicación de muchos nombres de migraciones y de paisajes de génesis que se presentan en términos de cosmogonía. Aquí, el caso no era evidente, mientras que, en otras muchas etnias, la correlación es explícita. Así es como numerosos etnólogos que siguen desgraciadamente el ~jemplo de Beidelman, de los estructu- ralistas o de los sociólogos funcionalistas, llegan a negar cualquier valor a todas las tradiciones narrativas, porque la totalidad de ellas sería la expresión de las estrm;:turas cognitivas del mundo, que sustentan todo pensamiento a priori,. como categorías imperativas. El mismo juicio debe entonces aplicarse al presente texto, o al de Beidelman ... Esos antropólogos exageran de manera manifiesta. Además, muchas de sus exégesis parecen hipotéticas. El historiador de.be tener en cuenta que para cada caso particular ha de precisar los motivos que se tienen para rechazar o dudar de una tradición. Sólo se rechaza una tradidón cuando la probabilidad de una creación con significación únicamente simbólica sea realmen- te fuerte y se pueda probar. Porque la tradición refleja en general un «mito» en el sentido antropológico de la palabra y de los datos históricos. En esas condiciones, los manuales de historia son textos de mitología, puesto que todo estereotipo que procede de un sistema de valores y de intereses es un mensaje típico, pero también una clave histórica que hay que descifrar. LA CRONOLOGIA C \_J_, ~_;.,'~ Sin cronol_~a no hay histor_i~()uesto que no se puede distinguir lo que 1\"il .m:_ecede de lo que sigue. La tradición oral produce siempre una cronología relativa e~¡,resada en listas o generaciones. Én general, esa cronología permite. situar todo el cuerpo de las tradiciones de la región estudiada en el marco de la genealogía, o de la lista de reyes, o de la clase de edad que cubre más amplia la área geográfica, pero no permite unir la secuencia relativa a acontecimientos fuera de la región. Los grandes movimientos históricos, y hasta ciertas evoluciones locales, pasan ~rcibidos o permanecen -dudosos J!Orgue la unidad disponible pªr_a la C{Onología es geográficamente demas!ado restrio~da. La genealogía de la familia176 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA sólo vale para esa familia y la aldea o aldeas que habita. Por ejemplo, la cronología de los embu (Kenia) se funda en clases de edad que únicamente cubren una ínfima área territorial, en la que se inicia a los jóvenes al mismo tiempo. Habrá, pues, que unir entre sí las cronologías relativas, y si es posible, convertirlas en cronologías absolutas. Previamente--.b_ay que resolver otra cuestión: la de asegurarse que los datos u_tilizados corresponden a tJna realidad no deformada temporalmente. Ahora bien, se comprueba cada vez más que la cronología oral está sujeta a .aj unos rocesos de deformación concomitantes ue actúan en sentido inverso: unos acortan y otros alargan la uración real del pasado. Además existe una tendencia a regularizar las genealogías, sucesiones y series de las clases de edad para hacerlas conformes a las normas ideales actuales de la sociedad. Si no, los datos proporcionarían precedentes para litigios de toda clase. El proceso homeos- tático es bien real. En algunos casos privilegiados, como en Ruanda, la tarea de manejar la tradición incumbe a un grupo complejo de especialistas, cuyas opiniones han sido corroboradas por excavaciones arqueológicas. Los etnólogos han establecido que las sociedades llamadas segmentarías tie~den a. eliminar a los ante~aaos «muTiles»~esdecir,- a aquefiosque nohan tenido descendientes, de los que un grupo vive aún como grupo separado actualmente. Eso explica por qué l~p_!ofundidad genealógica de cada grup__p en una sociedad determinada tiende a permanecer constante. Sólo se emplean los antepasados «útiles» para explicar el presente. Aquí surge la interpretación, a veces enorme, de la profundidad genealógica. Además, los accidentes demográfi- cos reducen a veces una rama de descendientes a un número tan pequeño con relación a las otras ramas procedentes de hermanos o hermanas del fundador de la primera rama, que ésta no puede ya mantenerse en paralelo con los grandes grupos vecinos y se deja absorber por uno de ellos. Se reajustará la genealogía, reemplazándose el fundador del pequeño grupo por el del grupo mayor. La ru:nealogía se simplifica. La identidad de una etnia se expresa a menudo colocan- do un antepasado único al comienzo de una genealogía. Ese es el «primer hombre», un héroe fundador, etc. Será el padre o la madre del primer antepasado «útil». De esa manera se -escamotea una laguna entre la génesis y la historia consciente. _L_a~ración de todos esos procesos desgraciadamente ha conducido con bastante frecuencia a una situación en la que prácticamente es imposible ," remontarse con confianza a bastantes generaciones río arriba del tiempo presente. Se creía que muchas sociedades africanas escapaban a ese proceso, y principal- mente los Estados. No había razón alguna para que la lista de sucesión de reyes fuese incorrecta, y su genealogía dudosa, salvo que estuviese a veces falsificada cuando una dinastía reemplazaba a otra y adoptaba, para legitimarse, la genealo- gía de la precedente. Pero el número de. reyes y generaciones seguía siendo aparentemente correcto. Recientes y profundos estudios incitan a matizar esa posición. Los procesos de interpenetración, alargamiento y regularización pueden alcanzar tanto a los datos dinásticos como a los demás. Para las listas de reyes, por ejemplo, a_ veces liLSUP-rimen los nombres de los usurpadores, es decir, a51uellos que se consideran actualmente, o en otro momento cualguier~ de§_Q':!_é§_de su gobierno, como usurpad9r~s. Se pueden omitir los reyes que no han pasadoLA TRADICION ORAL Y SU MET:ODOLOGIA 177 por todas las ceremonias de iniciación, las cuales son, a veces, muy lar:gas. Sucede que sólo se cuenta por uno el reinado del rey que abdica y asume de nuevo el poder más tarde. Todo eso abrevia el proceso históric_o. Para regularizar las cosas aHí donde la sucesión es patrilineal y por primogeni- tura, como en la zona inter;lacustre, se encuentra un numero asombroso de sucesiones regulares de padres a hijos que sobrepasa con mucho la media, e incluso las marcas observadas en o.tras partes del mundo. Ese proceso de regularización produce una genealogía típica rectilínea desde el comienzo hasta el siglo XIX, poco más o menos, en que se hace entonces enrevesada. El resultado es que se alarga la dinastía aumentando el número de generaciones, ya qúe unos colaterales son presentados como padre e hijos. La confusión entre homónimos, entre nombre de reinado o título y nombre personal, así como otras particularida- des de ese tipo, pueden producir un alargamiento o un acortamiento. Como en la época colonial -sobre todo en regiones .de administración indirecta- la presión para alargar las dinastías era fuerte (porque los eur.opeos conceden un gran. respeto a la antigüedad, como numerosas sociedades africanas, por otro lado), se empleó toda clase de ambigüedades y medios para alargar las dinastías. Se utilizaban entonces todos los nombres posibles; si era necesario, se desdoblaban o añadían ciclos de nombres reales; se acortaban los colaterales para alargar el tronco. Finalmente y siempre en el caso de los reinos, se encuentra frecuentemente la interrupción entre el héroe fundador ~pertenece a la cosmogonía y_ el primer rey histórico «útil». El resultado es que sólo una encuesta rigurosa puede determinar si, en unos casos particulares, los procesos descritos han actuado o no. Según esto, l_<!_Qre~ncia-de-irregularidades en la sucesión y en las genealogías es la mejor garantía de autenticidad, ya gue muestra una resistencia a la nivelación ~.Q~á@i. ____ ----- -· - --- Las sociedades con clase de edad no han sido aún objeto de un examen tan sistemático. Algunos casos muestran que los procesos de regularización intervie- nen para arreglar ciclos o reducir la confusión de los homónimos. Pero las variedades de sucesión de clases de edad están por estudiar. No se puede generalizar, excepto para decir que el problema planteado es análogo al que se plantea para las genealogías, puesto que se cuentan por generaciones. Según un detallado estudio estadístico, que ha proporcionado varios de los datos antes mencionados, resulta que la media de una generación dinástica se sitúa habitualmente entre 26 y 32 años. La muestra: era, sobre todo, patrilineal, pero las dinastías matrilineales no se agrupan, por ejemplo, en la parte inferior de la distribución estadística. Los datos serian, pues, valídos para su caso también. La duración de las medias de reinado varía tanto con el sistema de sucesión que no se pueden dar datos generales válidos. Incluso en los casos de sucesión idéntica se encuentran diferencias considerables entre diferentes dinastías. Con los datos que acabamos de exponer se puede convertir una cronología relativa de generaciones en cronología absoluta, al menos si la distorsión genealógica _no es tal que el ejercicio se convierta en algo fútil. Se calcula, en primer lugar, la media entre la primera señal cronológica absoluta facilitada por una fecha escrita y el presente, y se saca: la media en el pasado si cae entre los 26 y178 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA 32 años. Pero las medias no son más que eso. Su probabilidad aumenta con el número de generaciones consideradas, y el cálculo sólo proporciona fecha razonable en cuanto a cabezas de serie, y, en el mejor de los casos, digamos que una vez por siglo. Toda precisión mayor crea un error. De. todas maneras habría que preceder fechas absolutas ---derivadas de esa manera- de un siglo para señalar el hecho. Así, T 1635 para la fundación del reino kouba indicaría que el valor está calculado a partir de genealogías y listas de reyes. Porque el mismo procedimiento puede aplicarse al establecimiento de una duración de reinado medio. Hemos visto por qué esa media es menos válida que la de las generaciones. Una de las razones es que, al proyectar la media hacia el pasado, sé supone que no hubo cambio alguno en las prácticas de sucesión. Ahora bien, éstas han podido cambiar en el curso del tiempo. En realidad, han cambiado ciertamente después del fundador de la dinastía, pQrque fundar es innovar, y las sucesiones han necesitado quizá cierto tiempo para tipificarse. Hay que tener en cuenta también los cambios que han podido intervenir en la esperanza de vida, Como el margen de error es mayor, resulta que será especialmente útil disponer de datos absolutos y establecidos por unos escritos u otros medios que se remontan lejos en el pasado. Siempre en materia de cronología relativa, se puede tratar de coordinar diversas secuencias vecinas exami.nando sincronismos. Una batalla, que enfrenta a dos reyes electos, produce un sincronismo. El hecho permitirá armonizar las dos cronologías relativas implicadas y de ellas hacer una sola. Empíricamente se ha demostrado que unos sincronismos entre más de tres unidades aisladas ya no son válidos. Se demuestra que A y B vivían en la misma época, y que A y C vivían en la misma época porque los dos se han encontrado con B. Por tanto, A = B = C. No se puede ir más lejos. El hecho de que los reencuentros de A y C con B puedan escalonarse sobre toda la duración de la vida activa de B explica por qué A= Ces el límite. Empíricamente los estudios sobre la cronología del Oriente Medio antiguo han probado ese punto. Eso no impide, pues, que, al utilizar los sincronismos con prudencia, se puedan construir espacios únicos bastante gran- des que posean una cronología relativa común. Tras el examen de los dat~J genealógic_os, puede obtenerse una fecha absoluta¡,/ si la tradición menciona un eclipse de sol. Si se füspbñe de vanas lechas de eclipse, hay que demostrar cuál es la más probable. Se puede proceder del mismo modo con otros fenómenos astronómicos, o con fenómenos climatológicos extraordina- rios que hayan causado catástrofes. La certeza aquí es menor que para los eclipses de sol, porqµe hay, por ejemplo, más épocas de hambre en Africa oriental que eclipses solares. Con excepción de éstos, los otros datos de ese género son útiles sobre todo para los dos últimos siglos, aunque pocos pueblos hayan conservado el recuerdo de eclipses mucho más antiguos. EVALUACION DE LAS TRADICIONES ORALES Una vez que las fuentes se han sometido a una crítica rigurosa, literaria y socio- \ logica, puede dárseles un grado. de probabilidad. Esa apreciación no puede ser , cuantificada, pero no por eso es menos real. Ahora bien, es posible aumentar nota-LA TRADICION ORAL Y SU METODOLQGIA 179 blemente lás probabilidades dadas por la veracidad de una tradición si se llega a confrontar los datos que ella contiene con los que provienen de otras tradiciones in- dependientes o de otras.fuentes. Dos fuentes independientes que concuerdan, trans- forman una probabilidad en algo que se aproxima a la certeza. Pero se trata de pro- bar la independencia de las fuent~s. Porque, desgraciadamente, se ha confiado demasiado en la pureza de la transmisión y en la impermeabilidad de la informa- ción de etnia a etnia. En realidad, las caravanas de comerciantes, como los imban- gala de Angola o, sfo duda, las de los diula y los hawsa, pueden aportar fragmentos d5! historia que se incorporan a la historia local, porque encuentran en ella un lugar adecuado. Después se formaron vínq1l0S entre representantes de grupos diversos al comienzo de la época colonial, y cambiaron informaciones que se referían a sus tradiciones. Esa constatación es sorprendente en cuanto a regiones de administra, ción indirecta donde la ventaja práctica ha incitado sobre todo a los reinos a elaborar su historia. Y, además, todos esos documentos han sido influenciados por los primeros modelos escritos por africanos, como el libro de Johnson sobre el reino de Oyo (Nigeria), o el de Kaggwa (Uganda) para Buganda. Una contami- nación general de todas las historias escritas después.en el país yoruba y en la re- sión in!erlacustre anglófona ocurrió como consecuencia de ello,. con intentos de sin,cronizacion para forzar fa lista dinástica y iiegara la misma duración__gue ¡ª-º~ los modelos. Estos dos casos prueban qué prudente hay que ser antes de declarar que las tradiciones Son realmente iniep..E_ndientes. Se escudriñarán los archivos,-se examinarán los contactos precoloniales y se sopesará todo cuidadosamente antes de pronunciarse. Una confrontación con los datos escritos o arqueológicos puede proporcionar Ja confirmación independiente deseada. Peto también ahí hay que probar esa independencia. Cuando los autóctonos atribuyen un sitio visible a los primeros ocupantes del país según la tradición, porque allí se ven huellas de ocu- pación humana y porque son muy diferentes de las huellas que deja la pobla- ción que vive allí actualmente, no se puede automáticamente atribuir el citado si- tio a los primeros ocupantes del país. Las fuentes no son independientes, puesto que el sitio se atribuye a esas poblaciones por un proceso lógico y a priori. Ese es un. caso de iconatrofia. Esa constatación impone especulaciones interesantes, princi- palmente en lo que se refiere a los vestigios llamados Tellem, del país Dogon (Ma- lí), así como en lo que se refiere a los lugares Sirikwa (Kenia), por no mencionar más que dos ejemplos bien conocidos. Sin embargo, los casos célebres de los yacimien- tos de Koumbi Saleh (Mauritania) y del lago Kisale (Zaire) muestran que la arqueología puede proporcionar a veces una prueba patente de la tradición oral Con frecuencia es difícil de establecer una concordancia entre fuente oral y escrita, porque éstas hablan de cosas diferentes. El extranjero que escribe se limita habitualmente a los hechos económicos y políticos, aún mal comprendidos a menudo. La fuente oral vuelta hacia el interior no menciona a Íos extranjeros más que de pasada, si es que lo hacen, y de ahí la. frecuencia de los casos en que las dos fuentes no se reencuentran, ni sigmera cuando tratan de la misma época. Los casos de concordancia, sobre todo cronológica, concurren allí donde los extranje0 ros están establecidos desde hace suficiente tiempo para llegar a interesarse por la política local y a comprenderla. El valle del Senegal es un ejemplo de ello desde el siglo XVII.1'80 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA En caso de contradicción entre fuentes orales, debe prevalecer la más proba- ble. Carece de sentido la práctica muy extendida de buscar un compromiso. Una contradicción flagrante entre juicio oral y arqueología se resuelve en favor de la última, sf ésta es un dato inmediato, es decir, objeto y no inferencia. En este último caso, la probabilidad de la fuente oral puede ser mayor. Una oposición entre fuente escrita y oral se resuelve exactamente como si se tratase de dos fuentes orales. Se tendrá en cuenta que los datos cuantitativos escritos son frecuentemente mejores y que los datos de motivación orales prevalecen con frecuencia sobre las fuentes escritas. Pero, finalmente, el historiador intenta establecer lo que es más probable. En último extremo, si sólo se dispone de una fuente !)ral de la que han podido salir probables deformaciones, debe ser interpretada teniendo en cuenta las deformaciones, y ha de utilizarse. En fin, ocurre frecuentemente que el historiador no se siente satisfecho de sus datos orales. Y puede advertir que no cree que los datos sean realmente válidos, pero, a falta de otros mejores, debe utilizarlos hasta que se hayan descubierto otras fuentes. RELATO Y PUBLICACION De todo lo expuesto en este capítulo se desprende qu_e es sobre el terreno donde hay que reunir todos los elementos que permitirán aplicar la crítica histórica a las tradiciones. Eso exige un buen conocimiento de la civilización, de la sociedad y de la lengua o de las lenguas en cuestión. El historiador puede adquirirlo o unirse a otros especialistas. Pero incluso en este caso, deberá trabajar y elaborar los datos propuestos por el etnólogo, el lingüista y el traductor que le ayudan. Por fin, es necesario adoptar una actitud sistemática hacia las fuentes· de las que se deben recoger todas sus variantes. Todo eso presupone una larga estancia sobre el terreno, estancia más lar~ cuanto gue el histori~dor está goco familiarizado con la civilízación en cuestión. Se debe subrayar que un conocimien- to innato, adquirido por clque estudia la historia de su propia sociedad, no basta. Es indispensable una reflexión sociológica. Hay que redescubrir su propia civilización. Hasta la experiencia lingüística demuestra que el historiador origina- rio del país estudiado no comprende fácilmente algunos documentos, como los poemas panegíricos, o se encuentra en dificultad porque habla un dialecto diferente del suyo. Además, es recomendable que haga controlar al menos una parte de las transcripciones hechas en su dialecto materno por una lingüista, para asegurárse que su transcripción contiene todos los signos necesarios para la comprensión del texto, incluidos los estilos, pór ejemplo. Así pues, la recogida de tradiciones exige mucho tiempo, paciencia y reflexión. Tras un período de ensayo inicial, tendrá que establecer un plan de trabajo razonado, teniendo en cuenta las particularidades de cada caso. De todas maneras, visitará los sitios relacionados con los procesos históricos estudiados. A veces será necesario utilizar un muestreo de fuentes populares, pero no se puede ~mplear una muestra al azar. Se debe estudiar sobre una zona restringida cuále.; son las· reglas que determinan el nacimiento de variantes y sacar de esas reglas los· LA TRADICION ORAL Y SU M.ETODOLOGIA 181 principios de muestreo para conservarlos. Recoger masivamente al azar no podría asegurar el mismo resultado, aunque .se trabajase más rápidamente. El investiga- dor tendrá cuidado de estudiar la transmisión. Cada vez se encuentran más i!!_formadores que han extraído sus conocimientos de obras pµblicadas sobre la historia de la región: manuales escolares, periódicos o P-1.!º!i_caciones,_científicas; como también pueden sacarlos de conferencias radiofónicas o televisadas. Este problema se acentuará inevitablemente con la multiplicación de las investigacio- nes. Actualmente se advierte que existe una contaminación más-fil!iil. Algunos JllfillllSctj.lOS, a veces muy antiguos, y sobre todo informes de los comienzos de la administración colonial son tomados ]2QLla_ttadició.n...c.omula ',(CL,c:ia.d..í!de..los ~-Hay, pues, que controlar los archivos, al igual que se controlará la presencia de libros científicos, manuales escolares, emisiones radiofónicas, etc. Porque si todo es comprobado sobre el terreno, a menudo es posible la corrección de esas engorrosas aportaciones al investigar otras versiones y explicar a los informadores que el libro o la radio no tienen necesariamente razón en esas materias. Pues una vez que se abandona el terreno ya es demasiado tarde. Hay que estructurar la investigación según una toma de conciencia histórica clara. Nunca se recogen «todas las tradiciones» y, si se intenta hacerlo, no se consigue más que un montón confuso de datos. Hay que conocer en primer lugar cuáles son los problemas históricos cuyo estudio se desea y, en consecuencia, buscar sus fuentes. Para plantear los temas es. evidente que hay que haber asimilado la civilización en cuestión. Entonces, como se hace frecuentemente, se puede decidir el continuar el estudio de la historia política, y optar también por cuestiones de historia social, económica, religiosa, intelect1:1al, artística, etc. La estrategia empleada para la recogida de datos será cada vez diferente. La mayor deficiencia de la investigación es actualmente la falta de toma de conciencia histórica: uno se deja guiar demasiado por lo que se encuentra. La falta de paciencia es otro escollo. Se quiere cubrir lo antes posible mucho terreno. En esas condiciones las fuentes recogidas son difíciles de evaluar, resultan- do inconexas y parciales. Faltan las variantes. Apenas se poseen informaciones sobre la transformación de una fuente, sobre su representación y transmisión. El trabajo está mal realizado. Uno de los efectos más nefastos es la impresión creada entre otros investigadores que de esa «zona» ha sido estudiada, lo que bloquea la probabilidad de mejores investigaciones en el futuro. Ahora bien, no olvidemos que las tradiciones orales se pierden, aunque felizmente con menos rapidez de ló que en general se cree. La urgencia de la tarea no es, por otro lado, una razón para hacerla de prisa y corriendo. Se puede replicar, como se ha hecho, que lo que presentamos aquí es utópico, perfeccionista e imposiblec Pero no impide que sea la única manera que permite hacerlo lo mejor posible con los medios disponibles en un determinado lapso de tiempo. No hay otro atajo. Si se piensa que esa cantidad de trabajo no sirve más que para obtener una cosecha muy escasa para la historia en ciertos casos, se pierde de vista que uno ha enriquecido al mismo tiempo los conocimientos generales de la lengua, la literatura, el pensamiento colectivo y las estructuras sociales de la civilización estudiada. Sin publicación, el trabajo no está completo porque no se ha puesto a'1 " ,1 182 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA disposición de la comunidad de los eruditos. Se debe analizar, por lo menos, una clasificación de las fuentes con introducción, notas e índices para constituir un fondo de archivo abierto a todos. Frecuentemente ese trabajo está combinado con la publicación de una obra fundada en parte o por entero sobre ese corpus. Ningún editor publica un corpus entero, incluidas las variantes, ni la interpreta- ción de los datos. Por otro lado, una síntesis no está de acuerdo con sentirse ahogado en una masa de documentos en bruto. Pero cada obra explicará cómo se recogieron las tradiciones y aportará un catálogo sucinto de fuentes y testigos que permita al lector formarse una opinión sobre la calidad de la búsqueda y de la recogida y seguir al autor cuando deba elegir entre una fuente u otra. En la obra, cada fuente oral ha de ser citada separadamente por la misma razón. La obra que declara «la tradición refiere ... » procede a una generalización peligrosa. Queda aún una clase de publicación especializada: la edición de los textos. Aquí se ·siguen las mismas normas que para la edición de manuscritos. En la práctica, esto conduce frecuentemente a una colaboración entre diversos especia- listas, que no son a la vez historiadores, lingüistas y etnólogos. Por eso, casi todas las mejores ediciones de textos de que disponemos hasta el momento son una obra interdisciplinaria de colaboradores de los que uno al menos es lingüista. La edición de textos es una tarea ingrata y ardua, lo que explica por qué existen tan pocas. Pero su número aumenta gracias a la ayuda aportada por los especialistas en literatura oral africana. CONCLUSION La recogida de las tradiciones orales prosigue actualmente en todos los países de Africa. La masa de los datos recogidos ha abarcado sobre todo al siglo XIX y sólo constituye una de las fuentes para la reconstrucción histórica; los documen- tos escritos representan la otra fuente principal para esa época. Cinco o seis obras por año ofrecen estudios fundados casi totalmente en tradiciones. Tipológicamen- te tratan sobre todo de historia política y de reinos, mientras que geográficamente se encuentra una concentración más fuerte en Africa oriental, central y ecuatorial, donde la tradición es con frecuencia el único documento. Las cronologías llegan pocas veces más allá del año 1700 .o se hacen dudosas antes de esa fecha. Pero el conocimiento cada vez más profundo del fenómeno de la tradición permite evaluar mejor aquellas que fueron recogidas con anterioridad. Así es como el aprovechamiento de las tradiciones referidas al siglo XVII por Cavazzi no llegó a ser posible más que después de un estudio sobre el terreno realizado en 1970. Además de las tradiciones recientes, existe un vasto fondo de datos literarios, como los relatos épicos y de datos cosmogónicos, que pueden revelar informacio- nes históricas referidas a veces a épocas muy lejanas. La epopeya de Soundjata es un ejemplo de ello. La tradición no permite fechar por sí misma. Así, la memoria deformada que se refiere. a algunos sitios históricos interlacustres ha conservado un recuerdo que data de los primeros siglos de nuestra era, o incluso antes de ella. P~Ja fuente oral g.w:.da..-rru.!da en cuantQ...~.,_~ekh~~- Sólo la ~rqueología ha podido resolver el problema. Asimismo parece que las tradiciones de CavazziLA TRADICION ORAL Y SU METOOOLOGIA 183 encierran un sedimento histórico del mayor interés para el pasado de los pueblos de Angola. En él se encuentran contenidas referencias a dinastías que se han sucedido, y a formas de gobierno que se han seguido; en pocas palabras, presentan, en resumen, respecto a la región del Alto K wango, cambios socio políti- cos que se pueden remontar a varios siglos, o incluso a un milenio antes del año 1500. Pero esa perspectiva no está jalonada de fechas. Subrayemos un último escollo. Con demasiada frecuencia_ la recogida de las tradiciones sigue siendo todavía superficial, y su interpretación demasiado literal, demasiado «pegada» a la civilización de donde ella procede. Ese fenómeno\ contribuye a mantener la imagen de un Africa, cuya historia no es más que \ orígenes_y migraciones. Sabemos que no es nada de eso. Pero se debe· advertir que J esa i~agen_ constitu~.9..ue se reflej-ª..Q~r..las tradi~!ones que guie_ren establecer una «identidad». Por otro lado, Son la mterpretac1on muy poco mdagada y la narración muy poco sistemática las que dan pábulo a la mayor parte de las críticas dirigidas contra el empleo de las tradiciones orales, sobre todo entre los , ,. etnólogos. . \JLA-"' • • ....,~~ La experiencia empírica ha probado que,el valor más preciado~ t_radiciones es su explicación de los cambios históricos en el interioL..Qe ur1a ~ivilización. Eso es tan verdadero que, como se ve un poco en todas partes, a pesar { f;.,i,~ r, de la abundancia de fuentes escritas para la época colonial, ha):'._que recurrir sin .~ '-~ ,'J e,8""''-~· cesar bien al testimonio ocular, bien a la tradición, para completarla con vistas a ~-· j ...,,,._...,'- hacer inteligible la evolución. de la población. Pero igualmente se comprueba que r-t" < las tr~di~iones induc~n fácilmente ~. e~ror en. materia de cron~logía y de datos\ ¿_o? ""\.,_-l . !:_uant1tatlvos. Ademas, todo carnp10 _10consc1ente,. por demasiado lento -por '°' )- o~"'" ejemplo, una mutación vinculada a una ideología religiosa-, escaea a la memoria ,__;_V"_,..\"" de una sociedad. Sólo se pueden encontrar r~~W~ 9e cambios en los tex1~ gue no J ! tratan explícitamente de la-historia, y-alÍn-es-preciso aplicar una exégesis compleja. Es decir, que la tradición eral no es una panacea para todos los males. Pero se comprueba en la práctica que es una fuente de primer orden para los últimos ¡/ siglos. Ante eso, su misión se empequeñece convirtié!l,dose más bien en una ciencia/( ~.,o c¡;"'k-l auxiliar de la argueologf_a. Su papel, con relación a las fuentes lingüísticas y etnográficas, no ha sido aún suficientemente demostrado, aunque en principio esos tres tipos de fuentes combinados deberían contribuir masivanient.e a nuestros conocimientos del Africa antigua, con el mismo título que la arqueología. Las tradiciones han probado su valor i'rreemplazable. No se trata ya de convencer de que pueden ser fuentes: todo historiador lo sabe. La cuestión ahora es mejorar nuestra práctica para que las fuentes puedan dar todo lo que contienen en potencia. Esta es la tarea que. nos espera.Capítulo 8 LA TRADICION VIVIENTE A. HAMPATÉ BA «La escrirura es una cosa y el saber e~ oira. La escrirura es la forografia del saber, pero no es el saber en sí mismo. El saber es una luz que está en el hombre. Es la herencia de todo lo que los antepasados han podido conocer y que .nos han rransmitido en germen, como el baobab esrá conte11ido en porencia en su semilla». TIERNO BOKAR 1 Quien dice tradición en historia africana dice tradición oral, y ningún intento de penetrar la· historia y el alma de los pueblos africanos podría ser válido si aquélla no se ªPº>.'.ª en esa herencia de conocimientos de todo orden, Eaciente- piente transmitidos de boca a oído y de maestro a discípulo a través de los tiempos. Esa herencia no se ha perdido aún y reposa en la memoria de la última generación de los grandes depositarios, de la que se puede decir que ellos son la memoría viviente de Africa. Durante mucho tiempo se ha pensado, en las naciones modernas donde lo escrito prima sobre lo hablado y donde -el libro es el principal vehículo del patrimonio cultural, que los pueblos sin escritura eran pueblos sin cultura. Esa opinión totalmente gratuita ha comenzado felizmente a desmoronarse después de las dos últimas guerras, gracias a los trabajos importantes de algunos grandes etnólogos de todas las naciones. Hoy, gracias a la acción innovadora y valiente de la UNESCO, el velo se levanta más aún sobre los tesoros de conocimientos transmitidos por la tradición oral y que pertenecen al patrimonio cultural de la humanidad entera. Para al_gunos !!)Vesti~dores,_todo_~!_eroblema es saber si se puede otor,gar a ~a O_!!llidad la misma confi<!,l!_Z~ 9.l!e a lo escrito p_¡g~_testimoni~~-~el PA,~do..:_A n~~~J[~ ~ar~~~ el problema está así mal p..!_a~ad_o., El testimonio, escrito u oral, no es fin.Almente más que un testimonio-~humano y vale Jo que vale el hombre. ¿La oralidad no es madre de lo escrito, a través de los siglos, como en el propio- individuo? Los primeros archivos o bibliotecas del mundo fueron los cerebros de los :hombres. Además, antes de plasmar sobre el papel los pensamientos que el hombre concibe, el escritor o erudito se entrega a un diálogo secreto consigo 1 Tierno Bokar S~lif, muerto en 1940, pasó .toda su vida en Bandiagara (Málí). Gran Maestro de la orden musulmana Tidjany, era también tradicionalista en materias africanas. Cf. A. Hampaté Ba y M. Cardaire, 1957. l... 186 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA mismo. Antes de redactar un relato, el hombre recuerda los hechos tal como le han sido referidos, o bien, si los ha vivido, tal como se los cuenta a sí mismo. Nada prueba a priori que el escrito dé cuenta más fielmente de una realidad que el testimonio oral transmitido de generación en generación. Las crónicas de las guerras modernas están ahí para mostrar que, como se dice, cada partido o nación «tiene su opinión y ve las cosas» a través del prisma de sus pasiones, de su mentalidad propia o de sus intereses, o según el deseo de justificar su punto de vista. Por otro lado, los propios documentos escritos tampoco estuvieron siempre exentos de falsificaciones o alteraciones, voluntarias o involuntarias, debidas a los copistas sucesivos, fenómeno que ha dado origen, entre otras, a las controversias relativas a las «Sagradas Escrituras». ( Lo que se cuestiona tras el testimonio mismo es, pues, eJ propio valor del ¡' hombre g!:!_e_~estimoni~. el valor de la cadena de transmisión a la que él se vincula, kt fidelidad de la memoria indiv.idual y colectiva, y el precio atribuido a la verdad en J.!.na~~ied~~et~rmina<!_i!,. En una palabra, el vínculo del hombre con la Palabra. Ahora bien, no sólo en las sociedades orales la función de la memoria es la más desarrollada, sino que ese vínculo entre el hombre y la Palabra es el más fuerte. Allí donde el escrito no existe, el hombre está ligado a su palabra. Y está comprometido por ella. El es su palabra y su palabra testimonia lo que él es. La cohesión misma de la sociedad reposa sobre el valor y el respeto de la palabra. En "'JJ-·~c,,,,. ;;i . , cambio, a medida de la invasión de lo escrito, se ve que éste sustituye poco a poco CY,cr-·- w-rtY~~.,,.'&. a la palabra y se convier.te en una única prueba y en un único recurso, y la firma '-,'· / ,..~ ... \./ llega a ser el único compromiso reconocido, mientras que el profundo vínculo , .>' '. r/'..;; sagrado que unía al hombre con la palabra se debilita progresivamente en · .J ~ provecho de los convencionales· títulos univeisitarios. · Además de un valor morª! fundamental, la palabra asumía en las tradiciones africanas -al menos en las que yo conozco y que se extienden a toda la zona de la sabana al sur del Sáhara- ~§~unido a su origen divino y a las fuerzas ocultas depositadas en ella. Agente mágico por excelencia y gran portador y vector de las «fuerzas etéricas», no se ia usaba sin prudencia. Numerosos ~tpr.es religiosos, 1mígicos o s~es, ~ncurrían, P!les, ¡w.ra preservarJa fidelidad d~a _t!El~mwÓ!l__~ Nos ha parecido necesario presentar a continuación un breve estudio a fin de situar mejor la tradición oral africana en su contexto e iluminarla, de algún modo, desde el interior. Si se preguntase a un auténtico tradicionalista africano «¿qué es la tradición oral?», sin duda se le pondría en un gran aprieto. Quizá respondería tras un largo silencio: «Es el conocimiento total»; y no diría más. ¿Qué cubre, pues, el término de tradición oral? ¿Qué realidades transporta, qué conocimientos transmite, qué ciencias enseña y cuáles son sus transmisores? Contrariamente a lo que algunos podrían pensar, la tradición oral africana no se limita, en efecto, a cuentos y leyendas, o incluso a relatos míticos o históricos; ~ !os <~gr:iot~» e~lª~e~J ~~r!os úni~o~COJlsen:a_do_re~ y t.rªp¡,m_isores_cualifica- \\g_os. La tradición oral es la gran escuela de la vida, Q!l~ r~ubre y_abªrca todos lo.s ~pectas. Ella puede parecer un caos a aquel que no penetra su secreto yLA TRADlCION VIVIENTE 187 desconcertar al espíritu cartesiano habituado a dividir todo en categorías bien definidas. En ella, efectivamente, lo espiritual y lo material no están <lis.ociados. Al pasar de lo esotérico a lo exóterico, la tradición.oral sabe ponerse al alcance.de los hombres, hablarles según su entendimiento y desarrollarse en función de las actitudes de ellos. Es todo a la vez -religión, conocimiento, ciencia de la naturaleza, iniciación de oficios, historia, diversión y recreación-, con toda clase de detalles que pueden permitir siemp~e~bir_hasta la Unidad primordial. Fundada sobre la iniciación y\ la experiencia,/ la tradición oral abarca a.l hombre en su totalidad, y por eso se puede decir qu~ contribuye a crear un tipo de hombre particular y a esculpir el alma africana. Unida ~I_ com.[>Of!.amiento cotidianooelnombre y de la___f_om_y_!lidad, la «cultura» africana no es, por consiguiente, una materia abstracta gue se- pueda ai'slar de la vÍcÍa. Im¡,liéa una visión partícular del mundo, o más - bTenüna . presenciaparticularen el mundo, concebida como un Todo en el que todo está unido e interactuancio. - -W~ónactualse apoya en una determinada concepción drl_hombre_,_cie .su lugar y de su misión en elseno del universo. Para situarla mejor en su contexto -global, antes de estudiarla en sus diversos aspectos, tenemos, pues, que remontar al misterio mismo de la creación del hombre y de la instauración primordial de la Palabra, tal como ella lo enseña y del que ella emana. ORIGEN DIVINO DE LA PALABRA Al no poder hablar válidamente de las tradiciones que yo no he vivido o estudiado en persona -principalmente las relativas a los países del bosque-, expondré mis ejemplos básicos en las tradiciones de la sabana al sur del Sáhara (lo que se llamaba antiguamente Bafur y que constituía las zonas de sabana de la antigua Africa occidental francesa). La tradición bambara del Komo 2 enseña que la Palabra, Kuma, es una fuerz;:t _É:!!ldamental 911e emana d~L~er Su_preIDQJllismo, M q_a N_gpla, creador de todas las cosas. Es el instrumento de la creación: «¡Lo que Maa Nga/a dice es!», proclama el chantre del dios Komo. El mito de la creación del universo y del hombre, enseñado por el Maestro iniciador del Komo (que es siempre un herrero) a los jóvenes circuncisos, nos revela que, 9!!ndo Maa_l{g_ala gntió l~a d~ un_interlocutor, creó al e!'!_O!~~h...Qfillm.: Maa. · Antaño, el Génesis se enseñaba durante los sesenta y tres días de retiro impuesto a los circuncisos cuando cumplían los veintiún años, y después se ocupaban otros tantos años en estudiarlo y en profundizarlo. En el límite del bosque sagrado, mansión del Komo, el primer circunciso cantaba las palabras .siguientes: 2 Una de las grandes escuelas de iniciación de Mandé (Malí).188 ¡Maa Ngala! ¡Maa Ngala! ¿Quién es Maa Ngala? ¿Dónde está Maa Ngala? METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA El chantre del Komo respondía: Maa Ngala, es la Fuerza infinita. Nadie puede situarla en el tiempo, ni en el espacio. El es Dombali (incognoscible), Dambali ( no creado-infinito). Después, tras la iniciación, comenzaba el relato del génesis primordial: No existía nada, sino un Ser. . Ese Ser era un Vacío viviente, que cobija potencialmente las existencias contingentes. El Tiempo infinito era la mansión de ese Ser-Uno. El Ser-Uno se dio el nombre de Maa Ngala. Entonces creó a Fan, un Huevo maravilloso con nueve divisiones, y allí introdujo los nueve estados fundamentales de la existencia. Cuando ese huevo primordial llegó a abrirse, dio nacimiento a veinte seres fabulosos que constituían la totalidad del universo y la totalidad de las fuerzas existentes del conocimiento posible. Pero, ¡ay¡, ninguna de esas veinte primeras criaturas se mostró apta para llegar a ser el interlocutor (Kuma-nyon) que Maa Ngala había deseado para sí mismo. Entonces,.tomó una partícula de cada una de las veinte criaturas existentes, luego las mezcló, insuflando en esa mezcla una chispa de su propio soplo ígneo, y creó un nuevo Ser, el Hombre, a quien dio una parte de su propio nombre: Maa. De suerte que ese nuevo ser contenía, por su nombre y por la chispa divina introducida en él, algo del propio Maa Ngala. Síntesis de todo lo que existe y receptáculo por excelencia de la Fuerza suprema al mismo tiempo, en el que concluyen todas las fuerzas existentes, }11_ l!ª.z. el Hombre, recibió en herencia una. parc!.l!u!el podei:_~readJ>.r divin9.,_rl don del ~~íritu y 1~ Pala~ri · Maa Ngala enseñó a Maa, su interlocutor, las leyes según las cuales todos los elementos del cosmos fueron formados y continúan existiendo. Le instauró como guardián de su Universo y le encargó vigilar ~l mantenimiento ele la Armonía universal. Por eso le resulta pesado ser Maa. · Iniciado por su creador, M a_a___ir_ansmite más tarde a ~ce~11,J-ª __ ::¡u_l!!_a total de sus conocimientos, siendo ese el inicio de la_grnrrs~dena de tr:~ns_mis_ió_n oral in1.ciática de la que_J_a Q.rd!eQ clel Komo(co~ las de Nama, Koré, etc., en Malí) _!e cree uno-de l_o_s _s:on_ti_nuadores. - Cuando Maa Ngala hubo creado a su interlocutor, Maa, le habló y dotó al - mismo tiempo de la facultad de responder. Se entabló un diálogo entre M aa Ngala, creador de todas las cosas, y Maa, simbiosis de todas las cosas. Al descender de Maa Ngala hacia el hombre, las palabras eran divinas porqueLA TRADICJON VJVIENTE 189 no habían entrado aún en contacto con la materialidad. Tras su contacto con la corporeidad, las palabras perdieron un poco de su divinidad, pero se cargaron de sacralidad. Así sacralizada por la Palabra divina, la corporeidad emite a ,su vez vibraciones sagradas que establecieron la relación con Maa ~gala. La tradición africana concibe, pues, la palabra como un don de Dios . .Ella es a la vez divina, en el sentido descendente, y sagrada, en el ascendente. LA PALABRA EN EL HOMBRE COMO PODER CREADOR Se ha dicho y enseñado· que Maa Ngala ha depositado en Maa las tres p~cialida.de~poder, del querer y del saber, contenidas en los veinte ~lemenfos de los que fue compuesto. :P!?_ro to_g~s esas .fuerzas de las que es heredero r~posan en él como fuerzas mud~~~p._estado_estáti.co_antes_gue li:t_nafabra ll_egue a ponerlas en moviajento. Gracias a la vivificación de la palabra divina, esas fuerzas se ponen a vibrar. En un primer estadio Se convierten en pensamiento; en un segundo, en_§Qt;Üdo; -Y en un teréeí00'.!U?.ª~1-~~aliifüa e_s~~s, considerada como la materializació_tt.93]1;~!!9.LizagQJ! ~ªs .... rib.rn.ci.Qnes de_la.] fuerzas. Subrayemos, sin embargo, que a ese nivel, l<;>s _términos «palabra» o «escucha» cubren realidades mucho más vastas g~e_las. que nos-otroGiesatnbu1mos-ordina- r1amente. En efecto, está dicho: «La palabra de M aa N gala, ya lo hemos visto, se f .e.Y-e~~-'<.:, -==- ~~'-'-""~o,.... ,, qy_e, se siente, se gusta y se toca» .. Esa es U!!_~-p~cep.s;jón total, un cQDociroientQ.'..É!!_ . ~L_g_ue todo el ser está Comlli'ometido. e_,, \,-JJ_,, \...,_,,. · ÁslmismO~alse,'~alabra lagtenonza<ióo·_·di,_!as~ibraci?nes de las fuer,as, ). -t.;L~iLJA i': toda mamfestac10n oe una fuerza, en cuatq~~r f~r;.ma que e~ sera considerada ,s-y: ~-~ como su palabra. r_Q!...es.o, j_odo _bitbla ~!l el umversol.,.ti;>_d_~:u~alabra _gue ha "' ,·" · º') toma<ÍQ cuerp..Q.S_ÍQJ.!Jla. En fulfulde, el término «palabra» ( haala) está sacado de la raíz. verbal ha/, cuya idea es /<dar la fu~rz~ y, por extensión, (<<maienal12ir>} La tradición peul enseña que Guéno, el Ser Supremo, confirió la.fuerza a Kiika/a, el primer hombre, al hablarle. «,Por haber hablado con Dios éste le dio la fuerza a Kiikala», dicen los Silatigi (o maestros iniciados peul). Si la palabra es ft1erza, ello se debe a que crea un vínculo de vaivén (yaawarta, en peul), generador de mavi:mieJlliLy_rilnW_y; por consiguiente, de vida y_ acción. Ese vaivén está simbolizado por los pies del tejedor que suben y bajan, como veremos más adelante al hablar de los oficios tradicionales. (El simb..o.li.s.mo del oficio de tejer está, en efecto, totalmente fundado en la palabra creadora en acción.) ~mllgen de la palabra_Q_~_Maa Ngala d!0ague es~. la palabra humana pQD.e en movimiento las fuerzas latentes, las accioqa y las suscita como cuando un hpmbre se levanta o se vuelve al oír su nombre. La palabra humana tanto .PJ:1.ede créa{fapazcomo puede destruirla. Ella es como la imagen del fuego. U na sola p-afabra mal recibida puede desencadenar una guerra, como una ramita ardiendo puede provocar un vasto incendio. El adagio malí declara: «¿;Qué es lo que prepara una cosa (es decir, la avía, la disponeL! ! 190 METODOLOGIA Y PREHISTORÍA AFRICANA favorablemente)? La palabra. ¿Qué es lo que deteriora una cosa? La palabra. ¿Qué es to que mantiene una cosa en su estado? La palabra>>. Así pues, la tradición-ª>_nfiere_aJ(umafl Palabrª' no sólo un poder creador, sino l,!.IlLd.oJjle fum:.:ión de conservación _y de~trucción. Por eso, ella es por excelencia _ _tl_gran agente il.-CJi_yo_ d_e~tiunª~ri~ LA PALABRA, AGENTE ACTIVO DE LA MAGIA Hay que tener presente en el espíritu que, de un modo general, todas las t@diciones africanas postulan una visión re/igi~a del mundo. El universo visible es concebido y sentido como el signo, la concretización o la corteza del universo invisible y viviente constituido por fuerzas en perpetuo movimiento. En el seno de esa vasta unidad cósmica todo está unido, todo es solidario, y el comportamiento del hombre frente a sí mismo como frente al mundo que Je. rodea (mundo mineral, vegetal, animal y sociedad humana) será objeto de una'reglamentación ritual muy precisa, que puede, por otro lado, variar en su forma Según las etnias o regiones. La violación de las leyes sagradas era considerada e.orno si entrañase una perturbación en el equilibrio de las fuerzas traduciéndose por diversos disturbios. Por eso, la acción mágica, es decir, la manipulación de las fuerzas, intentaba en general restaurar el equilibrio perturbado y restablecer la armonía de la que el Hombre -ya lo hemos visto anteriormente- fue instaurado como guardián por su Creador. En Europa,ia palabra «magia» está siempre tomada en un sentido peyorativo, mientras que en Africa q~ajgn_a sol~te el !'!!.ª~-º de las fuerzas, cosa neutra_en ~_g,,uzpuener~rua~e útil o nefasta según la direcc;ión gue le es dada. Se ha dichoJ«Ni la magia ni la fortuna son malas en sí. Es su utilización lo que las ha~ !buénas o malas», . ' .,,.- La magia buena, la de los iniciados y «maestros conocedores», trata de purificar hombres, anímales y objetos a fin de volver a poner las fl!..~ orden. Aquí es donde la fuerza de la palabra resulta decisiva. En efecto, lo mismo que la palabra divina de Maa Ngala ha llegado a animar las fuerzas cósmicas que reposaban estáticas en M aa, así la palabra del hombre viene a animar,. a poner en movimiento y a suscitar las fuerzas que permanecen estáticas en las cosas. Pero, para g~-'"ª-º-ªlabra produzca su pleno e~s ¡,reciso que se~}lsada_ dtmJ_camente,.w_gue el movimiento tiene necesidad ~e rit.ino, fundado_JL!!tismo en el secreto de los n~os. Es necesario qu~la Qalabra reproduzca el vai~én _gu~ constituye la es~ del ritfno. En los cantos rituales y en las fórmulas para encantar, la palabra es, pues, la materialización de la cadencia. Y si se considera que puede actuar sobre los espíritus, es porque su armonía crea movimientos, movimientos que engendran fue¡;zas, fuerzas que actúan sobre los espíritus, espíritus que son en sí mismos potencias de acción. Al extraer de lo sagrado su poder creador y operativo, la__p_ª1-ª..b.1J1., s_egún .. la ~!ac:!ici§n afrjc.ana,...es_tá en relación directa bien con el [email protected],_bi~c:.onJa. r_trntura_d.e la armonía tanto en el hombre cQmo en el mundo que lo rod9.LA TRADICION VIVIENTE 191 ? Por eso, la mayor parte de las sociedades orales tradicionales c.onsidera.Ja mentira como una verdadera lepra..moral. En el Africa tradicional, aguel_que falta a su palabr~ta µu p~Jlª civil,.religiosa y oculta, y se sep;mulesLmism.o y de ·1a sociedad. Su muerte es preferible a su supervivencia tanto para sí mismo como para los suyos. El chantre del Komo Dibi, de Kulikoro (Malí), ha cantaclo en uno de sus poemas rituales: La palabra es" divinamente exacta, conviene ser exacto con ella. La f_engua que falsea la palabra .vicia la sangre de aquel que miente. La sangre simboliza aquí la fuerza vital interior cuya armonía es perturbada t>or la mentira. «El. que falta a su palabra se engaña a sr mismo», dice el adagio. Cuando se piensa una cosa y se dice otra, uno se contradice,a sí mismo; se rompe · la unidad sagrada,. reflejo de la unidad cósmica, creando así la desarmonía en sí, como en torno a sí. Desde ese momento se comprenderá mejor en qué contexto mágico-religioso y social se sitúa el respeto de la palabra en las sociedades con tradición oral, y particularmente cuando se trata de transmitir las palabras heredadas de los antepasados o de los mayores. Lo que más y mejor ha conservado el Africa tradicional es todo lo que ha heredado de sus antepasados. Las expresiones. «lo conservo, de mi maestro», <<19 conservo de nii padre», «lo he mamado con la leche de mi madre» expresan su apego religioso al patrimonio transmitido. LOS TRADICIONALISTAS Los grandes depositarios de esa herencia oral son los llamados «tradicionalis- tas». Memoria viviente de Africa, son los mejores testigos. ¿Quiénes son esos maestros? __ _ _ En bambara se les llama~mg;i o ~m~los «cq_nQ.Cedores», o Donikéba, «hacedores_ d~ c?n~cimientos>>. En pe~!, según la~ regiones'.. se les llama Silatt~f Gando o Tch1orznke,. palabras que encierran .el mismo sentido de \«conocedor>>\ Pueden ser maestros iniciados (e iniciadores) en una rama tradicional particu- lar (iniciaciones del herrero, del tejedor, del cazador, del pescador, etc.), o eh la posesión del conocimiento total de la tradición en todos sus aspectos. Así, existen Doma que conocen la ciencia de los herreros, de los pastores, de los tejedores; lo mismo que grandes escuelas iniciáticas dela sabana, como, por ejemplo, el Komo, el Koré, el Nama, el Dó; el Diarra~ara, el Nya, el Nyaworolé, etc;, en Mali. Pero no nos engañemos en esto: la tradición africana no .corta la vida en trozos y el conocedor pocas veces es un. «especialista». Las más d1< las vecesJ~_s un «~beloJ_odo»,.El mismó anciano, por ejemplo, tendrá conocimientos tanto en la ciencia de las plantas (conocimiento de las propiedades buenas o malas de· cada planta) como en la «ciencia de las tierras» (propiedades agrícolas o medicionales de las diferentes clases de tierra), en fa «ciencia. de las aguas», en astronomía, cosmogonía, psicología, etc. Se trata de una ciencia deja vida cuyos conq~imient.Qi..... 192 --J MET0DOL0GJA Y PREHISTORIA AFRICA1'1A pueden siempre dar lugar a utilizaciones prácticas, Y cuando hablamos de c__jencias «iniciáticas» u «ocultas», términos que pueden desconcertar al lector racionalista, se ~a~ _s!empre, respecto al A:frica tradiciof!_al, de una ciencia eminentemente práctic_a q~ohsiste en.saber entrar en apropiada relación con las fuerzas que sustentan el mundo visible y _~pueden_§eLpuestas_al servicio_de la vida. - Conservador de los secretos del Génesis cósmico y de las ciencias de la vida, y dotado en general de una memoria prodigiosa, el tradicionalista es frecuentemen- te también el archivero de los acontecimientos pasados transmitidos por la tradición, o de los ·acontecimientos contemporáneos. Así pues, una historia que se preciara de ser africana por naturaleza deberá necesariamente apoyarse en el irreemplazable testimonio de los africanos cualifi- cados. <<No se peina a una persona en su ausencia», dice el refrán. A los grandes Doma, aquellos cuyo conocimiento era total, se les conocía y veneraba, acudiendo de lejos para recurrir a su saber y cordura. Ardo Dembro, que me inició en los temas peul, era un doma peul (un silatigi) que hoy ya está muerto. Por el contrario, Ali Essa, otro silatigi peul, todavía vive. Danfo Siné, que frecuentaba la casa de mi padre cuando yo era niño, era un doma casi universal. No sólo era un. gran maestro iniciado del Komo, sino que poseía todos los demás conocimientos (históricos, iniciáticos o referentes a las ciencias de- la naturaleza) de su tiempo. Todo el mundo le conocía en los países que se extienden entre Sikasso y Bamako, es decir, entre los antiguos reinos de Kénédugu y de Bélédugu. · Latij; su hijo menor que había seguido las mismas iniciaciones que él, era también un gran doma. Y tenía además la ventaja de conocer el árabe y de haber hecho su servicio militar (en el ejército francés) en Chad, lo que le permitió recoger en la sabana chadiana una cantidad de conocimientos que resultaron análogos a los enseñados en Malí. lwa, perteneciente a la casta de los griots, es uno de los mayores tradicionalis- tas del mandé, con actual residencia en Malí, lo mismo que Banzumana, el gran músico ciego. Precisemos ya que un griot no es necesariamente un tradicionalista <<conoce- dor», sino que puede llegar a serlo ·si sus aptitudes se prestan a ello. Sin embargo; no podrá tener acceso a la iniciación del Komo, de donde los griots están excluidos 3 • De un. modo general, los tradicionalistas fueron separados, si no perseguidos, por la potencia colonial que se esforzaba -es evidente- por desenraizar las tradiciones locales a fih de sembrar sus propias ideas, porque -ya se ha dicho- 1/ «no se siembra ni en un campo plantado ni en un yermo>>~ Por eso, la iniciación se refugió con mucha frecuencia en el campo, abandonando las grandes ciudades, llamadas Tubabudugu4, «ciudades de blancos» (o sea, colonizadores). Sin embargo, existen aún, en los diferentes países de la Sabana africana que constituyen el antiguo Bafur -y sin duda en otras partes también-, «conocedo- 3 Sobre los griots, ver má~ adelante, 4 Pronunciar Tababú-dugú.LA TRADICION VIVIENTE 193 res» que continúan transmitiendo el depósito sagrado a aquellos que aceptan aprender y escuchar y se muestran dignos. de recibir sus enseñanzas por su paciencia y discreción, reglas básicas exigidas por los dioses ... En un plazo de diez a quince años, todos los últimos grandes doma y ancianos herederos de las diversas ramas de la Tradición, habrán probablemente desapare- cido. Si no nos apresuramos a recoger sus testimonios y enseñanzas, es todo el patrimonio cultural y espiritual de un pueblo el que desaparecerá con ellos en el olvido, abandonando a sí misma a una juventud sin raíces. AUTENTICIDAD DE LA TRANSMISION Más que todos los demás hombres, los tradicionalistas doma, grandes o pequeños, están obligados a tener un gran respeto a la verdad. Para ellos, la mentira, no es sólo una tara moral, sino un entredicho ritual cuya violación les impediría poder cumplir su función. Un mentiroso no podría ser un iniciador ni un «maestro del cuchillo», y menos aún un doma. Además, si se comprobase -cosa extraordinaria- que un tradicionalista doma era mentiroso, nadie acudiría ya a é1 a consultarle sobre materia alguna y su función desaparecería al mismo tiempo. De un modo general, la tradición africana tiene horror a la mentira. Está dicho: «Presta atención para no contradecirte a ti mismo. Es mejor que el mundo se separe de ti antes que tú te,separes de ti mismo». Pero el entredicho ritual de la mentira afecta más en particular a todos los «oficiantes» (o sacrificadores, o maestros del cuchillo ... ) 5 de todos los niveles, comenzando por el padre de familia que es el sacrificador o el oficiante de su familia, y pasando por· el herrero, el tejedor o el artesano tradicional, al ser el ejercicio del oficio una .. actividad sagrada, como vetemos más adelante. El entredicho castiga a todos los que, teniendo que ejercer una responsabilidad mágico-religiosa y que cumplir unos actos rituales, son de algún modo los intermediarios entre el común de los mortales y las fuerzas tutelares con el oficiante sagrado del país, en la cima (por ejemplo, el hogon, entre los dogon), y, eventualmente, el rey. Ese entredicho ritual existe, según mis noticias, en todas las tradiciones de la sabana africana. ~ entredicho de la mentira sostiene, por cierto, que,_si_un_oficiante mintiese, viciaría los actos rituales y no cumpliría ya el c_onjunto_deJas_condiciones..rituaks requeridas para desempeñar el acto sagrado, si~ndo5.9ndición_!!_s_eng_al estar en ªLmoma consigo mismo antes de manipular las fuerzas de la vida. Recordemos, en efecto, que todos los sistemas mágico-religiosos africanos tienden a pLeservar _o_ restablecer el equilibrio de las fuerzas de las que depende la armonía del mundo círcundante, material y espiritual. - -- -- - ---- - - - - - --Los doma~ más-que-todo el-resfo, están sometidos a esa obligación porque, como maestros~iniciados, son los grandes poseedores de la Palabra, principal 5 Todas las ceremonias rituales no comp.onan necesariamente el sacrificio de un animal. El «sacrificio» puede consistir en una ofrenda de mijo, de leche o de otro producto natural.194 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA agente activo de la vida humana y de los espíritus. Ellos son los herederos de las sagradas palabras capaces de encantar, transmitidas por la cadena de los antepasados y que .se las hace remontar a las primeras vibraciones sagradas emitidas por Maa, el primer hombre. Si el tradicionalista doma es poseedor de la Palabra, los demás hombres son l~~-~p_ositarios de la charla ... Citaré el caso de un maestro del cuchillo dogon, del país de Pignari (círculo de Bandiagara), a quien conocí en mi juventud y que un día se había visto obligado a mentir para salvar la vida de una mujer perseguida que él había ocultado en su casa; Después de este suceso, se destituyó espontáneamente de su cargo al estimar que ya no cumplía las condiciones rituales para asumirlo válidamente. Cuando se trata de cosas religiosas y sagradas, los grandes maestros tradicio- nales no temen la opinión desfavorable de las masas y, si les sucede que se equivocan, reconocerán públicamente su error, sin excusas calculadas ni pretex- tos. Confesar sus fal~as eventuales es para ellos una obligación, porque eso es una purificación de la mancha. Si el tradicionalista o conocedor es tan respetado en Africa, elló se debe a que él se respeta primero a sí mismo. Interiormente en orden, ya que no debe mentir nunca, es un hombre «bien ordenado», dueño de las fuerzas que lo habitan. A su alrededor, las fuerzas se ordenan y los disturbios se apaciguan. Independientemente del entredicho de mentira,~tradicionalista practica la disciplin!l_ de Ji! -~labr_a_ y _ryo rep-ªi:!~_Jsta _de~consideradamente. Por-que si la palabra, como ya hemos visto anteriormente, se considera éxteriorización de la vibración de las fuerzas interiores, la fuerza interior nace, a la inversa, de la interiorización de la palabra. Con esa óptica se compsender_á __ mejorJa importan- C@ (lada por_!a educación'africana_tradicionaLaLdominio_desLHablar poco_~ !a i~ñ~J de una_bue_na_ed_uc:ación_y_eLsigno_d.eJ1U1_o_bleza. _!SI muchacho aprenderá muy pronto a dominar la exgresión de sus emociones o de s_µ_s_ufrimient_o_y a contener las fuerzas que están en él, a imagen del Maa primordial qÚe contenía en sí mismo, sometidas y ordenadas, las fuerzas del Cosmos. Del conocedor respetado o del hombre dueño de sí mismo se dirá: «Ese es un ,Maa» (o un Neddo, en peul), es decir, un hombre completo. No hay que confundir a los tradicionalistas-doma, que saben enseñar divirtien- do y ponÍéndose a la altura de su auditorio, con los trovadores, narradores y animadores públicos que son, en .general, de la casta de los Diéli (griots) o de los Woloso («cautivos de choza») 6 • La disciplina de la verdad no existe para estos últimos, reconociéndoles la tradición el derecho a tergiversarla o embellecerla, incluso toscamente, con tal que lleguen a distraer o interesar a su público, como veremos seguidamente. Se dice que «al griot Je está permitido tener dos lenguas». Por el contrario, no se le ocurriría a ningún.africano de formación tradicional poner en duda la veracidad de las palabras de un tradicionalista-doma, particular- mente cuando se trata de transmitir unos conocimientos heredados de la cadena de los antepasados. 6 Los Woloso (literalmente «nacidos en la casa») o <•cautivos de cabaña» eran criados o familias de criados vinculados desde generaciones· a una misma familia. La tradición les reconocía una libertad total de gestos o palabras, así como grandes derechos materiales sobre los bienes de sus señores.• l. Músico rodocolor tocando .el ardin (KAYES, Malí, núm. A0-292). • 2. Cantor mvel (for. Documentation franc;aise). ·--~-·-1 \ ' . -<196 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Antes de hablar, el doma se dirige, por defereacia, a las almas de los antiguos para pedirles que vengan a asistirle, a fin de que la lengua no se le trabe o no se produzca un fallo de memoria que le haría omitir alguna cosa. Danfo Siné, el gran doma bambara que conocí en mi infancia en Buguni y que era chantre del Komo, decía antes de iniciar un relato o una enseñanza: ¡Oh, alma de mi maestro Tzemablen Samaké! ¡Oh, almas de los viajeros herreros y antiguos tejedores, primeros antepasados iniciadores, llegados del Este! ¡Oh, Jigi, gran carnero que sopló el primero en el cuerno de llamar del Komo, llegado sobre e·l Je/iba [Níger]! Venid todos a escucharme. Yo voy, según vuestros decires, a contar a mi auditorio cómo han ocurrido las cosas, de vosotros, ya pasados, a nosotros, presentes, para que ese decir sea valiosamente conservado y fielmente transmitido a los hombres de mañana que serán nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. ¡ Dirigid bien ( ¡Oh, vosotros, Antepasados!) las riendas de mi lengua! Guiad la partida de mis palabras para que sigan y respeten su orden natural. Después añadía: Yo, Danfo Siné, del clan de Samaké [elefante macho], voy a contar como lo he aprendido, ante mis dos testigos Makoro y Manifin 7• Los dos conocen la trama 8 , como yo mismo. Ellos me servirán a la vez de vigilantes y de sostén. Si el narrador cometiese un error o tuviese un desfallecimiento, su testigo le respondería: «¡Hombre, ten cuidado de cómo abres tu boca!». A lo que él respondería: «Excúsame, es mi lengua fogosa que me ha traicionado». Un tradicionalista-doma, no herrero de nacimiento, pero que conoce las ciencias que se refieren a la forja, dirá, por ejemplo, antes de hablar: «Yo debo eso a fulano, que lo debe a mengano, etc.». Y rendirá homenaje al antepasado de los herreros poniéndose, en señal de fidelidad, en cuclillas y con el extremo del codo derecho reposando sobre el suelo y el antebrazo levantado. 1 · Makoro y Manifin eran sus dos· condiscípulos. 8 Un relato tradicional tiene siempre una trama o una base inmutable que nunca debe ser modificada, pero a partir de la cual se pueden realizar desarrollos o embellecimientos, según su inspiración o la atención del auditorio.LA TRADICION VIVIENTE 197 El doma puede citar también a su maestro y decir: «Rindo homenaje a todos los intermediarios hasta Nunfayri ... » 9, sin estar obligado a citar todos los nombres. Siempre hay referencia a la cadena de la que el propio doma sólo es un eslabón. En todas las ramas del conocimiento tradicional, la cadena de transmisión // reviste una importancia primordial. Si no hay transmisión regular, no ha): / «magia», sino solamente charla o cuento. La palabra es entonces inoperante. La palabra transmitida por la cadena se considera que transporta, desde la transmi- sión original, una fuerza que la hace operante y sacramental. Esa noción de «respeto a la cadena» o de· «respeto a la transmisión» es la que hace que, en general, el africano no culto tenga tendencia a referir un relato en la misma forma como él lo habrá escuchado, ayudado en eso por la memoria prodigiosa de los analfabetos. Si se le contradice, se limitará a responder:«Fulano me lo ha enseñado así», citando siempre su fuente. Aparte del valor moral propio de los tradicionalistas-doma y de s.u vinculación a. _una «cadena de transmisión», una . garantía de autenticidad suplementaria queda facilitada por el control permanente de sus semejantes o de los antiguos que Ies:_rodean y_~é cúj_din-Cej_~samente la autenticidad _ _g~_.!Q_~~g:!!_n~f!I\!~n. x.olviéndolo a reP.etir al menot•error, como hemos visto con el ejemplo de Danfó Siné. En el transcurso de sus salidas rituales al bosque, el chantre del Komo puede añadir sus propias meditaciones o inspiraciones a las palabras tradicionales que él ha heredado de la «cadena» y que canta para sus compañeros. Sµs palabras, nuevos eslabones, vienen entonces a enriquecer las de sus predecesores; pero él previene: «Esto es de mi cosecha, esto es de mi decir. Yo no soy infalible y me puedo equivocar. Si me equivoco, no olvidéis que, como vosotros, vivo con un puñado de mijo, un trago de agua y bocanadas de aire. El hombre no es infalible». Los iniciados y neófitos que Je acompañan aprenden estas palabras nuevas, de tal suerte que todos los.cantos del Komo se conocen y conservan en las memorias. El grado de evolución del adepto del Komo se _!l}ide no por la cantidad de las Qalabras aprendidas, sino por la conformidad de su vida con esas palabras. Si un .. hombre posee solamente diez o quince palabras del Komo, cuando las vive, entonces se convierte en un adepto ~pto del Komo en el seno de la asociación. Para ser chantre del Komo y, por consiguiente, maestro-foiciado, hay que conocer y vivir la totalidad de las palabras heredadas. La. er1señanza tradicional, sobre todo cuando se trata de conocimientos vinculados a una iniciación, esta unida a la experiencia e integrada en la vida. Por eso, el investigador europeo o africano, deseoso de aproximar los hechos religio- sos africanos, se cond~n~r_á a Qermanecer fuera del tema si no acep1a .. Yivir_la ..iniciación correspondiente y admitir sus reglas, lo que presupone, como mínimo, el con?cimieñto ae la ~engua. En efecto, h_ªy cosas QJ.1.e..n<i..«se..ex.p~aM,,..sino_q.ue..s.e // grurr1mentan y se viven. ~ecuerdo que en 1928, mientras me encontraba de servicio en Tougan, un joven etnólogo llegó al país para investigar sobre el pollo de sacrificio con ocasión 9 Antepasado de los herreros.198 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA de la circuncisión. El comandante francés le envió al jefe de cantón indígena pidiéndole a este último que hiciese cuanto fuera necesario para que el etnólogo fuera debidamente atendido, e insistiéndole que «se le diga todo». A su vez, el jefe de cantón convocó a los notables. Les expuso los hechos, repitiéndoles las palabras del comandante. El decano de la asamblea que era el maestro del cuchillo del lugar y, por tanto, responsable de las ceremonias de la circuncisión y correspondiente iniciación, preguntó: -¿Quiere que se le diga todo? -Si, respondió el jefe de cantón. -Pero ¿ha venido para hacerse circuncidar? -No, ha venido para informarse. El decano volvió su mirada al jefe. -¿Cómo voy a decirle todo -dija-, si no quiere ser circuncidado? Tú sabes bien, jefe, que eso no es posible. Es preciso _que él viva la vida de los circuncisos para que podamos enseñarle todas las lecciones. -Y a que estamos obligados a dar satisfacción a la fuerza -replicó el jefe de cantón-, os corresponde a vos encontrar cómo salir de este apuro. -¡Muy bien! -dijo el vieja-. Lo despediremos sin que él aparezca allí, gracias a la fórmula de «tomar el aire». Ese procedimiento de «tomar el aire», consistente en pr:oporcionar a alguien una estratagema improvisada cµando no se puede decirle la verdad, fue efectiva- mente inventado a partir del momento en que la autoridad colonial envió a sus agentes o a sus representantes para realizar investigaciones etnológicas sin aceptar vivir las condiciones requeridas. Muchos etnólogos fueron más tarde las víctimas inconscientes ... Sin llegar a eso,. cuántos de ellos se imaginaron haber comprendi- do todo de una ceremonia que, al no haberla vivido, no podían conocerla realmente. Aparte de la enseñanza esotérica dispensada en el seno de las grandes escuelas iniciáticas --como el Komo o las citadas con- anteriorrdad_::~- Ía - enseñanza tradicional comienza realmente en cada fam_i]'-ª, donde el padre, la madre o los mayores son a la vez maestros y educadores, y constituyen la primera célula de tradicionalistas. Son ellos quienes dispensan las primeras lecciones de la vida, no sólo por la experiencia sino mediante cuentos, fábulas, leyendas, máximas, adagios, etc. Los refranes son las misivas legadas por los antepasados a la posteridad. Su número es casi infinit(?. Ciertos juegos de niños han sido elaborados por los iniciados con vistas a transmitir, a través de las edades, algunos conocimientos esotéricos «cifrados». Citemos, por ejemplo, el juego del Banangolo, en Malí, fundado en un sistema numérico en relación con los 266 siqiba, o signos, que corresponden a los atributos de Dios. Además, la enseñanza no es sistemática sino que está unida a las circunstan- cias de la vi(!a. Esa manera de proceder puede parecer caótica, pero es, enLA TRADICION VIVIENTE 199 realidad, práctica y muy animada. La lección dada con ocasión de un aconteci- miento o experiencia se graba profundamente en la memoria del niño. En el curso de un paseo-por el campo, el encuentro de un hormiguero dará al viejo maestro ocasión de impartir conocimientos variados en función de la naturaleza de su auditorio:. o bien hablará del animal mismo, de las leyes que rigen su vida y de la «clase de ser» a la que pertenece; o. bien dará una lect:ión de moral a los niños, mostrándoles cómo la vida de la colectividad reposa en la solidaridad y olvido de sí mismo; o bien desembocará asimismo en conocimientos más e1evados si ve que su auditorio puede comprenderlo. Así,.cada incidente de la_ vida y cada pequeño acontecimiento puede siempre dar ocasión de múltipJes explicaciones, de referir un mito, un cuento, una leyenda. Cada fenómeno encontrado puede permitir remontar hasta las fuentes de las que él ha salido, y evocar los misterios de la unidad de la Vida, toda entera animada por la Sé, fuerza sagrada primordial y aspecto propio del Dios Creador. En Africa todo es «Historia». La gran Historia de la vida comprende la Historia de las Tierras y de las Aguas (geografía), la Historia de los vegetales (botánica y farmacopea), la Historia de las «Venas del seno de la Tierra» (mineralogía y metales), la Historia de los astros (astronomía, astrología), la Historia de las Aguas, etc. En la tradición de la s_aban;i. y particularmente en las tradiciones bambara y peul, el conjunto de las manifestaciones de la vida sobre la tierra se divide en tres categbrías o «clases de seres», subdivididas a su vez en tres grupos: - En la base de la escala,/los seres inanimados: llamados «mudos», cuyo lenguaje se considera oculto, siendo incorñpiensible o inaudible para el común de los mortales. Esa clase de seres contiene todo lo que reposa en la superficie de la tierra (arena, agua, etc.) o reside en su seno (minerales, metales; etc.). Entre los inanimado's mudos se encuentran los inanimados sólidos, líquidos y gaseosos (literalmente «humeantes»). 1 ' - En el grado medio, los ~<animados inmóviles», seres vivientes pero que no se desplazan. Es la clase de los ~getales, que pueden extenderse o desplegarse en el espacio pero cuyo pie no puede moverse. Entre los animados inmóviles se encuentran los vegetales rampantes, trepantes y verticales, constituyendo estos últimos la clase superior. - En fin, los «ani!Dados móviles>>, comprenden a todos los animales, hasta el hombre. Los animados móviles comprenden a los animales terrestres (entre los cuales están los animales sin huesos y con ellos), los acuáticos y los volátiles. Todo lo que existe puede, pues, referirse a una de esas categorías 1 0 • Entre todas las «Historias», la maYQI_ y más significante es la del Hombre, simbiosis de todas las ~<Hi~to~iai>>..!._pu~sto_g·~~.!.~.5'..g_ún el mito~Q co~puesto de una partícula de todo lo que ha existido antes de éL Todos los reinos d_e la vida se encuentran en él (mineral, vegetal y animal), unidos a fuerzas múltiples y facultades superiores. Las enseñanzas que le interesan .se apoyarán en los mitos de la cosmogonía, determinando su lugar y su misión en el universo, y revelarán cuál 1° Cf. A. Hampate Ba, 1972, págs. 23 y sigts.200 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA debe ser su relación con el mundo de los vivos y de los muertos. Se explicará ei simbolismo de su cuerpo, así como la complejidad de su psiquismo: «Las personas de la persona son numerosas en la persona», dicen las tradiciones bambara y peul. Se enseñará cuál debe ser su comportamiento frente a la naturaleza y cómo respetar su equilibrio sin perturbar en absoluto las fuerzas que la animan y de las que ella no es más que la apariencia visible. La iniciación le hará descubrir su relación con el mundo de las fuerzas y le llevará poco a poco hacia el dominio de sí, hacia la finalidad restante de llegar a ser como un Maa, un «hombre completo», interlocutor de Maa Ngala y guardián del mundo viviente. LOS OFICIOS TRADICIONALES Los oficios artesanales tradicionales son grandes portadores de la tragj<::!§n oral. ·, -En la sociedad tradicional africana, las actividades humanas encierran l frecuentemente un carácter sagrado u oculto, y particularmente aquellas que . consisten en actuar sobre la materia y transformarla considerando a cada cosa / como viviente. ~ Cada función artesanal se refiere a un conocimiento esotérico, transmitido de generación en generación y que tiene su origen en una revelación inicial. La obra del artesano era sagrada porque «imitaba» a la obra de Maa Ngala y completaba su creación. La tradición bambara enseña, en ef!=cto, que la creación no está terminada y que Maa Ngala, al crear nuestra tierra, ha dejado en ella cosas inacabadas, a fin de que Maa, su Interlpcutor, las complete o modifique con vistas a llevar la naturaleza hacia su perfección. Se consideraba que.la actividad artesanal, en sus opera<::i_Q_n~~ «rem:_!Ía>! ~Lmi~t~rio _de;; _1-ª cte.l!<;:i_ó..n. Y «focalizaba», por consiguiente, una fuerza oculta a la que nadie podía aproximarse sin respetar unas condiciones rituales particulares. Los artesanos tradicionales a~a_ñan su tra.!>filo con cantos rituales o palabras rítmicas sacFamentales, y_ sus gestos mismos son considerados ~Q_mo up !enguaje. En efecto, los gestos de cada oficio_!~roducen, ep._un simbolismo que les es propi(?,_t:l f!!~sterio dek creacLóp primordial unida al poder de la Palabra, como se ha _indicado anteriormente. Se dijo: El herrero forja la Palabra, el tejedor la teje, el zapatero la pule curtiéndola. Tomemos el ejemplo del tejedor, cuyo oficio está unido al simbolismo de la Palabra creadora desplegándose en el tiempo y el espacio. El tejedor de casta ( M aabo, entre los peul) es depositario de los secretos de las 33 piezas que componen la base fundamental del oficio de tejer, cada una de las cuales tiene un sentido. La armazón, por ejemplo, está formada de ocho palos principales: cuatro verticales, que simbolizan no sólo los cuatro elementos-madre (tierra, agua, aire y fuego), sino los cuatro puntos cardinales, y otros cuatroLA TRAD1CION VIVIENTE 201 trasversales, que simbolizan los cuatro puntos colaterales. El tejedor, colocado en medio, repres~nta al Hombre primordial, Maa, situado en el centro de las ocho direcciones del espacio. Con su presencia se obtienen nueve elementos que recuerdan los nueve estados fundamentales de la existencia, las nueve clases de seres, las nueve aberturas del cuerpo (puertas de las fuerzas de la vida), las nueve categorías de hombres entre los peul, etc. Antes de comenzar su trabajo, el tejedor debe tocar cada pieza de su máquina, pronunciando unas palabras o letanías que corresponden a la:s fuerzas de la vida que ellas encarnan. El vaivén de sus pies subiendo y bajando para accionar los pedales recuerda el ritmo original de la Palabra creadora, unido al dualismo de todas las cosas y a la ley de los ciclos. Se consideran ·sus pies como si hablasen así: ¡f:onyonko! ¡Fonyonko! ¡Dualismo! ¡Dualismo! Cuando uno se levanta, el otro se baja. Hay muerte del rey y coronación del príncipe, . defunción del abuelo y nacimiento del nieto, disputas de divorcio mezcladas con alboroto festivo de un casamiento ... Por su parte, la lanzadera dice: Soy la barca del Destino. Yo paso entre los arrecifes de los hilos de cadena que representan la Vida. De la orilla derecha paso a la orilla izquierda a devanar mi intestino [ el hilo] para contribuir a la construcción. De nuevo, de [a orilla izquierda paso a la derecha devanando mi intestino. La vida es un perpetuo vaivén, un don permanente de sí mismo. La franja de tejido acumulándose y enrollándose alrededor de un palo apoyado en el vientre del tejedor representa el pasado, mientras que el rodillo de los hilos de tejer, desdoblado, simboliza el misterio del mañana, lo desconocido del futuro. El tejedor dirá siempre: «¡Oh, mañana! ¡No me reserves una sorpresa desagradable!». En conjunto, el trabajo del tejedor representa ocho movimientos de vaivén (por sus pies, sus brazos, la lanzadera y el crecimiento rítmico de los hilos de la -trama), que corresponden a los ocho palos del armazón y a los ocho patas de la araña mítica que enseñó su ciencia al ant~pasado de los tejedores. Los gestos del tejedor realizando su oficio representan la creación en acción; sus palabras acompañando sus gestos; es el canto mismo de la Vida. El herrero tradicionales el depositario del secreto de.las transmutaciones. El es por excelencia el «Maestro del Fuego». Su origen es mítico, y en la tradición bambara se llama «primer hijo de la Tierra». Sus conocimientos se remontan a202 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Maa; el primer hombre, al que su creador Maa Ngala enseñó, entre otros, los secretos de la «herrería». Por eso la fragua se llama F an, del mismo nombre que Fan, el Huevo primordial del que ha Salido todo el universo y que fue la primera fragua sagrada. . Los elementos- de la forja están 'unidos a un simbolismo ·sexual, siendo este último en sí mismo la expresión, o el reflejo, de un proceso cósmico de creación. Así, los dos fuelles redondos, accionados por el ayudante del herrero, se asimilan a los dos testículos machos. El aire del que se llenan es la sustancia de vida enviada, a través de una especie de tubo que representa el falo, al fogón de la herrería, que representa la matriz donde actúa el fuego transformador. El herrero tradicional no debe entrar en la fragua más que tras un baño ritual de purificación preparado con la decocción de ciertas hojas, cortezas o raíces de árboles, elegidas en la función del día. En efecto, los vegetales (como los minerales y animales) están repartidos en siete clases que corresponden a los días de la semana, hallándose unidos por la ley de la «correspondencia analógica» 1 1• Después, el herrero se. vestirá de un modo particular, porque no puede entrar en la fragua vestido con un traje cualquiera. Cada mañana purificará la fragua por medio de fumigaciones especiales a base de plantas por él conocidas. Terminadas esas operaciones y una vez lavado de todos los contactos que ha tenido con el exterior, el herrero se encuentra en un estado sacramental. Ha quedado puro y se asimila al herrero primordial. Solamente entonces es cuando, a imitación de Maa Ngala, puede «crear» modificando y dando forma a la materia. (El nombre de herrero en peul es baylo, palabra que significa literalmente «transformador».) Antes de comenzar su trabajo, el herrero invoca los cuatro elementos-madre de la creación (tierra, agua, aire y fuego), que están obligatoriamente representa- dos en la fragua. Allí se encuentra siempre, en efecto, un recipiente lleno de agua, el fuego en el fogón de la fragua, el aire enviado por los fuelles y un mantoncito de tierra al lado de la forja. Durante su trabajo, el herrero pronuncia palabras especiales al tocar cada herramienta. Al "tocar su yunque, que simboliza la receptividad femenina, dice: «Yo no soy Maa Ngala, soy el representante de Maa Ngala. El es quien crea y no yo>>. Después coge agua o ;un huevo .Y se los ofrece al yunque diciendo: «He aquí tu dote». Toma su maza, que simboliza el falo, y con ella da unos golpes sobre el yunque para «sensibilizarlo». AJ establecer la comunicación, él puede-comenzar a trabajar. El aprendiz no debe hacer preguntas. Solamente ha de mirar y soplar. Esa es la fase «muda» del aprendizaje. A medida que avance en los conocimientos, soplara según unos ritmos más complejos, teniendo cada movimiento una significación. Durante la fase oral del aprendizaje, el maestro transmitirá poco a poco todos sus conocimientos a su alumno, entrenándole y corrigiéndole hasta que adquiera la maestría. Tras una «ceremonia de liberación», el nuevo herrero puede dejar a su maestro e instalar su propia fragua. En general, el herrero envía a sus propios 11 Sobre la ley de correspondencia analógica, cf. A. Hampate Ba: Aspectos de la civilización africana, Presencia africana, París, 1972, págs. 120 y sigts.LA TRAD1Cl0N VIVIENTE hijQs a aprender a casa de otro herrero. El adagio dice: «Las esposas y los niños del maestro no son sus mejores alumnos». Así, el artesano tradicional, imitando a Maa Ngala y <<reRitie11do» wr sus gestos la primera_ creaci2.!!,3ealizaba _ no un «trabajo» en el sentido purawente ec~nómico de la palabra, sino una fun.~ig_n S1!gr_ad;u1.1Je .. p.o.ne_en_juego_las.iuerzas fundamental~s de la vida y queJa_co_mp.r.omete....en_todo..su.ser. En el secreto de su taller o de su fragua, el artesano participaba del misterio renovado de la eterna creación. Los conocimientos del herrero deben cubrir un amplio sector de la vida. Ocultista reputado, su dominio de los secretos del fuego y del hierro le vale el que él solo esté habilitado para practicar la circuncisión, y -ya lo hemos visto- el gran «Maestro del cuchillo» en la iniciación del Komo es siempre un herrero. No sólo es un erudito para todo lo que se refiere a los metales, sino que conoce perfectamente la clasificación y propiedades de los vegetales. El herrero de altos hornos, a la vez extractor del mineral y fundidor, es el más avanzado en conocimientos. A todos los conocimientos del herrero fundidor, él añade elconocimiento perfecto de las <<Venas de la Tierra» (la mineralogía) y la de los secretos del campo y de las plantas. En efecto, conoce la plant.ación vegetal que cubre la tierra cuando ésta contiene un metal particular, sabiendo detectar un yacimiento de oro con el solo examen de las plantas y las piedras. Conoce también los encantamientos de la tierra y de las plantas. Al ser considerada la naturaleza como viviente y animada por fuerzas, todo acto que la perturba debe ir acompañado de un «saber-vivir ritual» destinado a preservar y salvaguardar su equilibrio sagrado, porque todo está ligado, todo repercute en todo, y toda acción sacude las fuerzas de la vida, entrañando una cadena de consecuencias cuya repercusiones las sufre el hombre. La relación del hombre tradicional con el mundo era, pues, una relación viviente de participación y no una relación puramente usual. Se comprende que, en esa visión global del universo, el lugar del profaño sea-muy limitado. En el antiguo país baulé, por ejemplo, el oro, del que la tierra era rica, estaba considerado como un metal divino y no era objeto de una explotación exagerada. Servía sobre todo para confeccionar los objetos reales o de culto y ten.ía también una función de moneda de cambio y de regalo. Cada uno podía extraerlo, pero no podía guardar para sí una pepita que sobrepasase determinado grosor. Toda pepi- ta que sobrepasase el peso corriente era ofrecida al dios e iba a engrosar el <1oro real», depósito sagrado del cual ni los reyes mismos tenían derecho de sacarlo. Algunos tesoros reales se han transmitido así, intactos, hasta la ocupación europea. Al ser considera~a la tierra como pert~neci_eflt~~_Qios, ninfilln hombre era propietario de ella ysól<} tenía derecho. a su «usufructo». Para llegar a artesano, el hombre tradicional es el ejemplo tipo de la encarnación de sus conocimientos, no sólo en sus gestos y actos, sino en su vida entera, puesto que deberá respetar un conjunto de prohibiciones y obligaciones ligadas a su función, constitutivo de un verdadero código de comportamiento, ta.nto con relación a la naturaleza como a sus semejantes. Exü;te lo que se llama la «Vía de los herreros» ( Numu-sira o numúya, en bambara), la «Vía de los agrícultores», la «Vía de los tejedores», etc., y, en el pla.no204 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA étnico, la «Vía de los peul» ( Lawolfu/fulde), auténticos códigos morales, sociales y jurídicos propios de cada grupo, fielmente transmitidos y respetados mediante la tradición oral. Puede decirse que.el -~fi~o. o la función tradicional, esculpe el ser del hombr~. l"oda diferencia entre la educación modern_a_Y. la tradición oral está ahí. Lo q.u~se a_Erende en la escuela occidental -por útil gue sea- no se vive siempre, mientras qµe los conocimientos heredados de la tradición oral se encarnan_eJLel.ser_e_nterch- (' Los instrumentos o herramientas del oficio que materializan las Palabras\ · sagradas y el contacto del aprendiz con el oficio le obligan, en cada gesto, a vivir~, tRalabra. Por eso, la tradición oral considerada en su conjunto no se resume en la transmisión de relatos o de ciertos conocimientos. Es generadora y formadora de un tipo de hombre particular. Puede decirse que existe la civilización de los herreros, la de los tejedores, la de los pastores, etc. Me he limitado a profundizar aquí el ejemplo de los tejedores y de los herreros, especialmente típico, pero cada actividad tradicional constituye, en general, una gran escuela iniciática o mágico-religiosa, un camino de acceso hacia la Unidad de ia que ella es, según los iniciados, un reflejo o expresión particular. para conservar en ~) _seno del linaje los_ conocimientos secretos ~ los poderes mágicos ql!_e º~ é.l se _derivan, cad~ debe observar, con la mayor frecuencia, rigur.osas prohibiciones sexuales respecto a las personas exteriores al grupo, practicando la endogamia. Esto no se debe, pues, a una idea de intocabilidad, sino al deseo de conservar en el grupo los secretos rituales. Se ve entonces cómo esos S!.!:!_pos estrechamente especializados y que correspm;den a_ unas -«iuricíones sagradas» desembocaron poco a poco en la noción de ~<castª'~Jfl-1 <:Q.IJIO_ e_ll:i.fileJ1Qy en el Africa de la sabana. «La guerra y eCnoble-son los que han hecho al _cautivo - dice el adagio-, pero es Dios quien ha hecho al artesano [nyamakala]». La noción de superioridad o inferioridad con relación a las castas no se basa, pues, en una realidad sociológica tradicional. Ha aparecido en el transcurso de los tiempos, sólo en ciertos sitios y probablemente como consecuencia de la aparición de determinados imperios en que la función guerrera reservada a los nobles les _ confirió un tipo de supremacía. En tiempos remotos, por otro lado, la noción de nobleza no era indudablemente la misma, y el poder espiritual tenía prioridad sobre el temporal. En aquellos tiempos, eran los silatigi (maestros-iniciados peul) y no los ardo (jefes, reyes) quienes dirigían a las comunidades peul. Contrariamente a lo que algunos han escrito o creído comprender, el herrero, en Africa, es mucho más temido que despreciado. «Primer hijo de la Tierra», maestro del Fuego y manipulador de las fuerzas misteriosas, por eso se teme, sobre todo, su poder. Lo cierto es que la tradición impuso siempre a los nobles la obligación de asegurar la conservación de las clases «en castas», o clases de nyamakala (en bambara), (nyeenyo, pi. nyeeybe, en peul). Esas clases gozaban de la prerrogativa de poder pedir bienes (o dinero) no en pago de un trabajo, sino como reclamación de un privilegio que el noble no podía rehusar. En la tradición del Mandé, cuyo centro se encuentra en Malí pero que cubre más o menos todo el territorio del antiguo Bafur (es decir, la antigua Africa• 1. Tocador de Valiha, de madera con cuerdas de acero (fot. Museo del Hombre). • 2. Griot hutu imitando al mwami desposeído (fot. 8. Nantet). 2 \ 1206 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA occidental francesa, a excepción de las zonas del bosque y del este del Níger), los «encastados», o nyamakala, comprenden a: - los herreros (numu en bambara, baylo en peul); - los tejedores (inaabo, tanto en peul como en bambara); - los trabajadores de la madera (a la vez leñadores y ebanistas; saki en bambara, [abbo en peul); - los trabajadores del cuero (garanké en bambara, sakeé en peul); - los animadores públicos (diéli en bambara; se les designa, en peul, con el nombre genérico de nyeeybe: n.yamakala), más conocidos en francés con el nombre de «griots». Las cuatro clases de nyamakala-artesanos tienen prioridad sobre los griots porque a ellas les corresponden las iniciaciones y un conocimiento, y aunque no hay «superioridad» propiamente dicha, el herrero está en la cúspide, seguido del tejedor, siendo su oficio el más iniciático. Los herreros y tejedores pueden indistintamente tomar mujer de una u otra casta, porque las mujeres son alfareras tradicionales y les compete, por consiguiente, la iniciación femenina. En la clasificación del Mandé, los nyamakala-artesanos van siempre de tres en tres: Hay tres clases de herreros (numu en bambara, baylo en peul): - el herrero ·de minas (o de altos hornos), que extrae el mineral y funde el metal (los grandes iniciados, entre ellos, pueden trabajar igualmente en la fragua); - el herrero de hierro negro, que trabaja en la fragua, pero no extrae el mineral; _ - el herrero de metales preciosos, o joyero, que es generalmente cortesano y, como tal, está instalado en el vestíbulo de los jefes o nobles. Tres clases de tejedores ( maabo): - el tejedor de lana, que es el más iniciado (los motivos que figur:an en las mantas son siempre simbólicos y se refieren a los misterios de los números y de la cosmogonía; cada diseño tiene un nombre); - el tejedor de kerka, que teje inmensas mantas, mosquiteros o paños de algodón que pueden tener hasta seis metros de largo, con infinidad de motivos (he visto algunos que tenían 165 motivos); cada motivo tiene un nombre y un significado, y_ el nombre es un símbolo que significa muchas cosas; - el tejedor ordinario, que fabrica simples fajas blancas y a quien no corresponde una gran iniciación. Algunos nobles practican también el tejido ordinario. Así, algunos bambara confeccionan fajas blancas sin ser tejedores de casta. Pero no son iniciados y no pueden tejer ni kerka, ni lana, ni mosquiteros. Hay tres clases de trabajadores de la madera (saki en bambara, labbo en peul): -el que realiza los almireces, mazos y estatuillas sagradas. El almirez, en que se machacan los medicamentos sagrados, es un objeto ritual y no está confeccio- nado con cualquier madera. Lo mismo que la fragua, simboliza las dos fuerzas fundamentales: el n:iortero representa, como el yunque, el polo femenino, mientras que el mazo representa, como la maza, el polo masculino. Las estatuillas sagradas son ejecutadas por encargo de un iniciado-doma, que las <<cargará» de energía sagrada con miras a un uso particular. Independiente-LA TRADICION VIVIENTE 207 mente del ritual de la «carga», la elección y la tala de la madera deben realizarse también en unas condiciones particulares cuyo secreto conoce el leñador. El artesano de la madera corta él mismo la madéra que necesita, y es también leñador cuya iniciación ·va unida al conocimiento de los secretos del campo y de los vegetales. Considerado el árbol como viviente y habitado por espíritus también vivientes, no es abatido ni cortado sin precauciones rituales particulares conocidas por el leñador: - el que realiza los utensilios o mueble~ de madera para el hogar; - el que fabrica las piraguas. El piragüista debe ser iniciado, además, en los secretos del agua. · En Malí, los somono, convertidos en pescadores sin pertenecer a la etnia bozo, se han puesto a fabricar también piraguas. Sé les ve trabajar entre Kulikoro. y Mopti a las orillas del Níger. Hay tres clases de trabajadores del cuero (garanké en bambara, y sakké en peul): - los que fabrican los calzados.; - los que fabrican los arreos; - los guarnicioneros o talabarteros. El trabajo del cuero corresponde también ·a una iniciacióp y los garanké tienen frecuentemente una reputación de bFujos. Los cazadores, pescadores y agricultqres no corresponden a castas, sino más. bien a etnias. Sus actividades están entre las más antiguas de la sociedad humana: la «recolección» (agricultura) y la «caza» (que comprende las «dos cazas»: en tierra y en agua) representan también grandes escuelas de iniciación, porque no se aborda de cualquier manera a las fuerzas sagradas de la Tierra-Madre o a los poderes del bosque donde viven los animales. Como el herrero de altos hornos, el cazador conoce en general todos los «encantamientos del bosque» y debe poseer a fondo la ciencia del mundo animal. Los curanderos (por medio de plantas o por el «don de la palabra») pueden pertenecer a cualquier .clase o etnia. A menudo son doma. Cada pueblo posee frecuentemente en herencia dones particulares, transmiti- dos por iniciación de generación en generación. Así, los dogon de Malí so.o tenidos por conocedores del secreto de la lepra, que ellos saben curar muy rápidamente sin dejar huella alguna, y el secreto de la curación de la tuberculosis. Son además excelentes «ensalmadores» que saben colocar en su sitio los huesos rotos hasta en caso de fracturas muy graves. LOS ANIMADORES PUBLICOS, O «GRIOTS» (DIELI, EN BAMBARA) Aunque las ciencias ocultas y esotéricas son patrimonio dellos «maestros del -~-uchITfo!\Y de !o~ chantres-~ lo;dioses; l~ mú_sicª,Ja,_ poesía lírica yJQs~y_e».tos que animan las recreaciones populares, y frecuentemente también la historia, corresp~nden-ª,_losgriofs°; especie ·de trovadores o juglarJ;Lque recorren el país o están afectos a una familia. \208 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Frecuentemente se ha creído, sin razón, que eran los únicos «tradicionalistas» posibles. ¿Quiénes son los griots? Se les puede dividir en tres categorías: - los griots músicos, que tocan todos los instrumentos (monocordio, guita- rra, cora, tam-tam, etc.). Casi siempre maravillosos cantantes, son conservadores y transmisores de las músicas antiguas, al mismo tiempo que compositores; - los griots «embajadores» y cortesanos, encargados de mediar entre grandes familias cuando existen desavenencias. Siempre están vinculados a una familia real o noble, y a veces a una sola persona; - los griots genealogistas, historiadores o poetas (o las tres cosas a la vez) que son también genera!mente narradores y grandes viajeros, y no están forzosamente vinculados a una familia. La tradición les confiere un estatuto particular en el seno de la sociedad. En efecto, contrariamente a los horon (nobles), tienen derecho a no guardar las .formas, gozando de una amplísima libertad de- palabra. Pueden mostrar,se sin m1ram1ent-os, -iñduso. descarados, y a veces bromean con las cosas más serias o con las más sagradas sin que eso tenga consecuencias. No están oblig_l!_dos a .la discreción ni al respeto absoluto a la verdad. Pueden a veces mentir con aplomo y nadie está autorizado a tratarlos con rigor. «¡Ese es el decir del diéli! Por consiguiente, eso no es la auténtica verdad, pero nosotros lo aceptamos así». Esta máxima muestra perfectamente cómo la tradición admite, sin dejarse engañar, los enredos de los diéli, que, como también se afirma, tienen «la boca desgarrada». En toda la tradición del Bafur, el noble y el jefe no sólo llegan a prohibir la práctica de la música en las reuniones públicas, sino que están obligados a la moderación en la expresión o en las palabras. «Hablar demasiado sienta mal en la boca de un horon», dice el proverbio. También los griots vinculados a las familias se ven naturalmente llevados a desempeñar un papel de mediadores, o incluso de embajadores, cuando surgen pequeños o grandes problemas. Son la «lengua» de su dueño. Cuando se hallan vinculados a una familia, o a una persona, generalmente están encarga.dos de la práctica de las costumbres y,, principalmente, de los trámites matrimoniales. Un hombre joven y noble, por ejemplo, no se dirigirá directamente a una mujer para hablarle de amoL Encargará de ello a su griot, quien se pondrá en contacto con la muchacha, o con su respectiva griot, para hablarle de los sentimientos de su señor y alabar sus méritos. Los diéli o griots son los agentes activos y naturales de las palabras, pues la sociedad africana está principalmente fundada en el diálogo entre individuos y en la palabra entre comunidades o etnias. Autorizados' a tener «dos lenguas en su boca», pueden eventualmente dedicarse, sin que se les tome en cuenta -lo que no podría hacer un noble por no estarle permitido~, a retractarse inopinadamente de su palabra o de una decisión suya. Incluso, a veces; los griots llegan a asumir una falta que no han cometido, a fin de enderezar una situación o dejar en buen lugar la imagen de los nobles. S_o_bre_lo_s yjej~sªbio~ de Ja CS)I"fl.Unidad~ que están en el secreto, recae el ~saqo Qeber de «mirar las cosas desde el ángulo apropiado», pero es a ·1osgnots a quienes corres¡,onde realizi1r ~ _que_ los sabfos_h_al? ,~ec~dj-5!0. ~ --LA TRADICION VIVIENTE 209 Encargados de informarse y de informar, ellos son los grandes portadores de las noticias, pero también, con frecuencia, los propagadores de los chismes. Su nombre en bambara, dié/i,~gnifica «sangre». En efecto,_ como la sangre, ellos circulan 12or el cuer120 d~ la sociedad a la gue P-Ueden cura!_Q_Q~ner enferma, según que atenúen o aviven sus conflictos por medio de sus palabras y cantos. Apres.urémonos a decir, sin embargo, que se trata aquí de características generales y que no todos los griots son necesariamente descarados o·desvergonza- dos. Al contrario, existen entre ellos hombres a quienes se les llam" Diéli-faama: «griots-reyes». Estos no van a la zaga de los nobles en !llateria de valor, moralidad, virtud y sabiduría, y no abusan nunca de los derechos que les otorga la costumbre. Los griots fueron un gran agente activo del comercio humano y la cultura. Dotados frecuentemente de una gran inteligencia, desempeñaron un gran papel en la sociedad tradicional de Bafur en razón de su influencia sobre los nobles y jefes. En cualquier ocasión, aun ahora, estimulan y ejercitan el orgullo de clan del noble mediante sus cantos, frecuentemente para obtener regalos, pero también a menudo para dar ánimo a aquél en una difícil circunstancia. Durante la noche de la víspera que precede a la circuncisión, por ejemplo, animan al niño o al joven a fin de que, por su impasibilidad, sepa mostrarse dignó de sus antepasados. «Tu padre 12, Untel, que murió en el campo de batalla, se tragó "las gachas de hierro al rojo vivo" [las balas] sin pestañear. Yo espero que, mañana, tú no tendrás miedo del cuchillo cortante del herrero»; ~sí se canta entre los peul. En la ceremonia del bastón, o Soro, entre los peul bororo del Níger, son los griots quienes sostienen con sus cánticos al muchacho que,debe probar su valor y paciencia al recibir sin pestañear y sonriendo los más duros bastonazos sobre el pecho. Los griots participaron en todas las batallas de la historia al lado de sus señores,. cuyo valor fustigaban recordándoles su genealogía y las hazañas de sus padres. Tan grande es el poder de la evocación del nombre para el africano. Además, por la repetición del nombre de su linaje, se saluda y alaba a un africano. La influencia ejercida por los diéli en el transcurso de la historia fue buena o mala según que sus palabras excitasen el orgullo de los jefes y les estimulasen a sobrepasar los límites, o según que se las recordasen, como ocurrió frecuentemen- te, respecto a sus deberes tradicionales . . Como vemos, la historia de los grandes imperios del Africa del Bafur es inseparable de la misión de los diéli que merecería, por sí sola, un profundo estudio. El .secreto del poder y de la influencia. de los diéli sobre los horon (nobles) reside en el conocimiento de su genealogía y de la historia de su familia. También algunos de ellos han hecho de ese conocimiento una auténtica especialidad. Esa clase de griots no pertenecen frecuentemente a familia alguna y recorre el país a la búsqueda de informaciones históricas siempre más extensas. Así están seguros de poseer un medio casi mágico de provocar el entusiasmo de los nobles a quienes 12 «Tu padre», en lengua africana, puede ser también un tío, un abuelo o un antepasado, es decir, toda la linea paterna, incluidos los parientes colaterales.210 METODOLOGIA Y PR,EHISTORIA AFRICANA van a declamar su genealogía, divisas e historias, para recibir de ellos automática- mente importantes regalos. Un noble es capaz de despojarse de.todo lo que tiene encima y en su casa para regalárselo a un griot que ha sabido tocarle la cuerda sensible. Allá donde vaya, esos griots genealogistas, están, pues, seguros de encontrar ampliamente su subsistencia. No hay que creet, sin embargo, que se trata de una «retribución». La idea de retribución por un trabajo es contraria a la noción de derecho de· los nyamakala sobre las clases nóbles 13 . Cualquiera que sea su fortuna, los nobles, incluso los más pobres, están obligados tradicionalmente a dar a los diéli, como a todo nyamakala o woloso («cautivo de choza») 14, aunque el demandante sea infinita- mente más rico que el donante. En general es la casta de los diéli la que más mendiga. Mas, cualquiera que sean sus ganancias, el diéli es siempre pobre porque gasta sin tasa, ya que cuenta con los nobles para vivir. «¡Oh! --cantan los griots pedigüeños-, la mano del noble no permanece pegada a su cuello por avaricia, sino que está siempre dispuesta a meterse en el bolsillo para dar al que pide». Y si por casualidad el regalo no llega, ¡cuidado con las fechorías del «hombre de la boca rasgada», cuyas «dos lenguas» pueden estropear muchos asuntos y reputaciones! Desde-el punto de vista económico, la casta de los diéli, como todas las clases de nyamakala y de woloso, corre, pues, totalmente a cargo de la sociedad y, en particular, de las clases nobles. La transformación progresiva de las condiciones económicas y costumbres ha hecho poca mella en ese estado de cosas al llegar antiguos nobles o ancianos griots a conseguir funciones retdbuidas. Pero la costumbre no por eso ha permanecido menos viviente, arruinándose aún las gentes con ocasión de los festejos de bautizo o matrimonio, con tal de dar regalos a los griots que vayan a animar esas fiestas con sus cánticos. Algunos gobiernos modernos han tratado de poner fin a esa costumbre, pero todavía no lo 'han conseguido, según mis noticias. Los diéli, por ser nyamakala, deben, en principio, casarse entre las clases de nyamakala. Se observa cómo los griots genealogistas, especializados en el conocimiento de la historia de las familias y dotados frecuentemente de una memoria prodigiosa, han podido de modo natural convertirse, en cierto modo, en archi.veros de la sociedad africana y, a veces, en grandes historiadores. Pero recordemos que no son los únicos en poseer esos conocimientos. Así pues, se puede, en rigor, llamar a los griots-historiadores «tradicionalistas», pero con la reserva de, que se trata de una rama puramente histórica de la tradición, que encierra, por otro lado, muchas otras. El hecho de nacer griot ( diéli) no hace necesar_iamenle_d_d..difilLun..historiador, pero lo predispone a ello,.como no lo hace taml!!)CQ, Q.i mucho menos, un sabio en materj__a~_tradicionales, ni un_«~.9nocedop>. De modo general~ 1~ cast~-d~9_s~~éli 13 «Noble» es una traducción muy aproximada de Horon. En realidad, Horon es toda persona que no pertenece ni a la clase de los nyamakala, ni a la de los Jon (o «cautivos»), clase nacida a partir de antiguas capturas de guerra. Los Horon tienen como de_ber asegurar la defensa de la comunidad, dar su vida por ella y asegurar el sustento de otras clases. 14 Woloso, o «cautivo de cabaña», cf. nota 6.LA TRADICION VIVIENTE 211 es la que está más. alejada de los asuntos iniciáticos, al exigirles silencio.,_gi_scr!<ción Y.:. dominio de su palabra._ --- - La posibilidad de llegar a ser <<conocedores» no les está, sin . embargo, prohibida, como tampoco a cualquiera otro. Lo mismo que un tradicionalista- doma (el «conocedor tradicional» en el verdadero sentido de la palabra) puede ser al mismo tiempo un gran genealogista e historiador, así un: griot, como todo miembro de cualquier categoría social, puede llegar a ser tradicionalista-doma si sus aptitudes se lo permiten y si ha vivido las ini~iaciones correspondientes (a excepción, sin embargo, de la iniciación del(Kom.Qjque le está prohibida). Hemos citado, en el curso de este estudio,\;¡ ej~mplo de dos griots «conocedo- res» que viven actualmente en MaJí.¡ lwa y Banzumana; este último es a la vez gran músico, hist_m:fador y tradicionalista-doma. El griot que es al mismo tiernpo tradicionalista-doma constituye una fuente de informaciones completamente digna de confianza, porque su calidad de iniciado le confiere un alto valor moral y le obliga a no mentir. Se convierte en otro hombre. Es ese «griot-rey» del que he hablado anteriormente, al que se le consulta por su sabiduría y sus conocimientos y que, sabiendo distraer, no abusa nunca de sus derechos habituales. Cuando un griot relata una historia, uno se pregunta generalmente: «¿Es esa la historia de los diéli o la historia de los doma?» Se trata de «la historia de los diéli»; responden: «¡Es el decir de los dié/i!.». Y se espera.n algunos adornos de la verdad, destinados a poner.de relieve el papel de tal o cual familia, lo que no haría un tradicionalista-doma, deseoso ante todo de tal transmisión verídica. Hay que hacer una distinción. Cuando se está en presencia de un griot histórico, conviene saber si es un griot ordinario o un griot-doma. Hay que reconocer, no obstante, que la base de los hechos,es muy pocas veces transforma- da y sirve de trampolín a una inspiración poética o panegírica que viene, si no a falsearla realmente, al menos a «adornarla». Conviene disipar un error, cuyas secuelas aparecen en ciertos diccionarios franceses. Se ha pretendido, en efecto, que elgriot ( diéli) es un «hechicero», lo que no corresponde a la realidad. Puede ocurrir que un griot sea Korté-tigui («echador de mala suerte»), como puede suceder que sea doma («conocedor tradicional»), y eso no porque haya nacido griot, sino porque habrá sido iniciado y habrá adquirido su maestría, buena o mala, en la escuela de un maestro del arte. El error viene, sin duda, de la ambivalencia del término «griot» que en francés designa a veces al conjunto de los nyamakala --de los que el dié/i forma parte- y, con mayor frecuencia, sólo a la casta de los diéli. Ahora bien, la tradición declara que los nyamakala son todos subaa, término que designa a un hombre versado en los conocimientos ocultos conocidos sólo por los iniciados, un «ocultista» en cierto modo. Y, por otro lado, excluye de esa designación a los diéli, que no siguen una vía iniciática propia. Son, pues, los nyamakala.-artesanos los que son subaa. Entre estos últimos, está el garanké, trabajador del cuero que goza de uná reputación de subaga: brujo, en el sentido peyorativo de la palabra. Casi estoy por creer que los primeros intérpretes europeos han confundido los212 METODOLOGlA Y PREHISTORIA AFRICANA dos términos subaa y subaga (parecidos en la pronunciación) y que la ambivalen- cia del término «griot» ha hecho el resto. La tradición que declara que «todos los nyamakala son subaa [ocultistas]» la habrán comprendido como que «todos los nyamaka/a son subaga [brujos]», originando a su vez, al darse el doble uso, colectivo o particular, de la palabra griot: «Todos los griots son brujos». De ahí surge el error. Sea lo que sea, la importancia deJ· diéli no reside en sus eventuales virtudes de l!_r~jo, sino en su arte de manejar la palabra, gue es además otra formJLd~magia. Antes de deja·r a los griots, señalemos algunas excepciones con que se les puede confundir. Pueden hallarse algunos tejedores que han dejado de ejercer el oficio tradicional para convertirse en músicos de guitarra. Los peul les llaman bambaado (literalmente, <<llevados a la espalda»), porque su carga es siempre soportada por un hombre o por la comunidad. Esos bambaado, que son siempre narradpres, pueden ser también poetas, genealogistas e historiadores. Algunos leñadores pueden cambiar también sus herramientas por la guitarra y convertirse en excelentes músicos y genealogistas. Bokar Ilo e Idris Ngada, que fueron, según mis noticias, de los grandes genealogistas del Alto Volta, · eran leñadores convertidos en músicos. Pero en este caso se trata de excepciones. Algunos nobles venidos a menos pueden igualmente convertirse en aficiona- dos y en bufones públicos -no músicos, sin embargo 15- con el nombre de tiapourta (tanto en bambara como en peul). Son entonces más descarados y desvergonzados que los más atrevidos de los griots, y nadie toma en serio sus palabras. Piden regalos a los griots, si bien éstos escurren el bulto cuando ven a uno ... Aunque la música es, en general, la gran especialidad _de los dié/i, existe, por otro lado, una música ritual tocada por los iniciados y que acompaña las ceremonias o danzas rituales. Los instrumentos de esa música sagrada son entonces auténticos objetos de culto que permiten la comunicación con las fuerzas invisibles. Según sean de cuerda, viento o percusión, están en relación con los elementos: tierra, aire y agua. La música propia para «encantar» a los espíritus del fuego es la herencia de la asociación de los comedores de fuego, llamados Kursi-kolonin o Donnga-soro. COMO SE LLEGA A SER TRADICIONALISTA Como ya hemos indicado, todo el mundo en el Africa del Bafur puede llegar a ser tradicionalista-doma, es decir, «conocedor» en una o en varias materias tradiciona- les. El conocimiento se encontraba a disposición de todos (al estar presente la iniciación por doquier en una forma o en otra) y su adquisición dependía sólo de las aptitudes de cada uno. El conocimiento estaba tan valorado que tenía prelación sobre todo y confería la nobleza. Así, el conocedor en cualquiera de las materias podía asistir al Conse- is Recordemos que los Horones (nobles), peul o bambara, no interpretan nunca música, al menos en publico. Los tiapurta han conservado en general esa costumbre.LA TRADICION VIVIENTE 213 jo de ancianos encargado de la administración de la comunidad, cualquiera que fuese su categoría social, horon (noble), nyamakala o woloso («cautivo de choza»). «El conocimiento no conoce raza ni "puerta paterna" [clan] y .ennoblece al hombre», dice el proverbio. La educación africana no era sistemática al modo de la escolaridad europea. Se dispensaba a lo largo de toda la vida. La propia vida era educación. Hasta la edad de 42 años, el hombre vivía en Bafur como si asistiese a la escuela de la vida, sin «derecho a la palabra» en las asambleas, sino excepcional- mentt:. Debía seguir todavía «a la escucha» y profundizar los conocimientos que había r.ecibido a partir de su iniciación a los 21 años. A partir de los 42, se le suponía que ya había asimil.ado y profundizado las enseñanzas recibidas desde su juventud, adquiría el derecho a la palabra en las asambleas y se convertía a su vez en instructor, a fin de devolver a la sociedad lo que él había recibido. Pero eso no le impedía, si tal era su deseo, continuar instruyéndose al lado de sus mayores y solicitar sus consejos. Un anciano buscaba a otro más anciano o más sabio que él para pedirle información u opinión. «Cada día -se dice- él oído escucha lo que todavía no había oído». La educación podía así durar toda la vida. Después de aprendido su oficio y seguido la iniciación correspondiente, el joven nyamakala-artesano, dispuesto a volar por sus propias alas, iba generalmen- te de aldea en aldea para aumentar sus conocimientos junto a nuevos maestros. «El que no ha viajado nada ha visto», dicen las gentes. También iba de taller en taller dando una vuelta tan larga al país como le era posible. Los de la montaña descendían a la meseta, los de la meseta subían a la montaña, los del Bélédougou iban al Mandé, etc. A fin de darse a conocer, el joven herrero en viaje llevaba su fuelle en bandolera; el leñador, su hacha o su azuela; el tejedor llevaba a la espalda su telar desmontado, sobresaiiendo por encima de su cabeza la lanzadera o la polea; el zapatero llevaba sus botecillos de colores. Cuando el joven llegaba a una aldea mayor, en la que las corporaciones estaban agrupadas por barrios, se le dirigía automáticamente hacia el barrio de los zapateros, o de los tejedores, etc. En el transcurso de sus viajes e investigaciones, la adquisición.de una cantidad de conocimientos más o menos grande dependía de su destreza, de la calidad de su memoria y, sobre todo, de su carácter. Si era educado, afable y servicial, los viejos le comunicaban secretos que no decían a otros, porque está dicho: «Él secréto de los ancianos no se paga con dinero, sino con buenos modales». El joven horon pasa su infancia en el patio de su padre y en la aldea, donde asiste a todas las reuniones, escucha los relatos de cada uno y asimila todo lo que puede. En las sesiones de la tarde de su «asociación por edad», cada niño narra los cuentos que ha escuchado, sean históricos o iniciáticos, pero en este último caso sin comprender todo su alcance. A partir delos siete años, forma parte automática del grupo de iniciación de su aldea y comienza a recibir las enseñanzas de las que ya hemos dicho anteriormente que. abarcan todos los aspectos de la vída. Cuando un anciano refiere un cuento iniciático en una asamblea, desarrolla su simbolismo según la naturaleza y comprensión de su auditorio. Puede narrar un simple cuento maravilloso para niños, que encierra un sentido moral educativo, o214 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRJCANA una profunda lección sobre los misterios de la naturaleza humana y de sus relaciones con los mundos invisibles. Cada uno retiene o comprende según sus aptitudes. Lo mismo ocurre con los relatos históricos que animan las reuniones, en los que se evoca hasta en sus menores detalles los hechos y hazañas de los ancianos o de los héroes dei país. El extranjero de paso narrará los relatos de los países lejanos. Así, el niño está rodeado de un ambiente cultural particular del que se impregna en función de las cualidades de su memoria. Historia, cuentos, fábulas, refranes y máximas jalonan sus jornadas. En general, eljDven horon no se expatría, al ser destinado a la defensa del país. Participa en los trabajos de su padre, que puede ser agricultor, cantero o ejercer cualquier otra actividad reservada a la clase de los horon. Si es peul, sigue en el campamento ·de sus padres, aprende desde muy temprano a guardar él solo los rebaños en pleno monte, tanto de noche como de día, y recibe la iniciación peul unida al simbolismo de los bóvidos. De modo general, no se llega a ser tradicionalista-doma permaneciendo en la propia aldea. Un curandero que quiera profundizar sus conocimientos deberá viajar para conocer las diferentes clases de plantas e instruirse al lado de otros conocedores en la materia. El hombre que viaja descubre y vive otras iniciaciones, observa las diferencias o semejanzas y amplía el campo de su comprensiqn. Por todas partes donde pase participa en las reuniones, escucha relatos históricos, se entretiene al lado de un transmisor cualificado en iniciación o en genealogía, y toma así contacto con la historia y las tradiciones de los países que atraviesa. Se puede decir que el que ha \ llegado a tradicionalista-doma ha sido durante toda su vida un investigador y un · ·preguntón, y jamás deja de serlo. El africanQ_de la sabana viajaba mucho._ ])e s:!19 resultaba un intercambio_y circulación de los conocimientos. Por eso, la memoria histórica colectiva, en Africa, est{p~as ve~is.limitada a un solo territorio._Más bien se halla unida a los linajes o a las etnias que han emigrado a través del continente. Numerosas caravanas atraviesan el país, utilizando una red de caminos especiales protegidos tradicionalmente por los dioses y los reyes, caminos por los que se iba seguro de no ser perseguido ni atacado, De otro modo se hubiera estado expuesto a un ataque o a violar sin saberlo alguna prohibición local, pagando por ello muy caro las consecuencias. Al llegar a un país desconocido, los viajeros iban a «encomen- dar su cabeza» a un notable que se convertía así en garante suyo, porque «tocar al "extraño" de cualquiera es tocar al huésped de uno mismo». El gran genealogista siem~re es necesarl_l!_l!lente un gr!ln v~~- Aunque un griofpueóef,mitarse a conocer la gl!nealogía de la familia a la cual está vinculado, el verdadero genealogista -sea griot o no- deberá necesariamente, con vistas a aumentar sus conocimientos, circular a través del país para informarse sobre las principales ramificaciones de una etnia determinada, y después irse al extranjero para cónocer la historia de las ramas emigradas. Así es como Molom Gaolo, el mayor genealogista peul que he conocido, poseía la genealogía de todos los peul del Senegal. Como su avanzada edad no leLA TRADICIÓN VIVIENTE 215 permitía ya desplazarse, envió a su hijo, Mamadú Molom, a continuar su investigación al lado de las familias peul emigradas a través de Sudán (Malí) con al-l;ladjdj'Urnar. En la época en que conocí a Mcilom Gaolo, había podido reunir y retener la historia pasada de unas cuarenta generaciones; Tenía por costumbre asistir a todos los bautizos o funerales de las familias irnpor.tantes a fin de registrar las circunstancias de los nacimientos y de las defunciones, que añadía a las listas depositadas en su fabulosa memoria. También podía decir a cualquier personaje peul: «Tú eres el hijo de. fulano, nacido de mengano, descendiente de zutano, vástago de perengano, etc., muertos en tal lugar, por tal motivo, enterrados en tal sitio, etc.»; o bien: «Fulano fue bautizado tal día, a tal hOFa, por tal morábito ... >i. Naturalmente, todos esos conocimientos eran, y lo son todavía, transmitidos oralmente y registrados sólo en la memoria de ~nealogista. No podernos hacernos una idea. de lo que -lamernoria de un «iletrado» pueda almacenar. Un relato escuchado una. sola ·vez es grabado corno en una matriz, por lo que resurgirá desde la primera hasta la última palabra cuando la memoria lo súlicite. Molorn Gaolo murió a la edad de 105 afjos, hacia 1968, creo. Su hijo, Marnadú Gaolo, tiene hoy 50 años y vive en Malí, donde prosigue el trabajo de su padre con los mismos medios puramente orales, siendo tambien él íletrado. Wahab Gaolo, contemporáneo de Marnadú Gaolo y también muy vivaz, ha proseguido por su parte una investigación sobre las etnias fulfuldófonas (peul y todocolor) en Chad, Camerún, Centroáfrica y hasta en.el Zaire, para informarse sobre la genealogía y la historia de las familias emigradas a esos países. Los Gaolo no son .dié/L(gri.o_ts}; sino una etnia fulfuldófona, asimilada a la clase de los nyaniakala y que goza de las mismas prerrogativas. Más _hablador.es y declamadores que músicos (excepto sus mujeres que, cantan acompañándose de instrumentos rudimentarios); pueden ser ~rradQ!es y bufones, figurando entre ellos muchos g~ne~~~gistas. . Entre los rnarka (etnia del Mandé), los genealogistas se llaman Guesséré; del nombre de su etnia vinculada a los rnarka. Quien dice gene~logista dice, por eso mismo, historiador, porgue un buen genealogista ·conoce la historia, hechos y hazañas de cada uno de los personajes citados, por _]9 !Denos, los más importantes. Esa ciencia está en la base misma de la historia de Africa, ya gue, si uno sejnteresa tanto por la historia,__!!Q__~gor la:s fechas, sino por la gene~-.Rara~p.ruler describir el desplazamiento, a través del tiernPQ_y el espacio, de una familia, un clan o una--emrlrttetei'ñ'ilfüidos~. En Aftica, cada uno es siempre un poco genealogista y capaz de remontarse bastante atrás en s:u propio linaje. Si no, estaría corno_J~!h:.ado de la «tarjeta _de 1aentidad». Antiguamente, en Malí, no había nadie que no conociese al menos -diez o doce generaciones de sus antepasados. Entre todos Jos viejos todocolor llegados a Mazina con al-l;ladjdj'Umar, 110 había ni uno solo que no conociese su genealogía en Futa-Senegal (país de origen) y que no su.piese cómo conectar con las familias que habían quedado allá lejos. Son aquellos a los que Marnadú Molom, hijo de Molom Gaolo, fue a consultar a Malí para continuar la investigación de su padre. La genealogía era, pues, a la vez sentimiento de identidad, medio de exaltar la gloria familiar y recurso en caso de litigio. Un216 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA conflicto por un terreno, por ejemplo, podía arreglarse gracias al genealogista que preeisaba qué antepasado había desbrozado y después cultivado ese terreno, a . quién .lo había dado, en qué condiciones, etc. También ahora se encuentran en la población muchos conocedores en genealogía e historia que no pertenecen· ni a la clase de los griots ni a la de los gaolo. En ellos existe, para la historia de Africa, una fuente considerable de informaciones, al menos durante un cierto tiempo aún. Cada patriarca es un genealogista para su propio clan y además, junto a ellos, griots o gaolos van frecuentemente a enterarse para comple.tar sus informaciones. De modo general, cada anciano en Africa es siempre «conocedor>> en una materia o en otra, histórica o tradicional. Así pues, griots y gaolos no tienen en absoluto la exclusividad de los conocimientos genealógicos, pero ellos solos tienen la especialidad de «declamar- Ia» junto a los nobles para o.btener sus dádivas. · INFLUENCIA DEL ISLAM Las particularidades de la memoria african~ y las modalidades de su trªJ:1.s.m.i- sión oral no han sido afectadas por la islamización que ha alcanzado .en gran parte aJos países de la sabana o del antiguo Bafur. En efecto, por todas partes por donde el Islam está extendido no ha adaRtado la tradición africanaasJLpr..o_pjo pensamiento, sino que él mismo se ha adaptado a la transmisión africana desde el instante -lo que ocurría con frecuencia- en que ésta no violaba sus principios fundamentales. La simbiosis realizada fue tan grande que a veces es difícil distinguir lo que pertenece a una u otra tradición. Cuando la gran familia árabe-berebere de los Kunta hubo islamizado el país, mucho antes del siglo XI, tan pronto como los autóctonos aprendieron el árabe, aquéllos decidieron servirse de las tradiciones ancestrales para transmitir y explicar el Islam. Así, se pueden ver grandes escuelas islámicas puramente orales·que enseñan el Islam en las lenguas autóctonas, a excepción del Corán y delos textos que forman parte de la oración canónica. · Entre otras muchas citaré la escuela oral de Djelgodji (llamada Kabé), la escuela de Barani, la de Amadú Fodia, en Farimaké (zona de Niafunké, en Malí), la de Mohamed Abdulaye Suadu, de Dilli (zona de Nara, Malí), la escuela del jeque Usman dan Fodio, en Nigeria y Níger, donde toda la enseñanza se impartía en peuL Más cercanas a nosotros, la Zauia de Tierno Bokar Salif, en Bandiagara, y la escuela de Sheikh Salab, gran morabito dogon, siempre pujante. Para dar una iclea de las capacidades de la memoria africana, digamos que la mayor parte de los niños al salir de las escuelas coránicas era capaz de recitar todo el Corán de memoria, en _árabe y en la salmodia preferida, sin comprender el sentido. En todas esas escuelas, los pJincipjos_ básicos de la tradición africana no eran rechazados, sino. al contr.ar.iQ, utilizados y_gplicados a la _luz de_la_ revelación coránica. Tierno Bokar, que era a la vez tradicionalisti:i en materia africana y en Islam, se ilustró en la aplicación profunda de ese método de enseñanza.LA TRADICION VIVIENTE 217 Independientemente de una común visión sacra del universo y de una misma concepción del hombre y su familia, se encontraba, en una y otra tradición, el ~smo ~~án _por ci~ar siempre suüiientes(irnad~en árabe) y no cam!'~_r_nada las palabras del maestro, el mismo respeto a la cadena de transmisión inici'ática (silsila, o «cadena>>, ea -árabe) y_ el mismo sistema de vías iniciáticas (las grandes congregaciones sufíes), o tarika (plural turuk), cuya «cadena» se remonta hasta el Profeta mismo y permite profundizar, por experiencia, los datos de la fe. A las categorías conocidas de los «conocedores» tradicionales se unieron Jas de los morabitos (letradosen árabeoen jurisprudencia islámica) y d~lo; grandes jeques-delliofisma,-mientras que las estructuras de la soci~dad (castas y oficios tradicionales) eran conservadas, hasta en los ambientes más islamizados, y continuaban transmitiendo sus iniciaéiones particulares. El conocimiento en materias islámicas constituía una nueva fuente de ennoblecimiento. Así, Alfa Alí, muerto en 1958, gaolo de nacimiento, era la mayor autoridad en materia islámica de la zona de Bandiagara, así como toda su familia antes de él, y su hijo después 1 1>_ HISTORIA DE UNA RECOGIDA DE DATOS Para poner un ejemplo práctico del modo como los relatos históricos o, de otra clase viven x_~C_9J}$erv¡m_con rigurosa fidelidad en 1~ mem-oria colectiva de una \'_sociedad con tradición ora!; referiré cómo he podido reu-nir, únicamente partiendo de la tradición oral, los elementos que me han permitido redactar la historia del Bmpire peul du M acina au XV 111 siecle 17. Al pertenecer a la familia Tidjani,jefe·de provincia, me he encontrado desde mj infancia en las mejores condiciones para escuchar y retener. En efecto, la casa de mi padre Tidjani, en Bandiagara, estaba siempre llena de gente. Se celebraban grandes reuniones en ella día y noche, tratando cada uno las materias más diversas de la tradición. La familia de mi padre había estado íntimamente inmersa en los acontecimien- tos de la época, por lo que los relatos se referían frecuentemente a la historia y cada uno contaba un episodio conocido de. una batalla o de un suceso notable. Yo estaba presente siempre en esas reuniones sin perder una palabra, y mi memoria, como cera virgen, lo registraba todo. Desde mi tierna infancia, conocía. allí a Koullel, el gran narrador, genealogista e historiador fulfuldófono. Le seguía a todas partes, aprendiendo de él muchos cuentos y relatos que estaba orgulloso de narrar después a m:is compañeros de mi asociación de edad, tanto que me nombraron amkoullel, que significa «pequeño Koullel». Circunstancias independientes a mi voluntad me llevaron, siguiendo a mi familia, a visitar países en los que pude estar siempre en relación con grandes 16 De modo general, la islamización, que llegaba del norte y del este, afectó más particularmente. a los países de la sabana, mientras que la cristianización, que venía por !Jlar, ha afectado más a las regiones forestales de la costa. Yo no puedo hablar de encuentro entre tradición·y cristianismo, ya que no estoy informado en esa materia. 17 Amadou Hampate Ba y J. Daget, 1962.r 218 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA tradicionalistas. Así, cuando mi padre foe obligado a residir en Buguni, donde Koullel nos había seguido, tuve conocimiento del gran doma bambara Danfo Siné y, después, de su hijo menor Latif. Más tarde, en Bamako y en Kati, la casa de mi padre Tidjani casi estaba reconstruida y los tradicionalistas venían de todos los países para reunirse con él, sabiendo que allí encontrarían a otros «conocedores» con los cuales podrían contrastar o incluso ampliar sus propios conocimientos, porque siempre se encuentra a alguien más sabio que uno mismo. Allí comencé a aprender muchas cosas referentes a la historia del Imperio peul de Macina, fanto en la versión Macinanké (es decir, de las gentes originarias de Macina y partidarias de la familia de Sheiku Amadú), como en la versión de los Todocolor, sus antagonistas, e incluso de otras etnias (bambara, marka, soninké, songhai, etc.) que han participado o asistido a los acontecimientos. Partiendo así de una base personal bien preparada, emprendí más tarde la recogida sistemática de informaciones. Mi método consistió en tomar nota primero de todos los relatos sin preocuparme de su veracidad o de su posible exageración. Después confrontaba los relatos de los macinanké con los de los todocolor o de las otras etnias interesadas. Siempre se puede encontrar así, en cada región, etnias cuyos relatos permiten controlar las declaraciones de los principales interesados. Fue un trabajo de larga duración. La recogida de esas informaciones me costó más de quince años de trabajo y desplazamientos que me condujeron desde Futa- Djalon (Guinea) hasta Kano (Nigeria), a fin de rehacer todos los viajes y el camino recorrido tanto por Sheiku Amadú como por al-I:Iadjdj 'Umar. De ese modo registré los relatos de, al menos, mil informadores y finalmente sólo conservé las declaraciones concordantes, las que coincidían tanto con las tradiciones macinanké y todocolor como con las de las otras etnias interesadas, cuyas fuentes he citado en el libro. He podido comprobar que, en conjunto, los mil informadores habían respeta- do la verdad de los ~contecimientos. La trama del relato era en todas partes la misma. Las diferencias, que no afectaban más que a pequeños detalles, se debían a la calidad de memoria o a la inspiración particular del narrador. Según la pertenencia étnica de éste, podía tener tendencia a minimizar algunas derrotas o a tratar de encontrarles una excusa, pero no transformaba los datos básicos. Podía ocurrir que un narrador, bajo la influencia de una música de acompañamiento, se dejase llevar un poco por su entusiasmo, pero el entramado seguía siendo el mismo: lugares, batallas, victorias y derrotas, entrevistas y palabras intercambia- das, conversaciones mantenidas por los principales personajes, etc. Esa experiencia me demostró que la tradición oral era plenamente válida desde el punto de vista científico. No sólo es posible, como yo lo he hecho, comparar entre sí las versiones de diferentes etnias a fin de ejercer un control, sino que la sociedad mism-ª._ ~jerce un autocontrol permanente. Ningún recitador podría, en efecto, permitirse el transformar los hechos, porque siempre habría a su alrededor compañeros o personas mayores que notarían inmediatamente el error y le echarían en cara la grave acusación de mentiroso. El profesor Montet me dijo un día que, al plasmar en el Empire peul du MacinaLA TRADICION VIVIENTE 219 relatos recogidos cincuenta años antes por su padre, ni una sola palabra había variado. ¡Eso da idea de la fidelidad de conservación de los datos en la tradición oral! CARACTERISTICAS DE LA MEMORIA AFRICANA Entre todos los pueblos del mundo, se ha comprobado que los que no escribían poseían la memoria más desarrollada. He citado el ejemplo de los genealogistas capaces de retener una cantidad increíble de elementos, pero se podría citar igualmente el de algunos comerciantes iletrados (conozco aún a muchos) que manejan negocios, a veces de decenas de millones, que prestan dinero a numerosas personas en el curso de sus desplaza- mientos y que conservan en la cabeza la contabilidad más exacta de todos esos movimientos de mercancía y dinero sin la menor nota escrita ni cometer el más mínimo error. El dato que retener se inscribe en la memoria del tradicionalista de un solo golpe, como encera virgen, y queda constantemente disponible en su totalidad 18 . Una de las particularidades de la memoria africana es la de _r~stituir el ªconte~ o el relato registrado, en St!_ totalidad, como un film~- q_µ_e_se desarrolla desde el principio hasta el final, y de restituirlo como si sucediese.ahor.a._ No ·se trata de una rememoración, sino de la reposición actual de un acontecimien- to pasado en el que todos, narrador y oyentes, participan. Todo el arte del narrador está ahí. No es narrador el que no llega a referir algo tal como ha sucedido en vivo, de tal manera que sus oyentes, como él mismo, se conviertan en los testigos. vivientes y activos. Ahora bien, todo africano es relativamente narrador. Cuando un extranjero llega a una aldea, saluda y dice: «Yo soy vuestro extranjero». Y se le responde: «Esta casa se te abre. Entra en paz». Después, se le dice:. «Danos noticias». Entonces, él refiere toda su historia desde la salida de su casa, todo lo que ha visto y oído, lo que le ha sucedido, etc., de tal modo que sus oyentes asisten a su yiaje y lo reviven con él. Por eso el modo verbal del relato está siempre presente. E!}_g~neral, la memoria africana re~stra toda la escena: el decorado,_Jgs pex;s-o_najes, sus p}llabras y~asta sus vestidos, en lo~ menores detal~s. En los relatos de guerra de los todocolor, se sabe qué «boubou» bordado llevaba el gran héroe Umarel Samba Dondo en tal batalla, cuál era su palafrén y lo que ha sido de él, cuál era el nombre de su caballo y lo que le ha ocurrido, etc. Todos esos detalles animan el relato y contribuyen a que la escena se haga viviente. Por eso, el tradicionalista no puede «resumir», o lo hace con mucha dificultad. 18 Parecido a ese fenómeno es el hecho de que las facultades sensoriales del hombre están más desarrolladas cuando éste-se halla obligado a servir.se de ellas intensamente, y se atrofian en la vida moderna. El cazador africano tradicional, por ejemplo, es capaz de oír y de identificar algunos ruidos que llegan de varios kilómetros. Su visión es•par'ticularmente aguda. Algunos.son capaces de «sentir» el agua, sin varita, cqmo los brujos. Los tuareg del desierto poseen un sentido de la orientación que raya casi en el milagro, etc. En tanto que el hombre moderno, inmerso por todas partes en el ruido y las informaciones, ve atrofiarse progresivamente sus facultades. Médicamente está probado que el hombre de las ciudades cada vez oye menos. ' ¿;_ 1 - L'-··u.220 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Si se le pide que resuma una escena, eso equivale para él a escamotearla. Ahora bien, no tiene tradicionalmente derecho a hacerlo. Cada detalle tiene su importl!._n- cia para la verdad del conjunto. Refiere el acontecimiento en su totalidad o no lo cuenta. A semejante petición responderá: «Si no tienes tiempo de escucharme, te lo contaré otro día». Del mismo modo, nunca temerá repetirse. Nadie se cansará de escucharle referir la misma historia. En los mismos términos, tal y como quizá la ha contado numerosas veces. Cada vez, es la totalidad del filme la que se proyecta de nuevo. El acontecimiento está allí, restituido. El pasado se hace presente. La vida no se resume. En dgor se puede abreviar un relato para los niños, recortando algunas secuencias, pero entonces no será tenido por verdadero. Cuando se trata de adultos, se refiere un hecho completo o no se cuenta. Esa particularidad de la memoria africana tradicional, unida a un contexto de tradición oral, es ya en sí una garantía de autenticidad. En cuanto a la memoria de los tradicionalistas, y particularmente de los tradicionalistas-doma o «conocedores», engloba vastos dominios de los conoci- mientos tradicionales y constituye una auténtica biblioteca en la que los archivos no están «clasificados» sino totalmente inventariados. Para un espíritu moderno, eso es un caos, pero para los tradicionalistas, si hay caos, es como ocurre con las moléculas de agua que se mezclan en el mar para formar un todo viviente. En ese mar evolucionan con la facilidad de un pez en el agua . . !,as fichas inmateriales de la tradición or~I son las máximas,_refranes, cuentos, leyendas, mitos, etc., gue constituirán bien un bos~Q_que hay_que desarrollar, bien una introducción en la materia para un relato didáctico antiguo o improvisa- do. Para los cuentos, por ejemplo, y en particular los cuentos iniciáticos, hay una trama básica que no varía nunca, pero a partir de la cual el narrador puede añadir adornos, desarrollos o enseñanzas apropiadas a la comprensión de su auditorio. Lo mismo ocurre para los mitos, que son compendios de conocimientos en una forma sintética que el iniciado puede desarrollar siempre o profundizar de cara a sus alumnos. Conviene estar atento al contenido de los mitos y no «catalogarlos» demasia- do rapidamente. Los mitos pueden encubrir realidades de orden muy diverso e incl~e_!:._escuchados-a_~~~-en vario~ ni~eles al mismo tiemp_o. Aunque algunos se refieren a conocimientos esotéricos y «tapan» el conoci- miento al mismo tiempo que lo transmiten a través de los siglos, otros pueden tener una relación con acontecimientos reales. Citemos el ejemplo de Thianaba, la serpiente mítica peul, cuya leyenda describe las aventuras y migración a través de la sabana africana desde el océano Atlántico. El ingeniero Belime, que fue., encargado, hacia el año 1921, de edificar la presa de Sansanding, tuvo la curiosidad de seguir por las huellas las indicaciones geográficas de la leyenda que le habían sido referidas por Hammadi Djenngoudo, gran «conocedor» peul. Y tuvo la sorpresa de descubrir así el trazado del antiguo lecho del río Níger.LA TRADICION VIVIENTE 221 CONCLUSION La época presente es, para Africa, la de la complejidad y la dependencia. Mundos, mentalidades y tiempos diferentes se superponen en ella, interfiriéndose -unos a-otros,¡nfluenciándose a veces y no siempre comprendiéndose. El siglo XX se roza allí con la Edad Media; Occidente se codea allí con Oriente; el cartesianis- mo, particular modo de «pensar» el mundo, se mezcla allí con <<el animismo», ma!!_~ra -~rticular de vivirlo y experimentarlo en todQ_filLser. Los jóvenes dirigentes «modernos» administran, con mentalidades y sistemas de leyes o ideologías directamente heredados de modelos extranjeros, pueblos y realidades que competen a otras leyes y mentalidades. Por ejemplo, en la mayor parte de los territorios de la antigua Africa occidental francesa, el código jurídico elaborado inmediatamente después de la independencia por nuestros jóvenes juristas, recién salidos de las universidades francesas, está pura y simplemente calcado del Código napoleónico. Re esto resulta que la población, re~da hasta e~onces ()Or costumbres sagradas hereda9~s de los antepasado...!__y_~ habí~n · , asegm:ado :la. cohesión de su sociedad, no comprende por qué se la juzga y condena en nonibredetma«costumbre>> que no es la SUy-ª,_gUe no conoce y_ gue -_no-corresponde a las realidades profundas del aís. - - · ·- Todo el drama de lo que yo llamaría )«Afrlca básica> es estar dii;igida frecuentemente por una minoría_intclectualque no la comprende ya, y según unos principios que no le corresponden. Para la nueva intelectualidad africana, formada en las disciplinas universita- rias europeas, la tradición ha dejado con mucha frecuencia de vivir. ¡Eso son «historias de viejos»! Conviene decir, sin embargo, que una importante fracción de la juventud culta siente cada día más, desde hace algún tiempo, la necesidad apremiante de volverse hacia las tradiciones ancestrales y comprometerse con los valores fundamentales a fin de reencontrar sus propias raíces y el secreto de su profunda identidad. En cambio, en el «Africa básica» que vive frecue11Jemente _k~ d~andes ciudades -islotes de Occidente-, la tradición ha permanecid_o_y.iYiente+-aún-se puede encontrar, como he indicado-con----;nterioridad,___.!!!!___gran número de sus representantes o depositarios. Pero ¿por cuánto tie01po aún? /i / ~ -~-r.~n l'roblema del Africa tradicional es, en efecto, el de la rup_tura en l_a ,// ,/ f- transm1s1on. f:/ ---ca-primera gran ruptura, en las antiguas colonias francesas, tuvo lugar con la guerra de 1914 al haber sido enr~lada la ma~parte de los jóvenes para ir a co-mbatir a Francia, de donde muchos no volvieron. Esos jóvenes abandonaron el país en la época en que deberían haber experimentado las grandes iniciaciones y profundizado sus conocimientos bajo la dirección ele los mayores. El envío obligatorio de los hijos de notables a las «escuelas de blancos» para desgajarlos de la tra.dición favoreció igualmente ese proceso. La preocupación mayor de la potencia colonial -y eso se comprende perfectamente- era, en efecto, arrancar tanto como fuera posible las tradiciones autóctonas para plantar en su lugar sus propias concepciones. Las escuelas, laicas o religiosas..Jueron los instrumentos esenciales de esa obra de zapa.r 222 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA La educación «moderna» recibida por nuestros jóvenes después de acabada la .~unda Guerra Mundial terminó el proceso y creó un auténtico fenómeno de aculturización. La iniciación, al huir de las grandes ciudades, se refugió en el campo, donde los «ancianos», debido á la atracción de ellas y de las nuevas necesidades, encuentran cada vez menos en torno a ellos los «oídos dóciles» a los que transmitir sus enseñanzas, porque éstas no pueden darse, según la expresión c_onsagrada, más que «de boca odorífera a oído dócil bien limpio» (es decir, bien receptivo). Actualmente nos encontramos, pues, para todo lo que se refiere a la tradición oral, ante la última generación de los grandes depositarios. Por eso, el esfuerzo de recogjda debe intensificarse en los diez o quince próximos años, tras los cuales los últimos grandes monumento~ vivientes de la cultura africana habrán desapareci- do y, con ellos, los tesoros irreemplazables de una enseñanza particular, a la vez material, psicológica o espiritual, fundada en el sentimiento de la unidad de la vida,'' y cuyas fuentes se pierden en la-noche de -fosttempos.- -- - -- - ;¡ ~ara llevar a buen tirmiño ese -trabaJode recogida, el investigador deberá armarse de mucha paciencia y convencerse de que tiene que poseer «un corazón de tórtola, una piel de cocodrilo y un estómago de avestruz». «Un -corazón de tórtola» para no qisgustarse nunca ni arrebatarse, aun cuando le digan cosas desagradables. Si se rehúsa su pregunta, es inútil insistir, o tocar otro tema. Una disputa aquí tendrá repercusiones _en otro lugar, mientras que una salida discreta hará que os echen de menos y os vuelvan a llamar. «Una piel de cocodrilo» para poder tumbarse en cualquier lugar, sobre cualquier objeto y sin andar con remilgos. En fin, «un estómago de avestruz» para poder comer cualquier cosa, sin perturbaros ni hacer ase.os. Pero la condición más importante es saber renunciar a juzgar todo según los propios criterios. Para descubrir un mundo nuevo, hay que saber olvidar el propio mundo, de lo contrario no se hace más que transportar el mundo con uno mismo sin que se esté «a la escucha». El Africa de los viejos iniciados previene al joven investigador por boca de Tierno Bokar, el sabio de Bandiagara: Si quieres saber lo que soy, si quieres que te enseñe lo que sé, deja momentáneamente de ser lo que eres y olvida lo que sabes. - -- ------ --- ----- ----Capítulo 9 LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS. METODOS DE DATACION Z. ISKANDER Cuando el arqueólogo descubre un objeto curioso, comienza generalmente su investigación a nivel puramente arqueológico.; registra la capa donde la muestra ha sido encontrada; descifra, llegado elcaso, el texto que la acompañaba; describe su forma, evalúa sus dimensiones, etc. Los datos así obtenidos serán entonces estudiados en el plano de la estatigrafía, de la filología y de la tipología; de ello resultarán informaciones arqueológicas importantes en cuanto a la antigüedad, a los orígenes, etc. Sin embargo, en la mayor parte de los casos, el arqueólogo se encuentra en la incapacidad de obtener los datos que aportarían una respuesta a sus preguntas o le ayudarían a establecer las conclusiones deseables. También debe recurrir a otras disciplinas para completar su investigación científica. Semejante investigación puede proporcionarle las informaciones requeridas sobre la materia del objeto, su origen, la técnica de su fabricación, su edad, el uso al que estaba destinado, etc. Conviene, no obstante, subrayar que esas investigaciones apenas son más que un án.gulo nuevo bajo .el que el arqueólogo enfoca el estudio de tal problema particular; los datos científicos deben formar un todo con las consideraciones de orden estilístico, filológico y estratigráfico 1• El estudio de las capas geológicas subyacentes, con exclusión de las excavacio- nes, y la conservación de monumentos y vestigios descubiertos son otros temas en los que las técnicas científicas pueden igualmente ayudar a la arqueología. Las técnicas cien.tíficas utilizadas por la arqueología tienen el mérito de ser universales. Se aplican en Africa exactamente como en Europa, Asia o América, recurriendo a veces a métodos específicos. Es ese un tema amplísimo. Trataremos también los puntos siguientes en su conjunto sin entrar en demasiados detalles de· laboratorio: - Técnicas analíticas empleadas en arqueometría. - Objeti~os arqueométricos de la investigación y del análisis, 1 Hall, E. T., 1970, págs. 135-141. ,_224 METODÓLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA - Técnicas de datación. - Técnicas utilizadas por la investigación arqueológica. - Técnicas de conservación. TECNICAS ANALITICAS EN ARQUEOMETRIA Las técnicas de análisis se han desarrollado de tal modo que es a veces difícil elegir la que convendría utilizar sobre tal muestra para obtener la información buscada. Los apartados que siguen consideran todos los aspectos del problema. ELECCION DEL METODO DE ANALISIS Las muestras arqueológicas son doblemente valiosas. En efecto, la cantidad de muestras disponibles es generalmente tan restringida que a penas cubre las necesidades de un análisis completo, y es posible que no se pueda asegurar su sustitución aunque se las utilice en su totalidad. Por otra parte, conviene conservar la muestra, al menos en parte, con fines de consultas o de exposiciones futuras. Por consiguiente, se procederá con el mayor cuidado en los análisis arqueométricos a fin de obtener las informaciones más importantes. Los criterios que dictan la elección de tal o cual técnica pueden ser resumidos como sigue 2 : Importancia de la muestra disponible Cuando la colección de muestras disponibles sea suficientemente importante, se procederá con preferencia al análisis químico en medio acuoso para determinar el porcentaje de los principales constituyentes. El análisis atómico puede ser utilizado para establecer los porcentajes de metales alcalinos, como el sodio, el potasio y el litio. Para los elementos y los compuestos imponderables (huellas) los análisis por fluorescencia o difracción de rayos X son preferibles, ya que sus resultados comportan un margen de error del 10 al 20 por ciento. Si sólo se dispone de una cantidad mínima de muestras, y aunque sea necesario analizar varios elementos, convendrá recurrir a la espectrofotometría o a la difracción de rayos X. Cuando al arqueólogo le sea imposible disponer de un espécimen por pequeño que sea, la sustancia a analizar será tratada por la espectometría o la fluorescenc:ia si su volumen y forma permiten su utilización_ Variedad de las sustancias analizables La variedad de los vestigios arqueológicos es considerable. Algunos, tales como alimentos, ungüentos, resinas, aceites, ceras, etc., son más .o menos orgáni- cos. Otros -metales, pigmentos, cerámicas, vidrio, yeso, etc.- son inorgánicos. 2 Hall, E. T., op. cit.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 225 Las sustancias orgánicas están generalmente sujetas al tratamiento por el fuego, a la saponificación, a la disolución, a las radiaciones infrarrojas, a los análisis térmicos y cromatográficos; están asimismo sometidas a )os análisis normales en medio acuoso, a la espectrometría, a la fluorescencia y a la difracción de rayos X, o también a la activación por medio de neutrones, según el tipo de información buscada. Tipo de información buscada A fin de economizar tiempo y gastos, se procederá al análisis conforme a un programa establecido con el arqueólogo con vistas a obtener las respuestas a cuestiones específicas. Así, el bronce y el cobre antiguos tienen la misma aparien- cia. Sólo el estaño permite diferenciarlos: generalmente se trata una fracción de la muestra con una solución de ácido nítrico concentrado; el precipitado de ácido metastánico blanquecino que resulta de ello se diluye luego con agua destilada. Esta sencilla prueba está al alcance de todo arqueólogo. Asimismo, los minerales de plomo servían antiguamente en Egipto para la vitrificación de las cerámicas. También el plomo bastaba para determinar aproximadamente la fecha de fabricación del objeto vitrificado. PRESENTACION DE LOS RESULTADOS Los arqueólogos llamados a estudiar los resultados de los exámenes científicos y a utilizarlos en sus comentarios y conclusiones son pocas veces científicos. Conviene, pues, presentarles esos resultados en forma fácilmente comprensible. Así, la evaluación en submúltiplos de gramo en tal o cual elemento de una muestra de 100 gramos deberá dar lugar a la presentación de todos los resultados conforme a una noción universalmente asimilable: la de los porcentajes. Esa sustitución tendría el mérito de facilitar·la comparación entre los resultados de varios laboratorios. METODOS DE EXAMEN Y ANALISIS En el marco de estas consideraciones, vamos a indicar a continuación importantes. procedimientos de análisis utilizados en arqueometría. Examen microscópico Un examen con la ayuda de una simple lupa (10 x ó 20 x) es con frecuencia muy útil para conseguir una primera impresión de un objeto o de una muestra antigua. Es preferible una lupa binocular dotada de un aumento de 7 x, 10 x ó 20 x y de un espacio amplio entre objetivo y plano focal. Ese dispositivo permite el examen de cavidades profundas en las que una Jupa ordinaria no podría entrar.• l. Microfocografia de una sección de ancla de cobre, procedente del barco de Cheops, en Gizeh. • 2. Reproducción de una focografia del corso ( de frente) de la momia de la reina N,edjemet (21 dinastía}, Museo de El Cairo. 2LA ARQÚEOLOGJA AFRICANA Y SUS TECNICAS 227 Se obtienen datos más precisos con ayuda de un microscopio compuesto que tenga una lente de 100, 200, 400 ó 1.250 x, sumergida en aceite. Puede practicarse el examen al microscopio con los fines siguientes: - identificación: en la mayor parte de los casos es posible identificar una muestra determinada (en el estado puro o compuesto de elementos heterogéneos) estudiando al microscopio la textura o particularidades cristalinas en sus compo- nentes, - análisis cualitativo: las técnicas actuales permiten la precipitaci'ón, disolu- ción, observación de la evolución gaseosa y de otros procedimientos aplicables a un fragmento ínfimo de· la muestra 3 • A título de ejemplo, si se humedece el fragmento de una muestra colocado sobre una plaqueta de cristal, se seguirá o no de ello una disolución. A la posible disolución se Je añade una gota de nitrato de plata; si aparece un precipitado blanquecino insoluble en ácido nítrico, se puede deducir la presencia de un anión de cloruro; ~ análisis cuantitativo: los métodos microscópicos adquieren todo su valor en los análisis cuantitativos de combinaciones heterogéneas complejas difíciles de realizar por los procedimientos químicos ordina:rios 4 . Y permiten determinar el número y tamaño de los diferentes componentes. Por poco que se conozca la· densidad de cada uno de ellos,. sus porcentajes volumétricos pueden entonces ser convertidos en porcentajes ponderables 5 • Radiografía La radiografía es muy útil en el examen de las obrás de arte; permite descubrir la presencia de cuerpos extraños en el interior de una momia aún envuelta en sus bandas, o la de incrustaciones decorativas bajo las capas de bálsamos, etc. Tales informaciones ayudan a determinar la técnica a seguir cuando se quitan las bandas; son valiosas para la conservación de objetos metálicos y sirven en el curso de los estudios científicos y arqueológicos. Así, en el Museo de El Cairo, la radiografía de las momias reales ha revelado que,. entre aquellas a las que se les había quitado las bandas, algunas contenían aún joyas que espesas capas de resina habían disimulado hasta entonces a las miradas de los investigadores 6 • Determinación del peso espedjico . En la antigüedad, el oro contenía generalmente plata o cobre. Los objetos de oro son tan valiosos, que casi nunca se debería haber cogido ninguna partícula con vistas a un análisis. Por ello, Caley pensó utilizar en esos casos la determina- ción del peso específico; el procedimiento no encier.ra peligro alguno de deteriora- 3 Ewing, G.,- 1954, pág. 411. 4 Chamot, E. M., y Mason, C. W., 1938, pág. 431. 5 KoltholT; l. M., Sandell, E. B., Meehan, E. J., y Bruékenstein, S., 1969. 6 Halper11, J. w:, Harris, J. E., y Barnes, C., julio 1971, pág. 18.228 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA ción y permite descubrir el porcentaje de oro fino utilizado en los objetos de oro 7 • Resulta muy sencillo y tiene como base el principio de Arquímedes: el peso de un objeto que es, al aire libre, de W gramos y en el agua de X g., su peso específico será igual a: w W-X El peso específico del oro (19,3), que es casi el doble del de la plata (10,5), o el del cobre (8,9), y la presencia de pequeños elementos de cobre O· de plata se descubren fácilmente. Suponiendo que no hay platino -el componente de aleación (plata o cobre)- y conocida la imposibilidad de una contracción en el curso de la aleación, el margen de error previsible en el cálculo del porcentaje del oro fino es del orden del 1 por ciento. Análisis químico normal en medio acuoso Esa técnica es indispensable en arqueología para el estudio de la sustancia de un objeto, así como para la elección del mejor modo de conservación. Es utilizada para el análisis cualitativo y cuantitativo de los morteros, yesos, vestigios corroídos de objetos metálicos, restos de alimentos, cosméticos, desechos de bálsamos y productos análogos, etc. La descripción de las técnicas utilizadas en el curso de tales análisis no es tema de este capít1:Jlo. Tales técnicas resultan familiares a todos los químicos expertos en arqueología. Se encontrará 1:ma exposición detallada en los manuales de química analítica, como los de KoltholT y sus coautores 8, para las materias inorgánicas, y en los trabajos de lskander 9 y Stross 10, para las materias orgánicas e inorgánicas. «Objetos de hierro descubiertos en Niani (Guinea), que datan del siglo XII al XV, han sido sometidos a un análisis químico que ha revelado que contenían cobre, fósforo, níquel, tungsteno, titanio y molibdeno, con impurezas probablemente presentes en los minerales utilizados» 11 • Espectrofotometria Esta técnica ha sido utilizada para el análisis de vestigios antiguos, tales como bronces, cerámica, mortero, colorantes, etc. Diversos factores hacen que la espectrofotometda sea particularmente venta- josa con relación a otros métodos de análisis de esos vestigios. Presenta una 7 Caley, E. R., 1949, págs. 73-82. • KoltholT. l. M., Sandell, E. B., Meehan, E. J., y Bruckkenstein, S., 1969. 9 Farag, N., y lskander, Z., 1971, págs. 111-115; Iskander, Z., págs. 59-71, le Monastere de Phoebammon dans la 1hebaide, vol. 111, editado por Bachatly, El Cairo, Sociedad de arqueología copta, 1961 ; Iskander, Z., y Shaheen, A. E., 1964, págs. 197°208; Zaki, A., e lskander, Z., 1942, págs. 295-313. 10 Stross, F. H., y O'Donnall, 1972, págs. 1-16. 11 Muzur, A., y Nosek, E., 1974, pág. 96,LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 229 sensibilidad suficiente y paralelamente permite evaluar proporciones elevadas (hasta un 20 por 100) de la mayor parte de los elementos. Además, todos los elementos presentes en la muestra pueden ser descubiertos registrando las rayas espectrales sobre una placa fotográfica en el curso de una misma emisión. De ello resulta un documento al que es posible referirse posteriormente. Una nueva variante de la espectrofotometría la ofrece el Laser Milliprobe spectometer 12 • «El análisis espectrográfico de todos los "bronces'' nigerianos naturalistas de lfe ha mostrado que esos objetos no son de bronce sino de latón» 13 . Análisis por absorción atómica Este método conviene perfectamente a las muestras de materia inorgamca (metales, cementos, aleaciones, cristal, vidriado, sales, etc.). En arqueometría presenta las ventajas siguientes: puede alcanzarse un grado elevado de exactitud (alrededor del 1 por 100 de error) utilizando muestra de 5 a I O mg.; es posible situar en una misma muestra elementos mayores y menores o simplemente huellas; en fin, esa técnica es de uso corriente. Las comparaciones entre los resultados de diferentes laboratorios se facilitan así, siendo las posibles causas de errores experimentales más fácilmente controlables 14. Fluorescencia de los rayos X La excitación de una muestra por medio de los rayos X es un método de análisis muy útil. El principio es el siguiente: el bombardeo de un átomo por medio de rayos de alta frecuencia permite arrancar un electrón en una órbita interna, y el vacío creado será colmado por un electrón que proviene de una órbita externa. La variación de energía entre los niveles superficial e inte1aior procede de rayos secundariós o fluorescentes, característicos de elementos que componen la muestra 15 . Al ser limitada la fuerza de penetración de los rayos X, esa técnica no es utilizable más que para la superficie de los objetos; por tanto, sólo es aplicable en el análisis de vestigios inorgánicos, como el vidrio, loza y alfarería vitrificada, obsidiana y la mayor parte de las piedras. Sin embargo, :los objetos metálicos antiguos han experimentado el desgaste del tiempo; ahora bien, el metal vil que contienen tiende a aflorar. También, el análisis de su superficie por ese procedi- miento corre el riesgo de ofrecer resultados muy diferentes de los que revelaría un análisis del objeto en su conjunto 16. 12 Hall, E. T., 1970, págs. 135-141. 1 3 Willett, F., 1964, págs. 81-83. 14 Werner, A. E. A., 1970, págs. 179-185. 15 Kolthoff, l. M., Sandel, E. B., Meehan, E. J., y Bruckenstein, S., 1969. 16 Hall, E. T., 1970, págs. 135-141.230 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Análisis por activación de neutrones Esta técnica consiste en la irradiación por neutrones lentos (o térmicos) de un grupo de muestras y de productos químicos estándar colocado en un reactor nuclear. Algunos de los isótopos resultantes de esa operación tendrán suficiente existencia para emitir rayos gamma. En cuanto éada radioisótopo emita rayos gamma, cuya longitud de onda es característica de cada uno de ellos, el análisis de esa longitud de onda permitirá identificar los elementos que componen la muestra y determinar su concentración, ya se trate de elementos mayores o de simples huellas. Mucho mayor que la fuerza de los rayos X, la de penetración de los neutrones y de los rayos gamma permite, pues, sobre una muestra determinada, actuar en un espesor más importante. De ello resulta que él afloramiento del cobre a la superficie puede ser ignorado en los metales 17 . En el curso de tales análisis conviene vigilar cuándo la muestra examinada debe reintegrarse al museo, para que la radiactividad residual quede en un nivel inofensivo durante un razonable lapso de tiempo. A título de ejemplo, el isótopo de la plata radiaétiva posee una supervivencia de 225 días.; la irradiación muy fuerte de un objeto de plata impediría el retorno de éste al museo de origen antes de centenares de años 18• En tales casos· se exige que sea quitada la plata de una muestra determinada por frotamiento mediante un disquito de cuarzo rugoso. Ese cuarzo experimenta entonces la irradiación en el interior del reactor, y el análisis se realiza sobre la plata, el oro, el cobre, el antimonio y el arsénico habituales. Esa técnica se ha aplicado recientemente, en el marco de la arqueología africana, en el estudio de las perlas de cristal sometidas a dos activaciones por neutrón. El primer bombardeo es de poca duración, realizándose enseguida la búsqueda de los isótopos de corto período en las perlas; el segundo, intenso y continuo, se alarga durante ocho horas. Las perlas han sido aisladas durante unos días y sometidas después a la investigación de los isótopos de período medio; por fin, se someten de nuevo al choque y se prueban por los isótopos de larga duración 19 . Sayre y Meyers han publicado un estudio sobre las numerosas aplicaciones de esa técnica en arqueología 20. OBJETIVOS DEL ANALISIS ARQUEOMETRICO Los fines principales de la investigación científica y del análisis en arqueome- tría son los sig1:iientes: 17 Hall,~- T., 1970, págs. 135-141. 1 • Hall, E. T., 1970, págs. 135-141. 19 Davison, C. C., 1973, págs. 73-74. 20 Sayre, E. V., y Meyers, P., diciembre 1971, págs. 115-150.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNJCAS 23.1, LA IDENTIFICACION RIGUROSA DE LOS OBJETOS Es indispensable que la identificación de los vestigios arqueológicos se efectúe escrupulosamente; importa que el arqueólogo pueda ofrecer una exacta descrip- ción de ellos en las publicaciones ·arqueológicas y en las guías de los museos; No es menos importante la identificación precisa de la materia de los objetos, porque de la paturalezá auténtica de las sustancias examinadas depende generalmente el alcance de las observaciones correspondientes. Los errores están desgraciadamen- te lejos de faltar en la documentación arqueológica anterior y han creado mucha · confusión. El cobre es a veces confundido con el bronce; aunque el descubrimiento y la utilización del bronce implican la aparición de una cierta revolución cultural. El bronce, por su parte, es tomado a veces por latón, lo que puede falsear la evaluación de la antigüedad de un objeto; las primeras producciones de latón se remontan, en efecto, a casi la mitad del primer siglo anterior a la era cristiana, mientras que el bronce era conocido y utilizado casi veinte siglos antes 21 • La mayor parte de los errores de identificación proceden de defectuosas apreciaciones visuales, por lo que conviene señalar que, para evitar todo riesgo de interpretación errónea, la identificación de los vestigios arqueológicos debe establecerse con la ayuda de análisis quünicos o fundados en la difracción de los rayos X. TRADUCCION DE PALABRAS ANTIGUAS DESCONOCIDAS Sucede que una identificación exacta permite ti:aducir nombres desconocidos. Así, en Saqqara (Egipto) se han descubierto en la sepultura del rey Hor-Aha (I Dinastía, alrededor del año - 3100) dos recipientes de cerámica. Sobre cada uno de ellos figuran unos jeroglíficos que corresponden a la palabra «seret», cuyo significado se desconoce. El análisis químico ha revelado que esos dos recipientes contenían queso; de ello se dedujo que seret significaba queso 2 2 . Otro ejemplo: se encontraron sobre algunas estatuas de piedra jeroglíficos formando la palabra «bekhen». Al ser reconocida en algunos casos la piedra como «grey-wacke» (pizarra), palabras que se encontraban en los textos relativos al Ouadi-el- Hammamat23, se concluyó que bekhen era muy probablemente la pizarra de Ouadi-el-Hammamat. DESCUBRIMIENTO DEL ORIGEN DE LOS VESTIGIOS ARQUEOLOGICOS La presencia, en un yacimiento arqueológico determinado, de numerosas muestras de una materia de origen extraño parece una indicación manifiesta de la importación de esa materia por caminos artesanales o comerciales. Cuando es 21 Caley, E. R., .1948, págs. 1-8. 22 Zaki, A., y Iskander, Z., 1942, págs. 295-313. 23 Lucas, A., págs. 416, 419 y 420.232 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA imposible localizar las fuentes, el camino seguido no tarda en ser reconstruido. Se sabe, por ejemplo, que no se encuentra obsidiana en Egipto; sin embargo, allí ha sido utilizada desde la época predinástica (antes del año 3100 anterior a la era cristiana). La obsidiana de algunos objetos de esa época ha sido examinada y comparada con la que producía.o los países vecinos. Sus características se parecían mucho a las de la obsi,diana de EtÍopía. Era, pues, evidente que habían sido importadas de esa región y que existían relaciones comerciales desde muy antiguo entre ambos países 24. En la cerámica, la identificación de las «huellas» gracias a la activación por neutrones o a la fluorescencia de los rayos X permite el estudio de las rutas comerciales, tanto locales como internacionales 25 . Las impurezas en el estado de las señales o huellas en el mineral de cobre o en los objetos del mismo metal pueden ayudar a conectar el objeto con el mineral que ha servido para su fabricación 26• El descubrimiento del níquel en un objeto de hierro antiguo permite saber si ese hierro proviene de un meteorito o si ha sido manufacturado, pues el hierro del meteorito contiene siempre de un 4 a un 20 por 100 de níquel. Recurriendo a una emisión espectrnscópica, el autor ha examinado el famoso puñal de Tutankamon, y ha comprobado que el hierro de la lámina contenía un apreciable porcentaje de níquel: el hierro utilizado provenía, pues, de un meteorito. INVESTIGACION DE LA UTILIZACION ANTERIOR DE LOS OBJETOS EXAMINADOS A veces resulta difícil conocer a qué uso se destinaba tal o cual objeto. En ese terreno, el análisis químico puede resultar de una gran ayuda. Así, se ha descubier.to en 1965, en Fayum (Egipto), en la tumba de Neferwptah (de hace unos - 1800 años), una gran jarra de alabastro conteniendo unos 2,5 kg. de extraña sustancia. El análisis químico reveló que se trataba de un compuesto que contenía principalmente, a partes casi iguales, 48,25 por 100 de galena (sulfito de plomo natural) y 51,6 por 100 de resina. Al no haber sido encontrado antes esa composición, uno se pierde en conjeturas sobre su presencia en la tumba. Sin embargo, el examen de las prescripciones médicas del papiro Ebers permite encontrar, con el número 402, «un nuevo [remedio] para hacer desaparecer las manchas blancas aparecidas en los dos ojos: kohl negro [galena] y khet'wa [resina] finamente pulverizados habrían de ponerse eh los dos ojos». Ese texto y la composición química de la sustancia descubierta en la jarra revelaban que Neferwptah sufría probablemente de un leucoma en uno de sus ojos, o quizá en los dos. Por eso, se le había dotado de una cantidad suficiente de ese medicamento para asegJiarle la curación 27 . 24 Lucas, A., 1962, págs. 416, 419 y 420. 25 Perlman, l., e Isaro, F., 1969, págs. 21 y 52 . . 26 Fields, P. R., Milsted, J., Henricksen, E., y Ramette, R. W., 1971, págs. 131-143. 27 Farag, N., e Iskander, Z., 1971, págs. 111-115.LA ARQÚEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 233 INVESTIGACION DE LOS ANTIGUOS PROCEDIMIENTOS DE FABRICACION El examen metalográfico de objetos metálicos permíte conocer los trabajos. y las industrias químicas de los antiguos. Los ejemplos siguientes nos ofrecen un compendio: Manufactura del azul de Egipto Muestras de ese pigmento azul han sido sometidas a exámenes qmm1cos, microscópicos y a la difracción de rayos X. Se ha llegado incluso a reproducir experimentalmente una «calcinació.n» 28 azul análoga. Esos diferentes estudios revelan que se obtenía ese azul, en la .antigüedad, calentando a 840 ºC una mezcla de arena o de cúarzo pulverizado, caliza igualmente pulverizada, malaquita y una colada de sal com:ín o sal de sosa 29 . Examen al microscopio de objetos metálicos El examen metalográfico de objetos metálicos permite indicar si han sido colados o martilleados, o si responden a las dos técnicas. El examen de un gancho de cobre que perteneció al barco de Cheops, descubierto en 1954 detrás de la grari pirámide de Gizeh, ha hecho resaltar las dendritas presentadas por el metal; éste había sido, por tanto, martilleado 30• Examen de los desechos de embalsamiento El examen de los desechos de embalsamiento descubiertos en Saqqara, Luxor y Mataria {Egipto) ha mostrado que contenían una pequeña proporción de jabones ácidos, grasos y sólidos que resultan de la saponificación de las grasas corporales bajo la acción de la sosa durante la momificación. De ello se concluye que las sustancias habían servido para rellenar momentáneamente las cavidades del cuer:po, antes de su deshidratación, con una mása de .natrón 31 sobre el, lecho de momificación 32 . Crisoles de vitrificación ( o de sinterización) Las investigaciones realizadas en Uadi el-Natrum, en las ruinas de una vidrería, muestran que el vidrio ha sido manufacturado en Egipto durante el periodo romano. Se pueden distinguir dos etapas. En el transcurso de la primera, za <1Fritte»: expresión antigua que designa la mezcla de arena y sosa que se sometía a una semifusión en la fabricación de vidrio, cerámica, etc. 29 Lucas, 1962, págs. 416, 419 y 420. 30 Iskander, Z., 1960, págs. 29-61, 1.8 pllrte. 31 Natrum: carbonato de sodio cristalizado. 32 Iskander, z:, y Shaheen, A. E., 1964, págs., 197-208.234 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA se obtiene la vitrificación en un crisol especial, el crisol de sinterización 3 3, haciendo una mezcla de sílice puro (cuarzo), bicarbonato de calcio, natrón p cenizas vegetales, o los dos, a una temperatura inferior a 1.100 ºC. La arcilla de ese crisol era rica en arena y en paja picada muy fina. En el horno, esa arcilla permitía la cocción de una alfarería extraordinariamente porosa --calidad buscada por el vidriero de la antigüedad- porque ella le permitía sacar el bloque de sinterización rompiendo el crisol que, por tanto, no servía más que una vez. En el curso de la segunda etapa, los vidrieros obtuvieron un cristal de buena calidad y de colores variados. Las «calcificaciones» o «sinterizaciones» eran pulverizadas hasta que se lograba alcanzar un polvo homogéneo; se las fracciona- ba en pequeñas coladas. Se añadían algunas dosis de óxidos colorantes, de opacificantes o de decolorantes a cada una de ellas, haciéndose seguir la cocción hasta la completa fusión con vistas a obtener la calidad de vidrio requerida 34. TESTS DE AUTENTICIDAD Durante muchos años, el establecimiento de la autenticidad ha dependido sólo de los criterios histórico y estético. Más recientem~nte, los inmensos progresos de la investigación científica han permitido juzgar con más seguridad la autenticidad de un objeto determinado. Las técnicas más seguras son: El examen a los rayos ultravioletas Ese procedimiento es particularmente útil para la apreciación de los marfiles y mármoles. Bajo la luz ultravioleta, las diferentes cualidades del mármol emiten fluorescencias diferentes, y la superficie de los mármoles antiguos proyectan un color característico muy alejado del de las calcitas del mismo tipo, pero más recientes. Asimismo, aunque no sean visibles a la luz normal, los retoques o reparaciones realizados en objetos de marfil o de mármol, y hasta en las pinturas, se J;iacen visibles bajo las radiaciones ultravioletas. Los rayos X e infrarrojos no son menos útiles para descubrir las falsificaciones 35 . El examen del desgaste superficial En general, los. metales antiguos se corroen lentamente; con el tiempo, el desgaste da origen a una especie de capa homogénea. En el caso de objetos metálicos falsificados, una capa artificial aplicada sobre la superficie parece que le da una pátina de antigüedad. No obstante, esa capa «se adhiere» generalmente muy mal y cede con disolventes tales como el agua; alcohol, acetona o piridina. l 3 <<Frittage».: vitrificación preparatoria destinada a eliminar los elementos volátiles. 34 Saleh, S. Á., George, A. W., y Helmi, F. M., 1972, págs. 143-170. 35 Caley, E. R., 1948, págs. ·1,8.'l )'. j • 1. Bloque de vitrificación, que muestra la superficie superior plana, las paredes laterales y una parte del crisol todavía adheddo en el lado derecho. • 2. Base de una de las columnas de arenisca del templo de Bouhen. Se notará el desmoronamiento, debido a la eflorescencia, de la capa superficial. < • ·1~236 MHODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Además, esa superposición lfaticia no lleva generalmente más que una capa y se distingue fácilmente de la capa o película que en los objetos de cobre o bronce se desdobla por lo general en una primera película, interna y roja, de óxido de cobre, y una segunda, externa y verde, de carbonato, sulfato o clorato de ese mismo metal. Es difícil de reproducir esa disolución de tal modo que pueda engañar al químico sagaz de un museo arqueológico. Análisis de la materia del objeto El análisis del grano de la antigua loza egipcia habla muy alto de los méritos de esa técnica. Mientras que el grano de la auténtica loza antigua de Egipto está compuesto de cuarzo vitrificado, el de las imitaciones modernas lo constituyen generalmente la arcilla, el kaolín o la porcelana. La identificación es, pues, rápida y segura. Otro ejemplo: al haber faltado. a las técnicas metalúrgicas de. la antigüedad procedimientos adecuados de afinado, los metales antiguos contienen ciertas impurezas, como arsénico, níquel, manganeso, etc. Basta, por tanto, temar del objeto sospechoso una discreta muestra y someterla a la íluorescencia de los rayos X o a la activación de los neutrones: la ausencia de esas impurezas en la muestra revelará m:uy probablemente la superchería. Identificación en pintura de los pigmentos y colol"antes Las técnicas microquímicas permiten identificar con cierta prec1s1on los pigmentos utilizados en un cuadro. Cuando el pigmento figura entre los coloran- tes de reciente creación, la edad del cuadro es discutible. A título de ejemplo, el examen por Young de un retrato de perfil atribuido a un pintor del siglo XV ha hecho resaltar que su pigmentación se debía al azul de ultramar sintético, cuyo descubrimiento y utilización como pigmento no databan más que del siglo XIX; en cuanto al blanco, procedía del óxido de titanio, desconocido antes de 1920 en el mundo de la pintura. Ese retrato era, por tanto, una falsificación 36 . Examen de la pátina y del pulimento superficiales La mayor parte de las piedras adquieren con el tiempo una pátina superficial: el barniz del desierto: Ese fenómeno se debe·al afloramiento progresivo de las sales de hierro y manganeso que se oxidan en la superficie, constituyendo una especie de pátina o epidermis. Al formar cuerpo con la piedra, esa pátina se confunde con la superficie. Es difícil de eliminar, a no ser mediante un lavado con disol.ventes neutros o por rascado. Tampoco es fácil distinguir una superficie auténticamente antigua de otra tallada en época reciente pero dotada de una pátina artificial. 36 Young, W. J., 1958, págs. 18-19.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 237 Además de la pátina natural, los vestigios antiguos de escultura y de pulimen- tado ofrecen otro medio de juzgar su autenticidad. Esos indicios aparecen también, bajo la pátina superficial de la piedra o del metal, como líneas en las intersecciones irregulares. Como los pueblos de la antigüedad no disponían de rallos para la escultura, ni de limas finas o de lijas para el pulimentado, se distinguen fácilmente sus esculturas de las que tienen rayas paralelas y regulares, indicios de un pulimentado reciente. Prueba de la termoluminiscencia de la cerámica Lo mismo que el suelo donde la cerámica se halla enterrada, ésta contiene un porcentaje extraordinariamente pequeño de elementos radiactivos. Esos elemen- tos emiten radiaciones, y los electrones, en el transcurso de millares de. años, se acumulan en la materia de la cerámica. Al someter a ésta a una temperatura superior a 500 ºC, los electrones acumulados dan una termoluminiscencia que varía según la edad de la cerámica. La termoluminiscencia permite, pues, a los conservadores de museosjuzgar con conocimiento de causa la autenticidad de un objeto determinado de cerámica. La muestra necesaria puede ser tomada. por medio de un taladro discreto; el polvo que resulte del taladro es calentado, en la oscuridad, a más. de 500 ºC. Si se produce una termoluminiscencia, la antigüedad de la cera mica está demostrada; en caso contrario, se trata de una falsificación 3 7• TECNICAS DE DATACION Diferentes técnicas científicas permiten efectuar la datación de los objetos antiguos. He aquí las principales: Datación aproximada por el análisis arqueométrico El análisis de ejemplares que pertenecen a un mismo grupo de muestras (morteros, vidrio, loza, metales, pigmentos); pero que se remontan a épocas diferentes, proporciona resultados que pueden utilizarse como indicio y sugerir aproximadamente la edad, aún desconocida, de otros ejemplares o especímenes. Los ejemplos siguientes nos lo confirman. Datación por medio de perlas de vidrio en Africa del Oeste Las perlas akori dicroicas, que parecen azules a la luz indirecta y verdes a la directa, han sido sometidas a un análisis por fluorescencia de los rayos X. Estos· análisis permiten clasificarlas en dos grupos, A y B. Los ejemplares del grupo A son más pobres en plomo ( - 0,05 por 100) y en arsénico ( - 0,05 por 100) que los 37 Aitken, M. J., 1970, págs. 77°88.238 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA del grupo 8, en que el porcentaje de plomo está alrededor del 27 por 100 y el del arsénico en el 2 por 100. La diferencia relativa en manganeso ~s más pequeña (grupo A: 0,3 ± 01 por 100; grupo 8: aproximadamente el 0,05 por 100). Otros elementos detectados: hierro, cobalto, zinc, rubidio, estroncio, estaño, antimonio y bario, en los que no se ha observado diferencia alguna notable. En Africa del Oeste se h<!-n encontrado las perlas del grupo A en yacimientos insulares relativamente antiguos (430-1290 de la era cristiana), mientras que los del grupo 8 aparecen únicamente en un cuadro más reciente. El descubrimiento de esas perlas en una tumba o en un estrato determinado permite, pues, presagiar la edad con mayor o menor precisión 38 . Datación de las pinturas rupestres por análisis de sus albuminoides elásticos Es posible evaluar la edad de las pinturas enumerando el número de los ácidos aminados de sus albuminoides elásticos mediante hidrólisis. Ese procedimiento ha permitido determinar 1~ edad de 133 pinturas rupestres del Africa del Sudoeste con un margen de error del 20 por 100. La «Dama Blanca» (The White Lady), de Brandberg, parece que data de 1.200 a 1.800 años. Las pinturas de Limpopo se sitúan entre 100 y 800 años. Las muestras de Drakenberg van de 60 a 800 años. El número de aminoácidos idénticos decrece con la edad de la pintura de 10 (en coagulantes de 5 a 10 años de edad) a 1 (en sustancias antiguas de 12 a 18 siglos) 39 . Datación por análisis de los morteros o argamasas El análisis de los diferentes morteros utilizados en Egipto muestra que el mortero de cal no aparece antes de Ptolomeo I (323-285 antes de la era cristiailá) 4 º. Todo monumento cuyos materiales (piedras o ladrillos) están sujetos con ese mortero es, pues, posterior a 323 años antes de la era cristiana. DATACION AL RADIOCARBONO Principio Cuando los rayos cósmicos ch0can con los átomos del aire en las altas capas de la atmósferi;i, los desintegran en fragmentos minúsculos entre cuyo número se encuentra el neutrón. Los neutrones producidos bombardean el átomo, cuya atmósfera es la más rica -el ázoe de masa 14-, y lo convierten en carbono de 38 Davison, C. C., Giauque, R. D., y Clarck, J. D., 1971, págs. 645-649. 39 Denninger, E., 1971, págs. 80-84. 40 Lucas, A., 1962, págs. 416, 419 y 420.LA ARQUEOLOGIA A'FRICANA Y SUS TECNICAS 239 peso atómico 14. Ese carbono 14 nuevamente formado es radioactivo; se combina con el oxígeno del aire para formar el 14 C0 2 y se mezcla con el dióxido de carbono ordinario que contiene principalmente átomos de carbono de masa 12 (99 por 100) y 13 (1 por 100). Ese carbono 14 penetra en los vegetales con los elementos de carbono ordinarios 12 C02 y 13 C02 , formando sus tejidos y siguiendo el proceso de la fotosíntesis. Como los animales se alimentan de las plantas, «todo el conjunto del mundo animal y vegetales debe ser ligeramente radioactivo debido a la presencia de una proporción ínfima de Cl4 (aproximada- mente un .átomo de C14 por un millón de millones de átomos de carbono ordinario). El dióxido de carbono atmosférico entra igualmente en la composición de los océanos en forma de carbonato. Es, pues, probable que el agua del mar sea también ligeramente .radioactivo, así como todas las conchas y depósitos que ella contiene» 41 . Se supone que, a su muerte, la materia orgánica posee la misma radioactividad que la materia orgánica viviente en la actualidad. Pero, después de la muerte, sobreviene el aislamiento; dicho de otro modo, toda aportación o cambio de radiocarbono se interrumpe, y el C 14 comienza. a degradarse o más bien, según la expresión del profesor Libby, «el reloj del radiocarbono se pone en marcha» 42 . Si, tras haberla introducido, se compara la radioactividad del ejemplar de antaño con el de una muestra-testigo moderna, será posible, teniendo en cuenta la longevidad del C 14 43 , calcular la edad del espécimen antiguo resolviendo la ecuación relativa al declive de la radioactividad. Materias propicias a la datación radioactiva Esa técnica es aplicable a materias orgánicas (madera, carbón, hueso, cuero, tejidos, vegetales, alimentos, conchas, etc.), pero sobre todo a las plantas que nacen cada año, como las cafias, los cereales, la hierba o el lino. Cuando se hayan recogido las muestras, no deben someterse a ningún tratamiento químico, sino que deben ser inmediatamente aisladas en tarros de cristal o sacos de nailon, a fin de evitar todo contacto eventual con otras materias orgánicas. El proceso se efectúa en cinco tiempos.: depuración de la muestra, combustión, depuración de los gases de dióxido de carbono obtenidos y, por fin, recuento de las partículas· emitidas. Resultados y perspectivas Un estudio comparado realizado sobi,e pruebas-testigo y s'obre dataciones efectuadas al carbono radioactivo 44 ha permitido verificar la pi:ecisión de ese método. Al ser la cronología egipcia el método histórico más antiguo y conocido, 41 Aitken, M. J., 1961, págs. X y 181. 42 Libby, W. F., 1970, págs. 1-10. 43 La longevidad o periodo del C14 (duración de la desintegración de la mitad del cuerpo radiactivo) está evaluada en 5.568 años o, para ser más exactos, en 5730 ± 40 años. 44 Berger, R., 1970,.págs. 23-36; Ed:wards; l. E. S., 1970, págs. 11-19; Michael, H. N., y Ralph E. K., 1970, págs. 109-120; Ralph, E. K., Michael, H. N., y Han, M. G., 1973, págs. 1-20.240 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA se ha decidido, a nivel internacional, medir el carbono radioactivo de una larga serie de muestras egipcias, minuciosamente datadas, y pert~necientes a la época que se extiende de la I a la XXX dinastía (hace aproximadamente de - 3100 a - 378/341 años). Diferentes laboratorios han realizado también su datación utilizando los períodos de radioactividad del carbono que corresponden a 5568 años, o, para más precisión, a 5730 ± 40 años. Los i:esultados obtenidos han indicado que la datación realizada con la ayuda del período radioactivo 5730 corresponde a la cronología histórica hasta los tiempos del rey Senousret (o Sesostris), hace unos -1800 años, pero la datación de las muestras anteriores ha suscitado numerosas controversias. Sin embargo, la aplicación del método de corrección Stuvier-Suess en las muestras anteriores a - 1800 años permite obtener resultados que corresponden a la cronología arqueológica en 50 ó 100 años api:oximadamente 45 . A título de ejemplo, el laboratorio de investigación del British Museum ha procedido a la datación de cañas. procedentes de la mas taba (sepultura) de Qaa (1 dinastía), en Saqqara. La fecha obtenida al carbono 14 es - 2450 ± 65 años, según la corrección, lo que coincide con la fecha histórica, 2900 años antes de la era cristiana 46 . Actualmente se estima que la disminución del campo magnético terrestre 47 y las variaciones de intensidad del viento solar, que hacen torcer a un lado a los rayos cósmicos, son las causas principales de las desviaciones comprobadas 4 8 • Además, la duración del período del radiocarbono no parece consolidada. Se están investigando otras causas, trabajando numerosos laboratorios en ese sentido. Una vez conocida la respuesta, será posible aportar más precisión a la datación de los vestigios de la antigüedad anteriores a los 1800 años antes de la era cristiana. Mientras tanto, las evaluaciones convencionales al radiocarbono de los vestigios orgánicos deberán someterse a la corrección indicada. DATAClON AL POTASIO-ARGON La limitación de la datación al carbono 14 alrededor de - 70 000 años crea un gran vacío en la cronología de la evolución biológica y geológica hasta casi - 1 O millones de años, en tanto que se hace posible aplicar ciertos métodos geológicos radioactivos, como el porcentaje de transformación del uranio 235 en plomo 207, o sea, 710 millones de años, o también el rubidio 87 en estroncio 87, o sea, 13 900 millones de años. Hasta un cierto punto puede colmarse ese vacío gracias a la aplicación de la datación al potasio-argón 49. En efecto, este método está sobre todo utilizado para la datación de las edades geológicas muy remotas, utili- zando elementos importantes de una sustancia de textura relativamente fina (pero no inferior a 100 micrones) y que contenga poco argón atmosférico. Es posible 45 Berger, R., 1970, págs. 23-36; Michael, H. N., y Ralph, E. K., 1970, págs. 109-120; Ralph, E. K., Michael, H. N., y Han, M. G., 1973, págs. 1-20; Stuvier, M., y Suess, H. E., 1966, págs. 534s540. 46 Edwards, l. E S., 1970, págs. 11-18. 47 Ducha, V., 1970, págs. 47-55. 48 Lewin, S, Z., 1968, págs. 41-50. 49 Aitken, M. J., 1961.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 241 aplicarlo a edades relativamente más recientes, lo cual permitiría el control de los resultados obtenidos gracias al C 14 5 0 . Principio básico Tal como lo encontramos en la naturaleza, el potasio contiene 93,2 por 100 de potasio 39, 6,8 por 100 de potasio 41 y 0,0118 por 100 de potasio 40. En el momento de la formación de la Tierra, el porcentaje de potasio 40 era aproxima: damente del 0,2 por 100, pero en gran parte se ha degradado originando dos derivados: el calcio 40 y el argón 40. El larguísimo período del potasio 40 (1330 millones de años) le permite subsistir también en un porcentaje muy pequeño, del orden de 0,0118 por 100. De 100 átomos de potasio 40 que se degraden, 89 se transforman en calcio 40 por desaparición de las radiaciones beta, y se convierten en el argón 40 como consecuencia de las partículas beta. El argón es un cuerpo gaseoso aprisionado en el grano del mineral 51 . La datación al potasio-argón es la más utilizada por las razones siguientes: - El potasio presente en la corteza terrestre representa en peso el 2,8 por 100. Es, pues, uno de sus elementos más abundantes. Está presente además en casi todos los cuerpos compuestos. - La larga supervivencia del potasio permite la formación de argón 40 en ciertos minerales en el transcurso de los periodos interesantes, desde el punto de vista geológico. Calculando la concentración del argón 40 radioactivo y la suma de potasio contenido en un mineral, es posible determinar la edad de éste con ayuda de determinada ecuación relativa a la degradación de la radioactividad 52 . Problemas que resolver por la datación al potasio-argón Se ha utilizado recientemente la datación al radiocarbono para calcular la constante de primer orden in situ por la «racimización» del ácido aspártico en los huesos antiguos. Una vez contrastada la reacción de «racimización» para un yacimiento, tal reacción puede ser utilizada para datar otros huesos del yacimien- to. Las edades calculadas gracias a ese método se corresponden con las que se obtienen por la datación al radiocarbono. Esos res'ultados prueban que la reacción de (<racimización» es un instrumento cronológico importante para la datación de los húesos que son, o bien demasiado antiguos, o bien demasiado pequeños pata poder ser datados al radiocarbono. Para poner un ejemplo de la aplicación de esa técnica en la datación de los fósiles humanos, se ha analizado un trozo del hombre de Rhodesia procedente de Broken Hill (Zambia) al que se ha atribuido provisionalmente una edad de unos 110000 años 53 . La datación ál potasio-argón de los períodos del Plioceno y Pleistoceno debe permitir el 50 Gentner, W., y Lippolt, H. J., 1963, págs. 72-84. 51 Gentner, W., y Lippolt, H: J., 1963, págs. 72-84; Hamilton, 1965; págs. 47-79. ' 2 Gentner, W., y Lippolt, H. J., 1963, págs. 72-84. 53 Bada, J. L.; Schroeder, R. A.; Protsch, R., y BergeI, R., 1974, pág. 121.242 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA establecimiento de una cronología absoluta que sitúa los orígenes dei hombre, la edad de los fósiles, cuya existencia coincide en diversos puntos del globo, el origen de las tektitas, etc. La datación al potasio-argón ha servido para determinar, en Olduvai, la edad de las capas de basalto y las de toba que las recubrían, con la esperanza de precisar la edad exacta de los restos del ?injanthropo descubiertos en el fondo de la primera capa de toba, en la Bed l. Curtís y Evernden han concluido que esos basaltos de Olduvai datan de al menos cuatro millones de años; sin embargo, no serían apropiados para una datación exacta debido a alteraciones químicas visibles en la parte fina de todos los basaltos datados en Olduvai, a excepción de aquellos a los que se puede asociar con la industria, más .antigua, de los pebble-tools (cantos manipulados). La opinión de Gentner y Lippolt sobre los diferentes resultados es la siguiente: «Puesto que no existen otras incompatibilidades entre las dataciones respectivas de los basaltos y de la toba que los recubre, no es imposible que la edad del Zinjanthropo sea del orden ·de dos millones de años» 54. DATACION ARQUEOMAGNETICA Para dar una idea simplificada de esa técnica,. conviene abordar los puntos siguientes: Paleomagnetismo Se trata del estudio del magnetismo remanente en los vestigios arqueológicos. Está fundado en el hecho de que el campo magnético terrestre cambia continua- mente de dirección e intensidad. Observaciones realizadas a lo largo de los cincuenta últimos años indican que el campo magnético se desplaza hacia el Oeste en 0º2 de longitud por año 55 . Investigaciones arqueométricas fundadas en el cálculo de la magnetización remanente en los objetos arqueológicos de tierra cocida y en las rocas muestran que, con relación a una intensidad actual de 1, la intensidad magnética de la tierra ha alcanzado su máximo, alrededor de los 400 a 100 años antes de la era cristiana, con 1,6, y su mínimo hacia - 4000 años con 0,6 56 . Esos efectos o variaciones en dirección ·e intensidad se llaman «variación secular». De naturaleza regional, ésta constituye la base de la datación magnética, ya que las variaciones del campo magnético terrestre dejan su huella en la cerámica en forma de magnetismo termorremanente (t.r.m.). Aplicación del t.r.m. en la datación arqueológica Para datar, con ayuda del magnetismo, la arcilla cocida mantenida in situ desde la cocción conviene, en primer lugar, establecer el comportamiento del campo geomagnético por medio de medidas efectuadas en la región elegida 54 Cf. nota l. 55 Ailken, M., J., 1961; Cook, R. M., 1963, págs. 59-71. 56 Ducha, V., 1970, págs. 47-55; Ducha, V., 1971, págs. 57-117.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 243 mediante el empleo del método, sobre estmcturas arqueológicas de edad conoci- da. Los resultados se colocarán en una curva que describa la variación secular en esa región durante un largo período. El conocimiento de la dirección del campo magnético registrada en una arcilla cocida de edad desconocida en esa misma región permitirá su fecha de cocción por comparación con esa curva ·de la variación secular. Los ejemplares más apropiados para la datación magnética son arcillas eocidas que procedan de hornos y de centros que han permanecido in situ hasta nuestros días. A falta de un magnetómetro portátil que facilitaría el cálculo in situ de la dirección del campo geomagnético, han de llevarse las muestras a un laboratorio que posea un magnetómetro. Es esencial que en cada muestra figure su orientación original, para que ella sirva de referencia en cuanto a la dirección de su propio magnetismo remanente. En la práctica, la operación consiste en endurecer el objeto con escayola, teniendo cuidado de que la superficie de ese molde esté horizontal e indique el norte geográfico antes que la muestra sea arrancada. Así es posible determinar simultáneamente la antigua declinación (D) y el antiguo ángulo de inclinación (1) 57 • Con vistas a remediar las anomalías, conviene proveerse al menos de media docena de muestras extraídas con preferen- cia en diversos lugares de la estructma arqueológica, teniendo en euenta cierta simetría 58 . Se han obtenido resultados arqueomagnéticos relativos a la declinación y a la inclinación en Inglaterra, Francia, Japón, Islandia y Rusia. Según mis notidas, el método no se ha intentado aún en Africa. Se espera que lo será dentro de poco tiempo, ya que ha progresado mucho en el curso de los últimos años. Datación por termoluminiscencia La termoluminiscencia es la emisión de luz que se produce por el calentamien- to intenso de una determinada sustancia. Difiere totalmente de la incandescencia (obtenida al ponerse al rojo un cuerpo sólido) y resulta de una liberación de la energía acumulada en forma de neutrones aprisionados en la materia calentada. Origen Toda cerámica o porcelana contiene pequeñas proporciones de componentes radioactivos (algunas millonésimas de uranio y torio, y algunas centésimas de potasio). Además, el suelo próximo del lugar donde han sido descubiertas las cerámicas puede contener impurezas; han podido penetrarlo rayos cósmicos y emitir radiaciones que bombard~an las materias cristalinas, como el euarzo en la alfarería. La ionización que de ello resulta produce electrones que pueden ser hechos prisioneros de la estructura cristalina. Esa~ «trampas de electrones» son 57 Aiken, M. J., 1970, págs. 77-78. 58 Cook, R. M., 1963, págs. 59-71.244 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA metaestables y, cuando se calienta la muestra de cerámica, desaparecen liberando el exceso de energía en forma de fotones. La intensidad de luz, la termoluminiscen- cia, depende directamente de la edad del objeto de barro cocido. Depende también de la naturaleza particular de los generadores de termolumin:iscencia presentes en las vasijas de alfarería y en los alrededores inmediatos del lugar donde han sido descubiertas 59. La medida de. los elementos de uranio y potasio contenidos en el fragmento del objeto de barro cocido y en el suelo próximo permite calcular la intensidad de las radiaciones que ha recibido cada año. En principio, la edad se determina por medio de la ecuación siguiente 60 : intensidad de las radiaciones acumuladas Edad=-------------- intensidad de las radiaciones anuales Precisión del resultado y perspectivas En nuestros días, los resultados son exactos a ± 10 por 100 aproximadamente. Por tanto, son un poco inferiores a los que proporciona la datación al radiocarbo- no. Su causa es atribuible a numerosas incertidumbres referentes a las circunstan- cias en que el objeto estudiado ha sido enterrado, y al grado de humedad del suelo que le rodea, de los que depende la intensidad que determina los radioisótopos del fragmento de alfarería. Podemos esperar que las investigaciones ulteriores permi- tirán resolver esas dificultades, pero. diferentes razones de orden práctico hacen pensar que el mejoramiento de los resultados no sobrepasará apenas ± 5 por 100 61 . Sin embargo, a pesar de semejante falta de exactitud, está técnica tiende a la datación al radiocarbono, debido a que los objetos de barro cocido son más abundantes en los yacimientos arqueológicos que las materias orgánicas; por otra parte, el hecho que conviene datar es la cocción de la cerámica, en tanto que la datación al radiocarbono de una muestra de madera o carbón tiende a situar la tala de un árb.ol y no la feéha de su posterior utilización. Esa técnica encontrará muchas saÜdas en Egipto. Hasta ahora, las culturas neolíticas y predinásticas han sido mayormente datadas según el tipo de cerámica que las caracterizaba, conforme al Sequence Dating System; inventado por Flinders Petrie 62 • Gracias a la termoluminiscencia, en lo sucesivo será posible determinar la edad exacta de esas culturas. TECNICAS UTILIZADAS EN LA PROSPECCION ARQUEOLOGICA El fin esencial del empleo de técnicas científicas en la prospección del' suelo es la investigación de la información en yacimientos arqueológicos enterrados, para preparar o reemplazar las excavaciones. Se trata de economizar el máximo de s9 Aitken, M. J., 1970, págs. 77-78; Hall, E. T., 1970, págs. 135-141. 60 Aitken, M. J., 1970, págs. 77-88. 61 Aitken, M. J., 1970, págs. 77-88. 62 Petne, W. M. F., 1901.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 245 tiempo, de esfuerzos y de gastos. La investigación arqueológica por medio de métodos científicos recurre a las técnicas siguientes.: FOTOGRAFIA AEREA Se emplea sobre todo para: la identificación de una estructura determinada según un trazado geométrico. Tiene dos utilizaciones principales: permite una vista más nítida y, por lo tanto, más clara de los puntos donde las señales o esbozos en afloramiento parecen que se reúnen para formar un dibujo más evocador 63 . El estudio de las fotografías aéreas permite, pues, definir las zonas que conviene explorar con vistas a obtener una idea de conjunto de una estructura arqueológica:. Ese método ha servido en Luxor (Egipto) para el estudio de los templos de Karnak, al ser la superficie del yacimiento de unas 150 hectáreas. Otra utilización permite descubrir la existencia de vestigios arqueológicos recubiertos por tierras cultivadas, gracias a las marcas vegetales que, como auténticas señales, resulta.n de la variación de la humedad en los suelos. La vegetación encima de un muro de piedra enterrado se distingue débilmente por una línea más clara, mientras que encima de una zanja rellena, la vegetación es más rica y, por tanto, aparece más oscura. La configuración geométrica de esas señales permite identifi- car las ruinas enterradas y emprender su exploración 64. ANALISIS DEL SUELO Generalmente se pueden situar los vestigios de antiguas ciudades habitadas y de cementerios analizando el suelo. Como el fosfato de calcio es el principal constituyente del esqueleto y de los diferentes desechl:>s y detritus dejados por el hombre, su porcentaje será naturalmente más elevado en los terrenos antaño habitados o en los que en otros tiempos sirvieron de cementerios. También los límites de esos sectores arqueológicos serán fijados gracias al análisis de muestras del suelo sacadas a distancias regulares, a fin de deducir su porcentaje de fosfato. ANALISIS DEL POLEN La polinización de las plantas en flor se debe generalmente a la acción de los pájaros, de los insectos o del viento. Las flores, cuya polinización es efecto de la acción del viento, producen grandes cantidades de granos de polen, la mayor parte de los cuales cae al suelo sin haber sido aprovechada en el proceso de fecundadón. Por regla general, esos granos se descomponen, pero, si caen en suelo apropiado, lodo o turba!, pueden fosilizarse; entonces es fácil examinarlos al microscopio. La identificación y enumeración de los diversos tipos de polen 63 Linington, R. E., 1970, págs. 89-108. " 4 Aitken, M. J., 196.1.246 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA presentes en una muestra puede adquirir importancia en arqueología, como consecuencia de los medios de información que ofrecen, sobre el ambiente ec0lógico en que fueron situados, vestigiós humanos y objetos varios; y el conocimiento de ese ambiente puede, a su vez, indicar el modo de vida que predominaba en esa época. Sin embargo, el análisis del polen no puede servir de técnica de datación más que si las muestras del polen pueden estar relacionadas con una cronología fundada sobre un método de datación directa, como la del radiocarbono. Para detalles más amplios sobre esa técnica, ver Faegri e !versen 65 y Dimbleby 66. ESTUDIO DE LA RESISTENCIA ELECTRICA Es la primera técnica geofísica que ha sido adaptada a la arqueología. Consiste en enviar una tensión eléctrica al suelo y medir la resistencia a la corriente eléctrica. La resistencia depende de la naturaleza del suelo, de la cantidad de agua retenida en sus poros y en su porcentaje de sales solubles. Rocas duras y compactas, como el granito y la diorita, poseen una resistencia muy elevada con relación a la del suelo arcilloso. También el estudio de la resistencia se aplicará principalmente a la detección de estructuras de piedras enterradas bajo tierra fangosa o de estructuras excavadas en la roca y después rellenas 67 • El sistema normalmente adoptado en este método consiste en introducir cuatro sondas de metal en el suelo, hacer pasar la corriente entre las dos sondas exteriores y medir la resistencia entre las otras dos. El valor de la resistencia obtenida es una media aproximada para la materia situada debajo de las sondas interiores y a una profundidad de 1,5 veces la distancia entre ellas, en tanto que esa materia sea medianamente homogénea 68 . Normalmente, casi todas las aplicaciones del estudio de la resistencia consisten en trazar líneas de medida conservando el esquema de conexión y las mismas distancias con el fin de determinar los cambios en los valores de resistencia. Frecuentemente, esas líneas están combinadas para formar en su conjunto una cuadrícula rectangular de valores, y la localización de estructuras enterradas queda indicada por las partes que proporcionan valores anormales. Esa técnica ha sido parcialmente reemplazada por la prospección magnética, debido a los inconvenientes que presenta principalmente la lentitud del examen y el hecho de que los resultados están afectados por los efectos climáticos a largo plazo, a lo que hay que añadir que la interpretación de los resultados tiende a ser difícil, salvo en los casos más simples 69 . 65 Faegri, K., e lversen, J.; 1950. 66 Dimbleby, G. W., 1963, págs. 139-149. 67 Aitken, M. J., 1961. 68 Linington, R. E., 1970, págs. 89-108. 69 Linington, R. E., 1970, págs. 89-108,.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 247 EXAMEN MAGNETICO Actualmente_ es la técnica más generalizada en la prospección arqueológica. Consiste en medir la intensidad del campo magnético terrestre en unos puntos situados encima de la actual superficie del sitio que· se va a examinar. Las variaciones de esas medidas pueden revelar la presencia de estructuras arqueoló- gicas. Esta técnica permite detectar señales subterráneas de hierro, construcciones de tierra cocida -hornos, por ejemplo-, pozos rellenos y excavados en roca, o también estructuras de piedra enterradas en un suelo arcilloso. Los objetos de hierro enterrados provocan variaciones muy importantes; en los demás, las variaciones son mucho más pequeñas. La técmica del estudio magnético no puede ser, por consiguiente, de utilidad alguna si el instrumento de detección no es suficientemente sensible a las más mínimas variaciones; además, debe ser rápido y de fácil manejo 70• El Archaelogical Research Laboratory de la Universidad de Oxford ha logrado poner a punto un magnetómetro de protones que responde a todas esas exigencias 71 . Se compone de dos partes: la bombona de detección y el registrador. La bombona de detección se sostiene sobre un trípode de madera y un operador la desplaza de un punto a otro de la superficie en estudio. Otro operador controla el registrador y traza con las medidas un plano, cuya interpretación conducirá a mostrar la situación y las líneas importantes de los elementos arqueológicos contenidos en el suelo 72 . Otros tipos de magnetóme- tros han sido perfeccionados, principalmente el magnetómetro ·diferencial de protones, el «íluxgate gradiometer» 7 3, el magnetómetro de cesio, el magnetóme- tro de extracción de resonancia electrónica 74. Cada uno de ellos tiene sus ventajas; pero el aparato más útil en casi todos los casos es, sin embargo, el magnetómetro diferencial de protones. El método magnético tiene varias ventajas sobre la resistencia; es más sencillo, más rápido y sus resultados son más· fáciles de interpretar 7 5. SONDEO DE LAS PIRAMIDES EGIPCIAS POR MEDIO DE RAYOS COSMICOS Los rayos cósmicos consisten en una corriente de partículas cargadas eléctri- camente, llamadas «mesotrones mUJ> o «muones». Esos rayos alcanzan la tierra con igual intensidad desde todos los puntos de la atmósfera. Cada metro cuadrado está penetrado por unos 10.000 muones por segundo, cualquiera que sea su dirección. Los rayos cósmicos poseen Ufl' poder de penetración fortísimo y muy superior al de los rayos X; su velocidad es casi igual a la de la luz. El sondeo de las pirámides por medio de esos rayos se basa en el hecho de que 70 Aitken, M. J., 1963, págs. 555-568. " Aitken, M. J., 1961. 72 Aitken, M. J., 1961. 7 3 Hall, E. T., 1965, pág. 112. 74 Schollar, l., 1970, págs. 103-119. 73 Linington R. E., 1970, págs, 89-108.248 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA los muones pierden la ener.gía al atravesar la materia. La pérdida de energía (o absorción de muones) es proporcional a la densidad y espesor de la materia a través de la cual pasan los muones. La intensidad o cantidad de rayos cósmicos que penetra puede ser evaluada por medio de un aparato conocido con el nombre de «cámara de chispas», que se instala en una cámara subterránea en el interior de la pirámide. Los muones que han atravesado un vacío (o una cámara o un pasillo desconocido) tardarán un grado menos que los que han pasado a través de la roca sólida; los rayos cósmicos que han franqueado un vacío serán, pues, más intensos, y la cámara de chispas lo dará a conocer. Con ayuda de dos cámaras de. chispas orientadas horizontalmente y distantes una de otra unos 30 cm. en sentido vertical, es posible no sólo detectar cualquier cámara secreta, sino también localizarla a algunos metros más lejos. Entonces se orientarán las investigaciones o excavaciones en esa dirección para alcanzar el vacío o la cámara anunciada por los rayos. Esta clase de sondeos se han iniciado en la Segunda Pirámide, la del rey Sefrén, de la IV dinastía (-2600 años). Las informaciones .han sido analizadas por un ordenador y los resultados publicados el 30 de abril de 1969. Revelan dos hechos importantes: la cámara mortuoria del ·rey no se sitúa exactamente en el centro de la base de la pirámide; está desplazada algunos metros hacia el norte. Ese descubrimiento está de acuerdo con los resultados obtenidos gradas al estudio magnético y constituye, por consiguiente, la prueba de la validez de esa técnica de sondeo de pirámides. Además, el tercio superior de esa pirámide no encierra ni cámaras ni pasillos desconocidos. Se ha repetido la experiencia utilizando otro aparato concebido para explorar la pirámide entera. El análisis de los resultados indica que esa pirámide no contiene ningún espacio vacío desconocido, hecho que ha confirmado las previsio- nes arqueológicas. TECNICAS DE CONSER V AClON La finalidad de este estudio no es describir los métodos técnicos empleados para la conservación de los objetos compuestos de elementos diversos tales como cerámica, loza, vidrio, madera, cuerc;,, papiro, tejidos, metales, etc;. Su variedad es tal que desbordaría el espacio concedido a este capítulo. Varios libros técnicos 76 y revistas periódicas --entre otros, Studies in Conservation, órgano del International Institute for Conservation of Historie and Artistic Works, de Londres- han tratado el tema. En Africa, no obstante, los problemas de conservación más serios se han referido a la gran fragilidad de los objetos y del deterioro considerable de los monumentos de piedra. 76 Organ, R. M., 1968; Plenderleith, H. J., 1962; Payddoke, E., 1963; Savage, G., 1967.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SOS TECNICAS 249 EXTREMA FRAGILIDAD DE LAS DIFERENTES MATERIAS Como consecuencia del calor y la sequía, extremados en numerosos países africanos, los objetos fabr.icados con ayuda de materias orgánicas (pergaminos, papiros, cuero, madera, marfil, etc.) se han vuelto extraordinariamente frágiles. Es conveniente manipularlos con el mayor cuidado a fin de que no corran el peligro de pulverizarse. Hay que comenzar por conservarlos en un local cerrado y húmedo, envueltos en tejidos húmedos, o tratados al vapor en un recipiente apropiado, de tal modo que puedan encontrar toda su maleabilidad o parte de ella. Entonces se pueden desenrollar o desplegar sin temor a que se rompan. Cuando han encontrado su maleabilidad, convendría conservar o exponer tales objetos en rnuseos equipados con aire acondicionado o en cámaras frigorífi- cas a una temperatura de 17 ± 2 ºC y una humedad relativa de 60 a 65 por 100, para que no se hagan quebradizos al contaéto de condiciones climáticas más áridas. NOTABLE DETERIORO DE LOS MONUMENTOS DE PIEDRA Este serio problema merece considerarse más detenidamente: Principales causas de deterioro Los principales factores de la degradación de los monumentos de piedra en Africa son: - La migración de las sales: En presencia de agua o de humedad, las sales solubles se trasladan, bajo la acción de un fenómeno de capilaridad, del suelo salitre hacia la piedra de los monumentos. En clima árido, esas sales pasan del interior de la piedra a la superficie exterior en forma de soluciones acuosas y pueden cristalizarse, bien en la superficie misma provocando su desintegración, bien bajo la superficie haciéndola reventar. Esas acciones son más intensas en la base de los muros· o de las columnas y en la zona donde la piedra entra en contacto con el suelo salitroso, como se puede observar en ciertas columnas del templo de Buhen, en Sudán. - La intemperie: En Africa, la piedra está cruelmente afectada por las variaciones excesivas de temperatura y humedad. Y conducen a la rotura de los elementos superficiales de la mayor parte de las piedras. En numerosos lugares, particularmente en las regiones costeras, los dos factores de degradación actúan complementariamente y provocan un deterioro importante de los monumentos, como fácilmente se puede observar en Libia, en los templos romanos de Leptis Magna y Sabrata. Tratamiento de las supe,jicies. Su ineficacia Se han realizado numerosos ensayos para consolidar superficies de piedra tratándolas· con productos orgánicos de conservación o con silicatos inorgánicos. Esos tratamientos se han revelado no sólo inoperantes, sino también nocivos, ya250 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA que aceleraban el deterioro y las fracturas de la piedra. El fracaso de esos ensayos ha sido subrayado en el Simposio Internacional sobre Conservación de Monu- mentos de Piedra. Se ha reconocido que el problema de reforzamiento de la piedra no estaba ni mucho menos resuelto, y que era conveniente ocuparse de el con _ diligencia. Esfuerzos internacionales para resolver el problema Las dificultades inherentes al problema y su gravedad han urgido en 1967 al ICOM, al ICOMOS y al Centro Internacional para la Conservación a formar un comité de diez especialistas en conservación de la piedra para estudiar este tema. Se han emprendido ·varios estudios y ya se han presentado diversos fnformes. Las actividades del Comité han proseguido hasta últimos del año 1975, a fin de proponer una serie de tests estándar que permitan evaluar el grado de deterioro de la piedra y la eficacia posible de los tratamientos de protección. U na nueva esperanza El profesor Lewin ha dado a conocer un nuevo procedimiento destinado a consolidar las superficies de mármol y de cal 77 • Se refiere al tratamiento de las partes estropeadas por medio de una solución muy concentrada de hidróxido de bario (aproximadamente el 20 por 100), que contiene determinada cantidad de urea (aproximadamente un 10 por LOO) y de gli¡.;erina (aproximadamente un 15 por 100). Químicamente hablando, el método se basa en el reemplazamiento, en la piedra deteriorada, de los iones de calcio por iones de bario. Después del tratamiento, la piedra presenta un endurecimiento manifiesto y ofrece más resistencia a la acción de los factores de degradación. El carbonato de bar:io nuevamente formado toma cuerpo con la piedra sin constituir un revestimiento superficial de propiedades distintas de las del interior; ese método permite también esperar que las superficies tratadas no se pulverizarán y protegerán las capas subyacentes contra los ataques de la intemperie. Ese tratamiento ha sido utilizado en julio de 1973 para reforzar el contorno - en vía de disgregación- del cuello de la estatua de roca calcárea de la Esfinge de Gizeh. Hasta ahora, el resultado se ha mostrado satisfactorio, pero hay que vigilar aún el citado cuello durante unos diez años antes de poder consagrar definitiva-· mente dicha técnica de protección y conservaci'ón de las piedras y rocas calcáreas. Paliativos . Cualquiera que sea la confianza que concedamos a la técnica de Lewin, el problema de la conservación por tratamientos químicos de los m_onumentos de piedra no está aún resuelto. Se recomienda, sin embargo, algunas medidas de 17 Lewin, S. Z., 1968, págs. 4J 0 50.LA ARQUEOLOGIA AFRICANA Y SUS TECNICAS 251 orden mecánico para asegurar su protección contra los factores de degradación. Entre otras citamos las siguientes: - Ningún producto de protección susceptible de tapar los poros de la piedra debe ser empleado para tratar las superficies de los monumentos al aire libre expuestos directamente a los rayos solares. La capa exterior de la superficie correría el riesgo de desconcharse, - Conviene proceder regularmente al desalado del suelo sobre el que están construidos los monumentos. El agua utilizada será evacuada por un adecuado sistema de drenaje. - Tanto como sea posible, los monumentos de piedra deberán estar aislados de los suelos salitrosos a fin de detener la migración de las sales solubles del suelo hacia la piedra. Se puede efectuar ese aislamiento deslizando una lámina de plomo o vaciando una espesa capa de asfalto bajo la estatua, el muro, la columna, etc., que se trate de proteger. - Cuando el monumento contenga sales solubles que puedan provocar la eflorescencia o la criptoílorescencia, conviene eliminar esas sales mediante lavados con agua y revocar las partes afectadas con arcilla arenosa hasta que la piedra quede casi completamente libre de sales. - Cuando el monumento es de tamaño moderado, es posible transportarlo a un museo o a un local cerrado para proteger sus paredes de los efectos deletéreos de la.acción climática. Otra solución consiste en conservarlo en su emplazamiento original y cubrirlo con otra construcción. - Cuando no está cubieFto, hay que hacerle una cubierta con el fin de proteger las pinturas murales o los bajorrelieves interiores de la acción directa de la luz ¡;olar o de la lluvia; con eso se atenuarán hasta cierto punto los desgastes causados por las grandes variaciones de temperatura y humedad. Recomendaciones referentes a las restauraciones Puesto que un tratamiento inoportuno de los objetos o monumentos es susceptible de acarrear numerosos daños, e incluso el deterioro completo de algunos de esos vestigios arqueológicos, quizá convenga recordar algunas reglas importantes recomendadas en conferencias internacionales: a) La pátina de los monumentos antiguos no debe, en modo alguno, dismi- nuirse o quitarse con miras a descubrir el color inicial de la piedra. La limpieza de las fachadas ha de limitarse a quitar el polvo, de tal suerte que la pátina quede intacta, pues ése es el carácter arqueológico más importante del monumento. b) Cuando se restauren los monumentos antiguos, sólo las partes que se rompan deben ser.reconstruidas en sus emplazamientos de origen. Hay que evitar los reemplazamientos y añadidos, a menos que sean necesarios para sostener las partes dañadas o para proteger las superficies antiguas de la intemperie. e) En todos los casos de reconstrucción debe intercalarse mortero entre las piedras, de modo que su peso sea igualmente repartido y no resulten de ello deformación ni fisuras. d) El mortero utilizado para la renovación de los muros debe ser, por regla252 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA general, idéntico al mortero de origen, a menos que éste sea de yeso. El empleo de cemento no es ree0mendable en el caso de construcciones de rocas sedimentarias tales como la calcárea o arenisca. e) El mejor mortero para toda clase de construcciones es el de cal, sin sal; es fácilmente maleable y poroso y, por consiguiente, no impide el ligero desplaza- miento de las piedras debido a los cambios de temperatura. Con él no hay que temer tensiones ni fisuras. f) En cuanto a los métodos que permiten distinguir las superficies de las piedras añadidas, éstas son las que merecen ser tenidas en cuenta: - el nuevo paramento puede ser colocado ligeramente desplazado con relación a la obra inicial; - no está prohibido utilizar materiales diferentes, pero hay que respetar las dimensiones de los bloques de origen; - se puede utilizar igualmente el mismo tipo de material, pero entonces la forma y dimensiones de los bloques pueden diferir de las de los elementos originales; - las filas de piedras y todas las juntas pueden ser alineadas sobre las de la obra original, pero los nuevos blóques deberán ser labrados en un aglomerado de piedra de tamaño irregular; - podrán grabarse en todas las nuevas piedras marcas de identificación que contengan la fecha de la restauración; - la superficie de las piedras nuevas podrá diferir completamente de la de las antiguas. Basta tratarla con una herramienta de punta o tallarla en profundidad con un rascador para darle cierto diseño geométrico, realizado preferentemente con líneas paralelas o secantes.Capítulo 1 O PARTE I HISTORIA Y LINGÜISTICA P. DIAGNE Aada koy demnga¡ woni ( Fu/fu/dé) Lammii ay dekkal demb ( Woloj) La palabra es la que da forma al pasado. El negro africano une la historia con la lengua. Esa es una visión común al ban- tú, al yoruba y al mandinga. Pero no resideahí la originalidad. En efecto, el árabe o el griego anteriores a Tucídides se pusieron de acuerdo para afirmar, con los fulbé, que «el relato es el lugar donde se reencuentra el pasado»: «Hanki koy daarol awratee». Lo que prestigia al vínculo entre historia y lenguaje en la tradición negroafri- cana radica en la concepción que ésta ha conservado generalmente de esos dos fenómenos. La tradición africana identifica de buen grado lenguaje y pensamiento. Y considera la historia, no como una ciencia, sino como saber, como arte de vivir. La Historia apunta al conocimiento del pasado. La lingüística es ciencia del lenguaje y de la palabra. El relato y la obra histórica son contenidos y formas de pensamiento. La lengua es, por lo que a ella se refiere, el lugar de ese pensamiento. Y también su soporte. Lingüística e historia tienen evidentemente cada una su campo, su objeto propio y sus métodos, Pero no por eso dejan de interferirse, al menos, desde un doble punto de vista. En primer lugar; la lengua como sistema e instrumento de comunicación es un fenómeno histórico. Y tiene su propia historia. Luego, como soporte para el pensamiento y, por·consiguiente, para el pasado y su conocimiento, la lengua es el lugar y la fuente privilegiada del documento histórico. Así, en la amplia acepción que se le da aquí, la lingüística abarca un campo de investigaciones que propor- ciona a la historia, por lo menos, dos tipos de datos: de una parte, una información propiamente lingüística y, de otra, un documento que se podría llamar supralingüístico. Y gracias a la realidad de los pensamientos, permite elementos conceptuales en uso para una lengua y los textos orales y escritos, a fin de leer la historia de los homb'res y de sus civilizaciones. Así planteada la problemática, se percibe mejor el terreno común al. historia- dor y al lingüista que trabajan sobre Africa.254 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA CIENCIAS LINGÜISTICAS E HISTORIA Todas las. ciencias cuyo objeto lo constituyen la lengua y el pensamiento pueden contribuir a la investigación histórica. Sin embargo, cierto número de ellas se relacionan más directamente con la historia. Aquí hay una tradición bien establecida, aunque sea discutible y se preste a reflexión. Así, se reduce de entrada y por costumbre el estudio del parentesco de las lenguas al punto de unión de la lingüística y de la historia, más fácilmente que al análisis de la evolución del material proporcionado por los textos escritos u orales y los vocablos de un idioma. Ahora bien, ambas investigaciones actúan sobre hechos de lengua o de pensamiento y, por tanto, de historia. La historiografía europea ha sugerido una separación entre ciencia histórica propiamente dicha e historia literaria o de las ideas. La distinción no es justificable más que en ciertos contextos. Los bakongo de civilización bantú, los ibo de Benin o los susu de cultura sudanesa han dejado pocos textos o ninguno, que respondan a las normas de una ciencia histórica moderna. En cambio, han producido como fuentes de informa- ción, una abundante literatura oral, con géneros más o menos claramente distinguidos, y obras a las que hoy se puede intentar clasificar bajo la categoría de cuentos, novelas cortas; relatos, crónicas de epopeyas históricas, leyendas, mitos, obras filosóficas o cosmogónicas, ensayos técnicos, religiosos o sagrados. En ellos se mezclan indistintamente lo real con la ficción, el acontecimiento que se puede fechar y com.parar con el mito puramente imaginario. La reconstrucción de la hist.oria de los bekongo, la de los ibo o de los susu pasa por el análisis crítico de esas literaturas y tradiciones orales. Y no puede despreciar la reconstrucción de sus narraciones, de sus técnicas y conocimientos, el descifre de los lenguajes, de los conceptos y del vocabulario que éstos han utilizado y que continúan revelando su historia respectiva. · Las ciencias y métodos a los que se hace aquí referencia, como susceptibles de iluminar y ayudar al historiador africano, no constituyen, pues, una recensión exhaustiva. Eso no es quizás un inconveniente en el plano de la claridad. El especialista del lenguaje, al fijarse unos límites razonables, se proporciona mejor los medios de profundizar unos sectores precisos. Deja así a: otros investigadores, historiadores de las ideas o especialistas de las ciencias, de la economía o de la literatura, el cuidado de abarcar esos sectores, teniendo en c.uenta la dimensión lingüística de sus investigaciones. CIENCIA CLASIFICATORIA E HISTORIA DE LOS PUEBLOS AFRICANOS Clasificar las lenguas es revelar ya el parentesco y la historia de los pueblos que las hablan. Se distinguen varios tipos de clasificaciones: La clasificación genética Establece el parentesco y el vínculo de filiación en el interior de una familia lingüística.HISTORIA Y LJNGÜlSTICA 255 Y, por consiguiente, ayuda a restablecer en parte, al menos, la unidad histórica de pueblos y culturas que utilizan lenguas del mismo origen. La clasificación tipológica Reagrupa lenguas que tienen semejanzas o afinidades evidentes en el plano de sus estructuras y sus sistemas. Lenguas de origen idéntico o totalmente diferente pueden utilizar los mismos modos de formación léxica, nominal, verbal o prenominal, estando genética, histórica o geográficamente muy alejadas. La tendencia a utilizar la misma forma nominal y verbal se encuentra en wolof y en inglés: liggeey, trabajar; liggeey bi, el trabajo. to work, trabajar; the work, el trabajo. Esos dos idiomas están, no obstante, genética y geográficamente muy alejados, a pesar de esas afinidades tipológicas citadas. Ocurre, por otro lado, que unas lenguas pueden ser de la misma familia y de tipos diferentes. Se establece su parentesco sobre la base de un vocabulario común y que prueba entonces que han evolucionado sobre bases estructurales divergentes. A veces, por el hecho de los préstamos y de los abandonos de vocabulario, la diferencia puede aparecer incluso en el plano del léxico. Las clasificaciones elaboradas a propósito de las lenguas africanas no reúnen, por ejemplo, ciertos elementos de la familia llamada chadiana, ni los de la familia llamada senegaloguineana. Ahora bien, lós sistemas fonológicos, la morfología y la estructura sintáctica obligan a· reflexionar sobre el reagrupamiento tipológico, al menos, del mayor número de ellas. La clasificación geográfica Expresa, sobre todo, una tendencia instintiva a comparar y reagrupar lenguas coexistentes. Es frecuentemente el resultado de una información insuficiente. Las clasificaciones propuestas para Africa son a menudo geográficas en sectores esenciales. Y descuidan así el fenómeno de migración e imbricación de los pueblos. Kóelle, M. Delafosse, D. Werstermann, J. Greenberg hacen referencia principalmente a denominaciones y reagrupamientos topológicos y geográficos. Y los clasifican en «West Atlantic», «Nigerocongoleño», «Senegaloguineano», «Ni- gerochadiano», etc. Una clasificación rigurosa de las lenguas africanas implica el recurso a procedimientos que demuestran que las formas, el vocabulario y las estructuras lingüísticas propuestas como elementos de comparación no sólo son representati- vas, sino propias del patrimonio original de las lenguas tomadas o puestas en paralelo. La semejanza no debe,. pues, ser el resultado de préstamos ni de contactos antiguos o recientes. El árabe y las lenguas semitas, Jo mismo que el francés, el portugués, el256 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA afrikander o el inglés, debido a la historia, como se sabe, han depositado, desde hace varios siglos e incluso milenios, un vocabulario considerable en numerosas lenguas africanas. Algunas variantes del kiswahili, que es una lengua bantú, encierran más del 60 por 100 de préstamos del léxico árabe. De eso a deducir -por pasión religiosa o por ausencia de precaución científica~ la pertenencia del kiswahili al grupo semitoárabe, no hay más que un paso. Y a veces se ha dado ese paso. Las formas comunes en el arranque de las lenguas pueden haber experimenta- do transformaciones de orden fonético, morfológico o estructural en el tiempo. Esa evolución, que sigue unas leyes, es un fenómeno conocido y analizable. El Sentido de las formas y el de las palabras del vocabulario de comparación pueden haber variado erÍ los límites de un campo semántico más o menos comprensible. Por ejemplo, el wolof conoce en su forma moderna una desaparición de la vocal final después de una geminada «Bopp» o «fatt» en lugar de «Boppa» o «fatta», como dicen también Gambiens y Lebu. La forma (neds) del egipcio antiguo se ha convertido en fulfuldé moderno en <<neddo», y en wolof, en «nit». El bantú dice «mutumuntu», el hawsa «mutu», el mandinga «rnixi» o «moxo», el fon «gbeto», el mina «agbeto», etc. El egipcio «kemit» ha significado quemado, negro. Y actualmente tiene sentido de cenizas, quemaduras, etc. LA RECONSTRUCCION DE UNA LENGUA La reconstrucción histórica de una lengua Como técnica de redescubrimiento de vocabulario y del patrimonio estructu- ral comun, la reconstrucción histórica de una lengua tiene en cuenta esos hechos de los cambios. Como procedimiento, la reconstrucción permite trazar de nuevo la historia de una lengua o de una familia lingüística. Y ayuda a establecer el protolenguáje de origen y a datar los períodos de separación de las diversas ramas. En ese sentido constituye un auxiliar de primera calidad para la ciencia clasificatoria propiamente dicha. Se han puesto en práctica muchos criterios y técnicas para reconstruir una lengua y reinventar sus datos originales. Las correspondencias de sonidos juegan un papel primordial en la ~econstruc- ción de un protolenguaje o el establecimiento de un parentesco. Cuando se sabe, por ejemplo, que las p en una variante se convierten en I o las u en a en otra, se puede, al deducir que Fa = Pa, Lu = Lo, reconstruir el fonetismo y las formas de origen. La reconstrucción fonológica Es un paso en la reconstrucción del fondo léxico y del vocabulario original. Los fonemas no son los únicos datos que cambian .. La mo1fología y las estructuras evolucionan igualmente. La función del sujeto en latín está señalada por un monema llamado nominativo. En las lenguas de origen o de influencia latina esa función está precisada, sobre todo, por la sintaxis de posición.HISTORIA Y LINGÜISTICA 257 , Horno vidit = vidit horno = el hombre vio. En el establecimiento de las protolenguas (protobantú, protochadiana, etc.) siempre se hace refe1,encia al vocabulario y al fondo léxico común. Así se pueden establecer unos «porcentajes» de palabras comunes elaborando cuadros de «descuento léxico» O· «lexical count». La clasificación de J. Greenberg 1 recurre muy frecuentemente.~a esa técnica. D. Sapir, en su trabajo sobre el grupo West Atlantic, utiliza ese procedimiento 2• Indica que el seerer y el pulaar, puestos en el mismo grupó, tienen en común el 37 poJ 100 de palabras; el baga Roba y el temne, el 79 por 100; el temne y el seerer no tienen más que el 5 por 100; el basari y el safeen, el 5 por 100. Ahora bien, esos idiomas están reagrupados en la misma familia. La comuni- dad de vocabulario que puede ser prestado en abundancia no basta para negar o afirmar un vínculo histórico. Se ha recurrido a la _semejanza de «rasgos tipológicos» o a identidades de estructuras (comparación de sistema pronominal, verbal o nominal, etc.). El elemento tipológico asociado a los datos del análisis del léxico o de la fonología permite !lega:r a resultados tanto más convincentes cuanto que se tiene . en c:.:uenta la historia y las influencias. La reconstrucción intenta también fechar la época en que esa ~r.:::ncia c.omún fue repartida en el interior de un protolenguaje, puesto después en práctica por unas lenguas emparentadas y entonces en vías de diferenciación. Y se afana por identificar la naturaleza de la lengua antigua a partir de la cual han brotado esos diferentes dialectos vinculados a un mismo protolenguaje. La reconstrucción y la dat_ación Ambas permiten fijar la edad de los materiales léxicos y estructurales recogi- dos en el estudio de las lenguas para poder, por comparación, precisar con más o menos certeza él nivel en que se sitúa el parentesco lingüístico. Por consiguiente, ambas dan también unos puntos de referencia precisos a la historia de la separación de .los pueblos que han pertenecido al mismo universo cultural y lingüístico. Y Arrojan una luz sorprendente sobre la historia de las etnias y de civilizaciones multinacionales y multiétnicas. En el contexto de una investigación que versa sobre una época reciente y a propósito de lenguas escritas, el esfuerzo es relativamente más. fácil. Por el contrario, la escasez de los documentos posteriores al IV milenio antes de la era cristiana en general hace ardua la tarea. Se trata, sin embargo, de dilucidar en este estadio la historia de períodos decisivos de mutación lingüística. Los procesos de cambio del vocabulario o de las estructuras consideradas en ese plano, como se verá, son muy lentas y difíciles de aprehender. Para paliar esa carencia en la información se ha recurrido a procedimientos más o menos efü:ientes. 1 J. Greenb~rg, 1963. 2 D. Sapir,- 1973.258 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA La glotocronología Es una de las técnicas más recientes en la materia, puesta ya en práctica en tierras de Africa. El principio de ese método se basa en la datación de la evolución léxica de una lengua por referencia al ritmo de cambio de su vocabula- rio.: vocabulario cultural (conceptos filosóficos, técnicos, ele.) y vocabulario de base (nombres de los miembros del cuerpo, numeración de uno a cinco, vocablos que designan los fenómenos naturales, etc.). La glotocronología trata, pues, de informar sobre la edad, las etapas y el estado de la evolución de los términos y formas del léxico. La evolución del vocabulario fundamental o de base es relativamente lento en las sociedades i;tntiguas, aparte de las mutaciones tremen- das debidas a acontecimientos decisivos. En el Africa negra en particular, y gracias a los trabajos de Delafosse, nos hemos podido formar una idea de ese ritmo de evolución, al hacer referencia a la recensión de palabras fijas por escrito desde el siglo XI. Se trata del vocabulario de las lenguas sudanesas recogido en los textos árabes. Ahora bien, esos términos han permanecido casi sin carpbio·después de un milenio de historia. Pero los poseedores de ese método van- más lejos aún: la evolución del vocabulario básico no sólo es lento, sino constan.te en todas las lenguas. Esa es la opinión de M. Swadesh quien ha tratado de ·aplicar esa teoría a lenguas africanas. En algunos casos concretos, los textos experimentados parecen convincentes. La glotocronología postula un ritmo de transformación de los elementos del vocabulario de base, mensurable en porcentaje. El tanto por ciento de retención del vocabulario estaría comprendido entre 81 ± 2 y 85 ± 0,4 por 100 para una duración determinada de 1000 años. Sobre esa base ha proporcionado algunas conclusiones recogidas en la célebre fórmula: + = log c 1,4 log r en donde + representa la duración; c, el porcentaje de términos ,comunes en las lenguas comparadas; y r, el tanto por ciento de retención. ·· Según los resultados obtenidos, ¿se puede considerar la glotocronología como una medida temporal válida, una especie de reloj histórico? Las 1,onclusiones en ' este aspecto son esperanzadoras por una sencilla razón: en Un contexto de imbricación lingüística y de interferencia de léxicos, cuyo alcance es poco conocido, y aparte de documentos concretos, escritos o no; no es fácil, en el estado actual de las investigaciones, disponer los hechos en serie ni distinguir, por ejemplo, entre el cambio normal y la mutación debida a los préstamos, ni siquiera para el léxico básico. La posibilidad de una ciencia clasificatoria que ponga en práctica todas esas técnicas proporcionaría, no obstante, la clave de la relación étnica y lingüística.HISTORIA Y LINGÜISTICA CLASIFICACIONES LINGÜISTICAS Y PARENTESCOS ETNOCULTURALES 259 A pesar de trabajos importantes, el. problema del parentesco lingüístico y étnico está lejos de quedar resuelto en Africa. En muchos sectores, la intuición de ese vínculo predom~ha aún sobre la prueba científicamente establecida. La idea y noción de una comunidad bantú que reagrupa a la gran mayoría de las poblaciones del Africa central y austral nacieron en el siglo XIX con los trabajos de W. Bleek. Este establecía, en una célebre obra publicada en 1862, el parentesco de las lenguas y de las variantes dialectales habladas en una zona muy vasta, habitada por numerosas etnias practicantes de dialectos que implican una intercomprensión más o menos amplia. El parentesco de lengua y cultura. puede evidentemente ser sorprendente de buenas a primeras para etnias que viven juntas. Los puebl_os llamados bantúes están en esa situación. En algunos casos, la distancia en el.espacio y el tiempo plantea problemas. Los fulbé nos ofrecen µna buena demostración de ello: Desde la cuenca del Senegal hasta la del Nilo constituyen comunidades frecuentemente aisladas en el seno de etnias vecinas y a ,veces muy diferentes. Los duala del damerún hablan una lengua bantú. El duala puede consider:arse en la práctica una variante de ese grupo, de la misma naturaleza que el lingala, y con el mismo título que los dialectos de Mbandaka o de Kinshasa, y a pesar de su alejamiento y aislamiento relativos en relación con las comunidades que hablan esos dos idiomas. El egipcio faraónico, hablado hace cinco mil años, ofrece semejanzas sorpren- dentes con el hawsa, el wolof o el songhai 3• También se dan los hechos de imbricación. Importantes lenguas de unifica- ción continúan sirviendo, por razones diversas (políticas, económicas, culturales, etc.), de soporte para la integración de etnias diferentes. Y debido a la presión social y al peso histórico obstruyen a los dialectos y culturas, de los cuales, con frecuencia, no quedan más que vestigios. El lingala, el'hawsa, el kiswahili, el yoruba, el twi, el ibo, el bambara, el fulfuldé, el árabe o el wolof son hablados por millones, y hasta decenas de millones, de individuos con orígenes diferentes. Como lenguas de relación y comunicación, han desbordado ampliamente su marco étnico y geográfico de origen, para convertirse en lengt1as de civilización comunes a pueblos frecuenteinente muy diferentes en su inicio. Los peul y los seereer constituyen en Senegal la inmensa mayoría de los individuos wolofizados. La lengua wolof es, inicialmente, la de una etnia lebu, cuyos vestigios se encuentran en los confines senegalomauritanos. Ahora bien, los lebu solamente forman en nuestrns días una minoría confinada en la península de Cabo Verde. La cultura y lengua wolof se oscurecen, sin embargo, .ante nuestros ojos en favor de la urbanización de Senegal· y de las numerosas lenguas y dialectos: seereer, lebu, fulfuldé, diula, noon, etc. Esos idiomas, pertenecientes a 3 Sobre esta cuestión son de ut.ilidad los trabajos de.la señorita Homburger·y los capítulos de los profesores Greenberg y Obenga y las informaciones del coloquio de El Cairo (volumen U).260 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA pueblos diversos, representaron, sin embargo, hace apenas algunos siglos, un papel importante en la historia de la región. Esa evolución e.s general. El kiswahili, hablado por decenas de millones de bantúfonos, nació de una variante zanzibarita practicada en su origen·en algunas aldeas. Se extendió con gran facilidad sobre un área lingüística bantú relativamen- te homogénea para constituir hoy, con el lingala, la principal :lengua de relación de Africa central y austral. En Zaire, República Popular del Congo, Centroáfrica, Uganda, Tanzania, Kenia, Zambia, Malawi, Sudáfrica, Sudán, Etiopía, etc., de cincuenta a sesenta millones de individuos hablan una de esas dos lenguas o una variante próxima a ellas. El pensamiento africano tradicional ha sido a menudo muy consciente, no sólo de esa imbricación, sino también del papel explicativo que el fenómeno lingüístico puede desempeñar en la explicación de la historia. En las tradiciones africanas hay numerosas anécdotas sobre el parentesco entre las lenguas o sobre el origen más o menos mítico de su diferenciación. Con frecuencia se trata de observaciones certeras. Este es el caso·~ propósito de las relaciones que tienen los peul y los seereer, al afirmar casi intuitivamente su parentesco étnico y lingüístico. Los mandinga, bantúes, akan y peul, que se presentan como individuos de la misma lengua, tienen a veces, como grupos o subgrupos, la intuición de formar una gran familia común. La mayoría de las veces, el parentesco confirmado sólo nace, sin embargo, de la necesidad de integrar o de coexistir con la historia de una comunidad que «debe» aparecer de una manera o 'de otra en el universo de una etnia determinada. Para la coherencia de una saga tradicional, es indispensable que los grupos que pueblan hoy el hábitat común tengan unos vínculos reales o míticos. La cultura tradicional de las sociedades africanas en materia lingüística no proporciona, sin embargo, indicaciones concretas que permitan evocar la existen- cia de una ciencia antigua o de una reflexión sistemática sobre esos parentescos. Y eso contrariamente a lo que se observa en otras materias, como, por ejemplo, acerca de la ciencia etimológica del propio análisis de la lengua, o .también acerca de los fenómenos del léxico. El Maestro de la palabra y de la elocuencia peul, bantú o wolof está con frecuencia muy conscientemente interesado y enterado del origen de las palabras. El historiador del Cayor se complacerá, por ejemplo, en señalar las palabras prestadas o en descomponer tal vocablo ~ara revelar su origen: Barjal -refiere el tradicionalista del Cayor- viene de Baar y jall. Así explicará a la vez la contracción formal sufrida por los componentes del término, lo mismo que el contexto y el sentido de esa paíabra. En el artículo de A. Tall 4 se encuentran algunos ejemplos de ese trabajo de los etimologistas tradicionales en Mossi y entre los gurmantché. La ciencia clasificatoria en materia de lingüística aparece sobre todo con S. Koelle, W. Bleek y con la investigación europea. Esta la inventa en el siglo XIX con los trabajos de los comparatistas indoeuropeos; de los que fueron discípulos los investigadores en materia de lingüística africana. 4 Cf. Tradiiion ora/e, Centro Regional de documentación para la tradition oral de Níamey, 1972.HISTORIA Y LINGUISTICA 261 W. H. Bleek 5, entre los primeros, se dedicó a establecer el parentesco de las lenguas bantúes. En ese ter,renó precede a autores como Meinhof o H. Johnston. También es conocida la contribución de Delafosse 6 para con las lenguas oesteafricanas. Lo miJ,mo se puede decir de C. L. Lepsius 7, A. N. Tucker 8 y G. W. Murray 9 para con las nilóticas, y de Basset respecto al berebere. Ha apottado también mucho el estudio del egipcio antiguo,. tan esencial para la investigación negroafricana, y la de las lenguas semíticas o indoeuropeas de Africa del Norte, y hasta de las lenguas púnicas y grecolatinas. Como subraya J. H. Greemberg 10, autor de la clasificación de las lenguas africanas, la más reciente y discutida de nuestros días, los trabajos modernos que interesan al conjunto del continente y que más han llamado la atención son los de Drexel 1 1 y Meinhof 12• Pero no son ni los primeros ni los únicos. Koelle u, desde 1854, y Migeod 14, en 1911, proponen métodos y modos de clasificaciones. Baumen y Werstermann 15 proporcionan en 1940 un sistema interesante sobre el mismo tema. Esos trabajos.siguen siendo, no obstante, discutibles y discutidos por muchas razones. La primera e} que la lingüística africana no ha escapado a la ideología etnocentrista. En/ ese plano, las críticas recientes de J. H. Greenberg mismo se unen perfectamente con las que Cheikh Anta Diop expresaba hace veinte años en Nations negres et Cultures, y con las que Th. Obenga proseguía, al desarrollar los datos pertinentes de la obra citada, en su exposición en el Festival de Lagos (1977). La segunda razón es de orden puramente científico, siendo igualmente compartida por la casi unanimidad de los lingüistas. Considera que los intentos de clasificación son prematuros. No se han tomado las precauciones metodológi- cas indispensables .. No se ha reunido el material debidamente analizado y preparado con vistas a una comparación genética o incluso tipológica de las lenguas africanas. INSUFICIEN~A DE LOS TRABAJOS El mero ce~so o enumeración de las lenguas africanas tropieza con obstáculos. Su recensión 'ilº ha alcanzado aún resultados muy concretos. Se anticipa aproxi- madamente la- existencia en el continente de 1.300 a 1.500 idiomas clasificados como lenguas. 5 W. H. J. Bleek, 1862-1869. 6 M. Delafosse, en A. Meillet y Cohen, 1924; L. Hcimburger, 1941. Citemos también entre los autores que han propuesto clasificaciones a A. Werner, 1925 y 1930. 7 C. L. Lepsius, 1888. 8 A. N. Tucker, 1940. 9 G. W. Murray, vol. 44. 10 J. Greenberg, 1957. Sobre todo el análisis crítico hecho en «Nilotic hamiticcSemito hamitic» en Africa, 1958 y también The languages of Africa, The Hague; 1963. 11 Cf. J. H. Greenberg. 12 C. Meinhof, i904, 1906, 1912 y 1932. 13 S. w. W. Koelle, 1854. 14 F. W. Migeod, 1911. 1 s H. Bauman y D. Westermann.262 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Lás monografías que existen sobre esos dialectos se resumen a veces en la recogida de unas veinte palabras más o menos bien transcritas. La ausencia de análisis profundos de la estructura, del léxico y de la posible 'intercomprensión es un hecho corriente para la inmensa mayoría de los dialectost_africanos. Eso vuelve rápidamente caducas las clasificaciones intentadas periddicamente. Muchos dialectos clasificados en la sección de «lenguas>> no son ';.más que variantes dialectales de un mismo .!<liorna. Bajo la palabra de testimonios vagos sobre los que se fundan muchas conclusiones de autores o de informadores poco enterados,. se han clasificado muy rápidamente las variantes no sólo como lenguas diferentes, sino como elementos de distintas familias. Algo así como si se afirmase que el bambara es una lengua que difiere del mandingo de Casamance, o que el yoruba de Benin se distingue del de Ife. Ahora bien, en los dos casos se trata de variantes. Meinhof se ha hecho famoso en torno a las lenguas del Kordofán por errores de esa gravedad. Es verdad que se han realizado recientes progresos. Sin embargo, no se da el contexto favorable para un trabajo de síntesis rigurosa. En efe~to, no se pueden clasificar unas lenguas que aún están por identificar con exactitud y analizar con precisión. , Unos ejemplos concretos ilustran la importancia de las ~ntroversias y el grado de las incertidumbres. Los dos primeros se refieren a los dialectos que están en la frontera geográfica actual de la familia indoeuropea semítica y de la familia negroafricana, por otra parte. El tercero se refiere al grupo «west atlantic», o también «senegaloguinea- no». En los trabajos de C. Meinhof (1912) 16, M. Delafosse (1924) 17 , Ch. Meek (1931) 18, J. Lukas (1936) 19, M. Cohen (1947) 2 º, en los de Greenberg, fechados en 1948, o en los de A. Bryan en 1966 21 , así como en las recientes críticas de Th. Obenga 22, no hay acuerdo unánime sobre los datos, ni sobre el método, ni sobre los componentes de los grupos, o la pertenencia y la naturaleza de las relaciones entre los dialectos. La geografía, sobre todo, y el contacto unen realmente,. de manera indiscutible, a las lenguas que se extienden desde el Nilo a la cuenca del Chad. La coexistencia milenaria del negroafricano y del semítico aclimata allí un fondo común de préstamos mutuos muy impbrtante. Esas aportaciones recípro- cas impiden realizar el inicio o arranque entre los datos originales y lo adquirido exteriormente. Saber en qué medida el vocabulario propio del antiguo egipcio, del hawsa, del copto, del baguimiano, del sara y de las lenguas chadianas que se reencuentran con el berebere o con las lenguas semíticas, como el árabe o el amarico, atestigua un parentesco o simples influencias, plantea problemas. · Los datos del antiguo egipcio .se remontan a 4000 años y los del semítico a 2500. El chadiano, berebere y cuchítico analizados en el mismo contexto no 16 C. Meinhof, 1912. 17 M. Delafosse, 1924, 18 Ch. Meek, 1931. 19 J. Lukas, 1936. 20 M. Cohen, 1947; J. Greenberg, 1948, «Hamito Semitic», SJA 6.47.63. 21 A. Tuéker y A. Bryan, 1966. ·· 22 Th. Obenga, 1977, comunicación en el Festival de Lagos. '!".. HISTORIA Y LINGÜISTICA 263 proporcionan informaciones consistentes más que a partir de los siglos XIX y XX de la eta cristiana. En 194 7, M. C6hen publica su Essai comparatif sur le vocabulaire et la phonétique du chamit<}_::imitique. En él compara al egipcio, al berebere, al semítico, al cuchítico y al haw1a, que estudia esporádicamente. Leslau 23 y Hintze 24 crtican desde el año 1949 las conclusiones de Cohen, hasta en el plano del método. J. Greenberg, teniendo en cuenta el hecho de que el principio mismo de un sector «hamitosemítico>> es discutible, amplía los componentes, y sugiere un quinto elemento distinto, el chadiano. Al conjunto del grupo lo bautiza con el término de «hamítico», y luegó con el de «a:froasiático». Esas conclusiones son objeto de controversias desde su publicación. Polotsky 25 discute que se pueda llegar a la conclusión de la existencia de cinco ramas en el estado actual. Greenberg -,se dice- defiende, sin convencer siempre y con motivo del chadiano y de sus vínculos, una sugerencia sobre todo geográfica, contenida en Languages of the wor/d. Basta consultar las clasificaciones divergentes de J. Greenberg, Tucker y Bryan, constanteµiente puestas en duda por sus autores mismos, para medir el carácter provisional de las conclusiones. Trabajos reéientes dan consistencia a una realidad ohadiana, cuyas fronteras se revelan mucho¡4nás lejanas que las orillas del lago. Newman y Ma 26 , en 1966; e Illie Svitye 27, en 1967, han profundizado el conocimiento del protochadiano. Los trabajos de Y. P. Caprille 28 han limitado su extensión al Chad mismo. Sobre la base de observaciones sistemáticas se puede sugerir un vínculo genético entre el grupo sara, el grupo chadiano y muchas de las lenguas clasificadas west atlantic (seereer, pulaar, wolof, saafeen, etc.) 29. Esas contribuciones, por sí solas, ponen en duda el conjunto de los esfuerzos de ordenación, como subraya C. T. Hodge en un excelente artículo 30 . El mayor problema de la naturaleza de los vínculos entre las lenguas de la frontera negroafricana e indoeuropea. no está aún resuelto. El peso de los trabajos que asemejan el mundo cultural africano al semítico plantea todavía problemas. Es cierto que continúa planteándose el problema de la propia identidad y de los componentle:s del negroafricano. El coloquio sobre el Poblamiento del antiguo Egipto, organizado en El Cairo, en 1974, por la UNESCO, lo subraya. S. Sauneron recordaba en aquella ocasión, para ilustrar esas incertidumbres, que «el egipcio, por ejemplo, no puede ser aislado de su contexto africano y que el semítico no explica su nacimiento». El cuchítico es otro ejemplo que ilustra la incertidumbre actual de las investigaciones y de las clasificaciones. J. H. Greenberg, Tucker, Bryan y el soviético Dolgopoljski proponen hoy, para el mismo complejo de lenguas (somalí, galla, sidamo, mbugu, etc.) llamado cuchítico, tres clasificaciones difer.entes, si no 23 W. Leslau, 1949. 24 F. Hintze, 1951. 25 H. Polotsky, 1964. 20 P. Newman y R. Ma, «Comparative chadic», JWAL 5.2.18.25. 27 lllie Svitye, .The histor_r of Clwdi co11so11a11tism, cf. C. Hodge, 1968. 28 Y. P. Q'prille, 1972. 1 " Cf: P. Uiagne, 1976. 30 C. 'T. Hódge, 1968.264 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA divergentes. La clasificación de Dolgopoljski se articula sobre una reconstrucción de orden fonológico, partiendo de ejemplos limitados. Compara, en particular, las labiales (p, b, f) y las dentales (t, d) de las lenguas que él analiza y clasifica en unos diez subgrupos, mientras que sus colegas identifican de 3- a 5. J. Greenberg ignora los datos fonológicos, morfológic~s y gramaticales. Se dedica, sobre todo, a una comparación de vocabulario. Ahora bien, los préstamos juegan un papel considerable en ese plano. A. Tucker y A. Bryan reprochan a J. Green berg su método y presentan una clasificación fundada en una comparación del sistema pronominal y de la estructura verbal. Ellos mismos juzgan «ambiguos» algunos de.los idiomas que reagrupan, insistiendo sobre el carácter de simple intento de sus esfuerzos. Se ha comprobado que las conclusiones adelantadas aquí valen, sobre todo, por su carácter provisional. Las mismas dificultades se encuentrsan a propósito de las lenguas geográfica- mente delimitadas por el Oeste atlántico. Están localizadas en la costa que va desde el Sur mauritano hasta Sierra Leona. Koelle, en 1854, 1.as clasifica en su Polyglotta Africana en la sección «west atlantic» y las identifica sobre la base de los cambios de prefijos o de inflexión en la inicial o en la final q'ue aquéllas tienen. Ese es un rasgo típico del bantú. Ello no basta para definir a un ~rupo. Koelle, por lo demás, considerará el conjunto de esas lenguas como «no clasificadas». M. Delafosse, en 1924 3'1, y D. Westermann, en 1928, afirmaron que se trata de un grupo genético. En 1963, J. Greenberg 32 abunda en el mismo sentido y las designa como grupo extremo en el Oeste de la familia nigerocongoleña. Ahora bien, en el propio 1963, Wilson 33 y D. Dalby 3 4, al señalar los elementos tipológicos de semejanza en el interior del conjunto, niegan toda posibilidad de hacer de ellos un grupo lingüístico emparentado y homogéneo. En los detalles de la morfología, de la sintaxis y del vocabulario, escribe Wilson, al «west atlantic» o grupo «senegalogu'ineano» le falta mucho para estar unificado. Y, en efecto, los recientes trabajos publicados en 1974 por D. Sapir 35 muestran que no hay más de un 5 a un 10 por 100 de vocabulario común entre la gran mayoría de esas lenguas a las que sólo la geografía parece unir la mayoría de las veces, 'tomo ya se ha sugerido, por otra parte. El proceso de migración ha enmarañado aquí, como en la zona nilochadiana, a pueblos de orígenes diversos. Se los emparenta quizá demasiado rápidamente, a falta de informaciones precisas que aclaren la historia y al historiador; · En ese plano, además, los límites actuales de la lingüística como instrumento de investígación histórica son grandes. El investigador se enfrenta aquí con un doble obstáculo ya citado anteriormente. La investigación no ha concluido porque sigue siendo parcial y embrionaria. En segundo lugar, sus resultados provisionales son con frecuencia inexplotables, porque han sido falseados por unas perspectivas y una ideología deformantes. 3 1 M. Delafosse, 1924. 32 J. Greenberg; 1963. 33 W. Wilson, 1966. 34 D. Dalby, 1965. 35 D. Sapir, 1974. 1 •HISTORIA Y UNGÜISTICA 265 LA IDEOLOGIA DEFORMANTE La historia es elCJugar por excelencia de la ideología. Los primeros trabajos sobre el pasado y sobre las lenguas africanas han coincidido con la expansión colonial europea. Por eso han estado fuertemente marcados por las visiones hegemonistas de la/época. Los estudios etnocentristas expresan la preocupación instintiva de juzgar unos valores de civilizaciones por referencia a sí mismos. Y conducen a anexionarse, para legitimarse como pensamiento y poder dominantes en el mundo, los hechos de civilización más importantes. Las tesis sobre la primacía de lo indoeuropeo, lo ario o lo blanco como civilizadores testimonia9 cori exceso que todavía hoy se producen ecos profundos en muchas obras de historia y lingüística africanas 36 . Por eso, Egipto ha estado.durante mucho tiempo aislado con relación al resto del continente. Y a veces continúa siendo remozado en provecho de Mesopotamia o de otros supuestos centros indoeuropeos o semitas sobre la base de especulacio- nes aventuradas. A veces se han buscado unos iniciadores imaginarios para el arte de Benin. La teoría «hamítica» 37 se ha montado con todas las piezas para explicar todo fenómeno cultural positivo en el Africa negra por una influencia .externa. Al intentar promover una metodología rigurosa y científica, J. Greenberg, cuya aportación,1 aunque discutible en parte, sigue siendo tan nueva e importante, se hace a veces eco de ese impacto negativo de la ideología etnocentrista. Seligman y Meinhof, pero también, después de ellos, autores tan importantes como Delafosse, Bauman, Westermann o Muller, desarrollan argumentos de una fragilidad científica consternante, porque se fundan en prejuicios del tipo como el que expresa Meinhof en la fórmula siguiente: «En el transcurso de la historia, un hecho se ha repetido constantemente, a saber, que los pueblos hamitas han sometido y gobernado como dueños a los pueblos de piel negra». Esas comprobaciones legitiman la prudencia con que conviene utilizar el material que los t_rabajos lingüísticos ofrecen hoy al historiador o a los especialis- . tas de las cieo,cias humanas en general. «El empleo ·yago -escribe J. Greenberg- del término hamita como categoría lingüística y su, utilización en la clasificación de las razas para designar un tipo considerado como fundamentalmente caucasoide han conducido a una teoría racial, que ve ~n la mayor parte de las poblaciones originarias del Africa negra el resultado de una mezcla entre amitas y negros». Así, la denominación de «pueblos de lengua nilocamítica» se refiere a la obra de C. G. Seligman, Races of Africa. «Esos pueblos son racialmente considerados mitad hamitas». Los bantúes 36 Cf., más adelante, J. H. Greenberg sobre este punto. _ 37 Las palabras «hamita», <<hamítico», «camita» y «camítico» han sido utilizadas con inusitada frecuencia:en-el mundo,occidental durante siglos tanto por el vocabulario culto como póM:(cotidiáno. Proceden de lecturas deformantes y tendenciosas de la Biblia. El mito de la maldición de los descendientes negros de Cam ha salido de esas lecturas. Es verda<! que en el siglo XIX. debido a los lingüistas y los etnólogos, esas palabras han tomado una significación aparentemente menos negativa, y en -todo caso ha sido liberada de toda referencia religiosa, pero no ,por eso han dejado de funcionar como discriminantes entre algunos negros, considerados como superiores, y los demás. De todos modo, el Comité científico internacional alienta, los estudios críticos en curso sobre los usos históricos de ese vocabulario que hay que utilizar con manifiesta reserva.266 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA constituirían también otra variedad de negros hamitizados. Y eso, comenta siem- pre Greenberg, «sobre la base de las especulaciones de Meinhof, especulaciones en favor de las cuales, por otro lado, jamás han apor.tado la menor prueba, pot la sencilla razón de que no hay prueba alguna posible para que el bantú, como ha escrito Seligman, sea una lengua mixta, y el hombre bantú, si se puede decir así, sea el descendiente de un padre hamita y una madre negdp. En realidad, concluye J. Greenberg, esa ideología falsea totalmente, aún hoy día, la elaboración de una ciencia lingüística susceptible de aclarar las verdaderas relaciones entre lenguas y civilizaciones en Africa. La migración en el sentido este-oeste y norte-sur de los pueblos africanos ha embrollado el c.uadro étnico,. racial y lingüístico del continente. Los nombres de personas y lugares y los hechos de lingüística pura, que versan sobre el vocabula- rio esencial mismo, lo indican, como se ve en muchos trabajos. Las lenguas de Senegal, como el wolof, diula, fulfuldé o seereer, atestiguan semejanzas más profundas con las lenguas bantúes de Africa del Sur, Tanzania, Camerún y Zaire, que con las lenguas de familia mandinga en el interior de las cuales están geograficamente insertas. El léxico, la estructura y hasta los principios, como se verá más adelante, de la escritura del antiguo egipcio están más próximos a las realidades de lenguas tales como el wolof, el hawsa, o de la. tradición gráfica dahomiana que a las estructuras lingüísticas semíticas o indoeuropeas a las que se les anexiona sin precauciones. El antiguo egipcio, el hawsa y las lenguas de los pastores ruandeses, de los abisinios, de los peul, de los nubios se consideran de naturaleza semita o indoeuropea sobre bases de una fragilidad evidente, o partiendo de una metodolo- gía y de una elección de criterios muy poco convincentes. Los peul son quizá mestizos por la misma razón que los baluba, los susu, ios songhai y muchos pueblos negros que han mantenido, en su hábitat antiguo o actual, contactos con poblaciones blancas, aunque esa hipótesis de mestizaje sea hoy claramente mantenida como dudosa a partir de descubrimientos recientes sobre los procesos de mutación de la pigmentación. Por su fonología, léxico y estructura, el fulfuldé no presenta con ninguna otra lengua conocida una semejanza tan perfecta como con el seereer .. De modo que seereer y peul sugieren por sí mismos su parentesco no sólo liqgüístico, sino étnico. Ahora bien, investigadores como F. Muller, W. ~effreys, Meiilhof, Delafos- se y Westermann no han intentado, sin embargo, establecer un origen blanco de los peul al afirmar que el fulfuldé es protohamítico 38 . W. Taylor llega incluso a escribir: «Por la riqueza de su vocabulario, la sonoridad de su dicción y la delicadeza pronunciada de sus expresiones, el peul no puede pertenecer a la familia negra sudanesa». Todas esas observaciones nos muestran hasta qué punto se ha generalizado la confusión entre categorías tan diferentes como lengua, género de vida y «raza», sin contar el concepto de etnia utilizado según los casos, con referencia a una o varias de las nociones precedentes. Como observa Greenberg, la relación simplista establecida entre ganado mayor, conquista y lengua hamítica se revela falsa en todo el contine~te africano. 38 J. H. Greenberg, op. cit.HISTORIA Y LINGÜISTICA 267 «En el Sudán occidental --escribe- es una ironía ver que los agricultores de lenguas «hamíticas» están bajo, la autoridad de los pastores peul que hablan una lengua sudanesa oéGidental (nigerocongoleña). Hubiera sido otra ironía, si se . siguieran los clisés ~~tablecidos, constatar la antigüedad y permanencia de las hegemonías mandinga o wolof, de familia lingüística su·danesa, en unos pueblos tan rápidamente an,exionados a lo «ha mítico», como los peul llamados prehamíti- cos, o los bereberes». Ninguna de las clasificaciones establecidas en el plano continental o regional ofrece hoy garantías científicas irreprochables. El etnocentrismo ha contribuido ampliamente a falsear el análisis de los materiales. En muchos casos, no se llega rrrás lejos que a conjeturas, a repeticiones de principio y rápidos ensayos. , Hay un determinado número de condiciones para el estudio de las lenguas africanas según las perspectivas de una ciencia riguro~a ,que ayuda a aclarar la historia de los pueblos y de las civilizaciones del continente. En primer lugar, conviene liberarla de las obsesiones de un juicio extravertido partiendo del semita o del indoeuropeo, es decir, partiendo del pasado histórico del hombre europeo. Por otro lado, hay que referirse al material lingüístico antiguo para establecer el parentesco de las lenguas africanas, y no a los datos geográficos actuales, a las influencias antiguas o tardías, a los esquemas explicativos elegidos a priori o a los rasgos lingüístiéos marginales con relación a los hechos dominantes de los sistemas. CIENCIAS AUXILIARES EL ANALISIS ACULTURALISTA El análisis aculturalista, llamado «topología» 39 según la terminología inglesa, compete a una ciencia que tiene por objeto el estudio del origen y de los procesos de difusión de los rasgos culturales (ideas, técnicas, etc.). Los investigadores alemanes habían inaugurado el método sobre el terreno con el estudio de los «ciclos culturales» de Frobenius, Westermann-Bauman, etc. La difusiqn de las técnicas y cultivos de los agricultores, los procedimientos de los pastores, 'la invención y difusión de las técnicas del hierro y de otros metales, el uso del caballo, la elaboración de las nociones de orden ontológico, la del panteón de los dioses o de las formas artísticas han llamado con frecuencia la atención sobre ese plano. La topología, no obstante, ha sobrepasado a veces su dominio. Y en particular ha introducido muchos errores en el plano de la ciencia clasificatoria. En efecto, muchos autores muy poco precavidos han creído que debían inferir un parentes- co lingüístco a partir de una simple advertencia de rasgos culturales. Ahora bien, esos hechos responden frecuentemente a fenóménos de préstamos, de contactos o de convergencias. 3 · 9 M. G11thrie, 1969. j 1268 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA La ciencia onomástica La ciencia onomástica es la de los nombres: nombres d~)lugares (topónimos), de personas ( antropónimos), de lugares de agua ( hidrónimos), etc. La onomástica está estrechamente unida al léxico de las lenguas. Las comuni- dades étnicas relativamente homogéneas durante un períod4?, lo mismo que los grupos etnolingüísticos más heterogéneos, pero que hablan un idioma común, forjan sus nombres sobre todo por referencias a las realidades de sus lenguas. Y llenan el universo territorial y geográfico, que les ha servido o les sirve de hábitat, de nombres que ellos construyen con las mismas perspectivas. Así, al descubrir los nombres de personas, se identifican al mismo tiempo los elementos étnicos que constituyen una comunidad. Los seereer son, en general, unos Jonn, Juuf, Se~n. etc.; los peul, Sow, Jallo, Ba, Ka, etc.; los mandinga, Keita, Turé, Jara, etc. Los bereberes o los bantúes tienen familias de nombres que les son propias. La antroponimia La antroponimia desempeña una m1s10n importante en 'el estudio de la historia de las etnias y de las comunidades políticas o culturales} El estudio de los nombres en uso entre los tukuloor 40 del Senegal muestra, por ejemplo, que se está en presencia de una comunidad etnolingüístiéa muy heterogénea. Ese grupo fulfuldéfono implantado en Senegal, a lo largo del río, en los confines de Malí y Mauritania, es muy homogéneo en el plano cultural. De ahí surge un sentimiento «nacional» muy profundo. En realidad, la comunidad se ha-forjado a partir de elementos peul, cuya lengua se ha compuesto de mandinga, seereer, Jebu-wolof y bereberes. Toponimia e hidronimia constituyen igualmente ciencias esenciales en el estudio de las migraciones de pueblos. Se pueden trazar mapas precisos a partir de los nombres de aldeas desaparecidas o todavía existentes para seguir la marcha cie los mandinga, cuyas aldeas tienen nombres compuestos partiendo de Dugu. Se puede establecer del mismo modo el mapa toponímico de los hábit'ats antiguos o actuales de los peul que utilizan el término Saare para sus establecimientos, el de los wolof que utilizan el término Ker, el de los arabóbereberes: (iaaru; de los ha wsa, etc. .:, Antropología semántica La antropología semántica o etnolenguaje constituye un enfoque nuevo que intenta descubrir la cultura del hombre por su _lengua. Se apoya en un análisis global del conjunto de los datos que proporciona la lengua de una etnia o comunidad heterogénea, que tiene un dialecto común para poner en evidencia a la vez su cultura, su pensamiento y su historia. El método va más allá de una simple recogida de tradiciones y deJiteraturas ' 40 Ese nombre se transcribe generalmente: «Toucouleur», todocolor. ¡ \HISTORIA Y LINGÜISTICA 269 escritas u orales e implica el recurso a una reconstrucción de la totalidad de las ideas que éncierra una lengua y que no depende necesariamente de una obra o de un discurso sistemático. La investigación opera en ese plano, a un nivel infra y supralingüístico, y de~cribe, a partil' del vocabulario y del recorte del pensamiento, los procedimientos de formálización, conceptualización y estructuración de una lengua, los diferent~ tipos de cultura en el interior de los cuales se cristalizan la t visión del mundo y la historia propia de la comunidad que practica un dialecto determinado; El etnolenguaje lleva a descubrir unos sistemas: concepción metafí- sica, ética, ontología, estética, lógica, religión, técnicas, .etc. Así, la literatura escrita u oral sobre el pasado de los hawsa, con sus documentos religiosos, fábulas y prácticas jurídicas, médicas, metalúrgicas. y educativas, nos informa a la vez sobre la evolución del contenido del pensamiento de los hawsa, pero también sobre historia y cultura. En las civilizaciones con predominio oral, cuyos textos de referencia son escasos, la interpretación diacrónica fundada sobre la comparación de textos de épocas distintas no existe prácticamente. La lingüística se convierte entonces en un medio privil~giado de redescubrimiento del patrimonio intelectual y en una escala para temo'ntar el tiempo. Las culturas de expresión oral que descubre la. antropología semántica producen obras,para recolectar y captar o fijar autores y la especialidad de éstos. Toda cultura africana oral o escrita ba dejado -como entre los wolof- su filósofo ( Ndaamal Gosaas), su politicólogo (Saa Basi o Koco Barma), su maestro de la palabra y de la elocuencia, su maestro de la epopeya o del cuertt9 ( lbn Mbeng) 41 , pero también sus inventores de técnicas en materia de farmacopea, medicina, agricultura o astronomía 42 . Esas obras y sus autores constituyen excelent.es fuentes de análisis del dinamismo evolutivo de la cultura en una sociedad bajo sus diversas formas. La ontología bantú puede ser descifrada, e incluso interpretada y sistematiza- da, por referencia a los vocablos bantúes sobre el ser en el mundo partiendo del trabajo de el_¡¡boración y de conceptualización que da forma, a través de las palabras y de•los enunciados del bantú, a las concepciones que éste tiene de esos fenómenos. Como la lengua es el lugar de cristalización de todos los instrumentos mentales o n!ateriales construidos por las sucesivas generaciones, se puede decir que la experiencia histórica de un pueblo está depositada en estratos consecutivos en el tejido mismo de la lengua. Soporte del documento y del pensamiento históricÓ Generalmente hoy hay acuerdo sobre el papel de la tradición oral en la histor:ia africana. Y hasta se invita a los griots tradicionalistas a los congresos. 41 Todos ellos personajes históricos célebres en el pensamiento wolof. 42 Las o~rl!s de S. Johnston sobre los yoruba, de Tempels sobre los bantú, de M. Oriaule sobre los dogón, de Trt,ore sobre la medicina africana, de M. Guthrie:sobre la metalurgia, etc., constituyen con los «clásicos literarios consagrados» contribuciones importantes a la antropología semántica. Cf. P. Diagne, 1972. I270 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Algunos sugieren la conveniencia de crear cátedras a los griots, y hasta para confiarles la investigación y la enseñanza de la historia. En efecto, la preeminencia de lo dicho sobre lo escrito iha sobrevivido en el seno de las culturas tradicionales con predominio rural en 1Africa como en otros lugares. La oralidad, como medio de elaborar y fijar los produc\os del pensamiento, tiene sus técnicas. Aunque ese ámbito, para las formas escritas u orales del pensamiento, es ampliamente común, las vías y los medios de su concepción y de su transmisión no son siempre los mismos 4 -J. Se notará simplemente que el pensamiento escrito, la literatura en el sentido etimológico, al fijarse, tiene tendencia a hacerlo más fácilmente en una forma permanente. Merced a ese hecho rompe con una tradición verbal que ofrece una mayor libertad para la intervención y la mitificación. En el plano de la lengua, las posibilidades de dialectización son también más vastas debido a una evolución menos controlada. Una lengua de expresión sobre todo oral sigue siendo más popular y sensible a las distorsiones que la práctica Je impone en el plano de su estructura y de los sonidos que la lengua utiliza, y hasta de las.formas que toma prestadas. · Una lengua literaria está, por el contrario, más elaborada en el sentido de unificación. Además, tiene una dimensión visual mayor. E integr,a, como elemen- tos expresivos, unos datos gráficos que le dan cierta especificidad: ortografía en ruptura con su fonología, puntuación, etc. El lenguaje oral continúa recurriendo, en cambio, más al elemento sonoro, y señala por la cadencia, los ritmos, las asonancias o disonancias, las evidencias del discurso. La importancia del papel que la memoria asegura para suplantar la ausencia de un soporte gráfico modifica igualmente el carácter de la oralidad en sus formas de expresión. Y hasta se impone, con las técnicas de memorización, una ciencia específica para la retención de los textos. El documento escrito y la tradición oral se hacen así complementa- rios al conjugar sus virtudes respectivas 44 . Una vez transcritos, los textos orales se convierten, por otro lado, en literaturas a su vez 45 . Tradición gráfica. Las escrituras africanas •, La invención de la escritura responde a las necesidades, cuya naturaleza y origen no siempre se ha sabido poner en evidencia, según los contextos. La escritura, instrumento del comercio y de la administración, sustenta normalmente las civilizaciones urbanas. Pero las motivaciones de su inicio pueden variar notablemente. En Africa, tanto en la época faraónica como bajo el reinado de los 43 Cf. P. Diagne, 1972. 44 Cf. P. Diagne, op. cit. 45 Cf.Jas numerosas publicaciones sobre este tema: trabajos de A. Hampate Ba, A. Jbrahim Sow, Mufuta, E. de Dampierre, K. Moeene, F. Lacroix, K. Griaule, G. Dieterlen, Whitley,,E. Norris, L. Kesteloot, D. T. Niane, M. Diabate, J. Mbiti, etc. Todos ellos han publicado sobre ese tema obras clásicas en las colecciones de Oxford, de Julliard, de Gallimard, en el Centro de Niamey, etc: 1 'HISTORIA Y LIMG01STICÁ 271 soberanos de Dahomey o de los Mansa Mandinga, el uso de la escritura ha respondido principalmente a necesidades de orden inmaterial. La escritura egipcia, la de los b~jorrelieves dahomianos, como los ideogramas bambara o dogon, han tenido edsu origen una doble función dentro del contexto: servir para materializar un pe~amiento y realizar de ese modo una acción de alcance religioso o sagrado._. La escritura egipcia, inventada según la leyenda por el dios Thot, permanece durante mucho tiempo confinada, sobre todo, en los templos, entre las manos de los sacerdotes. Y pone el sello a los secretos. También sirve de medio de acción a un pensamiento percibido como subyacente y materializa ble en forma de verbo o grafía. - La segunda gran función atribuida a la escritura en las civilizaciones africanas coincide con la necesidad de perpetuación histórica. La· escritura egipcia, como la de los Palacios de Abomey, es una glorificación de soberanos y de pueblos deseosos de dejar tras sí el recuerdo de sus hazañas. Los bambara o los dogon que inscriben en las murallas de Bandiagara sus signos ideográficos intentan el mismo fin. Entre el Recado del rey Glélé, hacha de ceremonia portadora de mensajes, y la Paleta de Narmer, no sólo hay afinidades. El espíritu es el mismo, pero también los principios y las técnicas de escritura 46 . La escrituraiegipcia se atribuye al dios Thot que es asimismo inventor de la magia y de las ciencias, a ejemplo del dios con cabeza de chacal de los dogon, él mismo depositario del verbo, de la cultura y de la palabra eficiente. Los pocos especialistas que han estudiado, a menudo con notable minuciosi- dad, los sistemas de escrituras originales de Africa se han desinteresado en general del vínculo que parece evidente y técnicamente demostrable entre los jeroglíficos y las ·escrituras mejor conocidas del Africa negra. El jeroglífico egipcio sigue siendo fundamentalmente pictográfico en su función original de instrumento de los templos. Como su homólogo dahomiano, hace referencia en lo posible a la imagen. Es una escritura voluntariamente realista, que se preocupa de materializar los seres, los objetos y las ideas, haciéndolo diil modo más concreto y sustancial, y un poco para restituir o conservar sus cualidades naturales. · No es un¡,a:zar que la deformación de escritura pictográfica, por el uso de la cursiva que ~tera y desfigura los elementos representados, no esté permitida más que fuera de los templos. La escritura hierática de uso laico sobre todo, contraria- mente a lo que la etimología griega de la palabra pudiera sugerir, y el demótico «popular», aún más simplificado en su trazado, son las grafías no sagradas y utilitarias. El jeroglífico, como tan acertadamente subraya M. Cohen, incluye en el espíritu del sacerdote egipcio «una fuerza de evocación mágica», lo que explica, prosigue, «que las representaciones de seres nefastos sean evitadas o mutiladas». Aquí estamos frente a una concepción ontológica que tiene sus raíces y se anega profundamente en la tradición negroafricana. Esta no habrá llegado en el transcurso de milenios a desacralizar, a semejanza de las indoeuropeas y singular- mente de\ª~ griegas, el pensamiento y sus soportes orales o gráficos. La visión del 46 M. Glele, 1974. l272 MET0DOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA bambara, del yoruba, del nsibidi o de los sacerdotes dogon, respecto a los sistemas gráficos que utilizan en sus templos o en sus sesiones de adivinación, es idéntica. ; La unidad de las. grafías inventadas en Africa no es\á solamente en los presupuestos ideológicos que confieren a sus sistemas sus ÍUl\lciones y naturaleza. Está igualmente en la técnica misma de transcripción. En la historia de las escrituras africanas se encuentra la referencia constante a tres técnicas de fijación gráfica del pensamiento: recurso a.la imagen copiada del ser o del objeto con unos pictogramas; recurso al símbolo para representar una realidad con el uso de ideogramas que son signos sin vínculo inmediato de semejanza física con la noción que simbolizan; finalmente, uso del fonograma para representar todos los homófonos, es decir, todas las realidades designadas por el mismo sonido o el mismo grupo de sonidos. Ese es el principio de la escritura pictográfica. Ahora bien, la comparación entre la Paleta de Narmer y los Recados de Glélé o de Dakodonu es reveladora. Transcriben el discurso según los mismos princí- ~~ ) En la Paleta de Narmer hay una imagen del rey. Este coge por los cabellos a un enemigo vencido y lo mata, mientras que el resto del ejército derrotado emprende la huida bajo los pies del gigantesco faraón. Los pictogbmas son claros y hablan. Los otros signos son ideogramas. Se distingue un óvalo «ta» que simboliza la tierra. Arriba, un grupo de signos y un marco cuadrado para La tarjeta del nombre Horus del faraón. Un pez y un pájaro dan el nombre del faraón. Esas dos imágenes son unos pictofonogramas. El Recado de Gézo presenta al soberano dahomeyano bajo la forma de un búfalo, como el faraón lo está bajo la forma de un halcón. Muestra sus dientes, lo que significa que él siembra el terr.or ante sus enemigos. Se trata en este primer caso de una comparación simbólica. Otros casos son más importantes. El Recado del rey Dakodonu o Dokodunu, más antiguo (1625-1650) y descrito por Le Hérissé, muestra con mayor claridad aún el principio del <~eroglífico» dahomiano. El texto de la hoja de hacha puede leerse así: ha~ un .símbolo pictográfico que representa un sílex «da»; abajo, el dibujo de la til:rra «ko», con un agujero en medio «donon». Esos signos son pictogramas utilizadps aquí como pictofonogramas. Uniéndolos, como respecto al nombre del Faraói\ de la Paleta de Narmer, se lee el del rey dahomiano Dakodonu. La escritura dahomiana encuentra al jeroglífico faraónico mediante sus mismos principios y por su espíritu. Y descubre las tres técnicas a las que se r:efiere la grafía egipcia: la imagen pictográfica, el símbolo ideográfico y el signo pictofonográfico 47 . El científico soviético Dimitri A. Olderogge, en un importante artículo de divulgación ha recordado, a continuación de Ch. Anta Diop, la supervivencia del sistema jerogüfico hasta una época tardía en el Africa negra. En Description historique des trois royaumes du Congo, du Matamba et de /'Angola, publicada en 1687, Gavassi de Motocculuo afirma la utilización de la escritura jeroglífica en esas regiones. 4 7 Ver capítulo 4. l \HISTORIA Y LINGÜISTICA 273 En 1896 fue descubierta una inscripción jeroglífica sobre los peñascos de Tete, en Mozambique, a lo largo del río Zambeze. Su texto fue publicado en aquella época. Ch. Anta Diop observa además el uso de una grafía pictográfica tardía en Baol, donde se han podido encontrar en época reciente trazados de jeroglíficos sobre unos baobabs muy antiguos. Los va·¡ de Liberia utilizaron durante mucho tiempo una escritura pictográfica sobre tiras de corteza. La escritura meroítica, nacida en la periferia meridional del antiguo Egipto, prolonga la escritura faraónica en la que se inspiraba, .si es que no la creó o compartió con ella su mismo origen. Sin embargo, parece que los sistemas ideográficos de escritura resistieron mejor en el terreno negroafricano occidental que los jeroglíficos. En la práctica, la gran mayoría de los pueblos negroafricanos conoce el uso del ideograma, bien por el cauce de las técnicas adivinatorias, bien por el uso que de él hacen los ministros del culto, los grabadores de obras de arte, etc. La: geomancia de los gurmantché está muy elaborada. El tambipwalo (geo- mántico) dibuja unos signos sobre la arena y los interpreta. Después proclama una especie «de mandato» que consiste en signos grabados a cuchillo en un trozo de calabaza. Esos signos abstractos designan los altares y lugares donde hay que presentarse para los sacrificios, qué clase de animal hay que inmolar, cuántas veces, etc. Se trata de una «escritura codificada». La adivinación por los signos del Fa es también de una riqueza notable. Sobre una bandeja con arena o sobre el suelo, el número de. nueces de palma conserva- das en la mano izquierda es inscrito ocho veces a medida que el adivino realiza un juego de manos, pasando las nueces de una a oti:a. También se forman unos cuadros (hay 256 combinaciones), de los que 16 son los principales, los dou que constituyen los «hilos>> o las palabras de los dioses gobernados por el Fa, el destino. Cada uno debe dar un culto a su dou pero, al mismo tiempo, tener en cuenta a los de sus padres y antepasados, a los de su país, etc. Al ser innumerables las combinaciones, la multitud de los dou se combina en una especie de estrategia mitológica que es también una técnica grafológica. La adivin~ción del Fa se practica, sobre todo, en la costa de Benin. La búsqueda de los sistemas ideográficos 48 ha sido abundante, en particular en los países de la sabana que han permanecido tradicionalistas y relativamente poco islamizados. No es una casualidad. Los especialistas, como M. Migeod entre los primeros, han dado a conocer cierto número de ellos. La escritura ideográfica dogon ha sido presentada por M. Gfiaule y G. Dieterlen, a quienes se les debe el análisis del sistema bambara y una buena síntesis de las grafías de la región. La ideografía nsibidi, en uso entre los ibos del sur de Nigeria ha sido descubierta por europeos a finales del último siglo. Y se basa en unos principios de transcripción que han estado extendidos por toda la costa de Guinea. La:s escrituras fonéticas 49 que sistematizan el uso de fonogramas representan significa- 48 Cf. G. Niangoran Bouah, «Recherches sur les poids a peser l'or chez· les Akan», tesis doctoral defendida en 1972. 49 D. Dalby propone una puesta al día interesante en Language and Hisrory in Africa, Londres, 1970.• 1. Estela del rey serpiente (!01. Museo del Louvre). ~ 1. 1 ·1 J ,, ¡• /. Recado que representa una cantimplora, símbolo del poder (fot. Nubia). • 2. Recado dedicado a Dakodoru (fot. Nubia). • 3.4. Cachorros de león sembrando el terror (fot. M. A. Glélé, Nubia). ------------------------J2F" 1, t1..a N, Pictq!lramas egipcios . , {hacia el 4000 ·antes de la era cnsuana) ~ ~ ~ /f\ hombre corriendo con un brazo extendi- do: {nw = mensajero. vienlre de mamífero; h.t. = Vientre, cuerpo. lagarto; ·s 3 =·numeroso, rico. lombriz. o serpiente 1~ f' w): lombriz (dd}il. sol resplandeciente: wbtJ: aparecer. Pic,ogru.ma~ nsibjJ¡J.a. Dayrellto7 , hombre cor:riendo con un brazo extendido. I Macgregor (p. 212), 1;1n mensajero. --IHfl Oayrellu1 , símbolo con un pe~do en el interior. ~ Talbot,.. lagurto. ,.._._... Macgregor·(p. 212), serpiente; Day·rell 104, sérpiente muy hlrgit; urrlk ..,.,..,----,- -iko,, serpiente. en efik, y ·"lww en uyanga. TalbotJ,• sol resplandeciente: üri,rn. sol, en efik. y Jt,awn~. en uyanga. N 11 ~ creciente lunar~¡·~ = luna. .-===:=. TalbotJ4 , creciente·lunar;:ebi =.luna. en uyangii .. 34. Para los signos.nsibidi, cf. principalmente: J. K. Macgregor, op. cit .. págs. 215,217 y 219: los signos están numerados del 1 al 98: E. Dayrell, op. cir .. pi. LXV-LXVII: en todo )63 signos: P. A. Talbot, op.,cil .. apéndice G: «Nsibidi signs», págs. 448-461: 77 signos y 8 lutos. • 1. Pictogra_mas egipcios y nsibidi (sacado de L'Afrique dans l'Antiquité: la nota 34 remite a J. K. Macgregor, J.909;, E. Dayre/1, /9II; Talbo1, 1923). • Paleta de Narmer (sacado de C. A. Diop, /955). Anverso Reversoka k, kt ki k11 ko ¡, \";1i ~ ,á~~) - .-ft'l-'ltt- (9) 0 t:j ~ (1962) VI T ftA.<4j 6 0 tl q ~fo11de 7 i)...--3 7- 7 7 :>---< j Loma rv(' ·l--3· $ 11 l+l \)(\ ·Ó· Kpclle +t'1- J c.,;h!-!- (/y.> 44-:, ~ .¡¡. Bassa l\'íl A< A& A""J, Am /\O Ae Bamum ~ (1906) ~kd + k,t 8 $~ (1916) VI 2 ~- r y. V Obu,' Ar[} A€ A3 AS AJ A<x. Ar:) 6kaimt Djuka ~ ~ b l r' :\fanding l.!:::I /\!:I Q..!:j 'ú:I µd :i...!:tl ~ \\'olor /Li.J.. ' sdi. (iJ.. \fu.. •)I.Ll ,~,tiL ,LLL Fula Dita JV.-3 717-:r' 79'~ -¡v~ 7""f"" ?''Y ?74 lt y ~¡ A Fula (Ba) !¡.e ~j ~e Bue A ~k,u :1. -ll M4 rr- Quedan excluidos de este cuadro .los signos bagam y ,guro (sin documenlación disponible~ el signo «sagrado» yoruba y el signo gola (sin desciírar ambos). • Muestras de varias escrituras africanás antiguas ( sacado de D. Da/by, 1970, págs. 110-1 JI).1.' + tia I< "1 ~ '<o 8J ~· §>: "'tJ ""1:, ~ i v * D Y rt <:> '<o ""t, ti' ,,. 2. !1: ~ E tco co la -.... ll -e- ~ ~ E to· 'tt T ·( :a: -e- • s. ~ "'tJ E ~ ,-., ~ ti' 1:1 te -,: ti C:JJ 1t c5 .,, ,. 'P ~ ,."'1.J\t ~ ~~ '9' ~~,. "'tJ * ,.. • 5. ;. ~· 11= IC '•' -- 11= '-9 11= Co 11= '9 rt ~ 11= ,., ~ -s- m 'i ,-. 1t ~ 11= •· G. '9 ,., ~ 'B' '9 lJ ,. F ~ tr ~ lJ: '-9' Bl ,., J 8J 'i t4 ir ~ Co 11= '-9 11= * 7. ·~ ~ '9 ~ '9 lf t?: 'B" '-9 ¿¡ T tt D: -e- m + eo 11= ~ • • Primera página del primer capitulo del Corán en vai (sacado de L'.Afrique dans l"Antiquité, por Th. Obe11g11, Présence africaine ). 8: ce :r~ ;r: a• 1 "ff' g11 1 11' 11= 1 1 )n 1 11= m ! "'tJ é ! ; gé 11 ti lé J i ré f q' wa ;¡ ' - ·O- l 1 ± g(! :1 '•' I<'.! · 'J.' r~ i 1' I ul "le 1 11 'oif ! gl '.; e 11 ! rl 11 '1' wl wo ¡ : 1 1 1 -~\: :: ji I :: I :: ~ =a. Ü I 'f gü íl t-, lü ! ~ J'ÍI -z. WÜ ·----',---'-------,- ,t» ba tr ha il ,-r ma ! Cf sa ~ 1 ya "},ti Lé "'tv hé !1 '1 mé 1 : 111 i-é i t+· ~· yé i b~ lf hl i 1111 ml! ! ....J.... s~ ! ~ y~ ff hl "lt hl (( mi ! i. ~ si I "":""' ~ bó 1( hó !I..;.. i mü ¡ Uf. so , 1 · ·1· ,¡. bo ! 9: ho !i cf> ~ lf j mt, ·j f slí 8 yl yo yo yü 1 °o0 I Lü :¡ ~ hü 11 es> 1 111ft I¡ 11 sü !! U d11 1 1'1 i1' J& il I ! na I; + ·'¡ ta -r-3(?--=---ZIL- dé .u. jé ·¡ ~ 11 nr I!. ""):: té /J ,,, zé d~ 1¡- ) j~ XI( . D~ 1 J8i t~ i! ~ Z~ dI -- ji la ni :: 1:1 ti ¡1 ~ zl l. do I+ jo -¡..· 06 Ji ·( 1 to 1 8 do i .P jo / '% nG li E ,, tt~u- 11 , !,: 1 dü t tt, i .jü , m 8) nfl I! i _ z6 zO zü ~a j' IA li lj ,:--~-• 11 1 .,., ka I 7- pa ¡¡ .g va fé ¡ NGAM ,ké li t pé ~ 1 vé fA ¡¡ . T k(! . ! ~ p~ ,! ' ' IS fl 11 ~ kl ,· J pi 1 ~ vi f¡; · 1:f ko , S pO j 'f vG ¡ ro , ko i J; . p~ J :I vo 1 fü 1 1 0 kü ! # ª 11 ¡,ü '.' o,,o I vil ; ., 11 1 _______________ .. _ .. __ ,,_ --------·-__ _,_ • Signos gráficos vai (sacado de L'Afrique dans l'Antiq_uité, por Th. Obenga, Présence africaine).·------·-·--------.-------::-·--T""---,, chn A I kpn !I aJ' ! mlR. o nys -~ zhB 1 :; ..u, . dié + 1 kpé 1¡ r I rnlé ~· F.' nyé ::e zhé }l{ ·1 ch~ o-o ¡ kpl I¡ ,:, ¡ nde ~ uy~ ,f: zhl! ~ chl +. ¡ kpt ! + 1 ndl J" nyl ·~o zhl :1: cho J O .D i kpó I iJa ndo ¡ .fil nyo :s: zho 4' cho 1 ~ !l. kpil 1 ! 'f mlo 1 2-2 ny6 €· zho - 1 J... I! 1 l:t, ¡ chu :l -..1: ! kpü j¡ t? 1 udü !J l:J nyfl 1..&! zhü 1 iH" 1 Jha ;¡ EJJ l lha j¡ ffi nga ~ 1 shn i! Variantes 1- '¡ clhé l! 'i lhé ¡¡ ~ u eré . , , 111 ! i;hé 'I i,,t dl 1 ·¡ 1 n::,~x +.- s}1x \\· ']: faa .a. Jl\ l; f( 1 J~ i :t:' e e J , 1 · dhl 3-1 84 lbl @ 1 ugl f <Jf Bhl ~ hn e kpna 1r dho F lbó ~ ngó Li shó ~ r nwa 7- '¡ dho I lbo ~ ngo :F· sbo 1 .:)C:. nwo ·1-H· \ dhü ¡j 8-, lbü ! ng.fl j ~1? shü O whew 1--~--'---'----,----,---'----'-- gLa 1¡ rrr lda ~ DJ& + tha gbé 1 11 }dé ~ DJ0é ~ thé ll====t e;. Puntuación ........... ahn gbe , •' lde l-+t nje + the y otros signos gbl • ldl ~ n ji ""t:i thl gho 11 + ldó 1 !E njo 1 ·<:· tho - 1 puente gbo ,11 ·lJ· Ido i 1 njo E t,hO " ¡ _coma gliü I P., ldü tfh njü . .2. thü \ _. ¡' mte_r_ro-!1 1 ,. gac1on 1-----;---'------,--__:.----'l'---'--'---·1 e punto :f.r hna El! mba n nkpa 1i ""a, wha lJ_ mbé ,t nkpé i •• excla-mación whé wh~ · -Q- hne ,. lt mbi! o.;. nk¡,ll 'T hnt \\ g,. mbl ~ nkpt ,! "'l wbt y acento 1 ¡ ..... mbo ·O· nkpo 1it who bno ,i .i! mbo 'I ~- nkpo ;;;:n wbo 11 t· .. i 1 :Sr _ ,continua- h nü ,·,' &, nabü 1• f-1 j nk,.ü 1 ,j ,.._. I ü I jció~ de j 1 r I w l. somdo ----~·-·-----------------~-----' I " detrae- ción nasalPalabra Significado mun Pe nuez de cola Fom rey Ntab casa Nyad buey • Sistema gráfico mu111 (s,acado de L'Afrique dans l'Antiquité, por Th. Obenga, Présence africaine). Arriba: sistema pictográfico. A la derecha: sistema ideog~ájico y fonético- silábico. Signo recogido Signo recogido en 1900 (Clapot) en 1907 (Gohring) o . o • );t ~ t! rn ~ ,<( ~ t = pwen o po11ri,1, la gente. ~ = ,igou o ñgwemé, pais. = ridyu, hoy. bf• = m(vf!. la tierra. f~ = you - ym, . . alin:tento. = pou, nosolros. 't = né. y. = ghit, hacer. o = me, yo. t = fa, dar. Al = P'f\'Un o mhwem, admirar. 7 = silaba ba, de iba, que significa: dos; ., = ben, de ben: danza, (especie de -), ;, = bi, de bJf'I: circuncidar: o de byé: tener. w = cha, dC ncha: pez:282 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA dos simples o complejos por medio de signos regulares, y aparecen en Africa, a nuestro parecer, como fruto de una evolución tardía. Los jeroglíficos del antiguo Egipto, como los de Dahomey, representan muchos sonidos por medio de signos. Pero los sistemas puramente fonéticos a base de palabra, de sílaba o de simple fonema -transcripción alfabética- señalan una etapa nueva 50 . La escritura berebere, eri uso entre los tuareg del Sáhara y que aún se la designa con el nombre de tifinar, se habría desarrollado bajo la influencia púnica, al contacto con Cartago. El sistema nubiense de escritura se formó, en el siglo x, al contacto con la grafía copta, nacida, a su vez, por influencia griega. La grafía etíope del tigri'gná y del amhara se derivó de la escritura sabea de Arabia meridional. Las escrituras siJábicas y alfabéticas oesteafricanas, muy extendidas desde el siglo XVIII por las costas de Guinea y en el ,país sudanés, han podido nacer de una evolución interna o revestir su forma definitiva bajo la influencia más o menos lejana de una aportación externa europea o árabe 51 . La escritura vai", descifrada en Europa en 1834, gracias al americano Eric Bates, y a Koelle, en 1849, se desarrolló sobre un terreno en que se señalaron unos rasgos del sistema jeroglífico. Momolu Masakwa, cónsul en el siglo XIX de Liberia en Inglaterra describió para su época los principios del sistema jeroglífico en uso en la región 5 2 • Para significar la victoria sobre el enemigo, Mamolu refirió que los va1 dibujan en una corteza, que hace las veces de papiro, la silueta de un hombre que corre, con las manos en la cabeza. Se añade un punto al lado de la imagen del fugitivo para indicar que se trata de un gran número de fugitivos, de un ejército en derrota. Se conocen hasta en la notación del plural, por un punto en lugar de varias rayas en uso en el antiguo va!Je del Nilo, los datos de la escritura faraónica. Los va1, por tanto, han podido transformar su antiguo sistema en el sentido de una transcripción fonética. Hoy se usan modelos análogos a la escritura vai" entre muchos pueblos oesteafricanos: malinké, mandé, bassa, guerze, kpele, toma, etc. El wolof y el seereer han adoptado también, recientemente, una grafía inspirada en esos principios. De forma contraria al sentimiento corrientemente extendido, la idea de la escritura ha quedado permanente en· la historia y el pensamiento africanos, desde la Paleta de Narmer hasta el Recado de Glélé. La abundancia de prácticas y grafías dan testimonio de ello. Las escrituras africanas postfaraónicas, por múltiples razones, han seguido un curso normal de evolución. Ese curso se ha modelado en el contexto y según las exigencias de la historia de una sociedad y una economía rurales de autosuficien- cia. Esta no ha sido empujada bajo la coacción de la necesidad a la consolidación en el tiempo de experiencias materiales o intelectuales permanentemente amena- 50 E. Hau, 1959. . 51 Las grafías sudanesas asocian pictogramas -imágenes realistas- a ideogramas -signos con significaciones simbólicas-(cf. Marce! Griaule y G. Dieterlen). Combinando esos signos se transcribe y fija un discurso descifrable por el i'niciado en la escritura y en los conocimientos que encierra. 52 CC. el excelente artículo de síntesis de D. Olderogge en Correo de la Unesco, marzo de 1966, sobre «Ecritures mécónnues de l'Afrique noire».HISTORIA Y LINGÜISTICA 283 zadas. Una ecología fácil, un equilibrio cómodo entre recursos y demografía han dado durante mucho tiempo a la mayor parte de las civilizaciones africanas y a sus realidades de cultura ese poder de hacerse y deshacerse formalmente en el .espacio no conservando más que lo esencial: los principios. En el plano del equilibrio interno, el peligro no era muy grande. Frente al exterior y al cúmulo del progreso, esa fragilidad resultaba perjudicial. CONCLUSION La lingüística es indispensable para la elaboración de una ciencia histórica africana. No obstante, ella desempeñará ese papel en la medida en que se emprenda un esfuerzo importante en la materia que le es propia. Su aportación hasta ahora ha sido relativamente pequeña y con frecuencia muy poco segura en el plano científico. Aún hay en curso algunos trabajos. Los métodos han ganado en precisión y el campo de investigacíón está notablemente ampliado. En ese contexto es previsible que el análisis de las lenguas africanas permita, en un futuro próximo, contribuir a dilucidar puntos importantes de la historia del continente.PARTE JI TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA J. Kl-ZERBO El concepto de raza es uno de los más difíciles de describir científicamente. Si se admite como la mayor· parte de los científicos después de Darwin que el origen de la especie humana es i.ínico 1, la teoría de las «razas» no puede desarrollarse científicamente más que en el marco del evolucionismo. La «raciación», en efecto, se inscribe en el proceso general de evolución di- versificante. Como subraya J. Ruffie, requiere dos condiciones: primero, el ais- lamiento sexual, frecuentemente relativo, que provoca poco a poco un paisaje genético y morfológico singular. La «raciación» se funda, pues, en un stock génico diferente, provocado, bien por derivación genética, haciendo el azar de la transmisión de los genes que tal gene sea transmitido con mayor frecuencia que otro, a no ser que, por el contrario, el allele sea más ampliamente difundido; bien por selección natural. Esta entraña una diversificación ad.aptativa, gracias a la cual un grupo tiende a conservar el equipamiento genético que lo adapta a un entorno determinado. Los dos procesos han debido actuar en Africa. En efecto, la derivación genética que se expresa al máximo en los pequeños grupos ha funcionado en las etnias restringidas, sometidas, por otro lado, a un proceso social de escisiparidad con ocasión de las disputas de sucesiones o de tierras, y en razón de los grandes espacios vírgenes disponibles. Ese proceso ha debido señalar particularmente el patrimonio genético de las etnias endógamas o forestales. En cuanto a la selección natural, tenía la ocasión de entrar en juego gracias a ecologías tan contrastadas, como las del desierto y del bosque denso, de las mesetas y de las costas con manglares. En resumen, biológicamente, los hombres de una «raza» tienen en común algunos factores genéticos, que en otro grupo «racial» son reemplazados por sus alleles, coexistiendo los dos tipos de genes entre los mestizos. · 1 Para las teorías policéntricas con sus variantes, ver los trabajos de G. Weicenreich y Coon, y las refutaciones de Roberts.286 ME;TODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA Como era q.e esperar, la identificación de las «razas» se ha hecho primero partiendo de criterios aparentes, para más tarde tomar en cuenta poco a poco realidades más profundas. Las características exteriores y los fenómenos internos no están además absolutamente separados; porque, si algunos genes ordenan los mecanismos hereditarios que regulan el color de la piel, ésta también está unida al entorno. Se ha observado una correlación positiva entre la estatura y la tempera- tura más alta del mes más cálido, y una correlación negativa entre la estatura y la humedad. Asimismo, una nariz estrecha recalienta mejor el aire en un clima más frío y humedece el aire seco inspirado. Así es como el índice nasal aumenta clar~mente entre las poblaciones subsaharianas, desde el desierto hacia el bosque, pasando por la sabana. Aunque tienen el mismo número de glándulas sudoríparas que los blancos, los negros transpiran más, lo que mantiene su cuerpo y su piel a una temperatura menos alta. Hay, pues, varias etapas en la investigación científica que conciernen a las razas. EL ENFOQUE MORFOLOGICO Eickstedt define, por ejemplo, a las razas como «unos agrupamientos zoológi- cos naturales de formas que pertenecen al género de los homínidos, cuyos miembros presentan el mismo conjunto típico de caracteres normales y heredita- rios a nivel morfológico y de comportamiento». · Desde el color de la piel y la forma de los cabellos o del sistema piloso hasta los caracteres métricos y no métricos, y hasta la curvatura femoral anterior y las cúpulas y surcos molares, se ha acumulado un arsenal de observaciones y medidas. Se ha puesto un particular interés en el índice cefálico que interesa a la parte de la cabeza que resguarda al cerebro. Así es como Diiwn establece los diversos tipos en función de tres índices diversamente combinados: el índice cefálico horizontal, el índice cefálico vertical y el índice nasal. Pero de las 27 combinaciones posibles, sólo ocho (las más frecuentes) se han mantenido como representantes de los tipos fundamentales; las otras 19 han sido consideradas como mezclas. Ahora bien, los caracteres morfológicos únicamente son el reflejo más o menos deformado del stock genético. Su conjugación en un prototipo ideal es realizable muy pocas veces a la perfección; en efecto, se trata de detalles sorprendentes situados en la frontera hombre-entorno, pero que, justamente por .eso, son mucho menos innatos que adquiridos. Esa es una de las mayores debilidades delenfoque morfológico y tipológico, en cuanto que las excepciones acaban por ser más importantes y numerosas que la regla. :Por otro lado, no hay que ignorar las disputas entre escuelas sobre las modalidades de medida (cómo, cuándo, etc.) que impiden las comparaciones 1 útiles. Las estadísticas de diferencia multivariada y los coeficientes de semejanzas raciales, las estadísticas de «formato» y de «forma» y la diferencia generalizada de Nahala Nobis competen al tratamiento por ordenador. Ahora bien, las razas son entidades biológicas reales que hay que examinar como un todo y no pieza por pieza.TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 287 EL ENFOQUE DEMOGRAFICO O POHLACIONAL Este método insistirá, pues, de entrada en los hechos de grupos (fondos genético o genoma) que son más estables.que la estructura genética coyuntural de los individuos. Lo qué caracteriza a una raza, en efecto, es menos las característi- cas que se pueden observar en ella que su frecuencia. Al estar prácticamente abandonado 2 el método morfológico, los elementos serológicos o genéticos pueden ser sometidos a unas reglas de clasificación más objetivas. Para Landman, una raza es «un grupo de seres humanos que (con escasas excepciones) presentan unos con otros más semejanzas genotípicas y muy frecuentemente también fenotípicas que con los miembros de otros grupos». Aleksejev desarrolla asimismo una concepción demográfica de las razas con denominaciones puramente geográ- ficas (norteeuropeos, sudafricanos, etc.). Schwidejzky y Boyd han puesto el acento sobre la sistemática genética: distribución de los grupos sanguíneos A, B y O, combinaciones del factor rhesus, gene 'de la secreción salival, etc. El hemotipologista estudia también la anatomía, pero a nivel de molécula, y trata de la micromorfología al describir las células humanas, cuya estructura inmunitaria y equipamiento enzimático están diferenciados, hallándose a este respecto constituido el material más práctico por el tejido sanguíneo. Esos marcadores sanguíneos ordenan un salto cualitativo histórico en la identificación científica de los grupos humanos. Sus ventajas sobre los criterios morfológicos son decisivas. En. primer lugar, casi siempre son manométricos, es decir, que su presencia depende de un solo gene, mientras que el índice cefálico, por ejemplo, es el producto de un complejo de factores difícilmente localizables 3 • Por otro lado, cuando los criterios morfológicos se traducen en cifras utilizadas para clasificaciones en las fronteras arbitrarias o imprecisas -por ejemplo, entre el braquicéfalo típico-, los marcadores sanguíneos obedecen a la ley · del todo o nada. Se es A o no A, Rh + o Rh - , etc. Además, los factores sanguíneos escapan casi completamente a la presión del entorno. El hemotipo está lijo para siempre desde la formación del huevo. Por esa razón los marcadores sanguíneos escapan al subjetivismo de la tipología.morfológica. AqtJÍ, el individuo se identifica por un conjunto de factores génicos y la población por una .serie de frecuencias génicas. La gran precisión de esos factores compensa su carácter parcial con relación a la masa de genes en el conjunto de un genoma. Así es como se ha dibujado un atlas de las «razas» tradicionales. Aparecen, no obstante, tres categorías de factores sanguíneos. Algunos, como el sistema ABO se encuentran en todas las «razas» tradicionales sin excepción. Indudablemente preexistían, pues, a la hominización. Otros factores como los del sistema RH son omnipresentes, pero con un cierto dominio racial. Así, el cromosoma r existe sobre todo entre los blancos. El cromosoma Ro, llamado «cromosoma afric~,no», tiene una frecuencia particularmente alta entre Íos negros al sur del Sáhara. Se trata, pues, sin duda, de sistemas que datan del momento en que la humanidad comenzaba a extenderse en variados nichos ecológicos. Otra 2 cr. Wiercinski, 1965. 3 Cí. J. Ruffie.288 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA categoría de sistemas denotan un reparto racial más señalado: así, los factores Sutter y Henshaw, localizables casi únicamente entre los negros, y el factor Kell, presente, sobre todo, entre los blancos. Aunque no sean nunca exclusivos, se les ha calificado de «marcadores raciales». Finalmente, algunos factores están geográfi- camente muy circunscritos: por ejemplo, la hemoglobina C para las poblaciones de la meseta del V olta. Aunque los factores sanguíneos estén desprovistos de valor adaptativo, no escapan por completo a la acción del medio infeccioso o parasitario que puede ejercer una selección sobre los factores sanguíneos dotados de un valor selectivo, produciendo, por ejemplo, la presencia de hemoglobinas características; así, para las hemoglobinas S unidas a la existencia de células falciformes o drepanodictas entre los hematíes. Han sido detectadas en la sangre de los negros de Africa y Asia. La hemoglobina S (Hb S), peligrosa solamente para individuos homozigóticos, es un elemento de adaptación a la presencia del Plasmodiumfalciparum responsable del paludismo. El estudio de los hemotipos sobre grandes espacios permite trazar curvas isogénicas que hacen visible el reparto global de los factores sanguíneos. Asociado al cálculo de las distancias genéticas, da una idea del modo como se sitúan las poblaciones unas con relación a otras, al permitir el sentido de los flujos génicos reconstruir el proceso previo de su evolución. Pero el método hemotipológico y poblacional, a pesar de sus resultados excepcionales, tropieza con dificultades. Ante todo, porque sus parámetros están llamados a multiplicarse enormemente y conducen desde el primer momento a resultados insólitos, hasta el extremo de ser tenidos por algunos como monstruo- sos. Por eso, el árbol filogénico de las poblaciones realizado por L. L. Cavalli- Sforza difiere del árbol antropométrico. En este último, los pigmeos y san de Africa figuran en la misma ramificación antropométrica que los negros de Nueva Guinea y Australia, en tanto que, en el árbol filogénico, esos mismos pigmeos y san se parecen más a los franceses e ingleses, y los negros australianos a· los japoneses y chinos 4. En otros términos, los caracteres antropométricos están más afectados por el clima.que por los genes, aunque las afinidades morfológicas se deben más a entornos similares que a herencias similares. Los trabajos de R. C. Lewontin sobre la base de las investigaciones de los hemotipologistas muestran que, para el mundo entero, más del 85 por 100 de la variabilidad se sitúa en el interior de las naciones; sólo el 7 por 100 de la variabilidad separa a las naciones que pertenecen a la misma raza tradicional, y únicamente el 7 por 100 separa a las razas tradicionales. En resumen, los individuos del mismo grupo «racial» tienen más dijáencias mutuas que las «razas» entre sí .... Por eso, los científicos adoptan cada vez más la posición radical que consiste en negar la existencia de toda taza. Según J. Ruffie, en los orígenes de la humanidad, pequeños grupos de individuos repartidos en las zonas ecológicas diversificadas y alejadas, obedeciendo a presiones selectivas ip.uy fuertes cuando 4 Citado por J. Ruffie, 1977, pág. 385. Asimismo, debido al mestizaje realizado en Estados Unidos, el porcentaje de mezcla blanca con los negros americanos, teniendo en cuenta algunos caracteres genéticos (gene Fy del sistema de Duffy, allele Ro, etc.) sería del 25 al 30 por 100. Y algunos científicos concluyen de ello que se trata de un nuevo grupo apresuradamente bautizado «Raza norteamericana de color».TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 289 los medios técnicos eran ínfimos, han podido diferenciarse hasta el extremo de producir las variantes Horno erectus, Horno neanderthalensis y Horno sapiens en sus inicios. El bloque facial, por ejemplo, el más expuesto a los diversos entornos específicos, ha evolucionado de diferente modo. La riqueza en pigmentos meláni- cos de la piel se ha desarrollado en zona tropical, etc. Pero esa tendencia especializante rápidamente bloqueada se quedó en embrión. En todas partes, el hombre se adapta culturalmente (vestido, hábitat, alimentos, etc.), y no sólo · morfológicamente, a su entorno. El hombre .nacido bajo los trópicos -clima cálido- ha evolucionado durante mucho tiempo como Austra/opitecus, Horno habi/is e incluso como Horno erectus, en clima cálido .. «Sólo en el transcurso de la segunda glaciación y gracias al control eficaz del fuego, el Horno erectus eligió domicilio en los climas fríos. De politípica, la especie humana se convierte en monotípica, proceso de desviación que parece irreversible; Hoy, la humanidad entera debe ser considerada como una soia comunidad de genes intercomunican- tes» 5. En 1952, Livingston publicaba su famoso artículo De la no-existencia de razas humanas. Ante la complejidad enorme y, no obstante, la inconsistencia de los criterios adoptados para calificar las razas, él recomienda la renuncia al sistema linneano de clasificación que sugiere un «árbol genealógico». En efecto, en las zonas no aisladas, la frecuencia de ciertos caracteres o de ciertos genes evoluciona progresivamente en diversas direcciones, y las diferencias entre dos poblaciones son proporcionales a su alejamiento físico, conforme a una especie de gradiente geográfico (cline). Al acercarse cada carácter distintivo de los factores de selección y adaptación que han podido favorecerla, se señalan frecuencias vinculadas mucho más, parece, a factores tecnológicos, culturales y demás, que en modo alguno coinciden con el mapa de las «razas» 6 . Según el criterio seguido (color de la piel, índice cefálico, índice nasal, caracteres genéticos, etc.) se obtienen cada vez mapas diferentes. Por eso, algunos científicos concluyen de ello que «toda teoría de las razas es insuficiente y mítica». «Los últimos progresos de la genética humana son hoy tales que ningún biólogo admite ya la existencia de razas en la especie humana» 7 . Biológicamente, el color de la piel es un elemento desdeñable con relación al conjunto del genoma. Bentley Glass cree que. no hay siquiera seis pares qe genes por los que la raza blanca difiera de la raza negra. Los blancos difieren frecuentemente entre sí, y los negros también, por un mayor número de genes. Por eso, la UNESCO, tras haber reunido en una conferencia a especialistas internacionales, declaró: «La raza es menos un fenómeno biológico que un mito social» 8 • Eso es de tal modo cierto que en Africa del Sur un japonés está considerado como «blanco distinguido» y un chino «hombre de color». Para Hiernaux, la especie humana se semeja a una red de territorios genéticos y de genomas colectivos que constituyen poblaciones más o menos parecidas y en las que la distancia cualitativa se expresa por una estimación cuantitativa (taxonomia numérica). Las fronteras de tales territorios, definidos partiendo del 5 E. Mayr, citado por J. Ruffie, pág. 115. 6 CF. Montagu, «El concepto de raza». 7 J. Ruffie, pág. 116. 8 Cuatro declaraciones sobre la cuestión racial, UNESCO, París, 1969.290 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA gradiente clineal, fluctúan, por otro lado, con todos los cambios que repercuten en las apariencias (fenotipos) y en los datos serológicos (genotipos) de las colectivida- _des. De modo que toda «raza», conforme a la intuición genial de Darwin,. seFía, en suma, un proceso en marcha, dependiendo en cierto modd de la dinámica de los fluidos, y todos ios pueblos serían mestizos consumados o en vías de serlo. Cada encuentro de pueblos se analiza, en realidad, como una migración génica, y ese flujo genético acusa al capital biológico de las dos partes presentes. Pero precisamente entonces, cuando esa aproximación fuera más científica, incluso aunque esos territorios genéticos movientes fuesen admitidos realmente por las colectividades.en cuestión, ¿serían por ello suprimidos los sentimientos de tipo «racial», ya que conservarían s.u base material visible y tangible, bajo la forma de las apariencias fenotípicas? Desde que los nazis, comenzando por Hitler y pasando por otros pseudopen- sadores, afirmaron que entre el ario, «Prometeo del género humano», y el negro, que es «por su origen un semimono», está el Mediterráneo, considerado como un intermediario, el mito racial no ha muerto. Los morfologistas impenitentes continúan alimentando ese fuego innoble con algunas ramas muertas 9 . Linneo dividía la especie humana en seis razas: americana, europea, africana, asiática, salvaje y monstruosa. Es cierto que los racistas echan mano de una u otra de las dos últimas categorías. Conservemos, pues, de todas esas teorías, tesis e hipótesis, el carácter dinámico de los fenomenos «raciales», teniendo en cuenta que se trata de un dinamismo lento y prolijo que se desarrolla sobre una multitud de registros en los que el color de la piel (aunque sea medida por electroespectrofotómetro) o la forma de la nariz no constituyen más que un aspecto casi irrisorio. En esa dinámica han de considerarse dos componentes motores en interferencias: el patrimonio genético, que se puede considerar como un gigantesco banco de datos biológicos en acción, y el entorno, en el amplio sentido de la palabra, pues parte del propio ambiente fetal. Los cambios que resultan de la interacción de esos dos factores-fundamentales intervienen, bien en la forma incontrolable de la selección y la migración génica (mestizaje), bien en la forma arriesgada de la desviación genética o de la mutación. En resumen, toda la historia de una población es la que explica su actual aspecto «racial», incluso por medio de las representaciones colectivas, de las religiones y de los modos alimentarios, de indumentaria y demás. En ese contexto, ¿qué decir de la situación racial del continente africano? La difícil conservación de los fósiles humanos debida a la humedad y a la acidez de los suelos hace difícil el análisis histórico a este respecto. Sin embargo, se puede decir que, contrariamente a las teorías europeas que explican el poblamiento de 9 J. Rullie cita un diccionario francés de medicina y biología que en 1972 mantiene el concepto de las razas, de las que.existen tres grupos principales (blancos, negros y amarillos), fundados en criterios morfológicos, anatómicos, sociológicos ... y también, psicológicos... . Al comienzo del siglo, Ch. Seignobos, en su Histoire de la civilisation, escribía: «Los hombres que pueblan la tierra ... se diferencian también por la lengua, la inteligencia y los sentimientos. Esas diferencias permiten dividir a los habitantes de la tierra en varios grupos que se llaman ··razas''».TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 291 Africa por migraciones llegadas de Asia 10, las poblaciones de ese continente son en gran parte autóctonas. En cuanto al color de la piel de los habitantes más antiguos del continente bajo las latitudes tropicales, numerosos autores piensan que debía ser oscura (Brace, 1964) porque el color negro es por sí mismo una adaptación de protección contra las radiaciones nocivas, principalmente, los rayos ultravioleta. La piel y ojos claros de los pueblos del norte serían caracteres secundarios engendrados por mutación o por presión selectiva (Cole, 1965). Actualmente, sin que se pueda trazar una frontera lineal, dos grandes grupos «raciales» son localizables en el continente a una y otra parte del Sáhara. Al norte, el grupo araboberebere alimentado en el patrimonio genético «mediterráneo» (libios, semitas, fenicios, asirios, griegos, romanos, turcos, etc.); al sur, el grupo negro. Hay que notar que las pulsaciones climáticas, que a veces han borrado el desierto, han provocado numerosas mezclas durante milenios. Partiendo de varias decenas de muestras sanguíneas, Nei Masatoshi y A. R. Roy Coudhury han sometido a estudio las diferencias genéticas intergrupos e intragrupos de caucasoides y mongoloides 11 • Han. definido unos coeficientes de correlación a fin de situar el período aproximado en que esos grupos se han separado y constituido. El conjunto negroide se habría hecho autónomo hace 120 000 años, mientras que mongoloides y caucasoides se habrían individualizado hace sólo 55 000 años. Según J. Ruffie, «ese esquema encaja con la mayor parte de los datos de la hemotipología fundamental» 12• ' A partir de ese período, se han producido numerosas mezclas en el continente. Hasta se ha intentado descubrir las diferencias biológicas de las poblaciones gracias a la técnica matemática de los componentes principales. A. Jacquard lo ha intentado con 27 poblaciones repartidas desde la región mediterránea hasta el sur del Sáhara, calificadas por cinco sistemas sanguíneos que representan 18 facto- res 13, obteniendo tres grupos principales repartidos en cuatro conjuntos. Uno con base en el Norte:.son los caucasoides compuestos por los europeos, regueibat, árabes saudíes y tuareg kel kummer. Un conjunto meridional está compuesto por grupos negros de Agades. Los conglomerados intermedios comprenden a los peul bororo, a los tuareg del Air, de Tassili, a los etíopes, etc., pero también a los harratin, considerados tradicionalmente como negros. Seria, pues; falso ver en ese desglose una confirmación de la división en «razas» tradicionales, porque, independientemente de lo que se ha dicho con anterioridad, la fisionomía del desglose resulta de la cantidad de informaciones conseguidas; si ésta es muy pequeña, todos los puntos pueden encontrarse reunidos. Además, a propósito del hombre subsahariano, hay que advertir que su denominación original por Linneo era horno afer (africano). Después se ha hablado de <<negres» (negros), luego de «noirs» (negros) y, a veces, del término más amplio de negroides para englobar a todos los que, en las márgenes del continente 10 La teoría hamítica (Seligman y otros)---debido, de una parte, a la ignorancia de algunos hechos y, de otra, a la voluntad de justificar el sistema colonial- es la forma niás racista de esos montajes seudocientíficos. 11 Nei Masa Toshi y A. R. Roy Coudhury, 1974, 26, 421. 12 J. Ruffite, pág. 399. 13 A. Jacquard, 1974, págs. ll-124.292 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA o en otros continentes, se parecen a los negros. Hoy, a pesar de algunas notas disonantes, la gran mayoría de los científicos reconocen la unidad genética fundamental de los pueblos subsaharianos. Según Boyd, autor de la clasificación genética de las «razas» humanas, sólo existe un grupo negroide que comprende a toda la parte del continente situada al sur del Sáhara, pero también a Etiopía, y que difiere sensiblemente de todos los demás grupos. Los trabajos de J. Hiernaux han establecido esa tesis con 11otable claridad. Sin negar las variaciones locales aparentes, muestra, mediante el análisis de 5.050 diferencias entre 101 poblaciones, la uniformidad de las poblaciones en el hiperespacio subsariano que engloba tanto a los «sudaneses» como a los «bantúes», a los de la costa como a los sabelianos, a los <<khoisan» como a los pigmeos, los nilotas, los peul y otros «etiópidas». En cambio, señala la gran diferencia genética que separa a los «negros asiáticos» de los negros africanos. Incluso para la lingüística, que no tiene nada que ver con el hecho «racial>>, pero que se había movido en las teorías racistas para inventar una jerarquía de las lenguas que reflejasen la pretendida jerarquía de las «razas» en la que los «auténticos negros» ocupaban la base de la escala, las clasificaciones ponen cada vez más en evidencia la unidad fundamental de las lenguas africanas. Las variaéiones somáticas son científicamente explicables por las causas de los cambios antes citados, en especial los biotopos, que suscitan unas veces conglome- rados de poblaciones más compuestas (valle del Nilo), y otras, islotes de pueblos qu_e desarrollan t1nos caracteres más o menos atípicos (montañas, bosques, pantanos, etc;). La historia, en fin, por medio de las invasiones y migraciones, sobre todo en las zonas periféricas, da cuenta de otras anomalías. La influencia biológica de la península arábiga en el Cuerno de Africa se deja sentir sobre los pueblos de esa región: somalí, galla, etíopes, pero también, sin duda, tubú, peul, todocolor, songhai, hawsa, etc. Hemos podido ver a los marka·(Alto Volta) con un perfil «semita» muy típico. En resumen, la importante variedad de los fenotipos africanos tes la señal de una evolución particularmente larga de ese continente. Los restos fósiles prehistó- ricos de que disponemos indican una implantación del tipo subsahariano muy vasto, desde Africa del Sur hasta el norte del Sáhara, habiendo desempeñado la región de Sudán un papel de encrucijada en esa difusidn. Verdaderamente, la historia de Africano es una historia de «razas». Pero se ha abusado demasiado del mito pseudocientífico de la superioridad de ciertas «razas» para justificar determinada historia. Aún hoy un mestizo está considerado como blanco en Brasil y como negro en Estados U nidos. La ciencia antropológi- ca, que ya ha demostrado ampliamente que no hay relación alguna entre la raza y el grado de inteligencia, comprueba que esa conexión existe a veces entre raza y clase social. La preeminencia histórica de la cultura sobre la biología es evidente desde la aparición de Horno sobre el planeta. ¿Cuándo se impondrá en los espíritus?TEORIAS RELATIVAS A LAS «RAZAS» E HISTORIA DE AFRICA 293 GLOSARIO Alkle. Variante del gene. Selección. Reproducción diferenciál de los genoti• pos de una generación a otra. Migracwn génica. Paso de individuos reproduc- tores de su población de origen a una pobla- ción adoptiva (mestizaje). El mestizaje, que es considerado por los racistas como una degene- ración para la raza superior, es aquí, por el contrari.o, un enriquecimiento para la comuni- dad humana de genes. Biológicamente positi- vo, plantea, no obstante, problemas sociológi- cos, Desciación genética. Cambio del patrimonio ge- nético en .un grupo humano reducido y aislado debido a un accidente que· provoca la baja de frecuencia o la desaparición de un allele. Mutación. Aparición. por modificación de uno o de varios genes, de una alteración hereditaria- mente característica. N. B. Estudios realizados sobre esta cuestión en el marco de la realización d~I proyecto de Historia General de Africa, a petición de la UNESCO: J. H1ERNAUX,. Rapporl sur le concept de race, París, 1974. G. P. RIGHTMIRE, Comments on race and population history in Ajrica, Nueva York, 1974. E. TROUHAL, Problems of stlidy of human races, Praga, 1976.Capítulo 11 MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES· ETNICAS Y LINGÜISTICAS D.OLDEROGGE Durante mucho tiempo los historiadores han estado persuadidos de que los pueblos africanos no habían desarrollado una historia autónoma en el marco de una evolución específica. Todo lo que representaba una experiencia cultural parecía que les había sido aportado desde el extei:ior por, oleadas migratorias procedentes de Asia. Esas tesis pululan en numerosas obras europeas del siglo XIX. Y serán siste'matizadas y cristalizadas en forma de doctrina por los· eruditos alemanes (etnógrafos y lingüistas) en las primeras décadas del siglo XIX. Alemania era además, en esa época, el centro principal de los estudios africanistas. Tras el repál'.tO del continente africano entre las potencias imperialistas, hubo en Inglate- na, Francia y Alemania una profusión de obras sobre los usos y costumbres de los pueblos colonizados. Pero es en Alemania, sobre todo, donde la importancia de los estudios científicos de las. lenguas africanas se había desarrollado. En 1907 se creaba en Hambm:go el Instituto colonial destinado a ser más tarde el gran centro donde iban a elaborarse los trabajos teóricos más importantes de la Escuela Alemana de Estudios Africanos. Por eso, Alemania llevaba clara ventaja a los demás países coloniales. Sólo en 1916 se comienzan a enseñar las lenguas africanas en Inglaterra, en la Escuela de Estudios Orientales, mientras que en Francia, en esa época, la Escuela de Lenguas Orientales Vivas no concede aún importancia alguna a esa cuestión. Hay que esperar a. 1947 para que la Escuela de Estudios Orientales de Londres se convierta en Escuela de Lenguas Orientales y Africanas. Un poco después, también en Francia se comienzan a enseñar sistemá- ticamente las lenguas africanas. LAS TEORIAS DE LA ESCUELA ALEMANA Y LOS DESCUBRIMIENTOS RECIENTES Así pues, justo antes de la Primera Guerra Mundial, Alemanía ejercía una especie de liderazgo en el estudio de la historia, de la etnografía y de las lenguas africanas; y las ideas de los científicos alemanes se traslucían en las obras296 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA publicadas en Inglaterra, Francia o Bélgica. A eso se debe que, en los comienzos del siglo XX, los etnógrafos de Europa occidental sostuviesen que los pueblos africanos carecían de historia. Como prueba de ello, los lingüistas inventaron la teoría ha mítica, según la cual el desarrollo de la civilización en Africa era debido a la iníluencia de los hamitas originarios de Asia. Se reconocía ahí el impacto de las tesis de Hegel, quien divid'ía el mundo en «pueblos históricos» y «pueblos no históricos»; los primeros eran los motores del progreso humano, mientras que la pasividad de los otros los ha mantenido al margen del desarrollo espiritual universal. Según Hegel, no se descubre ninguna evolución histórica real en el Africa propiamente dicha. La franja norte del continente se vinculaba al destino europeo. Y, en tanto que colonia fenicia, Cartago no sería más que un apéndice de Asia, mientras que Egipto sería extraño al espíritu africano. Las concepciones de Hegel han absorbido ampliamente casi todas las investi- gaciones científicas relativas a Africa durante el siglo XIX; eso es patente en el primer intento para bosquejar un cuadro de la historia africana, debido a H. Schurz. Ese autor compara la historia de las razas europeas a la actividad que señala una jornada brillantemente soleada, mientras que la historia de Africa se parecería a un pesado sueño del que no se recuerda nada después de despertar. En efecto, pata f{egel, la luz del espíritu ha brillado partiendo de Asia, donde, según él, la historia se habría iniciado. Los científicos europeos tenían como indiscutible la idea según la cual Asia, cuna de la Humanidad, ha sido el semillero de los pueblos que invadieron Europa y Africa. Por eso le parecía evidente al etnógrafo inglés Stow que los san, que se cuentan eBtre los grupos humanos más antiguos de Africa, hayan llegado allí de Asia en dos grupos distintos: los san pintores y los san grabadores, que habrían seguido dos caminos diferentes para ir a atravesar el mar Rojo por el estrecho de Bab-el-Mandeb. Tras haber recorrido los bosques ecuatoriales, se habrían juntado en los confines del Africa austral. En las obras de F. Stuhlman, geógrafo y viajero alemán, se encuentra el escenario más elaborado de las oleadas migratorias y de las diferentes etapas del proceso de poblamiento del continente africano. El autor expone allí las tesis defendidas por la escuela alemana de orientación histórico-cultural. En efecto, en la unión de los siglos XIX y xx, se desencadena una ofensiva vigorosa contra la doctrina evolucionista que constituye el fondo teórico de los trabajos de R. Taylor, L. H. Morgan, Lubbock, etc. Los científicos de la escuela de orientación histórico- cultural se negaban a admitir la idea de un desarrollo uniforme que englobase al conjunto de la Humanidad. Al defender la opinión contraria a esa tesis, proclama- ban la existencia de círculos de civilización diferenciados, identificables por criterios intrínsecos que cómpeten, sobre todo, a culturas materiales. Según esos autores, la difusión de las experiencias culturales se haría principalmente por medio de migraciones. El científico alemán Leo Frobenius fue el primero en enunciar esa idea; luego le tocó el turno a Ankermann, quien describió la difusión de los círculos de civilización a través de Africa. Pero es en Stuhlmann donde se encuentra la exposición más detallada de ese proceso. Según él, son los pueblos enanos -pigmeos y san- los que constituyen las poblaciones autóctonas más antiguas de Africa. Esos grupos no poseerían casiMIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜISTICAS 297 elementos culturales. Después llegaron los negros de piel oscura y de cabellos crespos, en oleadas migratorias procedentes del fondo del Sudeste asiático. Esos negros se extendieron a través de la sabana sudanesa, penetraron en el bosque ecuatorial, introduciendo con ellos una agricultura rudimentaria, el cultivo de plátanos y colocasias, el uso de herramientas de madera, arco y flechas, así como las chozas redondas o cuadradas. Esos pueblos hablaban unas lenguas de tipo aislante. Habrían sido seguidos por los protohamitas, originarios también de Asia, pero de regiones situadas al norte de la cuna original de los negros. Los recién llegados hablaban lenguas aglutinantes de clases nominales. Habrían inculcado a los autóctonos la práctica de la agricultura con azada,' el cultivo de sorgo y otras gramíneas, la cría de ganado menor con cuernos, etc. El mestizaje entre protoha- mitas y negros habría dado origen a los pueblos bantúes. Más tarde sé habrían producido las 'invasiones de los hamitas de piel clara, llegados bien por el itsmo de Suez, bien por el estrecho de Babsel-Mandeb. Esos pueblos serían los antepasa-_ dos de los peul, masai, bari, galla, somalí, khoi-khoi. Habían introducido nuevos elementos culturales, como el ganado mayor con cuernos, la lanza, los usos múltiples del cuero, el escudo y la adarga, etc. Stuhlmann sitúa el país de origen de los hamitas de piel clara en las estepas del Asia occidental. La oleada migratoria siguiente habría llevado a los semitas, que sentarían las bases de la civilización del antiguo Egipto y aportarían el cultivo de cereales, el uso del arado y la utilización del bronce. Después llegó el turno de los hicsos y los hebreos que llegaron a Egipto, y de los habashat y los mehri sobre las altas tierras de Etiopía. Los últimos en llegar fueron los árabes, en el siglo Vil. Al llegar al continente, todos esos pueblos introducían nuevos elementos de civilización absolutamente desconoci- dos por las poblaciones anteriores. La obra de Stuhlmann apareció en 1910, en Hamburgo, poco antes de la Primera Guerra Mundial. Pero sus tesis sobre el afianzamiento progresivo de la civilización africana debida a razas extranjeras fueron seguidas y desarrolladas más tarde por otros etnógrafos: Spannus y Lushan, en Alemania; Seligman, en Inglaterra; Honea, en Austria, e.te. Conforme a las teorías de la escuela histórico-cultural, aparece en lingüística un conjunto de tesis especializadas en la teoría hamítica. C. Meinhof, su iniciador, creía que los antepasados de los san eran el pueblo autóctono más antiguo de Africa. Representantes de una raza diferenciada, hablaban unas lenguas que tenían consonancias de chasquido. Los negros, por su parte, considerados como autóctonos en la zona tropical y sudanesa, hablaban unas lenguas aislantes de tonos y radicales monosilábicos. Después llegaron los pueblos de raza hamítica, procedentes de Arabia y llegados a Sudán, pasando por Africa del Norte. Hablando lenguas con flexiones y practicando la cría de ganado, habrían sido culturaJmente muy superiores a los negros. Sin embargo, una parte de la invasión hamita, al desembocar en las sabanas del Africa oriental, se habría mezclado con los autóctonos en un mestizaje que produjo los pueblos bantúfonos. Eri resumen, se puede reducir esa evolución ascendente a una película de cuatro secuencias: en el inicio las lenguas de chasquido, y luego las lenguas monosilábicas muy rudimentarias, habladas por los negros sudaneses. Mezcladas con las hamíticas, producen las lenguas bantúes aglutinantes y, por tanto, más nobles. Por último,298 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA las lenguas de los conquistadores hamitas aportan las lenguas con flexiones, que son eminentemente superiores, Numerosos lingüistas se declararon prosélitos de la teoría hamítica que se impuso partiendo de Alemania, a través de toda Europa occidental y más lejos aún. Sin embargo, esa teoría iba a venirse abajo entre las dos guerras mundiales. El descubrimiento del australopiteco en 1924, en la provincia de El Cabo, dio la señal de alerta de esa revisión. Otros descubrimientos siguieron luego. Prosiguen siempre tanto en el norte como en el sur de Africa, pero en particular en el este, en Tanzania, Kenia y Etiopía. Todos esos documentos.establecen sin duda alguna que el desarrollo del hombre y de todos los tipos «raciales» es localizable en el interior mismo de ese. continente desde los orígenes. La teoría de las oleadas migratorias que proceden del exterior quedaba, pues, radicalmente barrida por este hecho. Como muy certeraménté qice el célebre paleontólogo C. Arambourg, Africa es el único continente donde se encuentran, en línea de evoluéión sin solución de continuidad, todos los estadios del desarrollo humano: australopite~ cos, pithecántropos, neandertalianos y horno sapiens se suceden allí con sus herramientras correspondientes, desde las épocas más remotas hasta el neolítico. Así se ve confirmada la idea de Darwin, que situaba en Africa el origen del primer hombre. Por otro lado, esos descubrimientos proporcionaban la prueba palpable de que es ridículo negar a Africa un desarrollo cultural endógeno. Según esto, las pinturas y grabados rupestres del Atlas, Africa austral y Sáhara aportaban un testimonio patente de máximo alcance. En cuanto a la antigüedad de los vestigios arqueológicos, no puede haber ya el menor indicio de duda desde que, a la cronología relativa unida a la hechura de los objetos y a su posición en el interior de los estratos, se añade hoy la cronología absoluta fundada en métodos cronométricos científicos, como los del Cl4 y del potasio-argón. El marco de la evolución cultural de los pueblos africanos se ha visto por eso transformado por completo. Por ejemplo, se ha observado que, en las latitudes saharianas y sahelianas, el neolítico se remonta a una época más antigua de lo que se creía, lo que trastorna el cuadro del desarrollo africano con relación al mundo mediterráneo, y en especial al Próximo Oriente. Los restos descubiertos en Tassili N'Ajjer, así como en Tadrart-Acacus, en los confines de Argelia y Libia, son muy convincentes; el examen de los hornos y de los restos de cerámica revela allí el uso de la alfarería hace 8000 años BP. En Acacus, un esqueleto exhumado de tipo negroide lleva restos de vestidos de cuero. Una vez estudiados esos materiales, se cree que datan de hace 9000 años BP. Lo mismo puede decirse de los restos hallados en el Hoggar y que, sometidos a los análisis de tres laboratorios diferentes, han revelado '-!na edad análoga. De eso se deduce que .la edad del neolítico en Tassili N'Ajjer y en Ennedi parece más antígua que la del Magreb y contemporánea de la de Europa meridional y de Cirenaica. Más importantes aún son las conclusiones proporcionadas por el examen de los. restos orgánicos recogidos en los campos neolíticos de la Baja Nubia. Se cree que en el año -13 000, poco más o menos, en esa región se practicaba ya la recolección y la preparación de semillas de gramíneas salvajes. Así es como el análisis al radiocarbono de los restos fósiles t;ncontrados en la localidad de Ballana ha dado la fecha de - 12 050 ± 280 años. La misma prueba para l<?sMIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS. Y .LINGÚISTICAS 299 vestigios de Tochke ha re.velado la fecha de -12 550 ± 490 años. Eso significa que en el valle del Nilo se ha practicado el cultivo de vegetales cuatro mil años antes que en el Próximo Oriente. Según una tradición comúnmente admitida, todo estudio de la historia de Africa comenzaba por Egipto. Sin embargo, hoy es conveniente revisar esa costumbre. El egiptólogo americano Breasted había dado al conjunto de los países formados por Egipto, Palestina y Mesopotamia el nombre de «Creciente Fér-til». En efecto, esa zona se asemeja a una vasta media luna en cuyo seno, y a causa de lo cual, la civilización faraónica y la de los citados Estados de Sumer y de Akkad habrían alcanzado su desarrollo. Ahora bien, todo ese proceso solamente se puso en movimiento hace unos - 5000 ó 6000 años. Mientras que mucho tiempo antes, desde el valle del Indo hasta el Atlántico, las condiciones climáticas eran propicias para el desarrollo de la ganadería y del protocultivo, iniciando ambas cosas una sociedad en la que se ve dibujarse las primeras líneas de las clases y del Estado. Así pues, el Creciente fertil no representa más que el resultado y el téstimonio de un vasto territorio rebosante de vida, donde los hombres comenzaban a familiarizarse con las gramíneas silvestres, cuyo dominio emprendían al mismo tiempo que la domesticación del ganado mayor, ovinos y caprinos. Todo ese escenario grandioso está atestiguado por la interpretación de las pinturas y grabados rupestres del Sáhata, por las fechas facilitadas por el radiocarbono, por los análisis de los pólenes, etc. Puede ser que algunos esquemas cronológicos sean reajustados gracias a precisiones obtenidas en los años próximos. Pero, de aquí en adelante, el esquema del poblamiento del Viejo Mundo que se ha seguido hasta ahora está absolutamente superado. En su fügar hay que reconocer en Africa el papei de polo de diseminación de los hombres y las técnicas en los períodos más· remotos de la historia humana (Paleolítico inferior). En las épocas posteriores, se ven aparecer corrientes migratorias inversas, de retomo hacia el continente africano. PROBLEMAS ANTROPOLOGICOS Y LINGÜISTICOS Los indicios antropológicos proporcionan en general señales más constantes y estables que los hechos de lengua que experimentan transformaciones rápidas, a veces en el espacio de algunas generaciones: así, cuando un pueblo emigra a un entorno lingüístico nuevo, o también, en caso de invasión, cuando los conquista- dores hablan un idi.oma diferente al de lo~ autóctonos. El caso de la población negra en América del Norte es significativo a este respecto: en un clima y entorno geográfico muy diferente de los que predomina- ban en su continente de origen, ese grupo humano ha conservado prácticamente intacto su tipo antropológico original, mientras que en materia de lengua o de civilización, presenta casi el mismo perfil que la población blanca de Estados Unidos. Los elementos de la antigua civilización africana únicamente subsisten en los terrenos cultural y espiritual: música, danza y creencias. Hay que señalar una situación simétrica para el grupo muy restringido de los siddi, descendientes de• l. Mujer h . • 2 arallna de Id'/ - . Norteafricano e es Argelia (joc • 3. Mujer . ' Marruecos (j' · A. A. •A argelma )'SIi b b, ol. Hoa-Qui R' h . e e (for A , ic er) . . A. A., Gehanl). o l dMIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜISTICAS 301 africanos trasladados de la costa oriental de Africa a la India, hace algunos siglos. Al comienzo del siglo XIX,, hablaban aún su propia lengua, pero hoy hablan las lenguas de. los pueblos indios que les rodean, los gujarati, urdu, etc, Sólo en su aspecto físico es donde conserva~ los rasgos que reflejan su consanguinidad africana. Así pues, en esos dos casos, los africanos expatriados han cambiado de lengua en un espacio de tiempo bastante breve, a veces en una o dos generaciones. Merece también citarse el caso de las lenguas habladas por los autóctonos de Africa del Norte. Después de la conquista de los países del Magreb por los árabes y, sobre todo, después de la penetración de las «tribus» árabes en el siglo XI, todos los pueblos de Africa del Norte se volvieron culturalmente árabes por su lengua y civilización. Los antiguos dialectos no subsisten más que en algunas regiones de Marruecos, en Kabilia, en el Djebel Nefusa y en los oasis. Según los antropólogos, persisten los rasgos fundamentales del tipo físico antiguo. Los elementos antropo- lógicos son, pues, en conjunto, a reserva de la influencia del biotopo sobre el organismo, más estables que los datos proporcionados por la lengua y la civilización. Los datos de que hoy disponemos permiten afirmar que el reparto de los tipos «raciales» modernos en el continente africano reproduce en lo esencial el mapa antiguo de los grandes grupos antropológicos a veces calificados, apresura- damente, de «razas». Los diferentes tipos de «raza» mediterránea han estado representados en el norte de Africa desde una época muy remota. En el Este habitaban los pueblos de tipo «etíope», hecho que confirman los descubrimientos de los paleantropólogos en Kenia. En cuanto al sector austral del continente, estaba ocupado por los gmpos san. El bosque tropical y ecuatorial se extendía. en otros tiempos sobre una superficie mucho más vasta, y puede suponerse que fue allí donde se ha diferenciado un grupo original, el· de los pigmeos, cuyo tipo y tamaño debe mucho a la gran humedad y a la ausencia casi total de luminosidad en el bosque. La «raza» negra del tipo llamado sudanés y congoleño debió individualizarse en las latitudes tropicales, especialmente en Africa occidental. A este respecto, y probablemente debido a la degradación química unida a la acidez de los suelos, no se dispone de muchos restos fósiles debidamente verificados y fechados. Sin embargo, después del Hombre de Asselar, se descubrieron en el Sáhara y en Nigeria meridional, esqueletos de tipo negroide que se remontan a épocas diversas, a veces extraordinariamente antiguas. Y parece que señalan a esa región como un centro de origen de ese tipo humano. El problema del poblamien- to inicial del Sáhara ha sido particularmente controvertido. Pe.ro el estudio del arte rupestre no deja duda alguna a este respecto: la población negra dominaba en ese sector. Lo cual no impide que, ya muy pronto, sean descubiertos en esos parajes otros tipos de hombres; son grupos de aspecto afromediterráneo. En Egipto, según los documentos y en los monumentos del Antiguo Imperio, se menciona a los libios taméhu, de piel clara y ojos azules, así como a los pueblos tehenu, de piel más oscura. En las fuentes griegas se encui!ntran asimismo referencias relativas a etíopes de piel clara, y también no~icias de etíopes meridio- nales de piel más oscura. Parece, pues, que la población antigua de Libia ha estado muy compuesta. Por eso declara un autor latino: «Una parte de los libios \ \~" 'h ',¡,.' o l'. Hombre de Volta (fet. A. A. A., Naud). • 2. Mujer Sarakolé, Mauritania, región del río, grupo Soninké (fot. B. Nantet). e 3. Jefe nómada del Rkiz, Mauriiania (fot. B. Nantet). ¡ l ,¡\· . '\ 1 2 3MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜISTICAS 303 se· parece a los etíopes; los otros son naturales de la isla de Creta» 1. La composición étnica de la población del valle del Nilo parece que fue compleja. Al huir de la sequía del Sáhara, los pueblos de esa región se replegaron hacia la humedad del valle. Grupos «etíopes» y afromediterráneos se mezclaron con negros de tipo sudanés. Debió de realizarse la misma clase de amalgamas, y por las mismas razones, a nivel de todas las cuencas tluviolacustres que lindaban con el desierto: Bajo Senegal, Medio Níger, Chad. En la medida en que, como queda subrayado anteriormente, los perfiles antropológicos gozan de una constancia importante, con una frecuencia de varios milenios, no está prohibido extrapolar en la prehistoria algunos rasgos principales del aspecto étnico actual. De todos-modos, el proceso de formación de las «razas» es la resultante de una interacción de factores múltiples que diferencian poco a poco los rasgos heredados, pero que transmiten por herencia los rasgos diferen- ciados. Estos se hallaban individualizados principalmente por el fenómeno de la adaptación al medio ambiente: insolación, temperatura, manto vegetal, grado higrométrico, etc. Por regla general, el africano del bosque, disminuido ~desde luego, con numerosas excepciones- según los antropólogos, sería más bien pequeño y de tez clara, mientras que el hombre de la sabana y del Sahel sería más bien esbelto y de tez oscura. Pero no hay que ver nunca las cosas de modo parcial, porque todos los factores han actuado al mismo tiempo. Por eso, el desplazamiento de grupos portadores de patrimonios genéticos diferentes ponía enseguida en juego dos fuentes posibles de mutación: primero, el cambio de biotopo,,y después, el encuentro- de grupos diferentes, con la eventualidad de mestizajes. Cuando se constata una semejanza somática importante entre etnias muy alejadas en .el espacio, como entre los dinka, del Alto Nilo, y los wolof, .del Senegal, que se parecen por su tez y estatura, parece que la situación en la misma latitud ofrece una clave de explicación suficiente. Per:o no hay que perder nunca de vista la combinación de los factores puestos en práctica por el movimiento mismo de la Historia 2 • Según esto,. merece ser examinado más detalladamente el caso, muy controvertido, de los pigmeos y los .san. En otros tiempos, se presumía una identidad racial entre los pigmeos de Africa y los de Asia meridional. Ese punto de vista parece abandonado hoy. Y todo induce a creer que tenemos aquí el resultado de una antiquísima adaptación de un determinado tipo físico al medio ambiente, y que ese proceso se ha desarrollado durante un larguísimo período de aislamiento. En nuestros días, se encuentran pigmeos en los bosques de Camerún, en Gabón, en algunas regiones centroafricanas, en Zaire y en Ruanda. Pero parece cierto que, en otros tiempos, el terreno de expansión de los pigmeos ha sido mucho más extenso. En la tradición oral de algunos pueblos de Africa occidental, se tienen en cuenta agrupaciones de enanos que habitaban en el bosque antes de la llegada de los pueblos de mayor estatura. Por cierto que,. también en Europa occidental, ciertas leyendas se refieren a gnomos herreros instalados en las montañas. Pero las tradiciones africanas parece que no se deben sólo a la imaginación popular, puesto que 1 R. Foerster, l. Bd. 1893 s. 384. 2 Cf. J. Hiernaux, 1970, vol. I, págs. 53, y 55. \ 1• 1. Mujer peul Bororo, Tcihoura, Níger (fol. B. Nantet). • 2. Niño Targui, Adades, Nlger (fo1. B. Nan1e1). • 3. Mujer Djerma Songhai, de Balayera, Níger (fot. B. Nantet). 1 ,,. L __ _ JI,\' 1 tº ;~ ,, ·i- JMIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜISTICAS 305 coinciden con algunas fuentes históricas que revelan la presencia de los pigmeos en regiones donde hoy no se encuentran. En Egipto sé encuentra la primera mención de los pigmeos, en las inscripcio- nes que se remontan a la VI dinastía del Antiguo Imperio. Sobre los muros de la tumba de Hirhouf3, en Assuán, se ve la cita de una carta del faraón Pepi JI, en la que el joven rey agradece al monarca haberle llevado como regalo un enano llamado Deng, palabra que se encuentra en las lenguas actuales de Etíopía, en el amharico y en sus diversos dialectos, así como en el tigrinya, el galla, el kambatta, etc., en las formas siguientes: denk, dank, dinki, donku, dinka 4 • La. carta del faraón recuerda, por otro lado, que un siglo antes, bajo la V dinastía, habían llevado un enano semejante al faraón Isesi. Recordemos junto a tales hechos la existencia atestiguada por un viajero inglés de los enanos doko, en la Etiopía meridional. De ello se puede deducir la antigua presencia de enanos en las regiones hoy ocupadas por Sudán y Etiopía. Los pigmeos del bosque ecuatorial y tropical han sido poco a poco suplanta- dos por otros recién llegados. Estos pueblos estaban compuestos por individuos de estatura elevada y que hablaban lenguas bantúes. Como lo atestigua el Nsong- a-Lianja, ciclo épico de los Mongo sobre el poblamiento del valle del Zaire, los pigmeos autóctonos fueron progresivamente rechazados a las zonas más retiradas de los bosques de Ituri y de Uele. Otros pueblos bantúes tienen relatos con un mismo tipo de origen. De todo ello se puede concluir que los grupos de pigmeos que subsisten hoy son los islotes testigos de t1n antiguo poblamiento, mucho más extendido por los bosques del Africa ecuatorial y tropical. Los san constituyen otro grupo muy original en el continente africano. Son de pequeña estatura., con la tez cobriza o cetrina y los cabellos «como granos de pimienta». En las obras de antropología se los sigue alineando con los khoi-khoi en la «raza khoisail». Se trata, sin duda, de una extrapolación de la clasificación lingüística que reúne las lenguas de los san y de los khoi-khoi en un mismo grupo cuyo rasgo común es la presencia de consonantes de chasquido que presentan un valor fonemático. El término «khoisan», propuesto por J. Shapera y adoptado en numerosas obras, proviene de dos palabras khoi-khoi: khoi, que significa «hom- bre», y san, cuya raíz sa significa <<amontonar, recoger frutas, descubrir raíces, capturar animales». Se trata, pues, de la calificación de un grupo de hombres por su género de vida y «modo de producción». Ahora bien, los rasgos comunes a los khoi-khoi y san son, en realidad, muy poco numerosos: hay que destacar la tez clara y las lenguas de chasquido. Pero esta última característica no es específica, puesto que se encuentra en las lenguas bantúes del Sudeste, como el zulú, xhosa, suto, swazi, etc. Además, otras mucha·s diferencias se advierten entre ambos grupos: los khoi- khoi se distinguen por su mayor estatura,la disposicón de los cabellos, los indicios craneológicos 5, la esteatopigia frecuente de las mujeres, mientras que los san se caracterizan por la presencia del epicanto. _Por otra parte, las lenguas khoi-khoi difiere¡:¡ de las lenguas san tanto por el léxico como por el sistema gramatical. E. 3 La transcripción literal de ese nombre es Hrw-hwif (R. Herzog. 1938, pág. 95). 4 Leslau, W., 1963, pág. 57. 5 Cf. Alekseev, K.' .J. T"i-, ' / f ,' .:.:" ¡ ; ' 1 :1 ~~;s- ~-~ I" ,, % s::: t\ e.-4"-· ' 1¡.,-, .~·J: ,. \ ~,--' 1 ; .. w(, . · .. ~ .·"' . L ,,., k ,;:~¿ ' {; : Xi d[' 1 \ , ~ 1' '. .;,. ' 1 \~ ~-:~ L : \n -··;.~ "· _u; t\, , 'i_.__'.!....._l • l. Pigmeo , , (fot. B. Nant~).a, Ruando • 2. Grupo S Balsan, colee an (foi. F. Hombre). · Museo del • 3. Pigmeo d I Congo-Press e Congo (fet. Museo del ¡¡//mbanday, colee. re). y '\' ; \. ·. '~~·:):·:,,~J ',1 .----'"--.~,.) ,_ '.¡ ;. ., ~· :::: \ ~ .. -.' 1 o ', 1, .,, ' -1¡ J •. 11 1 JI • w,11;;¡ .3MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜ.ISTICAS 307 O. J. Westphal, gran especialista en la rnateria, ha demostrado que, en la lengua khoi-khoi, los pronombres que constituyen la parte más antigua y estable de la oració.n gramatical tienen formas particularmente desarrolladas: en ella se distinguen dos géneros, tres números (singular, dual y plural), así como formas inclusivas y exclusivas, mientras que no hay nada de eso en las lenguas san 6 • No _se trata, pues, de un solo grupo lingüístico. En cuanto a las culturas, se diferencian desde todos los puntos de vista, como lo notaban ya en el siglo XV.JI los primeros viajeros, entre los que se puede citar a Peter Kolb. Los khoi-khoi vivían en cabañas defendidas con empalizadas, trabajaban los metales y disponían de ganadería, en tanto que los san eran nómadas y vivían de la caza y la recolección. Así pues, la antropología y la lingüística se oponen al reagrupamiento de ambos pueblos en un solo bloque. Cada uno de ellos ha conocido también un desarrollo histórico específico. Los san constituyen, sin duda alguna, los vestigios de la población original del extremo meridional de Africa. Hoy están rechazados en las repulsivas zonas desérticas de Namibia y el Kalahari. También se encuentran grupos aislados en Angola. Pero en otros tiempos se extendían a través de las sabanas australes y orientales hasta los confines de Kenia, como lo atestiguan la toponimia y la hidronimia, al haber adquirido de las lenguas san los nombres locales de ríos y montañas. Asimismo, las consonantes de <;:hasquido, tan típicas, se han tomado de varias lenguas bantúes. En fin, las pinturas rupestres de la meseta del Africa austral representan a veces combates que enfrentan a los san, de estatura pequeña y tez dara, con guerreros negros de estatura elevada, cuya pertenencia étnica es fácil de determinar según la forma de las adargas que manejan. Los hadzapi, pequeño grupo étnico que habita cerca del lago Eyasi (Tanzania), pueden considerarse testigos de la antigua extensión del poblamiento san a través de Africa. Aunque su lengua no haya sido aún objeto de un profundo estudio, hay motivos para creer que es afín a la de los san. A.veces se cita en apoyo de la tesis de una expansión mucho más antigua de los san la presencia de piedras redondas con un agujero en el centro, localizadas en el Africa oriental. Esas piedras, llamadas kwe por los san, servían para lastrar las estacas utilizadas para sacar las raíces comestibles. Pero la difusión de esa técnica a partir 9el grupo san no está probada. Entre los galla, por ejemplo, en la Etiopía meridional y en el Harrar, se emplea el dongora, palo largo lastrado con una piedra anular, para cavar la tierra. Se emplea el mismo dispositivo para hacer más pesado el mazo al machacar el tabaco. De todas maneras, importa no reducir la población más antigua del Africa meridional. a los pigmeos en los bosques y a los san en las sabanas. Otras colectividades han podido existir con ellos. Así, se ha descubierto en Angola el .grupo de los kwadi que, por su lengua y género de vida, se aproximan mucho a los san. A comienzos del siglo xx, Vedder estudió también el grupo arcaico de los otavi. De estatura pequeña y viviendo de la caza y la recolección, se distinguen, sin embargo, de los san por su piel más negra y labios gruesos. Ellos mismos se llaman nu-khoin, es decir, «hombres negros», por oposición a los khoi-khoi a los " Cf. E. O. J. Westphal, 1962, págs. 30-48.308 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA que califican de «hombres rojos». Su sistema de numeración, muy original, se distingue claramente del decimal practicado por los khoi-k~oi. Tales grupos, que subsisten probablemente en otras regiones, arrojan una valiosa luz sobre la complejísima historia de la población original de los bosques y saba.nas del Africa:· central y meridional. Esa complejidad se trasluce en las lenguas bantúes en el plano léxico y fonético, por ejemplo, cuando la presencia de sonidos de chasqui- do indica contactos interétnicos muy antiguos. Eso produce divergencias entre lenguas bantúes,. llegando a veces -como en el caso del grupo dzing, al nordeste del ár_ea bantú- hasta una diferencia en la estructura de la raíz de las palabras. Esa anomalía resulta, sin duda, de la influencia ejercida por un sustrato lingüístico preexistente. Pigmeos y san constituyen hoy grupos numéricamente ínfimos con relación al grupo «negro» predominante, y hasta con relación a la raza afromedi- terránea del Africa del Norte. En nuestros días, el mapa lingüístico del continente no coincide con el reparto de los tipos «raciales». Esa concordancia ha existido quizás en el inicio. Pero desde hace mucho tiempo, a medida que se desarrollaban demografía, migracio- nes y mestizajes, no coincidían ya la evolución lingüística y el proceso de formación de los tipos «raciales». Por procesos de formación de los tipos «raciales» entendemos la herencia de individuos genéticos y la adaptación gradual al medio ambiente. La no-concordancia de los mapas «racial» y lingüístico es patente en el caso de los pueblos de Sudán, zona de confluencia de dos tipos diferentes de familias lingüísticas. Africa del Norte, incluidas Mauritania y Etiopía, pertenecen al vasto ámbito de las lenguas semitocamíticas, o camitosemíticas, según la terminología francesa. Esa denominación no parece pertinente, puesto que supone la existencia de dos grupos: uh9 semítico y otro camítico. En efecto, durante el siglo XIX se denomina- ban semíticas las lenguas de ese grupo que son habladas en el Cercano Oriente, y camíticas a las de Afri'ca. Pero el semitólogo francés M. Cohen hizo notar que ningún argumento justificaba esa división en dos grupos. Hoy, se clasifica generalmente a las lenguas de esa familia en cinco grupos: semítica, cuchita, berebere 7, antiguo egipcio 8 y el grupo antiguo del Chad. Varias «razas» (semitas y negras) hablan, pues, lenguas de esa gran familia lingüística. En el extremo sur del continente africano, las lenguas san, a las que se añaden las lenguas kwandi, en Angola, y hadzapi, en Tanzania., parecen pertenecer a un grupo específico cuyas dos características comunes son la presencia de sonidos con chasquido y la estructura monosilábica. Quizá sería más prudente dar a ese conjunto la·denominación de lenguas paleoafricanas, como se habla de lenguas pa- leoasiáticas en los confines del nordeste del continente asiático. Las lenguas khoi- khoi, cuyo sistema gramatical es diferente, no poórían formar parte de ese grupo. Los khoi-khoi constituyen un pueblo de ganaderos que, sin duda, ha emigrado del nordeste del continente hacia el Sur, donde se ha visto envuelto por los grupos autóctonos san. Algunos de éstos, como los de los montes de Otavi y, quizá, los 7 Según algunos autores, el berebere forma parte del grupo semítico. 8 Según .algunos egiptólogos africanos, el egipcio antiguo forma parte de las lenguas «negro- africanas» (ver capituló 1 del volumen 11).MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONE.S ETNICAS Y LINGÜISTICAS 309 naron del núcleo central, han adoptado además la lengua de los khoi-khoi. La hipótesis del itinerario indicado anteriormente para la expansión de los khoi-khoi desde las regiones del Alto Nilo, atravesando las sabanas orientales, parece apoyarse en el hecho de que en Tanzania, cerca del lago Eyasi, se encuentra el grupo de los sandawé, cuya lengua parece emparentada con la de los khoi-khoi. La historia de estos últimos sigue siendo, no obstante, uno de los puntos más oscuros de la evolución étnica de Africa. Así es como, según E. Westphal, los sonidos con chasquido en las lenguas khoi-khoi se habrían adquirido a las de los san. Opinión interesante, pero carente aún de pruebas. Las sabanas del Africa oriental son, sin Jugar a dudas, la zona más antigua- mente poblada del continente. Hoy están ocupadas por negws que hablan lenguas bantúes. Pero antes, como dan fe de ello los pueblos testigo sandawé y hadzapi, había alli san y khoi-khoi. Otros pueblos de la misma región hablan lenguas cuchitas. Otros tienen también lenguas que pertenecen a grupos diferen- tes; el iraqw, por ejemplo. Todas esas lenguas han preexistido antes de la expansión de las lenguas bantúes, algunas de las cuales han aparecido en una época relativamente reciente. Entre las lenguas semitocamíticas del Norte y las paleoafricanas del Sur, se intercala el vasto ámbito de las lenguas que el lingüista M. Delafosse ha denominado «negroafricanas»; C. Meinhof y D. Westremann las califican de lenguas sudanesas y bantúes, mientras que J. Greenberg las clasifica en lasfamilias congokordofaniana y nilosahariana. Desde. 1963, al reconocer la unidad de esas lenguas, yo había propuesto llamarlas lenguas zindj. En ese marco general, las familias o grupos lingüísticos habrían .Podido distinguirse eventualmente según los resultados de la investigación. La expresión «lenguas negroafricanas» debida a M. Delafosse es muy poco afortunada. El primer término de esa expresión parece confundir las nociones de raza y de lengua. Ahora bien, los negros en América del Norte y del Sur, como en Africa misma, hablan lenguas absolutamente diferentes. El segundo término de la expresión es también desafortunado, porque todas las lenguas habladas por pueblos que habitan Africa, incluidos los afrikaans, son lenguas africanas. Además, la clasificación de esas lenguas en dos grupos ~sudanés y bantú- parece asimismo errónea, después de los estudios de D. Westermann que demuestran el parerifesco léxico y estructural de las lenguas del Africa occidental con las lenguas bantúes. Esos estudios han iniciado la revisión general de la clasificación de las lenguas africanas tan desafortunadamente emprendida por la escuela lingüística alemana. La clasificación de J. Greenberg está fundada en el método llamado «mass comparison». Teniendo en cuenta los rasgos fundamenta- les del sistema gramatical, aquélla se basa en el léxico casi siempre. Al aplicar ese método, Greenberg distinguía, en 1954, 16 familias lingüísticas en Africa, y Juego 12 solamente; más tarde, ese número se redujo tan sólo a cuatro, en 1963. Una disminución tan rápida del número de familias lingüísticas demuestra, sin duda, que el método no estaba suficientemente elaborado y que se habría actuado con excesiva prisa para encontrar a toda costa una clasificación. Entre las cuatro familias mantenidas, el grupo afroasiático no es otro que la familia semitocamítica. En éuanto a la familia llamada de las lenguas de chasqui-1 l º'MIGRACIONES Y DIFERENCIACION(=:S ETNICAS Y LING0IST1CAS 311 do, y después koisana, reúne a las lenguas de los pueblos san y khoi-khoi. Como hemos dicho anteriormente, esa. amalgama es errónea. Además de la familia Níger-Congo, a la que Greenberg añade las lenguas del Kordofán, distingue un cuarto grupo formado por las lenguas nilosaharianas. Ahora bien, la estructura de éstas ha sido hasta ahora muy poco estudiada. En 1972, Edgar Gregersen -al aplicar a esas lenguas el mismo método que Green- berg- llegaba a la conclusión de que todas las lenguas de las dos familias podían reducirse a una sola para la que él proponía el nombre de congosahariana. Ese punto de vista coincide con mi propia proposición de reunir esas lenguas con el vocablo de grupo zindj. El grupo caracterizado por los tonos variados y por las clases nominales se opondría a las lenguas semitocamíticas o eritreanas, cuyos criterios específicos residen en el acento y el género gramatical, Por otro lado, no es imposible que estudios ulteriores revelen la especificidad de tal lengua o grupo de lenguas en el interior de la familia zindj o congosahariana. Pero desde ahora, presenta el mismo tipo de coherencia que la familia indoeuropea, por ejemplo. En el interior de esa gran familia zindj, las lenguas bantúes presentan indiscutiblemente un aspecto de una gran homogeneidad, establecido por los trabajos de W. H. J. Bleek, é. Meinñof y M. Guthrie. Entre los subgrupos descubiertos por D. Westermann en los grupos lingüísticos sudaneses, aquel cuya tarjeta de identidad resulta más clara es indiscutiblemente el mandé. Al este y oeste de este último conjunto, están las lenguas denominadas gur, o atlánticas, por Westermann. Estas se hallan lejos de presentar la: misma homoge- neidad que las lenguas mandé. La prueba es que los lingüistas ingleses han definido con ellas el grupo distinto de las lenguas mel. En efecto, esa región del extremo occidental del continente ha servido de refugio donde se han enfrentado oleadas de pequeños pueblos empujados por los recién llegados. Algunas .de sus lenguas conservan aún rasgos propios de las lenguas bantúes, siendo el caso más sorprendente la lengua bullom. Las obras de Manessy, especialista en esas lenguas, han echado por tierra la hipótesis anterior de una unidad de las lenguas gur. La presencia en esas lenguas de las clases nominales formadas de manera variada por prefijos, sufijos y hasta «confijos», refleja la complejidad étnica de esas zonas que han servido de refugio a numerosos grupos humanos llamados paleonegríticos, y q~e se escalonan en las zonas montañosas a través de todo Sudán, desde Senegal hasta Kordofán ... Se las ha representado como la población autóctona y arcaica de Sudán. Ahora bien, eso parece poco verosímil, vista la diversidad lingüística y la variedad de tipos físicos de ese mosaico de grupos que han llegado a apiñarse en esas zonas repulsivas. Las crónicas sudanesas nos señalan algunos de esos acontecimientos y demuestran, por tanto, que no se trata de un proceso muy arcaico. Así pues, la fragmentación dialectal en Africa debe achacarse ante todo a causas históricas que han propulsado oleadas o infiltracio- nes migratorias. Entre las lenguas del Sudán oriental que son las menos estudiadas, las lenguas nilóticas constituyen tal vez un grupo muy individualizado, una especie de familia genéticamente integrada, y que ha debido de formarse en el. transcurso de un larguísimo ·período de aislamiento. · Las importantes obras de los lingüistas ingleses M. A. Bryan y A. N. Tucker/ . ' • l. Mujer peul (jot. Archivos de Ultramar). o 2. Mujer peul, cerca de Garoua- Boulay (fot. Hoa-Qui). o 3. Niña peu/, Malí (fot. A. A. A., Naud).MIGRACIONES Y DIFERENCIACIONES ETNICAS Y LINGÜISTICAS 313 revelan la complejidad extrema del Sudán oriental en los planos étnico y lingüístico. Parece que, siguieBdo un método muy lógico, hlln utilizado como criterios algunos rasgos lingüísticos característicos para oponer las lenguas T /K y N/K. Entre todos los grupos lingüísticos de esa gran familia congosahariana, las lenguas bantúes presentan un parentesco genético de tal manera sorprendente que debe ser considerado como un fenómeno relativamente reciente. Además de los lingüistas, los historiadores y arqueólogos han tratado de dilucidar la «génesis de los bantúes». Pero las hipótesis difieren. Para unos, la migración bantú, salida del Norte, de la región camemnesa o de la cuenca del Chad, habría ido a lo largo de los bosques del Norte para contorneados por el Este y de ahí, pasando por el Africa mienta!, se habría extendido por la austral. Otros, como H. H. Johnston, piensan que los bantúes habrían llegado directamente de la región centroafricana a través del bosque zaireño. En fin, algunos eruditos, conforme a la teoría del lingüista M. Guthrie que sitúa el núcleo fingüístico prototipo de los bantúes en el Alto Zaire, entre los luba y bemba, sitúan su centro original en ese sector. Yendo más lejos aún, se llega a presentar a los pueblos bantúfonos como una unidad biológica. y cultural. Se olvida así que el término bantú es sólo una referencia lingüística. Algunos arqueólogos unen, no obstante, la difusión del hierro en la parte meridional del continente con la emigración de los bantúes que habrían llegado provistos de técnicas superiores. Ahora bien, cuando los portugueses desembarcaron al final del siglo XV en la isla de Fernando Poo, encontraron allí una población que hablaba el bubi, lengua bantú, pero que ignoraba el uso del hierro. Ese error, que consiste en confundir la lengua y el modo de vida o de producción, había sido ya cometido por los etnógrafos que acumularon en el concepto de camita unll unidad de raza, de lengua y de civilizacióB; ahora bien, en la evolucíón histórica, importa no tratar de encontrar a cualquier precio tipos puros, En efecto, los pueblos -bantúes se diferencian considerablemente desde el punto de vista antropológico por el color, estatura, medidas corporales, etc. Así es como los bantúes forestales tienen caracteres somáticos distintos de los de los bantúes de la sabana. El tipo de actividad económica y la organización social son también muy variados. Unos son matrilineales y los otros patrilineales. Unos emplean máscaras y tienen sociedades secretas. Otros no tienen na'da de eso. El único denominador común es la estructura lingüís_tica fundada sobre las clases nominales, al tener por doquier los indicios de esas clases una expresión fonética semejante1 fundada en un sistema verbal único. En las sabanas de Sudán, por el contrario, parece que pueblos que hablaban lenguas de clases nominales, en las que la altura de tono desempeñaba un papel importante, habían vivido juntos durante mucho tiempo. A medida que el Sáhara se secaba, esos pueblos se iban retirando hacia zonas más húmedas: las montañas del Norte, el valle del Nilo al este, el gran lago paleochadiano al sur. Esos grupos de cazadores y ganaderos suplantaron a los pueblos autó'ctonos que penetraron hacia el sur, bien metiéndose en el bosque, bien rodeándolo por el Este_ Sin estar unidas en el inicio de la difusión del hierro, esas migraciones tenían la ventaja de los recién llegados que estaban dotados de cierto dominio en el trabajo de los metales. Ocurre que los yacimientos y el trabajo antiguo del cobre están localizados en la misma zona, que ha sido descubierta por M. Guthrie como314 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRÍCANA punto focal del dominio bantú, allí donde las lenguas luba y bemba contienen el mayor porcentaje de palabras que pertenecen al vocabulario «común a todas las lenguas bantúes». El desarrollo de esa elaboración del cobre no pudo impulsar la expansión ulterior de la civilización. Y cuanto más se aleja del punto focal recordado, más disminuye la pureza del tipo lingüístico bantú, porque, a medida que se alejaba de ese centro, los bantúfonos se mezclaban más con pueblos que utilizaban ótras lenguas. J:se caso concreto nos muestra que los conceptos de lengua, de tipo antropoló- gico y de civilización no deben ser cbnfundidos nunca, pero que, en la lenta impregnación die) continente por variadas capas humanas, el modo de prod_ucción debió servir frecuentemente de vectór principal para la expansión lingüística y hasta para el predominio de tal o cual aspecto biológico.Capítulo 12 PARTE 1 CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA J. H. GREENBERG El número de modos según los cuales se pueden clasificar las lenguas, como cualquier otra serie de entidades, es infinitamente grande. Sin embargo, hay que distinguir un método particular, corrientemente llamado método de clasificación genético, que tiene características únicas e importantes, lo que hace que, cuando se emplea sin precisión el término «clasificación» al hablar de lenguas, se está aludiendo a ese tipo de clasificación. Ese método, pues, es el que integrará la base de la clasificación detallada y el que se. expondrá en las últimas secciones de este capítulo. NATURALEZA Y OBJETIVOS DE LA CLASIFICACION DE LAS LENGUAS Una clasificación genética se presenta bajo la forma de series de unidades jerárquicas poseedoras de la misma organización lpgica que una clasificación biológica en especies, géneros, familias, etc., en la que cada nivel de la serie está comprendida en uno de los elementos de los niveles superíores. También se podría presentar en forma de árbol genealógico. Cuando unas lenguas tienen un antepasado inmediato común en .un árbol genealógico, eso quiere decir que se trata de resultados, diferenciados por la evolución, de lo que han sido en otros tiempos dialectos de una misma lengua. Podemos ilustrar esta clasificación por medio del ejemplo bien conocido del indoeuropeo. Como aún no se ha podido establecer que el indoeuropeo pertenezca a un grupo más vasto, ese será nuestro nivel más alto. La familia indoeuropea está dividida en cierto número de ramas, entre las que figuran el germánico, el céltico, el eslavo, el indoiraní. Eso equivale a decir que la comunidad lingüística original indoeuropea está dividida en cierto número de dialectos: germánico, celta, etc. El germánico, a su vez, en tres dialectos: gótico, germánico occidental y escandinavo. El gótico está .extinguido,316 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA pero se lo conoce por documentos antiguos, mientras que el germánico occidental se ha diferenciado en anglofrisio, bajo-alemán y alto-alemán. Cada uno de los últimos constituye actualmente un grupo de dialectos locales, algunos de los cuales forman la base de lenguas estandarizadas, por eje·mplo, el alemán (dialecto alto-alemán), el holandés (dialecto bajo-alemán) y el inglés (dialecto anglofrisio). La importancia de las clasificaciones hechas seg~n esos principios se da en primer lugar porque reflejan la historia real de la diferenciación étnica en el dominio de la lengua. Luego, porque forman la base necesaria para la apliéación de los métodos de la lingüística comparativa, que permite reconstruir una gran parte de la historia lingüística de diversos grupos. En fin, ese conocimiento de la historia lingüística proporciona los elementos necesarios para las deducciones relativas a la historia de la cultura no lingüística de los grupos en cuestión. HISTORIA DE LA CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA Es evidente que, sin una colección suficiente de datos empíricos relativos a las lenguas de Africa, no sería posible emprender una clasificación completa de ellas. Sólo a comienzos del .siglo XIX se han podido reunir suficientes datos para .un primer ensayo de clasificación. No obstante, algunas .observaciones relativas a la clasificación habían sido realizadas, incluso antes, de acuerdo con una serie de hechos cuyo inicio se puede fijar en el comienzo del siglo XVII, época en la que aparecen las primeras gramáticas y los primeros diccionarios de lenguas de Africa 1• Por ejemplo, Luis Moriano observó a principios del siglo XVII que la lengua merina era «muy parecida al malayo, Jo que prueba de una manera casi cierta que los primeros habitantes llegaron de los puertos de Malaca» 2 • Hacia la misma época, varios investigadores portugueses advirtieron la semejanza entre las lenguas de Mozambique, en la costa oriental de Africa,. y las de Angola y el Congo al oeste, abriendo así el camino a un concepto de las lenguas bantúes que cubren la mayor parte del tercio meridional del continente. Se puede éitar también como ejemplo las descripciones del guezo y del amarico por Hiob Ludolf, en. el siglo XVII, que mostraron que esas lenguas etíopes estaban emparentadas con el hebreo, el arameo y el árabe. El siglo XVII sólo vio muy modestas adiciones a nuestros conocimientos de las lenguas africanas, pero hacia el final de ese período comprobamos que la concepción fundamental de clasificación genética comienza a aparecer en forma de hipótesis específicas .sobre la existencia de ciertas familias de lenguas. Esas hipótesis son las que han constituido, en el siglo XIX, la base del desarrollo de la lingüística como ciencia histórica comparativa. 1 Para más amplias informaciones sobre la historia de la linguistica africana, ver Doke, C. M., y Cole, D. T., 1961; Cole, D. T., en T. A. Sebeok (dir.), 1971, págs. 1-29. A veces se encuentran palabras que proceden de lenguas africanas en las obras de autores medievales. Para ello, ver Delafosse, M., 1912-1914, págs. 28la288, y Meinhof, i9l9-1920, págs. 147- 152. 2 Relación del viaje de descubrimiento hecho de la isla de S~n Lorenzo en los años 1613-4 ... , manuscrito portugués publicado en traducción francesa en A. Grandidier, 1903-1920, pág. 22.CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA 317 Las obras sobre la historia de la lingüística citan habitualmente una declara- ción de William Jones, en 1786, como el acontecimiento decisivo en semejante evolución. Esas ideas estaban ya en el ambiente, como lo muestra el hecho de que, cinco años antes, Marsden había enunciado, con la suficiente claridad, una hipótesis semejante acerca de las lenguas malayopolinesias, en tanto que Gyar- mathy hacía otro tanto para las lenguas finougrianas. Esa evolución estuvo acompañada de una auténtica manía por recoger materiales comparativos sobre un gran número de lenguas. La primera obra de esa naturaleza fue el Glossarium Comparativum Linguarum T otius Orbis, de 1787, alentado por la emperatriz de Rusia, Catalina la Grande, y que comprendía datos sobre 30 lenguas africanas en edición revisada de 1790-1791. A comienzos del siglo XIX se asistió a una aceleración señalada de la producción de gramáticas y diccionarios de Íenguas africanas, así como a la publicación de listas ,comparativas de palabras de un número considerable de lenguas africanas, como las de Kilham (1828), Norris (1841) y Clarke (1848) 3 • La más importante de esas· listas es, con mucho, por su amplitud y el carácter sistemático de su organización y simbolización fonética, la clásica Polyglotta Africana, elaborada en Freetown (Sierra Leona) por S. W. Koelle 4 • Esa acumulación de datos en la primera mitad del siglo XIX ha coincidido con los primeros intentos de clasificación de conjunto, como el de Balbi y, en las edíciones.sucesivas de lnquiry into the physical history of.Mankind5, el de Prichard. Pese a las diferencias de detalle, se extrajeron algunas conclusibnes general- mente aceptadas durante la primera mitad del siglo XIX. Algunas de ellas han soportado con éxito la prueba de las investigaciones posteriores, y otras,. al menos, han tenido el mérito de solucionar las diversas cuestiones que tuvieron que resolver los clasificadores que llegaron más tarde. Los resultados que se habían alcanzado en 1860 pueden resumirse así: - El término «semítico», introducido por Schlozer en 1781, era ya utilizado casi en su sentido actual 6. La existencia de una rama etíope de esa familia, que comprende el guezo (etíope clásico) y de lenguas modernas tales como el amarico y el tigrigna, estaba bien establecida. - Ya se advertían la semejanza y parentesco probables de algunas otras lenguas con el semítico. Estas comprendían el antigu0 egípcio, el berebere y las lenguas cuchíticas. Las últimas se hablan principalmente en Etiopía y Somalía. Algunos autores habían incluido el hawsa del Africa occidental en esa categoría. A esas lenguas se las ha llamado a veces subsemíticas. El término camítico fue propuesto por Renán en 1855 7• - Se atribuye a Lichtenstein el mérito de haber distinguido por vez primera y claramente entre las lenguas de Africa del Sur, las khoi-khoi y san, por una parte, y las bantúes,. por otra 8 • En esa época ya estaba claramente reconocida la 3 Kilham, H., 1828; Norris, E., 1841; Clarke, J., 1848, 4 Koelle, S. W., 1963. 5 Balbi, A., 1826;.la última edicion de Prichard, J. C., ha sido re.visada y aumentada por Norrís, E.; Priéhard, J. C., 1855. · 6 Schlozer, A. L., parte 8, 1781, pág. 161. 7 Renan, E., 1855, pág. 189. 8 Lichtensteín, H., 1811-1812.318 METODOLOGI_A Y PREHISTORIA AFRICANA existencia de ese último grupo de lenguas estrechamente emparentadas. Se le ha llamado también familia cafre, o familia de las lenguas sudafricanas. El término bantú, extraído de la palabra que quiere decir «los hombres» en un gran número de lenguas, fue primero propuesto por W. H. l. Bleek, quien en 1851 sentó las bases de los estudios comparativos de las lenguas bantúes. Ese término es universalmente empleado desde entonces. - Quedaba un vastísimo grupo de lenguas que integta.ba la mayor parte de las que se hablan en el Sudán occidental y oriental y que no podían clasificarse en · los grupos antes mencionados: las que no eran ni semíticas, ni camíticas, ni san, ni bantú. Generalmente eran llamadas lenguas «negras» y constituían el mayor problema para los clasificadores. Norris, en su revisión de la obra de Prichard en 1855, reconocía que dichas lenguas «escapaban a la clasificación» y que «los negros habían sido considerados hasta entonces como si constituyesen una raza más por razones fisiológicas que filológicas» 9 • Aunque todas las clasificaciones de conjunto de las lenguas africanas hasta una fecha reciente hayan separado completamente las lenguas bantúes de las lenguas llamadas «negras», cierto número de observadores habían advertido que algunas o muchas de las lenguas consideradas como «negras», particularmente en Africa occidental, mostraban parentesco con el grupo bantú. El primero en observarlo fue, al parecer, el obispo O. E. Vida] en su introducción a la gramática del yoruba, de Samuel Crowther 10• Bleek ha dado del término «l)antú» una definición general exteni:liendo su aplicación a la mayor parte del Africa occidental hasta 13º latitud norte, desde Senegal hasta el Nilo superior 11 . Esa idea funda- mental ha sido proseguida mucho más tarde, en una forma modificada, por Westermann y, de manera más explícita, por Greemberg en la clasificación actualmente en curso. ' - La relación del merina con el malayo-polinesio y, por consiguiente, su ausencia de parentesco con las lenguas de Africa habían sido notadas, como hemos visto, desde el siglo XVII, siendo generalmente aceptadas. La década del 1860 ha sido importante por la publicación de dos clasificacio- nes completas que debían imperar en ese campo hasta 1910. La primera era la de Lepsius, que apareció en dos versiones de 1863 y 1880, respectivamente 12• La segunda era la de Friedrich Müller, que fue igualmente presentada en dos versiones, en 1867 y 1884 13 . La obra de Müller proporciona la base del importante estudio de R. N. Cust, que contribuyó a difundir su obra en los países de lengua inglesa. Ese estudio de Cust es una fuente extraordinariamente valiosa por la bibliografía de la lingüística africana hasta ese período. Tanto Lepsius como Müller han excluido de su clasificación al merina como lengua no africana. Para el resto, el principal problema que les ocupaba era el de las lenguas «negras» y su posición respecto al bantú, ya que éste era el único 9 Prichard, J. C., vol. 1, pág. 427. 10 Vida!, 0 .. E., en Crowther, 1852. 11 Bleek, W., 1862-1869, vol. 1, pág. 8. 12 Lepsius, R., 2 edic., 1863 y 1880. 13 Müller, F., 1867, 1876-1884. Para las lenguas africanas ver l, 2 (1877) y lll, 1 (1884).CLASIFlCACJON DE LAS LENGUAS DE AFRICA 319 grupo amplio y bien establecido de lenguas habladas por pueblos negros. En esas dos clasificaciones, las consideraciones raciales han desempeñado un papel importante, pero de diférente manera. · · Como base de su clasificacion, Lepsius adoptó el criterio de las clases de sustantivo. Esa idea procedía del trabajo anterior de Bleek (1851) 14. Este se había extrañado de lo que consideraba como la diferencia fundamental entre las lenguas bantúes que tenían sistemas complejos de clases nominales, en las que el género no desempeñaba función alguna, y las lenguas semíticas y camíticas que tenían una distinción de genéro fundado en el sexo, como principio de la clasificación de nombres. Al aplicar ese criterio, Bleek clasificó el khoi-khoi en las lenguas camíticas porque tiene una distinción de género, aunque casi todas las· demás característícas lo emparenten con las lenguas san. Al adoptar la idea general de Bleek como punto de partida, Lepsiüs consideró que, entre las lenguas habladas por poblaciones negras, el bantü --con su clasificación de nombres no fundada en el sexo- era la lengua original, mientras que las otras lenguas estaban mestizadas por la influencia de lenguas camíticas. Y clasifica las lenguas en cuatro grupos: l. bantü; 2. negra mezclada; 3. camítica; y 4. semítica. Sin embargo, hay dos categorías fundamentales: a) las lenguas bantúes y negras mezcladas (lenguas con clases nominales); y b) las lenguas semíticas y camíticas (lenguas con género). A fin de cuentas, deberá poderse demostrar que estas últimas están emparentadas con el indoeuropeo, que posee también distin- ción de género fundada en el sexo. En realidad, Bleek agrupaba indoeuropeo, semita y camita en una misma familia que llamaba noachide,. con tres ramas que representan a los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet. Y declara explícitamente que las lenguas con género son superiores. «Sin embargo, parece indudable que las tres grandes ramas de lenguas con género no sólo han sido en el pasado las depositarias y los órganos del proceso histórico de la civilización humana, sino · que también en ellas, y especialmente en su rama más jOven, el jafético, es donde se basa la esperanza futura del mundo» 15 • El parentesco intelectual de las <<teorías camíticas» es evidente, desde Bleek hasta las teorías más tardías de Meinhof, pasando por la de Lepsius. En la exhaustiva obra de Müller, publicada en 1884, las lenguas conocidas en el mundo están clasificadas según la hipótesis de una relación fundamental entre el tipo físico.de los hablantes y la lengua. Sus divisiones principales son las «lenguas de los pueblos de cabellos lacios», las «lenguas de los pueblos de cabellos crespos», etc. Esa hipótesis le condujo, por ejemplo, a clasificar el khoi-khoi no con el camítico, como Lepsius, sino con el papú, entre las lenguas de las razas de cabellos lanudos. La mayor parte de las lengu~s «negras» están repartidas entre lenguas negroafricanas y bantúes. Su hipótesis sobre ese punto es exactamente contraria a ia de Lepsius, puesto que considera que ésas son las primeras que representan el tipo original, y las segundas, las que son derivadas. Estima que un determinado número de lenguas habladas por poblaciones negras pertenece a un grupo culturalmente· más avanzado llamado Nuba-Ftilah, cuyos hablantes están 14 Bleek,. w: H. l., 1851. 1 5 Lepsius, R., 1880, pág. 90.320 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA físicamente emparentados con los mediterráneos y los ·dravídicos, clasificados · como poblaciones de cabellos rizados. En la vulgarización de las opiniones de Müller hecha por Cust para los lectores de lengua inglesa, las lengua·s de Africa son clasificadas en los seis grupos siguientes: l. semítica; 2. camítica; 3. nuba- fulah; 4. negra; 5. bantú; 6. khoisán. Durante cierto tiempo las cuestiones de clasificación permanecieron en suspenso, concentrándose el interés en la inmensa tarea científica de describir las lenguas africanas. La obra de Westermann sobre las lenguas sudanesas (1911) y la de Meinhof sobre las camíticas (1912) abren el período moderno 16. La primera de estas obras, cuya tesis fundamental parece estar inspirada por Meinhof, introdujo el término «sudanés», que abarcaba casi todas las lenguas de Africa que no estaban comprendidas en los grupos semítico, camítico (en el sentido amplio dado por Meinhof) y san. Así pues, designaba esencialmente a todas las lenguas qu~ anteriormente eran llamadas «lenguas negras». Westermann seleccionó en esa vasta colección ocho lenguas (en ninguna parte da una lista completa), cinco de las cuales eran del Sudán occidental y tres del Sudán oriental, y trató de establecer su parentesco mediante una serie de etimologías y formas ancestrales reconstruidas. Meinhof, que ya era célebre por su obra fundamental sobre el estudio comparativo del bantú, intentó en su libro sobre las lenguas hamíticas extender los límites de la familia hamítica más allá de lo que era generalmente aceptado, para incluir en ella lenguas tales como el fulfuldé, el masai y, siguiendo en eso a Lepsius, el khoi-khoi, principalmente debido al criterio del género. Esa obra transparenta claramente su convicción de la superioridad de la raza «hamítica» 1 7 • De la obra combinada de Meinhof y de Westermann se desprende, pues, una división en cinco grupos (semítico, hamítico, sudanés, bantú y san). Esas conclu- siones fueron difundidas en los países de lengua inglesa por Alice Werner y llegaron a ser norma en los manuales de antropología y lingüística 18 . Semejante clasificación fue ya puesta en tela de juicio en el transcurso de su período de predominio (hacia 1910-1950). Y, aunque no aparezca en los manuales habituales, la crítica más importante vino del propio Westermann en su impor- tante estudio de 1927 sobre las lenguas sudanesas occidentales 19. En esa obra restringía su concepción anterior de las lenguas sudanesas, de tal modo que la aplicaba solamente a las lenguas del oeste de Africa y distinguía, por medio de una detallada documentación léxica y gramatical, determinado número de subgrupos distintos en el seno del sudanés occidental (por ejemplo, atlántico occidental, kwa, gur). Y señalaba, lo cual es más importante aún, semejanzas de detalle en el vocabulario y la estructura gramatical entre el sudanés occidental y el bantú, pero sin afirmar s1:1 parentesco de manera explícita. Sir Henri Johnston, en su vasta obra sobre el bantú y semibantú, ha considerado que muchas de las lenguas de Africa occidental estaban entroncadas en el bantú 20. A esas las designaba en su 16 Westermann, D., 1911; Meinhof, C., 1912. 1 7 La hipótesis ha mítica se convirtió en base de interpretación cultural e histórica muy desarrolla- da. Sobre esta cuestión, ver Sander, E. R., 1969, págs. 521-532. 18 Werner, A., 1915 y 1930. ~: Westerman_n, D., 1927. . Johnston, H. H., 1919-1922.CLASIFICACION DE LAS LENGUAS DE AFRICA 321 terminología con el término de «semibantú». Sin embargo, continuaba respetan- do eLcriterio tipológico de las clases nominales, de suerte que, si de las dos lenguas estrechamente entroncadas una sola tenía clases nominales, era considerada semibantú, y la otra no. Hay que mencionar también, aunque sea brevemente, otras clasificaciones del período 1910-1950, entre las que sólo la de Delafosse tuvo una difusión notable. Una de ellas fue propuesta por A. Drexel, quien trafó de mostrar una relación entre las familias de lenguas de Africa y las culturas, relación planteada como postulado por la K ulturkreislehre. El africanista francés M. Delafosse, i:tl contrario que los investigadores alemanes de la época, limitó lo «hamítico» a lo berebere 2 1, egipcio y cuchítico, y trató a todas las demás lenguas que no eran semíticas o khoisán como a una vasta familia negroafricana 22 . Además de las dieciséis ramas no bantúes, muchas de las cuales se definían más bien por criterios geográficos que lingüísticos, Delafosse consideraba, según parece, que el bantú debía estar incluido en las lenguas negroafricanas. Una parte de la terminología de Delafosse está aún en uso entre los africanistas de expresión francesa. Hay que mencionar también a la señorita Homburger, quien, partiendo también de la concepción de · una unidad lingüística africana, pero concebida de un modo más vasto aún, adoptó la teoría de una fuente egipcia como explicación de tal unidad e incluso, sin tener en cuenta que había contradicción en ello, la de una derivación lejana a partir de las lenguas dravídicas de la India 23 • En 1949-1950, el autor del presente capítulo definió, en una serie de artículos publicados en el Southwestern Journal of Anthropology una clasificación que era nueva en muchos puntos de vista y que finalmente fue aceptada de modo bastante general 24. Difería de las clasificaciones precedentes por su método en numerosos aspectos y era estrictamente genética en el sentido definido en la introducción de este capítulo. Así pues, consideraba como convincentes s_emejanzas masivas entre grupos de lenguas, que alcanzaban a la vez al sonido y al sentido, ya se tratase de las raíces (del vocabulario) o de los componentes gramaticales. Las semejanzas que alcanzaban solamente al sonido -por ejemplo, la presencia de tonos- o al sentido -por ejemplo, la existencia del género gramatical sin concordancia de formas fonéticas y desinencias~ se consideraban improcedentes. Como ya hemos visto, esos caracteres tipológicos desempeñaban un papel importante en las clasificaciones anteriores. Por tanto, la existencia de los géneros masculino y 21 Nota incluida por petición de un miembro del Comité: Esta clasificación no sólo es contraria a los criterios de los investigadores alemanes, ·si110 también a la verdad científica pura. Los lingüistas norteafricanos han descubierto los motivos políticos que habían empujado .a la escuela colonialista de los berberizantes franceses a clasificar la lengua berebere entre las lenguas semitocamiticas. La realidad es que el berebere es una lengua semítica; incluso es una de las más antiguas, guardando contactos muy estrechos con el akkadiense y el hebreo. Por consiguiente, no es ni hamitosemítica ni afroasiática, como se ha dicho en ese capítulo. Ver particularmente, en árabe, M. EI-Fasi: «El berebere lengua hermana del árabe», Actas de la Academia de El Cairo, 1971. 22 Delafosse, M., 1924, págs. 463-560. 23 Homburger, L., 1941. 24 Para la versión más recien.te de la clasificación de Greenberg, ver Greenberg, J., 1966 (b). Se encontrará una bibliografía de la literatura en que se discute esta cuestión en Winston, «Greenberg:s classification of African languages», African language siudies, vol. 7, 1966, págs. 160-170. Desde un punto de vista diferente, ver el capitulo XI del profesor Olderogge, D. Ver también Diop, Ch. A.322 METODOLOGIA Y PREHISTORIA AFRICANA femenino, por ejemplo, no era tenida por sí sola como una prueba de parentes