Magpie Murders (2022), de Peter Cattaneo

Alex Conway es un popular autor de best-sellers de intriga, sus novelas las protagoniza el sagaz detective Atticus Pünd, que resuelve sus casos en la campiña inglesa, asistido por un joven ayudante. Su editora Susan Ryeland, con la que no congenia demasiado, recibe el manuscrito de su última obra, “Asesinatos de la urraca”, que se lanza a leer durante el fin de semana, mientras sopesa aceptar un nuevo puesto de más responsabilidad, o irse a vivir con su novio profesor a Creta. Pero las sorpresas se suceden una detrás de otro: falta el imprescindible último capítulo de la novela, con la resolución del caso, el protagonista muere, y el propio autor amanece muerto en su casa, un aparente suicidio, pues padecía un cáncer. Por supuesto, nada es exactamente lo que parece.

Original miniserie que sigue con planteamiento renovador la fórmula de “whodunit” o “quién lo hizo” típica de las novelas de Agatha Christie, se basa en un libro del prolífico Anthony Horowitz, que adapta él mismo. Horowitz es un auténtico especialista del género, como demuestra la serie televisiva Poirot basada en Christie, además de historias creadas por él. La dirección corresponde a un inesperado Peter Cattaneo, que en 1997 dio la campanada con Full Monty, pero luego ha desarrollado una carrera de cineasta más bien discreta; de alguna manera parece sentirse a gusto con algunos de los rasgos de leve humor que recorren la trama.

La gran novedad de la historia es que, por así decir, tenemos dos crímenes por el precio de uno, uno en la ficción, otro en el mundo real. Y la narración salta de uno a otro con pasmosa facilidad, con el añadido de que personajes de la ficción están basados en la realidad del otro lado del espejo, todo el mundo parece de acuerdo en que Conway era un hombre cruel, que aprovechaba su obra literaria, que habría querido de más altos vuelos, para saldar cuentas con aquellos que le caían mal. Este doble juego funciona muy bien, tiene particular encanto, y las transiciones de la novela al mundo real y viceversa, son suaves, hasta el punto de que a veces el espectador casi ni se da cuenta de que se ha producido el cambio.

Los actores están muy bien, pero destacan especialmente Lesley Manville, a la que algunos descubrimos en El hilo invisible, y Tim McMullan, muy consciente de que le toca crear un detective canónico.